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Creado por Shimazu Toyohisa Jue Jul 28, 2016 5:19 pm
Hace 4 años
Una serie pasos, una mirada naranja que escrutaba todo lo que podía en los alrededores de esa isla que le resultaba atrayente por el simple hecho de tener preferencia por el combate cuerpo a cuerpo, el budista ya era un Sargento, había sido reclutado bastante joven en la caótica isla Raijin. Justo un día como ese, hacía dos meses, había pactado con un budista su cambio de nombre y este le había hablado de la Isla del Karate, le mencionaba que probablemente le interesaría al marine de vestimenta roja. Aprovechaba sus vacaciones de mitad año para visitar dicho lugar, su estancia siempre era en G1, donde realizaba la mayoría de misiones del taller o le asignaban las que tenía que realizar por el Grand Line. Era un Lobo solitario, sin tripulación, sin compañeros, así había llegado hasta donde había podido y así esperaba seguir. Una parte de él se resistía a acercarse a alguien como compañero de armas, era peligroso para ambos. Shimazu era consciente que en los combates más reñidos era capaz de salirse por completo de sí, de generar estragos fatales a los rivales e incluso a alguno que otro involucrado. Era su lucha interna, contra él mismo, contra instintos que se le escapaban y eran lo único que le hacían sentirse débil.
Desde que había empezado sus viaje hasta allí, acompañando a un buque marine que iba con ese rumbo, lo había esperado dos meses para poder viajar a donde quería posponiendo sus vacaciones que al final tampoco era algo tan importante, si forjar piezas incandescentes y golpearlas o enfriarlas a temperaturas especificas en los talleres de G1 era su pasión. Aunque era marine vestía como siempre su chaleco rojo, su vestimenta semejaba en cierta medida la de la zona, una tendencia oriental que le había no parecer tan foráneo, al menos el imaginaba eso porque no tenía idea. Como siempre cargaba su Hanta-Gatana que cualquier podría confundir con una katana por el agarre y la funda, no lo era.
El pelinegro recorría los mercados acababa de llegar hacía un par de horas y buscaba donde probar algo de la comida del lugar antes de dedicarse a buscar dojos y personajes reconocidos por su arte marcial el cual pretendía estudiar, al menos las nociones básicas y los movimientos, ya luego los practicaría, su buena memoria le ayudaría. Aunque Shimazu pensara que no era un tanto evidente que su vista trataba de aturugarse de información captada. En lo que se centraba en ese preciso momento, mientras cruzaba la zona de ventas, materiales exóticos, telas diversas, armas cuerpo a cuerpo de diseños elaborados, baratijas y un sin fin de artilugios más. Su vista se estancaba en cada puesto, luego de eso, por donde caminaba, estaba la zona de carnes, frutos e ingredientes en general, no era lo suyo pero su estomago podía aguantar un poco mientras se entretenía viendo lo que le interesaba, solo un ligero sonido que clamaba por algo de comida le haría percatarse de que era preciso buscar algo pronto -Grrrooo- pero era malo para acatar ordenes, hasta el hambre, cuando estaba concentrado.
Shimazu Toyohisa
Hoja de personaje
Nivel:
(32/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Tsubaki Jue Jul 28, 2016 8:29 pm
Un día como cualquier otro en la isla Karate, todas las actividades de los ciudadanos transcurrieron con normalidad. A diferencia de las otras islas consecuente a la actividad de la susodicha, la Isla Karate no se ve afectada por periodos vacacionales o variaciones en la actividad poblacional; A un Dojo se debe ir con regularidad y compromiso, existe una especie de "pacto" que dicta aquello ya que el que no cumple promesas con su cuerpo menos lo hará con lo místico. Básicamente es un día más entre otros donde los factores externos dan todas las caracterísitcas necesarias para cumplir las obligaciones, un clima soleado y agradable como es tan caracerístico de la costa, una leve brisa bajo un temple natural entre la fuerza del sol y el fresco del mar, un cielo completamente despejado que junto a los rayos del sol otorgan el tan característico tinte celeste que tanto agrada a las personas.
Todos los habitantes desbordan una increíble cantidad de alegría, los mercaderes se ven muy beneficiados ante el descenso laboral en otras regiones por lo que aumentan los visitantes a la Isla. Al aumentar los habitanes aumentan los clientes y al aumentar los clientes aumentan las ganancias, un buen círculo del que al menos aquel sector se ven beneficiado. Otro factor importante para determinar el inminente encuentro entre la hija de uno de los más importantes maestros: Fei Yunma, mejor conocida como Tsubaki e hija de Hae Mujin, se vio atraída ante el cambio de mercancía en la zona comercial. Como es de saberse en estos periodos los precios cercanos a la zona costera, donde se supone que se encuentra una mayor cantidad de visitantes, aumenta levemente también cambian su mercadería con mayor frecuencia entregando productos más frescos... Una oportunidad más que buena para la pequeña Maestra/Chef que quizá cazaría mejores productos y algún que otro ingrediente raro.
Ya avanzado el día eso de las 2 de la tarde aproximadamente cerró su Dojo durante el periodo de almuerzo, pensó en que prepararse y comer cerca de la costa unos platos frescos, calentados a la antigua y de una calidad superior es una buena excusa para pasar un día relajante de playa y de paso entrenar por allí. Acordó que se abrería nuevamente el dojo el día siguiente para obtener el tiempo necesario y preparar todo dándose un merecido descanso luego de años enseñando. Conseguir los ingredientes fue la primer de las necesidades como es de esperarse, inmediatamente la joven se puso en marcha hacia una actividad que definitivamente va a romper lo monótono del día a día en un dojo.
Tsubaki dejó sus estrafalarios gustos en ropa para ir más acorde a lo que es el estilo de playa para no incomodar a los turistas que poco y nada saben de la isla a excepción de que algo tiene que ver con el Karate. La maestra lució un sujetador blanco, un short de Jean azul claro, zapatos azules sin plataforma en combinación al short, su clásico peinado y como detalle; a modo de collar acumulaba unas 7 cintas negras que rodean su cuello, estas pertenecientes a otros líderes de dojo que fueron derrotados en manos de la joven aprendiz. Su maquillaje siempre prevalece de la mejor forma, su característica combinación delinado negro-sombreado azul se hizo presente resaltando sus leves rasgos orientales, sus labios esta vez optaron por un carmesí en lugar del vermillón. La curvilínea y esculpida figura femenina cautivó la atención de muchos mercaderes, pescadores y tranceuntes en la zona... "Con qué necesidad" Dirán pero alimentar su ego es algo estrictamente necesario para ella.
Minutos después de su partir ya contaba con todos los ingredientes necesarios para azar unos pescados rellenos, las traslúcidas bolsas que sostenía en su mano derecha permitían observar alguno de sus ingredientes como lo son la cebolla, morrón, romero y algunos preparados de hierbas mixtas, zanahoria, comino, los pescados, un poco de aceite de coco, algo de leña, papel, una pequeña parrilla y como adición únicamente de ella se compró protector solar evitando así daños innecesesarios. Si bien ya lo tenía todo, nada le impedía observar alguna que otra cosa llamativa en la zona comercial y eso es una buena manera de despejarse. Si bien una inefable calma acompañada de una constante felicidad ante la sensación de realización personal fueron cosas presentes en la mente de la joven, hubo algo que llamó poderosamente su atención.
Allí entre las calles circuló un hombre peculiar, bastante fornido para ser un pescador o un civil normal, es imposible de saber si lo vio o no en alguna competencia ya que un tanto peculiar, sus rasgos faciales no concordaron con los de la isla y como ingrediente principal: Portaba un arma, cosa que un externo a la isla jamás podría hacer si fuese alguien normal, los marines no suelen circundar la isla por las tradiciones en armas y una katana no es un tipo de instrumento que utilicen los adeptos al Karate... ¿Por qué se vestiría de esa forma y cargaría esa arma en un lugar sagrado en lo marcial? ¿Acaso no le importa el misticismo ni las tradiciones? Tsubaki entró en un estado de "Curiosidad/Enojo" por lo que fue inevitable no informarle al sujeto sobre el tema que tanto le incomoda o como mínimo saber quién es y si puede cargar con eso en las calles así como si nada.
La maestra se acercó a él luego de observarlo en detalle, como gesto de amabilidad y saludo hizo una leve inclinación hacia él manifestando que le respetaba pero no tanto como a un rival, compañero o un maestro. Terminado aquello, con su penetrante y gélida mirada revestida en sombreado y delineado fijó su vista únicamente en el sujeto. -Disculpe, sé que no me conoce ni le integesa quién soy... Pego le podrgía traer problemas el pogtar un agma como esa, sobretodo en una isla sagada como esta donde no las utilizamos. Las autogidades aquí son algo estigctas.- Acotó de manera apacible junto a su acento francés cortando con la absorvente mirada de recién, esta vez se mostró algo más amigable, con una mirada más natural, los iris violáceos de ella ya no se vieron intimidantes e incluso una leve curva se apoderó de sus labios emulando una sonrisa. No obstante su postura fue perfectamente erecta, fingió estar natural pero ante un posible inconveniente permanece preparada.
Le hubese gustado quedarse a indagar pero un producto como el pescado debe ser utilizado con rapidez, así que dando por finalizada su parte de la plática dio media vuelta y dándole la espalda al contrario caminó hacia la playa llevando todo lo que compró. Lamentablemente la extraña secuencia anterior terminó por hacerle olvidar lo feliz que estaba de cerrar el dojo y visitar la playa, así que su nuevo primer esfuerzo era olvidar lo que pasó hace un rato aunque parece eventualmente imposible porque... No vaya a ser que por no detenerlo resulte ser un demente y que con su katana termine asesinando a alguien, pero bueno, tarde o temprano las autoridades locales terminarán por toparse con él.
Todos los habitantes desbordan una increíble cantidad de alegría, los mercaderes se ven muy beneficiados ante el descenso laboral en otras regiones por lo que aumentan los visitantes a la Isla. Al aumentar los habitanes aumentan los clientes y al aumentar los clientes aumentan las ganancias, un buen círculo del que al menos aquel sector se ven beneficiado. Otro factor importante para determinar el inminente encuentro entre la hija de uno de los más importantes maestros: Fei Yunma, mejor conocida como Tsubaki e hija de Hae Mujin, se vio atraída ante el cambio de mercancía en la zona comercial. Como es de saberse en estos periodos los precios cercanos a la zona costera, donde se supone que se encuentra una mayor cantidad de visitantes, aumenta levemente también cambian su mercadería con mayor frecuencia entregando productos más frescos... Una oportunidad más que buena para la pequeña Maestra/Chef que quizá cazaría mejores productos y algún que otro ingrediente raro.
