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Creado por Clopin Trouillefou Miér Sep 07, 2016 4:10 pm
Clopin había conseguido viajar en un navío de pasajeros con el dinero que había recaudado de los anteriores días, trabajando como bufón. Era una dura tarea, y le recordaba todos los hechos pasados que le habían acontecido, sin embargo era algo que iba con él, era lo que sabía hacer y uno nunca puede hacer gratis aquello que se le da bien. El viaje no fue muy agradable. El Bufón paso todo el tiempo que pudo lejos de miradas indiscretas, pues ya tenía suficiente con el tiempo que pasaba trabajando de cara al público.
El frío sería la única recepción que tendría al desembarcar. Se encontró con un paisaje de edificios pétreos pintados de blanco a causa de la nieve que caía lenta, pero sin descanso. El gitano se aferró todo lo que pudo a sus ropajes para ahuyentar el temblor de sus huesos, pues no poseía ningún abrigo y los berries que le quedaban podían contarse con los dedos de la mano de un manco. Mientras observaba el paisaje obtuvo varios empujones de gente que consideraba que sus asuntos eran mucho más urgentes que los de cualquier otro. Tras caer de culo contra la nieve suspiró, se quitó el sombrero y le quitó la nieve que le había caído. Aquél humor cabizbajo no iba con él. Debía ser el clima.
Caminando entre la poca gente que aún permanecía en la calle buscó la plaza. Se encontraba relativamente concurrida, al menos más que el resto de calles. Colocó el poco equipaje que portaba consigo contra una pared. Eran aquél puesto de madera en el que trabajaba, una mochila con sus títeres, y una pancarta larga atada a dos largos palos de madera. En ella se podía leer “El Gran Espectáculo de Clopin”. En el tiempo que tardó en desplegarla y hacer que se mantuviese en pie en la nieve, varios niños comprendidos entre edades de cinco y nueve años se encontraban reunidos frente al bufón. -¿Es usted Clopin?- Preguntaba uno de los muchachos. El bufón tuvo un pequeño sobresalto. De repente un pequeño títere ocupaba su mano izquierda y parecía hablar al muchacho. -Yo soy... ¡El fantástico Clopin! Y este caballero de aquí, mi ayudante.- Entonces el verdadero Clopin se dio la vuelta, con una pequeña fusta de madera en su mano derecha. -¡No! Yo soy el Fantástico Clopin. Y este es... Mi compinche.- Unas pequeñas risas despertaban en los niños al ver cómo los dos desconocidos discutían olvidando por completo dónde se encontraban. Clopin se giró hacia ellos y después al títere. -¡Ya basta! No me contradigas delante de los niños.- Y con la fusta comenzó a pegarle en la cabeza mientras el títere realizaba pequeños quejidos. Los niños nuevamente comenzaron a reír. Entonces Mini Clopin explicó: -En cualquier caso, pequeños, la función comenzará en un rato. Hasta entonces, ¡llamad a vuestros amigos! Que se unan a la fiesta.- La voz aguda de Mini Clopin parecía hacer que los niños hiciesen todo lo que dijese, era como una herramienta de control mental o algo así. Al instante salieron raudos buscando a todos sus conocidos. -¡No olvidéis el dinero!- Grito Clopin. -No trabajo gratis...- Hizo susurrar al Mini Clopin mientras se reponía el sombrero. Todavía quedaba mucha jornada, y si Micqueot habían suficientes niños, quizás esta noche pudiese cenar caliente.
El frío sería la única recepción que tendría al desembarcar. Se encontró con un paisaje de edificios pétreos pintados de blanco a causa de la nieve que caía lenta, pero sin descanso. El gitano se aferró todo lo que pudo a sus ropajes para ahuyentar el temblor de sus huesos, pues no poseía ningún abrigo y los berries que le quedaban podían contarse con los dedos de la mano de un manco. Mientras observaba el paisaje obtuvo varios empujones de gente que consideraba que sus asuntos eran mucho más urgentes que los de cualquier otro. Tras caer de culo contra la nieve suspiró, se quitó el sombrero y le quitó la nieve que le había caído. Aquél humor cabizbajo no iba con él. Debía ser el clima.
