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Creado por Laytov Lun Mayo 23, 2016 12:33 pm
Su cuerpo desnudo sobre un tejado le hacía parecer un demente, un loco, eso hasta el momento en que de su lado se levantó una dama, una joven de gran busto y oculta por las sábanas que los separaban a ambos de la diferencia entre ser retacada y dulce y ser un vulgar cerdo dejado de la mano de dios.
– Grandes, son muy grandes... grandes días por la mañana. – acotó nuestro pirata mientras miraba a su lado con la clara intención de recordar lo que había pasado en la noche anterior-. Sus orbes rojas no pudieron comprender nada, una mujer se encontraba a su costado y él ni la conocía, seguro que le quería violar o peor… cobrarle. - Esta señorita me quiere hacer pagar. – mencionó el muchacho mientras salía corriendo como dios le trajo al mundo pero con sus armas en mano-. Todo colgando hizo que su forma de correr fuese terriblemente sensual y elegante al son que la bella durmiente se despertaba provocando un leve bostezo para así ver como su amado nocturno salía huyendo como un burdo fugitivo. Cuando su subconsciente regresó se vio rezagado en un lugar ya alejado de aquella posible fulana o mujer de compañía, Lay intentó vestirse, su ropa era la de siempre, la de todo hombre que se respeta, mugrosa como ninguna y llena de agujeros de tantas batallas sin terminar que había hecho.
Cuando su espada pudo ser guardada, algo divisó entre las cosas que había tenido que llevarse a toda prisa sin aviso alguno, una carta, un objeto peculiarmente eficaz con el que poder escribir y hacer entrega a sus amadas. Poco tiempo tardó en llegar a una nueva zona, escapado tras las garras de aquella despiadada mujer, el moreno muchacho se adentró en el bosque dando el aspecto confuso de alguien que se había perdido.
– Grandes, son muy grandes... grandes días por la mañana. – acotó nuestro pirata mientras miraba a su lado con la clara intención de recordar lo que había pasado en la noche anterior-. Sus orbes rojas no pudieron comprender nada, una mujer se encontraba a su costado y él ni la conocía, seguro que le quería violar o peor… cobrarle. - Esta señorita me quiere hacer pagar. – mencionó el muchacho mientras salía corriendo como dios le trajo al mundo pero con sus armas en mano-. Todo colgando hizo que su forma de correr fuese terriblemente sensual y elegante al son que la bella durmiente se despertaba provocando un leve bostezo para así ver como su amado nocturno salía huyendo como un burdo fugitivo. Cuando su subconsciente regresó se vio rezagado en un lugar ya alejado de aquella posible fulana o mujer de compañía, Lay intentó vestirse, su ropa era la de siempre, la de todo hombre que se respeta, mugrosa como ninguna y llena de agujeros de tantas batallas sin terminar que había hecho.
Cuando su espada pudo ser guardada, algo divisó entre las cosas que había tenido que llevarse a toda prisa sin aviso alguno, una carta, un objeto peculiarmente eficaz con el que poder escribir y hacer entrega a sus amadas. Poco tiempo tardó en llegar a una nueva zona, escapado tras las garras de aquella despiadada mujer, el moreno muchacho se adentró en el bosque dando el aspecto confuso de alguien que se había perdido.
Laytov
Hoja de personaje
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Creado por Alexandra Sig Lun Mayo 23, 2016 1:12 pm
La joven chica había llegado hace tan solo una semana a la isla, se encontraba en uno de los pueblos interiores de la isla, tomando un vaso de chocolate caliente mientras salia de una casa abandonada en la cual residía, a nadie del pueblo le importaba si hubiera alguien en el pueblo, cuando llego en busca de algo por lo cual tener valor encontró a este pequeño pueblo interior sin nadie, el porque lo habían abandonado no lo sabia pero tampoco parecía importarle, solo tenia que esperar al siguiente te barco mercante que atracara y esta se pudiera colar de polizon.
Echo a andar mientras tomaba el chocolate, tenia un abrigo de piel blanco que había encontrado para aguantar el frío del lugar y también llevaba su gran espada al hombro cuando de repente pudo divisar una silueta en el bosque, no se puso nerviosa y ni siquiera saco su arma, siguió con la mirada a la silueta mientras terminaba su chocolate y entonces lanzo el vaso hacia una pared y este se hizo añicos. Blandió su espada gigante con una mano y se la puso al hombro como si nada a pesar de que la espada pesaría mas que una viga metálica de un edificio. Afino la mirada y se quedo esperando a aquella silueta que parecía venir hacia el pueblo, se apoyo contra una pared y esperaba sorprenderlo para saber quien era.
Habian pasado algunos minutos, con el pensamiento de sacar información a aquella persona que se acercaba o quizás acabar con ella como si nada. Con suerte sera una mujer indefensa, pensaba Naotora soltando un suspiro, le mataba la espera, así que se decidió a ir a por esa persona, que a primera vista parecia estar perdida - Esto...¿das vueltas por aquí a propósito? - con una mirada seria, estaba a solo unos metros de aquella personas y se percato de que esta persona iba directa hacia ella, se avergonzó por verla pero lo que hizo que se pusiera nerviosa es el saber que era un hombre - que... Qu...que haces!? - Golpeo con la espada un árbol y lo corto de cuajo como una rama, haciendo que cayera hacia un lado y miro fulminantemente al chico, si el pobre seguía mas tiempo ahí, sufriría el destino del arbol, alzo la espada gigante hacia delante y el chico debería decir algo convencente para que no se convirtiera en pedazitos.