Ya avanzado el día eso de las 2 de la tarde aproximadamente cerró su Dojo durante el periodo de almuerzo, pensó en que prepararse y comer cerca de la costa unos platos frescos, calentados a la antigua y de una calidad superior es una buena excusa para pasar un día relajante de playa y de paso entrenar por allí. Acordó que se abrería nuevamente el dojo el día siguiente para obtener el tiempo necesario y preparar todo dándose un merecido descanso luego de años enseñando. Conseguir los ingredientes fue la primer de las necesidades como es de esperarse, inmediatamente la joven se puso en marcha hacia una actividad que definitivamente va a romper lo monótono del día a día en un dojo.
Tsubaki dejó sus estrafalarios gustos en ropa para ir más acorde a lo que es el estilo de playa para no incomodar a los turistas que poco y nada saben de la isla a excepción de que algo tiene que ver con el Karate. La maestra lució un sujetador blanco, un short de Jean azul claro, zapatos azules sin plataforma en combinación al short, su clásico peinado y como detalle; a modo de collar acumulaba unas 7 cintas negras que rodean su cuello, estas pertenecientes a otros líderes de dojo que fueron derrotados en manos de la joven aprendiz. Su maquillaje siempre prevalece de la mejor forma, su característica combinación delinado negro-sombreado azul se hizo presente resaltando sus leves rasgos orientales, sus labios esta vez optaron por un carmesí en lugar del vermillón. La curvilínea y esculpida figura femenina cautivó la atención de muchos mercaderes, pescadores y tranceuntes en la zona... "Con qué necesidad" Dirán pero alimentar su ego es algo estrictamente necesario para ella.
Minutos después de su partir ya contaba con todos los ingredientes necesarios para azar unos pescados rellenos, las traslúcidas bolsas que sostenía en su mano derecha permitían observar alguno de sus ingredientes como lo son la cebolla, morrón, romero y algunos preparados de hierbas mixtas, zanahoria, comino, los pescados, un poco de aceite de coco, algo de leña, papel, una pequeña parrilla y como adición únicamente de ella se compró protector solar evitando así daños innecesesarios. Si bien ya lo tenía todo, nada le impedía observar alguna que otra cosa llamativa en la zona comercial y eso es una buena manera de despejarse. Si bien una inefable calma acompañada de una constante felicidad ante la sensación de realización personal fueron cosas presentes en la mente de la joven, hubo algo que llamó poderosamente su atención.
Allí entre las calles circuló un hombre peculiar, bastante fornido para ser un pescador o un civil normal, es imposible de saber si lo vio o no en alguna competencia ya que un tanto peculiar, sus rasgos faciales no concordaron con los de la isla y como ingrediente principal: Portaba un arma, cosa que un externo a la isla jamás podría hacer si fuese alguien normal, los marines no suelen circundar la isla por las tradiciones en armas y una katana no es un tipo de instrumento que utilicen los adeptos al Karate... ¿Por qué se vestiría de esa forma y cargaría esa arma en un lugar sagrado en lo marcial? ¿Acaso no le importa el misticismo ni las tradiciones? Tsubaki entró en un estado de "Curiosidad/Enojo" por lo que fue inevitable no informarle al sujeto sobre el tema que tanto le incomoda o como mínimo saber quién es y si puede cargar con eso en las calles así como si nada.
La maestra se acercó a él luego de observarlo en detalle, como gesto de amabilidad y saludo hizo una leve inclinación hacia él manifestando que le respetaba pero no tanto como a un rival, compañero o un maestro. Terminado aquello, con su penetrante y gélida mirada revestida en sombreado y delineado fijó su vista únicamente en el sujeto. -Disculpe, sé que no me conoce ni le integesa quién soy... Pego le podrgía traer problemas el pogtar un agma como esa, sobretodo en una isla sagada como esta donde no las utilizamos. Las autogidades aquí son algo estigctas.- Acotó de manera apacible junto a su acento francés cortando con la absorvente mirada de recién, esta vez se mostró algo más amigable, con una mirada más natural, los iris violáceos de ella ya no se vieron intimidantes e incluso una leve curva se apoderó de sus labios emulando una sonrisa. No obstante su postura fue perfectamente erecta, fingió estar natural pero ante un posible inconveniente permanece preparada.
Le hubese gustado quedarse a indagar pero un producto como el pescado debe ser utilizado con rapidez, así que dando por finalizada su parte de la plática dio media vuelta y dándole la espalda al contrario caminó hacia la playa llevando todo lo que compró. Lamentablemente la extraña secuencia anterior terminó por hacerle olvidar lo feliz que estaba de cerrar el dojo y visitar la playa, así que su nuevo primer esfuerzo era olvidar lo que pasó hace un rato aunque parece eventualmente imposible porque... No vaya a ser que por no detenerlo resulte ser un demente y que con su katana termine asesinando a alguien, pero bueno, tarde o temprano las autoridades locales terminarán por toparse con él.
Tsubaki
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Shimazu Toyohisa Vie Jul 29, 2016 9:32 pm
El marine de seria mirada naranja posaba sus manos en unos guanteletes de cuero con chapas de acero, los analizaba a profundidad, pese a la necesidad de comida de su cuerpo era un tipo irracional en ciertos momentos, cuando algo le emocionaba podía perder su vista en lo que realmente era importante, de momento estaba concentrado con la vista y el tacto en esa indumentaria para la lucha, el prefería el combate cuerpo a cuerpo pero usaba la tantas veces reforjada Hanta-gatana en especifico para luchar contra los mugrientos espadachines, vencerlos con un arma sin filo era la victoria perfecta, resistir los cortes y noquear de golpes contundentes que podían hundir los pómulos del rival como si se tratase de la cuchara en una gelatina, quizás era demasiado agresivo pero en isla Raijin, donde las tormentas eléctricas son el día soleado de cada día, le habían impregnado ese sadismo a su carácter que trataba de controlar.
En ese momento mientras estaba aún hipnotizado por las artesanías de los locales una figura femenina se le acercaría. Sin duda a la vista de todo hombre era una belleza, un cuerpo de forma escultural y precisamente forjado, si fuese de acero era una pieza de alta complejidad aderezado con un rostro que remarcaba rasgos asiáticos mediante maquillaje que probablemente no le hacía falta pero le hacía resultar aún más bella. Pero que tal belleza se le acercara a la bestia budista resultaba en algo inocuo a diferencia de otros varones quienes probablemente se tenderían en halagos, miradas o sumo interés por el arte de la conquista que para el marine era uno de esos aspectos de la sociedad que no estaba en su lista de necesidades pertinentes. Era un lobo solitario y no tenía problema alguno con ello, la primera impresión era similar a las que habían atendido a sus preguntas sobre lo que se vendía y los materiales que lo componían.
Pero más allá de la imagen que grabaría de la mujer en su mente perfecta sus palabras le interesarían más. Estas revelaban información a cuentagotas sobre el modo de vida de dicha isla de artemarcialistas, aspectos que él conocía levemente. Sin duda el acento que tenía le resultaba diferente pero no era algo que le fuese tan relevante, le resultaba exótico y diferente, ladeaba un poco la cabeza con cierta duda pero era perfectamente entendible por lo que tan poco iba a decir nada al respecto. La mirada naranja trataba de indagar en el violeta que tenía enfrente, la chica de ropa fresca para ese día soleado que parecía sonreír sincera y amablemente (a criterio del pelinegro era un consejo importante de una chica honesta sobre el lugar a un foráneo que parecía portar una espada) por lo que respondería, luego de una leve reverencia para demostrar educación y agradecimiento -Gracias por el consejo joven mujer, esta no es un arma cortante y su utilidad es para luchar contra los que si las portan- mostraba la funda y la liberaba solo para demostrar que era un acero templado de bordes redondos en ambos lados y pequeños detalles en azul producto de la deformación mecánica de la forja y el enfriamiento que se le había dado, ese acero en especifico se había enfriado en aceite para darle una alta dureza y resistencia mecánica homogénea, a diferencia de uno en agua donde se busca la máxima dureza para que el filo cortante no se quiebre -Y de hecho cuento con el permiso requerido para portarla- le decía seriamente para ver como esta se empezaría a mover en otra dirección, probablemente había sido uno de esos encuentros fugaz de los locales con los extranjeros.
Pero fue en ese momento cuando cierta ilusión hizo aparición para recordar algo, el lobo rojo paso corriendo a su lado como un bólido ígneo. El ente canino e imaginario se posaría al lado de la chica con la que acaba de cruzar ciertas palabras le gruñiría a la bolsa que cargaba, era una señal que le hacía recordar la necesidad que su cuerpo le pedía, el hambre voraz que minuto a minuto crecía por la hora y la distracción, eran las dos y ni siquiera había almorzado, para un tipo de la complexión de Shimazu y que había desayunado bastante temprano en el barco marine que había llegado eso pasaba factura, como los gruñidos con los que su estomago le imploraba por alimento. El pensamiento sobre la cultura y todo lo demás se quedaría en reposo para dar paso a la necesidad, por un momento al sentir la necesidad por inercia le llamaría con más confianza, o lo que él consideraba trato más allegado -Señorita una pregunta antes de que se marche – daba unos pasos rápidos y dejaba sus dudas sobre las armas -¿Sabría decirme donde puedo encontrar un lugar con buena comida? Como ya ha podido intuir no soy de por acá, llegue hace unas horas y aún no he almorzado- le decía con honestidad lo que pensaba y lo que necesitaba, esperaba dejar de molestarla, probablemente ella tenía cosas que hacer, buscar un local comer tranquilo y seguir en la exploración de la llamativa isla.
En ese momento mientras estaba aún hipnotizado por las artesanías de los locales una figura femenina se le acercaría. Sin duda a la vista de todo hombre era una belleza, un cuerpo de forma escultural y precisamente forjado, si fuese de acero era una pieza de alta complejidad aderezado con un rostro que remarcaba rasgos asiáticos mediante maquillaje que probablemente no le hacía falta pero le hacía resultar aún más bella. Pero que tal belleza se le acercara a la bestia budista resultaba en algo inocuo a diferencia de otros varones quienes probablemente se tenderían en halagos, miradas o sumo interés por el arte de la conquista que para el marine era uno de esos aspectos de la sociedad que no estaba en su lista de necesidades pertinentes. Era un lobo solitario y no tenía problema alguno con ello, la primera impresión era similar a las que habían atendido a sus preguntas sobre lo que se vendía y los materiales que lo componían.
