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Creado por TR-3.5H Vie Mar 11, 2016 4:02 pm
Recuerdo del primer mensaje :
El pacifista TR-3.5H fue enviado a la isla de Micqueot bajo las ordenes de entregar una carta a Jonathan Wayland y escoltarle para que cumpliera una misión que se encontraba en una carta que contenía los objetivos de la misión y la naturaleza del pacifista junto a un par de consejos y advertencias, como no ordenarle que se callara entre otros, tras conocerse un poco caminando llegaron a una casa de mujeres y dentro recibieron una importante suma de dinero que posteriormente sería entregada a la armada, sin embargo al momento de esperar antes de salir del lugar, Jonathan que había dejado de seguirle el juego a las morbosas bromas del autómata le dio una orden, la cual hizo que este último demostrara su desaprobación por dicha acción mostrando un poco más de su horrenda naturaleza.
Una exclamación a viva voz por parte del rubio hizo que el pacifista pusiera sus calderas al mínimo indispensable para funcionar, cosa que no sería perceptible gracias a que la propia habitación ya estaba suficientemente inundada del calor producido por el cuerpo del pacifista -¿Que deseas que detenga?- Pregunto en un tono de voz cordial, tan cordial como un demonio que sonríe mientras pregunta “¿No es lo que querías?” a alguien cuyo deseo se ha visto truncado por las artimañas del ser del inframundo con el cual pactase para obtener algún beneficio o don que se convirtiese en maldición.
La declaración de que se marcharían del establecimiento donde se encontraban causo cierta gracia al pacifista quien espero un momento, otra vez le habían dado una orden "Nos vamos", sonrió para sus adentros mientras la unidad central de procesamiento dirigía parte de su recursos en la búsqueda de posibles interpretaciones de aquella orden que pudieran servir para prolongar el sufrimiento de aquel que se había atrevido a darle órdenes.
El pacifista se levantó y sin mediar palabra con ninguno de los individuos que estaban en el interior salió del establecimiento revisando que no hubiera potenciales peligros para quien debía proteger, la misma persona que le había dado ya dos órdenes, una persona cuya vida el pacifista prolongaría tanto como pudiera. -De acuerdo señor Wayland ¿Ahora a dónde vamos? A informar al camarada o por más dinero?- Pregunto la enorme figura ataviada casi completamente con marrones telas que impedían la visión de su cuerpo a excepción de los dos cuernos rojos que sobresalían de la capucha, con la misma voz que había hablado con anterioridad, esperando a ver las decisiones que tomaría aquel hombre al cual escoltaría.
El pacifista TR-3.5H fue enviado a la isla de Micqueot bajo las ordenes de entregar una carta a Jonathan Wayland y escoltarle para que cumpliera una misión que se encontraba en una carta que contenía los objetivos de la misión y la naturaleza del pacifista junto a un par de consejos y advertencias, como no ordenarle que se callara entre otros, tras conocerse un poco caminando llegaron a una casa de mujeres y dentro recibieron una importante suma de dinero que posteriormente sería entregada a la armada, sin embargo al momento de esperar antes de salir del lugar, Jonathan que había dejado de seguirle el juego a las morbosas bromas del autómata le dio una orden, la cual hizo que este último demostrara su desaprobación por dicha acción mostrando un poco más de su horrenda naturaleza.
Una exclamación a viva voz por parte del rubio hizo que el pacifista pusiera sus calderas al mínimo indispensable para funcionar, cosa que no sería perceptible gracias a que la propia habitación ya estaba suficientemente inundada del calor producido por el cuerpo del pacifista -¿Que deseas que detenga?- Pregunto en un tono de voz cordial, tan cordial como un demonio que sonríe mientras pregunta “¿No es lo que querías?” a alguien cuyo deseo se ha visto truncado por las artimañas del ser del inframundo con el cual pactase para obtener algún beneficio o don que se convirtiese en maldición.
La declaración de que se marcharían del establecimiento donde se encontraban causo cierta gracia al pacifista quien espero un momento, otra vez le habían dado una orden "Nos vamos", sonrió para sus adentros mientras la unidad central de procesamiento dirigía parte de su recursos en la búsqueda de posibles interpretaciones de aquella orden que pudieran servir para prolongar el sufrimiento de aquel que se había atrevido a darle órdenes.
