Online
Conectarse
En total hay 10 usuarios en línea: 0 Registrados, 0 Ocultos y 10 Invitados
Ninguno
El record de usuarios en línea fue de 166 durante el Dom Nov 13, 2016 9:10 pm
Last Post
Censo
Staff
Página 1 de 1.
Creado por Sho Minazuki Miér Dic 14, 2016 10:12 pm
La noche había caído finalmente, envolviendo con su mano azabache aquel cielo usualmente celeste que se alzaba sobre las masas. En contra de la creencia infantil, cuando la luna se hacía presente era precisamente cuando las cosas se animaban enormemente, al menos para los adultos que se encontraban de paso –o vivieran- en Micqueot, famosa principalmente por su vino, aunque realmente había mucho más que apreciar que solo aquella particular bebida que muchos osaban tildar como “la sangre de Dios”. Ciertamente era un paraíso para la vista como para el paladar, permitiendo regocijar a los que pusieran un pie en sus calles con diversos aperitivos, variadas bebidas –normales como alcohólicas-, y bellas estructuras que conservaban un diseño un tanto antiguo pero bien cuidado.
En el interior de una taberna común, mundana, algo sucia a simple vista, las botellas de alcohol se sucedían con cierta naturalidad en una mesa particular, ocupada por un masculino de rojizos cabellos, cuyos orbes celestes se perdían a través de la ventana que se alzaba a su lado. No le prestaba la debida atención al vaso que terminaba por vaciar en unos cuantos minutos, rellenándolo por inercia cada vez que intentaba darle un largo trago a su respectiva bebida, sin siquiera notar la actividad que realizaba en ese momento. Luego, cuando notara cada tanto que su botella se encontraba más vacía que su alma, le dedicaría una breve mirada al sujeto detrás de la barra, siendo obvia su intención puesto que solo desviaba su mirada para solicitar más. Esa era la rutina en la que se había visto envuelto desde que llegó al lugar.
Su vida había comenzado a volverse un tanto monótona, aburrida, divagando de un lado a otro, llegando a distintas islas con el mero propósito de robar, comer y seguir con tal rutina. Ni siquiera los problemas que buscaba para cambiar los ánimos le daba la misma diversión que solía hacerlo hacía tiempo atrás. Sus motivaciones dejaron de valer la pena, quedando relegadas a un segundo plano, quizá tercero, y quizá lo único que valdría la pena en ese momento era quedarse allí, ahogando las penas en tragos y tragos de ron, con la esperanza estúpida de que algo o alguien se hiciera paso por aquellas puertas de madera desgastada y antigua que separaban el silencio de aquel lugar apenas concurrido –con apenas 6 personas, sin contar a Sho ni al dueño de la taberna- de la concurridas calles del exterior.
-¡Compañero!- Exclamó, cortando el silencio que reinaba, buscando una vez más la mirada de aquel masculino de avanzada edad, pelado, y con un corto bigote completamente blanco, quién reaccionó como le había estado haciendo hasta ese momento, asintiendo con una sonrisa para luego actuar según lo previsto: Avanzaría hasta la mesa de Sho, cambiando la botella vacía por una nueva, retirándose no sin antes recargar el vaso del pirata. Agradecido, el muchacho asintió ante tal acción, pensando que ese sería su último trago en la noche, hasta que algo, alguien, hizo acto de presencia, cruzando aquellas puertas y volviéndose el centro de atención…
En el interior de una taberna común, mundana, algo sucia a simple vista, las botellas de alcohol se sucedían con cierta naturalidad en una mesa particular, ocupada por un masculino de rojizos cabellos, cuyos orbes celestes se perdían a través de la ventana que se alzaba a su lado. No le prestaba la debida atención al vaso que terminaba por vaciar en unos cuantos minutos, rellenándolo por inercia cada vez que intentaba darle un largo trago a su respectiva bebida, sin siquiera notar la actividad que realizaba en ese momento. Luego, cuando notara cada tanto que su botella se encontraba más vacía que su alma, le dedicaría una breve mirada al sujeto detrás de la barra, siendo obvia su intención puesto que solo desviaba su mirada para solicitar más. Esa era la rutina en la que se había visto envuelto desde que llegó al lugar.
Su vida había comenzado a volverse un tanto monótona, aburrida, divagando de un lado a otro, llegando a distintas islas con el mero propósito de robar, comer y seguir con tal rutina. Ni siquiera los problemas que buscaba para cambiar los ánimos le daba la misma diversión que solía hacerlo hacía tiempo atrás. Sus motivaciones dejaron de valer la pena, quedando relegadas a un segundo plano, quizá tercero, y quizá lo único que valdría la pena en ese momento era quedarse allí, ahogando las penas en tragos y tragos de ron, con la esperanza estúpida de que algo o alguien se hiciera paso por aquellas puertas de madera desgastada y antigua que separaban el silencio de aquel lugar apenas concurrido –con apenas 6 personas, sin contar a Sho ni al dueño de la taberna- de la concurridas calles del exterior.