Caminando entre la poca gente que aún permanecía en la calle buscó la plaza. Se encontraba relativamente concurrida, al menos más que el resto de calles. Colocó el poco equipaje que portaba consigo contra una pared. Eran aquél puesto de madera en el que trabajaba, una mochila con sus títeres, y una pancarta larga atada a dos largos palos de madera. En ella se podía leer “El Gran Espectáculo de Clopin”. En el tiempo que tardó en desplegarla y hacer que se mantuviese en pie en la nieve, varios niños comprendidos entre edades de cinco y nueve años se encontraban reunidos frente al bufón. -¿Es usted Clopin?- Preguntaba uno de los muchachos. El bufón tuvo un pequeño sobresalto. De repente un pequeño títere ocupaba su mano izquierda y parecía hablar al muchacho. -Yo soy... ¡El fantástico Clopin! Y este caballero de aquí, mi ayudante.- Entonces el verdadero Clopin se dio la vuelta, con una pequeña fusta de madera en su mano derecha. -¡No! Yo soy el Fantástico Clopin. Y este es... Mi compinche.- Unas pequeñas risas despertaban en los niños al ver cómo los dos desconocidos discutían olvidando por completo dónde se encontraban. Clopin se giró hacia ellos y después al títere. -¡Ya basta! No me contradigas delante de los niños.- Y con la fusta comenzó a pegarle en la cabeza mientras el títere realizaba pequeños quejidos. Los niños nuevamente comenzaron a reír. Entonces Mini Clopin explicó: -En cualquier caso, pequeños, la función comenzará en un rato. Hasta entonces, ¡llamad a vuestros amigos! Que se unan a la fiesta.- La voz aguda de Mini Clopin parecía hacer que los niños hiciesen todo lo que dijese, era como una herramienta de control mental o algo así. Al instante salieron raudos buscando a todos sus conocidos. -¡No olvidéis el dinero!- Grito Clopin. -No trabajo gratis...- Hizo susurrar al Mini Clopin mientras se reponía el sombrero. Todavía quedaba mucha jornada, y si Micqueot habían suficientes niños, quizás esta noche pudiese cenar caliente.
Clopin Trouillefou
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Kote Bastian Jue Sep 08, 2016 3:26 am
¿Una actuación? ¿Sin él como protagonista? No podía creerlo. Los niños de Micqueot fueron a buscarlo en cuanto supieron de la aparición de un nuevo comediante, un bufón, una especie de gitano que se había apropiado de una de las partes de la plaza para emplazar su puesto y realizar esa obra de la que hablaban los niños. Claramente Kote no estaba cabreado, no, estaba deseoso de encontrar a aquel tipo y observarle actuar, quizás así pudiera revivir a Karrie. Hacía mucho tiempo que no escuchaba algo sobre actores o bufones, ni siquiera sobre acróbatas, y después de mucho tiempo, pues era hora de que las noticias comenzaran a volar.
-Chicos, decidle a Mars que no iré a cenar- un niño se paró delante de Kote -Si, señor, enseguida- la mirada de Kote mostraba un calor propio de un padre hacia esos niños, pues los conocía desde el mismo momento en que nacieron, pues ayudó a Mars, el hombre que lo acogió, a que sus madres dieran a luz -Eve, trae a todos los niños del lado norte, tendremos que darle la bienvenida al gitano y al menos hacer que gane un poco de dinero- sus ojos se mostraban brillantes, estaba contento, brillaban con un tono verde que jamás había brillado desde hacía muchos años. Los niños lo sabían, y corrían obedeciendo las órdenes de su patrón, el Hombre Voz, la Mejor Broma, las órdenes de Kote.
Claramente, preparar un espectáculo no es moco de pavo, y no es sencillo, por ende, a Kote le daría tiempo a recoger su laúd de la tienda de reparaciones y poder acudir quizás para actuar junto al Gitano. La gente de Micqueot ya le conocía, y seguramente así se dispondrían a ver la actuación del gitano y ganaría algo más. Kote era malo en ocasiones, pero no con aquellos que formaban parte de su gremio, con artistas itinerantes como él, con ese tipo de gente era incluso mejor persona que con sus más allegados, pues sabía que vivir de la caridad de la gente era muy complicado, pero seguro que era un verdadero artista, un héroe entre los bufones, aunque eso tendría que juzgarlo el propio Kote.
