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Censo
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Creado por Abai Serp Mar Mayo 31, 2016 2:01 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Las melenas al viento, un hombre cuando se es guapo se es guapo ¿se puede hacer algo para evitarlo? No, seguir caminando, seguir mirando al viento y esperar no romper más de un corazón. Un marine surcaba por el camino mientras miraba de un lado para otro, con su mirada sensual, con sus rojos ojos que todo lo veían. Un hombre sin igual, guapo, fuerte, atractivo, elegante, con una melena de león, con una musculatura notable y dejando ver los hombros libres con la típica camiseta blanca de marine. – Joder… con un narrador así uno no se puede quejar de la vida. –respondía el marine al también atractivo narrador-. En efecto, ese sujeto podía saber que alguien le leía, que alguien estaba contando su vida y es que la cuarta puerta se había abierto dejando paso a un marine perfecto.
– Sublime. –interrumpió-. Por supuesto, sublime también. Dejando a un lado su perfecto cuerpo, el hombre de largo cabello y mirada perfilada se encontraba en medio de una plaza, una zona transitada por numerosas personas, comerciantes, civiles, personas corrientes que no tenían mucho que hacer y al mismo tiempo grandes labores ¿Cómo era eso posible? Para ellos, sus vidas eran interesantes mientras que para el marine no eran nada más que rutinas aburridas, sin valor, sin esperanza. Su alocado cabello se mecía con el viento como si conociera su nombre, como si hubiese nacido para controlarlo; esto no quería decir que se despeinara ni mucho menos, más bien era como si se envolviera con este en cada paso, en cada gesto. Miraba hacia un lado y no veía nada interesante, miraba hacia otro y tampoco ¿Qué le quedaba por mirar? En su interior, en sus deseos.
– No mires tanto payaso. –recriminaba al narrador dejando escapar una mirada asesina hacia el cielo, lugar donde residía un servidor-. Así fue como el marine se quedó en aquella plaza, patrullando como era costumbre, trabajando, vigilando la ciudad y evitando que no sucediera nada malo, era un héroe, era un marine. Nada se podía hacer para que el tiempo abreviara y allí estaba nuestro marine, sensual como él mismo y caminando sin miedo a lo que pudiera llegar.
– Sublime. –interrumpió-. Por supuesto, sublime también. Dejando a un lado su perfecto cuerpo, el hombre de largo cabello y mirada perfilada se encontraba en medio de una plaza, una zona transitada por numerosas personas, comerciantes, civiles, personas corrientes que no tenían mucho que hacer y al mismo tiempo grandes labores ¿Cómo era eso posible? Para ellos, sus vidas eran interesantes mientras que para el marine no eran nada más que rutinas aburridas, sin valor, sin esperanza. Su alocado cabello se mecía con el viento como si conociera su nombre, como si hubiese nacido para controlarlo; esto no quería decir que se despeinara ni mucho menos, más bien era como si se envolviera con este en cada paso, en cada gesto. Miraba hacia un lado y no veía nada interesante, miraba hacia otro y tampoco ¿Qué le quedaba por mirar? En su interior, en sus deseos.
– No mires tanto payaso. –recriminaba al narrador dejando escapar una mirada asesina hacia el cielo, lugar donde residía un servidor-. Así fue como el marine se quedó en aquella plaza, patrullando como era costumbre, trabajando, vigilando la ciudad y evitando que no sucediera nada malo, era un héroe, era un marine. Nada se podía hacer para que el tiempo abreviara y allí estaba nuestro marine, sensual como él mismo y caminando sin miedo a lo que pudiera llegar.
Última edición por Greed Gōyoku el Miér Jun 01, 2016 1:04 pm, editado 1 vez
Abai Serp
Hoja de personaje
Nivel:
(6/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Abai Serp Sáb Jun 04, 2016 7:58 am
El destino había hecho que nuestro joven marine se encontrara con un tesoro ¿Un tesoro? ¿Qué clase de tesoro? Su amigo, el marine de negro cabello y poder sin igual, el hombre que todo hombre deseaba ser. Podía acostarse con una mujer y desaparecer al día siguiente, literalmente desaparecer. Ese marine era el sueño de todo hombre joven, podía espiar, tocar y desaparecer, acostarse con una mujer casada en la cama de su esposo con el esposo al lado y no lo vería. – Joder, es el puto dios, el puñetero dios. –expresaba Greed emocionado mirando al cielo, lugar donde nuestros intrépidos y afamados lectores podían encontrarse-. No dejaba de pensar en mil planes que hacer con él, al cuerno la misión, al cuerno todo, lo que tenían que hacer es ir a un burdel, acostarse con el mayor número de mujeres y ¡desaparecer! Dejando a un lado sus deseos, no podía ignorar a su superior. La sargento todavía estaba frente a sus ojos y debía actuar con respeto, al menos hasta que las confianzas le permitieran nacer lo contrario. Tenái complicidad con su compañero, ambos habían pensado lo mismo; un hecho que provocaba que Greed se sintiera tranquilo al no estar ante un marine pretensioso y sin personalidad. Uno que buscara la justicia sin motivo, que ayudara a la gente porque se creía un protagonista de un manga shonen.