Pero más allá de la imagen que grabaría de la mujer en su mente perfecta sus palabras le interesarían más. Estas revelaban información a cuentagotas sobre el modo de vida de dicha isla de artemarcialistas, aspectos que él conocía levemente. Sin duda el acento que tenía le resultaba diferente pero no era algo que le fuese tan relevante, le resultaba exótico y diferente, ladeaba un poco la cabeza con cierta duda pero era perfectamente entendible por lo que tan poco iba a decir nada al respecto. La mirada naranja trataba de indagar en el violeta que tenía enfrente, la chica de ropa fresca para ese día soleado que parecía sonreír sincera y amablemente (a criterio del pelinegro era un consejo importante de una chica honesta sobre el lugar a un foráneo que parecía portar una espada) por lo que respondería, luego de una leve reverencia para demostrar educación y agradecimiento -Gracias por el consejo joven mujer, esta no es un arma cortante y su utilidad es para luchar contra los que si las portan- mostraba la funda y la liberaba solo para demostrar que era un acero templado de bordes redondos en ambos lados y pequeños detalles en azul producto de la deformación mecánica de la forja y el enfriamiento que se le había dado, ese acero en especifico se había enfriado en aceite para darle una alta dureza y resistencia mecánica homogénea, a diferencia de uno en agua donde se busca la máxima dureza para que el filo cortante no se quiebre -Y de hecho cuento con el permiso requerido para portarla- le decía seriamente para ver como esta se empezaría a mover en otra dirección, probablemente había sido uno de esos encuentros fugaz de los locales con los extranjeros.
Pero fue en ese momento cuando cierta ilusión hizo aparición para recordar algo, el lobo rojo paso corriendo a su lado como un bólido ígneo. El ente canino e imaginario se posaría al lado de la chica con la que acaba de cruzar ciertas palabras le gruñiría a la bolsa que cargaba, era una señal que le hacía recordar la necesidad que su cuerpo le pedía, el hambre voraz que minuto a minuto crecía por la hora y la distracción, eran las dos y ni siquiera había almorzado, para un tipo de la complexión de Shimazu y que había desayunado bastante temprano en el barco marine que había llegado eso pasaba factura, como los gruñidos con los que su estomago le imploraba por alimento. El pensamiento sobre la cultura y todo lo demás se quedaría en reposo para dar paso a la necesidad, por un momento al sentir la necesidad por inercia le llamaría con más confianza, o lo que él consideraba trato más allegado -Señorita una pregunta antes de que se marche – daba unos pasos rápidos y dejaba sus dudas sobre las armas -¿Sabría decirme donde puedo encontrar un lugar con buena comida? Como ya ha podido intuir no soy de por acá, llegue hace unas horas y aún no he almorzado- le decía con honestidad lo que pensaba y lo que necesitaba, esperaba dejar de molestarla, probablemente ella tenía cosas que hacer, buscar un local comer tranquilo y seguir en la exploración de la llamativa isla.
Shimazu Toyohisa
Hoja de personaje
Nivel:
(32/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Tsubaki Jue Ago 04, 2016 11:47 pm
Es imposible de medir la confianza que tanto caracteriza a la esbelta maestra, no existe en toda la faz de la tierra una unidad de medida con la mínima capacidad de siquiera acercarse a la magnitud de lo aterrador que puede resultar ese ego. Aquel factor psicológico de la que es posesa le fue concedido desde su remota infancia, para ser más específicos desde los inicios de su entrenamiento a manos de un osado padre que logró clonar su maestría marcial en la inmaculada mente infante. Los resultados directos e indirectos consecuentes a tan arduo entrenamiento prevalecen hasta el día de hoy imponiéndose no limitándose a la existencia de una disciplina normal, si no que a diferencia de muchas otra prácticas se manifiesta en valores y filosofías incuestionables; la hija de un reconocido maestro debe ser la confianza, superioridad y la perfección personificadas con la mayor exactitud posible.
¿Hasta qué punto llega dicha confianza? O más importante aún: ¿Cómo uno puede corroborar la veracidad de lo anteriormente descripto? ¡Sencillo! ; Nadie con el intelecto de la fémina le daría la espalda a algo potencialmente peligroso como lo es aquel sujeto castaño, dentro del infinito arco de probabilidades en “paquetes mentales” del que podría ser poseedor muchas de ellas no son moralmente correctas e inmediatamente Tsubaki se percató de ello pero prefirió omitirlo en espera de autoridades competentes pero… ¿Llegarían? Además, como no todo es negro también existe una probabilidad considerable de que se tratase de un ser humano completamente cuerdo como todos. No obstante ante la duda siempre es mejor la prevención y el evitar daños innecesarios es prioridad, así que sin arrepentimiento alguno creyó que el informar sobre las reglas sociodogmáticas oriundas de la isla fue lo óptimo. Asunto resuelto, con la consciencia limpia podía retirarse hacia el destino acordado y continuar su vida con completa normalidad pero nuevamente se vería interrumpida o al menos “desviada” de la ruta original.
La respuesta del marine hay que destacarla, se mostró como alguien apacible y agradecido por la información pese a que no reveló indicio alguno de estar de acuerdo con las arcaicas tradiciones de la isla. ¿Por qué un extranjero que venga de quién sabe dónde tiene la libertad de romper tradiciones que son consideradas sagradas por todos los lugareños? Él en su intento de argumentar a su favor mencionó la utilidad de la misma, aparentemente la ahora ya explicada hoja sin filo existe para combatir a otros usuarios de armamento similar, pero. ¿No se supone que en la isla nadie utiliza esas armas? Una alegre expresión facial automáticamente se transformó en una más seria, ella arqueó su ceja derecha y fijó una impetuosa mirada sobre el incauto marine, sus labios mínimamente abiertos permitieron ver como “mordía sus dientes” en gesto de desagrado y odio total. Para colmar la escasa paciencia de la adolescente él mencionó portar con un permiso, ¿Acaso él simplemente ignoraría el consejo por parte de una princesa como Tsubaki que se tomó la molestia de ir y decírselo personalmente? Personalmente a él, un insignificante viajero de tantos que creen tener la razón por el simple hecho de venir y gastar el dinero como si no hubiese el mañana.
-Gacias por la infogmación queggido visitante, me segá más que útil en la vida. Es más, acabo de gaduarme de la facultad de degecho. ¡Cambiaste mi vida! - Mencionó utilizando un obvio sarcasmo la joven, su calma y dulce voz se transformó en algo más que burlón, el hecho de comportarse como la princesa arrogante no fue impedimento alguno para gatillar sus pensamientos como lo acostumbra hacer. Es de común saber entre sus escasos amigos el constante “Pienso y digo sin censura” de la maestra, otro factor a tener en cuenta es la susodicha confianza que permite este gatilleo de palabras sin temor alguno a ser herida. Finalizado el primer sarcasmo, volvió a un tono de voz más serio, esta vez la tonalidad con la que emitiría las consiguientes oraciones. Fría, gélida, inerte en sentimientos bondadosos o empáticos si quiera finalizó su respuesta ante la primera comunicación proveniente del sujeto -Que gecuerde… Nadie peguntó sobge tu vida o de dónde diablos sacaste tu agma. Te di un consejo y TÚ –Agregó principal énfasis a ese “TÚ” volviéndose progresivamente más hostil, en ello con las bolsas aún cargadas en sus manos liberó su dedo índice haciendo presión sobre el hombro izquierdo y por física común un leve empuje para atraer completamente la atención contraria. TÚ eges un mal agadecido, paga colmo obvias nuestgas tgadiciones como si ese “pegmiso”, si es que lo tienes, nos importaga en lo más mínimo. Manifestó quejándose sobre lo que creyó que fue un acto de arrogancia y soberbia total en su impaciencia e inmadurez.
Una vez concretado todo el espectáculo, Tsubaki se mostró un tanto arrepentida por todo lo ocurrido tan rápidamente. A pesar de los extraños desniveles emocionales y psicológicos seguía siendo bastante buena pero una vez hecho el desastre su enorme orgullo le impedía pedir disculpas, él preguntó simplemente por un lugar de comer e instantáneamente ella se dio cuenta de que la petición ignorada hace mención a un simple pasajero en busca de un buen trato. ¿Qué demonios había hecho? ¿Por qué acaba de tratar a un pobre transeúnte de aquella forma tan hostil? Para ella es más que tarde para disculparse y empeorándolo todo: A aquellas horas son contados los sitios en toda la extensión de la isla que ofrezcan tan servicio como el de comprar alimentos si no trata de productos frescos para procesaros después en un alimento más elaborado, por consecuencia ella no puede brindar información útil a aquel sujeto o redimirse de algún modo por sus actos.
Instantáneamente fue abordada por una preocupación indescriptible, vagó su vista por puntos inertes en el limitado campo visual que pudo abordar con la misma sin generar ningún tipo de contacto visual con el contrario. Si bien no es de mostrar voluntariamente lo que siente nada puede engañar al subconsciente, simultáneo a una búsqueda de la resolución más viable en el escaso tiempo con el que contaba para encontrar la respuesta y no quedar como “una loca del montón” ciertos movimientos involuntarios se hicieron perceptibles. Su mano la cual formaba un firme puño fue llevada hasta su boca junto a la contracción de sus brazos, aquel puño fue mordido suavemente por ella misma y el rostro en general fue signo de arrepentimiento y desesperación. La faceta de una agónica preocupación hizo moneda fuerte en ese fallido intento de ayudar, ahora lo empeoró todo a niveles bíblicos. Inconmensurable vergüenza pasó la maestra durante los escasos segundos de pensamiento, sus mejillas adquirieron un leve tinte rojizo, el nerviosismo fue imposible de esconder ante la desatenta vista humana inclusive hasta que, finalmente, tuvo una idea considerablemente buena.
- Miga, no te conozco pego tengo una buena idea que puede hacer feliz a ambos, gealmente no conozco ningún lugar que pueda alimentagte en este momento pego… ¿Qué te pagese si me ayudas a prepagar mí plato? Puede que hasta te sea divegtido, además de darte el alimento gatuitamente y estar cerca de una pingcesa como su servidoga.- Propuso rompiendo casi completamente la tensión que sentía, esta vez no la cagaría a niveles apocalípticos. Con la curva de sus labios, formando una clara y natural sonrisa de satisfacción al resolver aquel problema le acercó las bolsas que contenían todo lo que compró con anticipación para que este las cargase hacia el lugar destinado.
