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Creado por Eberhard Schwarzschild Sáb Ene 30, 2016 3:34 am
Recuerdo del primer mensaje :
Días han pasado desde que los compañeros de celda lograron engañar a los carceleros, estos luego de la paliza que le rompió algunos huesos al joven no practicaron mas la tortura, parece que tenían otras cosas de las que estar pendientes. Ellos venían a la celda de vez en cuando para ver si habían muerto ambos, pero siempre los encontraban tirados en el suelo, arrimados en una esquina cubierta con paja presuntamente para mantener el calor, seguro pensarían que estaban muy débiles y que se mantenían vivos bebiendo algo de condensación de la nieve que caía por la ventana. No podrían estar mas equivocados. Eberhard llevaba desde la noche en que casi lo dejan lisiado escabulléndose del calabozo, entrando a la cocina, robando comida y regresando para compartirla con su compañera de celda, la chica poco a poco iba recuperándose de su estado inicial siendo ahora mas propio de una mujer y menos de un esqueleto con piel.
No era muy difícil hacer todo eso para el joven, se había memorizado las rutinas de todos los guardias de la prisión, incluso cuando cambiaban de turnos en un intento por despistar no podían ocultar sus hábitos, eso era una ventaja. Pese a su gran memoria, no podía descuidarse, un error y los carceleros se darían cuenta. Esa noche sin embargo mientras estaba en la cocina, tomando un poco de carne y algunas verduras, no pudo evitar escuchar algo un poco inquietante. Habían traído un prisionero muy importante a la misma torre, pero lo habían dejado en el calabozo contiguo al de la pareja. Eso explicaba los cambios y la ausencia de torturas, no iba a quejarse, si alguien mas estaba siendo apaleado la pareja tendría tiempo para recuperarse. Regreso a la celda, tenia pocas cosas encima, no podía cargar demasiado porque le entorpecerían el regreso.
Traía lo que parecía una espada amarrada a la espalda, abre la celda y la cierra, dejando el collar incrustado dentro de la cerradura de esa manera no se sellaría, ese truco lo venían usando desde aquella vez – traje menos cena hoy – dice mientras deja las provisiones en frente a la chica – pase primero por el arsenal – se podía notar como Eberhard tenia unos guantes de metal en sus manos, eran un poco extraños, parecían armas por las garras y los pinchos que tenían. Antes de comenzar a comer se quita los guantes ocultándolos en el fardo de paja – seria mejor mantenerlas ocultas, así cuando llegue el momento los tomaremos por sorpresa – en ese momento se sienta junto a la chica. Hacia bastante frío como de costumbre en la celda, pero aun así tomo un trozo de pan y comenzó a comerlo – buen provecho – le dice con un tono algo mas alegre, desde hacia poco no se mantenía tan serio, era mas propenso a hacer chistes y cosas similares, mantener la moral alta y el ánimo eran tan importantes como la nutrición si querían escapar.
Días han pasado desde que los compañeros de celda lograron engañar a los carceleros, estos luego de la paliza que le rompió algunos huesos al joven no practicaron mas la tortura, parece que tenían otras cosas de las que estar pendientes. Ellos venían a la celda de vez en cuando para ver si habían muerto ambos, pero siempre los encontraban tirados en el suelo, arrimados en una esquina cubierta con paja presuntamente para mantener el calor, seguro pensarían que estaban muy débiles y que se mantenían vivos bebiendo algo de condensación de la nieve que caía por la ventana. No podrían estar mas equivocados. Eberhard llevaba desde la noche en que casi lo dejan lisiado escabulléndose del calabozo, entrando a la cocina, robando comida y regresando para compartirla con su compañera de celda, la chica poco a poco iba recuperándose de su estado inicial siendo ahora mas propio de una mujer y menos de un esqueleto con piel.
No era muy difícil hacer todo eso para el joven, se había memorizado las rutinas de todos los guardias de la prisión, incluso cuando cambiaban de turnos en un intento por despistar no podían ocultar sus hábitos, eso era una ventaja. Pese a su gran memoria, no podía descuidarse, un error y los carceleros se darían cuenta. Esa noche sin embargo mientras estaba en la cocina, tomando un poco de carne y algunas verduras, no pudo evitar escuchar algo un poco inquietante. Habían traído un prisionero muy importante a la misma torre, pero lo habían dejado en el calabozo contiguo al de la pareja. Eso explicaba los cambios y la ausencia de torturas, no iba a quejarse, si alguien mas estaba siendo apaleado la pareja tendría tiempo para recuperarse. Regreso a la celda, tenia pocas cosas encima, no podía cargar demasiado porque le entorpecerían el regreso.
Traía lo que parecía una espada amarrada a la espalda, abre la celda y la cierra, dejando el collar incrustado dentro de la cerradura de esa manera no se sellaría, ese truco lo venían usando desde aquella vez – traje menos cena hoy – dice mientras deja las provisiones en frente a la chica – pase primero por el arsenal – se podía notar como Eberhard tenia unos guantes de metal en sus manos, eran un poco extraños, parecían armas por las garras y los pinchos que tenían. Antes de comenzar a comer se quita los guantes ocultándolos en el fardo de paja – seria mejor mantenerlas ocultas, así cuando llegue el momento los tomaremos por sorpresa – en ese momento se sienta junto a la chica. Hacia bastante frío como de costumbre en la celda, pero aun así tomo un trozo de pan y comenzó a comerlo – buen provecho – le dice con un tono algo mas alegre, desde hacia poco no se mantenía tan serio, era mas propenso a hacer chistes y cosas similares, mantener la moral alta y el ánimo eran tan importantes como la nutrición si querían escapar.
