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Creado por Makenroh Envy Sáb Sep 17, 2016 8:40 pm
Las corrientes marítimas del North Blue pasaban a toda velocidad a mi alrededor. Me desplazaba a gran velocidad en las profundidades, donde el frío gobernaba. Aquel sótano oscuro y líquido, mi propio inframundo gélido, era el vestigio de mis orígenes. Me ponía algo melancólica cada vez que estaba en un lugar semejante. Algunos desprevenidos pececillos se enredaban en mis tentáculos a medida que nadaba. Devoraba esos aperitivos como quien se lleva un caramelo a la boca, distraída. Me preguntaba si serviría de algo ir al sitio al que iba. Las cosas iban algo lentas desde mi unión a la Armada Revolucionaria, pero no había razón para preocuparme. El mundo solo cambiaría lentamente, con un método parsimonioso. Siempre era así.
Empecé a ascender cuando noté la isla sobre mí. La había visitado antes. Isla Minion era uno de los pocos lugares con un clima aceptable para mí; la mayoría de islas tropicales repercutían en mi temperatura tarde o temprano. Cuantos menos grados, mejor. Aún no sabía cual era el límite de mi resistencia al frío, pero estaba segura de que ni siquiera me había acercado a comprobarlo. No tardé mucho más de cinco minutos en romper la superficie con mi cuerpo, respirando otra vez con la nariz, dejando descansar las agallas en los costados de mi cuello. Caminé hasta la orilla con elegancia, recogiendo mis mechones azules brillantes entre los dedos.
La playa, de noche, estaba en penumbra, aunque las estrellas y la luna llena en el firmamento cumplían con un alumbramiento justo, para que se pudiera ver por donde se pisaba. La arena blanca y cómoda a mis pies descalzos cubría la vastedad de la costa, y la ventisca friolenta era deliciosa. Pocas veces, el aire exterior era casi tan agradable como las profundidades del océano. Mi camino me llevaría, por la orilla de la playa, hacia una reunión de revolucionarios. No estaba al tanto de la razón de dicha reunión. Bien podría tratarse de una sesión de entrenamiento, almas inspiradas en la búsqueda de crear una tripulación, o el planeamiento de algún golpe que fastidiase el día a día del Gobierno Mundial.
Mis razones para estar allí distaban de formar parte del propósito de la reunión, fuera cual fuera. Simplemente, tenía el interés de conocer a los otros soldados revolucionarios, ver de qué estaba hecha su valía. Esperaba no estar perdiendo el tiempo, eso lo detestaba. No obstante, antes de poder llegar al pueblo, algo se cruzó en mi camino. Venían en la dirección contraria, desde la villa, caminando tambaleantes hacia mí. En su andar reconocí los síntomas del alcohol haciendo estragos con sus organismos. Podía vislumbrar la estupidez mundana de esos humanos hacer trizas sus propios hígados.
— Eh, esta mujer es gigante, ¡hip! —esperaba que pasaran junto a mí sin dirigirme la palabra, pero obviamente sobrestimé al par de individuos.
— ¡Es un adefesio! —gritó su compañero— Eh, eh, tú, ¿qué se supone que eres? —rió en medio de su borrachera, incluso deteniéndose frente a mí, obligándome a hacer lo mismo y frenando a su amigo con la mano sobre su pecho. Indagué en los rostros del par; feos, musculados, pintorescos. Piratas, seguramente— Te pregunté algo, monstruo —insistió, con la ebriedad manejando su cerebro.
Le dediqué una mirada implacable desde mis más de 3 metros de altura. Era un asqueroso enano, podría hacerlo a un lado si quisiera. No tenía cabida en el mundo, de todas formas.
— ¿Yo? La pregunta es... ¿quién eres tú? —musité, mi voz tan gélida como mi piel, exhalando un vaho frío y visible— ¿Un intoxicado, lo suficientemente temerario en su imaginación como para dirigirse a mí de esa atroz forma? —la pregunta fue realizada empleando un tono peligroso; no estaba para tonterías esa noche.
— Bah, una mujer es una mujer, y esta se cree la gran cosa... ¿por qué no hacemos algo con ella esta noche? —dijo el que había hablado primero; vaya, si resultaba que era el más mundano de los dos. Ante aquellas palabras, sacaron espadas de las vainas que pendían de sus cinturones de cuero. El sonido del metal al desenvainarse ponía sobre la mesa sus claras intenciones.
Empecé a ascender cuando noté la isla sobre mí. La había visitado antes. Isla Minion era uno de los pocos lugares con un clima aceptable para mí; la mayoría de islas tropicales repercutían en mi temperatura tarde o temprano. Cuantos menos grados, mejor. Aún no sabía cual era el límite de mi resistencia al frío, pero estaba segura de que ni siquiera me había acercado a comprobarlo. No tardé mucho más de cinco minutos en romper la superficie con mi cuerpo, respirando otra vez con la nariz, dejando descansar las agallas en los costados de mi cuello. Caminé hasta la orilla con elegancia, recogiendo mis mechones azules brillantes entre los dedos.
La playa, de noche, estaba en penumbra, aunque las estrellas y la luna llena en el firmamento cumplían con un alumbramiento justo, para que se pudiera ver por donde se pisaba. La arena blanca y cómoda a mis pies descalzos cubría la vastedad de la costa, y la ventisca friolenta era deliciosa. Pocas veces, el aire exterior era casi tan agradable como las profundidades del océano. Mi camino me llevaría, por la orilla de la playa, hacia una reunión de revolucionarios. No estaba al tanto de la razón de dicha reunión. Bien podría tratarse de una sesión de entrenamiento, almas inspiradas en la búsqueda de crear una tripulación, o el planeamiento de algún golpe que fastidiase el día a día del Gobierno Mundial.
Mis razones para estar allí distaban de formar parte del propósito de la reunión, fuera cual fuera. Simplemente, tenía el interés de conocer a los otros soldados revolucionarios, ver de qué estaba hecha su valía. Esperaba no estar perdiendo el tiempo, eso lo detestaba. No obstante, antes de poder llegar al pueblo, algo se cruzó en mi camino. Venían en la dirección contraria, desde la villa, caminando tambaleantes hacia mí. En su andar reconocí los síntomas del alcohol haciendo estragos con sus organismos. Podía vislumbrar la estupidez mundana de esos humanos hacer trizas sus propios hígados.
— Eh, esta mujer es gigante, ¡hip! —esperaba que pasaran junto a mí sin dirigirme la palabra, pero obviamente sobrestimé al par de individuos.
— ¡Es un adefesio! —gritó su compañero— Eh, eh, tú, ¿qué se supone que eres? —rió en medio de su borrachera, incluso deteniéndose frente a mí, obligándome a hacer lo mismo y frenando a su amigo con la mano sobre su pecho. Indagué en los rostros del par; feos, musculados, pintorescos. Piratas, seguramente— Te pregunté algo, monstruo —insistió, con la ebriedad manejando su cerebro.
Le dediqué una mirada implacable desde mis más de 3 metros de altura. Era un asqueroso enano, podría hacerlo a un lado si quisiera. No tenía cabida en el mundo, de todas formas.
— ¿Yo? La pregunta es... ¿quién eres tú? —musité, mi voz tan gélida como mi piel, exhalando un vaho frío y visible— ¿Un intoxicado, lo suficientemente temerario en su imaginación como para dirigirse a mí de esa atroz forma? —la pregunta fue realizada empleando un tono peligroso; no estaba para tonterías esa noche.
— Bah, una mujer es una mujer, y esta se cree la gran cosa... ¿por qué no hacemos algo con ella esta noche? —dijo el que había hablado primero; vaya, si resultaba que era el más mundano de los dos. Ante aquellas palabras, sacaron espadas de las vainas que pendían de sus cinturones de cuero. El sonido del metal al desenvainarse ponía sobre la mesa sus claras intenciones.
- NOTA:
- Bueno, me quedó más agresivo de lo que había planeado, pero como estaba improvisando, ni modo xD cualquier cosa, si quieres cambiar algo me dices ^^
Makenroh Envy
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Irene Kazaragi Dom Sep 18, 2016 2:17 am
¿Cuál es la orientación que da forma al tan notorio auge de la revolución? ¿Cuál es la causa tras las enormes voluntades y presencias que manifiestan los integrantes de esta facción? ¿En qué se basa el incremento exponencial en sobre el cuestionamiento de la justicia? ¿Quién define la "justicia"? Sin lugar a dudas son preguntas existenciales que incursionan en el alma de cualquier pensador cuyo cuestionamiento sobre la moral pública existe y no solamente se limitan a una creencia dogmática. Esta habilidad de razonamiento se ve, en parte, ocasionada por el desinterés que posee la pelirroja en la causa popular. ¿Qué hacía realmente allí si su propósito dista con el de sus pares? Con el avanzar del tiempo el contraste entre su deseo real y una simple, vaga y ya saldada deuda con los revolucionarios se muestra con mayor claridad llegando al punto de despojar a la susodicha de toda voluntad real a la hora de realizar sus tareas como revolucionaria; Al principio cada una de sus acciones fueron realizadas con una vehemencia pocas veces vista, ahora el rastro de aquella voluntad inamovible se desvanece como un puñado de arena sobre una palma expuesta a la ventisca. ¿Por qué motivo segue luchando? Quizás simplemente es un arma y las armas carecen de voluntad.