En la mente de Tsubaki sólo existían 2 posibilidades ahora.
1 y principal: Que él aceptase, comieran juntos y ambas vidas transcurrieran con completa normalidad ya que probablemente jamás se volverían a ver.
2 y más factible: Que él se negase y que como un premio de consuelo la maestra no porte cargo de consciencia alguno por sus actos.
En cualquiera de ambos casos, ella terminaría ganando en mayor o menor medida por lo que no estuvo tan preocupada. Pero si él aceptase es notorio que ella se disculparía al menos indirectamente, se dijo a si misma que sería calma y obediente para dar ahora la mejor de las impresiones y la mejor de las tardes al extraño individuo ya que, si su padre se enterara del comportamiento, sería castigada por romper una de los emblemas del Karate “La humildad” y puede que la disciplina y el control sean otros influyentes en dicho castigo. Definitivamente no quería vérselas con su padre y el temor a las consecuencias ,aunque fuese en un estado mínimo, se hizo existente en el rostro de la joven a la hora de realizar la pregunta. Cualquiera que fuera la pregunta, debería tragarse su orgullo y dar lo mejor de sí, no importa qué hiciese un extraño nada podría sobrepasar al mencionado castigo y Tsubaki lo sabe perfectamente… Una maestra de Dojo debe ser ejemplo de lo que enseña y la falta de ética no es algo que se perdone con facilidad, todo lo contrario…
¿Hasta qué punto llega dicha confianza? O más importante aún: ¿Cómo uno puede corroborar la veracidad de lo anteriormente descripto? ¡Sencillo! ; Nadie con el intelecto de la fémina le daría la espalda a algo potencialmente peligroso como lo es aquel sujeto castaño, dentro del infinito arco de probabilidades en “paquetes mentales” del que podría ser poseedor muchas de ellas no son moralmente correctas e inmediatamente Tsubaki se percató de ello pero prefirió omitirlo en espera de autoridades competentes pero… ¿Llegarían? Además, como no todo es negro también existe una probabilidad considerable de que se tratase de un ser humano completamente cuerdo como todos. No obstante ante la duda siempre es mejor la prevención y el evitar daños innecesarios es prioridad, así que sin arrepentimiento alguno creyó que el informar sobre las reglas sociodogmáticas oriundas de la isla fue lo óptimo. Asunto resuelto, con la consciencia limpia podía retirarse hacia el destino acordado y continuar su vida con completa normalidad pero nuevamente se vería interrumpida o al menos “desviada” de la ruta original.
La respuesta del marine hay que destacarla, se mostró como alguien apacible y agradecido por la información pese a que no reveló indicio alguno de estar de acuerdo con las arcaicas tradiciones de la isla. ¿Por qué un extranjero que venga de quién sabe dónde tiene la libertad de romper tradiciones que son consideradas sagradas por todos los lugareños? Él en su intento de argumentar a su favor mencionó la utilidad de la misma, aparentemente la ahora ya explicada hoja sin filo existe para combatir a otros usuarios de armamento similar, pero. ¿No se supone que en la isla nadie utiliza esas armas? Una alegre expresión facial automáticamente se transformó en una más seria, ella arqueó su ceja derecha y fijó una impetuosa mirada sobre el incauto marine, sus labios mínimamente abiertos permitieron ver como “mordía sus dientes” en gesto de desagrado y odio total. Para colmar la escasa paciencia de la adolescente él mencionó portar con un permiso, ¿Acaso él simplemente ignoraría el consejo por parte de una princesa como Tsubaki que se tomó la molestia de ir y decírselo personalmente? Personalmente a él, un insignificante viajero de tantos que creen tener la razón por el simple hecho de venir y gastar el dinero como si no hubiese el mañana.
-Gacias por la infogmación queggido visitante, me segá más que útil en la vida. Es más, acabo de gaduarme de la facultad de degecho. ¡Cambiaste mi vida! - Mencionó utilizando un obvio sarcasmo la joven, su calma y dulce voz se transformó en algo más que burlón, el hecho de comportarse como la princesa arrogante no fue impedimento alguno para gatillar sus pensamientos como lo acostumbra hacer. Es de común saber entre sus escasos amigos el constante “Pienso y digo sin censura” de la maestra, otro factor a tener en cuenta es la susodicha confianza que permite este gatilleo de palabras sin temor alguno a ser herida. Finalizado el primer sarcasmo, volvió a un tono de voz más serio, esta vez la tonalidad con la que emitiría las consiguientes oraciones. Fría, gélida, inerte en sentimientos bondadosos o empáticos si quiera finalizó su respuesta ante la primera comunicación proveniente del sujeto -Que gecuerde… Nadie peguntó sobge tu vida o de dónde diablos sacaste tu agma. Te di un consejo y TÚ –Agregó principal énfasis a ese “TÚ” volviéndose progresivamente más hostil, en ello con las bolsas aún cargadas en sus manos liberó su dedo índice haciendo presión sobre el hombro izquierdo y por física común un leve empuje para atraer completamente la atención contraria. TÚ eges un mal agadecido, paga colmo obvias nuestgas tgadiciones como si ese “pegmiso”, si es que lo tienes, nos importaga en lo más mínimo. Manifestó quejándose sobre lo que creyó que fue un acto de arrogancia y soberbia total en su impaciencia e inmadurez.
Una vez concretado todo el espectáculo, Tsubaki se mostró un tanto arrepentida por todo lo ocurrido tan rápidamente. A pesar de los extraños desniveles emocionales y psicológicos seguía siendo bastante buena pero una vez hecho el desastre su enorme orgullo le impedía pedir disculpas, él preguntó simplemente por un lugar de comer e instantáneamente ella se dio cuenta de que la petición ignorada hace mención a un simple pasajero en busca de un buen trato. ¿Qué demonios había hecho? ¿Por qué acaba de tratar a un pobre transeúnte de aquella forma tan hostil? Para ella es más que tarde para disculparse y empeorándolo todo: A aquellas horas son contados los sitios en toda la extensión de la isla que ofrezcan tan servicio como el de comprar alimentos si no trata de productos frescos para procesaros después en un alimento más elaborado, por consecuencia ella no puede brindar información útil a aquel sujeto o redimirse de algún modo por sus actos.
Instantáneamente fue abordada por una preocupación indescriptible, vagó su vista por puntos inertes en el limitado campo visual que pudo abordar con la misma sin generar ningún tipo de contacto visual con el contrario. Si bien no es de mostrar voluntariamente lo que siente nada puede engañar al subconsciente, simultáneo a una búsqueda de la resolución más viable en el escaso tiempo con el que contaba para encontrar la respuesta y no quedar como “una loca del montón” ciertos movimientos involuntarios se hicieron perceptibles. Su mano la cual formaba un firme puño fue llevada hasta su boca junto a la contracción de sus brazos, aquel puño fue mordido suavemente por ella misma y el rostro en general fue signo de arrepentimiento y desesperación. La faceta de una agónica preocupación hizo moneda fuerte en ese fallido intento de ayudar, ahora lo empeoró todo a niveles bíblicos. Inconmensurable vergüenza pasó la maestra durante los escasos segundos de pensamiento, sus mejillas adquirieron un leve tinte rojizo, el nerviosismo fue imposible de esconder ante la desatenta vista humana inclusive hasta que, finalmente, tuvo una idea considerablemente buena.
- Miga, no te conozco pego tengo una buena idea que puede hacer feliz a ambos, gealmente no conozco ningún lugar que pueda alimentagte en este momento pego… ¿Qué te pagese si me ayudas a prepagar mí plato? Puede que hasta te sea divegtido, además de darte el alimento gatuitamente y estar cerca de una pingcesa como su servidoga.- Propuso rompiendo casi completamente la tensión que sentía, esta vez no la cagaría a niveles apocalípticos. Con la curva de sus labios, formando una clara y natural sonrisa de satisfacción al resolver aquel problema le acercó las bolsas que contenían todo lo que compró con anticipación para que este las cargase hacia el lugar destinado.
En la mente de Tsubaki sólo existían 2 posibilidades ahora.
1 y principal: Que él aceptase, comieran juntos y ambas vidas transcurrieran con completa normalidad ya que probablemente jamás se volverían a ver.
2 y más factible: Que él se negase y que como un premio de consuelo la maestra no porte cargo de consciencia alguno por sus actos.
En cualquiera de ambos casos, ella terminaría ganando en mayor o menor medida por lo que no estuvo tan preocupada. Pero si él aceptase es notorio que ella se disculparía al menos indirectamente, se dijo a si misma que sería calma y obediente para dar ahora la mejor de las impresiones y la mejor de las tardes al extraño individuo ya que, si su padre se enterara del comportamiento, sería castigada por romper una de los emblemas del Karate “La humildad” y puede que la disciplina y el control sean otros influyentes en dicho castigo. Definitivamente no quería vérselas con su padre y el temor a las consecuencias ,aunque fuese en un estado mínimo, se hizo existente en el rostro de la joven a la hora de realizar la pregunta. Cualquiera que fuera la pregunta, debería tragarse su orgullo y dar lo mejor de sí, no importa qué hiciese un extraño nada podría sobrepasar al mencionado castigo y Tsubaki lo sabe perfectamente… Una maestra de Dojo debe ser ejemplo de lo que enseña y la falta de ética no es algo que se perdone con facilidad, todo lo contrario…
Tsubaki
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Shimazu Toyohisa Mar Ago 09, 2016 11:57 pm
La preparación de su viaje había sido basta, el interés de Shimazu por un arte marcial tan ancestral como lo era el karate le emocionaba. Era un estilo de combate que seguramente podría aplicar y modificar a su propio estilo, de combate cuerpo a cuerpo, ese que el mismo había desarrollado a partir de su propia experiencia y que estaba en constante evolución. Su propio estilo tenía bases acordes a lo que su padre le había enseñado para defenderse de armas cortantes pero el budista le agregaba
Ante la respuesta que el ojinaranja había dado, a la chica de las advertencias, cabe destacar que él usaba con toda la cordialidad que podía expresar. Y eso no era especialmente su fuerte, recibiría una respuesta poco grata, que tendía al trato desagradable o total. Realmente Shimazu no entendería el porque de eso. Pero el trato humano se le daba entre regular y mal, por algo viajaba solo, por ese algo que evitaba forjar lazos innecesarios, a diferencia de las espadas. Esas sí merecían ser forjadas hasta la extenuación, hasta la ultima gota de sudor del día pero solo para que fuesen usadas por quienes las merecían, contadas personas, así era mentalmente el acaninado marine. Las palabras, con ese curioso acento, no le causaba más que intriga del motivo por el que la curvilínea chica hablaba así, tanto en tono como en desprecio. Debía ser pese al veneno de algún odio contenido hacía otro hombre, algo o alguien, evidentemente no era con el visitante, no tenía sentido. Seguido hacía acto de presencia un pensamiento, al escucharla, no es que fuese lento o algo así pero simplemente le tomaba demasiado desprevenido el tipo de trato que recibía. Tenía gestos y tonos demasiado agresivos para con él, un dedo incisivo, de fuego ante un metal hirviendo, en su hombro parecía recalcar que no era bienvenido y que su presencia, como en otros lugares por los que ya había pasado, era non grata.