Eberhard Schwarzschild
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Eberhard Schwarzschild Lun Feb 29, 2016 1:23 pm
Estaban desplazándose a paso ligero, moviéndose entre los callejones rumbo al puerto. Tenían que llegar rápido, no tenían tiempo que perder, pues estaban todavía en peligro. Debía dar gracias que fuese de día, porque les facilitaba mucho moverse, el problema de eso es que ellos también eran muy visibles. Cuando salieron cerca del puerto se encontraron con cuatro sujetos, eran bastante corpulentos a decir verdad, bolas de cebo como quien dice - ¿en serio los conoces? – pregunta con algo de sorpresa a la albina. Se había ofrecido a distraerlos, por momentos se pregunto como, hasta que la vio posando de manera sugerente y desvistiéndose lentamente, no le molesto que lo hiciera, sino el como esos guaridas la estaban mirando, le recordaba a los carceleros de aquella vez cuando la metieron en el calabozo.
Comenzó a acercarse sigilosamente a espaldas del grupo, aunque no le gustara la escena, sabia que estaban tan embelesados que no se dieron cuenta. Eberhard se coloco a espaldas de uno, estirando sus manos, la izquierda de manera horizontal con la palma hacia la nuca de uno de ellos, sostenía de tal modo que alcanzaba la altura del hombro derecho del pirata, la diestra avanzaba hacia adelante a la altura de la mandíbula del gordinflón. Cuando estuvo lo bastante cerca, sin miramiento alguno, sujeto la mandíbula de su victima con la mano derecha y la nuca con la mano izquierda, un rápido tirón termino por hacerle forzarle un giro de la cabeza rompiéndole el cuello. Se mueve hacia el segundo antes que se de cuenta, tapándole la boca con una de sus manos, mientras que con la otra usa el dedo medio y gracias a las garras del guantelete le desgarra la garganta, propinándole una muerte rápida.
El tercero al ver la sangre se giro y se dio cuenta de lo que pasaba, Eberhard sin demora separo sus dedos medio y anular, juntándolos con los dedos meñique e índice y lanzo un golpe directo al rostro del tercero usando la mano izquierda. Las garras del guantelete le rompieron los ojos, luego saco la mano y antes de que pudiese gritar le lanzo un puñetazo con la mano derecha en la cien. Los picos se le incrustaron en la cabeza haciéndolo caer al piso inconsciente. El ultimo alcanzo a empuñar un arma, una espada, pero el luchador le salto encima con los puños cerrados pegandole con ambos en la cara, haciéndolo caer de espaldas, siendo rematarlo en el suelo a puñetazos – Aprovechemos que ya no hay nadie para irnos – comenzó a mirar hacia su alrededor, cuando vio una pequeña barcaza anclada al puerto – vámonos en eso – en medio del caos ambos se montaron en ese transporte y escaparon de tequilla wolf. El joven le dio un abrazo a la albina – nunca incumplo mi palabra, te prometí sacarte de esa celda. Ya somos libres.
Comenzó a acercarse sigilosamente a espaldas del grupo, aunque no le gustara la escena, sabia que estaban tan embelesados que no se dieron cuenta. Eberhard se coloco a espaldas de uno, estirando sus manos, la izquierda de manera horizontal con la palma hacia la nuca de uno de ellos, sostenía de tal modo que alcanzaba la altura del hombro derecho del pirata, la diestra avanzaba hacia adelante a la altura de la mandíbula del gordinflón. Cuando estuvo lo bastante cerca, sin miramiento alguno, sujeto la mandíbula de su victima con la mano derecha y la nuca con la mano izquierda, un rápido tirón termino por hacerle forzarle un giro de la cabeza rompiéndole el cuello. Se mueve hacia el segundo antes que se de cuenta, tapándole la boca con una de sus manos, mientras que con la otra usa el dedo medio y gracias a las garras del guantelete le desgarra la garganta, propinándole una muerte rápida.
El tercero al ver la sangre se giro y se dio cuenta de lo que pasaba, Eberhard sin demora separo sus dedos medio y anular, juntándolos con los dedos meñique e índice y lanzo un golpe directo al rostro del tercero usando la mano izquierda. Las garras del guantelete le rompieron los ojos, luego saco la mano y antes de que pudiese gritar le lanzo un puñetazo con la mano derecha en la cien. Los picos se le incrustaron en la cabeza haciéndolo caer al piso inconsciente. El ultimo alcanzo a empuñar un arma, una espada, pero el luchador le salto encima con los puños cerrados pegandole con ambos en la cara, haciéndolo caer de espaldas, siendo rematarlo en el suelo a puñetazos – Aprovechemos que ya no hay nadie para irnos – comenzó a mirar hacia su alrededor, cuando vio una pequeña barcaza anclada al puerto – vámonos en eso – en medio del caos ambos se montaron en ese transporte y escaparon de tequilla wolf. El joven le dio un abrazo a la albina – nunca incumplo mi palabra, te prometí sacarte de esa celda. Ya somos libres.
Eberhard Schwarzschild
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
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