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Censo
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Creado por Arabella Bennett Jue Jul 28, 2016 5:26 pm
Aburrición… Como siempre… Aburrición total. Afortunadamente las fiestas habían comenzado en el pueblo y aunque fuesen un par de días era lo más interesante que podía haber por mucho en aquel lugar y es que siempre entre libros y bajo la supervisión de su padre la monotonía era algo que ya tatuado sobre la piel traía… Simplemente lo odiaba. Aún era una adolecente, todo en la vida se le hacía fácil y sobre todo, pese a ser la mujer que debía ser la más educada tendía a ser algo agresiva, tosca y bien portada. ¿Curioso? Bastante. Era una joven de apenas 17 años de edad de cabello corto que apenas si llegaba a sus hombros de un hermoso pálido violeta. Su cuerpo, bastante fino dejaba verla siempre como si fuese más pequeña y es que su cuerpo no era ni por asomo la mitad de atractivo y curvilíneo que las demás mujeres del pueblo… Sí… Eso le afectaba a ratos pero vamos, no sería para siempre ¿O sí?..
Lo primero que hizo fue comprar un enrome algodón de azúcar gracias al dinero que había tomado de su padre justo antes de escapar, disfrutándolo a más no poder importándole poco o nada ensuciar el hermoso vestido blanco que llevaba aquel día que adornado con hermosas flores rojas y azules acentuaba el color de la tersa piel que poseía aquel intento de princesa. Sin embargo poca suerte tenía y era más que obvio, entre tanta gente y el poco cuidado que había logrado tener terminó tropezando y cayendo de lleno contra un joven el cual por aquel torpe movimiento de la joven si él no reaccionaba terminaría con toda la cara llena del algodón de azúcar y ella sobre él tratando de recomponerse. - ¿Por qué no te fijas por dónde vas? - Regañó incorporándose un poco, sentada sobre la cadera de él y dejando sus manos sobre el estómago ajeno esta se hizo al frente a modo de reclamo hundiendo sus manos en el masculino torso quizá lastimándole. Frunció el ceño y, unas cuantas marcas de tierra sobre sus ropas y mejilla se hicieron presentes, ahora estaba sucia pero tenía a quien culpar por ello. - Arruinaste mi vestido. - Acotó quizá algo burlona.
Lo primero que hizo fue comprar un enrome algodón de azúcar gracias al dinero que había tomado de su padre justo antes de escapar, disfrutándolo a más no poder importándole poco o nada ensuciar el hermoso vestido blanco que llevaba aquel día que adornado con hermosas flores rojas y azules acentuaba el color de la tersa piel que poseía aquel intento de princesa. Sin embargo poca suerte tenía y era más que obvio, entre tanta gente y el poco cuidado que había logrado tener terminó tropezando y cayendo de lleno contra un joven el cual por aquel torpe movimiento de la joven si él no reaccionaba terminaría con toda la cara llena del algodón de azúcar y ella sobre él tratando de recomponerse. - ¿Por qué no te fijas por dónde vas? - Regañó incorporándose un poco, sentada sobre la cadera de él y dejando sus manos sobre el estómago ajeno esta se hizo al frente a modo de reclamo hundiendo sus manos en el masculino torso quizá lastimándole. Frunció el ceño y, unas cuantas marcas de tierra sobre sus ropas y mejilla se hicieron presentes, ahora estaba sucia pero tenía a quien culpar por ello. - Arruinaste mi vestido. - Acotó quizá algo burlona.
