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Creado por Yasuke Lun Ago 08, 2016 8:21 pm
Pum!... El estallido violento se hizo hueco en la quietud de la noche. Bandadas de aves abandonaron su refugio en la copa de los arboles aledaños en respuesta al estruendo, graznando en un tono ofendido y componiendo una melodía en la que expresaban su agravio. El potente rugido de la explosión ponía los corazones en vilo. La sorpresa del momento dilataba la pupila hasta límites insospechados. ¿Qué demonios? Era la pregunta lógica en cada mente decente. Incapaces de articular palabra todo oyente buscaba con la mirada el origen de la detonación. Sorpresa. Inquietud. Miedo. Sentimientos que se arremolinaban en cada ser por la incertidumbre del momento…
Yasuke despegó sus parpados con lentitud. Dormitaba en la rama más alta de un árbol, próximo al origen del estrepito.- Mm…- Murmuró reticente. Afianzó sus espadas con su zurda, aquellas eran el único consuelo ante la adversidad, el único suspiro de seguridad. Entrecerró los ojos en un intento de escudriñar a través del denso velo nocturno, quizás si sus ojos se acostumbraban a la ausencia de luz, pudiese ver un poco más allá. Pero tal artimaña no era necesaria. Unos metros más allá se alzaba una columna ígnea, la cual perecía agónicamente en un intento de clavar sus colmillos en la bóveda celeste. El crepitar de las llamas había opacado el canto de las aves asustadas, de las cuales ya no había rastro. El olor a madera quemada no tardó en llenar el ambiente. Madera vieja, raída. Eso bastaba para hacerse una idea de quien o quienes habían sido objeto del desastre. Pobres diablos. Empero, y la pregunta primaba, dicho infortunio, ¿Era natural o provocado?...
Risas. El viento cálido llevó el sonido de risas hasta el moreno. Pero no había alegría en ellas. Como esas que predominaban cuando se hacía una fiesta entorno a una hoguera. Como esas que estaban presentes en una broma entre compañeros. Como esas que puedes encontrar tras un comentario gracioso, inocente o simplemente gratificante. No. Eran risas vestidas de malicia. Como esas que notas cuando alguien se ríe con la caída de los demás. Como esas que percibes cuando el fallo de unos es la diversión de otros. Como esas que escuchas de personas que se creen superiores en todos los sentido. Si, era ese tipo de risa molesta. Pero no solo eso llevó el viento a los oídos de Yasuke. Llanto. Y entonces frunció el ceño. El llanto de quien suplica. El llanto de quien sufre. El llanto de quien no entiende lo que le está pasando. El moreno conocía muy bien ese llanto. Y tan solo el percibirlo bastó para ponerlo en movimiento…
El grito desgarrador de una fémina fue el resorte que le hizo ponerse a la carrera. Antes de pensarlo, él ya estaba pisando la hierba fresca. Recibiendo el ánimo de los árboles que pasaban fugaz a su lado, quienes le proveían de susurros apremiantes. A cada paso que daba el sonido más claro quedaba. El llanto era más notorio. Las risas más perturbadoras. Tomó el mango blanco de unas de sus katanas cuando dos personas quedaron a la vista gracias al fuego que iluminaba la escena. El uno, un campesino de rodillas, llorando, el otro, un bandido gordo que en aquel momento le disparaba a quemarropa. No había llegado a tiempo para salvar aquella vida, pero sin titubeos, el arma del moreno hendió el aire. Un arco de sangre pintó la escena; la cara del bandido, desencajada por la sorpresa, a un lado, mientras que al otro el brazo cercenado que aun sostenía el revolver. Yasuke paró en seco y le hizo frente, pero el grito de una niña le hizo girar la cabeza. Allí, en la entrada de un granero en llamas, una joven había tropezado. Aprisa. Logró interponer su arma en el marco que amenazaba por caer, mientras que con la otra sujetaba a la niña. Por mala fortuna, detrás, una viga descendía…
Yasuke despegó sus parpados con lentitud. Dormitaba en la rama más alta de un árbol, próximo al origen del estrepito.- Mm…- Murmuró reticente. Afianzó sus espadas con su zurda, aquellas eran el único consuelo ante la adversidad, el único suspiro de seguridad. Entrecerró los ojos en un intento de escudriñar a través del denso velo nocturno, quizás si sus ojos se acostumbraban a la ausencia de luz, pudiese ver un poco más allá. Pero tal artimaña no era necesaria. Unos metros más allá se alzaba una columna ígnea, la cual perecía agónicamente en un intento de clavar sus colmillos en la bóveda celeste. El crepitar de las llamas había opacado el canto de las aves asustadas, de las cuales ya no había rastro. El olor a madera quemada no tardó en llenar el ambiente. Madera vieja, raída. Eso bastaba para hacerse una idea de quien o quienes habían sido objeto del desastre. Pobres diablos. Empero, y la pregunta primaba, dicho infortunio, ¿Era natural o provocado?...
Risas. El viento cálido llevó el sonido de risas hasta el moreno. Pero no había alegría en ellas. Como esas que predominaban cuando se hacía una fiesta entorno a una hoguera. Como esas que estaban presentes en una broma entre compañeros. Como esas que puedes encontrar tras un comentario gracioso, inocente o simplemente gratificante. No. Eran risas vestidas de malicia. Como esas que notas cuando alguien se ríe con la caída de los demás. Como esas que percibes cuando el fallo de unos es la diversión de otros. Como esas que escuchas de personas que se creen superiores en todos los sentido. Si, era ese tipo de risa molesta. Pero no solo eso llevó el viento a los oídos de Yasuke. Llanto. Y entonces frunció el ceño. El llanto de quien suplica. El llanto de quien sufre. El llanto de quien no entiende lo que le está pasando. El moreno conocía muy bien ese llanto. Y tan solo el percibirlo bastó para ponerlo en movimiento…
El grito desgarrador de una fémina fue el resorte que le hizo ponerse a la carrera. Antes de pensarlo, él ya estaba pisando la hierba fresca. Recibiendo el ánimo de los árboles que pasaban fugaz a su lado, quienes le proveían de susurros apremiantes. A cada paso que daba el sonido más claro quedaba. El llanto era más notorio. Las risas más perturbadoras. Tomó el mango blanco de unas de sus katanas cuando dos personas quedaron a la vista gracias al fuego que iluminaba la escena. El uno, un campesino de rodillas, llorando, el otro, un bandido gordo que en aquel momento le disparaba a quemarropa. No había llegado a tiempo para salvar aquella vida, pero sin titubeos, el arma del moreno hendió el aire. Un arco de sangre pintó la escena; la cara del bandido, desencajada por la sorpresa, a un lado, mientras que al otro el brazo cercenado que aun sostenía el revolver. Yasuke paró en seco y le hizo frente, pero el grito de una niña le hizo girar la cabeza. Allí, en la entrada de un granero en llamas, una joven había tropezado. Aprisa. Logró interponer su arma en el marco que amenazaba por caer, mientras que con la otra sujetaba a la niña. Por mala fortuna, detrás, una viga descendía…
Yasuke
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Creado por Kaio Kled Mar Ago 09, 2016 10:41 am
El inicio de lo que desconocía había llegado al fin. Es curioso y a la vez misterioso los caprichos del mismo destino, de como va juntando los caminos de las personas, otras veces los separa y otras sin embargo los corta. La noche estaba muy entrada, resquicios de algunas voces que por la calle sonaban de gente que se recogía hacia su casa pues ya era bien tarde. No obstante era un ser nocturno, mi cuerpo bien lo sabía, a lo largo de mi vida y por lo que alcanzó recordar he vivido más tiempo con la luna que con el sol, y aunque para muchos su astro fuera aquella bola reluciente de calor para mi era esa gran roca blanca en el sombrío firmamento.
Me encontraba hace ya por un mes en una isla del mar del este, los martes y viernes montaba mi chiringuito en el mercado que se suele hacer en la aldea esta y así me ganaba la vida. Vendía mis cosas, mis retorcidas de mente, cachivaches sin afán alguno de galardón al mejor invento del año pues pasaba, llevaba una larga temporada desmotivado en ese aspecto y rehusaba de cambiar aquello - Hasta los huevos estoy ya... - me dije, arrecostado en aquella puñetera silla de madera incómoda del cuarto, la más incómoda que me pusieron de esta maltrecha pensión que entre unas cosas y otras no pagaba. Pero en fin la mayoría de las veces uno obtiene lo que busca, otras mientras tanto son de esas cosas que te encuentras dándote un bofetón mojado en la cara cruzándotela y dejando al viento algún galipo de saliva, hostias tan fuertes que por un lado te pueden venir genial y otras no tanto, sin embargo hoy me vendría bien. Ajetreo escuché entre el humo del cigarro que iba consumiendo antes de dormir, eran las 3 y pico de la madrugada bien seguro, cuando me deslicé con parsimonia hasta los desgastados cristales de la ventana para echar una ojeada hacia afuera, cuando de buenas a primeras un estallido ocurrió calle abajo - ¡Hostia puta chacho! - exclamé casi emocionado. Rápidamente me vestí con mi traje habitual, alcancé del baúl todas mis cosas y salí escopetado hasta la calle ¿A que vino eso?
La explosión generó curiosidad entre los vecinos, que cubriéndose sus cursis pijamas asomaban hacia fuera para ver el suceso. Algunos como yo se echaron rápidamente a la calle, la chamusquina pronto cubrió la zona y un fuerte olor a ceniza anegó mi olfato, ya abajo pude contemplar una escena bárbara. Desde el regocijo del dolor ajeno el chasquido de las falanges de los dedos de mi mano sonó, el toque de trompeta para hacer bailar los puños hacia indeseables que perturbaban el bienestar - Pesados... A ver a que coño vienen a joder la marrana aquí - dije cuando desde mi posición miraba de izquierda a derecha, como si un niño contempla un pastel que no sabe por donde empezar a morder. Entre locura y llamas hubo algo que detuvo mi cuello obligándome a detener mi atención allí, un tipo gordo y feo blandía una pistola encañonando a un viejo de rodillas - Tío, eso no está nada bien joder - veloz corrí hasta él, podía sorprenderlo ya que me dirigía en línea recta por su espalda pero no sirvió para nada. El gatillo accionó el martillo del arma, que a su vez activó la pólvora, que por medio de esta emergió la bala de la boca del cañón atravesando el cráneo del tipo. No obstante, y de forma fugar una tercera persona apareció blandiendo una Katana, segando la extremidad que agarraba el arma - Vaya con el nigga - dije parándome en seco tras contemplar su presencia seria y firme, abandonando rápidamente aquel acabado encuentro, volteando su cuerpo y dirigiéndose hacia un granero en llamas - ¡Eh! ¡Espera tu! - grité en vano, corriendo raudo hasta donde se dirigía.
