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Creado por Haine Van Gogh. Vie Jul 15, 2016 3:51 pm
Las nubes, su movimiento tan lento y pasajero, sus formas tan graciosas y suaves a simple vista, el tocarlas debe ser una maravilla y tal vez no lo que uno piensa. Ahí estaba naciendo un día nuevo, el sol apenas asomándose en el hilo del mar y cielo, lejos y centelleante. Estaba lejos de mi último paradero, lejos de mi tripulación y de la gente que apenas conocí, de Harlock y del resto. Estaba ahí con un propósito, el cual era seguir en mi misión. Buscar personas aptas para navegar junto a mí y mi gente en un viaje único y sin igual. La ciudad de las maravillas, tan hermosa, reluciente y rica en ideas únicas, el lugar perfecto para buscar algo ejemplar que cubra ese pequeño hueco existencial en mi grupo.
Mi silueta se enmarcaba ensombrecida en muchos en los edificios cercanos por la cual pasaba, siendo la mayor parte de las esculturas del color blanco, hacía que hubiese basta claridad en los lugares, una gran capucha roja cubría mi rostro y dicha prenda inmensa bajaba por mi cuerpo cubriéndolo casi a totalidad, llegando hasta los talones. Bajo de esta solo cargaba conmigo unos pantalones de tirantes, unas botas marrones y un pequeño saco marrón pequeño, el cual usaba como mochila. También hay que destacar a mi espada, la cual se encontraba colocada al lado derecho de mi cintura. Mi mirada estaba un poco perdida, sin saber que ver o buscar en realidad se posaban fijas solo en el camino, teniendo a su vez el rostro ensombrecido por la prenda rojiza, dando el aspecto de un cadáver andante.
Ya alejándome un poco de las calles me dirigí hacia una zona más alejada, entrando hacia las zonas con césped y buscando abrigo bajo un árbol, el cual daba suficiente sombra para diez personas. Tenía las ansias por sentarme, y ya habiendo hecho eso descubrí mi rostro para el mundo, notándose la tonalidad excesivamente clara de mi piel, el cabello algo largo de un color oscuro y esos ojos parecían cobrar un poco más de vida al ver al cielo. Mismo que parecía reflejarse levemente en los suyos propios.
Dejándome dominar por mis pensamientos supe que todas aquellas ideas se veían imposibles, pues mis deseos me llevarían a un lugar solitario y oscuro. Así que debía aprender a iluminar el camino por mi propia cuenta. Aunque siquiera pensar el que lograse estas ideas, y se mantuviesen así sea por un buen rato me hacía sentir emocionado. Baje la mirada hasta la mochila y de ella saque una manzana reluciente, la cual tras un mordisco se volvió imperfecta.
El día empieza, y me emociona el saber cuántas ideas saldrán a flote allí.
Mi silueta se enmarcaba ensombrecida en muchos en los edificios cercanos por la cual pasaba, siendo la mayor parte de las esculturas del color blanco, hacía que hubiese basta claridad en los lugares, una gran capucha roja cubría mi rostro y dicha prenda inmensa bajaba por mi cuerpo cubriéndolo casi a totalidad, llegando hasta los talones. Bajo de esta solo cargaba conmigo unos pantalones de tirantes, unas botas marrones y un pequeño saco marrón pequeño, el cual usaba como mochila. También hay que destacar a mi espada, la cual se encontraba colocada al lado derecho de mi cintura. Mi mirada estaba un poco perdida, sin saber que ver o buscar en realidad se posaban fijas solo en el camino, teniendo a su vez el rostro ensombrecido por la prenda rojiza, dando el aspecto de un cadáver andante.
Ya alejándome un poco de las calles me dirigí hacia una zona más alejada, entrando hacia las zonas con césped y buscando abrigo bajo un árbol, el cual daba suficiente sombra para diez personas. Tenía las ansias por sentarme, y ya habiendo hecho eso descubrí mi rostro para el mundo, notándose la tonalidad excesivamente clara de mi piel, el cabello algo largo de un color oscuro y esos ojos parecían cobrar un poco más de vida al ver al cielo. Mismo que parecía reflejarse levemente en los suyos propios.
Las nubes se mueven, sin rumbo, en familia. Siento envidia por ellas, tan unidas ¿Acaso encontrare una familia en mi viaje? Una la cual sin importar la ruta, ni los charcos que pisemos… Se mantenga unida.
Dejándome dominar por mis pensamientos supe que todas aquellas ideas se veían imposibles, pues mis deseos me llevarían a un lugar solitario y oscuro. Así que debía aprender a iluminar el camino por mi propia cuenta. Aunque siquiera pensar el que lograse estas ideas, y se mantuviesen así sea por un buen rato me hacía sentir emocionado. Baje la mirada hasta la mochila y de ella saque una manzana reluciente, la cual tras un mordisco se volvió imperfecta.
El día empieza, y me emociona el saber cuántas ideas saldrán a flote allí.
Haine Van Gogh.