Arabella Bennett
Hoja de personaje
Nivel:
(8/100)
Haki:
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Creado por Jörmundgander Sáb Jul 30, 2016 7:36 pm
Briss siempre había sido un lugar curioso para los vivaces ojos azules del rubio, pues no solo había nacido allí y criado en el mismo lugar, sino que a diferencia de muchos que compartían con él esa experiencia, él conocía muy bien los bosques, y en primera instancia, llamaba hogar a esas peligrosas estepas repletas de bestias. Su actual vida no estaba mal, y él, maestro del engaño y la manipulación, se llevaba muy bien con quienes le creían ya parte de su familia y círculo social, al punto incluso de que ya podía oler en sus manos el aroma de las monedas y las joyas, heredadas por la fuerza, de un padre que no era suyo y por el cual no sentía ni el más mínimo ápice de cariño, aún cuando todos asumieran lo contrario. Era una vida llena de lujos, donde de vez en cuando podía comprar la vida de alguna pobre desdichada, usarla y deshacerse de ella sin que nadie supiera nada, al fin y al cabo, tal era el poder del dinero y el prestigio que había adquirido por designios del destino mismo, un destino que le encomendaba destruir el mundo.
Su mente se distrajo un poco pues se concentraba la vista en los lejanos y coloridos premios que ofrecían los centros de juegos a los torpes incautos que se acercaban a despilfarrar sus capitales en ello, por lo que lejos de prestar atención al camino comenzó a analizar la mejor forma de obtener buenas ganancias en dicho lugar, y de paso, humillar un poco a quienes hubieren fracasado delante de sus parejas. Cabe decir que Jörm no venía acompañado, pues su actuación de muchacho tímido y recatado le abría las puertas en cualquier lugar sin ser sospechoso, y no pretendía, al menos por ahora, deshacerse de tan maravilloso beneficio. Como fuera, su marcha se vio detenida por alguien que atravesado en su camino le hizo tropezar. Al tratar de incorporarse y apartar el algodón antes que le tocara el cabello, pudo divisar a una mujer bastante guapa sobre él, y su ceño fruncido automático terminó por transformarse en una ceja alzada de confusión. La escuchó hablar sin interrumpirla ni decir absolutamente nada en su defensa, y deslizando sus manos a los muslos de la chica le regaló una sugerente caricia.
Bonita posición la tuya. Es una buena forma de pedir un vestido nuevo. -Su forma de hablar sugirió que aquella pose, con obvias connotaciones sexuales habría funcionado en caso de que ella estuviera tratando de estafarlo. No intentó apartarla, ni levantarse, sino que simplemente siguió acariciando sus muslos cada vez más arriba. Una respuesta burlona a una queja burlona.
Su mente se distrajo un poco pues se concentraba la vista en los lejanos y coloridos premios que ofrecían los centros de juegos a los torpes incautos que se acercaban a despilfarrar sus capitales en ello, por lo que lejos de prestar atención al camino comenzó a analizar la mejor forma de obtener buenas ganancias en dicho lugar, y de paso, humillar un poco a quienes hubieren fracasado delante de sus parejas. Cabe decir que Jörm no venía acompañado, pues su actuación de muchacho tímido y recatado le abría las puertas en cualquier lugar sin ser sospechoso, y no pretendía, al menos por ahora, deshacerse de tan maravilloso beneficio. Como fuera, su marcha se vio detenida por alguien que atravesado en su camino le hizo tropezar. Al tratar de incorporarse y apartar el algodón antes que le tocara el cabello, pudo divisar a una mujer bastante guapa sobre él, y su ceño fruncido automático terminó por transformarse en una ceja alzada de confusión. La escuchó hablar sin interrumpirla ni decir absolutamente nada en su defensa, y deslizando sus manos a los muslos de la chica le regaló una sugerente caricia.
Bonita posición la tuya. Es una buena forma de pedir un vestido nuevo. -Su forma de hablar sugirió que aquella pose, con obvias connotaciones sexuales habría funcionado en caso de que ella estuviera tratando de estafarlo. No intentó apartarla, ni levantarse, sino que simplemente siguió acariciando sus muslos cada vez más arriba. Una respuesta burlona a una queja burlona.