De camino me crucé con los gritos de dolor de aquel hombre que tras incar rodillas en el suelo, agarraba su amputado brazo mientras rompía su llanto, se encontró con una patada mía en horizontal con el talón en la sien, que acabó por darle el placer que no merecía de no sentir más sufrimiento. A la par corría hasta allí, hasta aquel horno de madera que se consumía donde se perdió el tipo de la katana, internándome allí, forzando la vista para intentar ubicarlo pude presenciar como una viga central se estremecía por el fuego cayendo al vacío, justo a la situación del tío. Realicé un salto impulsando las piernas hacia el frente, golpeando aquella viga que debido a su desgaste por el fuego quebró a la mitad. Acolché la caída con las manos, los guantes me aliviaron del calor del suelo, alcé la cabeza y miré al nigga que cobijaba con su cuerpo a una niña - ¡Será mejor que salgamos! - grité mientras erguía el cuerpo. Había que dirigirse a la entrada antes de que se pusiera el tema peor.
Me encontraba hace ya por un mes en una isla del mar del este, los martes y viernes montaba mi chiringuito en el mercado que se suele hacer en la aldea esta y así me ganaba la vida. Vendía mis cosas, mis retorcidas de mente, cachivaches sin afán alguno de galardón al mejor invento del año pues pasaba, llevaba una larga temporada desmotivado en ese aspecto y rehusaba de cambiar aquello - Hasta los huevos estoy ya... - me dije, arrecostado en aquella puñetera silla de madera incómoda del cuarto, la más incómoda que me pusieron de esta maltrecha pensión que entre unas cosas y otras no pagaba. Pero en fin la mayoría de las veces uno obtiene lo que busca, otras mientras tanto son de esas cosas que te encuentras dándote un bofetón mojado en la cara cruzándotela y dejando al viento algún galipo de saliva, hostias tan fuertes que por un lado te pueden venir genial y otras no tanto, sin embargo hoy me vendría bien. Ajetreo escuché entre el humo del cigarro que iba consumiendo antes de dormir, eran las 3 y pico de la madrugada bien seguro, cuando me deslicé con parsimonia hasta los desgastados cristales de la ventana para echar una ojeada hacia afuera, cuando de buenas a primeras un estallido ocurrió calle abajo - ¡Hostia puta chacho! - exclamé casi emocionado. Rápidamente me vestí con mi traje habitual, alcancé del baúl todas mis cosas y salí escopetado hasta la calle ¿A que vino eso?
La explosión generó curiosidad entre los vecinos, que cubriéndose sus cursis pijamas asomaban hacia fuera para ver el suceso. Algunos como yo se echaron rápidamente a la calle, la chamusquina pronto cubrió la zona y un fuerte olor a ceniza anegó mi olfato, ya abajo pude contemplar una escena bárbara. Desde el regocijo del dolor ajeno el chasquido de las falanges de los dedos de mi mano sonó, el toque de trompeta para hacer bailar los puños hacia indeseables que perturbaban el bienestar - Pesados... A ver a que coño vienen a joder la marrana aquí - dije cuando desde mi posición miraba de izquierda a derecha, como si un niño contempla un pastel que no sabe por donde empezar a morder. Entre locura y llamas hubo algo que detuvo mi cuello obligándome a detener mi atención allí, un tipo gordo y feo blandía una pistola encañonando a un viejo de rodillas - Tío, eso no está nada bien joder - veloz corrí hasta él, podía sorprenderlo ya que me dirigía en línea recta por su espalda pero no sirvió para nada. El gatillo accionó el martillo del arma, que a su vez activó la pólvora, que por medio de esta emergió la bala de la boca del cañón atravesando el cráneo del tipo. No obstante, y de forma fugar una tercera persona apareció blandiendo una Katana, segando la extremidad que agarraba el arma - Vaya con el nigga - dije parándome en seco tras contemplar su presencia seria y firme, abandonando rápidamente aquel acabado encuentro, volteando su cuerpo y dirigiéndose hacia un granero en llamas - ¡Eh! ¡Espera tu! - grité en vano, corriendo raudo hasta donde se dirigía.
De camino me crucé con los gritos de dolor de aquel hombre que tras incar rodillas en el suelo, agarraba su amputado brazo mientras rompía su llanto, se encontró con una patada mía en horizontal con el talón en la sien, que acabó por darle el placer que no merecía de no sentir más sufrimiento. A la par corría hasta allí, hasta aquel horno de madera que se consumía donde se perdió el tipo de la katana, internándome allí, forzando la vista para intentar ubicarlo pude presenciar como una viga central se estremecía por el fuego cayendo al vacío, justo a la situación del tío. Realicé un salto impulsando las piernas hacia el frente, golpeando aquella viga que debido a su desgaste por el fuego quebró a la mitad. Acolché la caída con las manos, los guantes me aliviaron del calor del suelo, alcé la cabeza y miré al nigga que cobijaba con su cuerpo a una niña - ¡Será mejor que salgamos! - grité mientras erguía el cuerpo. Había que dirigirse a la entrada antes de que se pusiera el tema peor.
Kaio Kled
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Creado por D. Corve Mar Ago 09, 2016 1:13 pm
¿Dónde estoy? Un pensamiento fugaz pasaba por mi cabeza mientras hacía el amago por intentar abrir los ojos. Qué dolor de cabeza... Sentía esas sensación intensa en la parte derecha de la cabeza, más concretamente en la sien de la cual brotaba un fino hilo del líquido carmesí que no era el que se bebían en los bares, sino aquél que sustenta el cuerpo y que para algunos es una delicia, o eso era lo que expresaban los libros que encontraba por ahí, aunque eran más ficción que realidad. Aún con los ojos cerrados y sin moverme notaba la textura grumosa sobre lo que estaba recostado y cómo no serlo, porque realmente estaba sobre lo más grumoso de toda isla, la arena. Toqué con mi mano el leve sangrado. Ouch... Intentando sanar el dolor que seguía emitiendo ese punto como si mi mano tuviese propiedades curativas. Tras unos segundos sobando la herida abrí un poco el ojo izquierdo pudiendo vislumbrar la hermosa luz que inundaba la noche en aquélla isla, aunque no era la única que iluminaba las calles del pueblo, ahora mismo eso no era importante, lo importante era saber qué tenía a mano de mis pertenencias y qué me había pasado.
Me senté, sin moverme del sitio apoyando mi codo sobre mi rodilla flexionaba y miré a mi alrededor. Estaba como había sospechado en la playa, cerca del puerto del pueblo costero en el que había estado desde hace varios meses. Junto a mí estaba mi arma más preciada dentro de su maletín y mis gemelas, no estaba allí porque quisieran robarme. Ugh... ya recuerdo por qué estoy aquí... maldita manía... Pensaba con una sonrisa en el rostro. Me encontraba allí por el simple motivo de andar en el antro de turno, como hacía siempre, buscando objetivos de hurto no por aquella enfermedad de querer más cosas, sino para sobrevivir. ¿Quién no necesita ese cordón de oro que cuelga del tío de dos metros mazado hasta los dientes? ¿Quién no necesita esas muelas de oro puro en la boca del rufián de turno? ¿Quién no necesita la mejor bebida de ese antro sin tener un duro en el bolsillo? ¿Quién no necesita el collar y esos anillos tan caros en el cuerpo de esa hermosa criatura al lado de monstruo anteriormente mencionado? Todo para sobrevivir está claro. Si es por supervivencia hay que tenerlo aunque no tengas dinero. Empero lo más importante y esto no para sobrevivir, ¿quién no necesita ligar con la preciosidad de los anillos y llevártela a la cama? Aunque la pregunta más importante era qué cama, pero eso es para otro momento.
Fue un intento con resultado fallido, estando allí, en la barra, simplemente bebí el contenido del baso mientras el barman estaba de espaldas y sigilosamente desaparecí del asiento, acercándome a los objetivos. Robar collares, pendientes e incluso muelas era fácil, lo difícil era echarle el guante a la chica. Pequeña en comparación con el monstruo, con un provocativo vestido rojo de escote bajo revelando unos enormes pechos y delgada cintura, destacando sus pequeñas manos adornadas con anillos como su muñeca entera. Como si de un amigo del grandullón se tratase, cogí una silla de otra mesa, la acerqué a la pareja y me senté saltando sobre ella, apoyando los brazos en el respaldo. Buenas preciosa, no he podido evitar fijarme en tus curvas. Más claro que el agua y más chulo que un ocho. La reacción de ambos fue quedarse quietos un momento y para mi sorpresa, el grandullón me miró con unos que decían "huye estúpido, no sobrevivirás". Con la sonrisa perdida en la cara no pude mas que observar cómo esa hermosa chica se transformaba en el ogro que parecía ser el grandote y de un movimiento rápido el golpe que me metió en la cabeza me hizo caer al suelo como una tonelada de plomo soltada en el aire.
Hay que ser capullo... Me decía a mí mismo mientras cogía mis cosas y me dirigía hacia el pueblo, aunque también refiriéndome a ese cobarde inmenso, una historia rara. Tras haber caminado un poco con la mirada distraída por mis pensamientos, me dí cuenta de la segunda iluminación de esta noche, una columna de fuego inmensa. Por un momento pensé en un festival típico de los pueblos, pero no era muy normal ver a las personas vestidas en pijama y haciendo uso de mis recuerdos en el puerto había varios grandes navíos de dudosa procedencia por sus banderas. Fuera de mis pensamientos saqué mi arma favorita, la Hecate y fui a paso avanzado hacia la columna de fuego. Cuando pude ver la base, desde una calle que se elevaba sobre la altura del lugar de la gran fogata, vi, a través de la mira telescópica cómo un tipo gordo tenía apuntado a un pobre anciano de rodillas. Cargué para abatirlo, pero por desgracia, había llegado a ver en el momento justo que el tipo accionaba su arma, haciendo que el plomo atravesara la cabeza del viejo, terminando con su vida. Parecía no haber sido el único en visionarlo, pues mientras dirigía la mira al gordo, un tipo afro cortó su brazo y salió pitando al granero del fondo que hacía ansias por seguir en pie mientras era incinerado. Más si esto no fuera fortuna, otro tipo también afro le golpeó y le dejó en el suelo del impacto, saliendo corriendo al granero.