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Creado por 0-Faye Sáb Jul 16, 2016 12:57 pm
Paso, paso, paso, salto, salto, salto. Me encantaba jugar a brincar en las losas del patio trasero de una gran mansión blanca en la que las personas me trataban muy bien. Tenían mucho dinero, pero eran gentiles, dejándome compartir con ellos algunas de mis últimas tonadas mientras ellos almorzaban. Llevaba mi vestido basto marrón oscuro, no me había apetecido disfrazarme de gatito esa vez. Después de todo, quería ver mis mechones de cabello revoloteando libres mientras jugaba feliz bajo el sol. Flevance me había dado momentos muy bonitos; realmente se sentía una especie de paz interior allí, ¿quizá era todo el blanco denotando la pureza del ambiente?
Pasado un buen rato, como siempre hacía al jugar yo sola, me distraje con otra cosa. Perseguir mariposas, en este caso. Aferré mi Obstreperus caminando con velocidad detrás de una particularmente grande y llamativa. Entoné con la flauta del instrumento una melodía un poco aleatoria que trataba de emular la persecución, de modo que se componía por rápidas notas sucesivas. La mariposa salió de mi alcance en determinado momento, pero no me preocupaba mucho. Me había salido del patio y estaba en una zona ajardinada que me gustaba casi tanto como la mansión. El verde abundaba, el césped era impecable y... ¿era eso una persona sentada bajo mi árbol favorito de la ciudad?
Al fijarme un momento en aquel individuo, no pude evitar pensar que estaba muy solo. Y yo también estaba sola, sabía lo que se sentía. La soledad podía ser bastante chocante a veces. Decidí que ese hombre, envuelto en su ropaje carmesí, necesitaba compañía, y ¿quién sabe? Podía hacer un nuevo amigo. Sonriendo dulcemente me aproximé. No tenía ningún miedo en mostrarme como era, él podría notar perfectamente que únicamente mi cabeza se veía humana; tenía un cuerpo muy poderoso y muy llamativo de aleación plateada, del cuello hacia abajo.
— Hola, señor —saludé parándome justo al lado de él, bajo la sombra del gigantesco árbol, y alcé una pequeña mano para agitarla efusivamente— ¿Quiere que le toque una canción? Mis canciones son muy bonitas y le pondrán de buen humor —coronaba aquellas palabras haciendo un elegante giro de 360 grados, sosteniendo mi Obstreperus con ambas manos, preparada para tocarle algo al hombre.
Pasado un buen rato, como siempre hacía al jugar yo sola, me distraje con otra cosa. Perseguir mariposas, en este caso. Aferré mi Obstreperus caminando con velocidad detrás de una particularmente grande y llamativa. Entoné con la flauta del instrumento una melodía un poco aleatoria que trataba de emular la persecución, de modo que se componía por rápidas notas sucesivas. La mariposa salió de mi alcance en determinado momento, pero no me preocupaba mucho. Me había salido del patio y estaba en una zona ajardinada que me gustaba casi tanto como la mansión. El verde abundaba, el césped era impecable y... ¿era eso una persona sentada bajo mi árbol favorito de la ciudad?
Al fijarme un momento en aquel individuo, no pude evitar pensar que estaba muy solo. Y yo también estaba sola, sabía lo que se sentía. La soledad podía ser bastante chocante a veces. Decidí que ese hombre, envuelto en su ropaje carmesí, necesitaba compañía, y ¿quién sabe? Podía hacer un nuevo amigo. Sonriendo dulcemente me aproximé. No tenía ningún miedo en mostrarme como era, él podría notar perfectamente que únicamente mi cabeza se veía humana; tenía un cuerpo muy poderoso y muy llamativo de aleación plateada, del cuello hacia abajo.
— Hola, señor —saludé parándome justo al lado de él, bajo la sombra del gigantesco árbol, y alcé una pequeña mano para agitarla efusivamente— ¿Quiere que le toque una canción? Mis canciones son muy bonitas y le pondrán de buen humor —coronaba aquellas palabras haciendo un elegante giro de 360 grados, sosteniendo mi Obstreperus con ambas manos, preparada para tocarle algo al hombre.
0-Faye
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Creado por Haine Van Gogh. Jue Jul 21, 2016 9:23 am
El camino es largo y eterno…
Una voz infantil me hizo despertar de mis pensamientos, en los cuales segundos atrás me había adentrado de una forma muy centrada. Bajando la mirada pude ver a la chica, fijándome en ese momento justo en su rostro, entonces me ofrecía entonar alguna especie de melodía para levantarme el ánimo, cosa rara y mucho más lo que detalle a continuación. Su piel, lo que bajaba por debajo de su rostro tenía el color plateado ¿Qué era? Pues su rostro mostraba a una chica dulce e inocente ofreciendo un poco de compañía sonora. En cambio, según lo que veía posando frente a mi ojos, era algo sin igual, algo nuevo a decir verdad. Poco había escuchado respecto a los robots, pero esto me dejaba muy asombrado.
– Claro… – Mas no lograba entenderlo del todo, una robot con una apariencia tan inocente cuyas intenciones en ese momento no eran del todo claras. Simplemente mostré una leve sonrisa luego de haber aceptado su ofrenda, y no diría ni una sola palabra ante lo que esta haría luego. Pues si ella era un robot, y su edad no dependía de su apariencia, quizás con sus propias palabras podría explicarme ese sentimiento, el que anhelo por un bien, cuyo egoísmo me llevara hasta él y no lo compartiré jamás.