El pacifista se levantó y sin mediar palabra con ninguno de los individuos que estaban en el interior salió del establecimiento revisando que no hubiera potenciales peligros para quien debía proteger, la misma persona que le había dado ya dos órdenes, una persona cuya vida el pacifista prolongaría tanto como pudiera. -De acuerdo señor Wayland ¿Ahora a dónde vamos? A informar al camarada o por más dinero?- Pregunto la enorme figura ataviada casi completamente con marrones telas que impedían la visión de su cuerpo a excepción de los dos cuernos rojos que sobresalían de la capucha, con la misma voz que había hablado con anterioridad, esperando a ver las decisiones que tomaría aquel hombre al cual escoltaría.
TR-3.5H
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por TR-3.5H Jue Abr 07, 2016 8:41 am
Otros disparos resonaron en el aire, el sonido de los proyectiles chocando contra el metal complacía al pacifista, a pesar de que era su propio cuerpo el que detenía aquellos proyectiles, puesto que aquello llenaba de desesperación a los hombres que habían preparado aquella emboscada, el miedo, sus compañeros caídos sin misericordia alguna a manos de aquella aberración de más de tres metros de altura, envuelto en llamas rojas como la sangre que se había esparcido por todo el lugar, para colmo se reía de ellos, una carcajada que parecía resonar en los tímpanos de todos como si una multitud fuera la que se burlaba de su fútil intento de detenerlo.
Pero lo próximo que ocurrió fue demasiado desagradable para muchos, el monstruos ataco una vez más, arrojando un barril como si fuera una pelota de trapo contra una de los soldados que perseguían al fugado, cayó al suelo, la bestia avanzo a una velocidad que era inconcebible para su tamaño, con una agilidad que rompía con la lógica que estaba pre concebida en la mente de aquellos hombres.
La figura inmensa se adelantó al caído y con su kusari-kama empezó a atacar a otros hombres alrededor suyo en un torbellino de cortes -Códigos: Storm- Un remolino de cortes que en un cilindro de casi cuatro metros de alto corto y destrozo tanto a personas como objetos por igual, cuatro hombres cayeron al suelo y el que había sido derribado por el barril suplico para su adentros que creyeran que había pasado lo mismo con él, pero un tacto caliente y doloroso lo tomo de los brazos como si fuera un muñeco de trapo.
-¿Eh?...que paso, porque me ven así chicos… hace calor...AHH DUELE... QUEMA… AHHHHH- Primero incapaz de entender que ocurría vio a sus compañeros buscando una explicación, el monstruo estaba permitiéndole ver a sus compañeros a la cara mientras que el torso de aquella aberración anti-natural se abría mostrando las llamas del mismísimo infierno, el hombre forcejeaba, gritaba y suplicaba pero solo obtuvo miradas de terror por parte de sus compañeros, uno tomo su arma e intento apuntarle para acabar con su sufrimiento, pero su captor lo movió suficiente para que el golpe diera en el hombro del hombre, no paraba de llorar y gemir de dolor, de forcejear para salvarse, pero era muy tarde y la diferencia era abismal, fue claro el sonido de sus articulaciones al doblarse y romperse para que quedara encerrado dentro de aquel mar de llamas, tras aquellos ruidos dejo de gritar, había muerto por el dolor y no por las heridas seguramente.
-Un buen aperitivo... ahora lo próximo es… maldición...se acaba el tiempo…Tsk… desactivar código Ko-Oni...- Al momento las llamas se redujeron y el cuerpo del pacifista regreso a su tamaño original acompañado del asqueroso sonido de los huesos rompiéndose de aquel hombre que estaba siendo cocinado dentro de la caldera del pacifista por las brusca compresión del espacio donde se encontraba, la sangre hubiera salpicado por doquier a través de las ranuras y articulaciones del autómata de no ser porque las llamas su cuerpo se encargaron que eso no ocurriera, tras aquella atroz escena empezó a correr.
