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Creado por Mitsuki Urushiba Jue Dic 17, 2015 5:48 pm
El aire, el mar y el sol. Todo el clima parecía estar en perfecta armonía en aquella isla con los rayos del sol tan cálidos, el mar soltando leves sonidos armónicos y hermosos mientras que el viento, un viento que apenas soplaba manteniendo una temperatura agradable con el resto del ambiente, lo cual a su vez lograba acariciar mi no muy extensa cabellera negra, logrando que los pocos mechones sueltos bailaran libremente. Por otro lado la monotonía en aquel ambiente era inmensa, nada destacaba sobre nada, siquiera la gente que vivía allí parecía ser diferente una de la otra. Como era de esperarse en momentos como aquellos la impaciencia era algo que comenzaba a atacarme dada lo monótono de la situación que me rodeaba.
Mi caminar era sin duda alguna algo diferente, recto y con un importante derroche de confianza siendo que sabia mas que nada mi posición predominante entre muchas de aquellas personas que lograban mirarme, de seguro admirándome por lo diferente que era, por que, justamente, representaba algo nuevo en aquel paisaje siempre igual. Con el pasar de los minutos no logre hacer mas que soltar un suspiro en un tono bajo aunque de manera bastante prolongada siendo que incluso logre quedarme sin aire en mis pulmones lo cual me llevo a inspirar e inflar mi pecho; un excelente método de relajación que aprendí de un libro en una de mis muchas lecturas.
-...- Finalmente unos metros mas adelante, tras una extensa caminata que no hacia mas que aburrirme, logre ver a lo lejos lo que parecía ser un bar con un letrero bastante grande en el cual rezaba un nombre al cual no le prestaría mayor importancia. Sin decir nada y sin siquiera pensarlo me adentre en aquel bar, que para mi sorpresa se encontraba bastante limpio, sin duda alguna un sitio bastante cuidado para una isla con fama por las peleas -Sake, por favor- Le dije al barman mientras me acercaba a una de las sillas de la barra, dejando caer mi cuerpo y, con ello, efectuando un ligero ruido con ambas espadas. Dentro de mi mente se encontraba la vaga idea de que tal vez, y solo tal vez, una ligera copa de una bebida fuerte pudiera cambiar lo aburrido de aquel día.
Mi caminar era sin duda alguna algo diferente, recto y con un importante derroche de confianza siendo que sabia mas que nada mi posición predominante entre muchas de aquellas personas que lograban mirarme, de seguro admirándome por lo diferente que era, por que, justamente, representaba algo nuevo en aquel paisaje siempre igual. Con el pasar de los minutos no logre hacer mas que soltar un suspiro en un tono bajo aunque de manera bastante prolongada siendo que incluso logre quedarme sin aire en mis pulmones lo cual me llevo a inspirar e inflar mi pecho; un excelente método de relajación que aprendí de un libro en una de mis muchas lecturas.
-...- Finalmente unos metros mas adelante, tras una extensa caminata que no hacia mas que aburrirme, logre ver a lo lejos lo que parecía ser un bar con un letrero bastante grande en el cual rezaba un nombre al cual no le prestaría mayor importancia. Sin decir nada y sin siquiera pensarlo me adentre en aquel bar, que para mi sorpresa se encontraba bastante limpio, sin duda alguna un sitio bastante cuidado para una isla con fama por las peleas -Sake, por favor- Le dije al barman mientras me acercaba a una de las sillas de la barra, dejando caer mi cuerpo y, con ello, efectuando un ligero ruido con ambas espadas. Dentro de mi mente se encontraba la vaga idea de que tal vez, y solo tal vez, una ligera copa de una bebida fuerte pudiera cambiar lo aburrido de aquel día.
Mitsuki Urushiba
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 1 | 1 |
Creado por Myrna Lun Dic 21, 2015 1:44 pm
La paz y la alegría revoloteaban por el aire. El fresco viento de invierno marcaba el suave balanceo de sus lacios cabellos verdosos y la tela de su amplio vestido campestre, mientras sus pasos calmos pero constantes la llevaban a un destino desconocido. La alegría del poblado, las conversaciones animadas, las risas joviales, las burlas amistosas. Todos los ingredientes juntos para crear el banquete de emoción y entusiasmo entre los habitantes de aquella peculiar isla… Y que puto asco, en serio.