-¡Compañero!- Exclamó, cortando el silencio que reinaba, buscando una vez más la mirada de aquel masculino de avanzada edad, pelado, y con un corto bigote completamente blanco, quién reaccionó como le había estado haciendo hasta ese momento, asintiendo con una sonrisa para luego actuar según lo previsto: Avanzaría hasta la mesa de Sho, cambiando la botella vacía por una nueva, retirándose no sin antes recargar el vaso del pirata. Agradecido, el muchacho asintió ante tal acción, pensando que ese sería su último trago en la noche, hasta que algo, alguien, hizo acto de presencia, cruzando aquellas puertas y volviéndose el centro de atención…
Sho Minazuki
Hoja de personaje
Nivel:
(24/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Elizabeth Hitze Lun Dic 19, 2016 12:53 am
Parecía que las responsabilidades aumentaban cada vez que quería escapar de ellas. Una a una las ganas de salir corriendo sin saber más de nadie se hacían cada vez más evidentes y es que después de estar prácticamente sola y después comenzar a verse envuelta en situaciones que la hicieran una figura medianamente reconocible se volvía un problema que con el pasar del tiempo sería un problema bastante… Complicado liar con ello. Uno de los problemas con lo cual adoraba tratar era en específico un peculiar muchacho el cual acababa de conocer relativamente poco convirtiéndose en parte de la que fuese ahora su familia y, por mucho, volverse alguien en quien casi podría sentir que era como un hermano pequeño.
Todo iba bien, de maravilla. Las cosas poco a poco comenzaban a acomodarse para los intrépidos piratas. Ir de isla en isla buscando víveres, dinero para sobrevivir e incluso más aliados se volvía en cierta parte una especie de ¿Rutina? Quizá podría llamarse de esa manera. El problema recaía en que Elizabeth tendía a ser algo especial en esos aspectos, había dado una orden, sólo una, fácil de acatar, fácil de realizar.
Pero parecía que como siempre, aquel de rojos cabellos había medio escuchado la orden… O seguro había escuchado sólo lo que quería. No fue extraño para Elizabeth llegar al barco, buscar por todos y cada uno de los rincones al que parecía un hermano menor, no estaba, no lo encontraba, se había esfumando sin más y lo peor aún era que el simple hecho de pensar en que su orden había sido pasada por alto la molestó.
No hizo más que ir a buscarlo, uno por uno a cada maldito bar que recordó, pero no fue hasta que terminó por abrir de golpe las puertas de uno de tantos donde ahí lo vio, sentado, como si fuese el puto amo. Aquella cabellera roja era inconfundible.
- … - Posó su mirada en la contraria, sin moverse, sin decir nada. Todos el lugar pareció paralizarse observando a aquella dama carente de toda actitud que la describiera como tal. Sonrió, una macabra sonrisa, oscura y de maldad que se notó en sus facciones. - Sólo te di una orden, Sho… Sólo una…- acotó bajo, en un dulce hilo de voz. -¡¿Por qué mierda me desobedeces?! - Se acercó a una mesa tomando la primer silla que tuvo enfrente y sin más la levantó y arrojó con toda la fuerza que poseía la albina. Los presentes retrocedieron e incluso el hombre de la barra sólo con un baso en mano limpiándolo tragó en seco, el simple hecho de ver la furia de aquella mujer era algo que le helaba la sangre a cualquiera. - ¡¿Qué parte de no salir no entendiste?! - Volvió a gritar arrojándole otra silla de madera con toda la intención de darle en la cara. - Lo peor es… Que saliste y no me invitaste… - Reclamó agachando un poco su cabeza, triste, girando su cabeza para ver a todos los presente que, arrinconados en las paredes temerosos de recibir la furia de Elizabeth. - ¿Qué me ven? - Arqueó su ceja derecha cruzándose de brazos para volver su mirada a Sho esperando una buena excusa que lo librara del mismísimo infierno que le esperaba.
Todo iba bien, de maravilla. Las cosas poco a poco comenzaban a acomodarse para los intrépidos piratas. Ir de isla en isla buscando víveres, dinero para sobrevivir e incluso más aliados se volvía en cierta parte una especie de ¿Rutina? Quizá podría llamarse de esa manera. El problema recaía en que Elizabeth tendía a ser algo especial en esos aspectos, había dado una orden, sólo una, fácil de acatar, fácil de realizar.
