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Creado por Nijimura Oakenelven Vie Oct 28, 2016 5:19 pm
Hace cerca de un año había dejado atrás su isla natal para irse en un largo viaje buscando un objetivo en concreto, él mejor que nadie sabía que aún estaba lejos de volver realidad ese sueño pero de alguna forma estaba cerca. Dejo la isla sin despedirse, marchándose de un día para otro y ahora estaba volviendo ¿La razón? No la mantenía del todo clara, seguramente se trataba de la serie de sucesos que ocurrieron en los últimos meses los cuales lo fueron afectando, recordándole a una persona en particular, a su hermana menor. En el tiempo que estuvo afuera el rubio capitán de los Fallen Angels se metió en más de un problema y la recompensa sobre su cabeza era un claro ejemplo de ello, haber formado una tripulación de piratas y participar en eventos en particular al parecer no eran una buena idea pero la verdad es que a Nijimura le daba igual, era parte del proceso para poder cumplir su objetivo al salir de casa.
Llegaba con el mismo barco que había zarpado meses atrás, la diferencia es que ahora no llegaba solo como cuando se fue sino con algunos de sus tripulantes que había hecho en el viaje. Era una hermosa mañana soleada como la mayoría en esa isla, aun en el puerto sobre su barco se encontraba armando los últimos detalles para poder amarrar el barco al mismo y así ir a recorrer la ciudad. Al terminar comenzó a estar nervioso, encontrarse con su madre o hermana podía arruinar el hecho de que se encontrara nuevamente en la isla, aun se preguntaba porque estaba nuevamente en esa isla pero ya todo estaba hecho y se encontraba en la isla, solo le quedaba seguir adelante.
Lo último que hizo fue colocar la rampa para poder bajar, inhalo con fuerza antes de bajar esperando a ver si alguien más lo acompañaría. — Todo saldrá bien… — Mantenía la cabeza en cualquier lado menos donde debía, estaba por bajarse con la chaqueta que casi siempre ocupaba pese al calor que estaba haciendo, apenas se dio cuenta se dirigió a su habitación para dejarla sobre su cama dejando al descubierto una camisa de un color rojo oscuro la cual dejaba al descubierto los tatuajes en su brazo izquierdo. Sin recoger nada más se retiró de su habitación para esta vez bajar por la rampa y así llegar al puerto, al pisar tierra le fue imposible no recordar de algunos de los problemas que tuvo al vivir en Baterilla y el camino que lo llevaría directamente hasta su casa.
Una vez que todos estuvieran listos comenzó a caminar un poco más adelante que ellos, a ninguna nunca antes le había dicho cuál era la isla en la que nació y mucho menos que la estarían visitando por unos días, por primera vez en mucho tiempo mantenía una disposición egoísta por lo que quería hacer. Camino durante unos minutos y sin darse cuenta se encontraba de pie frente a la casa donde había vivido toda su vida, con el puño levantado a punto de tocar la puerta.
Llegaba con el mismo barco que había zarpado meses atrás, la diferencia es que ahora no llegaba solo como cuando se fue sino con algunos de sus tripulantes que había hecho en el viaje. Era una hermosa mañana soleada como la mayoría en esa isla, aun en el puerto sobre su barco se encontraba armando los últimos detalles para poder amarrar el barco al mismo y así ir a recorrer la ciudad. Al terminar comenzó a estar nervioso, encontrarse con su madre o hermana podía arruinar el hecho de que se encontrara nuevamente en la isla, aun se preguntaba porque estaba nuevamente en esa isla pero ya todo estaba hecho y se encontraba en la isla, solo le quedaba seguir adelante.