Decepción. Completa y total decepción era aquel sentimiento que nacía desde su pecho hasta su estomago. Su rostro podría mantenerse parsimonioso y apacible conforme caminaba por los amplios caminos del poblado, pero en el interior de aquella cara de ángel ausente, estaba nada más que un profundo sentimiento de frustración y desaire. Había desperdiciado un par de días de su vida, días que pudo pasarlos junto a su Lady, para encaminarse a esta curiosa elevación de tierra sobre el nivel del mar para probar sus platillos. Había viajado al otro extremo del océano para aprender más sobre los atributos culinarios de la Isla Karate, pensando ingenuamente que quizás, solo quizás, sus platillos fueran preparados a modo de un arte marcial. Tenía la esperanza de encontrar una manera de cocinar equilibrada con el arte de la lucha, de modo que podía aprenderlas y aplicarlas a su propio estilo de combate y cocina… ¡Pero! Bendita realidad. Preparaban sus comidas como todo el mundo. De forma aburrida, insulsa y hasta lenta si podía decir. Decepción total. ¡Hasta la gente aquí era asquerosamente pacifica! Esperaba mucho más de un sitio que se hacía llamar “Isla Karate”. Nombre que al parecer, le quedaba gordo.
— Ahora mismo podría estar alimentando a My Lady… — Murmuró a regañadientes. Se maldecía a sí misma por semejante idea infantil que la impulso a hacer ese viaje sola. Ahora, como mujer libre, podía viajar individualmente, en solitario y sin molestar a nadie. A pesar de que había escogido servirle a su amada pelirroja, esta misma le daba libertades y privilegios mayores que a muchos de sus pares. Sí, Evelyne la mimaba cuando quería. Le había proporcionado un pequeño barco para su viaje, incluso algunos hombres que le ayudaran con el viaje. Agradecida, rechazo la oferta. Pensando ingenuamente que serian un estorbo para su aprendizaje… Pero ahora, joder, se arrepentía del momento exacto en que se le ocurrió semejante idiotez. Ahora estaba frustrada, aburrida, y con el conocimiento de que su Lady estaba ahora mismo en quien sabe donde, en quien sabe qué… Y con… Ugh… — Él… — Bufó por lo bajo, mientras la imagen de cierto rubio con escases de testículos se aparecía en su mente. Mejor era distraerse. El estomago empezaba a gruñirle, y necesitaba energías para su vergonzoso viaje de regreso.
Su nariz, tan eficaz y útil, comenzó su búsqueda de alimento decente, guiándola por alguna razón hasta un bar de nombre remarcado en el letrero de la entrada, más no se molesto en leerlo. No lo necesitaba, pues el nombre le resbalaba completamente, siendo lo que necesitaba para reconocer el aroma de la comida y podría volver a encontrar el local en el futuro. Entró, llevándose una decepción más pesada a su lista… Un bar de mala muerte. El aroma a alcohol, vómitos, sudor, ebriedad y estupidez penetraba su sensible nariz, obligándola a cubrirse con la tela de sus mangas, esperando a adaptarse al ambiente que le rodeaba… Más valía que la comida fuera tan buena como olía. O iba a matar a alguien.
Se acercó hasta tomar asiento en la barra, pidiendo inmediatamente un plato de pollo a la parrilla con tocino y patatas. De posición recta de espalda, esperando a ser atendida, aprovechando para observar al resto de las personas que se encontraban presentes… Un aroma extrañamente agradable llego a sus fosas nasales... Sutil, suave, exquisito, mortal. Era el inconfundible aroma de la hoja de una espada; y no cualquier espada, sino una buena espada. Y no solo era una, eran dos… Inclinó levemente su cuerpo hacia atrás, observando a una joven sentada no muy lejos de su posición de la barra, esperando por una bebida. Una mujer ciertamente con mucho encanto. Un halo de misterio y severidad la rodeaba, además de que la fragancia natural, mezclada con el aroma del hierro, hacía un perfume ciertamente agradable… — ¿Así que…? — Una voz arrastrada y masculina la alertó, haciéndola girarse para encontrarse con un ebrio. — ¿Qué hace una preciosura como tú en un sitio como este…? — Elevó una de sus cejas sin inmutarse. Bravo, simplemente bravo. Aquel viaje iba de maravilla. — Hambre. — Respondió la peli verde franca y cortante. Mentira no era. Sinceramente, de no ser porque el olor de la comida le gustaba, no habría entrado allí… Bueno, hacía tiempo que sus cuchillos no probaban sangre. Si el pobre bastardo seguí, habría una garganta abierta más en el mundo.