Echo a andar mientras tomaba el chocolate, tenia un abrigo de piel blanco que había encontrado para aguantar el frío del lugar y también llevaba su gran espada al hombro cuando de repente pudo divisar una silueta en el bosque, no se puso nerviosa y ni siquiera saco su arma, siguió con la mirada a la silueta mientras terminaba su chocolate y entonces lanzo el vaso hacia una pared y este se hizo añicos. Blandió su espada gigante con una mano y se la puso al hombro como si nada a pesar de que la espada pesaría mas que una viga metálica de un edificio. Afino la mirada y se quedo esperando a aquella silueta que parecía venir hacia el pueblo, se apoyo contra una pared y esperaba sorprenderlo para saber quien era.
Habian pasado algunos minutos, con el pensamiento de sacar información a aquella persona que se acercaba o quizás acabar con ella como si nada. Con suerte sera una mujer indefensa, pensaba Naotora soltando un suspiro, le mataba la espera, así que se decidió a ir a por esa persona, que a primera vista parecia estar perdida - Esto...¿das vueltas por aquí a propósito? - con una mirada seria, estaba a solo unos metros de aquella personas y se percato de que esta persona iba directa hacia ella, se avergonzó por verla pero lo que hizo que se pusiera nerviosa es el saber que era un hombre - que... Qu...que haces!? - Golpeo con la espada un árbol y lo corto de cuajo como una rama, haciendo que cayera hacia un lado y miro fulminantemente al chico, si el pobre seguía mas tiempo ahí, sufriría el destino del arbol, alzo la espada gigante hacia delante y el chico debería decir algo convencente para que no se convirtiera en pedazitos.
Alexandra Sig
Hoja de personaje
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Creado por Laytov Mar Mayo 24, 2016 12:51 pm
Un nuevo día se había plasmado en aquella ciudad, en la mente de nuestro intrépido pirata al son que el astro rey reflejaba su calor en la tenue y alocada ciudad; una tierra decorada con los festejos de un día no laborable. Esa era la razón por la que Laytov se encontraba paseando sin nada que hacer, sin trabajo alguno y con la idea de no hacer nada en especial. Con cada paso se reflejaba su atractivo cuerpo, sus ojos rojos no cesaban en el asombro de no haber nada que llamara su atención; la última mujer con la que había estado posiblemente le hubiese cobrado los servicios. Pobre ignorante no recordar que la noche anterior había acabado con la hija del alcalde; un acto que le traería problemas en el futuro. Siendo como un verdadero hombre, el pirata caminaba con soltura, con su cabello recogido en una coleta peinado hacia tras dejando su flequillo libre al viento, vestido de ninguna forma y con un único detalle, su espada atada a su espalda sobresaliendo por detrás de su hombro izquierdo. Sus pasos se detuvieron cuando un acto llamó su atención; desnudo por la parte de arriba, el pirata divisó una silueta blandiendo un arma colosal. - ¿Qué demonios? –preguntó al son que intentaba comprender la situación en la que se encontraba-. Se detuvo al son que el metal de aquel arma cortaba por la mitad un árbol cercano.
- ¡Eh! –expresó mientras levantaba su zurda desnuda inclinando la palma hacia delante dejando relajado sus hombros y con la mirada puesta en aquella persona tan violenta. - ¡Calma! –alegó de nuevo dejando que sus pasos se detuvieran-. Estaba prácticamente desnudo, sin camiseta y con un pantalón demasiado corto para cubrir su cuerpo del frío que azotaba la zona nevada-. Huía de un ladrón de ropa interior… -mintió dejando resuelta su pregunta-. No era buena idea decir la verdad, decir que huía de sus responsabilidades como hombre, decirle que había abandonado a la mujer con la que había yacido la noche anterior ¿Acaso Laytov temía aquella mujer? Tenía una espada de dos metros, si no la temía era estúpido. El sudor frío recorrió su sien dejando que las ideas fluyeran con fuerza. – Me llamo Laytov ¿Cómo te llamas? –expresó mientras daba un paso al frente-. Tenía que lidiar con una loca, era atractiva pero la tabla de locura era superior a la belleza de aquellos ojos.
- ¡Eh! –expresó mientras levantaba su zurda desnuda inclinando la palma hacia delante dejando relajado sus hombros y con la mirada puesta en aquella persona tan violenta. - ¡Calma! –alegó de nuevo dejando que sus pasos se detuvieran-. Estaba prácticamente desnudo, sin camiseta y con un pantalón demasiado corto para cubrir su cuerpo del frío que azotaba la zona nevada-. Huía de un ladrón de ropa interior… -mintió dejando resuelta su pregunta-. No era buena idea decir la verdad, decir que huía de sus responsabilidades como hombre, decirle que había abandonado a la mujer con la que había yacido la noche anterior ¿Acaso Laytov temía aquella mujer? Tenía una espada de dos metros, si no la temía era estúpido. El sudor frío recorrió su sien dejando que las ideas fluyeran con fuerza. – Me llamo Laytov ¿Cómo te llamas? –expresó mientras daba un paso al frente-. Tenía que lidiar con una loca, era atractiva pero la tabla de locura era superior a la belleza de aquellos ojos.
Laytov
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Creado por Alexandra Sig Mar Mayo 24, 2016 1:42 pm
- Eh? - Naotora miro a Laytov por varios segundos, con la mirada decidida a bajar la espada y acabar con el dejando que el suelo y los arboles se tiñeran de rojo, no era la primera vez que lo hacia ni seria la ultima pero por alguna extraña razón, bajaba la espada lentamente, mientras mas miraba los ojos de aquel chico mas extraña se llegaba a sentir, su corazón latía rápido y un sudor frió cayo por su frente hasta que por fin pudo decir algo - Me llamo... Ii... Ii Naotora... - agarro firmemente su espada, dando giros en el aire como si fuera un palo de poco peso y se la volvió a colocar sobre su espalda con un agil movimiento.
