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Censo
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Creado por Yuriko Lun Mar 21, 2016 6:46 pm
Yuriko caminó por las calles de la ciudad con cautela. Estaba asombrada y confundida. Los colores de aquel lugar eran sumamente llamativos y estaba abarrotado de personas. Las mujeres vestían ropa inapropiada y rondaban a los hombres ofreciéndoles bebidas embriagantes, mientras que la mayoría de estos deambulaba dando tumbos, ahogados de borrachos.
Era la isla de Micqueot, la capital de los mejores vinos, algo completamente diferente a la isla de Wano donde Yuriko había pasado toda su vida. Todo aquello era diferente e inconcebible para ella. El choque cultural había sido demasiado para la pequeña híbrida de Mink. El mito de que la curiosidad mataba al gato no aplicaba con ella, sino al contrario, más temprano que tarde se rindió ante las extraordinarias maravillas de aquel lugar. Al llegar al centro de la ciudad, Yuriko se encontró con el distrito culinario y tan pronto como llegó el aroma de los deliciosos platillos cautivó su nariz e instintivamente se encontró dirigiéndose hacia uno de los establecimientos.
-¡Hola pequeñita! –Dijo una de las meseras. Era alta, rubia y muy hermosa, tanto que Yuriko no pudo evitar -¿Te gustaría probar un poco de nuestros bocadillos?
Yuriko no respondió de inmediato, se encontraba dudosa sobre aceptar alimentos de una desconocida. Aquello iba en contra de todo lo que le habían enseñado…pero el aroma era tan fuerte e intenso que la chica no pudo hacer nada más que extender la mano y aceptar el pequeño bocadillo, cuando lo hizo se lo metió a la boca y se apartó un par de pasos hacia atrás.
-...Deli…cioso. –Dijo ella con una voz casi inaudible.
-¿Verdad que sí? –Dijo la chica rubia. -¿Quisieras comer más? Son solo 1000 berries.
Yuriko aceptó, aun sin tener un solo berrie encima. A ella no le importaba, había sido hechizada por la multitud de exquisitos olores y sabores y ahora solo se preocupaba por devorar un platillo tras otro al punto que los chefs difícilmente podían seguirle el ritmo.
Cuando por fin estuvo satisfecha algunos de los meseros del restaurante se acercaron a ella.
-Señorita usted debe $300,000 berries. –Dijo uno de ellos. –No le serviremos más hasta que pague su cuenta.
-Yo no tengo dinero. –Dijo Yuriko, sin darle mayor importancia.
-¿Qué has dicho? –Bramó uno de ellos.
-¡Te lo dije! –Respondió el segundo. -¡Mildred! Llama a la marina. Diles que tenemos una situación aquí. ¡Y tu niñita vendrás con nosotros! –Añadió sujetando a Yuriko por el brazo.
-Suéltame. –Respondió Yuriko con indiferencia antes de propinarle un golpe en el estómago con el mango de su espada.
Las meseras huyeron horrorizadas mientras que el resto del personal comenzaba a flanquear a la chica peliblanca. ¿Cómo escaparía de aquella situación?
Era la isla de Micqueot, la capital de los mejores vinos, algo completamente diferente a la isla de Wano donde Yuriko había pasado toda su vida. Todo aquello era diferente e inconcebible para ella. El choque cultural había sido demasiado para la pequeña híbrida de Mink. El mito de que la curiosidad mataba al gato no aplicaba con ella, sino al contrario, más temprano que tarde se rindió ante las extraordinarias maravillas de aquel lugar. Al llegar al centro de la ciudad, Yuriko se encontró con el distrito culinario y tan pronto como llegó el aroma de los deliciosos platillos cautivó su nariz e instintivamente se encontró dirigiéndose hacia uno de los establecimientos.
-¡Hola pequeñita! –Dijo una de las meseras. Era alta, rubia y muy hermosa, tanto que Yuriko no pudo evitar -¿Te gustaría probar un poco de nuestros bocadillos?
Yuriko no respondió de inmediato, se encontraba dudosa sobre aceptar alimentos de una desconocida. Aquello iba en contra de todo lo que le habían enseñado…pero el aroma era tan fuerte e intenso que la chica no pudo hacer nada más que extender la mano y aceptar el pequeño bocadillo, cuando lo hizo se lo metió a la boca y se apartó un par de pasos hacia atrás.
-...Deli…cioso. –Dijo ella con una voz casi inaudible.
-¿Verdad que sí? –Dijo la chica rubia. -¿Quisieras comer más? Son solo 1000 berries.