Guardé mi arma y saqué las gemelas mientras corría en esa dirección, viendo la escena del lugar. Paré junto al obeso hombre, mirándole con desprecio. Tal vez puedas servir para saber qué pasa. Apuntando con las gemelas, le reventé las dos rodillas, escuchando con placer el crujir de sus huesos aunque lastimosamente no escuchando sus gritos. Fui directo a la entrada al granero guardando una de las pistolas y sacando una especie de caracola. ¡¡¡Eeehhh!!! ¡¡¡El granero se viene abajo!!! Grité por la puerta a la vez que apuntaba la concha hacia dentro tras apretar si centro. Del a misma comenzó salir un chorro a baja presión para provocar una leve lluvia que sofocase levemente las llamas del interior. Algunos trozos de vigas y sujeciones del techo comenzaban a caer y eran partidas y apartadas a balazos antes de que se interpusiesen en mitad el camino de los dos tipos de dentro.
Me senté, sin moverme del sitio apoyando mi codo sobre mi rodilla flexionaba y miré a mi alrededor. Estaba como había sospechado en la playa, cerca del puerto del pueblo costero en el que había estado desde hace varios meses. Junto a mí estaba mi arma más preciada dentro de su maletín y mis gemelas, no estaba allí porque quisieran robarme. Ugh... ya recuerdo por qué estoy aquí... maldita manía... Pensaba con una sonrisa en el rostro. Me encontraba allí por el simple motivo de andar en el antro de turno, como hacía siempre, buscando objetivos de hurto no por aquella enfermedad de querer más cosas, sino para sobrevivir. ¿Quién no necesita ese cordón de oro que cuelga del tío de dos metros mazado hasta los dientes? ¿Quién no necesita esas muelas de oro puro en la boca del rufián de turno? ¿Quién no necesita la mejor bebida de ese antro sin tener un duro en el bolsillo? ¿Quién no necesita el collar y esos anillos tan caros en el cuerpo de esa hermosa criatura al lado de monstruo anteriormente mencionado? Todo para sobrevivir está claro. Si es por supervivencia hay que tenerlo aunque no tengas dinero. Empero lo más importante y esto no para sobrevivir, ¿quién no necesita ligar con la preciosidad de los anillos y llevártela a la cama? Aunque la pregunta más importante era qué cama, pero eso es para otro momento.
Fue un intento con resultado fallido, estando allí, en la barra, simplemente bebí el contenido del baso mientras el barman estaba de espaldas y sigilosamente desaparecí del asiento, acercándome a los objetivos. Robar collares, pendientes e incluso muelas era fácil, lo difícil era echarle el guante a la chica. Pequeña en comparación con el monstruo, con un provocativo vestido rojo de escote bajo revelando unos enormes pechos y delgada cintura, destacando sus pequeñas manos adornadas con anillos como su muñeca entera. Como si de un amigo del grandullón se tratase, cogí una silla de otra mesa, la acerqué a la pareja y me senté saltando sobre ella, apoyando los brazos en el respaldo. Buenas preciosa, no he podido evitar fijarme en tus curvas. Más claro que el agua y más chulo que un ocho. La reacción de ambos fue quedarse quietos un momento y para mi sorpresa, el grandullón me miró con unos que decían "huye estúpido, no sobrevivirás". Con la sonrisa perdida en la cara no pude mas que observar cómo esa hermosa chica se transformaba en el ogro que parecía ser el grandote y de un movimiento rápido el golpe que me metió en la cabeza me hizo caer al suelo como una tonelada de plomo soltada en el aire.
Hay que ser capullo... Me decía a mí mismo mientras cogía mis cosas y me dirigía hacia el pueblo, aunque también refiriéndome a ese cobarde inmenso, una historia rara. Tras haber caminado un poco con la mirada distraída por mis pensamientos, me dí cuenta de la segunda iluminación de esta noche, una columna de fuego inmensa. Por un momento pensé en un festival típico de los pueblos, pero no era muy normal ver a las personas vestidas en pijama y haciendo uso de mis recuerdos en el puerto había varios grandes navíos de dudosa procedencia por sus banderas. Fuera de mis pensamientos saqué mi arma favorita, la Hecate y fui a paso avanzado hacia la columna de fuego. Cuando pude ver la base, desde una calle que se elevaba sobre la altura del lugar de la gran fogata, vi, a través de la mira telescópica cómo un tipo gordo tenía apuntado a un pobre anciano de rodillas. Cargué para abatirlo, pero por desgracia, había llegado a ver en el momento justo que el tipo accionaba su arma, haciendo que el plomo atravesara la cabeza del viejo, terminando con su vida. Parecía no haber sido el único en visionarlo, pues mientras dirigía la mira al gordo, un tipo afro cortó su brazo y salió pitando al granero del fondo que hacía ansias por seguir en pie mientras era incinerado. Más si esto no fuera fortuna, otro tipo también afro le golpeó y le dejó en el suelo del impacto, saliendo corriendo al granero.
Guardé mi arma y saqué las gemelas mientras corría en esa dirección, viendo la escena del lugar. Paré junto al obeso hombre, mirándole con desprecio. Tal vez puedas servir para saber qué pasa. Apuntando con las gemelas, le reventé las dos rodillas, escuchando con placer el crujir de sus huesos aunque lastimosamente no escuchando sus gritos. Fui directo a la entrada al granero guardando una de las pistolas y sacando una especie de caracola. ¡¡¡Eeehhh!!! ¡¡¡El granero se viene abajo!!! Grité por la puerta a la vez que apuntaba la concha hacia dentro tras apretar si centro. Del a misma comenzó salir un chorro a baja presión para provocar una leve lluvia que sofocase levemente las llamas del interior. Algunos trozos de vigas y sujeciones del techo comenzaban a caer y eran partidas y apartadas a balazos antes de que se interpusiesen en mitad el camino de los dos tipos de dentro.
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Creado por Yasuke Miér Ago 10, 2016 12:22 am
¿Había sido su imaginación? Lo dudaba. Pero entre el barulla juraría haber oído voces dirigirse hacia él. ¿Había más campesinos en derredor? Seguro. Aunque también existía la posibilidad de que se tratara de algún enemigo intentado identificarlo. Sin embargo en aquel momento no importaba. Si desistía un segundo, aunque fuese una milésima, el granero colapsaría sobre el cuerpo que intentaba arrastrarse lejos de las fauces del infierno. No había alcanzado a salvar al campesino, y aunque no se culparía por ello, tampoco era plan como para dejar a los bandidos hacer y deshacer a su antojo.
Logró alcanzar el blanco, y una de sus katanas frenó el avance del marco que amenazaba por desistir en su tarea. Cobijó a la chiquilla bajo su diestra como si esta fuera su ala protectora, y buscó con la mirada el camino más corto para salir. Empero su mente se detuvo momento al percibir, en su rango de visión, como una sombra se abalanzaba a un lado, azotando con fuerza lo que parecía una viga a punto de impactar en el moreno. ¿Alguien le ayudaba? Lo cierto es que miles de astillas volaron chamuscadas, sin causar mayor daño de lo que la viga al completo podría haber causado. Era aquella ayuda, aunque proviniese de un desconocido, algo que agradecer.
Pero no había espacio para ello. Yasuke contempló frustrado como el umbral que había atravesado para entrar cedía a su propio peso, convirtiéndose entonces un paso infranqueable debido a la presencia de las hambrientas flamas. La madera de todo el lugar crujió al unísono, señal de que el fuego la estaba consumiendo por completo y de que el tiempo que tenían para escapar era más corto aun. La temperatura en aquel momento era algo imposible de calcular, aunque al moreno no le afectaba en gran medio. El humo por el contrario era otra cosa. Las convulsiones del pequeño cuerpo bajo su brazo le indicaban al espadachín que la niña necesitaba aire, y pronto él también lo necesitaría si no se movía. Un grito desde el exterior lo sacó de su ensimismamiento, y al entrecerrar los ojos pudo apreciar una mesa con diferentes utensilios de vidrio sobre ella, a pocos metros de la puerta por la cual había entrado. Coronando la puerta esperaba una ventana, ennegrecida por el humo y por ello no se hubo percatado de su presencia antes. Devolvió una mirada seria al individuo que lo ayudó y tras un simple asentimiento con la cabeza se puso en movimiento.
Evadió con agilidad varias sillas de madera que ardían vigorosamente. Esquivó con igual destreza varias tablas calcinadas que llovían desde el techo. Y saltó con habilidad felina un montón de pajas que ya había entrado en combustión. Apoyándose en la mesa antes descrita atravesó con su propio cuerpo el ventanal para alcanzar por fin el exterior. Rodó usando su propio cuerpo como escudo para la niña, y fue a parar a escasos pasos de un hombre. Como era costumbre afianzó el mango de su arma, pero al percibir que aquel hombre intentaba sofocar las llamas con un extraño artefacto se permitió el relajarse un poco. El cambio de temperatura fue notorio, agradable, y tal como él lo percibió esperaba que aquel que lo había ayudado en el interior del granero lo hubiera seguido para también sentirlo.- ¿Pero quién carajos son ustedes?- Una voz gruesa se elevó por encima del crispar de las llamas. Un impotente ser surgió unos metros al frente, con una veintena de hombres a sus espaldas. No había que pensar mucho para entender que eran los causantes de aquel embrollo.- Dios mío jefe, ¡Wall está muerto!- Una voz aguda surgió desde el otro extremo.- ¡Esos cabrones se lo han cargado!- Volvió a informar la voz aguda, mas temeroso por su jefe que por la noticia.- ¿¡Que mi hermano qué!?- Rugió con vehemencia el primero.- Quiero a esos capullos. ¡YA!
