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Creado por Ashlyn Vileblood Lun Ago 29, 2016 12:21 pm
Flevance, mercado central | 11:30 AM
Todo viaje posee un inicio, un origen. Un lugar en el que la aventura obtiene su ápice más peligroso, o de donde proviene el motivo de todo viaje. Cualquier atrevimiento a desear al destino y los mares empieza en algún lugar... Y este lugar era Flevance. Ashlyn había viajado tanto en las misiones que el último lugar que creía que volvería a pesar era su propio hogar. Había perdido la cuenta de cuántos años habían pasado desde que abandonó aquellas costas en su viaje... Pero allí estaba, pisando las mismas calles del mercado que había recorrido en otras ocasiones, acompañada de su hermana y su madre. En este día no era diferente, su hermana la acompañaba... Pero con un ápice tan distinto a aquellos días felices, que hacía que un escalofrío recorriera la espina dorsal de la albina.
Vestida con sus ya arquetipicos ropajes negros, caminaba con la mano posada sobre el fiel mango de su katana, enfundada en la vaina. ¿Por qué había acabado en aquella isla? Aún no lo sabía... Su hermana la había atraído allí en las cartas y mensajes que había recibido después de su primer y último encuentro después de que Ashlyn abandonara a su familia, o los pedazos que quedaban de ella. Pero allí se encontraba, caminando a un paso digno de un soldado, bajo la atenta mirada de todo el mundo. Podía observar miradas de miedo, quizá no era alguien realmente importante pero los habitantes de su antiguo hogar sí habían oído hablar de ella, lo poco que se conocía. Y también de su apodo... La Dama Sangrienta. Pero le importaba más bien poco, había acudido en una cita con su hermana como tal y había prometido y ese era el único motivo que la llevaba a recorrer esas calles, ahora tan repulsivas en su memoria. Con un suspiro, acomodó el sombrero que portaba y se apoyó en una de las columnas exteriores que sostenían uno de los edificios de la plaza central, observando a todos y cada uno que pasaban delante de su visión, afilada como sus fieles compañeras de acero.
Llegaba pronto, como siempre, para la cita que había concertado con su hermana... Pero la paciencia era una gran virtud en ambas y no le importaba esperar. Corría la suerte de que allí todos la conocían y la respetaban hasta cierto punto. No sólo por la poca reputación que se había labrado, si no por quién era. Un Vileblood era respetado de una forma u otra, o se hacían respetar. Zarandeó la cabeza para acomodar sus cabellos plateados sobre los hombros, fijándose en todo lo que le rodeaba, analizándolo, en busca de su hermana. Aún no la había visto en el paseo que había dado desde el puerto hasta aquel punto, pero sabía que pronto la encontraría... O ella lo haría. Casi como una conexión mágica o sin propia explicación, siempre acababan encontrándose. Una unión surgida desde el propio vientre de su madre, jamás estuvieron separadas y siempre se cubrieron las espaldas. Tal para cual, eran como el sol y la luna... Una no podía vivir sin la otra.
Y ese era el verdadero motivo de volver a aquellas calles bajo el sol del cercano mediodía. Volver a ver a su hermana y, con suerte, esperar que sus caminos no volvieran a separarse ahora que ambas estaban acogidas bajo la misma bandera.
Vestida con sus ya arquetipicos ropajes negros, caminaba con la mano posada sobre el fiel mango de su katana, enfundada en la vaina. ¿Por qué había acabado en aquella isla? Aún no lo sabía... Su hermana la había atraído allí en las cartas y mensajes que había recibido después de su primer y último encuentro después de que Ashlyn abandonara a su familia, o los pedazos que quedaban de ella. Pero allí se encontraba, caminando a un paso digno de un soldado, bajo la atenta mirada de todo el mundo. Podía observar miradas de miedo, quizá no era alguien realmente importante pero los habitantes de su antiguo hogar sí habían oído hablar de ella, lo poco que se conocía. Y también de su apodo... La Dama Sangrienta. Pero le importaba más bien poco, había acudido en una cita con su hermana como tal y había prometido y ese era el único motivo que la llevaba a recorrer esas calles, ahora tan repulsivas en su memoria. Con un suspiro, acomodó el sombrero que portaba y se apoyó en una de las columnas exteriores que sostenían uno de los edificios de la plaza central, observando a todos y cada uno que pasaban delante de su visión, afilada como sus fieles compañeras de acero.