Yuriko aceptó, aun sin tener un solo berrie encima. A ella no le importaba, había sido hechizada por la multitud de exquisitos olores y sabores y ahora solo se preocupaba por devorar un platillo tras otro al punto que los chefs difícilmente podían seguirle el ritmo.
Cuando por fin estuvo satisfecha algunos de los meseros del restaurante se acercaron a ella.
-Señorita usted debe $300,000 berries. –Dijo uno de ellos. –No le serviremos más hasta que pague su cuenta.
-Yo no tengo dinero. –Dijo Yuriko, sin darle mayor importancia.
-¿Qué has dicho? –Bramó uno de ellos.
-¡Te lo dije! –Respondió el segundo. -¡Mildred! Llama a la marina. Diles que tenemos una situación aquí. ¡Y tu niñita vendrás con nosotros! –Añadió sujetando a Yuriko por el brazo.
-Suéltame. –Respondió Yuriko con indiferencia antes de propinarle un golpe en el estómago con el mango de su espada.
Las meseras huyeron horrorizadas mientras que el resto del personal comenzaba a flanquear a la chica peliblanca. ¿Cómo escaparía de aquella situación?
Yuriko
Creado por Helena Spiros Jue Mar 24, 2016 11:30 am
Ese sería el tercer día que Helena pasaría en la isla de Micqueot. El viaje había sido organizado por sus padres, la joven estaba más que preparada para unas vacaciones en la capital del vino, aunque a ella no gustase demasiado de las bebidas alcohólicas. Se llevó una desilusión bastante grande cuando, a su llegada, debían trabajar, separados para más inri, con la excusa de que la media vaca debía aprender a laborar sin sus padres. No estuvo demasiado convencida en un principio, pero los dos días previos hubo tenido buenas experiencias de trabajo, al menos no había problemas con sus compañeros de trabajo.
Hubo tenido que salir aquel día, el vino comenzaba a escasear en el establecimiento donde se pasaría otros once días trabajando a media jornada. Tal vez por ser medio vaca es que la habían tomado también como una mula de carga, pues fue tirando de un carro no demasiado grande con un par de toneles de vino bastante pesados. Se supone que una chica algo mayor que ella, no en apariencia pero si en edad llamada Anne debía ayudarla, pero que le pidiese tan tiernamente que se encargase Helena sola la hizo acceder con una sonrisa.
Los ojos de la pelirroja quedaron abiertos como platos una vez cerca del establecimiento donde estaba trabajando "de intercambio" cuando vio a todas sus compañeras salir corriendo del lugar de empleo. Corrió con verdadera preocupación, aún cargando con aquella carretilla que la retrasaba. Sin darle tiempo a hablar siquiera a sus compañeras, les dejo la carga en sus manos y, con una mezcla de curiosidad y miedo, se lanzó, literalmente, a través de la puerta del lugar. -"Espero que no se asustasen de un ratón"- Se dijo para sus adentros.
Dio una voltereta para tener una entrada espectacular, que terminó con su cabeza estampándose contra la madera del piso. Apoyó los brazos en su pista de aterrizaje y levantó la cabeza, el estruendo que hubo armado parecía desconcertar a todos los presentes, que enseguida volvieron a enfocarse en algo que no era la híbrida de vaca. Esta enseguida se levantaría y observaría rápidamente la escena, sin comprender del todo que sucedía. Cuando vio cómo todos parecían acechar a una chica que, al menos, le pareció pequeña.
-¡¿Qué le estáis haciendo a esa niñita?!- Rugió Helena con los ojos cerrados y brazos en alto, moviendo su cola de vaca de lado a lado rápidamente. Con la voz tan chillona que le salió en ese momento, costaría no escucharla.
-¡Helena! ¡Esta gorrona va armada! ¡Sal!- Ordenó un tipo de larga barba castaña, más parecido a un leñador que a un tabernero. -Enseguida llegará la marina y le enseñará a no consumir sin dinero encima.-
¿Ah...?- Se negaba a pensar que aquella niñita linda fuese a hacerle daño a nadie, saltando a su defensa enseguida. Corrió junto a ella y, dándole la espalda, abrió sus brazos como si estuviese formando una barrera con su cuerpo. -¿No se pueden llegar a soluciones hablando?- Infló sus mejillas intentando parecer tremendamente enfadada, aunque se volvió con una sonrisa hacia la joven albina. -Trabaja aquí hasta pagar tus deudas, ¿sí? Te puedo ayudar en la cocina si quieres, mu~- Lanzó unas miradas aparentemente tranquilas a sus compañeros con esa simpatía tan inocente suya. No se le pasó por la cabeza ninguna respuesta mala por parte de la contraria.