Y su trompa se puso en marcha como una estrepitosa estampida. Aquello le valió a Yasuke para entender que, si bien aquellos dos hombres a su lado no estaban con él, tampoco estaban con el enemigo. A pesar de ello no bajó la guardia. Y aunque seguro que aquellos dos estaban más preocupados por lo que venía de frente, nuevas convulsiones bajo la diestra del moreno captaron su atención. Casi había olvidado a la niña, que cual ovillo se enrollaba en su brazo. Sin embargo había pasado mucho tiempo inhalando el humo y parecía llegar a su límite. Yasuke extendió el cuerpo en la hierba y examinó a la muchacha, que no debería tener más de una década y que en aquel momento luchaba con todas sus fuerzas para intentar ingerir una bocanada de aire.-Mmm.- Necesitaba algo de tiempo. Más preocupado por el estado de la fémina que del grupo que se abalanzaba hacia él, el moreno rasgó la camisa que cubría el torso de la niña, dejando al descubierto la piel semi ennegrecida y una fina pieza de tela que cubría su parte superior. Palpó los pulmones con cuidado, y dedujo por lo inflados que estaban que simple humo los ocupaban y no dejaban entrar más aire…
Tenía la solución. Buscó con la mirada algo que pudiera servirle y alargó el brazo al detectar una pieza de vidrio. Un pequeño objeto hueco y cilíndrico que había sido expulsado del interior del granero cuando él saltó por la ventana. Rústico pero útil. Calentó el objeto mínimamente en unas ascuas que luchaban por no consumirse a su vera. Lo tomó con la diestra, tapando uno de los extremos con el pulgar. Y lo enterró sin contemplaciones en el pulmón izquierdo de la niña, allí, entre dos costillas. Un pequeño quejido por parte de la muchacha, pero Yasuke retiró el pulgar del objeto, y acto seguido el humo en los pulmones de la chica escapó por el conducto creado. La fémina logró por fin tomar algo de aire y su respiración se estabilizó. Había perdido la conciencia entre tanto meneo, pero al final podía respirar por si sola. Teniendo aquello seguro, la atmosfera entorno al moreno cambio, se podría decirse que se tornó más pesada. Con una mirada fría como el hielo y empuñando su arma con la firmeza con la que una madre aferra a su hijo… Había llegado el momento de que Yasuke se uniera a la lucha…
Logró alcanzar el blanco, y una de sus katanas frenó el avance del marco que amenazaba por desistir en su tarea. Cobijó a la chiquilla bajo su diestra como si esta fuera su ala protectora, y buscó con la mirada el camino más corto para salir. Empero su mente se detuvo momento al percibir, en su rango de visión, como una sombra se abalanzaba a un lado, azotando con fuerza lo que parecía una viga a punto de impactar en el moreno. ¿Alguien le ayudaba? Lo cierto es que miles de astillas volaron chamuscadas, sin causar mayor daño de lo que la viga al completo podría haber causado. Era aquella ayuda, aunque proviniese de un desconocido, algo que agradecer.
Pero no había espacio para ello. Yasuke contempló frustrado como el umbral que había atravesado para entrar cedía a su propio peso, convirtiéndose entonces un paso infranqueable debido a la presencia de las hambrientas flamas. La madera de todo el lugar crujió al unísono, señal de que el fuego la estaba consumiendo por completo y de que el tiempo que tenían para escapar era más corto aun. La temperatura en aquel momento era algo imposible de calcular, aunque al moreno no le afectaba en gran medio. El humo por el contrario era otra cosa. Las convulsiones del pequeño cuerpo bajo su brazo le indicaban al espadachín que la niña necesitaba aire, y pronto él también lo necesitaría si no se movía. Un grito desde el exterior lo sacó de su ensimismamiento, y al entrecerrar los ojos pudo apreciar una mesa con diferentes utensilios de vidrio sobre ella, a pocos metros de la puerta por la cual había entrado. Coronando la puerta esperaba una ventana, ennegrecida por el humo y por ello no se hubo percatado de su presencia antes. Devolvió una mirada seria al individuo que lo ayudó y tras un simple asentimiento con la cabeza se puso en movimiento.
Evadió con agilidad varias sillas de madera que ardían vigorosamente. Esquivó con igual destreza varias tablas calcinadas que llovían desde el techo. Y saltó con habilidad felina un montón de pajas que ya había entrado en combustión. Apoyándose en la mesa antes descrita atravesó con su propio cuerpo el ventanal para alcanzar por fin el exterior. Rodó usando su propio cuerpo como escudo para la niña, y fue a parar a escasos pasos de un hombre. Como era costumbre afianzó el mango de su arma, pero al percibir que aquel hombre intentaba sofocar las llamas con un extraño artefacto se permitió el relajarse un poco. El cambio de temperatura fue notorio, agradable, y tal como él lo percibió esperaba que aquel que lo había ayudado en el interior del granero lo hubiera seguido para también sentirlo.- ¿Pero quién carajos son ustedes?- Una voz gruesa se elevó por encima del crispar de las llamas. Un impotente ser surgió unos metros al frente, con una veintena de hombres a sus espaldas. No había que pensar mucho para entender que eran los causantes de aquel embrollo.- Dios mío jefe, ¡Wall está muerto!- Una voz aguda surgió desde el otro extremo.- ¡Esos cabrones se lo han cargado!- Volvió a informar la voz aguda, mas temeroso por su jefe que por la noticia.- ¿¡Que mi hermano qué!?- Rugió con vehemencia el primero.- Quiero a esos capullos. ¡YA!
Y su trompa se puso en marcha como una estrepitosa estampida. Aquello le valió a Yasuke para entender que, si bien aquellos dos hombres a su lado no estaban con él, tampoco estaban con el enemigo. A pesar de ello no bajó la guardia. Y aunque seguro que aquellos dos estaban más preocupados por lo que venía de frente, nuevas convulsiones bajo la diestra del moreno captaron su atención. Casi había olvidado a la niña, que cual ovillo se enrollaba en su brazo. Sin embargo había pasado mucho tiempo inhalando el humo y parecía llegar a su límite. Yasuke extendió el cuerpo en la hierba y examinó a la muchacha, que no debería tener más de una década y que en aquel momento luchaba con todas sus fuerzas para intentar ingerir una bocanada de aire.-Mmm.- Necesitaba algo de tiempo. Más preocupado por el estado de la fémina que del grupo que se abalanzaba hacia él, el moreno rasgó la camisa que cubría el torso de la niña, dejando al descubierto la piel semi ennegrecida y una fina pieza de tela que cubría su parte superior. Palpó los pulmones con cuidado, y dedujo por lo inflados que estaban que simple humo los ocupaban y no dejaban entrar más aire…
Tenía la solución. Buscó con la mirada algo que pudiera servirle y alargó el brazo al detectar una pieza de vidrio. Un pequeño objeto hueco y cilíndrico que había sido expulsado del interior del granero cuando él saltó por la ventana. Rústico pero útil. Calentó el objeto mínimamente en unas ascuas que luchaban por no consumirse a su vera. Lo tomó con la diestra, tapando uno de los extremos con el pulgar. Y lo enterró sin contemplaciones en el pulmón izquierdo de la niña, allí, entre dos costillas. Un pequeño quejido por parte de la muchacha, pero Yasuke retiró el pulgar del objeto, y acto seguido el humo en los pulmones de la chica escapó por el conducto creado. La fémina logró por fin tomar algo de aire y su respiración se estabilizó. Había perdido la conciencia entre tanto meneo, pero al final podía respirar por si sola. Teniendo aquello seguro, la atmosfera entorno al moreno cambio, se podría decirse que se tornó más pesada. Con una mirada fría como el hielo y empuñando su arma con la firmeza con la que una madre aferra a su hijo… Había llegado el momento de que Yasuke se uniera a la lucha…
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Creado por Kaio Kled Miér Ago 10, 2016 6:38 am
La situación, que poco prosperaba empezaba a alterarme. Hacia mucha calor, llamas por todos lados, escombros que caían, no era exactamente un sitio ideal para quedarse. De un momento quise salir por la puerta en la que entré, un individuo permanecía en ella humedeciendo la zona y había que aprovecharlo tal y como hizo el nigga con aquella cría. Esquivé algunos trozos, corriendo semi agachado para evitar la nube de humo hasta que finalmente di al exterior, tirándome en plancha al piso y tomando consecutivamente una gran bocanada de aire, por fin dejé atrás ese infierno.
A fuera aún se escuchaban gritos de gente que corría de un lado a otro sofocando los estropicios causados, cuando quise levantar la cabeza, aun con el cuerpo en plancha en el suelo, unos tipos se me acercaban y por las pintas no precisamente a levantarme y darme abrazos - Wo Wo Wo relax gente - dije mientras me incorporaba. 3 tipos corpulentos se me abalanzaban, mi agilidad ayudó a zafarme de su carga y sucesivos haces de espada que ejecutaron, por detrás de ellos venían 5 más. Comencé a bailar con los 3 que tenía encima, esquivando sus torpes ofensivas hasta encontrar una abertura que dejaran, uno de ellos erró una patada a la altura de mi cabeza y era la oportunidad perfecta. Desde un movimiento ascendente de mi posición, pues me encontraba de cuclillas al esquivar su patada, me impulsé hacia arriba como un resorte agarrando esa pierna que iba a la nada, aquello hizo que el tipo perdiera su estabilidad y se diese de bruces contra el suelo. Me abalancé hasta su cuerpo en el piso aun aferrado a su pata jamona, y con la ayuda del anterior impulso y mi peso, caí sobre él quedando entre él y yo su pierna dándole de esta forma la oportunidad de dejar su vida actual por una como bailarín de gimnasia rítmica, pues la apertura de sus piernas formaron un bello ángulo de 180º.
Pronto me aparté de encima suyo dejándole entre gritos y con un pequeño desgarro en su extremidad, no podría levantarse al menos por si solo ya, uno menos. Tan pronto me erguí tan pronto me golpearon por detrás, enviándome hacia delante y tropezando con el cuerpo del anterior hasta caer de nuevo al suelo - Eso estuvo muy feo tio - dije mientras arrascaba mi nuca por el golpetazo, sin embargo estaba casi vendido, los 5 tios los tenía ya casi encima y tenía poco tiempo para responder - ¡Eh tios! - grité al pistolas y al niggi buscando su apoyo, de no ser así iba a pasarlo mal.
A fuera aún se escuchaban gritos de gente que corría de un lado a otro sofocando los estropicios causados, cuando quise levantar la cabeza, aun con el cuerpo en plancha en el suelo, unos tipos se me acercaban y por las pintas no precisamente a levantarme y darme abrazos - Wo Wo Wo relax gente - dije mientras me incorporaba. 3 tipos corpulentos se me abalanzaban, mi agilidad ayudó a zafarme de su carga y sucesivos haces de espada que ejecutaron, por detrás de ellos venían 5 más. Comencé a bailar con los 3 que tenía encima, esquivando sus torpes ofensivas hasta encontrar una abertura que dejaran, uno de ellos erró una patada a la altura de mi cabeza y era la oportunidad perfecta. Desde un movimiento ascendente de mi posición, pues me encontraba de cuclillas al esquivar su patada, me impulsé hacia arriba como un resorte agarrando esa pierna que iba a la nada, aquello hizo que el tipo perdiera su estabilidad y se diese de bruces contra el suelo. Me abalancé hasta su cuerpo en el piso aun aferrado a su pata jamona, y con la ayuda del anterior impulso y mi peso, caí sobre él quedando entre él y yo su pierna dándole de esta forma la oportunidad de dejar su vida actual por una como bailarín de gimnasia rítmica, pues la apertura de sus piernas formaron un bello ángulo de 180º.