Tragando saliva y nerviosa se dirigió hacia el chico, con las malos temblorosas se quito su abrigo de piel y se lo puso al chico alrededor para que no pasara frió, acto seguido, dio un giro y se marcho caminando hacia aquel pueblo abandonado donde residía de momento, en su cabeza estaban pensamientos de ¿Que le pasaba? o ¿Porque ayudar a ese extraño? mientras se preguntaba eso, se apoyo en la pared del primer edificio que paso cerca y puso las manos en su pecho - No, es lo que mama siempre me aviso... la maldición de los hombres - aunque dicho de otra manera y así se lo explico su madre cuando era joven, si alguna vez sentía que su corazón se aceleraba al ver a un chico era porque le había echado una maldición, la maldición de los hombres, para una niña pequeña era normal creer lo que decía su madre pero Naotora lo creía incluso ahora aunque eso la hacia bastante ingenua porque no sabia que lo que pasaba es que se había "enamorado a primera vista".
- Tengo que hacer que no venga - se dijo para si misma y dando unos pasos firmes, miro al chico de nuevo, apretando los puños y con una mirada seria le dijo - No te acerques! se que me has lanzado una....- se quedo sin palabras, se sonrojo un momento y salio corriendo hacia el pueblo de nuevo, esta vez esperaba que Laytov no la siguiera sino si tendría que matarlo pero ¿de verdad podría?.
Tragando saliva y nerviosa se dirigió hacia el chico, con las malos temblorosas se quito su abrigo de piel y se lo puso al chico alrededor para que no pasara frió, acto seguido, dio un giro y se marcho caminando hacia aquel pueblo abandonado donde residía de momento, en su cabeza estaban pensamientos de ¿Que le pasaba? o ¿Porque ayudar a ese extraño? mientras se preguntaba eso, se apoyo en la pared del primer edificio que paso cerca y puso las manos en su pecho - No, es lo que mama siempre me aviso... la maldición de los hombres - aunque dicho de otra manera y así se lo explico su madre cuando era joven, si alguna vez sentía que su corazón se aceleraba al ver a un chico era porque le había echado una maldición, la maldición de los hombres, para una niña pequeña era normal creer lo que decía su madre pero Naotora lo creía incluso ahora aunque eso la hacia bastante ingenua porque no sabia que lo que pasaba es que se había "enamorado a primera vista".
- Tengo que hacer que no venga - se dijo para si misma y dando unos pasos firmes, miro al chico de nuevo, apretando los puños y con una mirada seria le dijo - No te acerques! se que me has lanzado una....- se quedo sin palabras, se sonrojo un momento y salio corriendo hacia el pueblo de nuevo, esta vez esperaba que Laytov no la siguiera sino si tendría que matarlo pero ¿de verdad podría?.
Alexandra Sig
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Creado por Laytov Mar Mayo 24, 2016 3:30 pm
Loca, aquella mujer no estaba en sus cabales o eso era lo que nuestro atractivo pirata había deducido en el poco tiempo que había estado ante ella; sus ojos rojos no cesaron en el reclamo de querer vivir un día más, lejos de una espada tan grande y no tan lejos de una belleza como aquella. Sus ojos rojos entendieron que el miedo era lo que movía a la mujer a actuar así ¿Cómo había entendido tan rápido? Había desposado a muchas mujeres, les había tratado con más o menos cercanía y entendía bien cuando una temía. El nerviosismos, su mirada ladeada, cada gesto que mostraba era un ataque directo, no era atacar a un hombre sino librarse de la presencia de alguien que podía ser desconocido por ella. Todo aquello era conjeturas, pensamientos de un hombre sabio o de un niño sin la suficiente experiencia no sexual sobre las féminas. Cualquiera de las dos opciones siempre tendría que correr, correr por su vida y no mirar atrás por nada del mundo; era un instante preciso para intentar hablar con la mujer armada, había cortado un árbol con tanta facilidad que podría levantar más de una sospechas. Eso no bastó para que Lay tuviera que desenvainar la suya, siempre intentaría no cortar a una mujer a menos que esta se dejara. Las presentaciones se habían expuesto y poco quedaba por decir más que asentir con el rostro y responder al saludo con una tenue y blanca sonrisa. No quería ser galán pero ver como una mujer le amenazaba con un arma le ponía nervioso, un nervio diferente a los que había vivido anteriormente; un tipo de nervio que no se podía comparar a la belleza de su presencia, una mujer de largo cabello y buen porte, delgadez pero fuerza al cargar semejante arma.
La perfilada mirada del muchacho extrajo numerosas estrategias para salir vivo de aquella situación sin tener que matar a la mujer. Pensamientos que se detuvieron con el siguiente acto ajeno. – Un placer conocerte Li Naotora. –no redujo su nombre por falta de confianza-. Era necesario mantener las distancias hasta que el peligro hubiera desaparecido. Los movimientos que hacía denotaban la fuerza que poseía, la fuerza con la que cargó su arma hasta dejarla a su espalda, la fuerza con la que podría mecerla hacia delante y segar el cuerpo de Laytov con suma facilidad, sin vacilar y con una agilidad abrumadora. Cuando los pasos de la mujer se mecieron hacia el moreno, este sintió un feroz escalofrío ¿Acaso le quería atacar? no podía sentir instinto asesino pero la tensión se mostraba latente en ella. Tenía que pensar rápido, justo cuando su diestra se iba a agitar hacia la saya de su arma, la joven de largo cabello le hizo entrega de su abrigo. Un acto amable, un acto gentil que no tuvo cabida en la mente del moreno. – Grac… -antes de que pudiera terminar la frase la mujer salió corriendo hacia el exterior del bosque en el que se encontraba-. ¡Espera! –un caballero debía rendir cuentas a las personas que cuidaban de él-. Esto tampoco era propio de Laytov, agradecer las acciones de una mujer, algo escondía, algo guardaba en aquella perversa y atractiva cabeza. Era veloz, sus pasos descalzos intentaron seguirla siempre manteniendo su cuerpo cubierto con el abrigo que le había entregado.