– Dime… ¿Qué edad tienes? – En mis ojos se reflejaba cierto brillo, cuya mirada chocaría con la de la infante, sentía curiosidad por saber lo que ella pensaba, al respecto a su vida. Y entonces me daría a pensar cuán grande puede ser el sacrificio para lograr mi cometido y si con pocos contare como compañía en todo este viaje.
Di una mordida más a aquella manzana que tenía en mi mano, pues con la presencia de la chica había olvidado la mera existencia de la fruta en mi posesión. Así de continuas mordidas pasaría a acabar con la fruta, comiendo algo acelerado y atento a lo que la chica podría decir, con el fin den o perderme ni un solo detalle de sus expresiones y palabras. Aunque había la posibilidad de que la configuración personal de la pequeña sea tan básica como la de un simple infante de su aparente edad, cosa que solo llegaría a decepcionarme un poco. Ya que toda máquina contenga inteligencia artificial, esta predestinada a evolucionar aunque no lo deseen. ¿Sería el caso en ella?
Haine Van Gogh.
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Creado por 0-Faye Jue Jul 21, 2016 6:58 pm
Casi siempre hablaba con los extraños. Quería conocer a las personas y aprender de ellas. No era que mis padres, hace tantísimo tiempo, no me hubieran advertido sobre los desconocidos, pero había sido una de las pocas enseñanzas que no seguía al pie de la letra, como niña buena. Me sentía libre hablando con quien quisiera, y había llegado a conocer gente muy simpática de ese modo. Quizá aquel hombre ataviado de rojo bajo mi árbol favorito fuera otro de esos casos.
Él se limitó a aceptar sin muchas dilaciones mi ofrecimiento acerca de la canción. Me emocioné, pensando en qué podría tocarle. Había que analizar a alguien para saber qué música alegraría su alma. Claro que, no siempre, la música debía usarse con tal fin. La música podía evocar cualquier sentimiento, como magia sonora, y no era siempre la felicidad lo que un alma necesitaba. A veces requería de una fina y tenue melancolía convertida en notas musicales. Viendo a aquel hombre solitario, fue eso lo que me transmitió. Y quería transmitírselo.
Me senté con las piernas cruzadas. Dejé mi Obstreperus en frente de mí, bien acomodado, y estiré los dedos metálicos. Era una tonada de piano, por lo que usaba aquella postura cómoda para el toque de aquel instrumento.
— Esta canción hace llorar a menudo a las personas. Es una tonada nostálgica y triste. Ayuda a recordar a quienes hemos dejado atrás, y a arrepentirnos —dije; mi voz, describiendo la pieza que estaba por tocar, no era igual a la infantil anterior. De pronto parecía haber envejecido décadas, y el hombre bien podía advertirlo. Cada vez que hablaba de mi música, de sentimientos tan complejos, no podía evitar sacar aquel lado de mí que me esforzaba tanto por reprimir— Se llama "Réquiem de Recuerdos Distantes" —añadí.
Inicié a tocar la melodía. Sencilla, lenta, muy triste. Cerraba los ojos de vez en cuando, dejándome llevar. Notas altas predominaban. El viento acompañaba la canción, y aquella escena tan pacífica debajo del árbol se volvió un océano melancólico, envuelto en aquella pieza.
Al terminar suavemente de tocar, respiré profundo y miré con una sonrisa muy amable a aquel hombre.
— Tengo siete años —de inmediato mi expresión comenzó a cambiar. Notaba como ya no estaba sonriendo ampliamente. Ensombrecido, mi rostro se volvió serio, devolviendo la mirada al hombre de rojo, una mirada vacía y sin alma. Una máquina, un monstruo— Tenía —corregí, volviendo a usar el tono de voz maduro— Hace mucho tiempo. Hace cincuenta años, esa era mi edad... ¿Cuál es la tuya? ¿Y tienes nombre? El mío es... Faye —contesté, con voz pausada y serena.
Él se limitó a aceptar sin muchas dilaciones mi ofrecimiento acerca de la canción. Me emocioné, pensando en qué podría tocarle. Había que analizar a alguien para saber qué música alegraría su alma. Claro que, no siempre, la música debía usarse con tal fin. La música podía evocar cualquier sentimiento, como magia sonora, y no era siempre la felicidad lo que un alma necesitaba. A veces requería de una fina y tenue melancolía convertida en notas musicales. Viendo a aquel hombre solitario, fue eso lo que me transmitió. Y quería transmitírselo.
Me senté con las piernas cruzadas. Dejé mi Obstreperus en frente de mí, bien acomodado, y estiré los dedos metálicos. Era una tonada de piano, por lo que usaba aquella postura cómoda para el toque de aquel instrumento.
— Esta canción hace llorar a menudo a las personas. Es una tonada nostálgica y triste. Ayuda a recordar a quienes hemos dejado atrás, y a arrepentirnos —dije; mi voz, describiendo la pieza que estaba por tocar, no era igual a la infantil anterior. De pronto parecía haber envejecido décadas, y el hombre bien podía advertirlo. Cada vez que hablaba de mi música, de sentimientos tan complejos, no podía evitar sacar aquel lado de mí que me esforzaba tanto por reprimir— Se llama "Réquiem de Recuerdos Distantes" —añadí.