Micqueot estaba en época invernal. El North Blue se cubría de nieve durante esas épocas del año, y ahora mismo, Kote se preguntaba si estarían celebrando las Fiestas del Solsticio Invernal en Lvneel, quizás sí, o quizás no. Para esta época, Karrie siempre estaba allí para hacer espectáculos impresionantes y muy caros, pero los pagaba el rey, por ende a la gente le daba igual lo que costara. Kote avanzaba por las calles de Micqueot con una chaqueta beige y con otra un poco más oscura en sus brazos, quizás aquel bufón tendría frío, y tenía que intentar convencerle de resucitar Karrie, aunque... quizás no conocía a la trouppe de artistas itinerantes. Igualmente, lo intentaría.
Una enorme cantidad de niños de todos los rincones de Micqueot había llegado hasta la plaza, donde podía verse desde grandes distancias el puesto de aquel gitano. Kote observó el cartel y sonrió, ”El Gran Espectáculo de Clopin”, rezaba el mismo. Podía vérsele con una marioneta en su mano y una fusta en la otra. Se trataba de un prestidigitador quizás, un marionetista o quizás simplemente un bufón que no sabía hacer otra cosa, pero no, había algo en él que le gustó a Kote, quizás un don, una habilidad excepcional para hacer lo que hacía. Kote simplemente se acercó hasta donde se encontraban todos los niños, y con cuidado fue pasando hasta colocarse en la primera fila -Perdonad chicos, dejadme pasar-iba diciendo mientras intentaba no empujar a ningún niño. Rápidamente se ató el largo cabello que tenía en una larga cola de caballo y miró al tipo, rebuscó entre su chaqueta y sacó cien berries -Supongo que esto cubrirá mi pago y el de este grupo de nueve niños, ¿no es así?- quitando al grupo al que Kote había pagado la entrada, otros niños avanzaban rápidamente y se dedicaban a pagar su parte, como buena obra de respeto y dedicación hacia el bufón. Kote se apoyó en una farola cercana y dejó el estuche de su laúd en el suelo, de forma que pudiera evitar que nadie se lo robara, pues claramente lo mataría si lo intentaban.
Estaba deseando comenzar con el espectáculo, y quizás luego, unirse al bufón y dedicar una hermosa traviata a los niños de Micqueot.
-Chicos, decidle a Mars que no iré a cenar- un niño se paró delante de Kote -Si, señor, enseguida- la mirada de Kote mostraba un calor propio de un padre hacia esos niños, pues los conocía desde el mismo momento en que nacieron, pues ayudó a Mars, el hombre que lo acogió, a que sus madres dieran a luz -Eve, trae a todos los niños del lado norte, tendremos que darle la bienvenida al gitano y al menos hacer que gane un poco de dinero- sus ojos se mostraban brillantes, estaba contento, brillaban con un tono verde que jamás había brillado desde hacía muchos años. Los niños lo sabían, y corrían obedeciendo las órdenes de su patrón, el Hombre Voz, la Mejor Broma, las órdenes de Kote.
Claramente, preparar un espectáculo no es moco de pavo, y no es sencillo, por ende, a Kote le daría tiempo a recoger su laúd de la tienda de reparaciones y poder acudir quizás para actuar junto al Gitano. La gente de Micqueot ya le conocía, y seguramente así se dispondrían a ver la actuación del gitano y ganaría algo más. Kote era malo en ocasiones, pero no con aquellos que formaban parte de su gremio, con artistas itinerantes como él, con ese tipo de gente era incluso mejor persona que con sus más allegados, pues sabía que vivir de la caridad de la gente era muy complicado, pero seguro que era un verdadero artista, un héroe entre los bufones, aunque eso tendría que juzgarlo el propio Kote.
Micqueot estaba en época invernal. El North Blue se cubría de nieve durante esas épocas del año, y ahora mismo, Kote se preguntaba si estarían celebrando las Fiestas del Solsticio Invernal en Lvneel, quizás sí, o quizás no. Para esta época, Karrie siempre estaba allí para hacer espectáculos impresionantes y muy caros, pero los pagaba el rey, por ende a la gente le daba igual lo que costara. Kote avanzaba por las calles de Micqueot con una chaqueta beige y con otra un poco más oscura en sus brazos, quizás aquel bufón tendría frío, y tenía que intentar convencerle de resucitar Karrie, aunque... quizás no conocía a la trouppe de artistas itinerantes. Igualmente, lo intentaría.
