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Creado por Aidan Lutz Mar Dic 08, 2015 5:01 pm
Loguetown.
Hace 2 meses.
Hace 2 meses.
¿Cómo había acabado allí? Simple, los altos mandos de la Marina y gran parte de la nobleza perteneciente al Gobierno Mundial del Reino de Goa habían decidido enviarle a Loguetown para acabar con todos aquellos delincuentes que quisieran entrar al Grand Line y para limpiar los antecedentes que tenía. Por ello y muchos otros motivos más personales que profesionales, caminaba por las calles de la ciudad, tranquila y pausadamente. Su capa de cuero negro se movía en perfecta sintonía con cada una de las pisadas que éste daba mientras se dirigía a un anciano que se ayudaba de una cachaba de madera para poder caminar.
—Perdone, señor. —Se dirigió hacia el anciano apoyando su mano derecha en el hombro izquierdo del mismo. —¿Sabe donde se encuentra la taberna "El trébol de cuatro hojas"? —Preguntó sin descaro. Le habían hablado muy bien de ese lugar y quería acercarse para probar una buena jarra de sake.
El anciano miró de reojo al moreno y, haciendo un grandísimo esfuerzo, señaló con su mano derecha hacia un antro que se situaba al final de la calle. Aidan agradeció ese gesto quitándose la gorra y se dirigió fugazmente hacia la taberna. Una vez situado delante de las puertas diseñadas al más puro estilo Far West, decidió entrar. Era un garito amplio, con una alargada barra que contenía los más variados licores de Loguetown. No pudo evitar esbozar una sonrisa al ver todo eso, pero no tardó en esfumarse de su rostro.
Dos marines perfectamente uniformados estaba compartiendo un puro y unas jarras de sake con un par de tipos uniformados y con un sombrero de copa. Estaba más que claro que se trataban de tipos afiliados a alguna de las mafias callejeras que había en todas las ciudades. Aidan apretó con fuerza sus puños y dirigió su mano derecha a la empuñadura de su espada. Sin embargo, controló los nervios y se acercó lentamente hasta la posición de los que se supone que eran sus compañeros.
—¿En horario de servicio y tomando una copa? ¿No os parece vergonzoso? —Rugió golpeando la mesa de madera y derramando parte de los licores. La paciencia se le estaba acabando, y como había dejado claro, no disponía de mucha. —¿Y qué asco de justicia es esa de parlamentar con criminales? —Preguntó irónicamente. —Me dais vergüenza. —Escupió al suelo, lo más cercano posible a los pies de los dos marines que estaban allí sentados. Ambos se levantaron inmediatamente y echaron mano a sus espadas. Allí iba a haber ocurrir algo malo, muy malo.
Aidan Lutz
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Alexander Bjarnesen Miér Dic 09, 2015 9:57 pm
¿Cuánto tiempo había pasado ya desde que entré a la Marina? Había perdido la cuenta exacta, peor aún al tener en mi cabeza todo el tiempo el contenido de aquella carta que llegó casi al mismo tiempo de mi graduación acompañando a un par de Katanas que hasta el momento llevo todo el tiempo conmigo. ¿A dónde me habían enviado en esa ocasión? A Loguetown, la isla del Alfa y del Omega, del principio y el fin... aquella famosa isla del East Blue en donde el reconocido Rey de los Piratas Gol D. Roger había sido ejecutado, dando inicio con sus últimas palabras a la era de la piratería; con intenciones de cazar a todo pirata u persona hostil que se me cruzara enfrente, siendo un miembro de la Marina era mi obligación el cumplir con aquel objetivo y mantener la tranquilidad de aquellos inocentes que solo deseaban vivir en paz. No tardamos mucho en llegar a la isla, y es más... apenas la embarcación en la que me traían junto a otros Marines ancló en el puerto, nos hicieron bajar rápidamente luego de un rápido resumen sobre lo que teníamos que hacer. Acomodé mi ropa y las katanas a cada lado de mis caderas, dirigiéndome inmediatamente a las zonas comerciales de la isla que es donde normalmente se efectuaban la mayor cantidad de robos a personas distraídas con sus carteras en pleno aire.