Decepción. Completa y total decepción era aquel sentimiento que nacía desde su pecho hasta su estomago. Su rostro podría mantenerse parsimonioso y apacible conforme caminaba por los amplios caminos del poblado, pero en el interior de aquella cara de ángel ausente, estaba nada más que un profundo sentimiento de frustración y desaire. Había desperdiciado un par de días de su vida, días que pudo pasarlos junto a su Lady, para encaminarse a esta curiosa elevación de tierra sobre el nivel del mar para probar sus platillos. Había viajado al otro extremo del océano para aprender más sobre los atributos culinarios de la Isla Karate, pensando ingenuamente que quizás, solo quizás, sus platillos fueran preparados a modo de un arte marcial. Tenía la esperanza de encontrar una manera de cocinar equilibrada con el arte de la lucha, de modo que podía aprenderlas y aplicarlas a su propio estilo de combate y cocina… ¡Pero! Bendita realidad. Preparaban sus comidas como todo el mundo. De forma aburrida, insulsa y hasta lenta si podía decir. Decepción total. ¡Hasta la gente aquí era asquerosamente pacifica! Esperaba mucho más de un sitio que se hacía llamar “Isla Karate”. Nombre que al parecer, le quedaba gordo.
— Ahora mismo podría estar alimentando a My Lady… — Murmuró a regañadientes. Se maldecía a sí misma por semejante idea infantil que la impulso a hacer ese viaje sola. Ahora, como mujer libre, podía viajar individualmente, en solitario y sin molestar a nadie. A pesar de que había escogido servirle a su amada pelirroja, esta misma le daba libertades y privilegios mayores que a muchos de sus pares. Sí, Evelyne la mimaba cuando quería. Le había proporcionado un pequeño barco para su viaje, incluso algunos hombres que le ayudaran con el viaje. Agradecida, rechazo la oferta. Pensando ingenuamente que serian un estorbo para su aprendizaje… Pero ahora, joder, se arrepentía del momento exacto en que se le ocurrió semejante idiotez. Ahora estaba frustrada, aburrida, y con el conocimiento de que su Lady estaba ahora mismo en quien sabe donde, en quien sabe qué… Y con… Ugh… — Él… — Bufó por lo bajo, mientras la imagen de cierto rubio con escases de testículos se aparecía en su mente. Mejor era distraerse. El estomago empezaba a gruñirle, y necesitaba energías para su vergonzoso viaje de regreso.
Su nariz, tan eficaz y útil, comenzó su búsqueda de alimento decente, guiándola por alguna razón hasta un bar de nombre remarcado en el letrero de la entrada, más no se molesto en leerlo. No lo necesitaba, pues el nombre le resbalaba completamente, siendo lo que necesitaba para reconocer el aroma de la comida y podría volver a encontrar el local en el futuro. Entró, llevándose una decepción más pesada a su lista… Un bar de mala muerte. El aroma a alcohol, vómitos, sudor, ebriedad y estupidez penetraba su sensible nariz, obligándola a cubrirse con la tela de sus mangas, esperando a adaptarse al ambiente que le rodeaba… Más valía que la comida fuera tan buena como olía. O iba a matar a alguien.
Se acercó hasta tomar asiento en la barra, pidiendo inmediatamente un plato de pollo a la parrilla con tocino y patatas. De posición recta de espalda, esperando a ser atendida, aprovechando para observar al resto de las personas que se encontraban presentes… Un aroma extrañamente agradable llego a sus fosas nasales... Sutil, suave, exquisito, mortal. Era el inconfundible aroma de la hoja de una espada; y no cualquier espada, sino una buena espada. Y no solo era una, eran dos… Inclinó levemente su cuerpo hacia atrás, observando a una joven sentada no muy lejos de su posición de la barra, esperando por una bebida. Una mujer ciertamente con mucho encanto. Un halo de misterio y severidad la rodeaba, además de que la fragancia natural, mezclada con el aroma del hierro, hacía un perfume ciertamente agradable… — ¿Así que…? — Una voz arrastrada y masculina la alertó, haciéndola girarse para encontrarse con un ebrio. — ¿Qué hace una preciosura como tú en un sitio como este…? — Elevó una de sus cejas sin inmutarse. Bravo, simplemente bravo. Aquel viaje iba de maravilla. — Hambre. — Respondió la peli verde franca y cortante. Mentira no era. Sinceramente, de no ser porque el olor de la comida le gustaba, no habría entrado allí… Bueno, hacía tiempo que sus cuchillos no probaban sangre. Si el pobre bastardo seguí, habría una garganta abierta más en el mundo.
Última edición por Myrna el Miér Dic 23, 2015 9:00 pm, editado 1 vez
Myrna
Hoja de personaje
Nivel:
(8/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Mitsuki Urushiba Mar Dic 22, 2015 4:43 pm
Poco a poco el sitio se iba volviendo mas y mas despreciable mientras esperaba aquella bebida de manera casi insultante. ¿Cuanto podía demorar una persona en poner un vaso y llenarlo de un trago envasado? Al parecer, la respuesta a esa pregunta, constaba de unas cuantas horas. Impaciente comencé a golpear con mis dedos la madera de aquella extensa barra efectuando un ritmo lo mas melódico posible, aunque claro, entre mis aptitudes no se encontraba la de la música y cada tanto no hacia mas que golpear mas fuerte o bajo desentonando -Tsk...- Me queje por lo bajo ante mi mas reciente fallo en la tonada aunque al mismo tiempo el sujeto que atendía, en lugar de servirme un misero trago, había optado por tomar el pedido de una persona que había llegado hacia poco a aquella estancia. Por su voz dulce y agradable no pude hacer otra cosa mas que pensar que se trataba de una mujer, aunque no tenia para nada pensado girarme a ver, no tenia ganas de llevarme la fantástica sorpresa de que las mujeres en aquella isla eran igual de monótonas y poco expresivas.
