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Creado por Kiros Blight Mar Nov 08, 2016 4:32 pm
El fic está escrito en la font "sylfaen" porque es mi font favorita para postear. Esto hace la letra ligeramente más pequeña, por lo que habrá dos o tres líneas menos de las que se ven aquí. Esta aclaración está puesta únicamente para que el staff sepa que "no hago trampas" por utilizar esta font respecto al conteo de líneas, sino que me perjudica más que otra cosa. Sin embargo prefiero ser perjudicado porque el estilo me gusta más, pero si hay algún problema tan solo díganlo y la quitaré.
Los primeros rayos de luz fueron suficientes para despertarle. Tras varios días de espera su barco tenía estimada la llegada para esa misma mañana, es más, a juzgar lo apaciguadora de la carta que su timonel le había mandado hacía dos días ya deberían haber regresado. Auguraba que habría un buen tiempo y aseguraba que el intercambio había sido todo un éxito pues habían comprado mucho vino de primera calidad de la cercana isla de Micqueot. Esto había provocado que el joven mercader Kiros se fuera a la cama antes de lo normal, y se levantara antes de que el primer gallo empezara a cantar. Su padre esperaba mucho de él y sabía que no iba a decepcionarla, es más, esperaba demostrarle que podía ser incluso mejor que él.
Saboreando ese pensamiento se metió a la ducha de su baño de lujo del hotel en el que se hospedaba, uno de primera calidad de la Isla de Lvneel la cual había elegido para gestionar sus operaciones. Generalmente acompañaba a la tripulación para básicamente realizar los mejores intercambios, pero esta vez había delegado unas estrictas instrucciones a su navegante y se había quedado en tierra. Era un hombre de confianza y por lo que le había indicado en la carta todo había salido bien, por lo que había actuado correctamente al dejarle al cargo. Cuando la mercancía llegara la guardarían en el almacén que habían alquilado con el objetivo de hacer uno o dos viajes más antes de volver a cargar el barco de dinero y productos de lujo para llevarlos de vuelta a Arabasta. Pieles, vino, metales... Sería una enorme suma de dinero cuando lo vendieran de vuelta en su tierra natal.
Se vistió rápidamente agradeciendo los buenos días que estaba teniendo, colocándose sus ropas veraniegas debajo de una fina túnica que cortaría el frío que acompañaba al alba. El puerto no estaba lejos de su residencia temporal por lo que caminaría, descubriéndolo lleno de barcos tras cinco minutos. La sonrisa de su cara se fue apagando cuando no encontró su barco, hasta el punto de que empezó a mostrarse serio y malhumorado. —Disculpe, capataz.— llamaría con suave voz y educación absoluta. —¿No ha regresado el 'Blackwood' de su viaje todavía?— preguntó dejando notar una cierta preocupación en sus palabras. El hombre, de aspecto mayor con unas cuantas canas, revisó un papel que llevaba consigo y se limitó a negar con la cabeza sin darle importancia.
Kiros no estaba satisfecho, pero se dio la vuelta y comenzó a caminar de vuelta al hotel malhumorado. —¿Dónde se han metido esos idiotas?— el malestar que sentía solo servía para negarse a sí mismo la preocupación al sentir que algo había pasado, y Kiros no sabía cuán acertado estaba.
Los primeros rayos de luz fueron suficientes para despertarle. Tras varios días de espera su barco tenía estimada la llegada para esa misma mañana, es más, a juzgar lo apaciguadora de la carta que su timonel le había mandado hacía dos días ya deberían haber regresado. Auguraba que habría un buen tiempo y aseguraba que el intercambio había sido todo un éxito pues habían comprado mucho vino de primera calidad de la cercana isla de Micqueot. Esto había provocado que el joven mercader Kiros se fuera a la cama antes de lo normal, y se levantara antes de que el primer gallo empezara a cantar. Su padre esperaba mucho de él y sabía que no iba a decepcionarla, es más, esperaba demostrarle que podía ser incluso mejor que él.