Pronto me aparté de encima suyo dejándole entre gritos y con un pequeño desgarro en su extremidad, no podría levantarse al menos por si solo ya, uno menos. Tan pronto me erguí tan pronto me golpearon por detrás, enviándome hacia delante y tropezando con el cuerpo del anterior hasta caer de nuevo al suelo - Eso estuvo muy feo tio - dije mientras arrascaba mi nuca por el golpetazo, sin embargo estaba casi vendido, los 5 tios los tenía ya casi encima y tenía poco tiempo para responder - ¡Eh tios! - grité al pistolas y al niggi buscando su apoyo, de no ser así iba a pasarlo mal.
- leed:
- Hoy voy a estar afk, lo hice tan pronto como pude y por el movil para no retrasar.
Kaio Kled
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Creado por D. Corve Miér Ago 10, 2016 7:04 pm
La escena parecía avanzar con por buen camino. El fuego que había podido amainar con mi dial de agua y los escombros apartados a balazos parecieron dibujarles el camino de salida a la libertad, gloriosa libertad de aire fresco. Para mi sorpresa, el primero de ellos, el espadachín rebana brazos al estilo afro, salto por la ventana contigua a la puerta, una manera épica de salir si no fuese por que yo andaba evitando el peligro total de que esa cara del granero se cayese, o al menos esa una de las vistas, la otra era simplemente que yo era un extra en su historia heroica , y sí, heroica porque cargaba con una pequeña chica que estaba dentro del granero, de ahí su raudo internamiento en el mismo. Como si fuese otro extra más en la historia, el segundo afro que se había internado en la atracción de llamas, salía esta vez por donde habia entrado, por ese marco ennegrecido que hacía esfuerzos por no caerse y por no volver a incendiarse de nuevo.
El espadachín había rodado unos metros más allá y el segundo estaba ahí, tirado en el suelo a unos pocos metros. Anda que... No pude terminar mi frase cuando en la distancia se vislumbraba una manada de animales que se podrían considerar personas aún siendo unos piratas de mala calaña vociferando idioteces. ¡Si Will ese tío, solo esta inconsciente, aunque no volverá a andar! Mientras les gritaba intentando distraerlos del espadachín y la niña con estas palabras pude guardar la concha, cambiar de cargador a la gemela que había usado para el granero y sacar la otra gemela para que jugasen juntas. La primera andanada de hombres hay había hecho su aparición a distancia cuerpo a cuerpo, centrándose en el antes desfallecido cuerpo que había estado tirado en el suelo. Su pelea comenzó no sin el intento del resto de hombres de acercarse a la pelea injusta de tres contra uno. Recalcando intentando porque mis balas frenaron si primera intención de atacar dada lo inesperado de los disparos, todos apuntados al suelo, sin la intención acérrima de herirles, sino de evitar su avance. No avan... No pude acabar ni la palabra, hoy era un día completo de interrupciones a mi persona, con lo que me gustaba eso, cuando un sonido igual al de partir una tabla de madera inundó el ambiente. Ese ruido venía de uno de los gorilas que se había abierto de piernas cual bailarín de ballet. Momentos después el afro fue golpeado con tal fuerza a traición que pareció la típica colleja en la nuca de una madre enfadada y cayó sobre el tipo que yacía inconsciente, con los ojos en blanco y babeando del dolor de haberse roto sus partes.
La situación apremiaba y no era momento de dudar. Joder, no soy un asesino. El estruendo de la pólvora estallando dentro de del cañón de la gemela ahogó el poco ruido que ese grandullón podía hacer al morir, pues en su entrecejo se podía apreciar un hueco limpio que atravesaba su cabeza completamente, empezando a brotar de este un poco de sangre. Comencé a disparar a ambos lados, al tipo que quedaba junto al lado de los "buenos" y al de los piratas que habían provocado todo este lío en este tranquilo pueblo. Cuatro abatidos con cinco disparos, uno más en el lado afro y tres en el otro lado. La cuarta bala desviada por uno de los rufianes. Salté cerca del que estaba dando los primeros auxilios a la pobre infante. ¡Médico, tendrás que llevártela, se nos abalanzan los restantes con pistolas y espadas. Dije mientras seguía el tiroteo casi unilateral que armaba el escándalo suficiente como para poder imitar la pólvora lanzada en el festejo de las fiestas. Mientras retrocedía levemente, esperando a que el chico con la chica huyera antes y el otro ayudara en esta tarea, pude ver entre la iluminación del fuego y de la luna a aquél tipejo que estaba con la preciosidad de vestido rojo en el bar entre los matones del puto monstruo que organizó esta contienda. ¿Era ella una persona secuestrada más? Sin embargo dada la reacción ante mi intento de ligar no daba lugar a eso, ¿podía ella estar participando en esto? Las dudas se reflejaban en mi rostro serio, normalmente adornado con una sonrisa mientras vaciaba los cargadores.
Había emprendido ya la carrera en dirección opuesta a los matones mientras disparaba con una de las gemelas y esperando estar seguro que ambos pintorescos personajes seguían la misma ruta de escape. Tengo que encontrar un sitio para usar mi arma estrella. Pensaba mientras recorría las calles del pobre pueblo, buscando puntos en los que crearles trampas a los pocos más de diez que nos seguían disparando y gritando como bárbaros.
El espadachín había rodado unos metros más allá y el segundo estaba ahí, tirado en el suelo a unos pocos metros. Anda que... No pude terminar mi frase cuando en la distancia se vislumbraba una manada de animales que se podrían considerar personas aún siendo unos piratas de mala calaña vociferando idioteces. ¡Si Will ese tío, solo esta inconsciente, aunque no volverá a andar! Mientras les gritaba intentando distraerlos del espadachín y la niña con estas palabras pude guardar la concha, cambiar de cargador a la gemela que había usado para el granero y sacar la otra gemela para que jugasen juntas. La primera andanada de hombres hay había hecho su aparición a distancia cuerpo a cuerpo, centrándose en el antes desfallecido cuerpo que había estado tirado en el suelo. Su pelea comenzó no sin el intento del resto de hombres de acercarse a la pelea injusta de tres contra uno. Recalcando intentando porque mis balas frenaron si primera intención de atacar dada lo inesperado de los disparos, todos apuntados al suelo, sin la intención acérrima de herirles, sino de evitar su avance. No avan... No pude acabar ni la palabra, hoy era un día completo de interrupciones a mi persona, con lo que me gustaba eso, cuando un sonido igual al de partir una tabla de madera inundó el ambiente. Ese ruido venía de uno de los gorilas que se había abierto de piernas cual bailarín de ballet. Momentos después el afro fue golpeado con tal fuerza a traición que pareció la típica colleja en la nuca de una madre enfadada y cayó sobre el tipo que yacía inconsciente, con los ojos en blanco y babeando del dolor de haberse roto sus partes.
La situación apremiaba y no era momento de dudar. Joder, no soy un asesino. El estruendo de la pólvora estallando dentro de del cañón de la gemela ahogó el poco ruido que ese grandullón podía hacer al morir, pues en su entrecejo se podía apreciar un hueco limpio que atravesaba su cabeza completamente, empezando a brotar de este un poco de sangre. Comencé a disparar a ambos lados, al tipo que quedaba junto al lado de los "buenos" y al de los piratas que habían provocado todo este lío en este tranquilo pueblo. Cuatro abatidos con cinco disparos, uno más en el lado afro y tres en el otro lado. La cuarta bala desviada por uno de los rufianes. Salté cerca del que estaba dando los primeros auxilios a la pobre infante. ¡Médico, tendrás que llevártela, se nos abalanzan los restantes con pistolas y espadas. Dije mientras seguía el tiroteo casi unilateral que armaba el escándalo suficiente como para poder imitar la pólvora lanzada en el festejo de las fiestas. Mientras retrocedía levemente, esperando a que el chico con la chica huyera antes y el otro ayudara en esta tarea, pude ver entre la iluminación del fuego y de la luna a aquél tipejo que estaba con la preciosidad de vestido rojo en el bar entre los matones del puto monstruo que organizó esta contienda. ¿Era ella una persona secuestrada más? Sin embargo dada la reacción ante mi intento de ligar no daba lugar a eso, ¿podía ella estar participando en esto? Las dudas se reflejaban en mi rostro serio, normalmente adornado con una sonrisa mientras vaciaba los cargadores.
Había emprendido ya la carrera en dirección opuesta a los matones mientras disparaba con una de las gemelas y esperando estar seguro que ambos pintorescos personajes seguían la misma ruta de escape. Tengo que encontrar un sitio para usar mi arma estrella. Pensaba mientras recorría las calles del pobre pueblo, buscando puntos en los que crearles trampas a los pocos más de diez que nos seguían disparando y gritando como bárbaros.