El de vestimenta rojiza y voz rasgada, efectivamente, su voz era todo lo opuesta lo angelical, era grave pero no como esas voces profundas, melodiosas y radiofónicas que hipnotizan, era áspera, tosca, ronca como el invierno, oírla implicaba mirarle, mirarle a los ojos naranjas que con las desgarradas palabras, independientemente de lo que fuera que dijese, hacían pensar que el tipo no era normal. “Al menos un accidente ha de haber tenido” era un pensamiento muy común entre sus interlocutores. Probablemente algunos pensarían que tuvo algún accidente en su garganta o similar pero desde su pubertad su voz cambio, dura franqueza metálica, alaridos y aullidos bestiales como los que liberaba en batalla. Decía para justificarse -La ley, ese es el permiso- no aclararía que era marine, ni lo decía para se calmara, sabía que tenía razón y era suficiente. La chica no se lo había preguntado y por lo visto de su carácter que pese a que pasaba la raya de lo tolerable, si Shimazu no era capaz de aguantar algo como eso de una petulante mujer no podría.
Pero mientras decía eso parecía que la aparente oriunda de esa isla empezaba a ser corroída por algo, una especie de arrepentimiento. Shimazu no lo interpretaba así, pensaba que algo la preocupaba, algo ajeno al maltrato dado, algo de su propia vida, pero el no era quien para arreglar le la vida, estaría a momentos de seguir caminando por la carencia de sentido de estar ahí sin decir nada. Pese a que un rubor invadía a la contraría el no lo veía, simplemente le parecía que se torno más bella, como el brillo de una hoja templada, eso fue lo que pensó pero más obcecado por el arma que por la pelinegra. Unos segundos más y se hubiese ido, sin ninguna enseñanza, sin ningún recuerdo más que la espada templada en la que ahora pensaba pero un tono diferente por parte de la del curioso acento surgiría.
Palabras más en calma, incluso mencionaría la palabra “feliz” por un momento cerraría los ojos solo para pensar en lo imposible que era eso para él, al menos la felicidad plena que el imaginaba como felicidad, no la frugal, no la fugaz, pero continuaba escuchando, lo que antes era una critica y burla ahora era una invitación luego de afirmar que por la hora y por su conocimiento sería difícil encontrar algo. La propuesta consistía en ayudar a preparar lo que iba el iba comer, no sonaba mal, de hecho sonaba bastante bien a criterio del budista -De acuerdo, me parece justo- de manera completamente natural se le acercaría y le haría una reverencia de agradecimiento, de manera salvejemente descortés pero sin quererlo tomaría la bolsa que ella cargaba. El sería ahora quien la transportaría, si iba colaborar para una ganancia lo haría desde el primer momento y aunque eso no fuese expresamente lo que ella quisiese, replicaría luego de un momento en el que esperaba caminar junto a ella – Entonces...- la miraba fijamente antes de empezar a caminar, trataba de ver dentro de los vitrales violetas, trataba de descubrir las intenciones luego de la contraposición de los rimbombantes comportamientos mostrados por la de ropa ligera -¿Eres una princesa del karate? No leí nada sobre eso, esta isla es cada vez más curiosa – empezaría a caminar junto a ella hasta donde planeaba llevarlo a cocinar, ya que había aceptado, si es que lo llevaba o se arrepentía, porque el carácter mostrado por la “princesa” se tambaleaba en un vaivén entre las hospitalidad y la hostilidad, pese a que para Aka Doraku era algo normal, no entendía a las personas, mucho menos a las mujeres.
Ya que la iba a seguir hasta crear, lo que esperaba fuese, un buen manjar le trataría de dar pedazos de conversación, era realmente pésimo cuando no eran temas que le interesaban y estaba atado a ella hasta completar diligentemente lo que necesitara para la creación de la dichosa comida que su estomago imploraba, sin nada de tacto preguntaría e independientemente de lo que le dijese sobre si era una princesa, no se había presentado y sinceramente a el tampoco le parecía urgente, los nombres no eran nada, lo importante eran las personas, por algo el había transmutado el suyo, aunque fuese más para si mismo que para los demás (y con un procedimiento que le parecía muy personal) -¿Y eres buena cocinando? Tengo entendido que a la mayoría de “princesas” les dan todo al alcance de su mano- ladraba pero luego de decirlo pensaba en lo aburrido que podía ser una vida como esa, sudar y ganarse el pan duro era mejor, sin duda, como su padre le había enseñado, como todos en Raijin hacían para tratar de sobrevivir, bajo la tormenta perpetua más salvaje y peligrosa de todos los mares.
Ante la respuesta que el ojinaranja había dado, a la chica de las advertencias, cabe destacar que él usaba con toda la cordialidad que podía expresar. Y eso no era especialmente su fuerte, recibiría una respuesta poco grata, que tendía al trato desagradable o total. Realmente Shimazu no entendería el porque de eso. Pero el trato humano se le daba entre regular y mal, por algo viajaba solo, por ese algo que evitaba forjar lazos innecesarios, a diferencia de las espadas. Esas sí merecían ser forjadas hasta la extenuación, hasta la ultima gota de sudor del día pero solo para que fuesen usadas por quienes las merecían, contadas personas, así era mentalmente el acaninado marine. Las palabras, con ese curioso acento, no le causaba más que intriga del motivo por el que la curvilínea chica hablaba así, tanto en tono como en desprecio. Debía ser pese al veneno de algún odio contenido hacía otro hombre, algo o alguien, evidentemente no era con el visitante, no tenía sentido. Seguido hacía acto de presencia un pensamiento, al escucharla, no es que fuese lento o algo así pero simplemente le tomaba demasiado desprevenido el tipo de trato que recibía. Tenía gestos y tonos demasiado agresivos para con él, un dedo incisivo, de fuego ante un metal hirviendo, en su hombro parecía recalcar que no era bienvenido y que su presencia, como en otros lugares por los que ya había pasado, era non grata.
El de vestimenta rojiza y voz rasgada, efectivamente, su voz era todo lo opuesta lo angelical, era grave pero no como esas voces profundas, melodiosas y radiofónicas que hipnotizan, era áspera, tosca, ronca como el invierno, oírla implicaba mirarle, mirarle a los ojos naranjas que con las desgarradas palabras, independientemente de lo que fuera que dijese, hacían pensar que el tipo no era normal. “Al menos un accidente ha de haber tenido” era un pensamiento muy común entre sus interlocutores. Probablemente algunos pensarían que tuvo algún accidente en su garganta o similar pero desde su pubertad su voz cambio, dura franqueza metálica, alaridos y aullidos bestiales como los que liberaba en batalla. Decía para justificarse -La ley, ese es el permiso- no aclararía que era marine, ni lo decía para se calmara, sabía que tenía razón y era suficiente. La chica no se lo había preguntado y por lo visto de su carácter que pese a que pasaba la raya de lo tolerable, si Shimazu no era capaz de aguantar algo como eso de una petulante mujer no podría.
Pero mientras decía eso parecía que la aparente oriunda de esa isla empezaba a ser corroída por algo, una especie de arrepentimiento. Shimazu no lo interpretaba así, pensaba que algo la preocupaba, algo ajeno al maltrato dado, algo de su propia vida, pero el no era quien para arreglar le la vida, estaría a momentos de seguir caminando por la carencia de sentido de estar ahí sin decir nada. Pese a que un rubor invadía a la contraría el no lo veía, simplemente le parecía que se torno más bella, como el brillo de una hoja templada, eso fue lo que pensó pero más obcecado por el arma que por la pelinegra. Unos segundos más y se hubiese ido, sin ninguna enseñanza, sin ningún recuerdo más que la espada templada en la que ahora pensaba pero un tono diferente por parte de la del curioso acento surgiría.
Palabras más en calma, incluso mencionaría la palabra “feliz” por un momento cerraría los ojos solo para pensar en lo imposible que era eso para él, al menos la felicidad plena que el imaginaba como felicidad, no la frugal, no la fugaz, pero continuaba escuchando, lo que antes era una critica y burla ahora era una invitación luego de afirmar que por la hora y por su conocimiento sería difícil encontrar algo. La propuesta consistía en ayudar a preparar lo que iba el iba comer, no sonaba mal, de hecho sonaba bastante bien a criterio del budista -De acuerdo, me parece justo- de manera completamente natural se le acercaría y le haría una reverencia de agradecimiento, de manera salvejemente descortés pero sin quererlo tomaría la bolsa que ella cargaba. El sería ahora quien la transportaría, si iba colaborar para una ganancia lo haría desde el primer momento y aunque eso no fuese expresamente lo que ella quisiese, replicaría luego de un momento en el que esperaba caminar junto a ella – Entonces...- la miraba fijamente antes de empezar a caminar, trataba de ver dentro de los vitrales violetas, trataba de descubrir las intenciones luego de la contraposición de los rimbombantes comportamientos mostrados por la de ropa ligera -¿Eres una princesa del karate? No leí nada sobre eso, esta isla es cada vez más curiosa – empezaría a caminar junto a ella hasta donde planeaba llevarlo a cocinar, ya que había aceptado, si es que lo llevaba o se arrepentía, porque el carácter mostrado por la “princesa” se tambaleaba en un vaivén entre las hospitalidad y la hostilidad, pese a que para Aka Doraku era algo normal, no entendía a las personas, mucho menos a las mujeres.