Tal extenso cuestionamiento, tal extensa reflexion sobre un rumbo claro hacia un futuro inminente trajeron como consecuencia una depresión enorme a la pelirroja. Aquel frágil limbo entre lo correcto, el mal, sus deseos, sus proyectos y qué es lo que esperaban de ella pronto corrompería su mente aunque existió la posibilidad de que una cercana serendipia fuese más que fortuita en la forja de la estabilidad filosófica.
Semejante a la hoja desgastada de una extenuada katana reposa en las playas de la Isla Minion la pelirroja de prominente cabello. Los brillantes atros posicionándose como infaltables adornos festivos dotaron al opaco cielo cobalto de una belleza inefable, el velo nocturno bañó en la escasa luz resultante de la luna a todos los que se mantuvieron acariciados por la inmarcesible fría ventisca típica del alba. En el divagante estado personal de la joven sólo el alcohol puede saciar el constante hambre de un propósito. Recostada en la arena sostuvo, haciendo soporte con su dedo pulgar en la cúpula y el índice abrazando el cáliz, una reluciente copa de vino cuya escencia traslúcida es tan perfecta que permite ver al más curioso crítico el perfecto estado del producto. Al finalizar unos minutos terminó por dar el último trago al derivado de La Vid, la copa posó con ternura maternal sobre su labio inferior virtiendo lo poco que le pudo ofrecer a ella. Con cuidado la volvió a colocar en la ubicación del último culaccino destacando por la oscuridad creada por su humedad natural.
Se quedó allí por unos minutos en un vano intento de ignorar todo lo externo, su etérea actitud sobre su contexto actual filtraba casi todo estímulo perceptible creando la ilusión de que los transeuntes no son más que espectros marchitos dejando una simple estela en su errante andar, que las voces de terceros son códigos indescifrables e inentendibles para las limitadas intenciones de la pelirroja, que lo único que vale allí es verse a ella relajada como en pocas ocasiones disfrutando de un más que fresco clima y la indescriptible sensación de como la arena acaricia su pulcra piel. Su mirada se tranformó en una observación vacía de la Mangata creada por la luz de la luna reflejándose sobre el oscuro mar. El ruido de las olas al chocar con el enorme cuerpo acuoso, los limitados sonidos casi como susurros en tan enorme área y la oscuridad natural fueron partícipes de una sensación casi mística para la joven revolucionaria. No obstante esa paz no duró demasiado.
En un instante cierto comentario llamó poderosamente la atención de la cabello escarlata acabando con el efímero instante de placer con el que pudo darse el lujo. Unos completamente desubicados piratas en estado etílico, manifestado por sus irracionales comportamientos y el tan torpe andar de quien pierde parcialmente su habilidad de control motriz, tuvieron la osadía de molestar a una Gyojin en su presencia.
Un breve intervalo de tiempo fue más que suficiente para acotar 2 cosas fundamentales. 1, que la Gyojin poseía habilidades de sobra para darle su merecido a los irrespetuosos piratas pero decidió no actuar precipitadamente ya que sus intenciones en la isla pudiesen ser más diplomáticos que incursionistas y prefiriese no crearse inconvenientes de manera innecesaria. 2, Que Irene no puede tolerar a las personas que se creen superiores a otras. La simple presencia de aquellos borrachos le fue extremadamente aborrecible, un odio nato brotó de ella manifestándose en una filosa mirada que cual depredador se fijó en la víctima, el alcohol no sólo emitía su olor característico sino que desde la posición de ella se trató de un moribundo y putrefacto aroma que debía ser completamente erradicado ya que aquellos ahora "seres despreciables" valían menos que escoria.
A su vez que la Gyojin se volvió el foco de la vista de todos los individuos en estado etílico y transeuntes, no solamente a causa de la tensa atmósfera o su apariencia antropomorfa, la pelirroja decidió hacer su jugada. De un momento a otro pasando completamente desapercivida, camuflada únicamente por la oscuridad nocturna, se ubicó a pocos centímetros detrás de los ebrios. La distancia no era suficiente para protegerse a ella, todo lo contrario, desde el principio su intención fue hacer uso de la fuerza que la caracteriza pese a parecer una simple humana más. Para cuando uno de los acompañantes alertó de la existencia de una fémina potencialmente hostil por detrás, ya era demasiado tarde. Una innatural mirada se apoderó de la pelirroja dejando en claro el inefable odio, el excelso asco que les tenía junto a sus ganas de literalmente asesinarlos o descargarse violentamente... Pero se limitó.
Cerrando sus manos creó un firme puño y con una maestría total sobre los mismos impactó directamente sus nudillos contra las mandíbulas de sus respectivos contrincantes dejándolos inconscientes al instante no sin antes emitir un tenue quejido agónico y el sonido creado por un impacto contundente sobre la quijada. Uno a uno cayeron desplomados cual saco de papas es cargado en un camión, sobre ellos derramaron el contenido de sus bebidas y el aroma de los mismos emanó desde el suelo. Una vez finalizado ese "combate" (que no fue combate consecuente a la ventaja absoluta de la fémina) su rostro mostró una mueca de repulsión y repudio hacia los ahora inconscientes piratas. Ella no se percató pero olvidó colocarse un vendaje previo al combate por lo que las perfectas y delicadas manos se vieron algo heridas por la diferencia de fuerza-resistencia que existe a nivel estadístico de la joven. De sus nudillos salió un poco de sangre que poco a poco se deslizó sobre sus dedos, sin embargo la ira momentánea interfirió con su sentido de salud actual y el dolor.
Poco a poco retomaba una actitud más apacible, trivial o "civilizada" mejor dicho su primer acción fue dirigir su vista hacia la Gyojin. Curvó sus labios regalándole una tenua sonrisa completamente sincera y amigable, acto seguido movió sus manos un poco haciendo el típico gesto de saludo y se dirigó -esquivando a los cuerpos que yacen en el suelo- hacia la previamente acosada Gyojin. Con una voz dulce y baja, preocupación maternal manifestada por la vaga vista que posa ahora en la curvilínea mujer, le dirigó unas escasas palabras para comprobar el estado de ella... Estado que prima, al parecer, sobre todo lo demás. ¿E-Estás bien?
Tal extenso cuestionamiento, tal extensa reflexion sobre un rumbo claro hacia un futuro inminente trajeron como consecuencia una depresión enorme a la pelirroja. Aquel frágil limbo entre lo correcto, el mal, sus deseos, sus proyectos y qué es lo que esperaban de ella pronto corrompería su mente aunque existió la posibilidad de que una cercana serendipia fuese más que fortuita en la forja de la estabilidad filosófica.
Semejante a la hoja desgastada de una extenuada katana reposa en las playas de la Isla Minion la pelirroja de prominente cabello. Los brillantes atros posicionándose como infaltables adornos festivos dotaron al opaco cielo cobalto de una belleza inefable, el velo nocturno bañó en la escasa luz resultante de la luna a todos los que se mantuvieron acariciados por la inmarcesible fría ventisca típica del alba. En el divagante estado personal de la joven sólo el alcohol puede saciar el constante hambre de un propósito. Recostada en la arena sostuvo, haciendo soporte con su dedo pulgar en la cúpula y el índice abrazando el cáliz, una reluciente copa de vino cuya escencia traslúcida es tan perfecta que permite ver al más curioso crítico el perfecto estado del producto. Al finalizar unos minutos terminó por dar el último trago al derivado de La Vid, la copa posó con ternura maternal sobre su labio inferior virtiendo lo poco que le pudo ofrecer a ella. Con cuidado la volvió a colocar en la ubicación del último culaccino destacando por la oscuridad creada por su humedad natural.
Se quedó allí por unos minutos en un vano intento de ignorar todo lo externo, su etérea actitud sobre su contexto actual filtraba casi todo estímulo perceptible creando la ilusión de que los transeuntes no son más que espectros marchitos dejando una simple estela en su errante andar, que las voces de terceros son códigos indescifrables e inentendibles para las limitadas intenciones de la pelirroja, que lo único que vale allí es verse a ella relajada como en pocas ocasiones disfrutando de un más que fresco clima y la indescriptible sensación de como la arena acaricia su pulcra piel. Su mirada se tranformó en una observación vacía de la Mangata creada por la luz de la luna reflejándose sobre el oscuro mar. El ruido de las olas al chocar con el enorme cuerpo acuoso, los limitados sonidos casi como susurros en tan enorme área y la oscuridad natural fueron partícipes de una sensación casi mística para la joven revolucionaria. No obstante esa paz no duró demasiado.
En un instante cierto comentario llamó poderosamente la atención de la cabello escarlata acabando con el efímero instante de placer con el que pudo darse el lujo. Unos completamente desubicados piratas en estado etílico, manifestado por sus irracionales comportamientos y el tan torpe andar de quien pierde parcialmente su habilidad de control motriz, tuvieron la osadía de molestar a una Gyojin en su presencia.