Así al menos una media hora antes de escuchar unos gritos provenientes de una taberna que estaba a no más de media cuadra de distancia. El vociferar de una persona llamaba la atención hasta de los transeúntes que pasaban cerca del local. Arrugué un poco el ceño preguntándome a mis adentros quién podría estar causando tal alboroto. A juzgar por lo que parecía oír, se trataba de alguien quejándose del trabajo de otro... y pude confirmar aquellas sospechas al adentrarme rápidamente al negocio de bebidas, denotando que se trataba de alguien de la Marina o eso pude deducir por su apariencia y la manera que tenía de decir las cosas. — ¡Eh, eh! —exclamé— ¿Pero qué pasa aquí? —agregué a mis palabras anteriores, como queriendo llamar la atención de aquel hombre de actitudes hostiles hacia aquel par de Marines; estos dos aprovechando que había llegado alguien de su misma organización pero con una postura más neutral se excusaron inmediatamente. — Estábamos tomando unas copas, no había nada mejor que hacer... Por favor, entiendan... No nos dio ni oportunidad de explicar. —decían ellos. Me olía a mentira, más aún cuando yo había tenido que llamar la atención a varios sujetos, a la par de arrestar otros por intento de robo.
— ¿Ah, sí? Porque yo vengo de arrestar a un par de maleantes que si no hubiera sido por mi que estuve en el momento justo de pura suerte, seguramente habrían robado el dinero de personas inocentes. ¿A eso llaman no haber nada mejor que hacer? Vayan a hacer sus rondas... —musitaba frotándome el ceño. Estos solo asintieron con la cabeza y salieron corriendo disparados como alma que se la lleva el diablo. Volteé rápidamente mi mirada hacia aquel sujeto que les había retado antes, dedicándole una sonrisa de medio labio y encogiéndome levemente de hombros por menos de un segundo. — ¿Te parecía necesario armar tanto alboroto por ese duo de incompetentes? ... Está bien que no hayan cumplido su trabajo como era debido, pero es deber de la Marina también no crear un huracán dentro de un vaso de agua. —le dedicaba aquellas palabras soltando una suave risotada, sin intención de que pareciera una reprimenda ni mucho menos un sermón, pero el mantener la calma era una de las tantas cosas que nos recomendaban a la hora de recibirnos como Soldados novatos en la organización.
Así al menos una media hora antes de escuchar unos gritos provenientes de una taberna que estaba a no más de media cuadra de distancia. El vociferar de una persona llamaba la atención hasta de los transeúntes que pasaban cerca del local. Arrugué un poco el ceño preguntándome a mis adentros quién podría estar causando tal alboroto. A juzgar por lo que parecía oír, se trataba de alguien quejándose del trabajo de otro... y pude confirmar aquellas sospechas al adentrarme rápidamente al negocio de bebidas, denotando que se trataba de alguien de la Marina o eso pude deducir por su apariencia y la manera que tenía de decir las cosas. — ¡Eh, eh! —exclamé— ¿Pero qué pasa aquí? —agregué a mis palabras anteriores, como queriendo llamar la atención de aquel hombre de actitudes hostiles hacia aquel par de Marines; estos dos aprovechando que había llegado alguien de su misma organización pero con una postura más neutral se excusaron inmediatamente. — Estábamos tomando unas copas, no había nada mejor que hacer... Por favor, entiendan... No nos dio ni oportunidad de explicar. —decían ellos. Me olía a mentira, más aún cuando yo había tenido que llamar la atención a varios sujetos, a la par de arrestar otros por intento de robo.
— ¿Ah, sí? Porque yo vengo de arrestar a un par de maleantes que si no hubiera sido por mi que estuve en el momento justo de pura suerte, seguramente habrían robado el dinero de personas inocentes. ¿A eso llaman no haber nada mejor que hacer? Vayan a hacer sus rondas... —musitaba frotándome el ceño. Estos solo asintieron con la cabeza y salieron corriendo disparados como alma que se la lleva el diablo. Volteé rápidamente mi mirada hacia aquel sujeto que les había retado antes, dedicándole una sonrisa de medio labio y encogiéndome levemente de hombros por menos de un segundo. — ¿Te parecía necesario armar tanto alboroto por ese duo de incompetentes? ... Está bien que no hayan cumplido su trabajo como era debido, pero es deber de la Marina también no crear un huracán dentro de un vaso de agua. —le dedicaba aquellas palabras soltando una suave risotada, sin intención de que pareciera una reprimenda ni mucho menos un sermón, pero el mantener la calma era una de las tantas cosas que nos recomendaban a la hora de recibirnos como Soldados novatos en la organización.