Una enorme cantidad de niños de todos los rincones de Micqueot había llegado hasta la plaza, donde podía verse desde grandes distancias el puesto de aquel gitano. Kote observó el cartel y sonrió, ”El Gran Espectáculo de Clopin”, rezaba el mismo. Podía vérsele con una marioneta en su mano y una fusta en la otra. Se trataba de un prestidigitador quizás, un marionetista o quizás simplemente un bufón que no sabía hacer otra cosa, pero no, había algo en él que le gustó a Kote, quizás un don, una habilidad excepcional para hacer lo que hacía. Kote simplemente se acercó hasta donde se encontraban todos los niños, y con cuidado fue pasando hasta colocarse en la primera fila -Perdonad chicos, dejadme pasar-iba diciendo mientras intentaba no empujar a ningún niño. Rápidamente se ató el largo cabello que tenía en una larga cola de caballo y miró al tipo, rebuscó entre su chaqueta y sacó cien berries -Supongo que esto cubrirá mi pago y el de este grupo de nueve niños, ¿no es así?- quitando al grupo al que Kote había pagado la entrada, otros niños avanzaban rápidamente y se dedicaban a pagar su parte, como buena obra de respeto y dedicación hacia el bufón. Kote se apoyó en una farola cercana y dejó el estuche de su laúd en el suelo, de forma que pudiera evitar que nadie se lo robara, pues claramente lo mataría si lo intentaban.
Estaba deseando comenzar con el espectáculo, y quizás luego, unirse al bufón y dedicar una hermosa traviata a los niños de Micqueot.
Kote Bastian
Hoja de personaje
Nivel:
(5/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Clopin Trouillefou Mar Sep 13, 2016 2:49 pm
Montar un espectáculo era como elegir a quién de tus hijos quieres más, pues no puedes contar todas las historias que quisieras y tienes que elegir la que mostrarás al público, y para bien o para mal, será la que escuchen. Clopin abrió su saco y observó sus títeres, muchos y de vivos colores. ¿Qué historia podría gustarle a los niños de Micqueot? Ni idea, pero debía elegir una o pronto todos se presentarían allí y no tendría nada preparado. Mientras pensaba en todo esto el Bufón comenzó a preparar su puesto. Básicamente consistía en cuatro tablones de madera que formaban un cuadrado, y colgando del superior una ilustración que le servía para ambientar sus historias. En esta ocasión simulaba una ciudad, unos pocos edificios rodeaban lo que parecía ser un enorme edificio religioso. Clopin tardaría casi una hora en montarlo todo, pero al final valdría la pena. -¿Crees que vendrán muchos, Mini Clo?- Preguntaba a la marioneta mientras iba preparando el lugar. -Quizás sí, quizás no...- Mini Clo se llevaba las manos a la cabeza, tratando de imitar que pensaba, pero no llegó a más.
Pasado ese tiempo, los niños comenzaban a llegar y le pagaban el respectivo dinero, que no era mucho, 10 berries por cabeza. Aquello comenzaba a llenarse más y más, aunque lo más impresionante fue un grupo de nueve niños acompañados de un único adulto. -Así es caballero.- Dijo Clopin. -¡Debiste pedirles más dinero!- Chillaba con esa voz característica Mini Clo. -Vamos, ¡no seas avaricioso!- Respondía él, simulando estar molesto en tono de broma. -No, ¡tú eres el avaricioso!- Respondió la miniatura. -¡No, tú!- -¡No, tú!- -¡No, tú!- -¡No, tú!- -¡Suficiente!- Respondió Clopin malhumorado golpeándole con la fusta. -Tú eres el avaricioso. Yo no soy más que una representación en miniatura de todo aquello que tú eres, en un tono algo más humorístico, utilizado para compensar la falta de acompañante en los actos por una parte, y por otra tu ignominiosa falta de compañía.- Clopin lo miró primero a él, después miró al frente sin un objetivo fijo, con rostro cansado por la discusión y frustrado por las últimas palabras del muñeco. -¡Silencio!- Tras esto Clopin se quitó el sombrero y lo puso cubriendo la cabeza del títere. -Jo...- Fue lo último que dijo el títere mientras poco a poco se inclinaba en signo de tristeza. Clopin miró a Kote. -Disculpe esta discusión.- Le decía mientras los niños al fondo reían. La gran mayoría (por no decir todos) no habrían comprendido la referencia final debido a su edad, pero de todas formas a los críos una discusión entre una persona y un títere siempre les resultaba divertida.
Terminado todo este pequeño... “Espectáculo improvisado”, Clopin fue finalmente consciente de que el caballero que tenía frente a él portaba un instrumento consigo, y si lo traía con él no sería por casualidad. Quizás podrían hacer algo juntos más tarde siempre que el hombre fuese ese tipo de persona. -¡Muy bien muchachos!- Dijo el Bufón alzando la voz. -¿Estáis listos para el comienzo?- El público parecía animado, aquella sería una buena actuación.