- No salgan, quédense en el barco para salir a primera hora mañana. No salgan sin antes avisar y cuando regrese quiero verlos aquí. -
Pero parecía que como siempre, aquel de rojos cabellos había medio escuchado la orden… O seguro había escuchado sólo lo que quería. No fue extraño para Elizabeth llegar al barco, buscar por todos y cada uno de los rincones al que parecía un hermano menor, no estaba, no lo encontraba, se había esfumando sin más y lo peor aún era que el simple hecho de pensar en que su orden había sido pasada por alto la molestó.
No hizo más que ir a buscarlo, uno por uno a cada maldito bar que recordó, pero no fue hasta que terminó por abrir de golpe las puertas de uno de tantos donde ahí lo vio, sentado, como si fuese el puto amo. Aquella cabellera roja era inconfundible.
- … - Posó su mirada en la contraria, sin moverse, sin decir nada. Todos el lugar pareció paralizarse observando a aquella dama carente de toda actitud que la describiera como tal. Sonrió, una macabra sonrisa, oscura y de maldad que se notó en sus facciones. - Sólo te di una orden, Sho… Sólo una…- acotó bajo, en un dulce hilo de voz. -¡¿Por qué mierda me desobedeces?! - Se acercó a una mesa tomando la primer silla que tuvo enfrente y sin más la levantó y arrojó con toda la fuerza que poseía la albina. Los presentes retrocedieron e incluso el hombre de la barra sólo con un baso en mano limpiándolo tragó en seco, el simple hecho de ver la furia de aquella mujer era algo que le helaba la sangre a cualquiera. - ¡¿Qué parte de no salir no entendiste?! - Volvió a gritar arrojándole otra silla de madera con toda la intención de darle en la cara. - Lo peor es… Que saliste y no me invitaste… - Reclamó agachando un poco su cabeza, triste, girando su cabeza para ver a todos los presente que, arrinconados en las paredes temerosos de recibir la furia de Elizabeth. - ¿Qué me ven? - Arqueó su ceja derecha cruzándose de brazos para volver su mirada a Sho esperando una buena excusa que lo librara del mismísimo infierno que le esperaba.
Elizabeth Hitze
Hoja de personaje
Nivel:
(26/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 1 | 1 |
Creado por Sho Minazuki Lun Dic 19, 2016 8:53 am
¿Han notado algún momento en su vida, alguna acción, evento, o incluso palabras que pudieran detener su corazón por una mísera fracción de segundos? Sho conocía tal sensación, puesto que habría de experimentarla bastante seguido; antes de un combate, de un saqueo o de una noche que habría de recordar por alguna gran estupidez de su parte. Claro estaba que había alguien que le hacía experimentar esa sensación de “infarto” con mucha frecuencia, mayor a la que cualquier mortal podría experimentar en su vida, una bella albina de presencia intimidante, andar definido y carácter explosivo. Decir que el pelirrojo se había visto cautivado por tal mujer era poco, ya que tenía todo lo que este humilde pudiera desear y más, mucho más.
El verla atravesar las puertas de madera le hizo recordar súbitamente la orden que había recibido y que, deliberadamente, había optado por ignorar. “¿Por qué habría de seguir órdenes cuando se trataban de piratas?” Esa era la lógica por la que se guiaba el espadachín, y la que tantos problemas le había traído durante tanto tiempo. –Oh, ¿Qué tal?- Respondió con una simpleza que atemorizaría a los más simples, disimulando aquel escalofrío que ascendía por su espalda. El poder disimular se había vuelto un arte para el muchacho de las cicatrices, y no era para menos si se consideraba lo mucho que le molestaba a “su capitana” el verlo así, libre y a sus anchas. –Que sorpresa, capitana~- Comentó nuevamente, vaciando el vaso delante de sí. Vaya error había cometido.
Todo lo que ocurriría a continuación sería recordado con posterioridad, y mediante flashbacks muy borrosos: Gritos, una peliblanca enfurecida, sillas volando y un gran dolor de cabeza. Mediante perezosos movimientos, el revoltoso miembro de Tidehunters se había echado al piso, con la botella de ron envuelta entre sus brazos. En su descenso, pateó la mesa que estaba usando para usarla de una suerte de muralla que pudiera protegerlo de la furia de una mujer, ¡Y vaya que habría de hacerlo! Aunque no podría ser usada de nuevo, considerando los muchos pedazos que quedaron de esta, repartidas por todo el lugar.