Ya que la iba a seguir hasta crear, lo que esperaba fuese, un buen manjar le trataría de dar pedazos de conversación, era realmente pésimo cuando no eran temas que le interesaban y estaba atado a ella hasta completar diligentemente lo que necesitara para la creación de la dichosa comida que su estomago imploraba, sin nada de tacto preguntaría e independientemente de lo que le dijese sobre si era una princesa, no se había presentado y sinceramente a el tampoco le parecía urgente, los nombres no eran nada, lo importante eran las personas, por algo el había transmutado el suyo, aunque fuese más para si mismo que para los demás (y con un procedimiento que le parecía muy personal) -¿Y eres buena cocinando? Tengo entendido que a la mayoría de “princesas” les dan todo al alcance de su mano- ladraba pero luego de decirlo pensaba en lo aburrido que podía ser una vida como esa, sudar y ganarse el pan duro era mejor, sin duda, como su padre le había enseñado, como todos en Raijin hacían para tratar de sobrevivir, bajo la tormenta perpetua más salvaje y peligrosa de todos los mares.
Shimazu Toyohisa
Hoja de personaje
Nivel:
(32/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Tsubaki Vie Ago 26, 2016 2:26 am
- “De acuerdo, me parece justo” - Pronunció el anterior transeúnte con las palabras justas, corrijo: palabras óptimas que aliviaron instantáneamente la carga mental principalmente influenciada por las previas y hostiles acciones sobre el inocente marine. El eliminar el exceso de preocupación ante las posibles consecuencias de tan mal trato entregado gratuitamente fue un cambio drástico en ella, automáticamente se manifestó más relajada no sólo a cuanto expresiones físicas conscientes e inconscientes, sino que también lo estuvo a nivel psicológico logrando una mayor repercusión en un habla ahora más fluida y afectuosa con el reciente visitante. Él con amabilidad omitió todo lo anterior con facilidad, cosa que le extrañó bastante a Tsubaki considerando que no fue la persona más amable del universo precisamente. Le fue tomado de su mano los bienes adquiridos para ser llevados por el contrario, ante esto ella regaló una sincera sonrisa al contrario y, tomando un metro de distancia entre ambos, se posicionó dominante nuevamente en frente de él.
La “princesa” le dio la espalda dando inicio a una caminata dirigida hacia el destino inicial. Para ella en la actualidad es bastante común el dirigir a otras personas gracias al dojo, para él además de la comida se tiene como obsequio del destino una preciosa vista sobre la esculpida y prominente retaguardia de la fémina. Pese a ser bastante firme, pese a ser toda una adepta al combate, su apariencia aún se conserva delicada y frágil; Inmaculada existencia que vaga por el mundo en una perpetua búsqueda de diversión. El sujeto segundos después de retomar la marcha le hizo una pregunta sobre su profesión, más bien con un título con el que él cree que se denomina a Tsubaki. No obstante, no es un título que le molestase a la fémina en absoluto, el ser llamada “princesa” siempre le gustó ya que es una adolescente muy pero muy mimada.
- No, nada por el estilo. Si escuchas algo de eso son simplemente gumores… Sabes que en las islas les encanta contar histogias garas.- Respondió finalmente con voz tenue. Normalmente cualquier persona en su lugar tendría una respuesta orgullosa, positiva y simpática ante la pregunta, pero en el caso de Tsubaki temió en que la lógica lo llevase a preguntar sobre un rey; Obviamente si existe una princesa, debe de haber un rey que delegue puestos a sus hijos. En primer lugar ella desconoce quién es él, por lo que información de más podría poner en peligro a su padre o el dojo innecesariamente, mejor evitar curiosos. Segundo, con la madurez de la fémina y el desvío hacia otros deseos como proyectos personales inhibe la relación afectuosa que durante tantos años forjaron haciéndola cada vez menos notable. Claramente ella quiso omitir la respuesta así que de manera inmediata respondió a la siguiente pregunta. - No solamente soy buena, soy la mejor de toda la isla. - Respondió con una energía pícara y artificial, no mentía del todo con la respuesta pero es primordial desviar la atención masculino. Tal vez con el orgullo manifestado anteriormente se tragaría el cebo y obviaría toda pregunta que pudiese resultar incómoda.
Retomando su natural calma siguió con el camino hasta salir de la zona comercial. Con él siguiéndole el paso y portando sus adquisiciones se detuvo para visualizar el mejor lugar para proseguir con sus planes. La playa es un lugar enorme con infinitas posibilidades en lo que a locación refiere para almorzar, de por sí se irradia felicidad todo lugar semejante a ese. La pura arena brilla gracias al incandescente brillo del sol reflejando en el susodicho, el aroma del mar acompañada de suaves ventiscas que acarician todo el ecosistema, el sonido de las olas al impactar contra la masa acuosa, el cristalino agua tan abundante siendo perpetrado por innumerables embarcaciones que se pierden en el horizonte. Sin lugar a dudas es un sitio de los preferidos de la adolescente que de un momento a otro se retiró el calzado apoyándose con su pie desnudo sobre la suave arena. La misma recorriendo el pie, compartiendo su calidez con caricias y leves cosquillas es una sensación única. De manera infantil dio un par de saltos sobre la misma a modo de “test” como niño preparándose para jugar. [indigo]-Vamos, por aquí - [/indigo] Señaló a su acompañante un sitio un poco alejado de las personas mientras corría hacia donde apuntó. Siendo poseía por el espíritu de una pequeña sonreía como si fuese la primera vez que viene aunque al vivir una isla el visitar una costa es bastante recurrente. El resto de las personas observaban de reojo a Tsuba sin comentar nada al respecto ya que no es la primera vez ni será la última donde actuaría de esa manera.
La joven se recostó sobre una de tantas sombrillas posadas sobre la playa, al estar consciente del tiempo que toma realizar un plato como el que quería en promedio optó por ponerse cómoda. Retiró primordialmente las cintas negras que utilizó como decoración estrafalaria pero próximamente se vería una real utilidad culinaria de las mismas. Colocando un pulgar a cada extremo de su cintura e inclinándose levemente deslizó su short de jean por sus esculpidas piernas cautelosamente hasta retirárselas, debajo de ellas utilizó un panty blanco en combinación a su mencionado sujetador. Si sus curvilíneo cuerpo se lucía al vestir de una manera tan ordinaria no hace falta demasiada imaginación para percatarse de qué ilustración es adecuada para asemejarse a tan trabajado cuerpo en un costoso vestido blanco. La fémina ahora más a gusto se sentó bajo la sombra y con su mano hizo un gesto de querer algo del contenido de las bolsas puesto a que su obra estaría por dar inicio… Pero, como se supone que él debía de colaborar en algo ella le pidió amablemente sin dirigirle la mirada puesto a que esta se desvió hacia un coral rosa ubicado por allí. – Si no te molesta, debegías intentar hacer el fuego, puedes haceglo aquí mismo sobge la agena… Me ahorrarías mucho esfuerzo y tiempo, esfuerzo y tiempo que puedo usar paga ponerme bloqueador, pelar y vaciar el pescado o picar las verdugas. - Finalizó estirándose para tomar aquel objeto que llamó su atención, objeto que así como a las cintas les tenía una gran utilidad pendiente.
La “princesa” le dio la espalda dando inicio a una caminata dirigida hacia el destino inicial. Para ella en la actualidad es bastante común el dirigir a otras personas gracias al dojo, para él además de la comida se tiene como obsequio del destino una preciosa vista sobre la esculpida y prominente retaguardia de la fémina. Pese a ser bastante firme, pese a ser toda una adepta al combate, su apariencia aún se conserva delicada y frágil; Inmaculada existencia que vaga por el mundo en una perpetua búsqueda de diversión. El sujeto segundos después de retomar la marcha le hizo una pregunta sobre su profesión, más bien con un título con el que él cree que se denomina a Tsubaki. No obstante, no es un título que le molestase a la fémina en absoluto, el ser llamada “princesa” siempre le gustó ya que es una adolescente muy pero muy mimada.
- No, nada por el estilo. Si escuchas algo de eso son simplemente gumores… Sabes que en las islas les encanta contar histogias garas.- Respondió finalmente con voz tenue. Normalmente cualquier persona en su lugar tendría una respuesta orgullosa, positiva y simpática ante la pregunta, pero en el caso de Tsubaki temió en que la lógica lo llevase a preguntar sobre un rey; Obviamente si existe una princesa, debe de haber un rey que delegue puestos a sus hijos. En primer lugar ella desconoce quién es él, por lo que información de más podría poner en peligro a su padre o el dojo innecesariamente, mejor evitar curiosos. Segundo, con la madurez de la fémina y el desvío hacia otros deseos como proyectos personales inhibe la relación afectuosa que durante tantos años forjaron haciéndola cada vez menos notable. Claramente ella quiso omitir la respuesta así que de manera inmediata respondió a la siguiente pregunta. - No solamente soy buena, soy la mejor de toda la isla. - Respondió con una energía pícara y artificial, no mentía del todo con la respuesta pero es primordial desviar la atención masculino. Tal vez con el orgullo manifestado anteriormente se tragaría el cebo y obviaría toda pregunta que pudiese resultar incómoda.
Retomando su natural calma siguió con el camino hasta salir de la zona comercial. Con él siguiéndole el paso y portando sus adquisiciones se detuvo para visualizar el mejor lugar para proseguir con sus planes. La playa es un lugar enorme con infinitas posibilidades en lo que a locación refiere para almorzar, de por sí se irradia felicidad todo lugar semejante a ese. La pura arena brilla gracias al incandescente brillo del sol reflejando en el susodicho, el aroma del mar acompañada de suaves ventiscas que acarician todo el ecosistema, el sonido de las olas al impactar contra la masa acuosa, el cristalino agua tan abundante siendo perpetrado por innumerables embarcaciones que se pierden en el horizonte. Sin lugar a dudas es un sitio de los preferidos de la adolescente que de un momento a otro se retiró el calzado apoyándose con su pie desnudo sobre la suave arena. La misma recorriendo el pie, compartiendo su calidez con caricias y leves cosquillas es una sensación única. De manera infantil dio un par de saltos sobre la misma a modo de “test” como niño preparándose para jugar. [indigo]-Vamos, por aquí - [/indigo] Señaló a su acompañante un sitio un poco alejado de las personas mientras corría hacia donde apuntó. Siendo poseía por el espíritu de una pequeña sonreía como si fuese la primera vez que viene aunque al vivir una isla el visitar una costa es bastante recurrente. El resto de las personas observaban de reojo a Tsuba sin comentar nada al respecto ya que no es la primera vez ni será la última donde actuaría de esa manera.