Jörmundgander
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Arabella Bennett Lun Ago 01, 2016 4:08 pm
Unos cuantos curiosos y extraños se quedaban observando al par de jóvenes en el piso. Ya en esa posición pese a estar molesta por unos segundos logró apreciar la figura del contrario, un hombre de clara tez, cabellos tan dorados como el mismísimo sol y unos orbes tan azules que cautivaban a la vista… claro… Cautivarían a una mujer medianamente normal, no a una chiquilla algo rebelde. Arqueó su ceja derecha apenas observó la mueca de él y, sentir aquellas manos comenzar a recorrer sus piernas lo único que atino a hacer fue levantar su mano derecha lo más que pudo y, con ello, tomar impulso para poder abofetearle con toda la fuerza que la futura domadora podría poseer. - Atrevido. - Musitó poniéndose de pie dando la bofetada o no, simplemente no permitiría que aquel torpe extraño siguiera tocando de esa manera su cuerpo. Con sus manos cubrió bien sus piernas bajando su vestido hasta donde este podía llegar, el color de sus mejillas era de un suave carmesí, obvio estaba más que avergonzada por aquello. Retrocediendo un par de pasos trató de poner toda la distancia posible y la joven dama renegó por lo bajo. - Tonto pueblerino. - Masculló por lo bajo dejando totalmente de lado el buen porte y vestir del masculino. - Parece que jamás habías tocado a una mujer. - ¿Hablar como una adulta madura? Ni hablar, no le quedaba ni por asomo pero vamos que no se iba a dejar intimidar por el otro aunque por dentro los nervios se la carcomían y sí, no negaba estar algo asustada.
Sus piernas temblaban un poco al igual que sus manos pero su mirada firma jamás flaquearía - Eres un atrevido que anda por ahí tocando mujeres, deberías estar con los de los barrios bajos. - Acotó girando su cabeza en una notable mueca de desprecio. - Deberás pagarme mi vestido y mi algodón de azúcar o haré que mi padre busque al tuyo para que te castigue. - Agregó cual malcriada cruzándose de brazos volviendo a tomar aquel dulce porte de arrogancia. - Y ni con todo lo que pudieses traer encima, ni tú ni tu familia tendrían para pagar este vestido de seda. - Insistía na y otra vez - Tonta gente. - Concluyó en un tonto desagradable ¿Quién creería que una chiquilla así después de unos años se volvería la dama más respetada y distinguida de la cuidad? No, ni por broma sucedería.
Sus piernas temblaban un poco al igual que sus manos pero su mirada firma jamás flaquearía - Eres un atrevido que anda por ahí tocando mujeres, deberías estar con los de los barrios bajos. - Acotó girando su cabeza en una notable mueca de desprecio. - Deberás pagarme mi vestido y mi algodón de azúcar o haré que mi padre busque al tuyo para que te castigue. - Agregó cual malcriada cruzándose de brazos volviendo a tomar aquel dulce porte de arrogancia. - Y ni con todo lo que pudieses traer encima, ni tú ni tu familia tendrían para pagar este vestido de seda. - Insistía na y otra vez - Tonta gente. - Concluyó en un tonto desagradable ¿Quién creería que una chiquilla así después de unos años se volvería la dama más respetada y distinguida de la cuidad? No, ni por broma sucedería.
Arabella Bennett
Hoja de personaje
Nivel:
(8/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Jörmundgander Lun Ago 01, 2016 6:46 pm
Habían cosas que se podían esperar como simple desenlace lógico de alguna acción, y habían otras que ni por asomo parecían posibles y que terminaban sorprendiendo de tal forma que cambiaban la percepción de alguien frente a un problema determinado, usualmente este cambio era para siempre. Pero el hecho de que ella intentara golpearle resultaba en un hecho tan normal como aceptable para el hermoso rubio que aún permanecía tumbado con las manos recorriendo los muslos de la dama. Hubo tiempo de sobra, demasiado tiempo para detener su ataque o mover el rostro, pero Jörm no hizo nada por evitarlo, y recibiendo de lleno el impacto sobre su mejilla, esbozó por lo bajo una tenue sonrisa, como si lo disfrutara. Era bueno estar en el lado contrario de la situación de vez en cuando, al fin y al cabo estaba tan acostumbrado a abofetear y humillar él a sus juguetes que esta experiencia resultaba en una suave brisa de aire fresco.