Volví a jugar con mis dedos sin darme cuenta aunque esta vez la velocidad era mucho mas acelerada pero el motivo por el cual frene fue completamente otro, esta vez no hice mas que dejar de jugar al ver como frente a mi se encontraba un pequeño plato de cerámica que era rápidamente llenado por un poco de aquella fuerte bebida traslucida. Mire al sujeto que atendía con la misma expresión de siempre, sin siquiera darle las gracias puesto que la demora que había efectuado no era algo para estarse agradecida. Sin mucha ceremonia mire aquello que había pedido y antes de tan siquiera poder ponerle un dedo encima escuche la voz de un borracho no muy lejos de mi refiriéndose a una tal "preciosura". No le hubiera dado mucha importancia a aquella voz si no fuera por el uso de aquella palabra que me hizo girarme para comprobar por mi misma la belleza de aquella persona a la que se referían.
Pelo verde, bastante largo, y un par de hermosos orbes de un extraño color ámbar, sin duda alguna aquella persona no era parte de la isla y, como si de una obviedad se tratara, se encontraba bastante seria y quizás aburrida sobre el ambiente que le rodeaba o al menos eso pretendía creer. -¿Acaso no la escuchaste hablar? Dijo que tiene hambre- Por primera vez en mucho tiempo uso mi propia voz para decir algo que no fuera un pedido o una pregunta simple, la había vuelto a usar para soltar una orden de la manera mas relajada posible. Aunque claro, el borracho no era de las personas que parecieran querer cooperar o atender a la razón por lo que creyó que seria buena idea burlarse de mi e intentar tocar a aquella dama, cosa que no podía permitirle de ninguna manera. Con un amplio suspiro tome una de mis espadas generando un ligero ruido por parte de la traba a la par que efectuaba un salto bastante elegante desde mi asiento hasta la espalda de aquella mujer, golpeando con el mango de mi arma el mentón de aquel estúpido ser bajo los efectos del alcohol.
Como era de esperarse cayo al suelo inconsciente mientras que yo enfundaba mi espada volviendo a trabar el mango de la misma -Lo siento, no era mi intención arruinar su estancia, que disfrute de la comida- Le dije a la peliverde, sin siquiera mirarla y con la vista cerrada mientras mi mano derecha se cerraba alrededor del plato de cerámica para así darle un largo y tendido sorbo a la bebida que tanto había esperado por mi. El calor paso por mi garganta como si me estuviera echando fuego por dentro dejándome en claro que estaba muy fuera de practica y que debía de comenzar a tomar al menos un poco mas seguido para no sentirme tan incomoda con un mero trago.
Volví a jugar con mis dedos sin darme cuenta aunque esta vez la velocidad era mucho mas acelerada pero el motivo por el cual frene fue completamente otro, esta vez no hice mas que dejar de jugar al ver como frente a mi se encontraba un pequeño plato de cerámica que era rápidamente llenado por un poco de aquella fuerte bebida traslucida. Mire al sujeto que atendía con la misma expresión de siempre, sin siquiera darle las gracias puesto que la demora que había efectuado no era algo para estarse agradecida. Sin mucha ceremonia mire aquello que había pedido y antes de tan siquiera poder ponerle un dedo encima escuche la voz de un borracho no muy lejos de mi refiriéndose a una tal "preciosura". No le hubiera dado mucha importancia a aquella voz si no fuera por el uso de aquella palabra que me hizo girarme para comprobar por mi misma la belleza de aquella persona a la que se referían.
Pelo verde, bastante largo, y un par de hermosos orbes de un extraño color ámbar, sin duda alguna aquella persona no era parte de la isla y, como si de una obviedad se tratara, se encontraba bastante seria y quizás aburrida sobre el ambiente que le rodeaba o al menos eso pretendía creer. -¿Acaso no la escuchaste hablar? Dijo que tiene hambre- Por primera vez en mucho tiempo uso mi propia voz para decir algo que no fuera un pedido o una pregunta simple, la había vuelto a usar para soltar una orden de la manera mas relajada posible. Aunque claro, el borracho no era de las personas que parecieran querer cooperar o atender a la razón por lo que creyó que seria buena idea burlarse de mi e intentar tocar a aquella dama, cosa que no podía permitirle de ninguna manera. Con un amplio suspiro tome una de mis espadas generando un ligero ruido por parte de la traba a la par que efectuaba un salto bastante elegante desde mi asiento hasta la espalda de aquella mujer, golpeando con el mango de mi arma el mentón de aquel estúpido ser bajo los efectos del alcohol.