Inicié a tocar la melodía. Sencilla, lenta, muy triste. Cerraba los ojos de vez en cuando, dejándome llevar. Notas altas predominaban. El viento acompañaba la canción, y aquella escena tan pacífica debajo del árbol se volvió un océano melancólico, envuelto en aquella pieza.
- OST:
Al terminar suavemente de tocar, respiré profundo y miré con una sonrisa muy amable a aquel hombre.
— Tengo siete años —de inmediato mi expresión comenzó a cambiar. Notaba como ya no estaba sonriendo ampliamente. Ensombrecido, mi rostro se volvió serio, devolviendo la mirada al hombre de rojo, una mirada vacía y sin alma. Una máquina, un monstruo— Tenía —corregí, volviendo a usar el tono de voz maduro— Hace mucho tiempo. Hace cincuenta años, esa era mi edad... ¿Cuál es la tuya? ¿Y tienes nombre? El mío es... Faye —contesté, con voz pausada y serena.
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Creado por Haine Van Gogh. Vie Jul 22, 2016 9:46 am
Al comienzo solo me quede observándola, como se preparaba para entonar su melodía, tan pensativa buscando entre miles para el momento. Eso en cierta forma parecía tan humano, tan único, tan real... ¿Como una máquina piensa y elige entre miles la adecuada para el momento? Sino hiciera aquello, no hubiese llamado mi atención, en cambio la hubiese arruinado en todos los aspectos posibles, pero no era el caso en ella. Y al final, dio a detalle como seria la melodía que me obsequiaría en ese momento, dándome a pensar algo muy malo, tal vez daria inició a una tonada perfecta e interesante para mis propias emociones. " Yo no tengo algo de que arrepentirme... Todo lo qué hago, haré y planeo hacer sera por un egoísta deseo. " Pensaba en ese momento, respecto a su comentario.
Asentí, para que diese inicio su melodía, con toda la libertad que podría caracterizar a un niño en hacer lo que gusta. Dirigí mi mano libre hacia mi bolsillo y observe la hora en aquel reloj de bolsillo, era plateado y tenia algunas magulladuras propias del tiempo aunque no afectaba en su funcionamiento, no aún. Eleve mi vista al cielo, admirando el inicio de la melodía, trayéndome recuerdos; palabras negras hechas por pluma y tinta en unas paginas... Significado que despertaba en mi un gran deseo, y en el cual el arrepentimiento no entraba por ningún extremo de mis planes.
Apenas finalizando la melodía volví a hacer contacto visual con la chica, la cual parecía levemente exhausta al haber entonado la canción segundos antes. - Gracias, me hacia falta recordar algo. Y me has ayudado con ello. - Mencione al instante, dedicándole una leve sonrisa que mostraba mas agradecimiento que melancolía. Por otra parte su respuesta a mi pregunta me dejo algo sorprendido, y no pretendía creer aquello o de hecho me era un tanto difícil, ya que no sabia cuando fue su creación y cuanto ha pasado desde entonces. Lo que causo que afilara la mirada hasta que solo un pequeño brillo, delataba la posición de mis pupilas. Sentía curiosidad al respecto, pero había cosas que no entendía y si ella tendría obligaciones psicologicas que le retengan en su fluir del rio de la vida... Cosa que dejaba todo como una gran incógnita.
Mas su rostro empezaba a ganar facciones en las cuales revelaban mucho mas, incluso presentaba un sentimiento muy especial y contradictorio, dejando su siguiente oración con un toque de suspenso. Entonces, ahora si decía la verdad, justo la que realmente quería escuchar. Era sorprendente como la edad no influía en su apariencia, mas en su forma de pensar quizás era mas que suficiente. Cincuenta años de existencia, cincuenta años de presuntas aventuras y anécdotas que darían mucho que pensar, llegando a marcar momentos de su vida. Pero no entendía algo en ese momento, asi que tendría que esperar cuando fuese adecuado para preguntar. - Tengo veintiún años, y espero que pronto se mantenga en esa cifra. Sonreí, como si mi deseo en esta vida fuese tan simple y deducible con las pocas palabras que dedicaba para ella. - Antes, me gustaría contarte una pequeña historia... - Le dije, mostrándome emocionado sobre ello y sin esperar respuesta sobre si deseaba escucharla o no, empecé...
El deseo de un ave es volar. Sentir el viento rozar sus plumas y el mismo llegar a propinar un leve silbido al romperse en su pico. Volando siempre en compañía, junto a su familia la cual como está, tan solo anhela volar por siempre y para siempre. Agitando sus alas, dedicando melodías armónicas propias de un ave. Sonido único, para expresar todo lo que siente y sintió.