Olía bien, no como la ropa que siempre usaba, tampoco podía describir la fragancia de aquella mujer, quizá lavanda o quizá algo totalmente diferente. Lo que sabía es que el interés mostrado por ella no era sexual, le había agradado la idea de mantener una conversación con una guerrera, con una persona fuerte de verdad y no sólo una cara bonita. Cuando un hombre atractivo se encuentra en la monotonía de estar rodeado de mujeres de débil espíritu o sumisas, la aparición de una guerrera llamaba la atención incluso exigiendo que la siguiera. Su último comentario fue extraño ¿Qué le había lanzado? No lo entendía y eso tenía fácil solución, preguntarlo. – Me has ayudado ¿Por qué huyes? ¿Es un abrigo bomba? –preguntó ignorante de las razones por las que le había entregado aquella vestimenta tan bien cuidada-. No te lo pienso devolver, ahora es mío ¡Mío! –gritó mientras se aferraba al abrigo con ambas manos subiendo parte de su pecho pero dejando la cintura libre al no haber abrochado correctamente-. No… -detuvo su palabra dando un paso al frente-. En serio. –volvió a dar un paso dejando ambas manos puestas delante de su cuerpo en señal de paz-. ¿Qué te he lanzado? –preguntó confuso-. No quería enemigos y menos a una mujer armada.
La perfilada mirada del muchacho extrajo numerosas estrategias para salir vivo de aquella situación sin tener que matar a la mujer. Pensamientos que se detuvieron con el siguiente acto ajeno. – Un placer conocerte Li Naotora. –no redujo su nombre por falta de confianza-. Era necesario mantener las distancias hasta que el peligro hubiera desaparecido. Los movimientos que hacía denotaban la fuerza que poseía, la fuerza con la que cargó su arma hasta dejarla a su espalda, la fuerza con la que podría mecerla hacia delante y segar el cuerpo de Laytov con suma facilidad, sin vacilar y con una agilidad abrumadora. Cuando los pasos de la mujer se mecieron hacia el moreno, este sintió un feroz escalofrío ¿Acaso le quería atacar? no podía sentir instinto asesino pero la tensión se mostraba latente en ella. Tenía que pensar rápido, justo cuando su diestra se iba a agitar hacia la saya de su arma, la joven de largo cabello le hizo entrega de su abrigo. Un acto amable, un acto gentil que no tuvo cabida en la mente del moreno. – Grac… -antes de que pudiera terminar la frase la mujer salió corriendo hacia el exterior del bosque en el que se encontraba-. ¡Espera! –un caballero debía rendir cuentas a las personas que cuidaban de él-. Esto tampoco era propio de Laytov, agradecer las acciones de una mujer, algo escondía, algo guardaba en aquella perversa y atractiva cabeza. Era veloz, sus pasos descalzos intentaron seguirla siempre manteniendo su cuerpo cubierto con el abrigo que le había entregado.
Olía bien, no como la ropa que siempre usaba, tampoco podía describir la fragancia de aquella mujer, quizá lavanda o quizá algo totalmente diferente. Lo que sabía es que el interés mostrado por ella no era sexual, le había agradado la idea de mantener una conversación con una guerrera, con una persona fuerte de verdad y no sólo una cara bonita. Cuando un hombre atractivo se encuentra en la monotonía de estar rodeado de mujeres de débil espíritu o sumisas, la aparición de una guerrera llamaba la atención incluso exigiendo que la siguiera. Su último comentario fue extraño ¿Qué le había lanzado? No lo entendía y eso tenía fácil solución, preguntarlo. – Me has ayudado ¿Por qué huyes? ¿Es un abrigo bomba? –preguntó ignorante de las razones por las que le había entregado aquella vestimenta tan bien cuidada-. No te lo pienso devolver, ahora es mío ¡Mío! –gritó mientras se aferraba al abrigo con ambas manos subiendo parte de su pecho pero dejando la cintura libre al no haber abrochado correctamente-. No… -detuvo su palabra dando un paso al frente-. En serio. –volvió a dar un paso dejando ambas manos puestas delante de su cuerpo en señal de paz-. ¿Qué te he lanzado? –preguntó confuso-. No quería enemigos y menos a una mujer armada.
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Creado por Alexandra Sig Mar Mayo 24, 2016 6:49 pm
Cuando la chica escucho como Laytov reclamaba el abrigo para si solo puso pensar que lo tomo como un regalo, un gesto de gratitud, tenia razón pero no era un regalo como tal, simplemente no quería que aquel chico se muriera de frió ya que ella parecía estar mas caliente de lo normal y no hablando en sentido sexual, su pecho ardía y su cara enrojecía por motivos que ella misma en ese momento no alcanzaba a comprender, asomo la cabeza con una mirada inocente pero decidida, mirando a los ojos a aquel chico, le respondió - Una maldición...mi madre me la contó! - se volvió a ocultar, agarro su espada y dio un paso al frente, poniéndose a unos metros del chico clavo la espada en el suelo y dibujo una linea y dijo señalándola - Mantente detrás de esta linea, no quiero que me quemes el pecho - con un tono de voz nervioso y bajo, no bajo la mirada, no se iba a rendir ante el desafió que tenia delante, un chico.