La joven se recostó sobre una de tantas sombrillas posadas sobre la playa, al estar consciente del tiempo que toma realizar un plato como el que quería en promedio optó por ponerse cómoda. Retiró primordialmente las cintas negras que utilizó como decoración estrafalaria pero próximamente se vería una real utilidad culinaria de las mismas. Colocando un pulgar a cada extremo de su cintura e inclinándose levemente deslizó su short de jean por sus esculpidas piernas cautelosamente hasta retirárselas, debajo de ellas utilizó un panty blanco en combinación a su mencionado sujetador. Si sus curvilíneo cuerpo se lucía al vestir de una manera tan ordinaria no hace falta demasiada imaginación para percatarse de qué ilustración es adecuada para asemejarse a tan trabajado cuerpo en un costoso vestido blanco. La fémina ahora más a gusto se sentó bajo la sombra y con su mano hizo un gesto de querer algo del contenido de las bolsas puesto a que su obra estaría por dar inicio… Pero, como se supone que él debía de colaborar en algo ella le pidió amablemente sin dirigirle la mirada puesto a que esta se desvió hacia un coral rosa ubicado por allí. – Si no te molesta, debegías intentar hacer el fuego, puedes haceglo aquí mismo sobge la agena… Me ahorrarías mucho esfuerzo y tiempo, esfuerzo y tiempo que puedo usar paga ponerme bloqueador, pelar y vaciar el pescado o picar las verdugas. - Finalizó estirándose para tomar aquel objeto que llamó su atención, objeto que así como a las cintas les tenía una gran utilidad pendiente.
Tsubaki
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Shimazu Toyohisa Miér Ago 31, 2016 7:20 pm
El ameno transcurrir de la tarde que para alguno podía haber sido incomodado por los incordios iniciales sobre la cultura local y pese al hambre se habían desenvuelto en un buen día, era agradable, áureo astro resplandecía e iluminaba la zona de la curiosa isla de características ancestrales respecto al arte marcial. Solo los verdaderos adeptos y que gozan de la disciplina suficiente para esmerarse lo suficiente en mejorar y seguir como código de vida las mismas enseñanzas que se aplican en sus movimientos, la precisión, el mejoramiento continuo, el incesante esfuerzo, el uso correcto de los dones y la seriedad con que se deben tomar dichos aspectos para la vida durante el día a día, y por más que las oportunidades presenten un escenario adverso salir siempre airoso sin manchar los preceptos en los que cree. Así lo veía el budista de cabellera azabache.
A fin de cuentas el trato con la de iris violáceos parecía lo suficientemente justo. Shimazu constantemente erraba en el trato con personas de manera que no perjudicase a los demás (a menos que estos lo merecieran, ejem... empezando por los espadachines), no es que fuese amable, faltaría poco (pocos kilómetros), era demasiado conformista con las personas, con el trato que le pudiesen dar, no esperaba nada gratis, eso era lo primero y eso, al menos, le había parecido justo por parte de la "princesa". El marine era bastante consciente de que no le gustaba dañar a quien no lo merecía, a su criterio, pero también era bastante autodestructivo con sus intereses personales y necesidades humanas, podía llegar al punto de sacrificar hambre, tiempo hasta alguna herida de su cuerpo por proteger a alguien más. Por muy difícil que pareciese era alguien bastante bueno pero claramente toda moneda tiene dos caras. He ahí donde el lado oscuro del ojínaranja brotaba, donde el aullido le despertaba y le hacía rememorar que el también merecía algo, que no tenía que ser tan egoísta consigo mismo, que no tenía que ser el mártir el que pretendía. Una vida para los demás sin duda sería lo más vacía que alguien podía plantear por eso inconscientemente estaba ese alguien para darle una opinión alterna.
¿Locura? Tal vez, cada universo se abarca en la mente de cada ente, son concepciones completamente irreplicables, conexión eléctricas y neuronales que varían de forma tan espontanea. La Energía libre de Gibbs no sabe que camino tomar, es la verdadera libertad del ser, pequeños detalles en cada uno y para las extrañas condiciones en las que se había forjado el Raijinense habían optado por esa forma que ahora le decía que siguiera a esa chica. No lo decía con un acto de presencia o una señal, lo decía como un susurro, aún más ronco que su propia voz. El significado, hacer lo justo para sus vacaciones. Aunque el luchador decía estar muy comodo y tranquilo la verdad es que tenía tensión acumulada, sus musculos, hacía un par de meses, estaban más contraídos, menos ágiles y precisos. El ascenso rápido para un joven y el desempeñar puestos en los que se rozaba con personas a las que probablemente deseaba golpear (es que simplemente era inevitable, tipo tranquilo hasta que ¡PUM!, espadachín con discurso pedante aparecía) ese era sin duda un motivo de resentimiento del mismo cuerpo, la libertad no era total y sin ella la paz tampoco.
Al acompañar a la de ojos rasgados, siguiéndola desde atrás, parecía no querer un trato excesivo, solo lo justo, como ella misma había advertido con sus palabras. No le molestaba a la consciencia mayoritariamente dominante, era una belleza joven y apreciable a la vista que se difundía en los ojos de quien la viese, podía poner sobre el extranjero cualquier estigma con tal de repelerlo, eso había estado haciendo y eso realmente le parecía justo al, en ese tiempo, Sargento.
-Efectivamente, en esta isla aparentemente abundan curiosidades -otro rasgado sonido se eyectaba -la mayoría parecen interesantes. Serán rumores pero hay historia tras todo- no sabía que pensar respecto a lo del reinado pero por un momento supuso que podía ser algo reciente, como la preparación de la isla para crecer, respecto a otras, para alcanzar un estatus que le llevase a ser más considerada por el gobierno e incluso ser aceptada para la toma de decisiones de Mariejois -Si sabes alguna no me molestaría que me la contaras, a fin de cuentas estoy aquí para aprender del lugar- decía sin poder mirarla a la cara ya que esta iba adelante al caminar.
El de chaleco escarlata era un poco afectado por el calor de la isla que mientras caminaban decidió quitárselo para quedar más fresco, lo colgaría de la empuñadura de la hanta-gatana para ocultarla, había tomado en consideración el consejo de la nativa y era mejor evitar alguien más inoportuno y de menor amabilidad que la del exótico y maquillado acento y ojos -¿Eres la mejor? Me parece una gran oportunidad entonces- realmente era una declaración que tomaba enserio, era fanático de la excelencia y con esas simples palabras levemente sonreiría del lado derecho -Ahora espero con más ansias la comida, ehh... ¿Princesa de la isla?- ¿Aún no sabía su nombre? Realmente se le daban fatal este tipo de tratos, se acercaba caminando un poco más a prisa a su lado -Disculpa, faltaba algo, no me había presentado...- por un momento pensaba en que decir mientras hacía una leve reverencia, estaba de vacaciones y se decantaría por algo que quizás no debía pero probablemente nunca regresaría a esa isla y la mejor cocinera princesa se quedaría ahí para ser alabada eternamente – mi nombre es Aka Doraku por cierto – revelaba el nombre budista, era bastante reciente y no era en lo absoluto conocido más que para pocas personas, contadas con una mano incluyéndola ahora, tampoco es que lo mas relevante del universo, a final de cuentas entre un nombre y el otro, para los demás era solo la forma de contactarlo, buscarlo, ya que uno tenía renombre y el otro carecía de todo más que el significado “Rojo” y el gran valor personal para el marine, de su conversión, de su intento de ser mejor. Al finalizar su frase esperaba la respuesta con el nombre de ella pero quizás desconocía alguna otra costumbre. La seguía acompañando todo el transcurso por donde le señalizaba. A fin de cuentas era el invitado, de extraña manera, a lo que sería ese banquete prometido.
Al llegar a la playa el calor del día pesaba y por la misma, su camiseta gris era bastante, fresca en comparación con el chaleco que yacía semi doblado y con no mucho cuidado, sobre su arma al caminar, al ver como la fémina planeaba invadir la arena la idea que cruzaba por su cabeza era evidente, rememorar las tormentosas playas de su isla, se detendría un momento a quitarse el calzado y remangarse el pantalón para luego seguirla con un poco más de prisa hasta alcanzarla -Te sigo- diría con bastante prestancia.
Al llegar al lugar colocaría la mayoría de sus pertenencias bajo la sombrilla selecta y al ver como su única conocida de esa isla retiraba su ligera ropa considero oportuno quitarse la prenda gris superior, no sin antes apreciar por unos instantes el cuerpo de la de cabello moreno, por un momento negó con la cabeza, los detalles de su cuerpo simplemente no encajaban con los de una princesa o una cocinera como el los concebía, las zonas que antes estaban cubiertas un estado óptimo muscular, sin duda la duda ya retumbaba en su cabeza, tenía curiosidad por la chica, mirándola a los ojos acotaría -Tu cuerpo... esta muy bien trabajado, no solo practicas karata, estas especializada en ello, no hay duda ¿También eres la mejor?- quizás su mirada era algo invasiva pero se emocionaría, tal vez podía aprender más de la isla de lo que esperaba, en un movimiento rápido y brusco teniendo los brazos cruzados y sin ningún temor de que le fuese recriminado algo por el estado de su piel, levantaba la camisa desde el borde hasta removerla por completo, no era que fuese una competencia pero era un método de mostrar su nivel y fuerza, aspecto del que estaba más que orgulloso y sobre cada cicatriz, por más fea que fuese, había una historia, un combate y un único resultado, siempre victorias.
Ante las siguientes directrices, a las que estaba acostumbrado, obedecía con relativa tranquilidad, el día caluroso era ameno bajo los rayos del soy y le alcanzaría la bolsa de objetos de su pertenencia, el hambre de Shimazu seguía en alza pero no podía hacer nada más que confiar en quien le surtiría el alimento, asintió con la cabeza respecto al fuego -No hay problema, me encargo del fuego- sacaba de su bolsillo el mechero, peligroso arma, ígneo inicio varias veces de fuegos fuera de control y con su vista revisaría rápidamente la zona en busca de ramas secas, troncos y piedras. -Adelante, disfruta el día y la cocina, esa es parte primordial para cualquier elaboración artística- decía con cierta emoción por verle cocinar, era algo tan similar a el trabajo con metales, temperaturas justas, tiempos justos, propiedades obtenidas justas, solo que en el caso culinario eran sabores que se podían saborear en calma a diferencia de los aceros u otros metales que había que probarlos mediante la fuerza y el esfuerzo para considerarlos piezas de arte.