Un breve intervalo de tiempo fue más que suficiente para acotar 2 cosas fundamentales. 1, que la Gyojin poseía habilidades de sobra para darle su merecido a los irrespetuosos piratas pero decidió no actuar precipitadamente ya que sus intenciones en la isla pudiesen ser más diplomáticos que incursionistas y prefiriese no crearse inconvenientes de manera innecesaria. 2, Que Irene no puede tolerar a las personas que se creen superiores a otras. La simple presencia de aquellos borrachos le fue extremadamente aborrecible, un odio nato brotó de ella manifestándose en una filosa mirada que cual depredador se fijó en la víctima, el alcohol no sólo emitía su olor característico sino que desde la posición de ella se trató de un moribundo y putrefacto aroma que debía ser completamente erradicado ya que aquellos ahora "seres despreciables" valían menos que escoria.
A su vez que la Gyojin se volvió el foco de la vista de todos los individuos en estado etílico y transeuntes, no solamente a causa de la tensa atmósfera o su apariencia antropomorfa, la pelirroja decidió hacer su jugada. De un momento a otro pasando completamente desapercivida, camuflada únicamente por la oscuridad nocturna, se ubicó a pocos centímetros detrás de los ebrios. La distancia no era suficiente para protegerse a ella, todo lo contrario, desde el principio su intención fue hacer uso de la fuerza que la caracteriza pese a parecer una simple humana más. Para cuando uno de los acompañantes alertó de la existencia de una fémina potencialmente hostil por detrás, ya era demasiado tarde. Una innatural mirada se apoderó de la pelirroja dejando en claro el inefable odio, el excelso asco que les tenía junto a sus ganas de literalmente asesinarlos o descargarse violentamente... Pero se limitó.
Cerrando sus manos creó un firme puño y con una maestría total sobre los mismos impactó directamente sus nudillos contra las mandíbulas de sus respectivos contrincantes dejándolos inconscientes al instante no sin antes emitir un tenue quejido agónico y el sonido creado por un impacto contundente sobre la quijada. Uno a uno cayeron desplomados cual saco de papas es cargado en un camión, sobre ellos derramaron el contenido de sus bebidas y el aroma de los mismos emanó desde el suelo. Una vez finalizado ese "combate" (que no fue combate consecuente a la ventaja absoluta de la fémina) su rostro mostró una mueca de repulsión y repudio hacia los ahora inconscientes piratas. Ella no se percató pero olvidó colocarse un vendaje previo al combate por lo que las perfectas y delicadas manos se vieron algo heridas por la diferencia de fuerza-resistencia que existe a nivel estadístico de la joven. De sus nudillos salió un poco de sangre que poco a poco se deslizó sobre sus dedos, sin embargo la ira momentánea interfirió con su sentido de salud actual y el dolor.
Poco a poco retomaba una actitud más apacible, trivial o "civilizada" mejor dicho su primer acción fue dirigir su vista hacia la Gyojin. Curvó sus labios regalándole una tenua sonrisa completamente sincera y amigable, acto seguido movió sus manos un poco haciendo el típico gesto de saludo y se dirigó -esquivando a los cuerpos que yacen en el suelo- hacia la previamente acosada Gyojin. Con una voz dulce y baja, preocupación maternal manifestada por la vaga vista que posa ahora en la curvilínea mujer, le dirigó unas escasas palabras para comprobar el estado de ella... Estado que prima, al parecer, sobre todo lo demás. ¿E-Estás bien?
Irene Kazaragi
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Makenroh Envy Dom Sep 18, 2016 12:34 pm
Aquel escenario hizo volar mis recuerdos, retrocediendo al momento crucial en el que habíamos luchado por nuestras vidas en la Isla Gyojin. Nuestros oponentes, necios humanos con algún ideal errado de justicia, consiguieron arrebatarnos a preciados nakamas. Podía ver a esos mismos necios ahora frente a mí, encarnados en otras personas, y mi sangre hervía. No eran más que hormigas, en el rango más bajo de los seres, enfrentándose a mí. ¿Acaso, de decírselos, podrían llegar a entender con quién estaban tratando? ¿Podrían asimilar la gravedad de su afrenta, quizá reconocer a quién tenían en frente como alguien que los sobrepasaba hasta en el más insípido de los sentidos? No, no podrían... era por eso, que eran hormigas. Menos que hormigas. Debería, ahora mismo, darles un fin cruel, por atreverse a empuñar el acero en mi presencia.
Apreté las manos. Los dedos, delicados, formaron puños gélidos y firmes. Sin embargo, no llegué a usarlos. Una sombra silenciosa, como un ángel guardián, pasó a mi lado, posicionándose con un sigilo felino tras las escorias. Cuando estos se dieron cuenta de la recién llegada, ella ya había arrojado dos puñetazos, que como arietes se abrieron paso a través de los rostros inmundos de los hostiles. La sangre salpicó la arena, justo antes de que sus cuerpos dieran contra esta, inmóviles, inconscientes. Impresionada, con la boca entreabierta al principio, posé toda mi atención en aquella chica. ¿Quién era?
Otra humana. Sin embargo, esta claramente tenía más valía que el par de sacos de carne que ahora, desmayados, se postraban ante mí. Siempre lo acabarían haciendo, de una forma u otra. Esta nueva humana tenía una altura decente para los de su especie. Agraciada, pelirroja, amable e implacable al mismo tiempo. Un ejemplar, cuando menos digno, de estar ahora frente a mí. Su débil pregunta fue un contraste claro a su explosiva demostración de violencia, que había sido su carta de presentación. Quería saber si estaba bien.
Uno de mis brazos se alzó levemente, para señalar con la mano los nudillos deteriorados de la chica a raíz de su inclemente uso.
— Estoy intacta, mas tú no —tras un instante, llevé la otra mano hacia mi bufanda; hecha de un material impermeable y brillante, azul celeste, esa prenda era de las pocas que ahora mismo me vestían, siendo el resto poco más que ropa interior. Desgarré la tela de la bufanda con suavidad, mientras caminaba hacia mi salvadora. Por el camino, hice a un lado la basura ebria que se interponía, abarcando ambos cuerpos con una limpia y poderosa patada— No pareces una persona especialmente agresiva. Aborreces a estas personas tanto como yo, ¿no es verdad? —sin decir nada o pedir permiso, coloqué una rodilla para apoyarme mientras me agachaba, permitiéndome llegar a la altura de la humana. Debía hacerlo para sostener sus manos lastimadas e improvisar un vendaje con mi bufanda— Gracias por tu asistencia. ¿Cómo te llamas, cariño? —pregunté con voz suave y dulce, todo lo opuesto a cuando me había dirigido a los piratas.
Apreté las manos. Los dedos, delicados, formaron puños gélidos y firmes. Sin embargo, no llegué a usarlos. Una sombra silenciosa, como un ángel guardián, pasó a mi lado, posicionándose con un sigilo felino tras las escorias. Cuando estos se dieron cuenta de la recién llegada, ella ya había arrojado dos puñetazos, que como arietes se abrieron paso a través de los rostros inmundos de los hostiles. La sangre salpicó la arena, justo antes de que sus cuerpos dieran contra esta, inmóviles, inconscientes. Impresionada, con la boca entreabierta al principio, posé toda mi atención en aquella chica. ¿Quién era?
Otra humana. Sin embargo, esta claramente tenía más valía que el par de sacos de carne que ahora, desmayados, se postraban ante mí. Siempre lo acabarían haciendo, de una forma u otra. Esta nueva humana tenía una altura decente para los de su especie. Agraciada, pelirroja, amable e implacable al mismo tiempo. Un ejemplar, cuando menos digno, de estar ahora frente a mí. Su débil pregunta fue un contraste claro a su explosiva demostración de violencia, que había sido su carta de presentación. Quería saber si estaba bien.
Uno de mis brazos se alzó levemente, para señalar con la mano los nudillos deteriorados de la chica a raíz de su inclemente uso.
— Estoy intacta, mas tú no —tras un instante, llevé la otra mano hacia mi bufanda; hecha de un material impermeable y brillante, azul celeste, esa prenda era de las pocas que ahora mismo me vestían, siendo el resto poco más que ropa interior. Desgarré la tela de la bufanda con suavidad, mientras caminaba hacia mi salvadora. Por el camino, hice a un lado la basura ebria que se interponía, abarcando ambos cuerpos con una limpia y poderosa patada— No pareces una persona especialmente agresiva. Aborreces a estas personas tanto como yo, ¿no es verdad? —sin decir nada o pedir permiso, coloqué una rodilla para apoyarme mientras me agachaba, permitiéndome llegar a la altura de la humana. Debía hacerlo para sostener sus manos lastimadas e improvisar un vendaje con mi bufanda— Gracias por tu asistencia. ¿Cómo te llamas, cariño? —pregunté con voz suave y dulce, todo lo opuesto a cuando me había dirigido a los piratas.
Makenroh Envy
Hoja de personaje
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(1/100)
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Creado por Irene Kazaragi Dom Sep 18, 2016 7:58 pm
La Gyojin reaccionó mucho más amigable de lo que cualquiera pudiese esperar. Pese a haber estado siendo acosada se mantuvo en calma hasta el último instante, posiblemente cualquier otro ser en su lugar hubiese optado por una salida más que violenta como respuesta a tal cavernícola comportamiento. También a ojos de Irene existe la posibilidad de que ella iba a actual igualmente pero fue interrumpida por su rápido e impetuoso accionar, o tal vez se trata de una persona completamente pacífica; Una transeúnte más que sólo quiere disfrutar de su estancia en la isla. Cabe destacar que ciertos detalles pasaron completamente desapercibidos a la hora de golpear a los piratas, su sed de sangre y la emergente ira que brotó de ella le impidió ver pequeñas gestualizaciones que delatan a la Gyojin como alguien que SÍ se hubiese defendido.