Como era de esperarse cayo al suelo inconsciente mientras que yo enfundaba mi espada volviendo a trabar el mango de la misma -Lo siento, no era mi intención arruinar su estancia, que disfrute de la comida- Le dije a la peliverde, sin siquiera mirarla y con la vista cerrada mientras mi mano derecha se cerraba alrededor del plato de cerámica para así darle un largo y tendido sorbo a la bebida que tanto había esperado por mi. El calor paso por mi garganta como si me estuviera echando fuego por dentro dejándome en claro que estaba muy fuera de practica y que debía de comenzar a tomar al menos un poco mas seguido para no sentirme tan incomoda con un mero trago.
Mitsuki Urushiba
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 1 | 1 |
Creado por Myrna Miér Dic 23, 2015 8:55 pm
Definitivamente, aquel pobre bastardo ansiaba su muerte prematura. Es decir, vamos, en estos tiempos donde hasta un conejito bien podría ser un pacifista que podría transformarse en una metralleta; o hasta el más dulce de los niños podría estar armado con cuchillas hasta en los dientes, nadie podía fiarse de nadie. Nadie debía ser tomado a la ligera. Pues tras cualquier peatón aparentemente ignorante y ausente de la crueldad del mundo, podía yacer la mente más retorcida y paranoica, dispuesta a derramar sangre con gusto… ¿Qué mejor ejemplo que ella misma? El peligro acechaba donde fuera, aun bajo las máscaras más inocentes… Que intentaran sobrepasarse con ella solo por ser una mujer… era hasta insultante… Bah, qué más da. De todas formas, hacía tiempo que sus cuchillos no probaban carne fresca.
Mantenía sus hojas adheridas en sus antebrazos, debajo de la tela holgada de las mangas de su vestido. Un simple movimiento y el infeliz ni siquiera sabría qué lo corto. Habría un ebrio meno del cual preocuparse en el mundo. Oh, ¿El resto del local? Bah Si intentaban apresarla, detenerla o atacarla sería estúpidamente fácil perderlos. Vamos, que eran un montón de ebrios. Solo debería desaparecer entre los callejones para perderlos, además, aquello serviría como lección futura para el resto de los comensales… Cuídate de a quien le coqueteas, pues podría irte mal… Seh, vale, hay que reconocer que quizás, y solo quizás, estuviera llevando su sentido sanguinario un poquitito lejos. Pero estaba de un humor de perros. Estaba lejos de su tierra, lejos de su señora, lejos de su cocina. Nada conveniente era el molestar a esta chica en esos momentos.
La hoja de su cuchillo ya rozaba la palma de su mano, conforme el idiota continuaba con su patético intento de coqueteo. Un poco más. Acércate un poco más, infeliz, y aprenderás una lección única en la vida. Qué tal letal puede ser una herramienta para cocinar… Sin embargo, su arma se deslizo nuevamente a la seguridad de su manga, oculto de ojos curiosos, pues imprevistamente alguien se había dignado en socorrerla en tan vergonzoso momento de necesidad… Ojala algún día aquel hombre supiera que, aquel día particular, aquella joven de cabellos oscuros cual noche le había salvado la tráquea… el acercamiento le hizo abrir poco más sus orbes ambarinos de la impresión. No tanto por su intrépido accionar, sino más bien el exquisito perfume que seguía en estela a aquella impulsiva peli negra. Su aroma natural era fuerte, casi autoritario. Sin embargo, la fragancia del metal en esa espada… Joder, extrañaba ese olor. Tanto tiempo en un barco tan mal provisionado iba a matarla. Dejo al hombre caer al suelo, manteniendo su expresión apacible y neutra. Las miradas atónitas los rodeaban, más nadie se atrevió a retar a la valiente mujer… Vaya, la Isla Karate se había vuelto medianamente interesante de repente.