-Desactivar codigo: Burn...- Las llamas escarlata desaparecieron y apago las llamas regulares que delatarían su ubicación antes de empezar a correr dirigiéndose al punto de encuentro con Jonathan Wayland, la humanidad dentro del autómata se encontraba bastante satisfecha, así que empezó a prioriza un poco más la búsqueda de su "objetivo", tras correr y buscar por un rato finalmente pudo detectar al skypeian.
El pacifista corría con gran agilidad por los techos buscando a ver si quedaban perseguidores acosando al rubio, aún quedaban dos, tomo su arco y mientras corrían disparo a uno que cayó al suelo, herido pero no muerto, su grito de dolor alerto a su compañero quien se ocultó rápidamente, una flecha cayo detrás de su escondite mientras el pacifista estaba en su límite de alcance de la pierna del pacifista surgió una flecha diferente, con una punta un poco más grande que las usadas anteriormente, disparo aquella flecha con la precisión que solo las maquinas poseen.
No dio al hombre pero si a la caja detrás de la cual se escondía por un momento hubo silencio, solo las pisadas de los prófugos y los quejidos del heridos, cuando repentinamente una explosión se esparció por la distancia acompañada de más gritos, el pacifista bajo a los callejones y continuo siguiendo al ojiesmeralda, no se veía muy bien, así que el pacifista prosiguió a acercarse más, el orgánico se cansaría y el cuerpo del pacifista se habría enfriado lo suficiente para poder tocarlo sin hacerle daño, tras ese periodo prudencial el pacifista avanzo un poco más, tomo entre sus brazos al skypeian y cargándolo cual doncella en apuros empezó a correr tan rápido como aquel cuerpo mecánico se lo podía permitir para llegar seguros al lugar determinado para retirarse.
Pero lo próximo que ocurrió fue demasiado desagradable para muchos, el monstruos ataco una vez más, arrojando un barril como si fuera una pelota de trapo contra una de los soldados que perseguían al fugado, cayó al suelo, la bestia avanzo a una velocidad que era inconcebible para su tamaño, con una agilidad que rompía con la lógica que estaba pre concebida en la mente de aquellos hombres.
La figura inmensa se adelantó al caído y con su kusari-kama empezó a atacar a otros hombres alrededor suyo en un torbellino de cortes -Códigos: Storm- Un remolino de cortes que en un cilindro de casi cuatro metros de alto corto y destrozo tanto a personas como objetos por igual, cuatro hombres cayeron al suelo y el que había sido derribado por el barril suplico para su adentros que creyeran que había pasado lo mismo con él, pero un tacto caliente y doloroso lo tomo de los brazos como si fuera un muñeco de trapo.
-¿Eh?...que paso, porque me ven así chicos… hace calor...AHH DUELE... QUEMA… AHHHHH- Primero incapaz de entender que ocurría vio a sus compañeros buscando una explicación, el monstruo estaba permitiéndole ver a sus compañeros a la cara mientras que el torso de aquella aberración anti-natural se abría mostrando las llamas del mismísimo infierno, el hombre forcejeaba, gritaba y suplicaba pero solo obtuvo miradas de terror por parte de sus compañeros, uno tomo su arma e intento apuntarle para acabar con su sufrimiento, pero su captor lo movió suficiente para que el golpe diera en el hombro del hombre, no paraba de llorar y gemir de dolor, de forcejear para salvarse, pero era muy tarde y la diferencia era abismal, fue claro el sonido de sus articulaciones al doblarse y romperse para que quedara encerrado dentro de aquel mar de llamas, tras aquellos ruidos dejo de gritar, había muerto por el dolor y no por las heridas seguramente.
-Un buen aperitivo... ahora lo próximo es… maldición...se acaba el tiempo…Tsk… desactivar código Ko-Oni...- Al momento las llamas se redujeron y el cuerpo del pacifista regreso a su tamaño original acompañado del asqueroso sonido de los huesos rompiéndose de aquel hombre que estaba siendo cocinado dentro de la caldera del pacifista por las brusca compresión del espacio donde se encontraba, la sangre hubiera salpicado por doquier a través de las ranuras y articulaciones del autómata de no ser porque las llamas su cuerpo se encargaron que eso no ocurriera, tras aquella atroz escena empezó a correr.