Cabe destacar que su estado temporal de odio inhumano le hizo ignorar no sólo lo contextual al acto, el dolor que ocasiona el lastimarse una parte tan sensible como los son las manos se vio completamente opacado por la voluntad de la fémina. No fue hasta que la la Gyojin elevó su brazo y apuntó con su mano hacia las propias de Irene indicándole la ubicación de aquellas heridas externas. Si bien dichas heridas no contaban con una profundidad o gravedad suficiente como para preocuparse por ellas, el no estar acostumbrada a pelear con sus manos desnudas provocó un enorme malestar en las mismas. Casi como un latido sintó cada vez más punsadas que se extendían por todo su antebrazo, un fuerte ardor se hizo más potente e incómodo conforme las ráfagas de frío viento azotan sus manos sin piedad alguna, la sangre recorrió toda la extensión de los dedicados dedos como lo hace el agua acumulada del rocío al formar gotas sobre hojas matutinas. Sin crear sonido sonido alguno, sin repercutir en el ambiente, algunas de estas gotas de sangre fluyeron por esas manos hasta finalmente caer y apagarse en la frívola arena.
Inmediatamente a la creación de un dolor que la pelirroja no pudo ignorar, casi cual arcángel defendiendo con recelo a quién le dio un lugar, la fémina agradecida actuó de manera benéfica ofreciendo parte de su bufanda como aislante para la herida. Un rostro que pudo haber manifestado la sensación de incomodidad pasó a ser uno alegre esbozando una natural sonrisa, en situaciones normales no hubiese aceptado ningún obsequio y mucho menos uno de las características de ese. Ella estaba en lo correcto; Por ayudarla terminó más herida que el daño que pudieron haber logrado hacer, aún así su rostro no expresó la más mínima porción de arrepentimiento. — A decir verdad... No aborrezco a nadie, soy incapaz de odiar. No sé por qué actué, no sé si debí hacerlo, simplemente creí que estaba haciendo "lo correcto". — Respondió a la pregunta con dulzura manteniendo una expresión de realizar algo satisfactorio, no la conocía pero llegó a agradarle mucho la Gyojin por el trato fraternal pese al enorme contraste que se creó teniendo en cuenta la participación pirata. La susodicha tuvo que agacharse al querer tratar las heridas de la pelirroja, con un cuidado más que profesional improvisó una prototipo de vendaje con su bufanda aislando correctamente la herida y deteniendo parcialmente el sangrado así como la entrada de algunas maliciosas vacterias que pudiesen alterar la salud ajena.
— No tienes por qué agradecer, sólo fue instinto... Eres como yo de hace unos años pero notoriamente más alta y posiblemente con sólo 1/4 de mi perfección. — Respondió nuevamente bromeando infantilmente para luego soltar unas pequeñas rizas dando por finalizado la seria atmósfera que se apoderó del lugar, además, si la contraria siente que debe cuidar la salud ajena la mejor de las opciones siempre es mostrarse en buen estado para no esa preocupación. Dirigió sus orbes alba hacia los respectivos de su par, en su trayecto observó que pese a no se humana sus proporciones destacan en casi cualquier estándares dando una complexion esbelta y curvilínea para la Gyojin. Finalmente terminó de responder y agregó mostrando un profundo agradecimiento hacia ella ya que el tratar las heridas no es parte de su obligación. — Irene, Irene Kazaragi a su servicio... ¿Y Usted? ¿Cómo se llama? Me olvidé de agradecerle por lo de mis manos. —
La pelirroja señaló con su vista a un hotel próximo a su ubicación, claramente demostrando que allí es donde se hospedaba en la isla. Antes de dirigirse hacia allí fijó su vista sobre su nueva "compañera" y ofreció a modo de agradecimiento. — No sé si te gustan nuestras comidas o el vino, pero al menos me gustaría que vinieses un momento a charlar un poco. Una nunca sabe, recuerda que los mejores amigos en algún momento fueron perfectos desconocidos. — Argumentó finalmente dándole algo de validez a su invitación. Sonrió alimentada de curiosidad por la otra, definitivamente alguien como ella no es algo que se ve todos los días y mucho menos considerando que pese a los perjucios que existen entre ambas razas pudieron llegar a obtener un trato más que amigable. La pelirroja dio unos cuantos pasos marcando suaves huellas en la arena que pronto el viento borraría, dio su espalda pero no como signo de orgullo sino para que la Gyojin la siguiese. De un instante a otro pensó que tal vez ella no la seguiría porque una humana es un peligro en potencia para razas en conflicto, así que risueña nuevamente bromeó. — Si quieres sígueme, esta vez seremos tú, yo, la noche, comida y algo de beber... Aunque no puedo ofrecerte pirtas de esos que tanto te gusta golpear —
Cabe destacar que su estado temporal de odio inhumano le hizo ignorar no sólo lo contextual al acto, el dolor que ocasiona el lastimarse una parte tan sensible como los son las manos se vio completamente opacado por la voluntad de la fémina. No fue hasta que la la Gyojin elevó su brazo y apuntó con su mano hacia las propias de Irene indicándole la ubicación de aquellas heridas externas. Si bien dichas heridas no contaban con una profundidad o gravedad suficiente como para preocuparse por ellas, el no estar acostumbrada a pelear con sus manos desnudas provocó un enorme malestar en las mismas. Casi como un latido sintó cada vez más punsadas que se extendían por todo su antebrazo, un fuerte ardor se hizo más potente e incómodo conforme las ráfagas de frío viento azotan sus manos sin piedad alguna, la sangre recorrió toda la extensión de los dedicados dedos como lo hace el agua acumulada del rocío al formar gotas sobre hojas matutinas. Sin crear sonido sonido alguno, sin repercutir en el ambiente, algunas de estas gotas de sangre fluyeron por esas manos hasta finalmente caer y apagarse en la frívola arena.
Inmediatamente a la creación de un dolor que la pelirroja no pudo ignorar, casi cual arcángel defendiendo con recelo a quién le dio un lugar, la fémina agradecida actuó de manera benéfica ofreciendo parte de su bufanda como aislante para la herida. Un rostro que pudo haber manifestado la sensación de incomodidad pasó a ser uno alegre esbozando una natural sonrisa, en situaciones normales no hubiese aceptado ningún obsequio y mucho menos uno de las características de ese. Ella estaba en lo correcto; Por ayudarla terminó más herida que el daño que pudieron haber logrado hacer, aún así su rostro no expresó la más mínima porción de arrepentimiento. — A decir verdad... No aborrezco a nadie, soy incapaz de odiar. No sé por qué actué, no sé si debí hacerlo, simplemente creí que estaba haciendo "lo correcto". — Respondió a la pregunta con dulzura manteniendo una expresión de realizar algo satisfactorio, no la conocía pero llegó a agradarle mucho la Gyojin por el trato fraternal pese al enorme contraste que se creó teniendo en cuenta la participación pirata. La susodicha tuvo que agacharse al querer tratar las heridas de la pelirroja, con un cuidado más que profesional improvisó una prototipo de vendaje con su bufanda aislando correctamente la herida y deteniendo parcialmente el sangrado así como la entrada de algunas maliciosas vacterias que pudiesen alterar la salud ajena.
— No tienes por qué agradecer, sólo fue instinto... Eres como yo de hace unos años pero notoriamente más alta y posiblemente con sólo 1/4 de mi perfección. — Respondió nuevamente bromeando infantilmente para luego soltar unas pequeñas rizas dando por finalizado la seria atmósfera que se apoderó del lugar, además, si la contraria siente que debe cuidar la salud ajena la mejor de las opciones siempre es mostrarse en buen estado para no esa preocupación. Dirigió sus orbes alba hacia los respectivos de su par, en su trayecto observó que pese a no se humana sus proporciones destacan en casi cualquier estándares dando una complexion esbelta y curvilínea para la Gyojin. Finalmente terminó de responder y agregó mostrando un profundo agradecimiento hacia ella ya que el tratar las heridas no es parte de su obligación. — Irene, Irene Kazaragi a su servicio... ¿Y Usted? ¿Cómo se llama? Me olvidé de agradecerle por lo de mis manos. —
La pelirroja señaló con su vista a un hotel próximo a su ubicación, claramente demostrando que allí es donde se hospedaba en la isla. Antes de dirigirse hacia allí fijó su vista sobre su nueva "compañera" y ofreció a modo de agradecimiento. — No sé si te gustan nuestras comidas o el vino, pero al menos me gustaría que vinieses un momento a charlar un poco. Una nunca sabe, recuerda que los mejores amigos en algún momento fueron perfectos desconocidos. — Argumentó finalmente dándole algo de validez a su invitación. Sonrió alimentada de curiosidad por la otra, definitivamente alguien como ella no es algo que se ve todos los días y mucho menos considerando que pese a los perjucios que existen entre ambas razas pudieron llegar a obtener un trato más que amigable. La pelirroja dio unos cuantos pasos marcando suaves huellas en la arena que pronto el viento borraría, dio su espalda pero no como signo de orgullo sino para que la Gyojin la siguiese. De un instante a otro pensó que tal vez ella no la seguiría porque una humana es un peligro en potencia para razas en conflicto, así que risueña nuevamente bromeó. — Si quieres sígueme, esta vez seremos tú, yo, la noche, comida y algo de beber... Aunque no puedo ofrecerte pirtas de esos que tanto te gusta golpear —
Irene Kazaragi
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Creado por Makenroh Envy Lun Sep 19, 2016 9:03 pm
Hace mucho tiempo, había hecho exactamente lo mismo que ahora estaba haciendo con aquella chica de cabello rojo. Me agachaba para tratar las heridas de mis compañeros Gyojin, quienes se lastimaban muy a menudo en medio de su entrenamiento intensivo. Unidos por un gran sueño, en una época ingenua y con el ardor de la juventud en nuestras venas, pretendimos hacernos con el mundo superior como quien se hace con una bolsa de berries. Ahora me tocaba a mí continuar con ese sueño hasta el final. Mis antiguos nakamas ya no estaban, y yo estaba sola en el mundo.