Pasaron unos minutos desde que dijo esas palabras y ya había guardado la espada y estaba apoyada en una pared aun mirando a aquel chico, trago saliva para luego preguntarle - Lay...si le puedo llamar así...¿no me mataras verdad? - frunció el ceño al ver el arma del chico y se cruzo de brazos, lo estaba analizando, parecía haberse calmado o al menos daba esa impresión, no quería volver a dar esa impresión nerviosa a la que consideraba débil, aunque su pecho ardiera se mantendría firme,. Naotora en esos momento estaba pensando un millar de cosas y e una sola al mismo tiempo, recuerdos sobre su madre contándole que si alguna vez le ardía el pecho, le ardía y no por estar cerca de un fuego o quemándose, que no temiera, que no se pusiera nerviosa, pues era lo mas hermoso que le podía pasar a una chica. Son pocos los recuerdos de sus padres y para una joven Naotora, esta se aferraba a ellos en sus momentos de tensión o melancolía pero ¿porque no ataco del todo al chico? ¿acabar con su vida haría que el fuego se apagase? La respuesta era simple - el fuego no se va a apagar... - mirando al chico firmemente, ignorando la respuesta que le diera por la pregunta anterior y apretando un puño sobre su propio pecho y continuo - ¿porque no cesa? ¿que clase de maldición esta esta? ¿porque no puedo dejar de mirarlo? Hubiera acabado contigo pero le di mi abrigo ¿porque?... - mirándolo directamente a los ojos y con esa mirada firme, esperaba una respuesta.
Pasaron unos minutos desde que dijo esas palabras y ya había guardado la espada y estaba apoyada en una pared aun mirando a aquel chico, trago saliva para luego preguntarle - Lay...si le puedo llamar así...¿no me mataras verdad? - frunció el ceño al ver el arma del chico y se cruzo de brazos, lo estaba analizando, parecía haberse calmado o al menos daba esa impresión, no quería volver a dar esa impresión nerviosa a la que consideraba débil, aunque su pecho ardiera se mantendría firme,. Naotora en esos momento estaba pensando un millar de cosas y e una sola al mismo tiempo, recuerdos sobre su madre contándole que si alguna vez le ardía el pecho, le ardía y no por estar cerca de un fuego o quemándose, que no temiera, que no se pusiera nerviosa, pues era lo mas hermoso que le podía pasar a una chica. Son pocos los recuerdos de sus padres y para una joven Naotora, esta se aferraba a ellos en sus momentos de tensión o melancolía pero ¿porque no ataco del todo al chico? ¿acabar con su vida haría que el fuego se apagase? La respuesta era simple - el fuego no se va a apagar... - mirando al chico firmemente, ignorando la respuesta que le diera por la pregunta anterior y apretando un puño sobre su propio pecho y continuo - ¿porque no cesa? ¿que clase de maldición esta esta? ¿porque no puedo dejar de mirarlo? Hubiera acabado contigo pero le di mi abrigo ¿porque?... - mirándolo directamente a los ojos y con esa mirada firme, esperaba una respuesta.
Alexandra Sig
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Creado por Laytov Miér Mayo 25, 2016 1:44 pm
La nieve caía con delicadez, el cabello oscuro de nuestro pirata se mezclaba con aquel color dejando que su mirada no perdiera de vista la persona que tenía ante sus ojos; era extraña su forma mas entendía que era lo que le estaba pasando. Maldiciones, palabras que nuestro pirata no lograba a comprender por mucho que pensara en ello; así fue como sus pasos se lanzaron hacia la posición en la que se encontraba aquella mujer, debía guardar las distancias por seguridad o vería su cuerpo fragmentado en dos. Debía indagar en aquella historia, en aquello que se exponía, Laytov merecía una explicación y no frenaría su paso hasta lograr su cometido, había dado con una mujer diferente y quería entender las razones por las que existía; demasiado tiempo acostumbrado a sumisas para verse inmerso en rechazar a una peligrosa. La soberbia del pirata no tenía límites, esa era la razón que le había impulsado a seguir a la peligrosa dama, enamorarla y romper su corazón, destruir su alma por dentro hasta que su bravo cuerpo se fragmentara en mil pedazos. - ¿Maldición? No soy un mago, no te he hecho nada ¿ves? Estoy lejos. –expresó mientras tomaba las distancias pertinentes-. Además, soy espadachín, mi fuerte es cortar no maldecir. –alegó dejando que su mano zurda sujetaba la espada que había estado cargando todo ese tiempo.- El pecho le quemaba ¿acaso se estaba quemando? El sentido poco a poco tomaba más sentido, aquella joven debía tener fiebre o algo por el estilo. El frío había pasado factura dejando que los ojos rojos del moreno no tuvieran más remedio que apartar su recién abrigo adquirido de su espalda.