Sus palabras, una tras otra hicieron que el hombre sonriera descaradamente mientras se levantaba en su altura, una nada despreciable cabía destacar, y acariciando su mejilla fingía estar aún adolorido cuando obviamente no sentía mayor pesar sobre su tersa piel. Sacudió sus ropas y acomodó su corbata con los modales que solo la clase más alta conocía, mientras sus ojos se clavaban en la mirada de la chica de una forma tan obvia que no dejaba ninguna duda de que su atención total había sido ganada. ¿Pueblerino? Señorita, es usted la que anda emocionada por aquí y allá con un simple algodón de azucar. -Su voz aterciopelada se mezclaba entre una cuidadosa etiqueta y perfecta sonrisa, demostrando que, en cuestión de atracción, Jörm era un galán que no podía ser ignorado por ojos que vieran. Él en cambio era muy observador, detallando en los más ínfimos espasmos de la contraria en su obvio intento por ocultar su nerviosismo tras la máscara de altanería y ego superdesarrollado, pero no se alteró, ni aún con la ofensa, ni aún con el desprecio. Para él, las clases sociales no era nada más que un invento de la supuesta civilización. Algo que él destruiría en cuanto amasara poder. Cuando pareció que hubo terminado de hablar, no dudo en reír por lo bajo, terminando por soltar una carcajada que atrajo un poco la atención.
Señorita, habla usted de los barrios bajos con tanto desprecio que casi me hace creer que pertenece a la clase más privilegiada... Y aún así, sus modales me desconciertan. -Sonrió de manera bastante coqueta mientras acomodaba detrás de su oreja el mechón de cabello que cubría la mitad de su rostro, dejando ahora ambos ocelos celestes a la vista. Dispuso una mano tras de sí, la otra hizo un elegante giro por delante de su pecho y se agachó en una delicada presentación formal, como solo los más altos círculos solían hacerlo, tal como su padre adoptivo le enseñó. Aún doblado, levantó su rostro sin perder su resplandeciente sonrisa, y guiñando un ojo a la malhumorada mujer, se presentó. Mi nombre es Siegfried, Siegfried Knut Russkaja. -Tras presentarse, se irguió de nuevo en toda su altura.
La reacción no se hizo esperar, pues quienes habitaban Briss conocían muy bien los apellidos de las familias pudientes, entre ellos, destacaba mucho el del padre de Siegfried, pues no solo se trataba de un adinerado terrateniente, sino que su linaje provenía de siglos de nobleza y prestigio, galardonados siempre con la insignia de una vasta fortuna y auténticos talentos. Muchos cuchicheaban, susurros volaban por doquier y seguramente la mujer escucharía como mencionaban el apellido del rubio, y es que incluso ella podría reconocer la importancia de dicha familia si alguna vez había escuchado a sus padres hablar sobre las reuniones de negocios. Sin embargo Siegfried no esperó a que ella recordara si conocía o no a tan pudiente familia, sino que metió una de sus manos al bolsillo y sacó un enorme y grueso fajo de billetes, el cual entregó a la mujer sin tomarse la molestia de siquiera contarlos. Dudo que tu padre pueda hacerle algo al mío. Pero mi apellido no se manchará por una minucia como pagar un vestido nuevo. Con ese dinero podrás comprarte al menos un par de ellos, incluso mejores que el que tienes... Y como es todo el dinero que traje para divertirme, supongo que me iré a casa. -Su gesto se enserió un momento, pero luego volvió a la hermosa suavidad que mantenía siempre. En su rostro la leve sonrisa se mantuvo impasible y con un gesto igual al que hizo para presentarse procedió a despedirse. Era obvio que mentía, pues aún traía suficiente dinero para hacer lo que quisiera, pero, contaba con que ella tuviera algo de orgullo para impedirle que se fuera con la fácil victoria de ser superior económicamente.