-¡¿Acaso eres estúpida o algo así?!- Reclamó con cierto aire desafiante, de pie y frente a su jefa. No dudaba hacerle frente a nadie, y mucho menos a quién se suponía debía liderarlo; si era capaz de soportar a alguien como él, pues valdría la pena seguirla ciegamente. Sus orbes celestes estaban fijos sobre los ajenos, con una expresión en su rostro que denotaba enojo. –Nadie se debe meter con el ron de otro. ¡Es algo básico!- Finalizó, tras acercarse peligrosamente a la ajena, principalmente a su rostro, sin siquiera inmutar las facciones de su cara. Bien podría haber sido tomado como una indirecta y un cortejo, aunque no formaba parte del pobre diablo que se preocupaba por el alcohol y no por su persona. -¡Ella pagará por la mesa y las sillas!- Finalizó con simpleza, tomando de la diestra ajena con su propia zurda, llevándola hasta una mesa de su elección, aquella que tuviera vista hacia afuera.
-¿Era necesario que hicieras eso?- Una vez más calmados, sentados, y con más botellas en la mesa, el joven buscó la mirada ajena, aquella que era su cómplice y su más fiel confidente. Había ocasiones en las que no necesitaban mediar palabras entre ambos para poder entenderse, y eso era algo que amaba desde lo más profundo de su ser. Sin embargo, también había situaciones en las que no podía comprender del todo la lógica detrás de tan particular mente, y era necesario entablar una conversación como las personas civilizadas que creían ser. –Olvídalo, hay algo más importante de lo que quería hablarte.- Sentenció al cabo de los pocos segundos, desviando la mirada hacia el mar de personas que se movían incesantemente de lado a otro en busca de alguna diversión que ciertamente esa isla podía brindarles.
-Hace un tiempo conocí a alguien, no es pirata, no es marine… No es de esta vida.- Su corazón se encogía con cada palabra que salía de sus propios labios, y solo había una cosa que podría calmar aquel violento palpitar; con cierta timidez habría de entrar en contacto con una de las manos ajenas, aferrándose a esta con cierta fuerza. –Estaba pensando en dejar atrás esta vida, todo esto y…- Su labio inferior fue presa de una mordida, demasiado sorpresiva y fuerte hasta para sí mismo, haciendo un diminuto corte del que brotaría algo de sangre, nada demasiado importante como para que Sho perdiera su tiempo en limpiar. –No lo sé. No sé lo que quiero…-
El verla atravesar las puertas de madera le hizo recordar súbitamente la orden que había recibido y que, deliberadamente, había optado por ignorar. “¿Por qué habría de seguir órdenes cuando se trataban de piratas?” Esa era la lógica por la que se guiaba el espadachín, y la que tantos problemas le había traído durante tanto tiempo. –Oh, ¿Qué tal?- Respondió con una simpleza que atemorizaría a los más simples, disimulando aquel escalofrío que ascendía por su espalda. El poder disimular se había vuelto un arte para el muchacho de las cicatrices, y no era para menos si se consideraba lo mucho que le molestaba a “su capitana” el verlo así, libre y a sus anchas. –Que sorpresa, capitana~- Comentó nuevamente, vaciando el vaso delante de sí. Vaya error había cometido.
Todo lo que ocurriría a continuación sería recordado con posterioridad, y mediante flashbacks muy borrosos: Gritos, una peliblanca enfurecida, sillas volando y un gran dolor de cabeza. Mediante perezosos movimientos, el revoltoso miembro de Tidehunters se había echado al piso, con la botella de ron envuelta entre sus brazos. En su descenso, pateó la mesa que estaba usando para usarla de una suerte de muralla que pudiera protegerlo de la furia de una mujer, ¡Y vaya que habría de hacerlo! Aunque no podría ser usada de nuevo, considerando los muchos pedazos que quedaron de esta, repartidas por todo el lugar.
-¡¿Acaso eres estúpida o algo así?!- Reclamó con cierto aire desafiante, de pie y frente a su jefa. No dudaba hacerle frente a nadie, y mucho menos a quién se suponía debía liderarlo; si era capaz de soportar a alguien como él, pues valdría la pena seguirla ciegamente. Sus orbes celestes estaban fijos sobre los ajenos, con una expresión en su rostro que denotaba enojo. –Nadie se debe meter con el ron de otro. ¡Es algo básico!- Finalizó, tras acercarse peligrosamente a la ajena, principalmente a su rostro, sin siquiera inmutar las facciones de su cara. Bien podría haber sido tomado como una indirecta y un cortejo, aunque no formaba parte del pobre diablo que se preocupaba por el alcohol y no por su persona. -¡Ella pagará por la mesa y las sillas!- Finalizó con simpleza, tomando de la diestra ajena con su propia zurda, llevándola hasta una mesa de su elección, aquella que tuviera vista hacia afuera.