Lo último que hizo fue colocar la rampa para poder bajar, inhalo con fuerza antes de bajar esperando a ver si alguien más lo acompañaría. — Todo saldrá bien… — Mantenía la cabeza en cualquier lado menos donde debía, estaba por bajarse con la chaqueta que casi siempre ocupaba pese al calor que estaba haciendo, apenas se dio cuenta se dirigió a su habitación para dejarla sobre su cama dejando al descubierto una camisa de un color rojo oscuro la cual dejaba al descubierto los tatuajes en su brazo izquierdo. Sin recoger nada más se retiró de su habitación para esta vez bajar por la rampa y así llegar al puerto, al pisar tierra le fue imposible no recordar de algunos de los problemas que tuvo al vivir en Baterilla y el camino que lo llevaría directamente hasta su casa.
Una vez que todos estuvieran listos comenzó a caminar un poco más adelante que ellos, a ninguna nunca antes le había dicho cuál era la isla en la que nació y mucho menos que la estarían visitando por unos días, por primera vez en mucho tiempo mantenía una disposición egoísta por lo que quería hacer. Camino durante unos minutos y sin darse cuenta se encontraba de pie frente a la casa donde había vivido toda su vida, con el puño levantado a punto de tocar la puerta.
Nijimura Oakenelven
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Hikari Oakenelven Dom Oct 30, 2016 12:12 am
Nada como la comodidad de un hogar, nada en la tierra puede acojer a una pequeña genio como lo hace Baterilla, siendo más precisos; La casa donde se crió y compartió la mayor parte de su vida con la familia. Así como los criminales, uno por más aspiraciones, sueños y proyectos que posea siempre termina volviendo al hogar... Porque sí, no existe explicación, como seres vivos sentimos un lazo inquebrantable sobre todo aquello que formó una columna importante en la comunal construcción que somos hoy. Hikari se tomó un breve interrupción en sus arduos labores diarios de investigación y reparación ya que últimamente se siente extenuada, su intelecto es una herramienta de la que la Marina ha sabido sacar provecho con un margen de eficacia brutal. Entre las razones de sus vacaciones destacan unas muy largas jornadas de trabajo, noches de desvelarse con la finalidad de terminar cosas en tiempo y forma -Cuyo lapso para realizarse es corto en comparación al que se requiere y cuya forma es muy exigente ante lo que una, después de todo, niña pequeña puede ofrecer- y unos cuantos detalles en cuanto a actitudes u opiniones sobre ella que la afectaron bastante. Una niña en medio de un mundo como es la Marina es una cosa realmente cuestionada, normalmente es subestimada y cuando le hablan con el merecido respeto por lo general es para pedirle algo que saben que no puede negar; Ante eso, se decidió la pausa.
El clima de la isla es perfecto, una persona normal no lo apreciaría pero para alguien que pasa al menos 16 horas de su vida diaria dentro de un taller completamente metálico, el cielo es obra obra de arte más que digna de apreciarse. El susodicho adoptó un color cerúleo espectacular, toda la atmósfera se conserva inmaculada, parcialmente despejada tomando en cuenta unas emblanquecidas nubes distantes entre sí; el sol diurno por su parte solamente cumple su trabajo bañando con su luz indiscriminadamente a la alegre Isla. Sobre el pueblo recorren suaves brisas, con cuidado fraternal acarician a todos los ciudadanos y transeúntes aumentando aún más esa agradable sensación de "Estoy en mi hogar, puedo sentirme cómodo". Un detalle como lo es la atmósfera inundó de felicidad a los habitantes que se manifestaron en todo momento con una alegría notoria, se saludaban unos a otros como si se conciesen, se hablaban como si fuesen amigos, se veían como buenos vecinos.
Por aquella mañana desembarcó un navío comercial en el cual viajaba la adolescente ingeniera. Sin compañía alguna se dirigió hasta donde recordaba que se ubica la casa de sus padres, intentó pasar desapercivida pero tanto la vestimenta como el enorme equipaje que cargaba se hicieron presentes a la vista de sus vecinos que rápidamente la reconocieron. Orgullosos de ella le dieron una cálida bienvenida, algunos incluso le ofrecieron obsequios como pan recién horneado o dulces que definitivamente no pudo negar, ella curvó sus labios y fue agradecida ante el gesto ya que es un contraste muy alto en relación a donde estuvo durante este tiempo. Caminó un buen rato, para su suerte uno de sus antiguos pretendientes la ayudó a ubicarse y a llevar su equipaje hasta donde su hogar yace.