-Desactivar codigo: Burn...- Las llamas escarlata desaparecieron y apago las llamas regulares que delatarían su ubicación antes de empezar a correr dirigiéndose al punto de encuentro con Jonathan Wayland, la humanidad dentro del autómata se encontraba bastante satisfecha, así que empezó a prioriza un poco más la búsqueda de su "objetivo", tras correr y buscar por un rato finalmente pudo detectar al skypeian.
El pacifista corría con gran agilidad por los techos buscando a ver si quedaban perseguidores acosando al rubio, aún quedaban dos, tomo su arco y mientras corrían disparo a uno que cayó al suelo, herido pero no muerto, su grito de dolor alerto a su compañero quien se ocultó rápidamente, una flecha cayo detrás de su escondite mientras el pacifista estaba en su límite de alcance de la pierna del pacifista surgió una flecha diferente, con una punta un poco más grande que las usadas anteriormente, disparo aquella flecha con la precisión que solo las maquinas poseen.
No dio al hombre pero si a la caja detrás de la cual se escondía por un momento hubo silencio, solo las pisadas de los prófugos y los quejidos del heridos, cuando repentinamente una explosión se esparció por la distancia acompañada de más gritos, el pacifista bajo a los callejones y continuo siguiendo al ojiesmeralda, no se veía muy bien, así que el pacifista prosiguió a acercarse más, el orgánico se cansaría y el cuerpo del pacifista se habría enfriado lo suficiente para poder tocarlo sin hacerle daño, tras ese periodo prudencial el pacifista avanzo un poco más, tomo entre sus brazos al skypeian y cargándolo cual doncella en apuros empezó a correr tan rápido como aquel cuerpo mecánico se lo podía permitir para llegar seguros al lugar determinado para retirarse.
TR-3.5H
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Jonathan Wayland Vie Abr 08, 2016 11:15 pm
La lluvia caía, incesante, bajo las pobres vidas y meras existencias que no tenían refugio alguno contra su mero accionar contra las superficies que estas pequeñas formas de agua chocaban. Disminuía el campo de visión, atrofiaba el oír de todo ser que escuchara su caída, hasta lastimaba su mero contacto con la piel propia. Jonathan lo sentía, aquel dolor que, no tan fuerte, era insistente sobre su rostro y cabeza. Sus finos cabellos rubios se encontraban completamente húmedos, por donde resbalaban grandes gotas de agua, las cuales se camuflaban con la lluvia misma. Sus bellas esmeraldas apenas podían ver a aquellos que, a su alrededor, lo atacaban con brutalidad mas no sutileza.
Su espada, aquella que asumía ser su propia versión de la legendaria arma de filo rumoreada en cientos de libros, aquella removida de una roca y que le envestiría al que la removiera de un título, un beneficio, un poder ancestral y casi divino, interceptaba los poco precisos ataques que hacía su cuerpo iban dirigidos. Uno, dos, tres y cuatro. Esos eran la cantidad de enemigos que lo mantenían encerrado como un ave enjaulada, atacando en un mismo orden, y un ataque por cada uno. El arma del que hacían uso, un estoque, no era más que un juguete al lado de la espada que el Skypean portaba, mas eso no les impedía repetir sus simétricos movimientos y sus repetitivos ataques.
Ya era la cuarta vez que repetían el patrón de ataque, y Jonathan no se encontraba en sus cabales. El estrés era una de las muchas consecuencias de ver morir a alguien frente a uno mismo, y eso era lo que en ese momento lo impulsaba. Logró interceptar el tercer ataque de aquel patrón y, antes de que un cuarto fuese lanzado, se lanzó directo contra el individuo que debía realizarlo. Un corte limpio, a la altura del cuello, acabó con aquella cadena, desestabilizando a todos los sujetos. Sus ataques se volvieron más sucios, perdiendo definición, precisión, incluso fuerza. No costaba lo más mínimo incluso esquivar los ataques, y devolverlos, desarmando a uno de estos antes de degollarlo como al sujeto anterior.