-¿Era necesario que hicieras eso?- Una vez más calmados, sentados, y con más botellas en la mesa, el joven buscó la mirada ajena, aquella que era su cómplice y su más fiel confidente. Había ocasiones en las que no necesitaban mediar palabras entre ambos para poder entenderse, y eso era algo que amaba desde lo más profundo de su ser. Sin embargo, también había situaciones en las que no podía comprender del todo la lógica detrás de tan particular mente, y era necesario entablar una conversación como las personas civilizadas que creían ser. –Olvídalo, hay algo más importante de lo que quería hablarte.- Sentenció al cabo de los pocos segundos, desviando la mirada hacia el mar de personas que se movían incesantemente de lado a otro en busca de alguna diversión que ciertamente esa isla podía brindarles.
-Hace un tiempo conocí a alguien, no es pirata, no es marine… No es de esta vida.- Su corazón se encogía con cada palabra que salía de sus propios labios, y solo había una cosa que podría calmar aquel violento palpitar; con cierta timidez habría de entrar en contacto con una de las manos ajenas, aferrándose a esta con cierta fuerza. –Estaba pensando en dejar atrás esta vida, todo esto y…- Su labio inferior fue presa de una mordida, demasiado sorpresiva y fuerte hasta para sí mismo, haciendo un diminuto corte del que brotaría algo de sangre, nada demasiado importante como para que Sho perdiera su tiempo en limpiar. –No lo sé. No sé lo que quiero…-
Sho Minazuki
Hoja de personaje
Nivel:
(24/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Elizabeth Hitze Sáb Ene 14, 2017 3:12 pm
Y es que aquella simpleza suya, aquella tranquilidad que tanto le caracterizaba era lo que lograba hacer que Elizabeth saliera de sus casillas ¿Cómo es que podía estar así de tranquilo? ¿Qué no se le pasaba por aquella cabezota de rábano que Elizabeth podría estar preocupada? Una sutil sonrisa más a fuerza que de gana se formó en sus labios, el tic en su ceja derecha persistente y casi condenado se remarcaba, juraba por lo más sagrado que tenía que si no se disculpaba el otro terminaría haciendo un escándalo, tratar de matarlo o algo peor. — ¿Sorpresa?.. — Sonrió más, si el mismo diablo la viese comenzaría a temer perder su trabajo. — ¡¿A quién llamas estúpida?! — Reclamó levantando sus brazos dejándolos a sus costados. — ¡¿Tú que vas a saber de ron?! Jodido irresponsable. — Y apenas el muy imbécil osó acercarse demás le buscó arrebatarle la botella y posarla sobre sus delicados labios echando su cabeza hacia atrás para beber de tajo todo el contenido que pudiese.
¿Pagar qué?.. Se retiró la botella de los labios y escupió esta sobre el rostro del pelirrojo — ¡No pienso pagar una mierda! — Aventó la botella al piso haciendo esta se terminara por desquebrajar y todo el contenido –poco a decir verdad- quedase regado sin piedad alguna, y como si de la escena de crimen más cruel tratase el orror en la mirada de Elizabeth se hizo presente. — … — Volvió su vista al pirata y con un golpe en el brazo se desquitó — ¡¿Viste lo que me hiciste hacer?! — Reclamó a todo pulmón. Negando, suspiró con la pesadez más grande que podía, ni modo… Lo hecho, hecho estaba.
Aquel bizarro espectáculo pasó y sólo quedaba esperar en el ojo del huracán ¿No? Como siempre… Aquella hermosa tranquilidad que seguro daría paso a algo más. — No, la verdad es que no era necesario. — Más tranquila echó ambas manos detrás de su nuca ladeando la mirada, apoyándose en su pierna derecha hacia que la silla comenzara a mecerse sólo detenida por las patas traseras. Le observó de reojo regalándole una sutil sonrisa divertida — Cuando dices “algo importante” y hablas serio, a veces me hace pensar que me hablarás de matrimonio o algo así. — Bromeó acompañada de una sonrisa burlona, amaba molestarlo y tenía que hacerlo de una u otra manera, a sus ojos aún era un niño pese a tener un par de años de diferencia, pero vamos que aquel sentido de responsabilidad en Elizabeth quizá podría decirse la tenía algo desubicada y confundida.