Mientras volaba fue pasando el tiempo y cada una de las aves que les acompaño fueron descarrilándose en su aventura, dejándole solo a este ultimo. Solo por siempre. Siguió volando, volando, volando... Hasta que un dia no necesito comer ni volar, aunque si lo quería. Asi sus alas cayeron en agonía, desprendiéndose de su cuerpo y obligándole a arrastrarse en el suelo, para que su anhelo pasase de ser real a un mero sueño. Luego su pico se pudrió, ya que necesitaba del viento rozándole para seguir intacto, sin ello se volvió inútil e inservible.
¿Que quedo? Un ser horrible, deformado cuyo sonido gutural no era hermoso. Dependiente de sus pies sobre el suelo y sin armonía en sus melodías. Pero esta ave solo siguió, siguió su camino. Como el cadáver de un ave, andante y eterno paso esta maldición de generación en generación, maldiciendo con su deformidad y eterno sufrimiento a futuras generaciones, volviéndose simple polvo todas las anteriores pero manteniendo una horrible maldición las nuevas. Una ultima ave nació, misma aprendió a ver el lado positivo de su existencia, aprendió a emitir un sonido único y hermoso través de su cuenca carente de pico. Aprendió a ver la,belleza del suelo y lo que yace en ella, misma que desde lo alto no se puede apreciar.
Esta ave se le denomino Mukushi Shitai, cuyo significado se origino de sus antecesores como "El cadáver sin pico".
El cadáver andante de un ave sin pico y carente de alas. Cuyo deseo ahora esta desde sus principios, cuyo deseo ahora es el de saciar el de sus antecesores. Cuyo deseo es...
- Fin. - Mi voz había temblado en las ultimas palabras de aquel cuento, cuyo fin prematuro se vio brusco e inconcluso. - Faye, mi nombre es Mukushi, Mukushi Shitai. Es un placer conocerte. Me presente, dedicando entonces esa sonrisa leve en mi rostro, en el que apenas las comisuras de mis labios se separaban. Igual se mantenía una leve dilatación en mis pupilas, debido a la gran emoción que presentaba al haber contado ese cuento infantil ¿Pues cuanto de aquello seria cierto? ¡Mas la importancia era distinta! Quería llevar un mensaje, uno sin igual con los deseos mas fuertes de alguien que no tiene segundas oportunidades.
[right] - Tengo una pregunta para ti, mi querida doncella... ¿Te crees apta para vivir? - [/right/
Asentí, para que diese inicio su melodía, con toda la libertad que podría caracterizar a un niño en hacer lo que gusta. Dirigí mi mano libre hacia mi bolsillo y observe la hora en aquel reloj de bolsillo, era plateado y tenia algunas magulladuras propias del tiempo aunque no afectaba en su funcionamiento, no aún. Eleve mi vista al cielo, admirando el inicio de la melodía, trayéndome recuerdos; palabras negras hechas por pluma y tinta en unas paginas... Significado que despertaba en mi un gran deseo, y en el cual el arrepentimiento no entraba por ningún extremo de mis planes.
Apenas finalizando la melodía volví a hacer contacto visual con la chica, la cual parecía levemente exhausta al haber entonado la canción segundos antes. - Gracias, me hacia falta recordar algo. Y me has ayudado con ello. - Mencione al instante, dedicándole una leve sonrisa que mostraba mas agradecimiento que melancolía. Por otra parte su respuesta a mi pregunta me dejo algo sorprendido, y no pretendía creer aquello o de hecho me era un tanto difícil, ya que no sabia cuando fue su creación y cuanto ha pasado desde entonces. Lo que causo que afilara la mirada hasta que solo un pequeño brillo, delataba la posición de mis pupilas. Sentía curiosidad al respecto, pero había cosas que no entendía y si ella tendría obligaciones psicologicas que le retengan en su fluir del rio de la vida... Cosa que dejaba todo como una gran incógnita.
Mas su rostro empezaba a ganar facciones en las cuales revelaban mucho mas, incluso presentaba un sentimiento muy especial y contradictorio, dejando su siguiente oración con un toque de suspenso. Entonces, ahora si decía la verdad, justo la que realmente quería escuchar. Era sorprendente como la edad no influía en su apariencia, mas en su forma de pensar quizás era mas que suficiente. Cincuenta años de existencia, cincuenta años de presuntas aventuras y anécdotas que darían mucho que pensar, llegando a marcar momentos de su vida. Pero no entendía algo en ese momento, asi que tendría que esperar cuando fuese adecuado para preguntar. - Tengo veintiún años, y espero que pronto se mantenga en esa cifra. Sonreí, como si mi deseo en esta vida fuese tan simple y deducible con las pocas palabras que dedicaba para ella. - Antes, me gustaría contarte una pequeña historia... - Le dije, mostrándome emocionado sobre ello y sin esperar respuesta sobre si deseaba escucharla o no, empecé...
El deseo de un ave es volar. Sentir el viento rozar sus plumas y el mismo llegar a propinar un leve silbido al romperse en su pico. Volando siempre en compañía, junto a su familia la cual como está, tan solo anhela volar por siempre y para siempre. Agitando sus alas, dedicando melodías armónicas propias de un ave. Sonido único, para expresar todo lo que siente y sintió.