Al llegar, todo fue felicidad, su madre la recibió con los brazos abiertos pero sólo ella. El padre está ausente por unos asuntos que tiene que resolver en una isla cercana o eso es lo que se dice, aunque aquellos son detalles menores. En el ambiente no sólo se ven una madre e hija que se quieren mucho, sino el espectácular olor de un humilde spaghetti que a nivel afecto tiene mucho que ofrecer. Nada en la marina, nada en el dinero o en lo que pueda ofrecerse tiene el mismo valor que un plato como este para la pequeña Hikari. Con una sonrisa agradeció la comida, olvidándose de todos sus problemas atrapó unos cuantos fídeos con su tenedor, con el cuidado necesario comenzó a girar la metálica herramienta sólo para observar la consistencia perfecta de la pasta, la buena textura y color de la salsa en conjuto a una pequeña porción de vapor... Una escena tan simple, tan recurrente, fue capaz de traerle miles de recuerdos que impactaron bastante en la mente de la pobre. Interrumpiendo aquello, bastante inesperada fue que tocasen la puerta, siendo bastante formal decidió ella abrir la puerta para que su madre no tuviese que hacer nada más. - ¿Quién esssss? - Preguntó juguetona, infantil, haciendo uso de su dulce voz para que el desconocido se identificase, si fuese por ella lo vería por el orificio de la puerta pero no es lo suficientemente alta como para recurrir a ello.
El clima de la isla es perfecto, una persona normal no lo apreciaría pero para alguien que pasa al menos 16 horas de su vida diaria dentro de un taller completamente metálico, el cielo es obra obra de arte más que digna de apreciarse. El susodicho adoptó un color cerúleo espectacular, toda la atmósfera se conserva inmaculada, parcialmente despejada tomando en cuenta unas emblanquecidas nubes distantes entre sí; el sol diurno por su parte solamente cumple su trabajo bañando con su luz indiscriminadamente a la alegre Isla. Sobre el pueblo recorren suaves brisas, con cuidado fraternal acarician a todos los ciudadanos y transeúntes aumentando aún más esa agradable sensación de "Estoy en mi hogar, puedo sentirme cómodo". Un detalle como lo es la atmósfera inundó de felicidad a los habitantes que se manifestaron en todo momento con una alegría notoria, se saludaban unos a otros como si se conciesen, se hablaban como si fuesen amigos, se veían como buenos vecinos.
Por aquella mañana desembarcó un navío comercial en el cual viajaba la adolescente ingeniera. Sin compañía alguna se dirigió hasta donde recordaba que se ubica la casa de sus padres, intentó pasar desapercivida pero tanto la vestimenta como el enorme equipaje que cargaba se hicieron presentes a la vista de sus vecinos que rápidamente la reconocieron. Orgullosos de ella le dieron una cálida bienvenida, algunos incluso le ofrecieron obsequios como pan recién horneado o dulces que definitivamente no pudo negar, ella curvó sus labios y fue agradecida ante el gesto ya que es un contraste muy alto en relación a donde estuvo durante este tiempo. Caminó un buen rato, para su suerte uno de sus antiguos pretendientes la ayudó a ubicarse y a llevar su equipaje hasta donde su hogar yace.