Saboreando ese pensamiento se metió a la ducha de su baño de lujo del hotel en el que se hospedaba, uno de primera calidad de la Isla de Lvneel la cual había elegido para gestionar sus operaciones. Generalmente acompañaba a la tripulación para básicamente realizar los mejores intercambios, pero esta vez había delegado unas estrictas instrucciones a su navegante y se había quedado en tierra. Era un hombre de confianza y por lo que le había indicado en la carta todo había salido bien, por lo que había actuado correctamente al dejarle al cargo. Cuando la mercancía llegara la guardarían en el almacén que habían alquilado con el objetivo de hacer uno o dos viajes más antes de volver a cargar el barco de dinero y productos de lujo para llevarlos de vuelta a Arabasta. Pieles, vino, metales... Sería una enorme suma de dinero cuando lo vendieran de vuelta en su tierra natal.
Se vistió rápidamente agradeciendo los buenos días que estaba teniendo, colocándose sus ropas veraniegas debajo de una fina túnica que cortaría el frío que acompañaba al alba. El puerto no estaba lejos de su residencia temporal por lo que caminaría, descubriéndolo lleno de barcos tras cinco minutos. La sonrisa de su cara se fue apagando cuando no encontró su barco, hasta el punto de que empezó a mostrarse serio y malhumorado. —Disculpe, capataz.— llamaría con suave voz y educación absoluta. —¿No ha regresado el 'Blackwood' de su viaje todavía?— preguntó dejando notar una cierta preocupación en sus palabras. El hombre, de aspecto mayor con unas cuantas canas, revisó un papel que llevaba consigo y se limitó a negar con la cabeza sin darle importancia.
Kiros no estaba satisfecho, pero se dio la vuelta y comenzó a caminar de vuelta al hotel malhumorado. —¿Dónde se han metido esos idiotas?— el malestar que sentía solo servía para negarse a sí mismo la preocupación al sentir que algo había pasado, y Kiros no sabía cuán acertado estaba.
Kiros Blight
Hoja de personaje
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Creado por Kiros Blight Mar Nov 08, 2016 5:32 pm
La enorme bola de fuego que iluminaba el mundo ya estaba desapareciendo en el mar fundiéndose en colores rojizos de gran intensidad. Un impaciente Kiros aguardaba en el puerto principal de aquella ciudad repiqueteando con las puntas de los dedos sobre la piedra del bordillo en el que se había sentado para contemplar el horizonte. Ni rastro. Más de doce horas había pasado desde la hora de llegada prevista y sus hombres no se dignaban a aparecer. Se levantó malhumorado y comenzó a caminar de nuevo hacia el hostal, arrastrando los zapatos por el suelo como si fuera pateando y castigando a las piedras que salían disparadas desde estos.
—¡Buenas tardes! ¿Qué tal el paseo por el puerto?— diría una agradable chica desde detrás del mostrador. Cabello lacio, largo y anaranjado, con pecas y labios carnosos. Curvas voluptuosas y dos pechos de los que no se veían de vuelta en Arabasta, o quizás es que se encarga de marcarlos bien con aquel ceñido corsé y amplio escote. Parecía ser algo normal por allí pero por lo que a Kiros respectaba aquello no le llamaba para nada la atención. Si bien la chica era mayor no tendría más de cinco años que él, pero el joven estaba centrado en el retraso de su barco por encima de cualquier otra cosa. No se podía coquetear cuando se tenía algo tan importante entre manos, pero se dignó a contestarle. —Muy mal. Mi barco todavía no ha aparecido, deberían haber llegado esta mañana. Estaré en mi cuarto, si se recibe cualquier noticia del mismo infórmeme inmediatamente, por favor.— pediría. Su voz era fría y seria pero a la vez educada, produciendo que la chica perdiera algo la sonrisa y afirmara que así lo haría, notando el estado de ánimo que tenía.
Aquella noche Kiros no durmió, ni tampoco las dos noches siguientes. Sus ojos se cerraron y quizás el tiempo pasó más deprisa por unas horas, pero las marcadas ojeras que tuvo al levantarse indicaban que no había podido descansar. Sin embargo esto solo era el anticipo de lo que estaba por pasar, pues la verdadera tormenta la recibiría con el correo a la siguiente mañana.