Mientras volaba fue pasando el tiempo y cada una de las aves que les acompaño fueron descarrilándose en su aventura, dejándole solo a este ultimo. Solo por siempre. Siguió volando, volando, volando... Hasta que un dia no necesito comer ni volar, aunque si lo quería. Asi sus alas cayeron en agonía, desprendiéndose de su cuerpo y obligándole a arrastrarse en el suelo, para que su anhelo pasase de ser real a un mero sueño. Luego su pico se pudrió, ya que necesitaba del viento rozándole para seguir intacto, sin ello se volvió inútil e inservible.
¿Que quedo? Un ser horrible, deformado cuyo sonido gutural no era hermoso. Dependiente de sus pies sobre el suelo y sin armonía en sus melodías. Pero esta ave solo siguió, siguió su camino. Como el cadáver de un ave, andante y eterno paso esta maldición de generación en generación, maldiciendo con su deformidad y eterno sufrimiento a futuras generaciones, volviéndose simple polvo todas las anteriores pero manteniendo una horrible maldición las nuevas. Una ultima ave nació, misma aprendió a ver el lado positivo de su existencia, aprendió a emitir un sonido único y hermoso través de su cuenca carente de pico. Aprendió a ver la,belleza del suelo y lo que yace en ella, misma que desde lo alto no se puede apreciar.
Esta ave se le denomino Mukushi Shitai, cuyo significado se origino de sus antecesores como "El cadáver sin pico".
El cadáver andante de un ave sin pico y carente de alas. Cuyo deseo ahora esta desde sus principios, cuyo deseo ahora es el de saciar el de sus antecesores. Cuyo deseo es...
- Fin. - Mi voz había temblado en las ultimas palabras de aquel cuento, cuyo fin prematuro se vio brusco e inconcluso. - Faye, mi nombre es Mukushi, Mukushi Shitai. Es un placer conocerte. Me presente, dedicando entonces esa sonrisa leve en mi rostro, en el que apenas las comisuras de mis labios se separaban. Igual se mantenía una leve dilatación en mis pupilas, debido a la gran emoción que presentaba al haber contado ese cuento infantil ¿Pues cuanto de aquello seria cierto? ¡Mas la importancia era distinta! Quería llevar un mensaje, uno sin igual con los deseos mas fuertes de alguien que no tiene segundas oportunidades.
[right] - Tengo una pregunta para ti, mi querida doncella... ¿Te crees apta para vivir? - [/right/
Haine Van Gogh.
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Creado por 0-Faye Dom Jul 24, 2016 10:23 am
Aquella canción estaba diseñada para evocar recuerdos. Era la canción más triste que tenía en mi repertorio, con diferencia, y la tocaba solamente cuando el momento lo requería. No se podía jugar con la música, cada pieza tenía su momento y concordancia con el contexto. Por supuesto, el juicio del músico se encargaba de decidir. Me había parecido apropiado y había acertado. Aquel hombre de rojo agradeció la canción, diciendo que recordó algo que le hacía falta gracias a ella. Por ahora, mi trabajo como músico estaba cumplido.
Sin embargo, la canción me había afectado. No en forma negativa ni mucho menos, pero al traerme varios recuerdos, no podía evitar que múltiples imágenes pasaran rápidamente por mi cabeza, interconectándose así cincuenta largos años de vida y todo lo que eso traía consigo. Por ahora, la pequeña Faye Harlow había sido reemplazada por la pacifista 0-Faye, con una mentalidad mucho más seria, adulta, metódica y fría. Cada vez que me ocurría, sentía que estaba viviendo en un infierno. Pero a veces había que salir del sueño y enfrentar la realidad.
El hombre me dijo su edad y realizó un comentario imprudente. ¿Mantenerse en esa cifra? ¿Veintiún años? Me preguntaba si sabría lo que estaba diciendo. Tenía delante a una experta en el tema. Yo daría cualquier cosa para que mis siete años dejaran de mantenerse así, que el tiempo volviera a hacer mella en mi ser. Lo miré detenidamente. Quería contarme una historia, ¿sería ese su talento?
— Te escucho —respondí, asintiendo con calma.
Comenzó su relato. Lo oí con atención, tratando de descifrarlo. Abundaba en metáforas, o eso pensaba. Hablaba de un ave, un ave consumida, sin pico. Su historia era extrañamente ruin. Me producía una sensación de vacío y repulsión. No podía entender bien la razón de ello. Al final, su voz era temblorosa, dando por terminada la trama con un escueto final. Solo cuando se presentó entendí que era él el ave, y eso me hizo mirarlo con algo de pena y lástima.
— También es un placer para mi. Tu relato es triste —respondí con voz suave, mirando hacia otro lado algo cabizbaja. Su nueva pregunta me hizo volver a mirarlo directamente. Lo observé un rato en silencio antes de responder— No... creo que ningún ser haya venido a la vida y no sea apto para ella. Es posible que yo ya no esté realmente viva, pero mi deseo y convicción me otorgan la aptitud que necesito —expliqué fríamente— ¿Es tu deseo y convicción conquistar la vida eterna, Mukushi Shitai? —le pregunté a continuación.