Solo dos quedaban en pie, y no parecía que Wayland fuese a detenerse. Sus ojos habían perdido brillo, su expresión se había endurecido, sus labios siquiera cambiaban aquel semblante lúgubre. Sus movimientos no eran delicados, para nada. Atacaba a matar, y lo estaba logrando. Su espada finalmente había empalado de lado a lado al tercero de sus presas, acabando con su vida al instante. Un gran chorro de sangre salpicó hacía todas partes, manchando rostros, prendas, incluso el propio suelo en el que se encontraban, esparciéndose en los charcos de aquel líquido transparente que caía de las negras nubes que cubrían el suelo. –Solo uno.- Se relamió sus labios, resecos, mientras observaba a la última de sus “víctimas” que salió corriendo, con el rabo entre las piernas, con lo que parecían ser lágrimas entre sus ojos.
El ángel se dio vuelta, viendo a unos cuantos metros –Al menos media cuadra- apreciando una escena cuanto menos morbosa. Aquel pacifista, su compañero revolucionario, con un tamaño claramente superior, con llamas saliendo de su cuerpo. Aquellos tonos carmesí le daban el aspecto que Jonathan tanto sospechó acerca de la naturaleza del mismo: la de un demonio, originario de las mismas puertas del infierno. Tragó en seco, desviando sus ojos a sus manos, su espada, su ropa y el suelo debajo de sí. Solo podía notar aquellas manchas de sangre que ocupaban todas las zonas anteriormente nombradas. Incluso su rostro, aunque no podía verlo, no dudaría en asegurar que estaría manchado con aquel líquido proveniente de los tres cuerpos dispuestos a su alrededor. Negó con su cabeza a la nada misma, tratando de despegar aquella imagen mental de su cerebro. Sin embargo, mientras más intentaba, más se aferraba: Se había convertido en lo que tanto despreciaba, un mero asesino.
Estaba tan estupefacto que apenas notó como era tomado entre los brazos de una figura que bien conocía y era cargado cual princesa en apuros. No opuso resistencia, no tenía fuerzas ni para eso. La lluvia seguía, imparable, cayendo sobre ambas figuras que avanzaban en la oscuridad de aquel día, o noche, costaba diferenciarlo con aquel clima. Ya no había personas en las calles, ni transeúntes, tampoco parecía que los siguieran. Solo quedaba llegar a su transporte y escapar de aquel lugar.
Su espada, aquella que asumía ser su propia versión de la legendaria arma de filo rumoreada en cientos de libros, aquella removida de una roca y que le envestiría al que la removiera de un título, un beneficio, un poder ancestral y casi divino, interceptaba los poco precisos ataques que hacía su cuerpo iban dirigidos. Uno, dos, tres y cuatro. Esos eran la cantidad de enemigos que lo mantenían encerrado como un ave enjaulada, atacando en un mismo orden, y un ataque por cada uno. El arma del que hacían uso, un estoque, no era más que un juguete al lado de la espada que el Skypean portaba, mas eso no les impedía repetir sus simétricos movimientos y sus repetitivos ataques.
Ya era la cuarta vez que repetían el patrón de ataque, y Jonathan no se encontraba en sus cabales. El estrés era una de las muchas consecuencias de ver morir a alguien frente a uno mismo, y eso era lo que en ese momento lo impulsaba. Logró interceptar el tercer ataque de aquel patrón y, antes de que un cuarto fuese lanzado, se lanzó directo contra el individuo que debía realizarlo. Un corte limpio, a la altura del cuello, acabó con aquella cadena, desestabilizando a todos los sujetos. Sus ataques se volvieron más sucios, perdiendo definición, precisión, incluso fuerza. No costaba lo más mínimo incluso esquivar los ataques, y devolverlos, desarmando a uno de estos antes de degollarlo como al sujeto anterior.