Pasado ese tiempo, los niños comenzaban a llegar y le pagaban el respectivo dinero, que no era mucho, 10 berries por cabeza. Aquello comenzaba a llenarse más y más, aunque lo más impresionante fue un grupo de nueve niños acompañados de un único adulto. -Así es caballero.- Dijo Clopin. -¡Debiste pedirles más dinero!- Chillaba con esa voz característica Mini Clo. -Vamos, ¡no seas avaricioso!- Respondía él, simulando estar molesto en tono de broma. -No, ¡tú eres el avaricioso!- Respondió la miniatura. -¡No, tú!- -¡No, tú!- -¡No, tú!- -¡No, tú!- -¡Suficiente!- Respondió Clopin malhumorado golpeándole con la fusta. -Tú eres el avaricioso. Yo no soy más que una representación en miniatura de todo aquello que tú eres, en un tono algo más humorístico, utilizado para compensar la falta de acompañante en los actos por una parte, y por otra tu ignominiosa falta de compañía.- Clopin lo miró primero a él, después miró al frente sin un objetivo fijo, con rostro cansado por la discusión y frustrado por las últimas palabras del muñeco. -¡Silencio!- Tras esto Clopin se quitó el sombrero y lo puso cubriendo la cabeza del títere. -Jo...- Fue lo último que dijo el títere mientras poco a poco se inclinaba en signo de tristeza. Clopin miró a Kote. -Disculpe esta discusión.- Le decía mientras los niños al fondo reían. La gran mayoría (por no decir todos) no habrían comprendido la referencia final debido a su edad, pero de todas formas a los críos una discusión entre una persona y un títere siempre les resultaba divertida.
Terminado todo este pequeño... “Espectáculo improvisado”, Clopin fue finalmente consciente de que el caballero que tenía frente a él portaba un instrumento consigo, y si lo traía con él no sería por casualidad. Quizás podrían hacer algo juntos más tarde siempre que el hombre fuese ese tipo de persona. -¡Muy bien muchachos!- Dijo el Bufón alzando la voz. -¿Estáis listos para el comienzo?- El público parecía animado, aquella sería una buena actuación.
Clopin Trouillefou
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
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Creado por Kote Bastian Sáb Sep 17, 2016 4:24 am
Aquel hombre era un buen marionetista, un titiritero con grandes dotes de ventriloquia, lo que suponía que sería una buena adquisición para Karrie. Un suspiro bastó para que todos los niños callaran, pues Kote tenía una gran cantidad de influencia sobre esos niños, que siempre se habían visto atraídos por la música y las historias que el mismísimo Kote contaba en Micqueot durante tantos años. Cantaba las canciones que su padre componía, que no eran sencillas de tocar, pero deambular por Micqueot durante años te da mucho tiempo para practicar con el Laúd. La historia de Kote siempre ha sido difícil, siempre ha mostrado un poco de dificultad en cuanto a sus formas de vivir, pero tener a esta trouppe de muchachos alrededor le ayudaba muchísimo, pues le apoyaban y ayudaban al viejo Mars con sus trabajos, y eso le resultaba satisfactorio a Kote, pues cuanto más ayudaran al viejo, más feliz estaba y más canciones le hacía tocar a Kote y más fama ganaba, y así, los piratas no se atreverían a pisar Micqueot jamás.
Una carcajada apareció de entre los labios de Kote, pues aquella pequeña discusión estaba siendo fruto de las risas de los niños, y la risa de un niño era el mejor regalo que un artista podía recibir, incluso mejor regalo que toda una fortuna. El hombre estaba atento, pues simplemente discutían y el muñeco parecía llevarse siempre la razón, pero claro, era ventriloquia, y lo más gracioso de ese arte era dejarse en ridículo a uno mismo y darle la victoria al muñeco. Lo más gracioso fue la parte final, su ignominiosa falta de compañía, a lo que Kote soltó otra carcajada potente, estaba feliz de haber encontrado a alguien así en el mundo. El sombrero del ventrílocuo se colocó sobre el muñeco y este soltó un pequeño quejido, algo que gustó mucho a Kote. Así, simplemente esperó un momento para que todo diera comienzo y escuchó la última frase dedicada hacia él -Fuera o no parte del espectáculo, ha sido impresionante- habló durante un segundo para darle una señal al artista para que continuara sin preocuparse por las risas de los niños.