Sin embargo, la canción me había afectado. No en forma negativa ni mucho menos, pero al traerme varios recuerdos, no podía evitar que múltiples imágenes pasaran rápidamente por mi cabeza, interconectándose así cincuenta largos años de vida y todo lo que eso traía consigo. Por ahora, la pequeña Faye Harlow había sido reemplazada por la pacifista 0-Faye, con una mentalidad mucho más seria, adulta, metódica y fría. Cada vez que me ocurría, sentía que estaba viviendo en un infierno. Pero a veces había que salir del sueño y enfrentar la realidad.
El hombre me dijo su edad y realizó un comentario imprudente. ¿Mantenerse en esa cifra? ¿Veintiún años? Me preguntaba si sabría lo que estaba diciendo. Tenía delante a una experta en el tema. Yo daría cualquier cosa para que mis siete años dejaran de mantenerse así, que el tiempo volviera a hacer mella en mi ser. Lo miré detenidamente. Quería contarme una historia, ¿sería ese su talento?
— Te escucho —respondí, asintiendo con calma.
Comenzó su relato. Lo oí con atención, tratando de descifrarlo. Abundaba en metáforas, o eso pensaba. Hablaba de un ave, un ave consumida, sin pico. Su historia era extrañamente ruin. Me producía una sensación de vacío y repulsión. No podía entender bien la razón de ello. Al final, su voz era temblorosa, dando por terminada la trama con un escueto final. Solo cuando se presentó entendí que era él el ave, y eso me hizo mirarlo con algo de pena y lástima.
— También es un placer para mi. Tu relato es triste —respondí con voz suave, mirando hacia otro lado algo cabizbaja. Su nueva pregunta me hizo volver a mirarlo directamente. Lo observé un rato en silencio antes de responder— No... creo que ningún ser haya venido a la vida y no sea apto para ella. Es posible que yo ya no esté realmente viva, pero mi deseo y convicción me otorgan la aptitud que necesito —expliqué fríamente— ¿Es tu deseo y convicción conquistar la vida eterna, Mukushi Shitai? —le pregunté a continuación.
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Creado por Haine Van Gogh. Miér Jul 27, 2016 7:50 am
Aun me mantenía sentado en el césped, dedicando mi mayor atención a la bella doncella. Pues el tiempo y su cuerpo eran dos cosas distintas, asi que tacharle de señora o infante se volvía una decisión muy difícil y cometer el error de nuevo seria de mala educación. Luego de su respuesta y pequeña acotación sobre mi cuento, no pude evitar el responder casi al instante. - Solo debes verlo desde otro ángulo. - Aún mantenia esa ciega alegría en mi rostro, una la cual era difícil de borrar pues me sentía orgulloso de ese cuento, uno de los mas significativos que tenía sobre mi. Entonces comprendí que no a todos le causa la misma sensación que me producía a mi, y que no todos entienden el mensaje...
Por un momento parecía rendirme al caso, mas lo que respondió a mi ultima pregunta si llego a asombrarme, debido que no todos defienden a los demás seres vivos en ser aptos o no, pero eso no era cierto del todo. Vivir para mi tenia un significado muy diferente a una mera existencia mas de la multitud. Ese placer al sentir el viento soplar, admirar los colores y los sonidos, las metas y anhelos, la convicción que uno presenta en ellos para obtenerlos ¡Eso es estar vivo! Al final de sus palabras aun existía esa ciega alegría en mi rostro, esa sonrisa tan natural y un pequeño brillo en sus ojos esmeralda.
- Lo que más anhelo, lo que anhele en diferentes tiempos y lo que cumpliré en esta... Es obtener la vida eterna. Tomar posesión de las aguas sagradas de la fuente de la juventud. - Hablé, diciendo lo que mas anhelo en voz alta, cosa que no ocurría muy a menudo, y aquella doncella del tiempo había deducido con tal facilidad lo inevitable. - . . . Y solo en un lugar existe el tesoro mas grande de este mundo. Mi meta es llegar hasta allí. Querida Faye, esta vida es un ciclo interminable, uno del cual pocos logran escapar. Yo solo quiero eso. - Guarde silencio por un momento, esperando a ver lo que ella creía sobre mis ideas. Mas abundo la curiosidad sobre lo que ella anhelaba y no resistí en preguntar. - Faye dime... ¿Qué es lo que más anhelas? - Le miraba ahora fijamente, manteniendo una expresión neutra y atento a lo que estaría por decir ella.
Por un momento parecía rendirme al caso, mas lo que respondió a mi ultima pregunta si llego a asombrarme, debido que no todos defienden a los demás seres vivos en ser aptos o no, pero eso no era cierto del todo. Vivir para mi tenia un significado muy diferente a una mera existencia mas de la multitud. Ese placer al sentir el viento soplar, admirar los colores y los sonidos, las metas y anhelos, la convicción que uno presenta en ellos para obtenerlos ¡Eso es estar vivo! Al final de sus palabras aun existía esa ciega alegría en mi rostro, esa sonrisa tan natural y un pequeño brillo en sus ojos esmeralda.