Al llegar, todo fue felicidad, su madre la recibió con los brazos abiertos pero sólo ella. El padre está ausente por unos asuntos que tiene que resolver en una isla cercana o eso es lo que se dice, aunque aquellos son detalles menores. En el ambiente no sólo se ven una madre e hija que se quieren mucho, sino el espectácular olor de un humilde spaghetti que a nivel afecto tiene mucho que ofrecer. Nada en la marina, nada en el dinero o en lo que pueda ofrecerse tiene el mismo valor que un plato como este para la pequeña Hikari. Con una sonrisa agradeció la comida, olvidándose de todos sus problemas atrapó unos cuantos fídeos con su tenedor, con el cuidado necesario comenzó a girar la metálica herramienta sólo para observar la consistencia perfecta de la pasta, la buena textura y color de la salsa en conjuto a una pequeña porción de vapor... Una escena tan simple, tan recurrente, fue capaz de traerle miles de recuerdos que impactaron bastante en la mente de la pobre. Interrumpiendo aquello, bastante inesperada fue que tocasen la puerta, siendo bastante formal decidió ella abrir la puerta para que su madre no tuviese que hacer nada más. - ¿Quién esssss? - Preguntó juguetona, infantil, haciendo uso de su dulce voz para que el desconocido se identificase, si fuese por ella lo vería por el orificio de la puerta pero no es lo suficientemente alta como para recurrir a ello.
Hikari Oakenelven
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Nijimura Oakenelven Vie Nov 04, 2016 9:35 am
Aun frente a la puerta se preguntaba qué estaba haciendo en la isla, que hacia frente a su casa de la cual se fue sin decir palabra alguna de un día para otro y ahora casi 1 año después estaba volviendo de la misma forma, como bien podría decir alguien “quien se va sin que lo echen… vuelve sin que lo llamen”. Eso mismo estaba pasando con el rubio capitán de una tripulación de piratas, la que formo al poco tiempo de zarpar de su isla natal para tratar de cumplir uno de sus más grandes sueños del cual aún no se lo decía a nadie. Estar frente a su casa con la posibilidad de que su hermana o su madre lo vieran en cualquier momento lo mantenía un tanto nervioso, haciéndole imposible recordar los momentos que tuvo viviendo junto a ellas, las creaciones que su hermana hacia casi todos los días los que generalmente le parecían geniales igual que ella, la preocupación de su madre al ver como su hijo poco a poco se iba convirtiendo en lo que ella tanto temía como lo eran los piratas, los días que llegaba con algunas heridas haciendo que lo atendieran entre ambas especialmente su madre, el regaño que le dieron cuando llego con los primeros tatuajes que se hizo en el brazo y un sinfín de más historias.
Sin darse cuenta toco la puerta esperando que nadie se encontrara en casa, pensando que al igual que él ellas también se pudieron haber ido de la isla para buscar un futuro mejor, en especial su hermana quien mantenía un futuro brillante creando todo tipo de cosas, lo que le pidieras seguramente podría crearlo. Al sentir pasos provenientes de dentro de la casa le hizo abrir los ojos más de lo normal a causa de la sorpresa, aún más al darse cuenta de que era Hikari quien le estaba hablando del otro lado de la puerta. Guardo silencio unos segundos sin responder, bajando el brazo con el que todo la puerta. — Soy Nijimura… — Contestaría de forma simple y directa a la preguntaba que le estaba haciendo, manteniendo el silencio luego de presentarse frente a su hermana. Coloco las manos en sus bolsillos sin hacer intento de abrir la puerta por su propia cuenta, a final de cuentas ya no era su hogar por lo que no tenía ese derecho. — Tu hermano. — Agregaría a lo dicho anteriormente por si no se acordaban de él o si en algún momento lo dieron por muerto, tosiendo luego de esto para aclarar un poco la voz.