La respuesta de la humana ante mi interrogante reveló la razón de por qué me había ayudado. Por "instinto", decía. Un rápido vistazo pretendió analizar su psiquis, pero poco podía irrumpir mi intuición a través de sus ojos. Al menos, no aún. Acababa de conocerla, y no sabía nada de ella. Sin embargo, no creía que estuviera mintiendo. O disfrutaba plenamente de la violencia, lo cual sería una gran contraposición a la forma de ser que estaba teniendo ahora, o realmente su instinto protector era implacable.
— Hmn... —pensativa y con gesto divertido, observé a la chica— Incapaz de odiar. Eso te hace ser alguien muy interesante —fueron mis palabras hacia ella. A continuación se dedicó a romper un poco con el esquema serio en el ambiente, dando lugar a un comentario despreocupado y una broma. Seguí su juego, tan solo componiendo una sonrisa dulce mientras cerraba los ojos con tranquilidad— ¿También eres una doctora? —una vez culminé con el vendaje de sus manos, volví a erguirme cuan alta era, mirándola nuevamente desde arriba— Bastará con que me llames Envy —también me presenté, apoyando una mano delicadamente en mi cintura, acentuando el denotar curvilíneo de mi estructura corporal.
La chica, cuyo nombre era Irene, pareció simpatizar bastante conmigo. No tardó en invitarme a socializar, con alguna comida y bebida de por medio. Señaló un hotel del pueblo, lugar al que pretendía que la acompañase. Eché un vistazo al edificio, pasando por la calle casi deshabitada en la que se encontraba. Atrás de nosotras, el leve oleaje nocturno de la playa era un agradable telón de fondo. Pese a que en mis planes no contemplaba estar con una humana en un establecimiento semejante, pensé que podría conocerla un poco mejor y, de paso, averiguar sobre la reunión de Revolucionarios... si es que realmente estaba pautada, y no había recibido información errónea.
— Oh... he tenido muy poca experiencia con la comida humana, pero no me cuesta nada probar —concedí, acercándome a Irene para caminar junto a ella, dirigiéndonos directamente hacia el hotel. Su comentario sobre los piratas que me gustaba golpear me hizo pensar que, quizá, no debí de haber perdido los estribos y pateado a la escoria, ¿qué pensaría esa chica de mí ahora? No era una salvaje, no me gustaba dar esa imagen. Pero dado que le había simpatizado hasta eso, quizá había sido un movimiento inteligente por mi parte. Yo, simplemente volví a dibujar mi dulce sonrisa— Yo diría que a ti te gusta golpearlos más, Irene-chan —me permití esas confianzas con ella; sospechaba que era lo adecuado.
Una Gyojin caminando en medio de un pueblo humano. Y no simplemente cualquier Gyojin. Yo solía ser llamada la Emperatriz Ártica, la líder de una nueva generación Gyojin revolucionaria, pero ese apodo se había perdido con las vidas de mis nakamas. Debía volver a forjar esa identidad en el mundo superior. No obstante, la fricción entre las razas era algo palpable. Yo sabía cuántos seres de ese mundo se atrevían a verme por encima del hombro, a mí y a mi raza. Sin embargo, afortunadamente, podía intimidar a la mayoría. Había que estar verdaderamente ebrio para meterse con una Gyojin Melena de León Ártica, tan grande e imponente como yo.
Irene y yo llegamos al hotel. Abrí la puerta, la dejé entrar primero y me interné tras ella, para que guiara el camino. El vestíbulo estaba algo más poblado, aunque imaginaba que la zona del bar-restaurante lo estaría aún más. La mayoría de las miradas cayeron sobre mí, y no se retiraron.
La respuesta de la humana ante mi interrogante reveló la razón de por qué me había ayudado. Por "instinto", decía. Un rápido vistazo pretendió analizar su psiquis, pero poco podía irrumpir mi intuición a través de sus ojos. Al menos, no aún. Acababa de conocerla, y no sabía nada de ella. Sin embargo, no creía que estuviera mintiendo. O disfrutaba plenamente de la violencia, lo cual sería una gran contraposición a la forma de ser que estaba teniendo ahora, o realmente su instinto protector era implacable.
— Hmn... —pensativa y con gesto divertido, observé a la chica— Incapaz de odiar. Eso te hace ser alguien muy interesante —fueron mis palabras hacia ella. A continuación se dedicó a romper un poco con el esquema serio en el ambiente, dando lugar a un comentario despreocupado y una broma. Seguí su juego, tan solo componiendo una sonrisa dulce mientras cerraba los ojos con tranquilidad— ¿También eres una doctora? —una vez culminé con el vendaje de sus manos, volví a erguirme cuan alta era, mirándola nuevamente desde arriba— Bastará con que me llames Envy —también me presenté, apoyando una mano delicadamente en mi cintura, acentuando el denotar curvilíneo de mi estructura corporal.
La chica, cuyo nombre era Irene, pareció simpatizar bastante conmigo. No tardó en invitarme a socializar, con alguna comida y bebida de por medio. Señaló un hotel del pueblo, lugar al que pretendía que la acompañase. Eché un vistazo al edificio, pasando por la calle casi deshabitada en la que se encontraba. Atrás de nosotras, el leve oleaje nocturno de la playa era un agradable telón de fondo. Pese a que en mis planes no contemplaba estar con una humana en un establecimiento semejante, pensé que podría conocerla un poco mejor y, de paso, averiguar sobre la reunión de Revolucionarios... si es que realmente estaba pautada, y no había recibido información errónea.
— Oh... he tenido muy poca experiencia con la comida humana, pero no me cuesta nada probar —concedí, acercándome a Irene para caminar junto a ella, dirigiéndonos directamente hacia el hotel. Su comentario sobre los piratas que me gustaba golpear me hizo pensar que, quizá, no debí de haber perdido los estribos y pateado a la escoria, ¿qué pensaría esa chica de mí ahora? No era una salvaje, no me gustaba dar esa imagen. Pero dado que le había simpatizado hasta eso, quizá había sido un movimiento inteligente por mi parte. Yo, simplemente volví a dibujar mi dulce sonrisa— Yo diría que a ti te gusta golpearlos más, Irene-chan —me permití esas confianzas con ella; sospechaba que era lo adecuado.
Una Gyojin caminando en medio de un pueblo humano. Y no simplemente cualquier Gyojin. Yo solía ser llamada la Emperatriz Ártica, la líder de una nueva generación Gyojin revolucionaria, pero ese apodo se había perdido con las vidas de mis nakamas. Debía volver a forjar esa identidad en el mundo superior. No obstante, la fricción entre las razas era algo palpable. Yo sabía cuántos seres de ese mundo se atrevían a verme por encima del hombro, a mí y a mi raza. Sin embargo, afortunadamente, podía intimidar a la mayoría. Había que estar verdaderamente ebrio para meterse con una Gyojin Melena de León Ártica, tan grande e imponente como yo.
Irene y yo llegamos al hotel. Abrí la puerta, la dejé entrar primero y me interné tras ella, para que guiara el camino. El vestíbulo estaba algo más poblado, aunque imaginaba que la zona del bar-restaurante lo estaría aún más. La mayoría de las miradas cayeron sobre mí, y no se retiraron.
Makenroh Envy
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Creado por Irene Kazaragi Miér Sep 21, 2016 4:49 pm
— Dudo ser una persona interesante, soy relativamente simple... No tengo demasiado qué ofrecer. — Respondió con una tonalidad un poco más suave y limpia que la convencional. Ante lo que pudo haberse tratado de un halago o no, la pelirroja esbozó media sonrisa inconscientemente. Elevo su rostro un poco para poder dirigirle una mirada algo tímida, la vista directa cara a cara se dificultaba bastante por la diferencia de altura entre ambas y esto rápidamente le resultó algo incómodo a la pelirroja que más enfermedad que remedio; Su sombrero al fijar sus orbes en lo alto imposibilita la visión. No pasó demasiada distancia recorrida para que Envy le preguntase sobre su profesión y revelase su nombre, quizá también en un claro intento de aumentar esta confianza. — Bueno, yo... Estoy estudiando medicina pero sigo siendo mejor lastimándome que en cualquier otra práctica — Respondió sincera, parcialmente nerviosa, jugando con uno de sus mechones ondulados rodeando su dedo índice cual niña pequeña cuyo subconsciente delata su mencionado nerviosismo.. — Envy, bonito nombre para una bonita mujer. — Comentó sobre el nombre ajeno con un halago sutil acompañado de una pícara expresión facial, no porque tuviese alguna intención con ella sino que fue provocado por "costumbre" al utilizar este como un recurso de obtener lo que desea constantemente.