-Niños, silencio, el Gran Espectáculo de Clopin va a dar comienzo- Kote había instruido a estos niños, y les había educado de forma que debían respetar el silencio para que el artista se pudiera expresar, para Kote, ese silencio era música, una música melodiosa que le permitía decir o hacer lo que quisiera, para él era... La Música del Silencio. Se acomodó apoyando la espalda en la farola en la que antes se había apoyado y miró hacia delante, hacia el espectáculo que iba a comenzar. Los niños estaban en silencio, con caras alegres y en total silencio, esperando la obra que se iba a interpretar en las heladas calles de Micqueot.
Una carcajada apareció de entre los labios de Kote, pues aquella pequeña discusión estaba siendo fruto de las risas de los niños, y la risa de un niño era el mejor regalo que un artista podía recibir, incluso mejor regalo que toda una fortuna. El hombre estaba atento, pues simplemente discutían y el muñeco parecía llevarse siempre la razón, pero claro, era ventriloquia, y lo más gracioso de ese arte era dejarse en ridículo a uno mismo y darle la victoria al muñeco. Lo más gracioso fue la parte final, su ignominiosa falta de compañía, a lo que Kote soltó otra carcajada potente, estaba feliz de haber encontrado a alguien así en el mundo. El sombrero del ventrílocuo se colocó sobre el muñeco y este soltó un pequeño quejido, algo que gustó mucho a Kote. Así, simplemente esperó un momento para que todo diera comienzo y escuchó la última frase dedicada hacia él -Fuera o no parte del espectáculo, ha sido impresionante- habló durante un segundo para darle una señal al artista para que continuara sin preocuparse por las risas de los niños.
-Niños, silencio, el Gran Espectáculo de Clopin va a dar comienzo- Kote había instruido a estos niños, y les había educado de forma que debían respetar el silencio para que el artista se pudiera expresar, para Kote, ese silencio era música, una música melodiosa que le permitía decir o hacer lo que quisiera, para él era... La Música del Silencio. Se acomodó apoyando la espalda en la farola en la que antes se había apoyado y miró hacia delante, hacia el espectáculo que iba a comenzar. Los niños estaban en silencio, con caras alegres y en total silencio, esperando la obra que se iba a interpretar en las heladas calles de Micqueot.
Kote Bastian
Hoja de personaje
Nivel:
(5/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Clopin Trouillefou Dom Sep 18, 2016 1:37 pm
Parecía que les gustaba, era un buen comienzo, pero la verdadera función comenzaba ahora. Clopin deslizó su mano libre, la zurda, al frente para dar más énfasis a lo que diría a continuación. -Niños y niñas de todo Micqueot. Desconozco las historias a las que os tendrán acostumbrados en vuestro hogar, pero os puedo asegurar, y lo aseguro, que como la que Clopin va a contar, nunca habréis escuchado una igual.- Mientras hablaba su mano se había dirigido al cielo, los niños la seguían con la mirada. -Sucedió hace muchísimo tiempo, en un lugar muy lejano a éste. ¿Qué cómo lo sé?- Respondía a una pregunta autoformulada. -Pues bien, yo estuve allí.- Dijo Clopin sacando pecho, mostrando lo orgulloso que estaba de ello. -¡Mentira!- Una voz más grave que la que usaba para Mini Clopin sonaba ahora de su mano derecha, todavía tapada por el sombrero. Al escucharla, Clopin actuó como si estuviese asustado, mirando primero a su diestra y después a los niños. -¡Pardieu! ¡¿Quién ha apagado el sol?!- La voz volvía a sonar bajo el sombrero. Clopin se apresuró en retirar el sombrero. Donde antes se encontraban Mini Clopin, ahora se encontraba una marioneta de un caballero medieval. -¡Milagro! ¡Puedo ver!- Expresaba el muñeco. -Bien chicos, os presento al caballero Dalibor, venido de otro tiempo y otras tierras.- Presentaba Clopin a su marioneta derecha antes de ser nuevamente interrumpido. -¡Yo estuve allí! Veo a bien que sea mi persona quien cuenta el relato.- Clopin observó el rostro de los niños, para a continuación encogerse de hombros. -Como ordene Sir Dalibor.- Dijo mientras hacía una reverencia. Si todo había salido como esperaba, los niños no se habrían dado cuenta de cuándo hizo el cambio.