Llegaba pronto, como siempre, para la cita que había concertado con su hermana... Pero la paciencia era una gran virtud en ambas y no le importaba esperar. Corría la suerte de que allí todos la conocían y la respetaban hasta cierto punto. No sólo por la poca reputación que se había labrado, si no por quién era. Un Vileblood era respetado de una forma u otra, o se hacían respetar. Zarandeó la cabeza para acomodar sus cabellos plateados sobre los hombros, fijándose en todo lo que le rodeaba, analizándolo, en busca de su hermana. Aún no la había visto en el paseo que había dado desde el puerto hasta aquel punto, pero sabía que pronto la encontraría... O ella lo haría. Casi como una conexión mágica o sin propia explicación, siempre acababan encontrándose. Una unión surgida desde el propio vientre de su madre, jamás estuvieron separadas y siempre se cubrieron las espaldas. Tal para cual, eran como el sol y la luna... Una no podía vivir sin la otra.
Y ese era el verdadero motivo de volver a aquellas calles bajo el sol del cercano mediodía. Volver a ver a su hermana y, con suerte, esperar que sus caminos no volvieran a separarse ahora que ambas estaban acogidas bajo la misma bandera.
Ashlyn Vileblood
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Amelia Vileblood Jue Sep 01, 2016 8:01 am
Había llegado a la isla mucho antes de la hora de la cita... mucho antes que su propia hermana, de por sí bastante adelantada también. Había sentido la necesidad de hacerlo, después de tanto tiempo fuera... después de saber que no encontraría a nadie en casa.
Sus pasos se escuchaban con eco en la enorme mansión, y sus ojos de extraño color observaron cada detalle de aquel lugar que, a pesar de todo, no le resultaba tan ajeno como quizás debería, después de haber averiguado todo lo que entre aquellas cuatro paredes había sucedido.
Antes de darse cuenta, se había desplazado a la habitación donde sus padres, principalmente su madre (pues él casi siempre desaparecía durante semanas o incluso meses muy a menudo), había dormido durante tantos años. Los dedos de la joven se deslizaron suavemente sobre el tocador en el que tantas veces su madre le había arreglado el pelo, enseñándole a recogérselo como una señorita o dejarlo caer con la elegancia de una dama en las situaciones que ella quisiese. Ella fue la que le enseñó que las apariencias, en un mundo superficial, sin duda contaban con mucho.
Amelia cerró los ojos y salió de aquel lugar.
Las puertas de la mansión se abrieron para dejarla marchar, y su camino la llevó hasta los jardines de la familia, recibiendo el sol naciente en el horizonte mientras se detenía frente a la tumba de su madre unos instantes en completo silencio, pensativa.
Pensó en aquella noche hacía ya años, en su hermana... en su padre. Se llegó a preguntar si Ashlyn y ella terminarían haciendo algo de lo que se arrepentirían por primera vez en sus vidas algún día... o si simplemente continuarían viviendo como hasta ahora, sin preocuparse de los grilletes del pasado. Eso, a fin de cuentas, le daba igual a Amelia... la decisión sería única y exclusivamente de su hermana.
Unos grititos lejanos hicieron que alzase la mirada y se girase levemente. Unos niños habían entrado en las planicies que rodeaban la mansión y la habían visto, ahora huían de vuelta hacia la ciudad. Se volvió hacia la tumba una vez más y se despidió silenciosamente. Era hora de ir a recibir a Ash.
Echándose a caminar por las calles de Flevance, la joven no se esforzó demasiado en buscar señales de su hermana. No era como si hubiesen concertado la cita en algún lugar específico, pero Amelia se las apañaría para encontrar a su hermana sin importar dónde estuviese... con gente alrededor, sólo debía escuchar los murmullos que ella consideraba de envidia o admiración y sabría que la "Dama Sangrienta" estaría cerca.
Sonrió ligeramente. Sabía de sobra que su propio "apodo" había salido como una broma interna en el CP cuando se había sabido que Ashlyn era su hermana, pues ella contrastaba tanto con Ash como una sombra pálida y la brillante sangre que le daba su sobrenombre a la otra. Le daba igual de todas formas, al fin y al cabo era una forma similar a la de la otra chica, y eso le gustaba. Quizás algún día llegase a ganarse verdaderamente aquel apodo...
Por el momento, Amelia se sintió satisfecha y feliz en lo más hondo al escuchar los murmullos y ver a la solitaria figura, esbelta y temible, apoyada contra aquel pilar que, en su blancura, la hacía destacar aún más. Se acercó sin dudar, cuando se aseguró de que la otra ya la veía dando unos pasos más rápidos antes de abrazarla.