– Debes tener frío… -acotó con una tenue sonrisa-. Te lo presto. –dio un paso quebrantando las directrices de su petición-. Pasó la línea dibujada, pasó los límites de aquella distancia tomada. El moreno detuvo su paso mientras la joven ocultaba su arma y pronunciaba su nombre disminuido en letras. Levantó sus ojos rojos sin apartarlos del peligro, del arma que tenía a la espalda; podía confiar en que se saldría de aquella situación pero prefería tener todos sus miembros sin cortar antes de terminar la noche. - ¿Matar? ¿Me ves capaz de matar? –preguntó mientras daba un nuevo paso al frente desenvainando su filosa espada-. El arma relucía como si fuese la primera vez que se extraía de su saya. Era capaz, Laytov era un asesino que mataba por dinero, por placer, por lidiar su mente perversa en tiempos de paz. ¿Por qué no le hacía daño a aquella mujer? En un primer momento le hubiese cortado el cuello mas su gentileza y amabilidad indagaron en su mente, en su pecho, en su alma. No le mataría, al menos no en aquellos instantes, había algo interesante en ella, ya fuese su inocencia, su belleza o su espada. Tres cosas que volvían loco al pirata, tres bienes que usurparía por las buenas o, por el contrario, a la fuerza. Por suerte, Lay no era feo, su atractivo rostro afeminado y ojos color carmesí volvían locas a las mujeres, chicas que no veían nada más que un cuerpo atlético, pasaban la noche desenfrenadas por sus besos y pasión juvenil y despertaban al día siguiente sin honra y sin un mísero Berrie.
Laytov les robaba, el amor, el cariño, los besos, las noches pasiones y el dinero. Si aquella mujer actuaba así es que nadie le había robado nada, ni un mísero beso seguramente, un juego, un divertido juego estaba a punto de emprender en aquellos enviados días. – Y no se apagará por mucho que lo intentes, ese fuego soy yo y arderé infinitamente. –engatusar a una dama era bueno, sencillo y fácil para un hombre atractivo y prácticamente sin ropa-. El abrigo se había quedado en sus manos mientras ejecutaba un nuevo paso hacia la muchacha, un paso firme sobre la fría nieve, un paso donde cesarían sus verdades haciéndole entrega de un obsequio puntual. – Te presto mi abrigo. –ejecutó mientras intentaba ponerse tras la muchacha, una medidas sencilla quitarle de estar apoyada en la pared, una medida sencilla de hacer que esta le diera la espalda donde poder ponerle el abrigo acercando sus labios a sus oídos, sin hablar fuerte, con simples susurros. – Porque eres una buena persona, me gustan las buenas personas. –mentía con el único fin de aumentar aquel sentimiento en la mujer ajena a la verdad-.
– Debes tener frío… -acotó con una tenue sonrisa-. Te lo presto. –dio un paso quebrantando las directrices de su petición-. Pasó la línea dibujada, pasó los límites de aquella distancia tomada. El moreno detuvo su paso mientras la joven ocultaba su arma y pronunciaba su nombre disminuido en letras. Levantó sus ojos rojos sin apartarlos del peligro, del arma que tenía a la espalda; podía confiar en que se saldría de aquella situación pero prefería tener todos sus miembros sin cortar antes de terminar la noche. - ¿Matar? ¿Me ves capaz de matar? –preguntó mientras daba un nuevo paso al frente desenvainando su filosa espada-. El arma relucía como si fuese la primera vez que se extraía de su saya. Era capaz, Laytov era un asesino que mataba por dinero, por placer, por lidiar su mente perversa en tiempos de paz. ¿Por qué no le hacía daño a aquella mujer? En un primer momento le hubiese cortado el cuello mas su gentileza y amabilidad indagaron en su mente, en su pecho, en su alma. No le mataría, al menos no en aquellos instantes, había algo interesante en ella, ya fuese su inocencia, su belleza o su espada. Tres cosas que volvían loco al pirata, tres bienes que usurparía por las buenas o, por el contrario, a la fuerza. Por suerte, Lay no era feo, su atractivo rostro afeminado y ojos color carmesí volvían locas a las mujeres, chicas que no veían nada más que un cuerpo atlético, pasaban la noche desenfrenadas por sus besos y pasión juvenil y despertaban al día siguiente sin honra y sin un mísero Berrie.
Laytov les robaba, el amor, el cariño, los besos, las noches pasiones y el dinero. Si aquella mujer actuaba así es que nadie le había robado nada, ni un mísero beso seguramente, un juego, un divertido juego estaba a punto de emprender en aquellos enviados días. – Y no se apagará por mucho que lo intentes, ese fuego soy yo y arderé infinitamente. –engatusar a una dama era bueno, sencillo y fácil para un hombre atractivo y prácticamente sin ropa-. El abrigo se había quedado en sus manos mientras ejecutaba un nuevo paso hacia la muchacha, un paso firme sobre la fría nieve, un paso donde cesarían sus verdades haciéndole entrega de un obsequio puntual. – Te presto mi abrigo. –ejecutó mientras intentaba ponerse tras la muchacha, una medidas sencilla quitarle de estar apoyada en la pared, una medida sencilla de hacer que esta le diera la espalda donde poder ponerle el abrigo acercando sus labios a sus oídos, sin hablar fuerte, con simples susurros. – Porque eres una buena persona, me gustan las buenas personas. –mentía con el único fin de aumentar aquel sentimiento en la mujer ajena a la verdad-.
Laytov
Hoja de personaje
Nivel:
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Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Alexandra Sig Jue Mayo 26, 2016 4:34 am
No tuvo que esperar mucho para obtener respuesta del chico, incluso con la respuesta que le dio, ella se quedo pensativa ¿Como que era el? esas palabras no las lograba a comprender por mucho que las pensara y eso la hacían ponerse nerviosa, había pasado tiempo desde que era una niña, con 18 años Naotora había vivido ya todo tipo de historias y había recorrido varias islas desde el incidente de hace unos años pero nunca antes se había encontrado con algo así, algo que no podía enfrentar, a ella misma.