-¡Pardieu! Sois un pueblo de gigantes.- Dijo Dalibor tratando de sacar su espada. Con ello pudo comprobar que iba pegada a su cuerpo, pues era de adorno. -Me es incapaz desenvainar, debe ser...- Calló. -Sir Dalibor, estaba usted a punto de comenzar la historia de cómo ha terminado aquí.- Le ayudó Clopin, siempre con aires de tratar con la nobleza. -¡Cierto! Os contaré la historia, pequeños gigantes. Comenzó una mañana no muy diferente a ésta... - Su historia le situaba en el centro de una ciudad medieval, la cuál había proliferado en poco tiempo debido al gran éxito del comercio por una parte, y a la enorme catedral por otra. Dicho monumento era el objetivo de muchos fanáticos religiosos, que además decidían quedarse allí a vivir para poder tener una vida religiosa más activa.
-¡Y entonces me maldijo una bruja!- Gritó de repente el muñeco. -Sir Dalibor... Creo que está usted adelantando acontecimientos.- Trató de hacerle volver al momento correspondiente. -Claro. Claro...- Explicaba cómo se habían visto obligados a partir en busca de nuevas tierras que pudiesen albergar al resto de la gente, pues la ciudad comenzaba a quedarse pequeña. Sir Dalibor explicó a los niños los lugares donde había estado con todo lujo de detalles, y explicaba también la razón de que no fuesen útiles. -... Finalmente encontramos un prado verde, que parecía ser el idóneo, de no ser por quien lo moraba.- Sin previo aviso apareció en la zurda del Bufón la marioneta de una bruja. Sir Dalibor entró en cólera. -¡Tú! Vieja bruja, tú me has hecho esto.- La cara de Clopin ante todo lo que sucedía era de asombro, como si todo aquello no estuviese preparado.
-¡Pardieu! Sois un pueblo de gigantes.- Dijo Dalibor tratando de sacar su espada. Con ello pudo comprobar que iba pegada a su cuerpo, pues era de adorno. -Me es incapaz desenvainar, debe ser...- Calló. -Sir Dalibor, estaba usted a punto de comenzar la historia de cómo ha terminado aquí.- Le ayudó Clopin, siempre con aires de tratar con la nobleza. -¡Cierto! Os contaré la historia, pequeños gigantes. Comenzó una mañana no muy diferente a ésta... - Su historia le situaba en el centro de una ciudad medieval, la cuál había proliferado en poco tiempo debido al gran éxito del comercio por una parte, y a la enorme catedral por otra. Dicho monumento era el objetivo de muchos fanáticos religiosos, que además decidían quedarse allí a vivir para poder tener una vida religiosa más activa.
-¡Y entonces me maldijo una bruja!- Gritó de repente el muñeco. -Sir Dalibor... Creo que está usted adelantando acontecimientos.- Trató de hacerle volver al momento correspondiente. -Claro. Claro...- Explicaba cómo se habían visto obligados a partir en busca de nuevas tierras que pudiesen albergar al resto de la gente, pues la ciudad comenzaba a quedarse pequeña. Sir Dalibor explicó a los niños los lugares donde había estado con todo lujo de detalles, y explicaba también la razón de que no fuesen útiles. -... Finalmente encontramos un prado verde, que parecía ser el idóneo, de no ser por quien lo moraba.- Sin previo aviso apareció en la zurda del Bufón la marioneta de una bruja. Sir Dalibor entró en cólera. -¡Tú! Vieja bruja, tú me has hecho esto.- La cara de Clopin ante todo lo que sucedía era de asombro, como si todo aquello no estuviese preparado.
Clopin Trouillefou
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Creado por Kote Bastian Miér Oct 05, 2016 3:17 am
Kote observaba atentamente, sin mostrar sorpresa en su gesto, este tipo de actuaciones eran tan comunes en Micqueot, gente que se hacía llamar bufones y que luego eran unos farsantes incapaces de hacer reír a los niños. Una sonrisa se mostró en el rostro de Kote, pues este hombre era muy diferente a los farsantes que desfilaban por las calles de la ciudad del vino, este hombre sabía hacer su trabajo. Los ojos de Kote se abrieron al escuchar una voz grave, pues pensaba que bajo el sombrero continuaba la marioneta de Mini Clopin, pero era no era la voz que utilizó para él, y utilizaba un lenguaje antiguo, uno al que Kote estaba más acostumbrado que los niños del lugar, sabía que iba a ocurrir, sabía que historia iba a contar, y esa historia estaba mejor acompañada de las serenatas de su laúd, pero no hizo ningún movimiento, pues los niños jamás habían escuchado la historia, solo las canciones, y una canción sin historia no era nada. Ahora, podrían conocer la verdadera historia.