Solo dos quedaban en pie, y no parecía que Wayland fuese a detenerse. Sus ojos habían perdido brillo, su expresión se había endurecido, sus labios siquiera cambiaban aquel semblante lúgubre. Sus movimientos no eran delicados, para nada. Atacaba a matar, y lo estaba logrando. Su espada finalmente había empalado de lado a lado al tercero de sus presas, acabando con su vida al instante. Un gran chorro de sangre salpicó hacía todas partes, manchando rostros, prendas, incluso el propio suelo en el que se encontraban, esparciéndose en los charcos de aquel líquido transparente que caía de las negras nubes que cubrían el suelo. –Solo uno.- Se relamió sus labios, resecos, mientras observaba a la última de sus “víctimas” que salió corriendo, con el rabo entre las piernas, con lo que parecían ser lágrimas entre sus ojos.
El ángel se dio vuelta, viendo a unos cuantos metros –Al menos media cuadra- apreciando una escena cuanto menos morbosa. Aquel pacifista, su compañero revolucionario, con un tamaño claramente superior, con llamas saliendo de su cuerpo. Aquellos tonos carmesí le daban el aspecto que Jonathan tanto sospechó acerca de la naturaleza del mismo: la de un demonio, originario de las mismas puertas del infierno. Tragó en seco, desviando sus ojos a sus manos, su espada, su ropa y el suelo debajo de sí. Solo podía notar aquellas manchas de sangre que ocupaban todas las zonas anteriormente nombradas. Incluso su rostro, aunque no podía verlo, no dudaría en asegurar que estaría manchado con aquel líquido proveniente de los tres cuerpos dispuestos a su alrededor. Negó con su cabeza a la nada misma, tratando de despegar aquella imagen mental de su cerebro. Sin embargo, mientras más intentaba, más se aferraba: Se había convertido en lo que tanto despreciaba, un mero asesino.
Estaba tan estupefacto que apenas notó como era tomado entre los brazos de una figura que bien conocía y era cargado cual princesa en apuros. No opuso resistencia, no tenía fuerzas ni para eso. La lluvia seguía, imparable, cayendo sobre ambas figuras que avanzaban en la oscuridad de aquel día, o noche, costaba diferenciarlo con aquel clima. Ya no había personas en las calles, ni transeúntes, tampoco parecía que los siguieran. Solo quedaba llegar a su transporte y escapar de aquel lugar.
Jonathan Wayland
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por TR-3.5H Mar Abr 12, 2016 5:29 pm
Con el joven skypiean de ojos verdes entre sus brazos el pacifista avanzo a través de la noche con una agilidad y sigilo que parecían ser alguna clase de broma de mal gusto, un ser tan grande, un ser mecanizado que además estaba cargando entre sus brazos a un hombre adulto se movía con una agilidad que muchas bailarinas profesionales podrían llegar a envidiar a la hora de realizar los más complicados pasos que podía llegar a haber en sus coreografías.
Las gotas de agua que caían desde el cielo aquella noche eran particularmente grandes y pesadas, producían un ruido bastante molesto pero que beneficiaba a los revolucionarios que se estaban retirando del lugar puesto a que ocultaba los posibles ruidos que harían en su retirada, nuevamente el pacifista reviso el estado del cuerpo de su compañero, aunque sangre le cubría no era porque tuviera grandes heridas, sino que por el enfrentamiento contra aquellos que les habían tendido esa trampa, todo parecía estar en orden excepto por la temperatura corporal del joven que parecía estar algo baja por lo frio de la lluvia.
Cada vez faltaba menos para que llegaran al punto de fuga para retirarse con dos de los tres objetivos realizados, habían llegado demasiado tarde para advertir a revolucionario aliado, aquello no molestaba al pacifista, 75% de sus objetivos totales estaban realizados casi por completo ya.
Elevo un poco la temperatura de su caldera, extendiendo el calor tanto a su pecho como a sus extremidades de forma que ayudaran a calentar el cuerpo de aquel joven de rubia cabellera asegurándose de que no pescara alguna enfermedad que perjudicara su salud y por consiguiente implicase un fracaso por parte del servició de protección dado por el pacifista.
