Las piedras del camino curtían sus pasos, y aunque la zona inferior de la mujer ya no tuviese sensibilidad, era algo molesto el vaivén de su cuerpo, por lo tanto se limito a caminar con un poco más de fuerza triturando las piedras con facilidad. No había sido un camino sencillo para que aquella morena se encontrara ahora en una de las entradas de aquel lugar. Según entendía solo había dos formas de entrar y salir, se limitaba a dos salidas y eso era bastante bueno y a su misma vez malo, por si algún grupo de marines le daba la idea de irla a cazar. Pero si algo no tenia Ororo era miedo, y menos de aquellos maricas vestidos de marineritos que finalmente no eran más que carne para las aves carroñeras.

Resoplo con fuerza mientras movía su cuerpo, que aunque se trataba de un cuerpo artificial, resistente y duro. Era bastante ligero y le permitía moverse con facilidad. Ya eran varios años de haber escapado de aquel infierno, y la sed de sangre aun recorría la mente de la mujer, quien tras cada vez que cerraba los ojos, los recuerdos, la sangre y el sufrimiento la atormentaban cotidianamente. Le tomo un segundo retomar la cordura, no era bastante bueno comenzar a perder la calma sin siquiera sentirse primero en peligro. Hizo vibrar un poco su garganta justo después de que daba un pequeño sorbo a una bebida que la acompañaba. Desde hacia unos días había observado cosas extrañas en el lugar, y Ororo se limitaba a esconderse en los lugares cercanos a las embarcaciones, donde había llegado en secreto y posiblemente se marcharía de la misma forma, no era más que el mercado y el transporte para ella, pues no le agradaba del todo quitarle la comida a personas trabajadoras que no tenían nada más.

Entre ellos lo más interesante había sido un par de sujetos, si era así como se le podian llamar a un payaso tal vez del tamaño de la mujer, y un oso gigantesco. Quien diablos llevaba un oso a un barco? y por supuesto, quien era tan desquiciado como para andar caminando con tales vestimentas. Ororo quería descubrirlo pero era demacrado astuta como para hacerse notar, pues una negra de cabello punk color blanco y falta de pupilas, sin duda eso llamaría un poco la atención. Por lo tanto se limito a ocultarse en las sombras y entrar al barco y tomar parte del botín que solía llevar aquel payaso; y de allí había salido la bebida que tenia en sus manos en aquel momento.

Sin embargo era hora de acercarse al pueblo, conocer los locales y quien sabe tal vez matar a uno o dos marines que deambularan torpemente por allá. Además aun no lograba descifrar que era lo que hacia un payaso y un oso, tal vez era aun circo o algo extraño; y Ororo sentía una extraña necesidad por averiguarlo. No tenia idea de donde empezar, por lo cual se limito a sentarse bajo un árbol, junto con lo que aprecia ser una pequeña viejesita que tembló aterrada al momento en que la cyborg se sentó a su lado y rompió parte de la silla donde estaba. La viejita se alejo o más pronto que pudo, directo a resar el rosario.