Se mantuvo observando a la joven por unos momentos. Degustaba de un trago amplio y puro de sake, dejando ver que el escozor de la bebida altamente alcohólica traspasaba su garganta. Le recordó un poco a su Lady, aunque Evelyne podía tomarse ese y diez tragos más como si fueran agua… Habilidad ciertamente preocupante, y no estaba segura de si su hígado sería compatible sería con ella –porque sí, se lo daría sin chistar–, pero en fin, ahora mismo tenía algo más frente a ella. Algo interesante, así que debía aprovecharlo…
Una vez llegada su orden, tomo su plato tranquilamente, encaminándose así hasta lograr alcanzar a la imponente peli negra. Con calma, cautela y lentitud, dejo su plato junto al sake de la joven, manteniendo una vista ausente enfocada al suelo… Vieja costumbre de su niñez. Nunca estaba permitido ver al comensal mientras se servía la comida. Era irrespetuoso, y recibía violentas palizas si desobedecía esa regla. — Gracias… Por lo de antes… — Murmuró en un tono bajo, casi inaudible. Juntó sus manos al frente, esperando que ella aceptara su pequeña ofrenda, todo aun sin establecer contacto visual… De nuevo, era irrespetuoso. Como diría su padre “una sirvienta no merece ver a quien le sirve la comida. Es asqueroso.”… Pero que encanto de hombre, ¿a qué no? — Por favor, tome un poco… Este bueno. — Refiriéndose a su plato. Si bien aun no lo había degustado, podía olerlo. La cocción de las papas, el pollo y el tocino estaba bien, la sazón era perceptible sutilmente y los ingredientes habían sido cocinados estando relativamente frescos… Ella pudo haberlo cocinado mejor, sí, pero estaba bueno. — Usted… No es de por aquí, ¿o sí? — Aumentó apenas un poco su tono de voz, pues los demás clientes del bar se habían puesto animosos entre risas y cantos desafinados. Más su vista seguía fija en el suelo, su rostro neutro y su espalda recta, de pie frente a su salvadora… Sin embargo, sus ojos se tomaron el atrevimiento de desviarse ligeramente hacia poco más arriba, llegando a posarse sobre aquellas espadas gemelas. Brillantes y relucientes, ansiosas y bien cuidadas… ¿Qué tan profundo cortarían?
Mantenía sus hojas adheridas en sus antebrazos, debajo de la tela holgada de las mangas de su vestido. Un simple movimiento y el infeliz ni siquiera sabría qué lo corto. Habría un ebrio meno del cual preocuparse en el mundo. Oh, ¿El resto del local? Bah Si intentaban apresarla, detenerla o atacarla sería estúpidamente fácil perderlos. Vamos, que eran un montón de ebrios. Solo debería desaparecer entre los callejones para perderlos, además, aquello serviría como lección futura para el resto de los comensales… Cuídate de a quien le coqueteas, pues podría irte mal… Seh, vale, hay que reconocer que quizás, y solo quizás, estuviera llevando su sentido sanguinario un poquitito lejos. Pero estaba de un humor de perros. Estaba lejos de su tierra, lejos de su señora, lejos de su cocina. Nada conveniente era el molestar a esta chica en esos momentos.
La hoja de su cuchillo ya rozaba la palma de su mano, conforme el idiota continuaba con su patético intento de coqueteo. Un poco más. Acércate un poco más, infeliz, y aprenderás una lección única en la vida. Qué tal letal puede ser una herramienta para cocinar… Sin embargo, su arma se deslizo nuevamente a la seguridad de su manga, oculto de ojos curiosos, pues imprevistamente alguien se había dignado en socorrerla en tan vergonzoso momento de necesidad… Ojala algún día aquel hombre supiera que, aquel día particular, aquella joven de cabellos oscuros cual noche le había salvado la tráquea… el acercamiento le hizo abrir poco más sus orbes ambarinos de la impresión. No tanto por su intrépido accionar, sino más bien el exquisito perfume que seguía en estela a aquella impulsiva peli negra. Su aroma natural era fuerte, casi autoritario. Sin embargo, la fragancia del metal en esa espada… Joder, extrañaba ese olor. Tanto tiempo en un barco tan mal provisionado iba a matarla. Dejo al hombre caer al suelo, manteniendo su expresión apacible y neutra. Las miradas atónitas los rodeaban, más nadie se atrevió a retar a la valiente mujer… Vaya, la Isla Karate se había vuelto medianamente interesante de repente.
