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Creado por Iriam Sylvester Dom Ago 14, 2016 1:59 am
Nadies está listo para lo que viene, no tiene idea de lo que se va a encontrar ni mucho menos lo que va a suceder... todo en la vida es inevitable, sucederá porque tiene qué darse aún cuando no parezca haber un motivo claro para lo que acontece, y es hasta ahora que lo entiendo. Por eso quiero contarte, y a todos los que lo quieran entender lo que me sucedió... No es una historia agradable, es lo único que advertiré. Continúa si es tu deseo. Si es difícil para ti leerlo fue aún más doloroso para mí recordarlo. Al principio, fueron pesadillas. Y siempre comenzaban igual. Con el último día de mis recuerdos 'felices', por ponerlo de algún modo. Cumplía los 18 años y también fue aquel el año en que un barco mercante llegaba al muelle con promesas de aventuras para los valientes. Admito que en aquel entonces era lo suficientemente ingenua para creer que aquella tripulación todos hombres de distintas tonalidades tanto de piel como de personalidades, eran verdaderos aventureros y que cumplían sus promesas. No presté atención de las advertencias, estaba demasiada ilusionada como para pensar en algo más aparte de la posibilidad de salir de la isla ¡Por fin! ¡Conocería el mundo, viviría la misma experiencia que mi madre! Pero yo no abandonaría el mar, ni siquiera por la posible familia que tendría en un futuro. Estaba completamente fija en la meta más próxima y real que tenía al alcance, y nada más ocuparía mi mente. Era una tarde preciosa de brisa fresca y verdor excepcional para la época... ¿Verano? ¿Mediados de la estación, finales? No lo recuerdo con exactitud, pero sí... cuando hablé con el capitán de aquella embarcación, y no fue solo una vez
Iriam Sylvester
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Creado por Iriam Sylvester Dom Ago 14, 2016 9:22 am
Su estruendosa risa aún puedo escucharla incluso cuando logro soñar otra cosa, y todo por la petición que le hice -Por favor, lléveme con usted. Quiero pertenecer a su tripulación y recorrer el mundo- estábamos en la cubierta de su barco, el que llamaba Candelabro Raro y rodeados por su tripulación que bebía como si no hubiera un mañana -¿Tú, navegar por los mares? ¡Chiquilla, tú apenas has salido de la cuna y ya quieres correr! Gyahahahaha- Aquel era el hombre más corpulento que había visto pero no era una gordura grasa, se notaba que a pesar de la esfera de su abdomen había músculos curtidos por el continuo esfuerzo de cargar cosas pesadas, sus manos callosas exclamaban ¡Hombre de mar! y sus cicatrices que eran aún más de cuidado incluso que de su media desdentada sonrisa, o el ojo de vidrio azul que miraba frío a quien le dirigiera la palabra de manera grosera. Respondía al nombre de Oro Mano, y era un alcohólico empedernido. Los primeros días atracados en el muelle no hacía más que bajar su carga de bienes y comprar alcohol para él y sus compañeros, además de las más caras mujeres de compañía. Y por esos días sin excepción o excusa allí me hallaba yo, insistiendo con lo mismo. Pero la táctica había cambiado -¡Iriam, chulada! ¿Has venido a divertirte con nosotros? Ven, siéntate conmigo- aprendí que la mejor manera de ganarme al obeso era siguiendo su juego, así que lo quisiera o no aprendí a beber. Al principio fue asqueroso, y mi primera resaca fue la peor que experimenté hasta la fecha... pero a final de cuentas le cogí el gusto, y podía tomar grandes cantidades sin batir un ojo, al parecer eso fue lo que a final de cuentas el capitán me tomara en cuenta y finalmente tomara la decisión de llevarme con ellos. Jamás me había sentido más feliz... o tan nerviosa. Dejaba todo atrás, todo lo que había sido, lo que conocía.. dejaba a mis padres para vivir la vida que siempre me relataron porque eso era lo que querían, ¿No?
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Creado por Iriam Sylvester Dom Ago 14, 2016 3:24 pm
Aceptarme en la tripulación fue una cosa, que me tomaran en cuenta otra muy diferente. Para Oro Mano lo que más importaba era la función que podías tener en su barco, y no una pequeña. Así que durante las primeras semanas luego de zarpar de Dawn fueron de puro y exclusivo aprendizaje. Memoricé cada parte del barco, la correcta manera de darle mantenimiento, los amarres y las velas, aprendí lo básico de la navegación y sobre el clima. Pronto, en vez de la simple e ingenua chiquilla que bebía al mismo ritmo que todos, provocaba burlas y era demasiado buena para causar problemas se convirtió en una mas de la tripulación. Y la única mujer a bordo. Hubieron de pasar casi dos meses antes de volver a tocar tierra, necesitábamos provisiones, y el capitán pidió explícitamente que yo fuera a recogerlas. Era una carga sencilla -después de todo Candelabro Raro era un barco mercante- por lo que no debía tardar en volver. Jamás imaginé o se me pasó por la cabeza otra cosa. Claro, mis compañeros eran todo lo que podría suponer de 'hombres de mar', pero nunca fueron groseros, o me trataron mal. Incluso cuando estaba comiendo sola allá en la proa, me acercaban uno o dos tarros de cerveza y me metían en su conversación. Por eso jamás sospeché lo que eran capaces de hacer por dinero hasta que volví al barco con lo que me habían pedido, y fue una suerte que lograra escuchar aquello sin que me descubrieran mientras me encaminaba a dejar la carga en el almacén como me lo habían pedido pues no estaba sola. Tres más estaban conmigo y no habían reparado en mi presencia estando en lados opuestos del largo almacén y aún así los escuchaba. No fue mi intención hacerlo, pero fue inevitable. Y no sabía si lograría salirme de esta si me descubrían
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