Hubo tenido que salir aquel día, el vino comenzaba a escasear en el establecimiento donde se pasaría otros once días trabajando a media jornada. Tal vez por ser medio vaca es que la habían tomado también como una mula de carga, pues fue tirando de un carro no demasiado grande con un par de toneles de vino bastante pesados. Se supone que una chica algo mayor que ella, no en apariencia pero si en edad llamada Anne debía ayudarla, pero que le pidiese tan tiernamente que se encargase Helena sola la hizo acceder con una sonrisa.
Los ojos de la pelirroja quedaron abiertos como platos una vez cerca del establecimiento donde estaba trabajando "de intercambio" cuando vio a todas sus compañeras salir corriendo del lugar de empleo. Corrió con verdadera preocupación, aún cargando con aquella carretilla que la retrasaba. Sin darle tiempo a hablar siquiera a sus compañeras, les dejo la carga en sus manos y, con una mezcla de curiosidad y miedo, se lanzó, literalmente, a través de la puerta del lugar. -"Espero que no se asustasen de un ratón"- Se dijo para sus adentros.
Dio una voltereta para tener una entrada espectacular, que terminó con su cabeza estampándose contra la madera del piso. Apoyó los brazos en su pista de aterrizaje y levantó la cabeza, el estruendo que hubo armado parecía desconcertar a todos los presentes, que enseguida volvieron a enfocarse en algo que no era la híbrida de vaca. Esta enseguida se levantaría y observaría rápidamente la escena, sin comprender del todo que sucedía. Cuando vio cómo todos parecían acechar a una chica que, al menos, le pareció pequeña.
-¡¿Qué le estáis haciendo a esa niñita?!- Rugió Helena con los ojos cerrados y brazos en alto, moviendo su cola de vaca de lado a lado rápidamente. Con la voz tan chillona que le salió en ese momento, costaría no escucharla.
-¡Helena! ¡Esta gorrona va armada! ¡Sal!- Ordenó un tipo de larga barba castaña, más parecido a un leñador que a un tabernero. -Enseguida llegará la marina y le enseñará a no consumir sin dinero encima.-
¿Ah...?- Se negaba a pensar que aquella niñita linda fuese a hacerle daño a nadie, saltando a su defensa enseguida. Corrió junto a ella y, dándole la espalda, abrió sus brazos como si estuviese formando una barrera con su cuerpo. -¿No se pueden llegar a soluciones hablando?- Infló sus mejillas intentando parecer tremendamente enfadada, aunque se volvió con una sonrisa hacia la joven albina. -Trabaja aquí hasta pagar tus deudas, ¿sí? Te puedo ayudar en la cocina si quieres, mu~- Lanzó unas miradas aparentemente tranquilas a sus compañeros con esa simpatía tan inocente suya. No se le pasó por la cabeza ninguna respuesta mala por parte de la contraria.
Helena Spiros
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Yuriko Vie Mar 25, 2016 1:15 am
La situación se ponía cada vez más enredada siendo que el imprudente acto de Yuriko había traído consecuencias que iban más allá de lo que en algún momento hubiese pensado. Una de las personas que le habían abordado yacía en el piso, hincado de dolor mientras que los demás consideraban que era lo que debían hacer con aquella niña tan rara.
Fue entonces que, en contra de toda probabilidad alguien salió a defender a Yuriko. Se trataba de una joven, probablemente no sería mayor de lo que ella era. Tenía el cabello color fuego y la sonrisa fácil y una mirada de un deslumbrante violeta que Yuriko jamás había visto en su vida. La recién llegada se colocó entre Yuriko y sus agresores, para sorpresa de ambos bandos y acto seguido les indicó que dejaran a Yuriko en paz. Después de esto, ella se volvió hacía la pequeña Mink albina y le habló con el cariño de una hermana mayor. Sin embargo, más que escucharla Yuriko estaba concentrada en una cosa. Bueno, más bien dos cosas. Dos muy grandes cosas.
No hacía falta ser un genio investigador para darse cuenta de la diferencia de físicos y tras un par de vistazos al pecho de la desconocida y al suyo propio Yuriko no pudo hacer más que comprobar que lo que estaba viendo era cierto. De este modo, ante la sorpresa de todos, extendió ambas manos y apretó delicadamente los senos de la pelirroja.
-…Tan grandes… -Dijo Yuriko, con aire de tristeza. Sabía que nunca llegaría a tener un cuerpo como ese y que por lo tanto no era apta para formar una familia. Eso según las historietas echii que había leído de sus compañeros y el constante abuso psicológico que estos le daban por estar plana como tabla.