Sin darse cuenta toco la puerta esperando que nadie se encontrara en casa, pensando que al igual que él ellas también se pudieron haber ido de la isla para buscar un futuro mejor, en especial su hermana quien mantenía un futuro brillante creando todo tipo de cosas, lo que le pidieras seguramente podría crearlo. Al sentir pasos provenientes de dentro de la casa le hizo abrir los ojos más de lo normal a causa de la sorpresa, aún más al darse cuenta de que era Hikari quien le estaba hablando del otro lado de la puerta. Guardo silencio unos segundos sin responder, bajando el brazo con el que todo la puerta. — Soy Nijimura… — Contestaría de forma simple y directa a la preguntaba que le estaba haciendo, manteniendo el silencio luego de presentarse frente a su hermana. Coloco las manos en sus bolsillos sin hacer intento de abrir la puerta por su propia cuenta, a final de cuentas ya no era su hogar por lo que no tenía ese derecho. — Tu hermano. — Agregaría a lo dicho anteriormente por si no se acordaban de él o si en algún momento lo dieron por muerto, tosiendo luego de esto para aclarar un poco la voz.
Nijimura Oakenelven
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Hikari Oakenelven Vie Nov 04, 2016 1:10 pm
Expectante en todo momento, en espera de que se develase quién es el que está detrás de la puerta, aunque fuesen sólo segundos los que pasaron, para ella fue una completa eternidad. El innato lazo fraternal que los unía junto a su instinto le indicaron que era una gran visita, estaba completamente emocionada, pero ¿Por qué? ¿Qué clase de persona puede llegar a generar tanta felicidad espontáneamente? Tan sólo una puerta de madera la separaba a ella de un emocional e inminente encuentro que fue destinado a darse así.
De la nada, casi como si el mismísimo Abraham se estuviese comunicándose como un mortal, como si un alentador mensaje divino cayera a un desolado pueblo, como si la parca viniese por primera vez a dar un buen presagio, si como el loto sumergido en un inmutable lago de tristeza volviese a resurgir cual fénix, a esa magnitud resonaron las palabras en la mente de Hikari. -Soy Nijimura- 2 palabras, 2 simples palabras evocaron instantáneamente millones de sensaciones, muchísimos recuerdos, restauraron completamente el deseo de aventura de la niña, le recordaron con exactitud los momentos en los que se quedaba horas y horas frente a la puerta en espera de que su hermano llegase para ver sus inventos, le recordaron tantas noches que ella lo esperaba despierta hasta que volviese y al ver que llegaba fingía estar en la cama durmiendo, le recordó tantas comidas, tantos sueños, tantos proyectos, tanto cariño, tanto afecto… Todo ello, personificado en la persona que más amaba en la vida; Su hermano. Inmediatamente abrió la puerta como si estuviese hecha de papel, no aguantaría ni un segundo más sin verlo, ¡Era su voz! ¡Esa voz que tanto extrañaba! ¿Cómo haría para volver a respirar sin contemplar una vez más a aquel problemático ser?
Después de tanto él estaba allí, no podía creerlo. La pobre Hikari estaba a punto de morir de la emoción, de la felicidad, fue sumergida en una inefable alegría que se apoderó de cada rincón de su cuerpo. No supo cómo reaccionar exactamente, no sabía si sólo saludar, si reír, si llorar, si ir a contarle a su madre, solamente se quedó atónita unos segundos observándolo detenidamente. Él había cambiado, pero seguía siendo él. Los ojos cafés de Hikari reflejaron la figura de su hermano, aquella figura se fue haciendo más nítida conforme los ojos se humedecían consecuente a la próxima creación de lágrimas. Sus labios intentaron permanecer estáticos, pero no pudieron, estaba por sollozar y eventualmente crear un puchero previo al llanto. Se quedó inmóvil durante un periodo mientras pensaba y no pudo más: Corrió la poca distancia que los separaba sólo para abrazarlo rodeando completamente su abdomen con ambos brazos. Se apegó a él casi acurrucándose, se dejó llevar por el emotivo momento mientras manifestó todo lo que sentía en lágrimas. Quebró en llanto mientras su rostro era cubierta por las prendas contrarias, las lágrimas comenzaron a humedecer ésta y posiblemente su hermano se sienta incómodo por la sensación pero… Ya no le importaba, simplemente no podía pensar, ahora sólo quería disfrutar del momento.