—¡Buenas tardes! ¿Qué tal el paseo por el puerto?— diría una agradable chica desde detrás del mostrador. Cabello lacio, largo y anaranjado, con pecas y labios carnosos. Curvas voluptuosas y dos pechos de los que no se veían de vuelta en Arabasta, o quizás es que se encarga de marcarlos bien con aquel ceñido corsé y amplio escote. Parecía ser algo normal por allí pero por lo que a Kiros respectaba aquello no le llamaba para nada la atención. Si bien la chica era mayor no tendría más de cinco años que él, pero el joven estaba centrado en el retraso de su barco por encima de cualquier otra cosa. No se podía coquetear cuando se tenía algo tan importante entre manos, pero se dignó a contestarle. —Muy mal. Mi barco todavía no ha aparecido, deberían haber llegado esta mañana. Estaré en mi cuarto, si se recibe cualquier noticia del mismo infórmeme inmediatamente, por favor.— pediría. Su voz era fría y seria pero a la vez educada, produciendo que la chica perdiera algo la sonrisa y afirmara que así lo haría, notando el estado de ánimo que tenía.
Aquella noche Kiros no durmió, ni tampoco las dos noches siguientes. Sus ojos se cerraron y quizás el tiempo pasó más deprisa por unas horas, pero las marcadas ojeras que tuvo al levantarse indicaban que no había podido descansar. Sin embargo esto solo era el anticipo de lo que estaba por pasar, pues la verdadera tormenta la recibiría con el correo a la siguiente mañana.
Kiros Blight
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Creado por Kiros Blight Mar Nov 08, 2016 5:37 pm
Al maese mercader Kiros Blight.
Tus padres han desaparecido, así como todo vuestro dinero y bienes. Algunos dicen que se han marchado porque iban a descubrir que hacían negocios ilegales, pero yo se que tu padre nunca haría algo así. Me temo lo peor, me temo que alguien mayor haya decidido quitar de en medio a tus padres y, seguramente, a ti.
Tienes que tener mucho cuidado y fundar una nueva vida. Aléjate de Arabasta y no vengas nunca, aquí ya no queda nada tuyo. Vende todo, incluso el barco, y con el dinero cásate con una buena moza y empieza de cero. Vuela bajo y no llames la atención, así podrás tener una vida nueva.
Debes comprender el riesgo al que me expongo al mandarte esta carta así que por favor no trates de encontrarme. Te deseo la mejor de las suertes, maese Kiros.
Sinceramente, un amigo.
Y a pesar de que sabía que le había pedido que no le diera muchas vueltas no podía pensar en quién. ¿Qué amigo de su padre le advertiría de aquella forma con lo que había pasado? Solo podía pensar en uno: Su mano derecha, encargado de protegerle y evitar que eso pasara... O sea, un responsable por su mal servicio. Apretó los dientes enfadado mientras tratraba de reprimir la rabia que sentía por dentro. ¿Le importaba que hubieran desaparecido sus padres? Sí. ¿Era lo que más le importaba? No, lo que más le importaba es que los Blight habían perdido todo de la noche a la mañana. Su dinero, su renombre en Arabasta y hasta el barco en el que había venido.
Todo aquello implicaba que no solo tendría que buscarse otra forma de volver a su isla natal, sino que aunque lo hiciera probablemente no serviría de nada. La gran red comercial de los Blight en Arabasta había sido destrozada y pisoteada, mancillada, pero no había ganas de venganza en el joven Kiros sino de pesadez al ver lo oscuro de su futuro. —Esto no puede estar pasando...— negación por unos minutos, sentado en la cama de la habitación hasta que consiguió calmarse un poco. Dobló la carta cuidadosamente y la guardó dentro de un libro para que no sufriera desperfectos. Volvió a bajar al puerto pasando por la recepción del hostal donde la misma chica de pelo anaranjado solo que esta vez no hubo saludo. Esta vez la cara de Kiros dejaba claro que no quería ser molestado con conversaciones estúpidas, algo que la posadera supo comprender a la perfección.