El gran Sir Dalibor era un guerrero venido de lejanas tierras, su historia era una tragedia mezclada con tintes dramáticos y cómicos. Pensar que aquel gran guerrero defendía el amor por su amada y al final, el desastre llevaría a Sir Dalibor a pedir ayuda a una bruja para salvar a su prometida, y cuando el mismo no pudo hacer nada, acudió a matar a la bruja, pero no pudo, pues se había enamorado de ella. Dejemos de adelantar acontecimientos y escuchemos al gran Clopin contar esa historia.
Toda la historia se desarrollaba perfectamente. Kote no conocía el desarrollo de la misma, pues su padre nunca se la había llegado a contar debido a la dificultad del lenguaje que se utilizaba en la misma. Solo esperaba que los niños de Micqueot estuvieran a la altura de las expectativas de Clopin y entendieran perfectamente la historia. La sonrisa de Kote era de felicidad, recordando cuando su padre intentaba contarle la historia de Sir Dalibor, pero su cerebro no entendía ni la mitad de lo que le contaba, era muy listo, pero incapaz de entender palabras tan extravagantes como las que contenía la historia de Dalibor, pero bien, ahora era capaz de entender el significado de todas y será capaz de entender el desarrollo, ahora iba a conocer el verdadero secreto de Dalibor.
La aparición de la Bruja tan pronto hizo que Kote frunciera el ceño, quizás aquella versión fuera diferente a la que su padre estaba acostumbrado a contarle, quizás más sencilla y hecha para los niños, Kote no estaba seguro, pero la bruja aparecía solo dos veces en la historia, al final, cuando ofrece sus poderes a Dalibor y otra cuando Dalibor, a punto de matarla, se da cuenta de que la ama.. Kote quedó desconcertado, pero quiso escuchar con atención lo que estaba a punto de suceder, no dijo una sola palabra, no musitó nada, dejó actuar al silencio y a las marionetas, pues ahora ellas imperaban en Micqueot, en pos de contar una historia, diferente, pero una historia al fin y al cabo.
El gran Sir Dalibor era un guerrero venido de lejanas tierras, su historia era una tragedia mezclada con tintes dramáticos y cómicos. Pensar que aquel gran guerrero defendía el amor por su amada y al final, el desastre llevaría a Sir Dalibor a pedir ayuda a una bruja para salvar a su prometida, y cuando el mismo no pudo hacer nada, acudió a matar a la bruja, pero no pudo, pues se había enamorado de ella. Dejemos de adelantar acontecimientos y escuchemos al gran Clopin contar esa historia.
Toda la historia se desarrollaba perfectamente. Kote no conocía el desarrollo de la misma, pues su padre nunca se la había llegado a contar debido a la dificultad del lenguaje que se utilizaba en la misma. Solo esperaba que los niños de Micqueot estuvieran a la altura de las expectativas de Clopin y entendieran perfectamente la historia. La sonrisa de Kote era de felicidad, recordando cuando su padre intentaba contarle la historia de Sir Dalibor, pero su cerebro no entendía ni la mitad de lo que le contaba, era muy listo, pero incapaz de entender palabras tan extravagantes como las que contenía la historia de Dalibor, pero bien, ahora era capaz de entender el significado de todas y será capaz de entender el desarrollo, ahora iba a conocer el verdadero secreto de Dalibor.
La aparición de la Bruja tan pronto hizo que Kote frunciera el ceño, quizás aquella versión fuera diferente a la que su padre estaba acostumbrado a contarle, quizás más sencilla y hecha para los niños, Kote no estaba seguro, pero la bruja aparecía solo dos veces en la historia, al final, cuando ofrece sus poderes a Dalibor y otra cuando Dalibor, a punto de matarla, se da cuenta de que la ama.. Kote quedó desconcertado, pero quiso escuchar con atención lo que estaba a punto de suceder, no dijo una sola palabra, no musitó nada, dejó actuar al silencio y a las marionetas, pues ahora ellas imperaban en Micqueot, en pos de contar una historia, diferente, pero una historia al fin y al cabo.
Kote Bastian
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