D. Corve
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Creado por Yasuke Jue Ago 11, 2016 10:43 pm
Un arco de sangre se dibujó en el aire. Las gotas de dicho líquido parecieron quedar suspendidas por un segundo, expandiéndose en el terreno tanto cuanto podían. Brillaban a contra luz, haciéndole la competencia a las estrellas que adornaban el firmamento, las estrellas como un diamante, la sangre como el rubí. Dicha obra plasmada por un tajo sin miramientos, efectuado por el moreno a una velocidad vertiginosa. Tajo que iba, de forma ascendente, desde el lado izquierdo de la cintura hasta el hombro derecho del pobre desgraciado que había osado interponerse en su camino. Un corte profundo y doloroso, pues que fue Nozarashi quien lo hubo efectuado…
El afectado cayó de espaldas, gritando de dolor y tratando en vano de no desangrarse al obstaculizar su herida con sus propias manos. Pobre infeliz. Pero no había tiempo para contemplar su agonía. Un nuevo enemigo emergía a través de la confusión, blandiendo un sable de forma temeraria, arma que habría acabado atascada en el cráneo del moreno si no fuera porque Nozarashi se interponía en su camino. El arma había sido llevada a aquella posición con un simple giro de muñeca de su portador, quien usando la fuerza del golpe desvió el sable a un lado realizando un arco hacia la derecha. Con su zurda encajó un puñetazo justo en el rostro de aquel bandido, quien retrocedió por la fuerza de empuje solo para ver como Nozarashi, nuevamente en ristre, efectuaba un nuevo arco sangriento al ir de lado a lado de su prominente barriga…
Aquello provoco que los demás bandidos que estaban por abalanzarse se lo pensaran. Y es que si bien un solo hombre era presa fácil, un hombre que manejaba una espada ya no lo era tanto. De todas formas, ese momento de dudas le dio el tiempo suficiente al moreno para otear su alrededor, buscando con la mirada, precisamente a los dos individuos que parecían no estar con aquel grupo de salvajes. Si bien el del afro blanco se encontraba en una situación comprometida, el del pseudo afro no tardó en aligérale su carga al comprarle tiempo desde la distancia con aquella pistola. El pistolero se aproximó de inmediato al moreno, proveyéndole de una idea que no se le había pasado por la cabeza, y es que si bien ellos tres podían defenderse a duras penas, la chiquilla estaba completamente vulnerable. Volvió la vista hacia la chica al tiempo que captaba por el rabillo del ojo como uno de los bandidos alzaba un revolver en su dirección. Aun el enemigo no había terminado de apuntar y Yasuke ya se encontraba rodando por tierra hacia la niña. Para cuando escuchó el cañonazo, su afro era quien había sufrido las consecuencias…
Con un cómico agujero en su salvaje melena y la chica nuevamente bajo su brazo, el moreno siguió los pasos de aquel tirador que se le había unido para que este cubriera su retirada. El del afro blanco, librado de los que querían abalanzarse sobre él, no tardaría en unirse al par en post de una retirada exitosa. Quizás lo lograron por el caos del humo, los aldeanos curiosos que se acercaban y las llamas danzantes que quedaban, que quisieran o no, jugaban curiosos efectos a la vista. Como ese que percibió el moreno cuando miró a la izquierda en busca de un refugio; una figura vestida de rojo que se deslizaba a gran velocidad hacia ellos. ¿Sería el rojo del fuego que observó o alguna otra cosa? Lo cierto es que no había tiempo para pensar sobre ello, pues segundos después el melodioso canto de un cuerno llenó el ambiente. Acto seguido, el tañido de una campaña proveniente del pueblo no tardó en opacar al cuerno. Inmediatamente tanto el ruido estrepitoso de los disparos como el alboroto incesante de la persecución parecieron calmarse…
El significado de ambos sonidos era claro; la campana delataba la movilización de marines en la zona. Quizás no fueran muchos, alguna patrulla de avanzadilla para averiguar que pasaba en aquel granero que terminaba de consumirse en aquellos momentos. El cuerno por otro lado, significaba la retirada de los bandidos. Sin embargo el cuerno sonó antes que la campana, por lo que o decidieron no perder más hombres u obtuvieron lo que querían. De todas formas, la situación no mejoraba para Yasuke. Quizás aquellos dos hombres que lo acompañaban eran civiles normales y corrientes, pero él al fin y al cabo era un criminal, por lo que la presencia de marines no era mejor que la de los criminales. Su vista se perdió en el denso bosque que se abría a su derecha, para luego clavarse en la niña inconsciente y pasar finalmente a sus dos acompañantes.- Debo buscar un lugar seguro.- Dijo por fin. Seco. Árido. Y sin esperar respuesta se internó en el bosque. No entendía la situación, así que esperaría a que la muchacha despertara para adquirir algo de información. El movimiento de los otros dos dependía de sus propias circunstancias, y es que si lo seguían podía significar que como él, estaban fuera de la ley…
El afectado cayó de espaldas, gritando de dolor y tratando en vano de no desangrarse al obstaculizar su herida con sus propias manos. Pobre infeliz. Pero no había tiempo para contemplar su agonía. Un nuevo enemigo emergía a través de la confusión, blandiendo un sable de forma temeraria, arma que habría acabado atascada en el cráneo del moreno si no fuera porque Nozarashi se interponía en su camino. El arma había sido llevada a aquella posición con un simple giro de muñeca de su portador, quien usando la fuerza del golpe desvió el sable a un lado realizando un arco hacia la derecha. Con su zurda encajó un puñetazo justo en el rostro de aquel bandido, quien retrocedió por la fuerza de empuje solo para ver como Nozarashi, nuevamente en ristre, efectuaba un nuevo arco sangriento al ir de lado a lado de su prominente barriga…
Aquello provoco que los demás bandidos que estaban por abalanzarse se lo pensaran. Y es que si bien un solo hombre era presa fácil, un hombre que manejaba una espada ya no lo era tanto. De todas formas, ese momento de dudas le dio el tiempo suficiente al moreno para otear su alrededor, buscando con la mirada, precisamente a los dos individuos que parecían no estar con aquel grupo de salvajes. Si bien el del afro blanco se encontraba en una situación comprometida, el del pseudo afro no tardó en aligérale su carga al comprarle tiempo desde la distancia con aquella pistola. El pistolero se aproximó de inmediato al moreno, proveyéndole de una idea que no se le había pasado por la cabeza, y es que si bien ellos tres podían defenderse a duras penas, la chiquilla estaba completamente vulnerable. Volvió la vista hacia la chica al tiempo que captaba por el rabillo del ojo como uno de los bandidos alzaba un revolver en su dirección. Aun el enemigo no había terminado de apuntar y Yasuke ya se encontraba rodando por tierra hacia la niña. Para cuando escuchó el cañonazo, su afro era quien había sufrido las consecuencias…
Con un cómico agujero en su salvaje melena y la chica nuevamente bajo su brazo, el moreno siguió los pasos de aquel tirador que se le había unido para que este cubriera su retirada. El del afro blanco, librado de los que querían abalanzarse sobre él, no tardaría en unirse al par en post de una retirada exitosa. Quizás lo lograron por el caos del humo, los aldeanos curiosos que se acercaban y las llamas danzantes que quedaban, que quisieran o no, jugaban curiosos efectos a la vista. Como ese que percibió el moreno cuando miró a la izquierda en busca de un refugio; una figura vestida de rojo que se deslizaba a gran velocidad hacia ellos. ¿Sería el rojo del fuego que observó o alguna otra cosa? Lo cierto es que no había tiempo para pensar sobre ello, pues segundos después el melodioso canto de un cuerno llenó el ambiente. Acto seguido, el tañido de una campaña proveniente del pueblo no tardó en opacar al cuerno. Inmediatamente tanto el ruido estrepitoso de los disparos como el alboroto incesante de la persecución parecieron calmarse…
El significado de ambos sonidos era claro; la campana delataba la movilización de marines en la zona. Quizás no fueran muchos, alguna patrulla de avanzadilla para averiguar que pasaba en aquel granero que terminaba de consumirse en aquellos momentos. El cuerno por otro lado, significaba la retirada de los bandidos. Sin embargo el cuerno sonó antes que la campana, por lo que o decidieron no perder más hombres u obtuvieron lo que querían. De todas formas, la situación no mejoraba para Yasuke. Quizás aquellos dos hombres que lo acompañaban eran civiles normales y corrientes, pero él al fin y al cabo era un criminal, por lo que la presencia de marines no era mejor que la de los criminales. Su vista se perdió en el denso bosque que se abría a su derecha, para luego clavarse en la niña inconsciente y pasar finalmente a sus dos acompañantes.- Debo buscar un lugar seguro.- Dijo por fin. Seco. Árido. Y sin esperar respuesta se internó en el bosque. No entendía la situación, así que esperaría a que la muchacha despertara para adquirir algo de información. El movimiento de los otros dos dependía de sus propias circunstancias, y es que si lo seguían podía significar que como él, estaban fuera de la ley…
Yasuke
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Creado por Kaio Kled Dom Ago 14, 2016 4:46 am
La escena parecía tomar un rumbo que a mis ojos no les gustaba nada. Los tipos estos feos nos superaban de largo en número a los 4 si tenía en cuenta a la niña, que a pesar de estar fuera de sí era alguien más a tener en cuenta y hacia la que más deberíamos de preocuparnos. El fuego y el intenso murmullo de carácter bélico que inundaba la zona era bastante preocupante, no había quien parase a aquella enorme banda que cometía lo que quisiera a placer y nosotros tampoco es que fuéramos a cambiar mucho por desgracia.
De un momento a otro, uno de los compis apaciguó con balas aquel frente que tenía delante, dándome la oportunidad de retirada. Por otro lado y al darme la vuelta, el nigga de la espada se libró de los 2 restantes que tenía detrás mía - Gracias tíos - dije agradeciendo el gesto de ambos. No obstante, un sonido estridente clamaba por la incorporación de la marina al lugar, juntándose a la par con el de una campana - ¡Habría que ir abandonando esto! - les grité para que me intentarán escuchar de entre los estruendos de la zona. Pronto el sitio se inundó de mas gente y se formó un verdadero caos en el que alguien medianamente inteligente no participaría, tal que mi caso, no era buen plan meterse en el tumulto a repartir palos y seguramente recibirlos. Presto abandonamos nuestra posición junto con la niña, la cual cogió el nigga mientras el pistolas y yo corríamos también. Cruzamos varias calles en post de un sitio calmado y seguro, entre la carrera pude darme cuenta de un detalle, el pistolero tenía unas alas como las mías, cursis y pequeñas - Me parece que somos paisanos tu y yo tio - le dije mientras señalaba mis alas, levantando y doblando el brazo y señalando con el pulgar estas. Tras callejear por fin vimos un claro, al fin salimos.
Un bosque más allá había, detrás de este la playa, y justo a la izquierda el puerto aunque bastante más alejado. El espadachín quiso irse hacia el bosque para resguardarnos, siguiéndole en busca de una zona en calma. Saqué un dial para iluminar el camino, colocándolo en un adaptador que incluí en mi traje en el pecho y me adelanté un poco para iluminar el terreno en la medida de lo posible. Algo más allá diferencie de entre las sombras una enorme roca - Detrás de esa piedra - le dije al grupo para en un principio parar y recobrar el aliento. Una vez en ella tomé una bocanada de aire cuando al fin estaba parado, me tiré a la hierva de espaldas para descansar, boca arriba seguí respirando con una pequeña sonrisa en mi cara en señal de satisfacción - Joooooder la que se armó - me limité a decir en primer lugar. De una vez estábamos fuera de ese gran meollo, aunque era casi de seguro que sería tan solo por tiempo limitado y que por haber participado en el suceso teníamos la obligación de no permanecer demasiado tiempo parados, ya bien sea por el acecho de esa banda o por la búsqueda de los marines que más tarde vinieron para imponer "su orden". Ya bien sea para una cosa u otra habría que meditarlo, sin olvidarnos de la chica la cual aún estaba con nosotros.