Alexander Bjarnesen
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Aidan Lutz Jue Dic 10, 2015 4:01 pm
La furia incontenible del moreno seguía llenando el antro. La atmósfera que se podía respirar en el interior era seca, no había ningún ruido ni ningún susurro, aquellos marines se habían quedado impresionados con los humos de su compañero. Aidan mantenía la mirada firme, clavada en ellos. Sin embargo, un nueva figura apareció en el lugar. Era un tipo con una cabellera azabache y de una estatura cercana a los dos metros, sino les sobrepasaba. No tardó mucho en dar un par de voces consiguiendo que aquellos tipos marcharan veloces, sin rastro de las calamidades que podían haber estado planeando hacía unos minutos.
—Déjame decirte una cosa, chaval. —Soltó mirando fijamente los ojos de su compañero. —Si yo no les pongo firmes, ¿quién lo hará? Si todos los marines son tan flojos como tú, no nos quedan más de dos telediarios. —Tras esas palabras se acercó a la barra y llamó con sus dedos al camarero. —¡Sírvame una buena jarra de sake! —De nuevo giró su cabeza para mirar al rostro de aquel misterioso tipo. —¿Se puede saber quién osa meterse en mis asuntos? —Preguntó sin reparos, apenas le importaba lo que aquel hombre pudiera pensar o hacer. No le había visto en toda su estancia en Loguetown, por lo que debía haber sido transferido a la isla recientemente.
El camarero no tardó mucho en servir la jarra de sake que Aidan agarró y comenzó a beber. Aquel licor se introdujo en su boca, refrescando su lengua para después ir directo a la garganta. Su nuez se movió y finalmente pegó un enorme suspiro. Estaba necesitado de alcohol. Aun así, seguía vigilando lo que aquel tipo pudiera hacer, no se sentía demasiado seguro tras las palabras que había formulado.
—Este cabrón me ha quitado la posibilidad de poder conseguir pistas sobre la ubicación de ese grandísimo hijo de puta... —Murmuró por lo bajo, cabreado. Junto a los dos marines habían escapado dos tipos que podían ser mafiosos y tener información sobre Marco Giovanni, el tipo que el moreno llevaba tanto tiempo buscando por el asesinato de su hermana y el secuestro de su hermano. —¡Qué rabia, joder! —Gritó en última estancia dando un enorme golpe a la barra de la taberna con su puño.
—Déjame decirte una cosa, chaval. —Soltó mirando fijamente los ojos de su compañero. —Si yo no les pongo firmes, ¿quién lo hará? Si todos los marines son tan flojos como tú, no nos quedan más de dos telediarios. —Tras esas palabras se acercó a la barra y llamó con sus dedos al camarero. —¡Sírvame una buena jarra de sake! —De nuevo giró su cabeza para mirar al rostro de aquel misterioso tipo. —¿Se puede saber quién osa meterse en mis asuntos? —Preguntó sin reparos, apenas le importaba lo que aquel hombre pudiera pensar o hacer. No le había visto en toda su estancia en Loguetown, por lo que debía haber sido transferido a la isla recientemente.
El camarero no tardó mucho en servir la jarra de sake que Aidan agarró y comenzó a beber. Aquel licor se introdujo en su boca, refrescando su lengua para después ir directo a la garganta. Su nuez se movió y finalmente pegó un enorme suspiro. Estaba necesitado de alcohol. Aun así, seguía vigilando lo que aquel tipo pudiera hacer, no se sentía demasiado seguro tras las palabras que había formulado.
—Este cabrón me ha quitado la posibilidad de poder conseguir pistas sobre la ubicación de ese grandísimo hijo de puta... —Murmuró por lo bajo, cabreado. Junto a los dos marines habían escapado dos tipos que podían ser mafiosos y tener información sobre Marco Giovanni, el tipo que el moreno llevaba tanto tiempo buscando por el asesinato de su hermana y el secuestro de su hermano. —¡Qué rabia, joder! —Gritó en última estancia dando un enorme golpe a la barra de la taberna con su puño.
Aidan Lutz
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