- Bienvenida a casa, Ash... -murmuró en su oído, no refiriéndose en absoluto a aquella isla... si no a su propia compañía. Para ella, no había mayor claridad en ese aspecto... ambas eran la casa de la otra, y así sería siempre- Te he echado tanto de menos... -suspiró, aún manteniendo aquel gesto que a nadie más hacía unos segundos más antes de separarse ligeramente y mirarla con más detenimiento- Te has vuelto todavía más guapa en estos últimos años. Madre estaría orgullosa de ti -sonrió ligeramente, de una forma que tampoco mucha gente veía: traviesa-, al menos si lograse obviar las ropas de hombre, claro.
Sus pasos se escuchaban con eco en la enorme mansión, y sus ojos de extraño color observaron cada detalle de aquel lugar que, a pesar de todo, no le resultaba tan ajeno como quizás debería, después de haber averiguado todo lo que entre aquellas cuatro paredes había sucedido.
Antes de darse cuenta, se había desplazado a la habitación donde sus padres, principalmente su madre (pues él casi siempre desaparecía durante semanas o incluso meses muy a menudo), había dormido durante tantos años. Los dedos de la joven se deslizaron suavemente sobre el tocador en el que tantas veces su madre le había arreglado el pelo, enseñándole a recogérselo como una señorita o dejarlo caer con la elegancia de una dama en las situaciones que ella quisiese. Ella fue la que le enseñó que las apariencias, en un mundo superficial, sin duda contaban con mucho.
Amelia cerró los ojos y salió de aquel lugar.
Las puertas de la mansión se abrieron para dejarla marchar, y su camino la llevó hasta los jardines de la familia, recibiendo el sol naciente en el horizonte mientras se detenía frente a la tumba de su madre unos instantes en completo silencio, pensativa.
Pensó en aquella noche hacía ya años, en su hermana... en su padre. Se llegó a preguntar si Ashlyn y ella terminarían haciendo algo de lo que se arrepentirían por primera vez en sus vidas algún día... o si simplemente continuarían viviendo como hasta ahora, sin preocuparse de los grilletes del pasado. Eso, a fin de cuentas, le daba igual a Amelia... la decisión sería única y exclusivamente de su hermana.
Unos grititos lejanos hicieron que alzase la mirada y se girase levemente. Unos niños habían entrado en las planicies que rodeaban la mansión y la habían visto, ahora huían de vuelta hacia la ciudad. Se volvió hacia la tumba una vez más y se despidió silenciosamente. Era hora de ir a recibir a Ash.
Echándose a caminar por las calles de Flevance, la joven no se esforzó demasiado en buscar señales de su hermana. No era como si hubiesen concertado la cita en algún lugar específico, pero Amelia se las apañaría para encontrar a su hermana sin importar dónde estuviese... con gente alrededor, sólo debía escuchar los murmullos que ella consideraba de envidia o admiración y sabría que la "Dama Sangrienta" estaría cerca.
Sonrió ligeramente. Sabía de sobra que su propio "apodo" había salido como una broma interna en el CP cuando se había sabido que Ashlyn era su hermana, pues ella contrastaba tanto con Ash como una sombra pálida y la brillante sangre que le daba su sobrenombre a la otra. Le daba igual de todas formas, al fin y al cabo era una forma similar a la de la otra chica, y eso le gustaba. Quizás algún día llegase a ganarse verdaderamente aquel apodo...
Por el momento, Amelia se sintió satisfecha y feliz en lo más hondo al escuchar los murmullos y ver a la solitaria figura, esbelta y temible, apoyada contra aquel pilar que, en su blancura, la hacía destacar aún más. Se acercó sin dudar, cuando se aseguró de que la otra ya la veía dando unos pasos más rápidos antes de abrazarla.
- Bienvenida a casa, Ash... -murmuró en su oído, no refiriéndose en absoluto a aquella isla... si no a su propia compañía. Para ella, no había mayor claridad en ese aspecto... ambas eran la casa de la otra, y así sería siempre- Te he echado tanto de menos... -suspiró, aún manteniendo aquel gesto que a nadie más hacía unos segundos más antes de separarse ligeramente y mirarla con más detenimiento- Te has vuelto todavía más guapa en estos últimos años. Madre estaría orgullosa de ti -sonrió ligeramente, de una forma que tampoco mucha gente veía: traviesa-, al menos si lograse obviar las ropas de hombre, claro.
Amelia Vileblood
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
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