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Creado por Daishi Kurai Vie Abr 22, 2016 3:13 am
Recuerdo del primer mensaje :
El viento soplaba al momento de haber llegado al puerto, un barco se encontraba sobre el agua, del mismo habían aparecido dos figuras masculinas, estas se acercaron al par que había recién llegado, la interacción dio a demostrar que eran los nakamas de Elizabeth, tripulación a la cual el sombrerero ahora formaba parte. Tras una serie de burlas y amenazas, el médico tenía una tarea sanando las heridas de la albina, mientras que el ladrón ya había colocado sobre si sus ropas de trabajo, presentándose ante ambos piratas. Al parecer al pelirrojo también le ocurrió algo, pues sostenía un dolor, o eso había mencionado, sin embargo eso no importó al final, pues la aparición de una segunda albina con facciones finas y un tanto animalescas generó un poco de tensión en el lugar. Elizabeth parecía lista para atacarla, ¿será que le parecía una criatura extraña? o a lo mejor serían otras las razones ¿no? No había razón hablada al menos, pero para sorpresa de todos, o al menos esa sería la interpretación de este narrador, la segunda albina se dio a conocer más como una herramienta que como una persona en si y se ofreció al servicio de Elizabeth, de una forma muy reverente, aquello pareció generar que la capitán del barco le levantase, dijese palabras en susurros, palabras secretas, y finalmente le abrazara. Tras aquello pidió un mapa y exigió subir al barco.
Bien, las ordenes estaban dichas, tras pasada la tensión, el de sombrero blanco se acercó a ambas albinas y extendió su diestra y dio un chasquido con sus dedos delante de ambas albinas, en su diestra ahora tenía dos rosas blancas las cuales ofrecía a cada una de ellas, digamos que era algo que solía hacer el ladrón con las damas que conocía -Si, es mejor esta atmósfera relajada a la tensión que se había formado previamente- mencionó con suma tranquilidad y tras entregar dichas flores a ambas se enderezó y empezó a buscar entre sus ropas -Veamos... estoy seguro que lo puse por aquí... no... lo... encuentro...- continuó el de monóculo buscando entre sus ropas, seguro lo encontraría pero se preguntarán ¿Qué podía estar buscando? Tan sólo al encontrarlo podría decirlo, de lo contrario, no estaría muy seguro de poseer algo así.
Tras unos segundos buscando entre sus ropas lo encontró, sacando al instante un papel enrollado -Voilá, ¿Un mapa capitán? Verá, al parecer uno de los marines que nos encontramos al parecer era el navegante de su buque, encontré esto entre sus ropas, lo iba a usar para cuando me fuera de la isla, pero tal parecer que nos será de mayor utilidad a todos de esta forma- explicó el ladrón, claro, robar era uno de sus atributos más importantes, capaz de hurtar cualquier objeto sin que su dueño se percate, era un hombre de manos veloces, pero no iba a mostrarlo en ese momento, no tenía sentido demostrar parte de sus habilidades, quizá en otra ocasión así fuera. Le entregó el mapa a la albina mayor y se quedó esperando a que fuesen al barco ambas, era un caballero, no iba a entrar antes que las damas, por más piratas que fueran, eran damas después de todo.
Bien, las ordenes estaban dichas, tras pasada la tensión, el de sombrero blanco se acercó a ambas albinas y extendió su diestra y dio un chasquido con sus dedos delante de ambas albinas, en su diestra ahora tenía dos rosas blancas las cuales ofrecía a cada una de ellas, digamos que era algo que solía hacer el ladrón con las damas que conocía -Si, es mejor esta atmósfera relajada a la tensión que se había formado previamente- mencionó con suma tranquilidad y tras entregar dichas flores a ambas se enderezó y empezó a buscar entre sus ropas -Veamos... estoy seguro que lo puse por aquí... no... lo... encuentro...- continuó el de monóculo buscando entre sus ropas, seguro lo encontraría pero se preguntarán ¿Qué podía estar buscando? Tan sólo al encontrarlo podría decirlo, de lo contrario, no estaría muy seguro de poseer algo así.