Sus palabras, una tras otra hicieron que el hombre sonriera descaradamente mientras se levantaba en su altura, una nada despreciable cabía destacar, y acariciando su mejilla fingía estar aún adolorido cuando obviamente no sentía mayor pesar sobre su tersa piel. Sacudió sus ropas y acomodó su corbata con los modales que solo la clase más alta conocía, mientras sus ojos se clavaban en la mirada de la chica de una forma tan obvia que no dejaba ninguna duda de que su atención total había sido ganada. ¿Pueblerino? Señorita, es usted la que anda emocionada por aquí y allá con un simple algodón de azucar. -Su voz aterciopelada se mezclaba entre una cuidadosa etiqueta y perfecta sonrisa, demostrando que, en cuestión de atracción, Jörm era un galán que no podía ser ignorado por ojos que vieran. Él en cambio era muy observador, detallando en los más ínfimos espasmos de la contraria en su obvio intento por ocultar su nerviosismo tras la máscara de altanería y ego superdesarrollado, pero no se alteró, ni aún con la ofensa, ni aún con el desprecio. Para él, las clases sociales no era nada más que un invento de la supuesta civilización. Algo que él destruiría en cuanto amasara poder. Cuando pareció que hubo terminado de hablar, no dudo en reír por lo bajo, terminando por soltar una carcajada que atrajo un poco la atención.
Señorita, habla usted de los barrios bajos con tanto desprecio que casi me hace creer que pertenece a la clase más privilegiada... Y aún así, sus modales me desconciertan. -Sonrió de manera bastante coqueta mientras acomodaba detrás de su oreja el mechón de cabello que cubría la mitad de su rostro, dejando ahora ambos ocelos celestes a la vista. Dispuso una mano tras de sí, la otra hizo un elegante giro por delante de su pecho y se agachó en una delicada presentación formal, como solo los más altos círculos solían hacerlo, tal como su padre adoptivo le enseñó. Aún doblado, levantó su rostro sin perder su resplandeciente sonrisa, y guiñando un ojo a la malhumorada mujer, se presentó. Mi nombre es Siegfried, Siegfried Knut Russkaja. -Tras presentarse, se irguió de nuevo en toda su altura.
La reacción no se hizo esperar, pues quienes habitaban Briss conocían muy bien los apellidos de las familias pudientes, entre ellos, destacaba mucho el del padre de Siegfried, pues no solo se trataba de un adinerado terrateniente, sino que su linaje provenía de siglos de nobleza y prestigio, galardonados siempre con la insignia de una vasta fortuna y auténticos talentos. Muchos cuchicheaban, susurros volaban por doquier y seguramente la mujer escucharía como mencionaban el apellido del rubio, y es que incluso ella podría reconocer la importancia de dicha familia si alguna vez había escuchado a sus padres hablar sobre las reuniones de negocios. Sin embargo Siegfried no esperó a que ella recordara si conocía o no a tan pudiente familia, sino que metió una de sus manos al bolsillo y sacó un enorme y grueso fajo de billetes, el cual entregó a la mujer sin tomarse la molestia de siquiera contarlos. Dudo que tu padre pueda hacerle algo al mío. Pero mi apellido no se manchará por una minucia como pagar un vestido nuevo. Con ese dinero podrás comprarte al menos un par de ellos, incluso mejores que el que tienes... Y como es todo el dinero que traje para divertirme, supongo que me iré a casa. -Su gesto se enserió un momento, pero luego volvió a la hermosa suavidad que mantenía siempre. En su rostro la leve sonrisa se mantuvo impasible y con un gesto igual al que hizo para presentarse procedió a despedirse. Era obvio que mentía, pues aún traía suficiente dinero para hacer lo que quisiera, pero, contaba con que ella tuviera algo de orgullo para impedirle que se fuera con la fácil victoria de ser superior económicamente.