De un momento a otro, uno de los compis apaciguó con balas aquel frente que tenía delante, dándome la oportunidad de retirada. Por otro lado y al darme la vuelta, el nigga de la espada se libró de los 2 restantes que tenía detrás mía - Gracias tíos - dije agradeciendo el gesto de ambos. No obstante, un sonido estridente clamaba por la incorporación de la marina al lugar, juntándose a la par con el de una campana - ¡Habría que ir abandonando esto! - les grité para que me intentarán escuchar de entre los estruendos de la zona. Pronto el sitio se inundó de mas gente y se formó un verdadero caos en el que alguien medianamente inteligente no participaría, tal que mi caso, no era buen plan meterse en el tumulto a repartir palos y seguramente recibirlos. Presto abandonamos nuestra posición junto con la niña, la cual cogió el nigga mientras el pistolas y yo corríamos también. Cruzamos varias calles en post de un sitio calmado y seguro, entre la carrera pude darme cuenta de un detalle, el pistolero tenía unas alas como las mías, cursis y pequeñas - Me parece que somos paisanos tu y yo tio - le dije mientras señalaba mis alas, levantando y doblando el brazo y señalando con el pulgar estas. Tras callejear por fin vimos un claro, al fin salimos.
Un bosque más allá había, detrás de este la playa, y justo a la izquierda el puerto aunque bastante más alejado. El espadachín quiso irse hacia el bosque para resguardarnos, siguiéndole en busca de una zona en calma. Saqué un dial para iluminar el camino, colocándolo en un adaptador que incluí en mi traje en el pecho y me adelanté un poco para iluminar el terreno en la medida de lo posible. Algo más allá diferencie de entre las sombras una enorme roca - Detrás de esa piedra - le dije al grupo para en un principio parar y recobrar el aliento. Una vez en ella tomé una bocanada de aire cuando al fin estaba parado, me tiré a la hierva de espaldas para descansar, boca arriba seguí respirando con una pequeña sonrisa en mi cara en señal de satisfacción - Joooooder la que se armó - me limité a decir en primer lugar. De una vez estábamos fuera de ese gran meollo, aunque era casi de seguro que sería tan solo por tiempo limitado y que por haber participado en el suceso teníamos la obligación de no permanecer demasiado tiempo parados, ya bien sea por el acecho de esa banda o por la búsqueda de los marines que más tarde vinieron para imponer "su orden". Ya bien sea para una cosa u otra habría que meditarlo, sin olvidarnos de la chica la cual aún estaba con nosotros.
Kaio Kled
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Creado por D. Corve Dom Ago 14, 2016 1:06 pm
Era curioso que de entre el sonido de un tiroteo de mediana escala se pudiesen escuchar claramente aquellos sonidos que parecían ahogar por la fuerza el de las armas escupiendo su carga. Destacaban ambos tanto por su significado como por su volumen. La única campana visible en todo el pueblo estaba sonando sin parar, advirtiendo a todo aquél maleante que se fuese con pies en polvorosa, mientras que el sonido de un cuerno de guerra solamente sonó una vez y justo antes que el de la campana.
Mientras avanzábamos a un lugar seguro, pude observar por el rabillo del ojo cómo la marabunta que nos acechaba se alejaban y esparcían por el pueblo. Uff. Suspiré y guardé las armas para seguir el camino hacia adelante. Con los pies en polvorosa aún por las calles del pueblo me quité la chaqueta del conjunto para cubrir la leve rozadura generada por el tiroteo en el hombro derecho del cual no me había percatado por la subida de adrenalina del momento intentando que la funda de mi arma favorita no se cayese por el camino, dejando mostrar mis alas del reino del cielo. Tomamos una curva y el de la lucha cuerpo a cuerpo me hizo un comentario poco elocuente y fuera de lugar en estos momentos, pero de agradecida calma para todos. Jeje... Eso parece. Solté con una sonrisa en los labios y con un tono de broma.
Por fin nos adentrábamos en el refugio perfecto, el bosque cercano al pueblo, cuando el skypean que me acompañaba sacó uno de los famosos diales e hizo de linea frontal para guiarnos por el oscuro camino que la luna no podía mostrarnos. No tardamos mucho cuando por fin alcanzamos el lugar temporal de reposo, detrás de una enorme piedra que nos haría de escudo en la peor de las situaciones. Como si fuese algo común en su personalidad el afro alado se tiró al suelo, esta vez boca arriba para descansar como si el suelo fuese su cama. Resultaba muy cómico, pero también estaba el otro tipo, el negro afro con la chica que ahora mismo descansaba también en el suelo, no como el anteriormente mencionado. Por mi parte, dejé el gran estuche en el suelo y me senté cerca de la roca, usándola como respaldo, con el brazo de la rozadura apoyado en la rodilla. Antes emitir palabra alguna pasé la mirada por todos y luego iré al oscuro cielo estrellado que se dejaba ver entre los árboles y a la luna que observaba impasible las ocurrencias de la noche. Uff... Suspiré mientras comenzaba a abrir la funda de mi arma. Bien... conseguimos escapar colegas... pero... Decía entrecortado por la larga carrera que habíamos hecho a la vez que terminaba de sacar la Hecate y la cogía con para hacerle un leve mantenimiento dado que no había podido hacerlo desde el día anterior. !¿Qué cojones está pasando aquí?! Grité en la medida de lo que se puede gritar cuando estas hablando bajo para llamar la atención de los presentes.
Aunque no les conocía de mucho, las amistades que un ladrón como yo tenía no se elegían como las normales, sino que se elegían por hechos como el ocurrido hace unos momentos. Hechos de ayuda al prójimo sin esperar nada a cambio, aunque por mi parte tomaba las pertenencias de otras personas sin que yo les pidiera algo antes de hacerlo. Me llamo D. Corve, me podéis llamar Corve y no, mi D en el nombre no es nada relacionado con la famosa D que ronda el mundo entero. Comenté mientras me reía al explicarles lo de mi nombre. Y como podéis observar soy un experto en armas, aunque prefiero esta. Moví el rifle para señalarlo. Después de presentarme esperaría que ellos lo hiciesen o al menos me diesen algo con qué llamarles más allá de el tío alado o el nigga afro. Aunque sería normal que me esperase, antes de pensar en algo más miré a la pobre chica para hacernos una pregunta que de momento dudaba que alguno supiese, más allá de la chica. ¿Qué coño quieren esos degenerados? Cuando acabé la pregunta mi cara tomó una expresión de sorpresa al recordar al grandullón del bar que estaba con la banda y no pude evitar murmurar conjeturas infundadas. ¿Acaso... la del vestido rojo... tiene algo que ver? La duda estaba allí y solo una persona podía aclararlo del todo, la pobre chica.
Mientras avanzábamos a un lugar seguro, pude observar por el rabillo del ojo cómo la marabunta que nos acechaba se alejaban y esparcían por el pueblo. Uff. Suspiré y guardé las armas para seguir el camino hacia adelante. Con los pies en polvorosa aún por las calles del pueblo me quité la chaqueta del conjunto para cubrir la leve rozadura generada por el tiroteo en el hombro derecho del cual no me había percatado por la subida de adrenalina del momento intentando que la funda de mi arma favorita no se cayese por el camino, dejando mostrar mis alas del reino del cielo. Tomamos una curva y el de la lucha cuerpo a cuerpo me hizo un comentario poco elocuente y fuera de lugar en estos momentos, pero de agradecida calma para todos. Jeje... Eso parece. Solté con una sonrisa en los labios y con un tono de broma.
Por fin nos adentrábamos en el refugio perfecto, el bosque cercano al pueblo, cuando el skypean que me acompañaba sacó uno de los famosos diales e hizo de linea frontal para guiarnos por el oscuro camino que la luna no podía mostrarnos. No tardamos mucho cuando por fin alcanzamos el lugar temporal de reposo, detrás de una enorme piedra que nos haría de escudo en la peor de las situaciones. Como si fuese algo común en su personalidad el afro alado se tiró al suelo, esta vez boca arriba para descansar como si el suelo fuese su cama. Resultaba muy cómico, pero también estaba el otro tipo, el negro afro con la chica que ahora mismo descansaba también en el suelo, no como el anteriormente mencionado. Por mi parte, dejé el gran estuche en el suelo y me senté cerca de la roca, usándola como respaldo, con el brazo de la rozadura apoyado en la rodilla. Antes emitir palabra alguna pasé la mirada por todos y luego iré al oscuro cielo estrellado que se dejaba ver entre los árboles y a la luna que observaba impasible las ocurrencias de la noche. Uff... Suspiré mientras comenzaba a abrir la funda de mi arma. Bien... conseguimos escapar colegas... pero... Decía entrecortado por la larga carrera que habíamos hecho a la vez que terminaba de sacar la Hecate y la cogía con para hacerle un leve mantenimiento dado que no había podido hacerlo desde el día anterior. !¿Qué cojones está pasando aquí?! Grité en la medida de lo que se puede gritar cuando estas hablando bajo para llamar la atención de los presentes.
Aunque no les conocía de mucho, las amistades que un ladrón como yo tenía no se elegían como las normales, sino que se elegían por hechos como el ocurrido hace unos momentos. Hechos de ayuda al prójimo sin esperar nada a cambio, aunque por mi parte tomaba las pertenencias de otras personas sin que yo les pidiera algo antes de hacerlo. Me llamo D. Corve, me podéis llamar Corve y no, mi D en el nombre no es nada relacionado con la famosa D que ronda el mundo entero. Comenté mientras me reía al explicarles lo de mi nombre. Y como podéis observar soy un experto en armas, aunque prefiero esta. Moví el rifle para señalarlo. Después de presentarme esperaría que ellos lo hiciesen o al menos me diesen algo con qué llamarles más allá de el tío alado o el nigga afro. Aunque sería normal que me esperase, antes de pensar en algo más miré a la pobre chica para hacernos una pregunta que de momento dudaba que alguno supiese, más allá de la chica. ¿Qué coño quieren esos degenerados? Cuando acabé la pregunta mi cara tomó una expresión de sorpresa al recordar al grandullón del bar que estaba con la banda y no pude evitar murmurar conjeturas infundadas. ¿Acaso... la del vestido rojo... tiene algo que ver? La duda estaba allí y solo una persona podía aclararlo del todo, la pobre chica.