De la nada, casi como si el mismísimo Abraham se estuviese comunicándose como un mortal, como si un alentador mensaje divino cayera a un desolado pueblo, como si la parca viniese por primera vez a dar un buen presagio, si como el loto sumergido en un inmutable lago de tristeza volviese a resurgir cual fénix, a esa magnitud resonaron las palabras en la mente de Hikari. -Soy Nijimura- 2 palabras, 2 simples palabras evocaron instantáneamente millones de sensaciones, muchísimos recuerdos, restauraron completamente el deseo de aventura de la niña, le recordaron con exactitud los momentos en los que se quedaba horas y horas frente a la puerta en espera de que su hermano llegase para ver sus inventos, le recordaron tantas noches que ella lo esperaba despierta hasta que volviese y al ver que llegaba fingía estar en la cama durmiendo, le recordó tantas comidas, tantos sueños, tantos proyectos, tanto cariño, tanto afecto… Todo ello, personificado en la persona que más amaba en la vida; Su hermano. Inmediatamente abrió la puerta como si estuviese hecha de papel, no aguantaría ni un segundo más sin verlo, ¡Era su voz! ¡Esa voz que tanto extrañaba! ¿Cómo haría para volver a respirar sin contemplar una vez más a aquel problemático ser?
Después de tanto él estaba allí, no podía creerlo. La pobre Hikari estaba a punto de morir de la emoción, de la felicidad, fue sumergida en una inefable alegría que se apoderó de cada rincón de su cuerpo. No supo cómo reaccionar exactamente, no sabía si sólo saludar, si reír, si llorar, si ir a contarle a su madre, solamente se quedó atónita unos segundos observándolo detenidamente. Él había cambiado, pero seguía siendo él. Los ojos cafés de Hikari reflejaron la figura de su hermano, aquella figura se fue haciendo más nítida conforme los ojos se humedecían consecuente a la próxima creación de lágrimas. Sus labios intentaron permanecer estáticos, pero no pudieron, estaba por sollozar y eventualmente crear un puchero previo al llanto. Se quedó inmóvil durante un periodo mientras pensaba y no pudo más: Corrió la poca distancia que los separaba sólo para abrazarlo rodeando completamente su abdomen con ambos brazos. Se apegó a él casi acurrucándose, se dejó llevar por el emotivo momento mientras manifestó todo lo que sentía en lágrimas. Quebró en llanto mientras su rostro era cubierta por las prendas contrarias, las lágrimas comenzaron a humedecer ésta y posiblemente su hermano se sienta incómodo por la sensación pero… Ya no le importaba, simplemente no podía pensar, ahora sólo quería disfrutar del momento.
Hikari Oakenelven
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Nijimura Oakenelven Dom Nov 13, 2016 12:25 am
Las cartas estaban jugadas luego de que se presentara, respondiendo así quien estaba tocando la puerta de aquella casa. La voz que escucho únicamente podía ser de su hermana, recordando al instante varias cosas que vivieron en el pasado como las comidas, sueños, momentos que compartieron juntos antes de que el rubio capitán de una tripulación pirata se comenzara a separar más y más de ella, sin dejar de lado por completo hasta el momento en que zarpo de la isla. Seguía estando un poco nervioso esperando a que le abriera la puerta, no se esperaba cual era la reacción que podía tener, abrazarlo, una cachetada, un insulto, palabras de cariño, miles de posibilidades pasaban por su mente frente a la reacción que pudiera tener su hermana, y el aceptaría cualquiera que sea, sabía que la tenía más que merecida.