– Yo soy un personaje de un foro Shonen ¿Me ves poco original? –preguntó al lector dejando que su mueca fuese caracterizado con ser divertida-. No pienso comer hierro y aviso de algo… -detuvo su palabra mientras apuntaba a su pecho-. Me gustan las mujeres con pecho, no como ese horroroso Dragón humanizado comedor de hierro y amante de mujeres sin tetas, ese de la serie de tetudas para nada épica como esta. -verdades como puños, verdades de un marine que sabía que era un personaje de un juego de rol, un personaje que entendía sus funciones rompiendo la cuarta pared como de costumbre-. Teniendo sus cosas en el cochón de abajo, el marine prefirió ponerse cómodo, estaba ante otro hombre y no le daba vergüenza quedarse en ropa interior. Se podía sentir preocupado si hubiese una mujer cerca pero la más cercana se encontraba en otra habitación. Volviendo al presente, el moreno asintió a su compañero, este parecía tener ideas de su mismo nivel.
– Pues ya sabes Octa ¿Te puedo llamar Octa? Somos hombre de bien, amigo del destino y amante de mujeres, tu poder te obliga a ser amante de mujeres y mi eterno dios. –expresaba mientras le sujetaba las manos colocándose de rodillas en el suelo siervo de su poder, siervo de sus capacidades-. Lo dicha del compañero fue veloz, este salió mostrando su mejor forma, sus brazos delgados desentonaban con unas gruesas piernas ejercitadas. – Es el Cristinao Ronaldo de los marines. –pensó mientras asentía con determinación-. Él tampoco estaba mal, era fuerte y la parte superior de su cuerpo estaba muy ejercitada, fuerza bruta, no velocidad pero resistencia. – Pues sí, creo que me ducharé también. –expresó mientras hacía lo propio, meterse en la bañera, frotarse con esmero y esperar que aquel largo cabello pudiera secarse antes de salir en busca del inicio de la misión-. Salió tres cuartos de hora más tarde, con la toalla sobre el cabello y no ocultando sus partes nobles. Su amigo se encontraba frente a él, picando en la habitación de la jefa, si esta salía le vería como su madre le trajo al mundo.
– Jefa me visto y nos vamos. –poco a poco parecía tomar más confianzas, quizá era malo y merecía un castigo o simplemente sería agraciado con gentileza ajena-. Greed era así, especial, buena gente.
– Yo soy un personaje de un foro Shonen ¿Me ves poco original? –preguntó al lector dejando que su mueca fuese caracterizado con ser divertida-. No pienso comer hierro y aviso de algo… -detuvo su palabra mientras apuntaba a su pecho-. Me gustan las mujeres con pecho, no como ese horroroso Dragón humanizado comedor de hierro y amante de mujeres sin tetas, ese de la serie de tetudas para nada épica como esta. -verdades como puños, verdades de un marine que sabía que era un personaje de un juego de rol, un personaje que entendía sus funciones rompiendo la cuarta pared como de costumbre-. Teniendo sus cosas en el cochón de abajo, el marine prefirió ponerse cómodo, estaba ante otro hombre y no le daba vergüenza quedarse en ropa interior. Se podía sentir preocupado si hubiese una mujer cerca pero la más cercana se encontraba en otra habitación. Volviendo al presente, el moreno asintió a su compañero, este parecía tener ideas de su mismo nivel.
– Pues ya sabes Octa ¿Te puedo llamar Octa? Somos hombre de bien, amigo del destino y amante de mujeres, tu poder te obliga a ser amante de mujeres y mi eterno dios. –expresaba mientras le sujetaba las manos colocándose de rodillas en el suelo siervo de su poder, siervo de sus capacidades-. Lo dicha del compañero fue veloz, este salió mostrando su mejor forma, sus brazos delgados desentonaban con unas gruesas piernas ejercitadas. – Es el Cristinao Ronaldo de los marines. –pensó mientras asentía con determinación-. Él tampoco estaba mal, era fuerte y la parte superior de su cuerpo estaba muy ejercitada, fuerza bruta, no velocidad pero resistencia. – Pues sí, creo que me ducharé también. –expresó mientras hacía lo propio, meterse en la bañera, frotarse con esmero y esperar que aquel largo cabello pudiera secarse antes de salir en busca del inicio de la misión-. Salió tres cuartos de hora más tarde, con la toalla sobre el cabello y no ocultando sus partes nobles. Su amigo se encontraba frente a él, picando en la habitación de la jefa, si esta salía le vería como su madre le trajo al mundo.
– Jefa me visto y nos vamos. –poco a poco parecía tomar más confianzas, quizá era malo y merecía un castigo o simplemente sería agraciado con gentileza ajena-. Greed era así, especial, buena gente.
Abai Serp
Hoja de personaje
Nivel:
(6/100)
Haki:
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