Tras la reacción de la chica, quien seguramente no esperaba tal osadía de parte de la mink, una más relajada audiencia de hombres consideró la oferta de la chica pelirroja.
-Está bien. –Dijo uno de ellos. –Es demasiado extraña, pero seguro que sabe al menos como lavar unos cuantos platos. ¿Estás dispuesta a trabajar aquí por un buen tiempo? Puedes quedarte en uno de los almacenes viejos y comerías de lo que cocinemos. Es lo que puedo ofrecerte.
-Yo…no entiendo. –Admitió Yuriko. -¿Debo trabajar para pagar la comida? Pero no quiero trabajar. ¿Por qué tengo que hacerlo?
-¿Cómo que por qué? –Exclamó confundido el hombre. –Es simple lógica. La comida cuesta dinero, no es gratis. Si no tienes dinero debes trabajar para tener dinero, eso es lo correcto.
-¿Es…lo correcto? –Repitió Yuriko.
El hombre asintió con la cabeza.
-¡Entonces lo haré! –Añadió Yuriko cambiando su semblante confundido por una vivaz sonrisa que dejó en claro a todos lo mona que era. Después de eso, la confusión llegó a su rostro otra vez. -¿Y qué debo hacer? –Añadió colgándose del brazo de la pelirroja, como una niña pequeña. -¿Tú me ayudaras? ¿Me enseñarás a ser buena? –Insistió.
Fue entonces que, en contra de toda probabilidad alguien salió a defender a Yuriko. Se trataba de una joven, probablemente no sería mayor de lo que ella era. Tenía el cabello color fuego y la sonrisa fácil y una mirada de un deslumbrante violeta que Yuriko jamás había visto en su vida. La recién llegada se colocó entre Yuriko y sus agresores, para sorpresa de ambos bandos y acto seguido les indicó que dejaran a Yuriko en paz. Después de esto, ella se volvió hacía la pequeña Mink albina y le habló con el cariño de una hermana mayor. Sin embargo, más que escucharla Yuriko estaba concentrada en una cosa. Bueno, más bien dos cosas. Dos muy grandes cosas.
No hacía falta ser un genio investigador para darse cuenta de la diferencia de físicos y tras un par de vistazos al pecho de la desconocida y al suyo propio Yuriko no pudo hacer más que comprobar que lo que estaba viendo era cierto. De este modo, ante la sorpresa de todos, extendió ambas manos y apretó delicadamente los senos de la pelirroja.
-…Tan grandes… -Dijo Yuriko, con aire de tristeza. Sabía que nunca llegaría a tener un cuerpo como ese y que por lo tanto no era apta para formar una familia. Eso según las historietas echii que había leído de sus compañeros y el constante abuso psicológico que estos le daban por estar plana como tabla.
Tras la reacción de la chica, quien seguramente no esperaba tal osadía de parte de la mink, una más relajada audiencia de hombres consideró la oferta de la chica pelirroja.
-Está bien. –Dijo uno de ellos. –Es demasiado extraña, pero seguro que sabe al menos como lavar unos cuantos platos. ¿Estás dispuesta a trabajar aquí por un buen tiempo? Puedes quedarte en uno de los almacenes viejos y comerías de lo que cocinemos. Es lo que puedo ofrecerte.
-Yo…no entiendo. –Admitió Yuriko. -¿Debo trabajar para pagar la comida? Pero no quiero trabajar. ¿Por qué tengo que hacerlo?
-¿Cómo que por qué? –Exclamó confundido el hombre. –Es simple lógica. La comida cuesta dinero, no es gratis. Si no tienes dinero debes trabajar para tener dinero, eso es lo correcto.
-¿Es…lo correcto? –Repitió Yuriko.
El hombre asintió con la cabeza.
-¡Entonces lo haré! –Añadió Yuriko cambiando su semblante confundido por una vivaz sonrisa que dejó en claro a todos lo mona que era. Después de eso, la confusión llegó a su rostro otra vez. -¿Y qué debo hacer? –Añadió colgándose del brazo de la pelirroja, como una niña pequeña. -¿Tú me ayudaras? ¿Me enseñarás a ser buena? –Insistió.
Yuriko
Creado por Helena Spiros Sáb Mar 26, 2016 5:28 pm
Al principio Helena tuvo la impresión de que la albina no estaba mirándola a los ojos, y sin duda la acción que fue efectuada sobre sus pechos la tomo por completo desprevenida, pero en lugar de dar un salto hacia atrás llamando pervertida y maldiciendo, tan solo se ruborizó levemente manteniendo la sonrisa. Después de todo, que tocasen sus senos no era algo por completo extraño, solo que era ella o su madre quienes lo hacían para sacar algo de leche. De hecho, le parecío que aquello a quien no sentó bien fue a la manoseadora.