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Creado por Yasuke Jue Ago 18, 2016 12:57 pm
Atrás iba quedando el caos que se había formado de un momento a otro. Sin embargo, sería una locura bajar la guardia. Si bien eran persistentes los piratas, más aun lo era la marina. En aquel momento, nada era seguro. Empero debían buscar algo que lo pareciera, o con el espacio suficiente para darles tiempo a reaccionar, al menos. Pero aquello era impensable, ¿Cómo un lobo solitario como él, se encontraba huyendo con una niña herida bajo el brazo y dos desconocidos cubriéndole? ¿Cómo había llegado a aquella situación? Aunque si bien cabía, lo extraño no eran tanto sus acompañantes, sino el misterio tras aquel ataque…
Los arboles pasaban a su alrededor como sombras danzarinas en la oscuridad de la noche. Sería cuestión de tiempo que, debido a la velocidad a la que iban, se dieran de bruces contra alguno de esos abruptos troncos. Sin embargo el del afro blanco tomó la cabeza de la avanzadilla, y haciendo uso de un extraño artefacto, iluminó el avance de todos. Yasuke dudó un momento. ¿No serviría aquella fuente de luz para atraer a sus enemigos? Pero aquel pensamiento abandonó su mente al percibir como el usuario en cuestión ajustaba la potencia del artilugio para que solo iluminase unos pocos pasos adelante. No dejaba de ser curioso aquel par, miembros de una raza diferente, al menos tenían aquello en común. ¿Qué tenía él? Un humano más, como aquellos que habían quemado el granero con una niña dentro, como aquellos que habían disparado a quemarropa a un anciano de rodillas que ya se había rendido…
Con el corazón desbocado, se desplazaba con toda la gracia con la que un hombre que cargaba el peso muerto de una niña inconsciente podía desplazarse. Los arboles ponían aprueba sus reflejos, emergiendo de las entrañas de la noche de forma tan rápida como el pensamiento mismo. El terreno tampoco ayudaba. Abrupto. Irregular. Cada roca suponía un obstáculo que debían salvar para no caer. Pero aquella frenética carrera terminó cuando se divisó una enorme roca que podía servirles a su cometido. Se cobijaron a espalda del monumento pétreo, esperando que aquello le ofreciera la cobertura que en aquellos momentos necesitaban. En esa aparente seguridad, el del afro blanco se tiró al suelo cuan largo era, luchando contra el aire para mantenerlo en sus pulmones. Igual de cansado, Yasuke deposito sobre la hierba fresca el cuerpo de la joven, para darle de esa forma el tratamiento que asegurase que volviera a abrir los ojos.
Y mientras uno luchaba por no morir debido a la falta de aire, el otro extraía una curiosa arma y le proveía de mantenimiento. Un dúo particular aquel. El moreno dirigió una mirada al hombro herido del pistolero, en un intento de evaluar si era un simple rasguño o si debía extraer alguna bala perdida. Tal parecía que la segunda opción no era viable. Por suerte. Acto seguido aquel de la armas expresaba la preocupación de los allí presentes por lo acontecido aquella noche. Sin bien eran frecuentes los ataques de piratas, ¿Por qué ensañarse con una familia de campesinos? No tenía lógica alguna pues, ¿Qué le robarían? ¿Paja y estiércol?- Yasuke.- Murmuró el moreno, de forma audible. Y es que el pistolero se había presentado y era propio que él hiciera lo mismo. Y aunque no los validaba como los mejores amigos, de esa forma ya dejaban el estatus de desconocidos.
Un gemido fue el resorte para que la guardia del moreno se elevara de golpe, y un simple parpadeo bastó para que una de las espadas de Yasuke ocupara su lugar en sus manos, en posición defensiva y escudriñando el oscuro bosque en busca de enemigos. Empero un segundo gemido le reveló el origen del sonido, y volviéndose trató de ayudar a la joven que se convulsionaba levemente, como luchando contra un enemigo invisible. -¿Abuelo? Abuelo, ¡Abuelo!...- Poco a poco abrió los ojos entre llantos, pero el grito que pegó fue notorio cuando percibió al moreno, provocando que algunas aves que dormían en los arboles cercanos emprendieran el vuelo, asustadas. La chica estalló el lágrimas y Yasuke retrocedió un poco.- Guaperas, ocúpate.- Pidió al tirador, y es que bien sabía que su rostro serio e inexpresivo no podían ayudar a calmar a una joven asustada.
Momentos después, las lágrimas de miedo dieron paso a lágrimas de dolor, y es que los ojos de la joven se tornaron en un manantial de aquella sustancia cuando tocó revelar la muerte de su abuelo. El silencio reinó en el lugar mientras parecía que la niña acabaría sacando la última gota de su ser. De pronto su llanto cesó, y sus ojos se quedaron mirando a la nada. Yasuke mismo pensó por un segundo que había entrado en shock.- ¿Abuela?- Fue lo que dijo, y el moreno dirigió una mirada de sorpresa a los allí presentes. En el fragor de la batalla no había percibido a ninguna anciana, claro que por lo caótico del momento no tuvo tiempo de estudiar su entorno precisamente. ¿Habría ella muerto antes que el anciano? ¿Quedó quizás atrapada en el granero ardiente? Antes nuestro desconocimiento la niña estalló en lágrimas nuevamente. Todo aquello carecía de sentido y empezaba a molestar a Yasuke.- ¿Qué querrían unos bandidos de dos viejos y una niña?- Preguntó directo, falto de tacto. Sin embargo más sorpresivo fue quizás, la respuesta por parte de la fémina, quien la había efectuado con una mezcla de afirmación e interrogación.- La mina… de oro…
Los arboles pasaban a su alrededor como sombras danzarinas en la oscuridad de la noche. Sería cuestión de tiempo que, debido a la velocidad a la que iban, se dieran de bruces contra alguno de esos abruptos troncos. Sin embargo el del afro blanco tomó la cabeza de la avanzadilla, y haciendo uso de un extraño artefacto, iluminó el avance de todos. Yasuke dudó un momento. ¿No serviría aquella fuente de luz para atraer a sus enemigos? Pero aquel pensamiento abandonó su mente al percibir como el usuario en cuestión ajustaba la potencia del artilugio para que solo iluminase unos pocos pasos adelante. No dejaba de ser curioso aquel par, miembros de una raza diferente, al menos tenían aquello en común. ¿Qué tenía él? Un humano más, como aquellos que habían quemado el granero con una niña dentro, como aquellos que habían disparado a quemarropa a un anciano de rodillas que ya se había rendido…
Con el corazón desbocado, se desplazaba con toda la gracia con la que un hombre que cargaba el peso muerto de una niña inconsciente podía desplazarse. Los arboles ponían aprueba sus reflejos, emergiendo de las entrañas de la noche de forma tan rápida como el pensamiento mismo. El terreno tampoco ayudaba. Abrupto. Irregular. Cada roca suponía un obstáculo que debían salvar para no caer. Pero aquella frenética carrera terminó cuando se divisó una enorme roca que podía servirles a su cometido. Se cobijaron a espalda del monumento pétreo, esperando que aquello le ofreciera la cobertura que en aquellos momentos necesitaban. En esa aparente seguridad, el del afro blanco se tiró al suelo cuan largo era, luchando contra el aire para mantenerlo en sus pulmones. Igual de cansado, Yasuke deposito sobre la hierba fresca el cuerpo de la joven, para darle de esa forma el tratamiento que asegurase que volviera a abrir los ojos.
Y mientras uno luchaba por no morir debido a la falta de aire, el otro extraía una curiosa arma y le proveía de mantenimiento. Un dúo particular aquel. El moreno dirigió una mirada al hombro herido del pistolero, en un intento de evaluar si era un simple rasguño o si debía extraer alguna bala perdida. Tal parecía que la segunda opción no era viable. Por suerte. Acto seguido aquel de la armas expresaba la preocupación de los allí presentes por lo acontecido aquella noche. Sin bien eran frecuentes los ataques de piratas, ¿Por qué ensañarse con una familia de campesinos? No tenía lógica alguna pues, ¿Qué le robarían? ¿Paja y estiércol?- Yasuke.- Murmuró el moreno, de forma audible. Y es que el pistolero se había presentado y era propio que él hiciera lo mismo. Y aunque no los validaba como los mejores amigos, de esa forma ya dejaban el estatus de desconocidos.
Un gemido fue el resorte para que la guardia del moreno se elevara de golpe, y un simple parpadeo bastó para que una de las espadas de Yasuke ocupara su lugar en sus manos, en posición defensiva y escudriñando el oscuro bosque en busca de enemigos. Empero un segundo gemido le reveló el origen del sonido, y volviéndose trató de ayudar a la joven que se convulsionaba levemente, como luchando contra un enemigo invisible. -¿Abuelo? Abuelo, ¡Abuelo!...- Poco a poco abrió los ojos entre llantos, pero el grito que pegó fue notorio cuando percibió al moreno, provocando que algunas aves que dormían en los arboles cercanos emprendieran el vuelo, asustadas. La chica estalló el lágrimas y Yasuke retrocedió un poco.- Guaperas, ocúpate.- Pidió al tirador, y es que bien sabía que su rostro serio e inexpresivo no podían ayudar a calmar a una joven asustada.
Momentos después, las lágrimas de miedo dieron paso a lágrimas de dolor, y es que los ojos de la joven se tornaron en un manantial de aquella sustancia cuando tocó revelar la muerte de su abuelo. El silencio reinó en el lugar mientras parecía que la niña acabaría sacando la última gota de su ser. De pronto su llanto cesó, y sus ojos se quedaron mirando a la nada. Yasuke mismo pensó por un segundo que había entrado en shock.- ¿Abuela?- Fue lo que dijo, y el moreno dirigió una mirada de sorpresa a los allí presentes. En el fragor de la batalla no había percibido a ninguna anciana, claro que por lo caótico del momento no tuvo tiempo de estudiar su entorno precisamente. ¿Habría ella muerto antes que el anciano? ¿Quedó quizás atrapada en el granero ardiente? Antes nuestro desconocimiento la niña estalló en lágrimas nuevamente. Todo aquello carecía de sentido y empezaba a molestar a Yasuke.- ¿Qué querrían unos bandidos de dos viejos y una niña?- Preguntó directo, falto de tacto. Sin embargo más sorpresivo fue quizás, la respuesta por parte de la fémina, quien la había efectuado con una mezcla de afirmación e interrogación.- La mina… de oro…
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