Jörmundgander
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
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Creado por Arabella Bennett Jue Ago 04, 2016 11:38 pm
Aquella burda sonrisa hacía que los nervios de la chiquilla se erizaran y, por ende, ponerla un tanto más agresiva y arrogante pero si algo era es que tendía a ser muchísimo más lista que sus contrarios… O al menos eso creía. Que él recibiese de lleno aquella débil bofetada por mucho la hacía sentir ya superior y, entrecerrando su mirada con cierto desprecio notaba como inútilmente él trataba de apaciguar el dolor de aquella marca de su mano que quedaba en la blanquecina piel ajena. Tener la vista de él sobre la propia era bastante incómodo y como si de un juicio se tratase, sintiéndose algo culpable se excusaba desviando suave su mirada en un dulce puchero cruzándose de brazos. - Que tú no sepas disfrutar de la vida es una cosa muy distinta. - Sentenció ante aquel tonto comentario ¿Emocionada? Claro que lo estaba, era un festival único en el año y lo disfrutaba a más no poder. - Vaya que a parte de tonto, pervertido y falto de tacto eres la amargura te consume ~ - Musitó por lo bajo con una sonrisa socarrona pues, aquella voz del masculina que encantadora envolvía los sentidos de la joven no funcionaría con alguien que prefiere mil veces ir a jugar a un charco que ir a estar de coqueta con un hombre.
¿Qué? ¿Modales? Una risilla burlesca salió de sus labios llevando su mano derecha sobre estos para callarlos de una manera algo sutil. - Claro, di lo que quieras, los modales son algo tan tonto que sólo es para andar de presuntuoso por ahí, de gente pedante y con poco cerebro. - Ponzoña, mera ponzoña era lo que la de violáceos cabellos aventaba de aquella boca ¿La razón? Mero ego, uno que hasta cierto punto su familia se lo había inflado y, no era para menos, el poder adquisitivo y belleza propia de la primogénita Bennett era celada e incluso envidiable. Arqueó su ceja al ver cómo aquel intento de caballero a sus ojos hacía aquella especie de saludo que si bien conocía a la perfección era algo que no le gustaba por el simple hecho de que tachaba aquello de hipócrita. Chasqueó su lengua y con burla tomó las orillas de su vestido e hizo lo mismo haciendo una sutil reverencia . - Arabella Bennett es mi nombre. - Acotó con toda la elegancia que podía tener que, para sorpresa del contrario sería basta a comparación de las palabras que había estado diciendo y el cómo se expresaba sin más.
Pero así como aquellas malas lenguas comenzaban a murmurar a espaldas de ambos lo que parecía ser el nombre del muchacho no se hizo esperar tampoco los malos comentarios sobre la heredera que siempre se había presumido era una dama total demostrando obviamente todo lo contrario. Entre burlas, sorpresas y alta incredulidad era obvio que ambos tenían algo por lo cual presumir. - Nombre más raro. - Jamás en su vida había puesto atención a otro apellido al que no fuese suyo, por lo que sólo guiándose por los murmullos que apenas si llegaban a ella por mera lógica se imaginó de qué rango social gozaba el contrario. Parpadeó un par de veces y, sobre su delicada mano un fajo de billetes fue entregado, ni sorpresa ni admitación por ello, lo conocía bien. - ¿Ah? - Arqueó su ceja y, apenas dijo aquello sólo sonrió con cierto cinismo. - Qué asco. - Acotó acercándose con un par de pasos al puesto que se encontraba justo al lado de ellos. Sacó un billete de aquel fajo y lo entregó al hombre que lo atendía, extendiendo su mano tomó uno de los vasos con jugo fresco y sin más, aventó el líquido directamente a la cara de él esperando se empapara con aquel líquido, dejando el vaso justo en el puesto donde lo compró para que la basura fuese tirada. Deshizo el suave amarre del fajo de billetes y lo aventó al aire, dejando altanera su mano izquierda sobre su cintura.
Aquel dinero voló sin más, el viento lo esparció por todo el lugar y como era de esperar los habitantes extendían sus manos, los niños corrían desesperados buscando tomar uno por mera diversión y de aquel festival aquello se volvió una lluvia de dinero. - No, no es suficiente, te falta. - Acotó sonriendo y retrocediendo un paso se cruzó de brazos levantando suave el rostro aún manteniendo su mirada de desprecio. - Maldito el momento en el que te vi. - Agregó dándose la media vuelta para dejarlo ahí, sucio, lastimado y humillado a ojos de ella mientras con un suave puchero limpiaba la poca suciedad de su vestido, no pretendía seguir en la mirada de los presentes y, mucho menos, que si descubrían ella no estaba en su habitación la fuesen a buscar y encontraran aquel circo bien montado por parte de aquel par de jóvenes. - Tonto, tarado, idiota, bruto, pedante… - Lo insultaba paso a paso mientras renegaba por su algodón de azúcar y su vestido, aquello había sido demasiado y fastidiada estaba por demás.