Tras largos minutos atravesando callejones bajo la lluvia finalmente el pacifista finalmente se detuvo en un lugar apartado al borde del muelle, allí se encontraba un hombre que supuestamente era un trabajador común y corriente pero en realidad estaba esperando allí con un pequeño barco donde se escondía un el hombre que llevaría a dos de los tres revolucionarios de regreso a territorio aliado.
Una voz humana bastante triste fue emitida en lugar del típico tono espectral utilizado por el autómata -No llegamos a tiempo para extraer al soldado que estaba viviendo aquí, nos retiraremos ahora.- El hombre de la balsa agacho la cabeza y vio con pena a los que llegaban tras fracasar en salvar a un compañero, seguramente ya había pasado por algo así en el pasado y entendía el dolor que debían de sentir aquellos hombres, y probablemente hubiera sido cierto de no ser porque uno era una máquina y había disfrutado fallar aquel objetivo secundario.
Las gotas de agua que caían desde el cielo aquella noche eran particularmente grandes y pesadas, producían un ruido bastante molesto pero que beneficiaba a los revolucionarios que se estaban retirando del lugar puesto a que ocultaba los posibles ruidos que harían en su retirada, nuevamente el pacifista reviso el estado del cuerpo de su compañero, aunque sangre le cubría no era porque tuviera grandes heridas, sino que por el enfrentamiento contra aquellos que les habían tendido esa trampa, todo parecía estar en orden excepto por la temperatura corporal del joven que parecía estar algo baja por lo frio de la lluvia.
Cada vez faltaba menos para que llegaran al punto de fuga para retirarse con dos de los tres objetivos realizados, habían llegado demasiado tarde para advertir a revolucionario aliado, aquello no molestaba al pacifista, 75% de sus objetivos totales estaban realizados casi por completo ya.
Elevo un poco la temperatura de su caldera, extendiendo el calor tanto a su pecho como a sus extremidades de forma que ayudaran a calentar el cuerpo de aquel joven de rubia cabellera asegurándose de que no pescara alguna enfermedad que perjudicara su salud y por consiguiente implicase un fracaso por parte del servició de protección dado por el pacifista.
Tras largos minutos atravesando callejones bajo la lluvia finalmente el pacifista finalmente se detuvo en un lugar apartado al borde del muelle, allí se encontraba un hombre que supuestamente era un trabajador común y corriente pero en realidad estaba esperando allí con un pequeño barco donde se escondía un el hombre que llevaría a dos de los tres revolucionarios de regreso a territorio aliado.
Una voz humana bastante triste fue emitida en lugar del típico tono espectral utilizado por el autómata -No llegamos a tiempo para extraer al soldado que estaba viviendo aquí, nos retiraremos ahora.- El hombre de la balsa agacho la cabeza y vio con pena a los que llegaban tras fracasar en salvar a un compañero, seguramente ya había pasado por algo así en el pasado y entendía el dolor que debían de sentir aquellos hombres, y probablemente hubiera sido cierto de no ser porque uno era una máquina y había disfrutado fallar aquel objetivo secundario.
TR-3.5H
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Jonathan Wayland Mar Abr 12, 2016 10:57 pm
El tiempo pasaba con cierta lentitud desde la perspectiva del joven de rubios cabellos. Sentía su cuerpo frío, muy frío, sus labios temblaban levemente, mientras trataba de hacerse una bolita en los brazos de aquel robot que hacía una suerte de guardián y de príncipe, al mismo tiempo. La lluvia caía con violencia sobre ellos, empapando ambas figuras cada vez más, como si eso fuese virtualmente posible. Sin embargo, para su gran fortuna, la propia lluvia torrencial era la que apabullaba el sonido de los pasos de la mecánica figura, como también borraba todo rastro que pudiera guiar hacía ellos. Era como si la naturaleza estuviese de su lado.
Cuando poco faltaba para que se viese presa de los brazos de Morfeo, un calor comenzó a reavivar la llama de la conciencia que aún flameaba como vela en plena tormenta, despertando al muchacho, a la par que calentaba su fría existencia. No era necesario aclarar quien producía aquel calor para mantenerlo con vida y salud. –N-No es necesario que hagas esto por mí.- Siquiera pudo terminar esa frase, cuando empezó a toser. Su voz se había vuelto ronca, y su garganta ardía levemente. Cada tanto sentía como si fuese a estornudar, haciéndose divertidas expresiones con su rostro, mientras cubría su nariz con ambas manos.