Tras unos segundos buscando entre sus ropas lo encontró, sacando al instante un papel enrollado -Voilá, ¿Un mapa capitán? Verá, al parecer uno de los marines que nos encontramos al parecer era el navegante de su buque, encontré esto entre sus ropas, lo iba a usar para cuando me fuera de la isla, pero tal parecer que nos será de mayor utilidad a todos de esta forma- explicó el ladrón, claro, robar era uno de sus atributos más importantes, capaz de hurtar cualquier objeto sin que su dueño se percate, era un hombre de manos veloces, pero no iba a mostrarlo en ese momento, no tenía sentido demostrar parte de sus habilidades, quizá en otra ocasión así fuera. Le entregó el mapa a la albina mayor y se quedó esperando a que fuesen al barco ambas, era un caballero, no iba a entrar antes que las damas, por más piratas que fueran, eran damas después de todo.
Daishi Kurai
Hoja de personaje
Nivel:
(9/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Sho Minazuki Mar Mayo 24, 2016 3:32 pm
Cerró ambas puertas detrás de él, quedando solo en aquel pasillo, frío, lleno de la dulce soledad que tanto lo había acompañado durante su diminuta vida. Poder ver tantas caras nuevas, señalarles un lugar dentro de aquel hogar que compartirían a partir de ahora, era algo que alegraba peligrosamente. La calidez que su corazón experimentaba indicaba debilidad. Se estaba volviendo aquello que tanto había rechazado durante toda su vida, lo que había insultado, alejado, renegado con su ser. Aquella felicidad se había vuelto su mártir, su signo de debilidad, aquella cruz con la que arrastraría durante toda su vida. ¿Acaso era posible ser feliz y tan miserable al mismo tiempo?
-“Todos merecemos que alguien se preocupe por nosotros”- Cierto evento comenzó a repetirse en su mente, una grabación de su pasado que buscaba hacerse paso en su presente. Una voz que le resultaba conocida, tan familiar, tan amigable, tan dulce y tan angelical. Recordaba la lluvia caer sobre sus cuerpos, el fervor con el que su sangre circulaba por sus cuerpos, la huida, el tacto entre sus pieles, el contacto entre sus cuerpos. –“Al menos una extraña podría preocuparse por el imbécil que provocó todo el desastre pero le cuidó las espaldas, ¿no?”- De nuevo, como un eco distante, las palabras volvían a hacer mella en su corazón, nublando nuevamente todo intento de razón.
Hecho una furia, se haría paso dentro de su espacio designado, su cuarto, aquel cuadrado donde podría hacer y decir lo que quisiera sin temor a que alguien lo escuchara. Había estado reparando el barco, trabajado en el mismo, podía dar por hecho que nadie podría ser capaz de oírlo. -¡Mierda!- Claro estaba, lo primero que iría a decir era una palabrota, pue era su forma ideal de expresarse, como si la falta de clase o educación fuesen un símbolo inequívoco de su persona. El tarro de madera que en su zurda voló directo a una pared del mismo material, rebotando y cayendo sobre la cama que casualmente se encontraba debajo de su trayecto. –No lo entiendo… No lo entiendo…-
El cuerpo del pelirrojo se desplomó sobre las sabanas arrugadas que cubrían aquel incómodo colchón. Finas lágrimas resbalaban por sus mejillas, provenientes únicamente del ojo diestro del muchacho, tratando inútilmente de acallar los sollozos que escapaban de su ser. La secuencia en su mente siguió en su curso, recordando palabras sueltas, confesiones íntimas, el calor como resultado de sus cuerpos fríos mientras formalizaban de una manera estúpida lo que sería su futuro. Recién había logrado comprender el peso de aquel encuentro al azar, y de lo que este resultó.