¿Qué? ¿Modales? Una risilla burlesca salió de sus labios llevando su mano derecha sobre estos para callarlos de una manera algo sutil. - Claro, di lo que quieras, los modales son algo tan tonto que sólo es para andar de presuntuoso por ahí, de gente pedante y con poco cerebro. - Ponzoña, mera ponzoña era lo que la de violáceos cabellos aventaba de aquella boca ¿La razón? Mero ego, uno que hasta cierto punto su familia se lo había inflado y, no era para menos, el poder adquisitivo y belleza propia de la primogénita Bennett era celada e incluso envidiable. Arqueó su ceja al ver cómo aquel intento de caballero a sus ojos hacía aquella especie de saludo que si bien conocía a la perfección era algo que no le gustaba por el simple hecho de que tachaba aquello de hipócrita. Chasqueó su lengua y con burla tomó las orillas de su vestido e hizo lo mismo haciendo una sutil reverencia . - Arabella Bennett es mi nombre. - Acotó con toda la elegancia que podía tener que, para sorpresa del contrario sería basta a comparación de las palabras que había estado diciendo y el cómo se expresaba sin más.
Pero así como aquellas malas lenguas comenzaban a murmurar a espaldas de ambos lo que parecía ser el nombre del muchacho no se hizo esperar tampoco los malos comentarios sobre la heredera que siempre se había presumido era una dama total demostrando obviamente todo lo contrario. Entre burlas, sorpresas y alta incredulidad era obvio que ambos tenían algo por lo cual presumir. - Nombre más raro. - Jamás en su vida había puesto atención a otro apellido al que no fuese suyo, por lo que sólo guiándose por los murmullos que apenas si llegaban a ella por mera lógica se imaginó de qué rango social gozaba el contrario. Parpadeó un par de veces y, sobre su delicada mano un fajo de billetes fue entregado, ni sorpresa ni admitación por ello, lo conocía bien. - ¿Ah? - Arqueó su ceja y, apenas dijo aquello sólo sonrió con cierto cinismo. - Qué asco. - Acotó acercándose con un par de pasos al puesto que se encontraba justo al lado de ellos. Sacó un billete de aquel fajo y lo entregó al hombre que lo atendía, extendiendo su mano tomó uno de los vasos con jugo fresco y sin más, aventó el líquido directamente a la cara de él esperando se empapara con aquel líquido, dejando el vaso justo en el puesto donde lo compró para que la basura fuese tirada. Deshizo el suave amarre del fajo de billetes y lo aventó al aire, dejando altanera su mano izquierda sobre su cintura.
Aquel dinero voló sin más, el viento lo esparció por todo el lugar y como era de esperar los habitantes extendían sus manos, los niños corrían desesperados buscando tomar uno por mera diversión y de aquel festival aquello se volvió una lluvia de dinero. - No, no es suficiente, te falta. - Acotó sonriendo y retrocediendo un paso se cruzó de brazos levantando suave el rostro aún manteniendo su mirada de desprecio. - Maldito el momento en el que te vi. - Agregó dándose la media vuelta para dejarlo ahí, sucio, lastimado y humillado a ojos de ella mientras con un suave puchero limpiaba la poca suciedad de su vestido, no pretendía seguir en la mirada de los presentes y, mucho menos, que si descubrían ella no estaba en su habitación la fuesen a buscar y encontraran aquel circo bien montado por parte de aquel par de jóvenes. - Tonto, tarado, idiota, bruto, pedante… - Lo insultaba paso a paso mientras renegaba por su algodón de azúcar y su vestido, aquello había sido demasiado y fastidiada estaba por demás.
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