Con algo de emoción por prender fuego, cosa que todo pirómano agradece, empezaría a juntar las que serían parte de la fogata, un unos cuantos minutos en los que al regresar esperaba ver a la chica que hubiese avanzado con la preparación, uniría en un circulo los objetos previamente lanzados con poco orden y acomodados en un circulo, juntando las ramas secas en el centro y algunas ramas de tronco que quebraría con ayuda de su rodilla y la presión de ambos brazos. La fogata estaba lista, al momento de prender la llama Aka la observaría perdidamente, le encantaba el fuego, se veía tantas veces en él, veía la fundición, veía el resurgir de todo lo que una vez quemado podía ser algo nuevo, no precisamente mejor pero sí diferente. Y muchas veces era lo más necesario un cambio. El marine miraría alrededor de un minuto el fuego, soplándolo y pendiente de que prendiera de la mejor manera y volvería a ver a la civil aún con fuego en los ojos -¿Cómo vas con eso? ¿Necesitas más ayuda?- presto y servicial seguía a la espera de la comida, su estomago le ponía un ultimátum para las 4pm o ya sería más que urgente la ingesta de lo que fuese porque un largo día de viaje cargaba en su espalda -Hace un buen día y la idea de la playa y la fogata fueron buenas, gracias- realmente las vacaciones estaban teniendo un buen trato contra el agobio que le aquejaba.
A fin de cuentas el trato con la de iris violáceos parecía lo suficientemente justo. Shimazu constantemente erraba en el trato con personas de manera que no perjudicase a los demás (a menos que estos lo merecieran, ejem... empezando por los espadachines), no es que fuese amable, faltaría poco (pocos kilómetros), era demasiado conformista con las personas, con el trato que le pudiesen dar, no esperaba nada gratis, eso era lo primero y eso, al menos, le había parecido justo por parte de la "princesa". El marine era bastante consciente de que no le gustaba dañar a quien no lo merecía, a su criterio, pero también era bastante autodestructivo con sus intereses personales y necesidades humanas, podía llegar al punto de sacrificar hambre, tiempo hasta alguna herida de su cuerpo por proteger a alguien más. Por muy difícil que pareciese era alguien bastante bueno pero claramente toda moneda tiene dos caras. He ahí donde el lado oscuro del ojínaranja brotaba, donde el aullido le despertaba y le hacía rememorar que el también merecía algo, que no tenía que ser tan egoísta consigo mismo, que no tenía que ser el mártir el que pretendía. Una vida para los demás sin duda sería lo más vacía que alguien podía plantear por eso inconscientemente estaba ese alguien para darle una opinión alterna.
¿Locura? Tal vez, cada universo se abarca en la mente de cada ente, son concepciones completamente irreplicables, conexión eléctricas y neuronales que varían de forma tan espontanea. La Energía libre de Gibbs no sabe que camino tomar, es la verdadera libertad del ser, pequeños detalles en cada uno y para las extrañas condiciones en las que se había forjado el Raijinense habían optado por esa forma que ahora le decía que siguiera a esa chica. No lo decía con un acto de presencia o una señal, lo decía como un susurro, aún más ronco que su propia voz. El significado, hacer lo justo para sus vacaciones. Aunque el luchador decía estar muy comodo y tranquilo la verdad es que tenía tensión acumulada, sus musculos, hacía un par de meses, estaban más contraídos, menos ágiles y precisos. El ascenso rápido para un joven y el desempeñar puestos en los que se rozaba con personas a las que probablemente deseaba golpear (es que simplemente era inevitable, tipo tranquilo hasta que ¡PUM!, espadachín con discurso pedante aparecía) ese era sin duda un motivo de resentimiento del mismo cuerpo, la libertad no era total y sin ella la paz tampoco.
Al acompañar a la de ojos rasgados, siguiéndola desde atrás, parecía no querer un trato excesivo, solo lo justo, como ella misma había advertido con sus palabras. No le molestaba a la consciencia mayoritariamente dominante, era una belleza joven y apreciable a la vista que se difundía en los ojos de quien la viese, podía poner sobre el extranjero cualquier estigma con tal de repelerlo, eso había estado haciendo y eso realmente le parecía justo al, en ese tiempo, Sargento.
-Efectivamente, en esta isla aparentemente abundan curiosidades -otro rasgado sonido se eyectaba -la mayoría parecen interesantes. Serán rumores pero hay historia tras todo- no sabía que pensar respecto a lo del reinado pero por un momento supuso que podía ser algo reciente, como la preparación de la isla para crecer, respecto a otras, para alcanzar un estatus que le llevase a ser más considerada por el gobierno e incluso ser aceptada para la toma de decisiones de Mariejois -Si sabes alguna no me molestaría que me la contaras, a fin de cuentas estoy aquí para aprender del lugar- decía sin poder mirarla a la cara ya que esta iba adelante al caminar.
El de chaleco escarlata era un poco afectado por el calor de la isla que mientras caminaban decidió quitárselo para quedar más fresco, lo colgaría de la empuñadura de la hanta-gatana para ocultarla, había tomado en consideración el consejo de la nativa y era mejor evitar alguien más inoportuno y de menor amabilidad que la del exótico y maquillado acento y ojos -¿Eres la mejor? Me parece una gran oportunidad entonces- realmente era una declaración que tomaba enserio, era fanático de la excelencia y con esas simples palabras levemente sonreiría del lado derecho -Ahora espero con más ansias la comida, ehh... ¿Princesa de la isla?- ¿Aún no sabía su nombre? Realmente se le daban fatal este tipo de tratos, se acercaba caminando un poco más a prisa a su lado -Disculpa, faltaba algo, no me había presentado...- por un momento pensaba en que decir mientras hacía una leve reverencia, estaba de vacaciones y se decantaría por algo que quizás no debía pero probablemente nunca regresaría a esa isla y la mejor cocinera princesa se quedaría ahí para ser alabada eternamente – mi nombre es Aka Doraku por cierto – revelaba el nombre budista, era bastante reciente y no era en lo absoluto conocido más que para pocas personas, contadas con una mano incluyéndola ahora, tampoco es que lo mas relevante del universo, a final de cuentas entre un nombre y el otro, para los demás era solo la forma de contactarlo, buscarlo, ya que uno tenía renombre y el otro carecía de todo más que el significado “Rojo” y el gran valor personal para el marine, de su conversión, de su intento de ser mejor. Al finalizar su frase esperaba la respuesta con el nombre de ella pero quizás desconocía alguna otra costumbre. La seguía acompañando todo el transcurso por donde le señalizaba. A fin de cuentas era el invitado, de extraña manera, a lo que sería ese banquete prometido.
Al llegar a la playa el calor del día pesaba y por la misma, su camiseta gris era bastante, fresca en comparación con el chaleco que yacía semi doblado y con no mucho cuidado, sobre su arma al caminar, al ver como la fémina planeaba invadir la arena la idea que cruzaba por su cabeza era evidente, rememorar las tormentosas playas de su isla, se detendría un momento a quitarse el calzado y remangarse el pantalón para luego seguirla con un poco más de prisa hasta alcanzarla -Te sigo- diría con bastante prestancia.
Al llegar al lugar colocaría la mayoría de sus pertenencias bajo la sombrilla selecta y al ver como su única conocida de esa isla retiraba su ligera ropa considero oportuno quitarse la prenda gris superior, no sin antes apreciar por unos instantes el cuerpo de la de cabello moreno, por un momento negó con la cabeza, los detalles de su cuerpo simplemente no encajaban con los de una princesa o una cocinera como el los concebía, las zonas que antes estaban cubiertas un estado óptimo muscular, sin duda la duda ya retumbaba en su cabeza, tenía curiosidad por la chica, mirándola a los ojos acotaría -Tu cuerpo... esta muy bien trabajado, no solo practicas karata, estas especializada en ello, no hay duda ¿También eres la mejor?- quizás su mirada era algo invasiva pero se emocionaría, tal vez podía aprender más de la isla de lo que esperaba, en un movimiento rápido y brusco teniendo los brazos cruzados y sin ningún temor de que le fuese recriminado algo por el estado de su piel, levantaba la camisa desde el borde hasta removerla por completo, no era que fuese una competencia pero era un método de mostrar su nivel y fuerza, aspecto del que estaba más que orgulloso y sobre cada cicatriz, por más fea que fuese, había una historia, un combate y un único resultado, siempre victorias.
Ante las siguientes directrices, a las que estaba acostumbrado, obedecía con relativa tranquilidad, el día caluroso era ameno bajo los rayos del soy y le alcanzaría la bolsa de objetos de su pertenencia, el hambre de Shimazu seguía en alza pero no podía hacer nada más que confiar en quien le surtiría el alimento, asintió con la cabeza respecto al fuego -No hay problema, me encargo del fuego- sacaba de su bolsillo el mechero, peligroso arma, ígneo inicio varias veces de fuegos fuera de control y con su vista revisaría rápidamente la zona en busca de ramas secas, troncos y piedras. -Adelante, disfruta el día y la cocina, esa es parte primordial para cualquier elaboración artística- decía con cierta emoción por verle cocinar, era algo tan similar a el trabajo con metales, temperaturas justas, tiempos justos, propiedades obtenidas justas, solo que en el caso culinario eran sabores que se podían saborear en calma a diferencia de los aceros u otros metales que había que probarlos mediante la fuerza y el esfuerzo para considerarlos piezas de arte.
Con algo de emoción por prender fuego, cosa que todo pirómano agradece, empezaría a juntar las que serían parte de la fogata, un unos cuantos minutos en los que al regresar esperaba ver a la chica que hubiese avanzado con la preparación, uniría en un circulo los objetos previamente lanzados con poco orden y acomodados en un circulo, juntando las ramas secas en el centro y algunas ramas de tronco que quebraría con ayuda de su rodilla y la presión de ambos brazos. La fogata estaba lista, al momento de prender la llama Aka la observaría perdidamente, le encantaba el fuego, se veía tantas veces en él, veía la fundición, veía el resurgir de todo lo que una vez quemado podía ser algo nuevo, no precisamente mejor pero sí diferente. Y muchas veces era lo más necesario un cambio. El marine miraría alrededor de un minuto el fuego, soplándolo y pendiente de que prendiera de la mejor manera y volvería a ver a la civil aún con fuego en los ojos -¿Cómo vas con eso? ¿Necesitas más ayuda?- presto y servicial seguía a la espera de la comida, su estomago le ponía un ultimátum para las 4pm o ya sería más que urgente la ingesta de lo que fuese porque un largo día de viaje cargaba en su espalda -Hace un buen día y la idea de la playa y la fogata fueron buenas, gracias- realmente las vacaciones estaban teniendo un buen trato contra el agobio que le aquejaba.
Shimazu Toyohisa
Hoja de personaje
Nivel:
(32/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
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