Se volvió con cierta alegría hacia sus compañeros, corriendo enseguida a darle abrazos a todos y cada uno de ellos, que se veían encantados por los mimos tan exagerados de la pelirroja. Había algo en su cabeza que la molestaba, algo fallaba. Se puso a pensar unos segundos, mientras que uno de los tipos salía a trote ligero del establecimiento en busca de la marina que Mildred se supuso había ido a avisar ante la amenaza que la medio vaca jamás notó. Entonces cayó en la cuenta de que debía ir a por los toneles de vino que dejó minutos atrás junto con Anne. Corrió en busca de los contenedores de licor, viéndose en un principio obligada a cargar con ellos de manera pesada y algo agotada hasta la puerta del establecimiento, donde los hombres fueron quienes los tomaron y llevaron a la despensa. Podría parecer en ocasiones que la ayudaban para llevarse los abrazos de la pelirroja, en solo dos días ya se habían habituado a aquella mecánica.
Helena andó con saltitos junto a la albina, con su habitual sonrisa. -Encantada, me llamo Helena.- Se introdujo llevandose la mano derecha al pecho. -¿Cómo te llamas, compañera?- Su cola se movía como la de un perrito contento, de lado a lado bastante deprisa. Se le acercó un poco más, hasta poder susurrarle al oido. -¿Te gustan? ¡Están llenitas de leche! Pero no me tengas envidia, menudos dolores de espalda durante algunos años.- Se separó escondiendo ambas manos en su espalda, aún con diversión y buena onda en su mirada.
-Dejate ya de tonterias si quieres ayudarla. Eso si, si ella llegase a hacer algo malo, las consecuencias caerían directamente sobre tí, Helena, por ser su defensora.- Le dejó bien clarito uno de los tipos, que parecía más molesto por haber recibido menos mimos.
-¡Si!- Exclamó levantando la mano. Entonces intentó sin éxito parecer más seria, como si fuese la jefa de la albina.- Bien novatilla, ahora te toca... mmm... ¿Pelar patatas? No, demasiado típico. ¿Ordeñarme? Nopis, de eso nada. Lo que sea que diga el jefe de cocina mejor.- Concluyó con una sonrisa en la que sacó un poco su lengua. Anduvo enseguida hasta la puerta de la cocina. Su charlatanería no daba tiempo a dejar hablar a otra persona, solía pasarle. -¡Vamos, pequeña!- Le hizo señas para que entrase allí tras la pelirroja-
Se volvió con cierta alegría hacia sus compañeros, corriendo enseguida a darle abrazos a todos y cada uno de ellos, que se veían encantados por los mimos tan exagerados de la pelirroja. Había algo en su cabeza que la molestaba, algo fallaba. Se puso a pensar unos segundos, mientras que uno de los tipos salía a trote ligero del establecimiento en busca de la marina que Mildred se supuso había ido a avisar ante la amenaza que la medio vaca jamás notó. Entonces cayó en la cuenta de que debía ir a por los toneles de vino que dejó minutos atrás junto con Anne. Corrió en busca de los contenedores de licor, viéndose en un principio obligada a cargar con ellos de manera pesada y algo agotada hasta la puerta del establecimiento, donde los hombres fueron quienes los tomaron y llevaron a la despensa. Podría parecer en ocasiones que la ayudaban para llevarse los abrazos de la pelirroja, en solo dos días ya se habían habituado a aquella mecánica.
Helena andó con saltitos junto a la albina, con su habitual sonrisa. -Encantada, me llamo Helena.- Se introdujo llevandose la mano derecha al pecho. -¿Cómo te llamas, compañera?- Su cola se movía como la de un perrito contento, de lado a lado bastante deprisa. Se le acercó un poco más, hasta poder susurrarle al oido. -¿Te gustan? ¡Están llenitas de leche! Pero no me tengas envidia, menudos dolores de espalda durante algunos años.- Se separó escondiendo ambas manos en su espalda, aún con diversión y buena onda en su mirada.
-Dejate ya de tonterias si quieres ayudarla. Eso si, si ella llegase a hacer algo malo, las consecuencias caerían directamente sobre tí, Helena, por ser su defensora.- Le dejó bien clarito uno de los tipos, que parecía más molesto por haber recibido menos mimos.