Se mantuvo observando a la joven por unos momentos. Degustaba de un trago amplio y puro de sake, dejando ver que el escozor de la bebida altamente alcohólica traspasaba su garganta. Le recordó un poco a su Lady, aunque Evelyne podía tomarse ese y diez tragos más como si fueran agua… Habilidad ciertamente preocupante, y no estaba segura de si su hígado sería compatible sería con ella –porque sí, se lo daría sin chistar–, pero en fin, ahora mismo tenía algo más frente a ella. Algo interesante, así que debía aprovecharlo…
Una vez llegada su orden, tomo su plato tranquilamente, encaminándose así hasta lograr alcanzar a la imponente peli negra. Con calma, cautela y lentitud, dejo su plato junto al sake de la joven, manteniendo una vista ausente enfocada al suelo… Vieja costumbre de su niñez. Nunca estaba permitido ver al comensal mientras se servía la comida. Era irrespetuoso, y recibía violentas palizas si desobedecía esa regla. — Gracias… Por lo de antes… — Murmuró en un tono bajo, casi inaudible. Juntó sus manos al frente, esperando que ella aceptara su pequeña ofrenda, todo aun sin establecer contacto visual… De nuevo, era irrespetuoso. Como diría su padre “una sirvienta no merece ver a quien le sirve la comida. Es asqueroso.”… Pero que encanto de hombre, ¿a qué no? — Por favor, tome un poco… Este bueno. — Refiriéndose a su plato. Si bien aun no lo había degustado, podía olerlo. La cocción de las papas, el pollo y el tocino estaba bien, la sazón era perceptible sutilmente y los ingredientes habían sido cocinados estando relativamente frescos… Ella pudo haberlo cocinado mejor, sí, pero estaba bueno. — Usted… No es de por aquí, ¿o sí? — Aumentó apenas un poco su tono de voz, pues los demás clientes del bar se habían puesto animosos entre risas y cantos desafinados. Más su vista seguía fija en el suelo, su rostro neutro y su espalda recta, de pie frente a su salvadora… Sin embargo, sus ojos se tomaron el atrevimiento de desviarse ligeramente hacia poco más arriba, llegando a posarse sobre aquellas espadas gemelas. Brillantes y relucientes, ansiosas y bien cuidadas… ¿Qué tan profundo cortarían?
Myrna
Hoja de personaje
Nivel:
(8/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Mitsuki Urushiba Lun Dic 28, 2015 2:51 pm
Idiota de mi parte. Claro que una vez que se rescata a alguien, que se intenta ser bondadoso, esa misma persona iba a intentar pagarte aquel acto de buena fe de alguna manera. Puede que la peliverde no fuera la clara y exacta personificación de esa regla puesto que tenia sus falencias, como las armas escondidas que llevaba bajo sus ropas, algo que claramente llegue a ver, aunque no fue hasta que estuve a su espalda, de haberlo sabido antes le hubiera dejado actuar por si sola -...- Deje escapar un amplio suspiro, otro de los tantos que expulsaba cada poco tiempo, y gire mi rostro para ver a aquella mujer que ahora se encontraba justo a mi lado, mucho mas cerca de lo que me gustaría que estuviera, aunque su fragancia era realmente extravagante, algo exquisita y que, como ya era obvio, demostraba que no era de aquella isla.
Al abrir mis ojos no pude hacer mas que arrugar mi expresión completa, desde mis labios hasta mis ojos, puesto que aquella mujer no se dedicaba a subir la mirada, se mantenía con la misma fija en el mismo suelo, como si en el mismo hubiera algo mas interesante que verme a los ojos puesto que dudaba que mis ojos, por muy oscuros y ausentes de vida que fueran, pudieran asustarla o imponerle un respeto tan extremo -No fue nada- Le quite valor al asunto, que mas daba si aquel borracho estaba muerto o solo inconsciente, siquiera la gente del bar se llego a preocupar por aquel tipo por lo que con completa seguridad era una molestia para todos los presentes -Claro...- Tenia dinero para pagarme una comida, dinero mas que suficiente para ello y muchas otras cosas, pero no iba a negarme ante tal propuesta, aunque en conjunto con ello debía de admitir mi fuerte atracción hacia aquella fémina que le había puesto algo de color a aquella insulsa isla, era por demás un ser extravagante que deseaba comprender por un capricho personal.
Sin mucho problema acerque mi mano hacia el plato ajeno y, como la misma había indicado, le tome una pequeña porción de las papas que fácilmente se podían cortar incluso con el tenedor, lo cual al llevarme aquel alimento a la boca me indicio lo obvio. La buena cocción y lo delicioso del sabor, lo bien condimentado que se encontraba. Como era de esperarse en mi infancia había probado miles de platos mucho mas deliciosos que el mismo que estaba comiendo ahora mismo pero, sin duda alguna, aquella comida no estaba del tomo mal para aquel sitio y, dentro de todo lo que había llegado a comer en mis días de soledad, tras la muerte de toda mi familia, se podría decir que era todo un manjar. Termine de tragar e incluso me tome mi tiempo para responder al limpiarme la comisura de mis labios, unas viejas costumbres de mi infancia que no eran fáciles de borrar -Por supuesto que no lo soy, esta isla es insulsa para mi gusto- Al terminar mi respuesta note que había dicho algunas palabras de mas puesto que aquella mujer, aunque no lo pareciera, podía resultar una habitante de aquel sitio. No dije nada mas respecto a aquel tema, no quera embarrar mucho mas la situación de lo que ya lo había hecho.