La pelirroja se vio sorprendida por la rápida respuesta de su nueva acompañanete que no dudó demasiado en seguirla. Irene sentía un gran aprecio por la misma ya que es consicente del odio, racional o no, entre los habitantes de la superficie y los oriundos del fondo marino. Tampoco hay que alejarse demasiado a la realidad entre la sociedad humana, se necesita de ser una persona que con métodos incomparables logre crear una enorme confianza a otro para conseguir que éste último lo acompañase a algún lado; Sean humanos, Gyojin u otra raza, la maldad existe de manera equitativa para la disponibilidad de todos y no es piadosa de nadie. Claramente la pelirroja pensó en este importante detalle, como mínimo la recompenzaría con fidelidad gracias a lo bien que habla este gesto de su persona y, si se diese una buena oportunidad, brindaría también un proyecto de amistad entre ambas.
— Nuestra comida es excelente, creeme cuando digo que no te arrepentirás en lo absoluto y... Puede que que disfrute un poco el golpear piaratas desubicados, más aún cuando se lo tienen merecido. — Acotó orgullosa por lo que dijo y por cómo actuó hace unos pocos instantes, una media sonrisa se hizo más notoria en conjunto a un incremento de la confianza en sí misma. Al cabo de unos segundos, la pelirroja de la nada ocultó sus finos labios con la muñeca derecha para soltar una pequeña e infantil risa que aumentó en magnitud progresivamente hasta ser perceptible a unos escasos 15 metros de ellas. Los transeúntes rápidamente hicieron a Irene como foco de su vista gracias a su espontánea carcajada que eventualmente expondría el motivo a su compañera que podría llegar a preocuparse por ella. — Recordé cuando los pateaste, se c-corrieron como sacos de p-patatas~ — Confesó finalmente, divertida, mientras la curiosidad hacia su acompañante crecía más y más.
En el trayecto recuperó su compostura a la seridad que normalmente demuestra con todos, aunque que sea un seria de a momentos no quiere decir que no sea pasional e intente disfrutar a cada momento lo máximo posible. Las copas de vino y la extraña situación que dotó de dinamismo a la velada le impidieron apreciar la belleza del ecosistema en el cual se encontraban. El roce de la arena sobre los delicados pies de la fémina, los tan típicos patrones sonoros creados por el mar influenciado por fríos vientos marítimos, el clima ventoso cuyo aire es de los más puros e inmaculados que se pueden encontrar en la tierra y como olvidarse del aroma tan característico que poseen las costas, definitivamente una atmósfera inolvidable que pocos se toman la molestia de admirar.
El camino hacia el hotel no es demasiado largo pero su extensión es más que suficiente como para ser abrigado por una apacible y maternal luna que reparte su brillo en completa igualdad, los innumerables astros navegantes en el firmamento dejan su vestigio existencial en el cielo diciéndoles a los seres terrestres lo bello que es el momento y más aún; Un bello momento complementando a una bella compañera, lejos de la descripción que se les da a los civiles sobre las razas marítimas, Envy es más que preciosa al menos ante los ojos de Irene. Aquel trabajado y esbelto cuerpo de proporciones casi perfectas, ese abdomen atlético y bien trabajado, aquel delgado torso similar a la figura del reloj de arena, los extravagantes cabellos azules junto a sus respectivos adornos dorados, todo en más que perfecta armonía pero... Sin duda alguna lo que más atrajo la atención de la pelirroja son los orbes contrarios, la atrajo a tal punto que entre pasos desvíaba su vista hacia la ajena para comtemplar aquella creación. Su tamaño, el perfecto delineado que la acompaña, ese natural, profundo e inapagable color cerúleo de los iris son como mirar al cielo. Vista que al parecer pocas personas en el mundo son capaces de degustar y aún en menor medida los que pueden apreciar la córnea de la fémina reflejando la luz lunar a través de sus ojos.
Las manos la pelirroja hicieron que se resintiese por lo ocurrido, el punzante dolor aumentaba en magnitud conforme la sangre se escurría opacando el brillante color de la bufanda utilizada como vendaje por un carmesí. Tal vez golpear a unos robustos piratas con manos que jamás han batallado, toda la resistencia en aquel entonces se basaba únicamente en un precario entrenamiento de defensa personal que poco servía en situaciones reales. Atenta a esto o por simples modales Envy tomó la perilla de la entrada al hotel dándole paso prioritario a la pelirroja. Agradeció con un gesto y pasó hacia el enorme bestíbulo de la recepción, piso principalmente de madera barnizada cubierta por alfombras, paredes bien cuidadas, iluminación lo suficientemente pensada como para que el contraste de la playa nocturna no dañase la vista de los hospedados, la decoración deja a saber que no es del todo accesible para alguien que hace tan poco comenzó con su labor como Revolucionaria pero claramente ella tenía un par de Ases bajo la manga.
Como una depredadora fijó sus ojos hacia el pobre recepcionista que próximamente sería víctima de los encantos de Irene. Con una sonrisa maliciosa, sin dirigirle la mirada a su acompañante apostó sobre lo que eventualmente ocurriría mostrando un espíritu un tanto jugetón para alguien seria como ella... Aunque claro, en lo poco que pasó se vio parte de una Irene más humana, aún así jamás alguien fue capaz de presenciar que Irene confiese lo que iba a hacer y más si es algo tan maquiavélico.
— Te apuesto el almuerzo de mañana a que nos consigo la habitación que quieras y la cena que quieras con... — Aumentó el suspenso mientras buscaba en su bolsillo la suma total del dinero con el que contó en aquel momento. — 1...2...3...4 mil berries. —
La pelirroja se vio sorprendida por la rápida respuesta de su nueva acompañanete que no dudó demasiado en seguirla. Irene sentía un gran aprecio por la misma ya que es consicente del odio, racional o no, entre los habitantes de la superficie y los oriundos del fondo marino. Tampoco hay que alejarse demasiado a la realidad entre la sociedad humana, se necesita de ser una persona que con métodos incomparables logre crear una enorme confianza a otro para conseguir que éste último lo acompañase a algún lado; Sean humanos, Gyojin u otra raza, la maldad existe de manera equitativa para la disponibilidad de todos y no es piadosa de nadie. Claramente la pelirroja pensó en este importante detalle, como mínimo la recompenzaría con fidelidad gracias a lo bien que habla este gesto de su persona y, si se diese una buena oportunidad, brindaría también un proyecto de amistad entre ambas.
— Nuestra comida es excelente, creeme cuando digo que no te arrepentirás en lo absoluto y... Puede que que disfrute un poco el golpear piaratas desubicados, más aún cuando se lo tienen merecido. — Acotó orgullosa por lo que dijo y por cómo actuó hace unos pocos instantes, una media sonrisa se hizo más notoria en conjunto a un incremento de la confianza en sí misma. Al cabo de unos segundos, la pelirroja de la nada ocultó sus finos labios con la muñeca derecha para soltar una pequeña e infantil risa que aumentó en magnitud progresivamente hasta ser perceptible a unos escasos 15 metros de ellas. Los transeúntes rápidamente hicieron a Irene como foco de su vista gracias a su espontánea carcajada que eventualmente expondría el motivo a su compañera que podría llegar a preocuparse por ella. — Recordé cuando los pateaste, se c-corrieron como sacos de p-patatas~ — Confesó finalmente, divertida, mientras la curiosidad hacia su acompañante crecía más y más.
En el trayecto recuperó su compostura a la seridad que normalmente demuestra con todos, aunque que sea un seria de a momentos no quiere decir que no sea pasional e intente disfrutar a cada momento lo máximo posible. Las copas de vino y la extraña situación que dotó de dinamismo a la velada le impidieron apreciar la belleza del ecosistema en el cual se encontraban. El roce de la arena sobre los delicados pies de la fémina, los tan típicos patrones sonoros creados por el mar influenciado por fríos vientos marítimos, el clima ventoso cuyo aire es de los más puros e inmaculados que se pueden encontrar en la tierra y como olvidarse del aroma tan característico que poseen las costas, definitivamente una atmósfera inolvidable que pocos se toman la molestia de admirar.
El camino hacia el hotel no es demasiado largo pero su extensión es más que suficiente como para ser abrigado por una apacible y maternal luna que reparte su brillo en completa igualdad, los innumerables astros navegantes en el firmamento dejan su vestigio existencial en el cielo diciéndoles a los seres terrestres lo bello que es el momento y más aún; Un bello momento complementando a una bella compañera, lejos de la descripción que se les da a los civiles sobre las razas marítimas, Envy es más que preciosa al menos ante los ojos de Irene. Aquel trabajado y esbelto cuerpo de proporciones casi perfectas, ese abdomen atlético y bien trabajado, aquel delgado torso similar a la figura del reloj de arena, los extravagantes cabellos azules junto a sus respectivos adornos dorados, todo en más que perfecta armonía pero... Sin duda alguna lo que más atrajo la atención de la pelirroja son los orbes contrarios, la atrajo a tal punto que entre pasos desvíaba su vista hacia la ajena para comtemplar aquella creación. Su tamaño, el perfecto delineado que la acompaña, ese natural, profundo e inapagable color cerúleo de los iris son como mirar al cielo. Vista que al parecer pocas personas en el mundo son capaces de degustar y aún en menor medida los que pueden apreciar la córnea de la fémina reflejando la luz lunar a través de sus ojos.