-¡Si!- Exclamó levantando la mano. Entonces intentó sin éxito parecer más seria, como si fuese la jefa de la albina.- Bien novatilla, ahora te toca... mmm... ¿Pelar patatas? No, demasiado típico. ¿Ordeñarme? Nopis, de eso nada. Lo que sea que diga el jefe de cocina mejor.- Concluyó con una sonrisa en la que sacó un poco su lengua. Anduvo enseguida hasta la puerta de la cocina. Su charlatanería no daba tiempo a dejar hablar a otra persona, solía pasarle. -¡Vamos, pequeña!- Le hizo señas para que entrase allí tras la pelirroja-
Helena Spiros
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Yuriko Lun Mar 28, 2016 9:57 am
La enérgica pelirroja se había presentado como “Helena”. Yuriko había pasado de la cautela a la admiración cuando la chica se desenvolvió un poco más cerca de ella, por lo que pudo darse cuenta de que, así como ella, Helena también era en parte de la tribu Mink. Al notar esto las orejas de Yuriko se levantaron instintivamente de su cabello y su cola, hasta ese momento enrollada sobre su cintura comenzó a bailar al mismo ritmo que la de Helena.
-¡Que me parta un rayo! –Dijo uno de los hombres del lugar. -¿Otra más? Parece que nos invaden las chicas monas con cola. –Añadió en tono de broma.
Yuriko no le dio importancia ya que estaba demasiado concentrada en Helena y en sus comentarios sobre las desventajas de tener grandes pechos. La albina estaba mesmerizada por la actitud jovial de Helena y de cierta forma ya la admiraba. Cuando esta le preguntó su nombre, la espadachín dudó un poco antes de contestarle.
-…Yuriko… -Dijo con voz queda.
Después de eso acompañó a la pelirroja a la cocina donde se le darían sus siguientes instrucciones. De primera instancia a Yuriko le pareció un mundo completamente diferente. Ella había aprendido a cocinar desde pequeña, para satisfacer las necesidades de su amo y el lugar donde ella había practicado hasta adquirir sus habilidades culinarias había sido más parecido a una prisión que a cualquier otra cosa. Sin embargo, al ver la cocina de aquel restaurante junto con una gran cantidad de gente trabajando al máximo como compañeros la dejó atontada un buen rato.
Mientras eso ocurría el jefe de la cocina se acercó a ambas chicas.
-Tú debes ser la nueva. –Dijo con certeza mirando a Yuriko.[color:4ab0=##006699] –Por ahora lo mejor será que nos ayudes con la limpieza de las ollas y cacerolas. Estamos en hora pico y a algunos de nuestros ayudantes se les ocurrió resfriarse al mismo tiempo. Helena te supervisará de tanto en tanto.
Yuriko asintió, aun extasiada por el ambiente y comenzó a realizar su labor con una eficiencia militar.
No pasó mucho tiempo antes de que todos en aquella cocina notaran la maestría con la que Yuriko se deshacía de la suciedad en los instrumentos de forma rápida y precisa.
-¡Wow! –Exclamó una de las cocineras. -¿Habías hecho esto antes?
Yuriko asintió con la cabeza.
-Antes cocinaba. –Explicó Yuriko. –Limpiar tus cosas es también parte de la cocina. Pero nunca había probado algo así, es todo muy delicioso. –Añadió pasando su dedo por las sobras de una cacerola que aún no limpiaba.
-¿De dónde vienes? –Preguntó otro de los chefs.
Yuriko no respondió inmediatamente. Sabía que si mencionaba que era de Wano, había la posibilidad de que alguien la delatara y tuviera que regresar a servir al sobrino del Daimyo.
-Yo…no lo recuerdo. –Dijo, sin sonar muy convincente y después continuó haciendo su labor sin decir nada más.
-¡Que me parta un rayo! –Dijo uno de los hombres del lugar. -¿Otra más? Parece que nos invaden las chicas monas con cola. –Añadió en tono de broma.
Yuriko no le dio importancia ya que estaba demasiado concentrada en Helena y en sus comentarios sobre las desventajas de tener grandes pechos. La albina estaba mesmerizada por la actitud jovial de Helena y de cierta forma ya la admiraba. Cuando esta le preguntó su nombre, la espadachín dudó un poco antes de contestarle.
-…Yuriko… -Dijo con voz queda.
Después de eso acompañó a la pelirroja a la cocina donde se le darían sus siguientes instrucciones. De primera instancia a Yuriko le pareció un mundo completamente diferente. Ella había aprendido a cocinar desde pequeña, para satisfacer las necesidades de su amo y el lugar donde ella había practicado hasta adquirir sus habilidades culinarias había sido más parecido a una prisión que a cualquier otra cosa. Sin embargo, al ver la cocina de aquel restaurante junto con una gran cantidad de gente trabajando al máximo como compañeros la dejó atontada un buen rato.