Al mirar hacia atrás, justo donde se encontraban aquellos sujetos ya mas borrachos que antes, no pude evitar notar como la vista de la peliverde se posaba justo sobre Urano, una de las espadas gemelas que colgaban de mi cintura. Con todo lo aprendido en mis días, y con todo lo que sabía de mis propias armas, si la misma se volvía mi enemiga en un combate sabía el punto justo para desarmarla por lo cual lleve una de mis manos hacia su funda y tras un ligero ruido, un pequeño ruido producido por el seguro, solté aquella extensa arma de filo y la desenfunde a una velocidad realmente lenta. En cuanto estuvo completamente fuera de su envoltura la extendí ligeramente hacia un lado mio para que aquella fémina la tomara entre sus manos -Tómala si quieres, te vez mucho mas interesada en ella de lo que estas en mi- Aunque fuera muy extraño en mi lo había dicho como una ligera broma puesto que su mirada se encontraba en todas partes menos en mí, tal vez tenia sus motivos para ello pero no podía hacer otra cosa que no fuera molestarla un poco con ello para ver si finalmente podía mantener una mirada fija con aquel par de orbes ambarinos que tan hermosos se me habían hecho de ver. Aunque por otro lado debía de reconocer que mi sentido del humor era en realidad un poco crudo.
Al abrir mis ojos no pude hacer mas que arrugar mi expresión completa, desde mis labios hasta mis ojos, puesto que aquella mujer no se dedicaba a subir la mirada, se mantenía con la misma fija en el mismo suelo, como si en el mismo hubiera algo mas interesante que verme a los ojos puesto que dudaba que mis ojos, por muy oscuros y ausentes de vida que fueran, pudieran asustarla o imponerle un respeto tan extremo -No fue nada- Le quite valor al asunto, que mas daba si aquel borracho estaba muerto o solo inconsciente, siquiera la gente del bar se llego a preocupar por aquel tipo por lo que con completa seguridad era una molestia para todos los presentes -Claro...- Tenia dinero para pagarme una comida, dinero mas que suficiente para ello y muchas otras cosas, pero no iba a negarme ante tal propuesta, aunque en conjunto con ello debía de admitir mi fuerte atracción hacia aquella fémina que le había puesto algo de color a aquella insulsa isla, era por demás un ser extravagante que deseaba comprender por un capricho personal.
Sin mucho problema acerque mi mano hacia el plato ajeno y, como la misma había indicado, le tome una pequeña porción de las papas que fácilmente se podían cortar incluso con el tenedor, lo cual al llevarme aquel alimento a la boca me indicio lo obvio. La buena cocción y lo delicioso del sabor, lo bien condimentado que se encontraba. Como era de esperarse en mi infancia había probado miles de platos mucho mas deliciosos que el mismo que estaba comiendo ahora mismo pero, sin duda alguna, aquella comida no estaba del tomo mal para aquel sitio y, dentro de todo lo que había llegado a comer en mis días de soledad, tras la muerte de toda mi familia, se podría decir que era todo un manjar. Termine de tragar e incluso me tome mi tiempo para responder al limpiarme la comisura de mis labios, unas viejas costumbres de mi infancia que no eran fáciles de borrar -Por supuesto que no lo soy, esta isla es insulsa para mi gusto- Al terminar mi respuesta note que había dicho algunas palabras de mas puesto que aquella mujer, aunque no lo pareciera, podía resultar una habitante de aquel sitio. No dije nada mas respecto a aquel tema, no quera embarrar mucho mas la situación de lo que ya lo había hecho.
Al mirar hacia atrás, justo donde se encontraban aquellos sujetos ya mas borrachos que antes, no pude evitar notar como la vista de la peliverde se posaba justo sobre Urano, una de las espadas gemelas que colgaban de mi cintura. Con todo lo aprendido en mis días, y con todo lo que sabía de mis propias armas, si la misma se volvía mi enemiga en un combate sabía el punto justo para desarmarla por lo cual lleve una de mis manos hacia su funda y tras un ligero ruido, un pequeño ruido producido por el seguro, solté aquella extensa arma de filo y la desenfunde a una velocidad realmente lenta. En cuanto estuvo completamente fuera de su envoltura la extendí ligeramente hacia un lado mio para que aquella fémina la tomara entre sus manos -Tómala si quieres, te vez mucho mas interesada en ella de lo que estas en mi- Aunque fuera muy extraño en mi lo había dicho como una ligera broma puesto que su mirada se encontraba en todas partes menos en mí, tal vez tenia sus motivos para ello pero no podía hacer otra cosa que no fuera molestarla un poco con ello para ver si finalmente podía mantener una mirada fija con aquel par de orbes ambarinos que tan hermosos se me habían hecho de ver. Aunque por otro lado debía de reconocer que mi sentido del humor era en realidad un poco crudo.
Mitsuki Urushiba
Hoja de personaje
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