Cuando vio como el chico le ponía el abrigo, aunque este quedara expuesto al frió y le susurra al oído, apretó sus manos en el abrigo, cubriéndose y bajando los hombres, dio unos pasos hacia delante, no sabia lo que tenia que hacer, no sabia el porque lo hacia, así que decidió lo primero que se le ocurrió por la cabeza, sonrió para si, una sonrisa decidida, se giro mirando al chico y lo señalo - Ya que no aceptas mi regalo, no puedo dejar que mueras de frió, quien seria para dejar morir a un inocente! - era buena, por ese entonces, Naotora seguía siendo una buena persona, una chica inocente y dulce que aun teniendo una gran espada al hombro solo la usaba para defenderse, no era el tipo de persona en el que se convertiría con el pasar de los años pero esa es otra historia futura.
- Ven, creo que se donde ahí ropa de hombre - lo estaba conteniendo, sino le miraba, sino se acercaba mucho a el, el calor de su pecho al cual consideraba una maldición no cesaría pero seria menos intenso, sin darse la vuelta, lo condujo por las calles de aquel pueblo abandonado el cual estaba siendo cubierto por la nieve, hasta que llego a su destino - Aquí es, es una tienda de ropa o al menos, donde encontré el abrigo - se paro justo delante de la puerta, no hizo falta un golpe fuerte para abrirla, solo con un golpecito, esta cayo al suelo como si nada, el paso del tiempo o la nieve habían provocado que ese lugar no fuera muy, estable - Te espero aquí, ve a buscar algo de ropa antes de que agarre un resfriado - Se cruzo de brazos, manteniendo una firme postura y mirada, con la cual, intentaba contener cuando sonrojada estaba en verdad.
Cuando vio como el chico le ponía el abrigo, aunque este quedara expuesto al frió y le susurra al oído, apretó sus manos en el abrigo, cubriéndose y bajando los hombres, dio unos pasos hacia delante, no sabia lo que tenia que hacer, no sabia el porque lo hacia, así que decidió lo primero que se le ocurrió por la cabeza, sonrió para si, una sonrisa decidida, se giro mirando al chico y lo señalo - Ya que no aceptas mi regalo, no puedo dejar que mueras de frió, quien seria para dejar morir a un inocente! - era buena, por ese entonces, Naotora seguía siendo una buena persona, una chica inocente y dulce que aun teniendo una gran espada al hombro solo la usaba para defenderse, no era el tipo de persona en el que se convertiría con el pasar de los años pero esa es otra historia futura.
- Ven, creo que se donde ahí ropa de hombre - lo estaba conteniendo, sino le miraba, sino se acercaba mucho a el, el calor de su pecho al cual consideraba una maldición no cesaría pero seria menos intenso, sin darse la vuelta, lo condujo por las calles de aquel pueblo abandonado el cual estaba siendo cubierto por la nieve, hasta que llego a su destino - Aquí es, es una tienda de ropa o al menos, donde encontré el abrigo - se paro justo delante de la puerta, no hizo falta un golpe fuerte para abrirla, solo con un golpecito, esta cayo al suelo como si nada, el paso del tiempo o la nieve habían provocado que ese lugar no fuera muy, estable - Te espero aquí, ve a buscar algo de ropa antes de que agarre un resfriado - Se cruzo de brazos, manteniendo una firme postura y mirada, con la cual, intentaba contener cuando sonrojada estaba en verdad.
Alexandra Sig
Hoja de personaje
Nivel:
(8/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Laytov Jue Mayo 26, 2016 12:34 pm
Bondad, maldad, todo en un mismo cuerpo, todo escrito en aquella mente, todo expuesto en aquellos ojos rojos que no perdían de vista la persona que yacía ante ellos; la mujer que había regalado su abrigo, la persona que sufriría una de las mil calamidades del mundo; el desamor. Devolviendo el abrigo como señal de regalo, como un acto voluntario el muchacho divisó los pasos de su compañera, la mirada de esta, su rubor, todo lo que significaba estar nerviosa en un mismo cuerpo. Asintió con el rostro mientras atendía paulatinamente la conversación sin perder detalle, sin dejar que sus intenciones reales se vieran inmersas en sus formas, en sus palabras. - ¿Inocente? –preguntó mientras daba un nuevo paso siguiendo los de ella y dejando atrás el muro de piedra-. Todavía recordaba su pasado no muy lejano, su vivencia en prisión, sus actos como asesino, las lágrimas de aquellos inocentes segados con su espada. Un padre asesinado, una madre asesinada, un hijo asesinado.
¿Le explicaría todo aquello a una desconocida? No, la prisión le había cambiado ¿De verdad? no, en absoluto, simplemente había hecho que viera una realidad; matar a diestro y siniestro no era bueno, no era favorable para sus objetivos reales. Dando la espalda a la joven el muchacho siguió sus pasos, intentaba que la distancia de ambos no se viese muy alejado, no tenía dinero y debía hacer que ella pagara todo. Ser atractivo tenía sus ventajas, usar su cuerpo como moneda de cambio para miles de mujeres adineradas. Con velocidad intentó superior sus pasos para que la distancia entre ambos no fuese tan superior. – Li Naotora, no vaya tan rápido me duelen los pies… -expresó haciéndose la víctima para que esta detuviera su paso tan veloz-. Era un espadachín y sus resistencia podía soportar las bajas temperaturas, aquello no era otra treta que verse como un hombre débil, una mentira que le saldría favorable en el futuro. Cuando se adentró en aquel pueblo pudo entender su nueva jugada, mirar ropa, esperar paciente la oportunidad para que aquella mujer viera su cuerpo desnudo. – Oh ¡Muchas gracias! –se acercó a la joven e intentó sujetar sus manos con firmeza-. Pero no te quedes aquí, ayúdame a elegir, no tengo mucho criterio. –mintió y de nuevo se adentró en aquella tienda-.