Mientras eso ocurría el jefe de la cocina se acercó a ambas chicas.
-Tú debes ser la nueva. –Dijo con certeza mirando a Yuriko.[color:4ab0=##006699] –Por ahora lo mejor será que nos ayudes con la limpieza de las ollas y cacerolas. Estamos en hora pico y a algunos de nuestros ayudantes se les ocurrió resfriarse al mismo tiempo. Helena te supervisará de tanto en tanto.
Yuriko asintió, aun extasiada por el ambiente y comenzó a realizar su labor con una eficiencia militar.
No pasó mucho tiempo antes de que todos en aquella cocina notaran la maestría con la que Yuriko se deshacía de la suciedad en los instrumentos de forma rápida y precisa.
-¡Wow! –Exclamó una de las cocineras. -¿Habías hecho esto antes?
Yuriko asintió con la cabeza.
-Antes cocinaba. –Explicó Yuriko. –Limpiar tus cosas es también parte de la cocina. Pero nunca había probado algo así, es todo muy delicioso. –Añadió pasando su dedo por las sobras de una cacerola que aún no limpiaba.
-¿De dónde vienes? –Preguntó otro de los chefs.
Yuriko no respondió inmediatamente. Sabía que si mencionaba que era de Wano, había la posibilidad de que alguien la delatara y tuviera que regresar a servir al sobrino del Daimyo.
-Yo…no lo recuerdo. –Dijo, sin sonar muy convincente y después continuó haciendo su labor sin decir nada más.
Yuriko
Creado por Helena Spiros Jue Mar 31, 2016 12:02 pm
Helena tuvo que aguantarse unas ganas terribles de saltar sobre la menor y rascarla tras las orejas cuando vio como surgían apéndices felinos de ella, ignorando el comentario del tipo, sus ojos violetas brillaban de emoción. Hubo vivido entre seres medio animales toda su vida, humanoides también, pero no recordaba ninguna minina entre aquellas personas.
Sintió bastante felicidad de que la chica que se decía llamar "Yuriko" pareciese tan agradable a pesar de que al parecer la habían considerado peligrosa, dato que a Helena le importaba entre poco y nada, solo pegó un gritito de alegría, levantando los brazos y cerrando los ojos. Tal vez fuese exagerada a la hora de demostrar que le gustaba tener a alguien como ella cerca, no por eso iba a cortarse.
-¡Helena!- Bramó el jefe de cocina, no parecía que la pelirroja le cayese del todo bien por el tono tan tosco que utilizaba al dirigirse a ella. -A parte de comprobar si la nueva se adapta, hoy vas a dar muchos paseos, te tocará ser camarera.-
-¿Quéee?- Como si le hubiesen pegado una puñalada en la espalda, baja la cabeza y brazos, notablemente desanimada. A ella lo que le gustaba era cocinar, no servir a los clientes. -Venga, déjame quedarme aquí jo.- Incluso llegó a poner ojos de cachorrito en un intento por engatusarlo. Lo que recibió como respuesta fue una mirada que dio a entender que no quería escuchar más replicas por partes de la medio vaca, quien adquirió un tono algo azulado en la cara, levantando ambos pulgares a modo de decir "entendido". Era cierto que le daba miedo el jefe de cocina, pero más por tener poder para echarla que por el porte de aquel hombre.
Colocándose enseguida un pequeño delantal que difería por tamaño del de los cocineros, la pelirroja expulsó mucho aire por su nariz, como si fuese toro en vez de vaca. Se volvió hacia la albina y la saludo enérgicamente ondeando la mano, aunque no se encontrase tan lejos, intentando darle apoyo moral
Abandonó la cocina con una libretita en mano, aparentemente ya había vuelto por completo todo su buen humor sin el que Helena se veía tan extraña. A pesar de sus quejas anteriores, no era un trabajo que se le diese tan mal, con su buen humor tenía mucha facilidad en el trato directo con clientes, pudiendo interactuar incluso más allá de simplemente tomar nota de los pedidos. No tardaría demasiado en terminar con su parte del establecimiento, volviendo lo bastante deprisa a la cocina como para echarle un vistazo a la menor, según parecía lo estaba haciendo bastante bien. Sin siquiera decir los pedidos en voz alta ni dejar la hojita para que pudiesen leerla, se acercó más a la albina, a tiempo para escuchar su pequeña conversación.