— En fin… — Dejó de mecerse y respetando aquella seriedad recargó ambos brazos sobre el filo de la mesa sonriéndole tranquila. — Te escuchó. — Arqueó su ceja derecho apenas le escuchó dirigirse a aquella persona. Entrecerró su mirada y algo desconcertada entrelazó su mano con la ajena en un torpe movimiento que para ella, hasta cierto punto le era extraño. Sintió la calidez del tacto ajeno mas nada se comparó al balde de agua frío que sintió ante lo siguiente dicho. Mentiría si no dijese que sintió cómo el corazón se le estrujó y en un burdo intento de sonrisa trató de mantener aquella postura madura. — Bueno… — Habló bajo, quizá hasta la voz se le entrecortó. — A… A veces debemos tomar riesgos ¿Sabes?.. — No era bueno dando consejos… Menos si a quien debía dárselos era alguien que por mucho era importante en su vida. — Yo creo que si esa persona es muy importante para ti, y Bueno… — Calló agachando un poco su mirada observando ambas manos juntas. — Si esa persona puede ofrecerte lo que la piratería no deberías intentar estar con ella. — Sonrió con cierta amargura volviendo su vista a él. — Nuestra vida es cruel y miserable si no aspiramos a algo más, pero si tienes a alguien que es capaz de hacer cambiar tu mundo ¿Por qué no? — Se encogió de hombros. — Si es así como te sientes yo te apoyaría… Siempre lo hago y siempre lo haré, no tenemos que estar en el mismo barco para hacerlo. — El agarre a la mano ajena se hizo más fuerte, casi con una necesidad de reclamar algo que no había. — Pero para dejarlo todo debes estar seguro de ello… — Agregó sonriéndole de manera más marcada.
¿Pagar qué?.. Se retiró la botella de los labios y escupió esta sobre el rostro del pelirrojo — ¡No pienso pagar una mierda! — Aventó la botella al piso haciendo esta se terminara por desquebrajar y todo el contenido –poco a decir verdad- quedase regado sin piedad alguna, y como si de la escena de crimen más cruel tratase el orror en la mirada de Elizabeth se hizo presente. — … — Volvió su vista al pirata y con un golpe en el brazo se desquitó — ¡¿Viste lo que me hiciste hacer?! — Reclamó a todo pulmón. Negando, suspiró con la pesadez más grande que podía, ni modo… Lo hecho, hecho estaba.
Aquel bizarro espectáculo pasó y sólo quedaba esperar en el ojo del huracán ¿No? Como siempre… Aquella hermosa tranquilidad que seguro daría paso a algo más. — No, la verdad es que no era necesario. — Más tranquila echó ambas manos detrás de su nuca ladeando la mirada, apoyándose en su pierna derecha hacia que la silla comenzara a mecerse sólo detenida por las patas traseras. Le observó de reojo regalándole una sutil sonrisa divertida — Cuando dices “algo importante” y hablas serio, a veces me hace pensar que me hablarás de matrimonio o algo así. — Bromeó acompañada de una sonrisa burlona, amaba molestarlo y tenía que hacerlo de una u otra manera, a sus ojos aún era un niño pese a tener un par de años de diferencia, pero vamos que aquel sentido de responsabilidad en Elizabeth quizá podría decirse la tenía algo desubicada y confundida.
— En fin… — Dejó de mecerse y respetando aquella seriedad recargó ambos brazos sobre el filo de la mesa sonriéndole tranquila. — Te escuchó. — Arqueó su ceja derecho apenas le escuchó dirigirse a aquella persona. Entrecerró su mirada y algo desconcertada entrelazó su mano con la ajena en un torpe movimiento que para ella, hasta cierto punto le era extraño. Sintió la calidez del tacto ajeno mas nada se comparó al balde de agua frío que sintió ante lo siguiente dicho. Mentiría si no dijese que sintió cómo el corazón se le estrujó y en un burdo intento de sonrisa trató de mantener aquella postura madura. — Bueno… — Habló bajo, quizá hasta la voz se le entrecortó. — A… A veces debemos tomar riesgos ¿Sabes?.. — No era bueno dando consejos… Menos si a quien debía dárselos era alguien que por mucho era importante en su vida. — Yo creo que si esa persona es muy importante para ti, y Bueno… — Calló agachando un poco su mirada observando ambas manos juntas. — Si esa persona puede ofrecerte lo que la piratería no deberías intentar estar con ella. — Sonrió con cierta amargura volviendo su vista a él. — Nuestra vida es cruel y miserable si no aspiramos a algo más, pero si tienes a alguien que es capaz de hacer cambiar tu mundo ¿Por qué no? — Se encogió de hombros. — Si es así como te sientes yo te apoyaría… Siempre lo hago y siempre lo haré, no tenemos que estar en el mismo barco para hacerlo. — El agarre a la mano ajena se hizo más fuerte, casi con una necesidad de reclamar algo que no había. — Pero para dejarlo todo debes estar seguro de ello… — Agregó sonriéndole de manera más marcada.