Ropa de todo tipo, tejana, de lana, lo mejor para la época en la que vivían, entre nieve. Sin pudor alguna, el muchacho empezó a desvestirse quedándose en total ropa interior. Sus pantalones fueron tirados al suelo sujetando uno de pana, fuertes y resistentes para las batallas y firmes para resistir aquel frio. – Y bueno… -expresó mientras se intentaba poner la ropa como podía-. Háblame de ti ¿De dónde eres? ¿Qué haces para divertirte? ¿Tienes pareja? –preguntas propias de alguien interesado-. Estaba claro su intención, hablar y que ella mirara su cuerpo desnudo.
¿Le explicaría todo aquello a una desconocida? No, la prisión le había cambiado ¿De verdad? no, en absoluto, simplemente había hecho que viera una realidad; matar a diestro y siniestro no era bueno, no era favorable para sus objetivos reales. Dando la espalda a la joven el muchacho siguió sus pasos, intentaba que la distancia de ambos no se viese muy alejado, no tenía dinero y debía hacer que ella pagara todo. Ser atractivo tenía sus ventajas, usar su cuerpo como moneda de cambio para miles de mujeres adineradas. Con velocidad intentó superior sus pasos para que la distancia entre ambos no fuese tan superior. – Li Naotora, no vaya tan rápido me duelen los pies… -expresó haciéndose la víctima para que esta detuviera su paso tan veloz-. Era un espadachín y sus resistencia podía soportar las bajas temperaturas, aquello no era otra treta que verse como un hombre débil, una mentira que le saldría favorable en el futuro. Cuando se adentró en aquel pueblo pudo entender su nueva jugada, mirar ropa, esperar paciente la oportunidad para que aquella mujer viera su cuerpo desnudo. – Oh ¡Muchas gracias! –se acercó a la joven e intentó sujetar sus manos con firmeza-. Pero no te quedes aquí, ayúdame a elegir, no tengo mucho criterio. –mintió y de nuevo se adentró en aquella tienda-.
Ropa de todo tipo, tejana, de lana, lo mejor para la época en la que vivían, entre nieve. Sin pudor alguna, el muchacho empezó a desvestirse quedándose en total ropa interior. Sus pantalones fueron tirados al suelo sujetando uno de pana, fuertes y resistentes para las batallas y firmes para resistir aquel frio. – Y bueno… -expresó mientras se intentaba poner la ropa como podía-. Háblame de ti ¿De dónde eres? ¿Qué haces para divertirte? ¿Tienes pareja? –preguntas propias de alguien interesado-. Estaba claro su intención, hablar y que ella mirara su cuerpo desnudo.
Laytov
Hoja de personaje
Nivel:
(3/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Alexandra Sig Jue Mayo 26, 2016 1:34 pm
Cuando esta vio como Lay le tomo las manos, como sus palabras le llegaban hasta su mas profundo ser y como parecía estar desvestido, toda esa combinación hizo que Naotora se sonrojara y volviera a sentir el mismo calor, no solo en su pecho sino esta vez en todo su cuerpo estaba "caliente" y al escuchar las preguntas - Pues... creo que soy de un lugar llamado Wano... aunque no he vivido, allí se que nací allí - fue la primera respuesta mientras su tono de voz se tornaba nervioso - ¿Que hago para divertirme? Esto... ¿entrenar? creo que es lo que mas me divierte y oh si! los mapas, me gustan los mapas y también hablar con Kyoken, mi espada... - no sabia el porque respondía tan rápido, no pensaba las respuestas simplemente decía lo primero que le pasaba por la mente, quizás, estar sola en ese lugar le había echo olvidar una conversación con una persona.
La ultima pregunta fue la que mas sorprendió a Naotora -¿Pareja? No! no! no tengo tiempo para ese tipo de cosas! - respondió nerviosa, si quiera sabia lo que era una pareja, no había tenido un amigo masculino antes y mucho menos haberle dirigido la palabra, si hablar con una espada que luchaba a tu lado contaba como pareja, entonces entendería el significado de esa palabra pero no tenia ni la mas remota idea de lo que era tener una pareja, ni lo que era el amor o cualquier cosa relacionada con eso.
Cuando giro la cabeza, para ver si el chico se había vestido, vio como se encontraba en ropa interior, rápidamente puso su mano al frente para intentar cubrir su vista pero aun así la imagen ya no se le quitaría de la cabeza - pero...vístete! pillaras un resfriado! - preocupación, eso fue lo que sintió al ver así al chico, preocupación y vergüenza, eran dos cosas que Naotora había experimentado poco y en un rato estaba sintiendo mas emociones que en gran parte de su vida hasta ahora.
La ultima pregunta fue la que mas sorprendió a Naotora -¿Pareja? No! no! no tengo tiempo para ese tipo de cosas! - respondió nerviosa, si quiera sabia lo que era una pareja, no había tenido un amigo masculino antes y mucho menos haberle dirigido la palabra, si hablar con una espada que luchaba a tu lado contaba como pareja, entonces entendería el significado de esa palabra pero no tenia ni la mas remota idea de lo que era tener una pareja, ni lo que era el amor o cualquier cosa relacionada con eso.
Cuando giro la cabeza, para ver si el chico se había vestido, vio como se encontraba en ropa interior, rápidamente puso su mano al frente para intentar cubrir su vista pero aun así la imagen ya no se le quitaría de la cabeza - pero...vístete! pillaras un resfriado! - preocupación, eso fue lo que sintió al ver así al chico, preocupación y vergüenza, eran dos cosas que Naotora había experimentado poco y en un rato estaba sintiendo mas emociones que en gran parte de su vida hasta ahora.
Alexandra Sig
Hoja de personaje
Nivel:
(8/100)
Haki:
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