Las manos la pelirroja hicieron que se resintiese por lo ocurrido, el punzante dolor aumentaba en magnitud conforme la sangre se escurría opacando el brillante color de la bufanda utilizada como vendaje por un carmesí. Tal vez golpear a unos robustos piratas con manos que jamás han batallado, toda la resistencia en aquel entonces se basaba únicamente en un precario entrenamiento de defensa personal que poco servía en situaciones reales. Atenta a esto o por simples modales Envy tomó la perilla de la entrada al hotel dándole paso prioritario a la pelirroja. Agradeció con un gesto y pasó hacia el enorme bestíbulo de la recepción, piso principalmente de madera barnizada cubierta por alfombras, paredes bien cuidadas, iluminación lo suficientemente pensada como para que el contraste de la playa nocturna no dañase la vista de los hospedados, la decoración deja a saber que no es del todo accesible para alguien que hace tan poco comenzó con su labor como Revolucionaria pero claramente ella tenía un par de Ases bajo la manga.
Como una depredadora fijó sus ojos hacia el pobre recepcionista que próximamente sería víctima de los encantos de Irene. Con una sonrisa maliciosa, sin dirigirle la mirada a su acompañante apostó sobre lo que eventualmente ocurriría mostrando un espíritu un tanto jugetón para alguien seria como ella... Aunque claro, en lo poco que pasó se vio parte de una Irene más humana, aún así jamás alguien fue capaz de presenciar que Irene confiese lo que iba a hacer y más si es algo tan maquiavélico.
— Te apuesto el almuerzo de mañana a que nos consigo la habitación que quieras y la cena que quieras con... — Aumentó el suspenso mientras buscaba en su bolsillo la suma total del dinero con el que contó en aquel momento. — 1...2...3...4 mil berries. —
Irene Kazaragi
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Creado por Makenroh Envy Sáb Sep 24, 2016 2:34 pm
Estaba muy acostumbrada a atraer las miradas, incluso entre los de mi propia raza. Era alguien de destacable atractivo para los míos y solía provocar intimidación a los más bajos, que eran un importante porcentaje de la población humana. Por esa razón, no me pareció nada nuevo recibir todos aquellos vistazos de quienes pasaban el rato dentro del vestíbulo del hotel. En vez de rehuir cualquier mirada, clavé mis ojos, fríos como pozos helados, en todas las personas del lugar. Fue entonces cuando me topé con el primer rostro familiar desde que llegué a la Isla Minion. Estaba apoyado contra la pared en solitario, y escudriñó mi rostro a través de sus gafas redondas. No me había equivocado: miembros de la Armada Revolucionaria, efectivamente, estaban en la isla. La presencia de aquel hombre era la confirmación de ello.
Desvió la mirada tras unos instantes, y yo también. No hacía falta que nos dijéramos nada por ahora. Además, acompañada de Irene, estaba en aquel hotel por un propósito que no concernía a los revolucionarios, y no consideraba oportuno implicarla en el asunto. La humana se mostraba radiante conmigo, bromeando y divirtiéndose, a lo que yo simplemente correspondía en silencio, sonriendo con dulzura y paciencia. Una vez dentro del hotel, Irene me apostó el almuerzo de mañana a ser capaz de conseguirnos cualquier alimento y habitación con el dinero que cargaba en esos instantes. Ladeé la cabeza, algo extrañada, mirándola fijamente.
— No puedo afirmar que estaré aquí mañana para almuerzo alguno, cariño, pero si gustas de apostar, no te diré que no —respondí de manera franca, intentando ser sutil— Los asuntos que me han traído a Isla Minion, por mucho que me gustase, no involucran castigar piratas insolentes. No sé si esos asuntos me mantengan aquí hasta mañana. ¿Qué hay de ti, Irene-chan? ¿Vives en esta isla, o tienes tus propios quehaceres? —le pregunté.
El hombre de gafas, unos metros más allá, ajustó sus monturas y se separó de la pared, poniéndose en movimiento. Capté con el rabillo del ojo cómo me señalaba, de manera disimulada, unas escaleras en el ala derecha del vestíbulo, que ascendían en espiral hasta lo que sería el segundo piso. Esperaba no demorarme mucho tiempo con Irene, pues me interesaba lo que tuviera que decirme en privado.
Desvió la mirada tras unos instantes, y yo también. No hacía falta que nos dijéramos nada por ahora. Además, acompañada de Irene, estaba en aquel hotel por un propósito que no concernía a los revolucionarios, y no consideraba oportuno implicarla en el asunto. La humana se mostraba radiante conmigo, bromeando y divirtiéndose, a lo que yo simplemente correspondía en silencio, sonriendo con dulzura y paciencia. Una vez dentro del hotel, Irene me apostó el almuerzo de mañana a ser capaz de conseguirnos cualquier alimento y habitación con el dinero que cargaba en esos instantes. Ladeé la cabeza, algo extrañada, mirándola fijamente.
— No puedo afirmar que estaré aquí mañana para almuerzo alguno, cariño, pero si gustas de apostar, no te diré que no —respondí de manera franca, intentando ser sutil— Los asuntos que me han traído a Isla Minion, por mucho que me gustase, no involucran castigar piratas insolentes. No sé si esos asuntos me mantengan aquí hasta mañana. ¿Qué hay de ti, Irene-chan? ¿Vives en esta isla, o tienes tus propios quehaceres? —le pregunté.
El hombre de gafas, unos metros más allá, ajustó sus monturas y se separó de la pared, poniéndose en movimiento. Capté con el rabillo del ojo cómo me señalaba, de manera disimulada, unas escaleras en el ala derecha del vestíbulo, que ascendían en espiral hasta lo que sería el segundo piso. Esperaba no demorarme mucho tiempo con Irene, pues me interesaba lo que tuviera que decirme en privado.
Makenroh Envy
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Creado por Irene Kazaragi Mar Sep 27, 2016 9:55 pm
Irene intentó prestar la mayor atención posible a las preguntas que la Gyojin le hizo, ésta manifestó tener unos deberes pendientes que obligatoriamente debía hacer en la isla y su estancia no duraría demasiado. El cuerpo de la pelirroja se hizo con facciones desmotivadas, con ambas manos corrigió algunos errores en un prominente cabello escarlata deshecho por el viento del exterior. Se tomó una breve pausa y acortando distancias con la fémina buscó un punto en donde su voz no perturbase los oídos ajenos, conseguido esto respondió en un tono bajo con completa sinceridad. — Umh, realmente pensé que podría al fin divertirme con alguien... — Caprichosa, se cruzó de brazos esquivándole la vista a la Gyojin. — Me convocaron para una reunión bastante importante, pero, realmente no me interesa mucho la causa. Simplemente obedezco órdenes, soy una especie de jueguete, me conformo con serlo y nada más. — Finalizando, curvó sus labios creando una pequeña y forzada sonrisa durante la cual siguió sin dirigirle la mirada, observando hacia un difuso punto como si estuviese pensativa sobre el tema.
Un extraño sujeto posó cercano a una de la basta cantidad de escaleras en la ubicación, sus gafas en conjunto al resto de su aspecto conformaban una apariencia un tanto enigmática e inquitetante. Él, haciendo uso de un codificado lenguaje de señas, le indicó el lugar de un próximo pasaje misterioso hacia posiblemente la reunión que convocó a la pelirroja a la isla. Entre todas los ojos captantes de las personas del hotel, los de aquel sujeto delatan explícitamente sus intenciones de que su compañera entre allí. Irené posó sus iris alba sobre el vídrio del lente y permaneció en silencio durante unos segundos. El reflejo de la luz sobre las gafas difictuaba el diferenciar alguna facción de él, porque como podría llegar a deducirse por lógica, la pelirroja también fue invitada para esa reunión. Ella permaneció en su lugar y movió su vista hacia la Gyojin para preguntar — ¿Irás? En ese caso, quizá tenga un motivo para seguirlos. — Finalizó separándose de la pared recobrando así una muy cuidada postura erecta, suspiró aún pensando por última vez dispuesta a acompañar a Envy a donde quiera que fuese, al menos durante aquella noche.