Mientras más avanzaban, la lluvia más cedía, volviéndose unas meras gotas que caían cada tanto, apenas rozando su piel. Con cierta incomodidad guardó su espada, sin emitirle palabra alguna al pacifista, en lo que tocaba suelo cuando finalmente habían llegado a su objetivo. Aquel que los esperaba, listo para irse, se notaba notoriamente afectado ante las palabras de aquel demonio que había hecho de una suerte de protector. Extendió su mano para tocar el hombro de aquel que los llevaría en barco, más nunca llegó a entrar en contacto con su objetivo: Jonathan se sentía demasiado culpable por lo que había ocurrido. –L-Lo siento.- Fue lo único que pudo decir, titubeando.
Subió al barco a ritmo lento. No deseaba cruzarse con TR por nada del mundo. ¿Lo odiaba? Si, bastante. Sin embargo, también sentía odio en las similitudes que varias veces había podido notar entre ambos. ¿Acaso aquel demonio estaba tentando al ángel para caer en la dulce oscuridad? ¿O quizá eran meramente existencias opuestas que no estaban destinadas a vivir codo a codo como compañeros y amigos, siendo en su lugar mortales oponentes? No podía afirmar nada con seguridad. –Toma, entrega el pedido.- Fue lo único que atinó a decir el rubio, dejando el dinero recaudado en las manos del robot, para luego seguir su camino hacía un pequeño camerino desocupado, donde ocupó un pequeño lugar en un rincón para caer presa del sueño casi al instante. Por su parte, el barco ya había partido, llevándolos con sus superiores. La misión había terminado.
Cuando poco faltaba para que se viese presa de los brazos de Morfeo, un calor comenzó a reavivar la llama de la conciencia que aún flameaba como vela en plena tormenta, despertando al muchacho, a la par que calentaba su fría existencia. No era necesario aclarar quien producía aquel calor para mantenerlo con vida y salud. –N-No es necesario que hagas esto por mí.- Siquiera pudo terminar esa frase, cuando empezó a toser. Su voz se había vuelto ronca, y su garganta ardía levemente. Cada tanto sentía como si fuese a estornudar, haciéndose divertidas expresiones con su rostro, mientras cubría su nariz con ambas manos.
Mientras más avanzaban, la lluvia más cedía, volviéndose unas meras gotas que caían cada tanto, apenas rozando su piel. Con cierta incomodidad guardó su espada, sin emitirle palabra alguna al pacifista, en lo que tocaba suelo cuando finalmente habían llegado a su objetivo. Aquel que los esperaba, listo para irse, se notaba notoriamente afectado ante las palabras de aquel demonio que había hecho de una suerte de protector. Extendió su mano para tocar el hombro de aquel que los llevaría en barco, más nunca llegó a entrar en contacto con su objetivo: Jonathan se sentía demasiado culpable por lo que había ocurrido. –L-Lo siento.- Fue lo único que pudo decir, titubeando.
Subió al barco a ritmo lento. No deseaba cruzarse con TR por nada del mundo. ¿Lo odiaba? Si, bastante. Sin embargo, también sentía odio en las similitudes que varias veces había podido notar entre ambos. ¿Acaso aquel demonio estaba tentando al ángel para caer en la dulce oscuridad? ¿O quizá eran meramente existencias opuestas que no estaban destinadas a vivir codo a codo como compañeros y amigos, siendo en su lugar mortales oponentes? No podía afirmar nada con seguridad. –Toma, entrega el pedido.- Fue lo único que atinó a decir el rubio, dejando el dinero recaudado en las manos del robot, para luego seguir su camino hacía un pequeño camerino desocupado, donde ocupó un pequeño lugar en un rincón para caer presa del sueño casi al instante. Por su parte, el barco ya había partido, llevándolos con sus superiores. La misión había terminado.
Jonathan Wayland
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