Elizabeth Hitze
Hoja de personaje
Nivel:
(26/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 1 | 1 |
Creado por Sho Minazuki Dom Ene 15, 2017 2:11 pm
¿Cómo diablos habría llegado a relacionarse con una mujer como ella? Era irresponsable, irrespetuosa, infinitamente ingenua, noble, una gran compañera, solidaria, completamente desinteresada… ¡Siempre ocurría lo mismo! Cada mísera vez que Sho intentaba ver algo malo en quién era su capitán, terminaba reconociendo lo bueno, eclipsando por completo todos los defectos que podría presentar. A fin de cuentas, pensó en algún momento el pirata de las espadas, la seguía sin siquiera dudarlo porque se sentía identificado con la misma. Sin embargo, siempre hubo más que solo un respeto por la misma, siendo ella una amiga, niñera, una suerte de hermana mayor y más, mucho más.
Sintió el líquido en su rostro, escuchó las palabras y el tono elevado ajeno, mas no se presentó en ningún momento su característico enojo, como tampoco la imperativa necesidad de responderle con tono elevado. Simplemente la miró a los ojos, luego de haberse secado, y suspiró con pesadez. –Bien, tiraste una botella, supéralo.- Se encogió de hombros con simpleza y regresó a su lugar, esperando el ser acompañado por la albina, para luego escuchar su respuesta. No pudo evitar pensar el motivo estúpido que la habría llevado a presentarse en aquel bar, hecha una furia, reclamando, gritando, intimidando al mismísimo diablo. Nunca la había entendido del todo, pero eso formaba parte lo cautivado que estaba por su forma de ser.
Pasó por alto el comentario del matrimonio, esbozando una diminuta sonrisa involuntaria por lo mismo: Siempre había pensado que casarse era una pérdida de tiempo, una muestra de debilidad, pero últimamente realmente había pensado en buscar algo como eso, formar una familia quizá, tener hijos, mantenerse alejado de la piratería. Le manifestó aquellas dudas que tanto le afligían, le contó sobre cierta persona que le había hecho dudar, esperando algún comentario gracioso, alguna burla sobre lo débil que se encontraba, mas no se le había pasado por la cabeza que ella le pudiera incentivar a “intentarlo”, alejarse de la tripulación, de sus compañeros de equipo, de ella. No fue un balde de agua fría, fue directamente una apuñalada al corazón, una patada en la ingle y un gancho al rostro, todo al mismo al tiempo. -¿Solo eso me dirás?- Desvió la mirada, sintiéndose traicionado por la única persona en la que podía confiar, a quién podía querer. No podía comprenderlo. -¿No hay ningún insulto? ¿Ninguna burla?- Aferró su mano con más fuerza a la ajena, aunque no se podía permitir verla a los ojos, no podía hacerlo: terminaría viendo en el reflejo de los orbes ajenos a una versión de sí mismo vulnerable.
Un impulso frenético y primitivo ascendió hasta su cerebro con suma velocidad, un deseo que rápidamente se albergó en su mente. Rápidamente se puso de pie, inclinándose por encima de la mesa para llevar a cabo la muestra de afecto más íntima, infravalorada y simple que un ser humano podía llevar a cabo. En un principio fue extraño el sentir la humedad en los labios ajenos, aunque el aroma a alcohol hizo que rápidamente se acostumbrara al mismo. Poco duró, sin embargo, aquel contacto que había iniciado, por miedo a la reacción ajena, o la propia luego de una muestra de cariño tan patética como esa. –Maldita harpía, solo esperaba que pelearas por mi…- Susurró por lo bajo, ocultando sus orbes celestes con los mechones de cabello de igual color que sus mejillas presentaban, tan común carmín. Para ese entonces ya habría soltado aquel contacto entre sus extremidades, dejando una bolsa de monedas por encima de la tabla que sirvió como soporte para tantos tragos seguidos.
–Ahí tiene su paga, ¡gracias por el ron! – Sin siquiera dedicarle una mirada a quién lo había estado atendiendo durante toda la noche, se dirigió lentamente hacía la salida de aquel bar de poca monta, ignorando las expresiones patidifusas de los pocos que allí habían concurrido en tan agitada noche. -¿Estás esperando una invitación?- Se detuvo en seco, dibujando una sonrisa provocativa para dedicársela a Eli, esperando algún insulto, enojo o berrinche. Con un pequeño quejido se conformaría. –Si es mi última noche como pirata, me gustaría hacer cosas de piratas. ¡Así que mueve ese trasero plano!- Procediendo con su caminata detenida, salió finalmente de aquel local, topándose con un mar de gente yendo y viniendo, disfrutando de lo que podría ser una hermosa noche de verano. Quizá alguno de ellos le daría una noche memorable.