Un extraño sujeto posó cercano a una de la basta cantidad de escaleras en la ubicación, sus gafas en conjunto al resto de su aspecto conformaban una apariencia un tanto enigmática e inquitetante. Él, haciendo uso de un codificado lenguaje de señas, le indicó el lugar de un próximo pasaje misterioso hacia posiblemente la reunión que convocó a la pelirroja a la isla. Entre todas los ojos captantes de las personas del hotel, los de aquel sujeto delatan explícitamente sus intenciones de que su compañera entre allí. Irené posó sus iris alba sobre el vídrio del lente y permaneció en silencio durante unos segundos. El reflejo de la luz sobre las gafas difictuaba el diferenciar alguna facción de él, porque como podría llegar a deducirse por lógica, la pelirroja también fue invitada para esa reunión. Ella permaneció en su lugar y movió su vista hacia la Gyojin para preguntar — ¿Irás? En ese caso, quizá tenga un motivo para seguirlos. — Finalizó separándose de la pared recobrando así una muy cuidada postura erecta, suspiró aún pensando por última vez dispuesta a acompañar a Envy a donde quiera que fuese, al menos durante aquella noche.
Irene Kazaragi
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Creado por Makenroh Envy Jue Sep 29, 2016 10:24 am
Irene no se mostró complacida por mi respuesta. Adoptó una postura esquiva y desmotivada. La humana podría disponer de una personalidad agradable, pero lamentablemente yo no tenía tiempo de "divertirme" como ella ansiaba. Esperaba que lo comprendiera, me había empezado a caer bien. Sin embargo, lo que respondió a mi interrogante sobre los motivos de su presencia en Isla Minion cambió por completo las cosas. Hablaba de una reunión a la que había sido citada. De inmediato, mis recuerdos volaron al instante en que Irene había ejecutado de manera precisa aquellos puñetazos en contra de los piratas. ¿Sería la misma reunión que tenía en mente? ¿Explicaría entonces su destreza en batalla, el hecho de pertenecer a la Armada Revolucionaria como yo? ¿Era éste el destino, el habernos conocido?
La humana se refirió a sí misma como un juguete. La miré detenidamente, llena de curiosidad. Nunca había conocido un miembro de su raza con ese tipo de autoestima. Por lo general, la mayoría se ponía por encima de los demás, pero Irene, voluntariamente, se otorgaba un rango menor al resto. Era intrigante, un misterio que quería explorar. Por esa razón, me alegró que mi teoría sobre ella al final fuera cierta.
El hombre de gafas no pasó desapercibido por la joven aprendiz de medicina. Cuando se marchó para subir las escaleras rumbo a la reunión, Irene parecía dispuesta a seguirme si iba con él. Dibujé una sonrisa ladeada, dando un par de pasos en dirección a los escalones mientras miraba con cariño a la chica.
— Sí, voy a ir. Me alegra mucho que te puedas quedar a mi lado más tiempo —dije con sinceridad. Mientras iba hacia la escalera, pensaba en lo que había dicho antes sobre su sumisión a obedecer órdenes. Comenzamos a recorrer el espiral que ascendía al segundo piso— El sentirte cómoda limitándote a seguir las instrucciones del resto no te convierte en un juguete, Irene-chan. No me resulta agradable que te llames así a ti misma. Por alguna razón, creo que ahora mismo estás aquí conmigo. ¿Crees en el destino? —le pregunté con curiosidad, de manera no dramática— Todos nosotros tenemos un rol que desempeñar. No somos juguetes, sino piezas en el tablero, y cada pieza cuenta. No lo olvides —permanecí unos instantes en silencio por si quería decir algo ante mis comentarios. Habíamos llegado ya al piso superior, donde había mucha menos gente y parecía conformarse por pasillos largos y habitaciones privadas— Imagino que la Armada Revolucionaria es un lugar óptimo para ti, si gustas de seguir órdenes. Pero habrías tenido lo mismo en la Marina. ¿Por qué una, y no la otra? —pregunté, mientras enfilábamos un pasillo esperando encontrarnos de nuevo con nuestro mutuo amigo de las gafas.
La humana se refirió a sí misma como un juguete. La miré detenidamente, llena de curiosidad. Nunca había conocido un miembro de su raza con ese tipo de autoestima. Por lo general, la mayoría se ponía por encima de los demás, pero Irene, voluntariamente, se otorgaba un rango menor al resto. Era intrigante, un misterio que quería explorar. Por esa razón, me alegró que mi teoría sobre ella al final fuera cierta.
El hombre de gafas no pasó desapercibido por la joven aprendiz de medicina. Cuando se marchó para subir las escaleras rumbo a la reunión, Irene parecía dispuesta a seguirme si iba con él. Dibujé una sonrisa ladeada, dando un par de pasos en dirección a los escalones mientras miraba con cariño a la chica.
— Sí, voy a ir. Me alegra mucho que te puedas quedar a mi lado más tiempo —dije con sinceridad. Mientras iba hacia la escalera, pensaba en lo que había dicho antes sobre su sumisión a obedecer órdenes. Comenzamos a recorrer el espiral que ascendía al segundo piso— El sentirte cómoda limitándote a seguir las instrucciones del resto no te convierte en un juguete, Irene-chan. No me resulta agradable que te llames así a ti misma. Por alguna razón, creo que ahora mismo estás aquí conmigo. ¿Crees en el destino? —le pregunté con curiosidad, de manera no dramática— Todos nosotros tenemos un rol que desempeñar. No somos juguetes, sino piezas en el tablero, y cada pieza cuenta. No lo olvides —permanecí unos instantes en silencio por si quería decir algo ante mis comentarios. Habíamos llegado ya al piso superior, donde había mucha menos gente y parecía conformarse por pasillos largos y habitaciones privadas— Imagino que la Armada Revolucionaria es un lugar óptimo para ti, si gustas de seguir órdenes. Pero habrías tenido lo mismo en la Marina. ¿Por qué una, y no la otra? —pregunté, mientras enfilábamos un pasillo esperando encontrarnos de nuevo con nuestro mutuo amigo de las gafas.
Makenroh Envy
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Irene Kazaragi Dom Oct 02, 2016 2:53 pm
- ¿El Destino? - Aquella pregunta, aquella simple pregunta logró evocar decenas de sensaciones en una Irene cada vez más dudante de su estado. Muchos recuerdos de su niñez recorrieron su mente, recuerdos donde alguna vez tuvo esperanzas y un motivo para continuar hacia adelante progresando más y más como persona. Pensar en que al inicio tenía un propósito empapó de angustia a su cuerpo, sus ojos comenzaron a humedecerse como si estuviese a punto de sollozar, cristalinos y brillantes iris albas reflejaron perfectamente un punto errático en el suelo el cual la pelirroja fijó con su vista a la hora de sumergirse en recuerdos. Finalmente, con la voz algo herida, triste, apagada, como una vela dando sus últimos segundos de luz antes de consumirse completamente, agregó. No creo en el destino, aunque puede que exista y... De existir, el destino es algo realmente cruel que no me ha ayudado en nada.
La Gyojin dirigió su mirada sobre ésta, quizá para alguien que cree en la plena supremacía sobre los demás es incapaz de sentir empatía sobre los que simplemente carecen de voluntad. El pasado de la pelirroja la forjó como alguien "pasiva" por así decirlo, por lo que un poco de órdenes o malos tratos no es tanta molestia gracias a la costumbre. Cabe destacar que la pelirroja no comprendía bien el por qué de las preguntas hacia esa característica de su personalidad, ante los demás es algo extraño pero para una persona que tanto ha sufrido y tanto se ha acostumbrado a ello es una rutina. Seguido de esto, Envy hizo una pregunta bastante interesante, ella quería saber el por qué de su facción si los resultados son similares. Irene llevó su mano derecha hacia su mentón gestualizando su pensamiento, fijó su vista sobre los ojos de la Gyojin y luego de un breve lapso de tiempo, contestó en un tono bastante dulce. - Supongo que... Estoy en deuda con ellos, me ayudaron antes, por lo que siento que debo ayudarlos hasta hacer algo medianamente relevante. Como verás...- Señalizó con su dedo índice hacia la parte izquierda de su trabajado abdomen, una cicatriz en diagonal cuya extensión va desde la pelvis hasta un poco más arriba de las caderas conformando una herida de notable tamaño. - Me salvaron la vida antes - Finalizó esbozando una sincera sonrisa.
La Gyojin dirigió su mirada sobre ésta, quizá para alguien que cree en la plena supremacía sobre los demás es incapaz de sentir empatía sobre los que simplemente carecen de voluntad. El pasado de la pelirroja la forjó como alguien "pasiva" por así decirlo, por lo que un poco de órdenes o malos tratos no es tanta molestia gracias a la costumbre. Cabe destacar que la pelirroja no comprendía bien el por qué de las preguntas hacia esa característica de su personalidad, ante los demás es algo extraño pero para una persona que tanto ha sufrido y tanto se ha acostumbrado a ello es una rutina. Seguido de esto, Envy hizo una pregunta bastante interesante, ella quería saber el por qué de su facción si los resultados son similares. Irene llevó su mano derecha hacia su mentón gestualizando su pensamiento, fijó su vista sobre los ojos de la Gyojin y luego de un breve lapso de tiempo, contestó en un tono bastante dulce. - Supongo que... Estoy en deuda con ellos, me ayudaron antes, por lo que siento que debo ayudarlos hasta hacer algo medianamente relevante. Como verás...- Señalizó con su dedo índice hacia la parte izquierda de su trabajado abdomen, una cicatriz en diagonal cuya extensión va desde la pelvis hasta un poco más arriba de las caderas conformando una herida de notable tamaño. - Me salvaron la vida antes - Finalizó esbozando una sincera sonrisa.
Irene Kazaragi
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