-¿”Te gustaría ser parte de mi familia”?- Sus labios se movieron, dejando salir aquellas palabras, las que habían sellado su destino. La sonrisa que se había formado en su rostro era opuesta a lo que sentía en aquel momento. No podía afirmar estar feliz con lo que estaba ocurriendo, no podría luego de haber vivido el mismo infierno y haber salido hacía adelante. Tampoco se encontraba enojado, pues era algo que anhelaba en secreto. Aquella contradicción de su ser lo estaba partiendo, quebrando aquel dejo de voluntad del que había hecho gala hasta ese momento, aquel muro que había levantado para que nadie lo dañara, ni que lo viesen en un estado deplorable, como el indefenso niño que resultaba ser.
-Si… Quiero.- Balbuceó finalmente, tras agonizantes segundos en silencio, quedando a disposición del dios de los sueños, y lo que sea que este tuviese dispuesto para él.
-“Todos merecemos que alguien se preocupe por nosotros”- Cierto evento comenzó a repetirse en su mente, una grabación de su pasado que buscaba hacerse paso en su presente. Una voz que le resultaba conocida, tan familiar, tan amigable, tan dulce y tan angelical. Recordaba la lluvia caer sobre sus cuerpos, el fervor con el que su sangre circulaba por sus cuerpos, la huida, el tacto entre sus pieles, el contacto entre sus cuerpos. –“Al menos una extraña podría preocuparse por el imbécil que provocó todo el desastre pero le cuidó las espaldas, ¿no?”- De nuevo, como un eco distante, las palabras volvían a hacer mella en su corazón, nublando nuevamente todo intento de razón.
Hecho una furia, se haría paso dentro de su espacio designado, su cuarto, aquel cuadrado donde podría hacer y decir lo que quisiera sin temor a que alguien lo escuchara. Había estado reparando el barco, trabajado en el mismo, podía dar por hecho que nadie podría ser capaz de oírlo. -¡Mierda!- Claro estaba, lo primero que iría a decir era una palabrota, pue era su forma ideal de expresarse, como si la falta de clase o educación fuesen un símbolo inequívoco de su persona. El tarro de madera que en su zurda voló directo a una pared del mismo material, rebotando y cayendo sobre la cama que casualmente se encontraba debajo de su trayecto. –No lo entiendo… No lo entiendo…-
El cuerpo del pelirrojo se desplomó sobre las sabanas arrugadas que cubrían aquel incómodo colchón. Finas lágrimas resbalaban por sus mejillas, provenientes únicamente del ojo diestro del muchacho, tratando inútilmente de acallar los sollozos que escapaban de su ser. La secuencia en su mente siguió en su curso, recordando palabras sueltas, confesiones íntimas, el calor como resultado de sus cuerpos fríos mientras formalizaban de una manera estúpida lo que sería su futuro. Recién había logrado comprender el peso de aquel encuentro al azar, y de lo que este resultó.
-¿”Te gustaría ser parte de mi familia”?- Sus labios se movieron, dejando salir aquellas palabras, las que habían sellado su destino. La sonrisa que se había formado en su rostro era opuesta a lo que sentía en aquel momento. No podía afirmar estar feliz con lo que estaba ocurriendo, no podría luego de haber vivido el mismo infierno y haber salido hacía adelante. Tampoco se encontraba enojado, pues era algo que anhelaba en secreto. Aquella contradicción de su ser lo estaba partiendo, quebrando aquel dejo de voluntad del que había hecho gala hasta ese momento, aquel muro que había levantado para que nadie lo dañara, ni que lo viesen en un estado deplorable, como el indefenso niño que resultaba ser.
-Si… Quiero.- Balbuceó finalmente, tras agonizantes segundos en silencio, quedando a disposición del dios de los sueños, y lo que sea que este tuviese dispuesto para él.
Sho Minazuki
Hoja de personaje
Nivel:
(24/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
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