- Lo que más anhelo, lo que anhele en diferentes tiempos y lo que cumpliré en esta... Es obtener la vida eterna. Tomar posesión de las aguas sagradas de la fuente de la juventud. - Hablé, diciendo lo que mas anhelo en voz alta, cosa que no ocurría muy a menudo, y aquella doncella del tiempo había deducido con tal facilidad lo inevitable. - . . . Y solo en un lugar existe el tesoro mas grande de este mundo. Mi meta es llegar hasta allí. Querida Faye, esta vida es un ciclo interminable, uno del cual pocos logran escapar. Yo solo quiero eso. - Guarde silencio por un momento, esperando a ver lo que ella creía sobre mis ideas. Mas abundo la curiosidad sobre lo que ella anhelaba y no resistí en preguntar. - Faye dime... ¿Qué es lo que más anhelas? - Le miraba ahora fijamente, manteniendo una expresión neutra y atento a lo que estaría por decir ella.
Haine Van Gogh.
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
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Creado por 0-Faye Vie Jul 29, 2016 4:29 pm
Mukushi permanecía en la misma postura en la que lo había hallado, sentándome frente a él para tocarle mi melancólica pieza. Sus palabras y mi propia música habían sacado a la verdadera Faye a flote, a la pacifista seria y gélida que, en ocasiones, salía a opacar a la niña interior con la cual enfrentaba el mundo normalmente, en un desaforado intento por transgredir mi naturaleza real. Era esa Faye la que ahora conversaba profundamente con el hombre de rojo, bajo el grandísimo árbol, mi favorito en todo Flevance.
No podía comprender a qué se refería él con mirar su historia triste desde otro ángulo. Era obvio que contemplaba algo en su relato que yo no, y no podía saber qué era. Se me estaba ocurriendo que éramos muy diferentes, él y yo. Nuestros anhelos probablemente eran opuestos. Él lo confirmó momentos después. Deseaba más que nada en aquella vida bañarse en las aguas de la fuente de la juventud, si es que tal cosa existía, o era una metáfora más. Quería llegar hasta el único lugar donde tal tesoro podía existir. ¿Se estaría refiriendo a lo que yo pensaba?
Mas no podría evitar manifestar mi opinión ante su sueño.
— Mírame, Mukushi Shitai. Eso que tú anhelas más que otra cosa, yo lo he hallado sin buscarlo —extendí una mano, moviendo los dedos, estirándola y rotándola, mostrando al hombre la aleación metálica de la que estaba compuesto mi cuerpo. La luz que se colaba entre las ramas dibujaba sombras opacas en la superficie plateada de los dedos— Pero no creo haber escapado del ciclo de la vida. Sigo viendo y percibiendo el dolor del mundo, y mis amigos adolecen, envejecen y mueren sin que pueda hacer nada. El ciclo interminable de la vida ahora es realmente interminable. Estoy más atrapada que tú. ¿Crees que sabes lo que quieres? —inquirí, todo con voz monocorde, apagada, inexpresiva. Todo mientras lo miraba de manera calculadora, con ojos muertos.
Su pregunta posterior acerca de mis anhelos me hizo mirar un segundo hacia el suelo. Suspiré brevemente.
— Yo anhelo... —empecé a decir, en voz susurrante— ... entender. Esto —alcé de nuevo la mano plateada— Anhelo encontrar mi sentido de ser. Tengo fe. Fe en que soy esto por una razón —cerré ambos ojos, inmersa por un instante en mis recuerdos y deseos profundos.
No podía comprender a qué se refería él con mirar su historia triste desde otro ángulo. Era obvio que contemplaba algo en su relato que yo no, y no podía saber qué era. Se me estaba ocurriendo que éramos muy diferentes, él y yo. Nuestros anhelos probablemente eran opuestos. Él lo confirmó momentos después. Deseaba más que nada en aquella vida bañarse en las aguas de la fuente de la juventud, si es que tal cosa existía, o era una metáfora más. Quería llegar hasta el único lugar donde tal tesoro podía existir. ¿Se estaría refiriendo a lo que yo pensaba?
Mas no podría evitar manifestar mi opinión ante su sueño.
— Mírame, Mukushi Shitai. Eso que tú anhelas más que otra cosa, yo lo he hallado sin buscarlo —extendí una mano, moviendo los dedos, estirándola y rotándola, mostrando al hombre la aleación metálica de la que estaba compuesto mi cuerpo. La luz que se colaba entre las ramas dibujaba sombras opacas en la superficie plateada de los dedos— Pero no creo haber escapado del ciclo de la vida. Sigo viendo y percibiendo el dolor del mundo, y mis amigos adolecen, envejecen y mueren sin que pueda hacer nada. El ciclo interminable de la vida ahora es realmente interminable. Estoy más atrapada que tú. ¿Crees que sabes lo que quieres? —inquirí, todo con voz monocorde, apagada, inexpresiva. Todo mientras lo miraba de manera calculadora, con ojos muertos.
Su pregunta posterior acerca de mis anhelos me hizo mirar un segundo hacia el suelo. Suspiré brevemente.
— Yo anhelo... —empecé a decir, en voz susurrante— ... entender. Esto —alcé de nuevo la mano plateada— Anhelo encontrar mi sentido de ser. Tengo fe. Fe en que soy esto por una razón —cerré ambos ojos, inmersa por un instante en mis recuerdos y deseos profundos.
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