De un momento a otro la puerta estaba abierta, frente a él ahora se encontraba su hermana de pie y él esperando su reacción, con miedo a abrazarla y que ella lo rechazara. Los segundos que duraron estando frente a frente sin moverse para Nijimura fueron como las horas más eternas que podía estar viviendo. Mirándole a los ojos pudo notar como los de ella poco a poco se iban humedeciendo, estando quieto sin saber qué hacer aguantando las ganas de abrazarle. La vio correr la poca distancia que los separaba sin moverse, cubriéndola con sus brazos una vez que el rostro ajeno estuviera cubierto por las prendas que estaba vistiendo, sintiendo como se iba humedeciendo poco a poco. Una sonrisa de felicidad se dibujaba en el rostro del rubio pirata quien la abrazaba con cariño tratando de no lastimarle. — No deberías estar llorando. — Ambos deberían encontrarse feliz por volver a verse y es que con todo lo que le ha tocado vivir se podía considerar como un golpe de suerte que no se encuentre prisionera en alguna isla.
Menos de un año había pasado desde que dejo Baterilla y no veía a su familia, sin embargo, su hermana Hikari se veía más grande, más madura y más linda. — Sí que has crecido en este tiempo. — Se separaría de ella tan solo unos centímetros sin dejar de abrazarla para ver el rostro de ella. — Te ves mucho más grande que la última vez que te vi. — Sonreía por lo contento que se encontraba de poder estar así con ella y no recibir ningún golpe o insulto por desaparecer sin decirle nada. — Aun te sigues haciendo esos triángulos con maquillaje, ya deberías hacerlos permanentes. — Mientras ella se dibujaba con maquillaje aquellas marcas tan características de su rostro él por su parte en el viaje había hecho más de un tatuaje en su cuerpo, especialmente en su brazo izquierdo, cuello y abdomen que se le olvido ocultar ese día al estar pendiente de las cosas del barco y encontrarse con ella antes de llegar a casa. — ¿Madre está en casa? — Tragaría en seco al terminar de preguntar, una cosa es que ella lo recibiera con los brazos abiertos y otra es que la dueña de casa lo hiciera de la misma forma.
De un momento a otro la puerta estaba abierta, frente a él ahora se encontraba su hermana de pie y él esperando su reacción, con miedo a abrazarla y que ella lo rechazara. Los segundos que duraron estando frente a frente sin moverse para Nijimura fueron como las horas más eternas que podía estar viviendo. Mirándole a los ojos pudo notar como los de ella poco a poco se iban humedeciendo, estando quieto sin saber qué hacer aguantando las ganas de abrazarle. La vio correr la poca distancia que los separaba sin moverse, cubriéndola con sus brazos una vez que el rostro ajeno estuviera cubierto por las prendas que estaba vistiendo, sintiendo como se iba humedeciendo poco a poco. Una sonrisa de felicidad se dibujaba en el rostro del rubio pirata quien la abrazaba con cariño tratando de no lastimarle. — No deberías estar llorando. — Ambos deberían encontrarse feliz por volver a verse y es que con todo lo que le ha tocado vivir se podía considerar como un golpe de suerte que no se encuentre prisionera en alguna isla.
Menos de un año había pasado desde que dejo Baterilla y no veía a su familia, sin embargo, su hermana Hikari se veía más grande, más madura y más linda. — Sí que has crecido en este tiempo. — Se separaría de ella tan solo unos centímetros sin dejar de abrazarla para ver el rostro de ella. — Te ves mucho más grande que la última vez que te vi. — Sonreía por lo contento que se encontraba de poder estar así con ella y no recibir ningún golpe o insulto por desaparecer sin decirle nada. — Aun te sigues haciendo esos triángulos con maquillaje, ya deberías hacerlos permanentes. — Mientras ella se dibujaba con maquillaje aquellas marcas tan características de su rostro él por su parte en el viaje había hecho más de un tatuaje en su cuerpo, especialmente en su brazo izquierdo, cuello y abdomen que se le olvido ocultar ese día al estar pendiente de las cosas del barco y encontrarse con ella antes de llegar a casa. — ¿Madre está en casa? — Tragaría en seco al terminar de preguntar, una cosa es que ella lo recibiera con los brazos abiertos y otra es que la dueña de casa lo hiciera de la misma forma.
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