No supo en principio que decirle, así que tan solamente le dio unas palmadas en los hombros desde atrás. Si por Helena fuese, la habría abrazado, pero no todo el mundo se tomaba bien del todo las excesivas muestras de afecto que la pelirroja tendía a dar, y no quería arriesgarse aunque la contraria se atreviese a tocarle el pecho con total normalidad. –No te preocupes, pequeña Yuriko, la tita Helena se hará cargo de ti hasta que te recuperes tu memoria.- Aunque solo permanecería allí por dos semanas, no podía evitar querer ayudarla. Si bien había algunas personas que no se tragaron del todo la respuesta de la albina, seguramente la actuación ingenua de la pelirroja los convenció. En ese momento fue que recordó acercade los pedidos, girándose enseguida comenzó a enunciar los pedidos con sus mesas correspondientes. Lo único destacable era la gran cantidad de vino que hubo pedido la mesa 7, demasiada para ser la hora que era. -Sigue trabajando bien y pronto serás libre de nuevo.- Intentó animarla lo que pudo antes de volver a tomar más pedidos rápidamente.
Sintió bastante felicidad de que la chica que se decía llamar "Yuriko" pareciese tan agradable a pesar de que al parecer la habían considerado peligrosa, dato que a Helena le importaba entre poco y nada, solo pegó un gritito de alegría, levantando los brazos y cerrando los ojos. Tal vez fuese exagerada a la hora de demostrar que le gustaba tener a alguien como ella cerca, no por eso iba a cortarse.
-¡Helena!- Bramó el jefe de cocina, no parecía que la pelirroja le cayese del todo bien por el tono tan tosco que utilizaba al dirigirse a ella. -A parte de comprobar si la nueva se adapta, hoy vas a dar muchos paseos, te tocará ser camarera.-
-¿Quéee?- Como si le hubiesen pegado una puñalada en la espalda, baja la cabeza y brazos, notablemente desanimada. A ella lo que le gustaba era cocinar, no servir a los clientes. -Venga, déjame quedarme aquí jo.- Incluso llegó a poner ojos de cachorrito en un intento por engatusarlo. Lo que recibió como respuesta fue una mirada que dio a entender que no quería escuchar más replicas por partes de la medio vaca, quien adquirió un tono algo azulado en la cara, levantando ambos pulgares a modo de decir "entendido". Era cierto que le daba miedo el jefe de cocina, pero más por tener poder para echarla que por el porte de aquel hombre.
Colocándose enseguida un pequeño delantal que difería por tamaño del de los cocineros, la pelirroja expulsó mucho aire por su nariz, como si fuese toro en vez de vaca. Se volvió hacia la albina y la saludo enérgicamente ondeando la mano, aunque no se encontrase tan lejos, intentando darle apoyo moral
Abandonó la cocina con una libretita en mano, aparentemente ya había vuelto por completo todo su buen humor sin el que Helena se veía tan extraña. A pesar de sus quejas anteriores, no era un trabajo que se le diese tan mal, con su buen humor tenía mucha facilidad en el trato directo con clientes, pudiendo interactuar incluso más allá de simplemente tomar nota de los pedidos. No tardaría demasiado en terminar con su parte del establecimiento, volviendo lo bastante deprisa a la cocina como para echarle un vistazo a la menor, según parecía lo estaba haciendo bastante bien. Sin siquiera decir los pedidos en voz alta ni dejar la hojita para que pudiesen leerla, se acercó más a la albina, a tiempo para escuchar su pequeña conversación.
No supo en principio que decirle, así que tan solamente le dio unas palmadas en los hombros desde atrás. Si por Helena fuese, la habría abrazado, pero no todo el mundo se tomaba bien del todo las excesivas muestras de afecto que la pelirroja tendía a dar, y no quería arriesgarse aunque la contraria se atreviese a tocarle el pecho con total normalidad. –No te preocupes, pequeña Yuriko, la tita Helena se hará cargo de ti hasta que te recuperes tu memoria.- Aunque solo permanecería allí por dos semanas, no podía evitar querer ayudarla. Si bien había algunas personas que no se tragaron del todo la respuesta de la albina, seguramente la actuación ingenua de la pelirroja los convenció. En ese momento fue que recordó acercade los pedidos, girándose enseguida comenzó a enunciar los pedidos con sus mesas correspondientes. Lo único destacable era la gran cantidad de vino que hubo pedido la mesa 7, demasiada para ser la hora que era. -Sigue trabajando bien y pronto serás libre de nuevo.- Intentó animarla lo que pudo antes de volver a tomar más pedidos rápidamente.
Helena Spiros
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