Sintió el líquido en su rostro, escuchó las palabras y el tono elevado ajeno, mas no se presentó en ningún momento su característico enojo, como tampoco la imperativa necesidad de responderle con tono elevado. Simplemente la miró a los ojos, luego de haberse secado, y suspiró con pesadez. –Bien, tiraste una botella, supéralo.- Se encogió de hombros con simpleza y regresó a su lugar, esperando el ser acompañado por la albina, para luego escuchar su respuesta. No pudo evitar pensar el motivo estúpido que la habría llevado a presentarse en aquel bar, hecha una furia, reclamando, gritando, intimidando al mismísimo diablo. Nunca la había entendido del todo, pero eso formaba parte lo cautivado que estaba por su forma de ser.
Pasó por alto el comentario del matrimonio, esbozando una diminuta sonrisa involuntaria por lo mismo: Siempre había pensado que casarse era una pérdida de tiempo, una muestra de debilidad, pero últimamente realmente había pensado en buscar algo como eso, formar una familia quizá, tener hijos, mantenerse alejado de la piratería. Le manifestó aquellas dudas que tanto le afligían, le contó sobre cierta persona que le había hecho dudar, esperando algún comentario gracioso, alguna burla sobre lo débil que se encontraba, mas no se le había pasado por la cabeza que ella le pudiera incentivar a “intentarlo”, alejarse de la tripulación, de sus compañeros de equipo, de ella. No fue un balde de agua fría, fue directamente una apuñalada al corazón, una patada en la ingle y un gancho al rostro, todo al mismo al tiempo. -¿Solo eso me dirás?- Desvió la mirada, sintiéndose traicionado por la única persona en la que podía confiar, a quién podía querer. No podía comprenderlo. -¿No hay ningún insulto? ¿Ninguna burla?- Aferró su mano con más fuerza a la ajena, aunque no se podía permitir verla a los ojos, no podía hacerlo: terminaría viendo en el reflejo de los orbes ajenos a una versión de sí mismo vulnerable.
Un impulso frenético y primitivo ascendió hasta su cerebro con suma velocidad, un deseo que rápidamente se albergó en su mente. Rápidamente se puso de pie, inclinándose por encima de la mesa para llevar a cabo la muestra de afecto más íntima, infravalorada y simple que un ser humano podía llevar a cabo. En un principio fue extraño el sentir la humedad en los labios ajenos, aunque el aroma a alcohol hizo que rápidamente se acostumbrara al mismo. Poco duró, sin embargo, aquel contacto que había iniciado, por miedo a la reacción ajena, o la propia luego de una muestra de cariño tan patética como esa. –Maldita harpía, solo esperaba que pelearas por mi…- Susurró por lo bajo, ocultando sus orbes celestes con los mechones de cabello de igual color que sus mejillas presentaban, tan común carmín. Para ese entonces ya habría soltado aquel contacto entre sus extremidades, dejando una bolsa de monedas por encima de la tabla que sirvió como soporte para tantos tragos seguidos.
–Ahí tiene su paga, ¡gracias por el ron! – Sin siquiera dedicarle una mirada a quién lo había estado atendiendo durante toda la noche, se dirigió lentamente hacía la salida de aquel bar de poca monta, ignorando las expresiones patidifusas de los pocos que allí habían concurrido en tan agitada noche. -¿Estás esperando una invitación?- Se detuvo en seco, dibujando una sonrisa provocativa para dedicársela a Eli, esperando algún insulto, enojo o berrinche. Con un pequeño quejido se conformaría. –Si es mi última noche como pirata, me gustaría hacer cosas de piratas. ¡Así que mueve ese trasero plano!- Procediendo con su caminata detenida, salió finalmente de aquel local, topándose con un mar de gente yendo y viniendo, disfrutando de lo que podría ser una hermosa noche de verano. Quizá alguno de ellos le daría una noche memorable.
Sho Minazuki
Hoja de personaje
Nivel:
(24/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Contenido patrocinado
Contenido patrocinado
Temas similares
» Un Perlado Inicio
» Shinsengumi — El inicio
» El Inicio de un Sueño
» El inicio da una vida sin libertad
» Lo que fue y lo que será. Un nuevo inicio.
» Shinsengumi — El inicio
» El Inicio de un Sueño
» El inicio da una vida sin libertad
» Lo que fue y lo que será. Un nuevo inicio.
Página 1 de 1.