Había tomado una decisión, y era la de construir piedra por piedra el Imperio de los Blight. Tenía los conocimientos pero le faltaba el dinero, por lo que su mejor apuesta era esperar el regreso del 'Blackwood', su barco, para poder empezar a comerciar y poder adquirir una pequeña cantidad de dinero. Cuando tuviera suficiente volvería a Arabasta y reiniciaría el comercio que su padre tenía, solo que no sería tan tonto como él y se protegería bien tanto de sus amigos como de sus enemigos. Y cuando lo lograra solo necesitaría llevar todo aquello que formaría por el Grand Line. Un nuevo sueño había nacido y tenía toda la intención de cumplirlo.
Kiros Blight
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Creado por Kiros Blight Mar Nov 08, 2016 5:38 pm
Dos semanas desde que el barco debería haber regresado, dos semanas perdidas con un joven en una tierra en la que no debería estar y con su dinero acabándose poco a poco. El sonido de una bandeja le hizo despegar la vista del plato de comida y alzar la vista para encontrarse a sus dos viejas compañeras. Mantenía la cara apoyada sobre la mano en señal de aburrimiento o algo peor, y ni la vista de aquellas dos le hizo iluminarse el rostro por un momento. Alzó la vista un poco más y se encontró con la dueña de aquellas dos, la cual le devolvió la mirada mientras su sonrisa se torcía ligeramente. ¿Descarado? Sí, pero a Kiros le daba igual. Estaba tan cansado de esperar y de ver a aquellas dos todos los días que hasta pensaba en seducirla por simplemente tener algo que hacer.
—Siéntate un momento conmigo, ¿quieres?— le diría a la chica, a la cual sí que se le abrieron los ojos cuando lo escuchó. Se sentó y rápidamente interrogó a Kiros, pues habían hablado de vez en cuando pero nunca habían mantenido una conversación formal. —¿Qué ocurre? ¿Puedo ayudarte en algo?— diría con su acaramelada voz mientras Kiros tomaba su servilleta y se limpiaba los labios. —Me estaba preguntando... Bueno, ya sabes que mi barco no ha aparecido en las últimas dos semanas, estoy seguro de que has notado mi mal humor.— la chica respondió asintiendo levemente la cabeza, sin apartar la vista del rostro de Kiros.
—Tengo la sensación de que el mundo no va a venir a ayudarme y que el barco que esperaba no va a volver. Así que dime, ¿conoces a alguien en la lonja de la ciudad que pueda iniciarme en algún tipo de comercio? No voy a poder volver a mi isla natal si no consigo dinero y una tripulación.— explicaría. La chica al principio se sorprendió, empezar desde cero algo como aquello no era algo que decir a broma. Pero tras comprobar que aunque sonriente el joven lo decía completamente en serio se llevó una mano a la barbilla y comenzó a pensar con una sonoro y cálido 'Hmmmm'. —Pues sí, creo que hay alguien que podría ayudarte.— y fue la primera vez que aquella mujer supuso una alegría para Kiros.
—Siéntate un momento conmigo, ¿quieres?— le diría a la chica, a la cual sí que se le abrieron los ojos cuando lo escuchó. Se sentó y rápidamente interrogó a Kiros, pues habían hablado de vez en cuando pero nunca habían mantenido una conversación formal. —¿Qué ocurre? ¿Puedo ayudarte en algo?— diría con su acaramelada voz mientras Kiros tomaba su servilleta y se limpiaba los labios. —Me estaba preguntando... Bueno, ya sabes que mi barco no ha aparecido en las últimas dos semanas, estoy seguro de que has notado mi mal humor.— la chica respondió asintiendo levemente la cabeza, sin apartar la vista del rostro de Kiros.
—Tengo la sensación de que el mundo no va a venir a ayudarme y que el barco que esperaba no va a volver. Así que dime, ¿conoces a alguien en la lonja de la ciudad que pueda iniciarme en algún tipo de comercio? No voy a poder volver a mi isla natal si no consigo dinero y una tripulación.— explicaría. La chica al principio se sorprendió, empezar desde cero algo como aquello no era algo que decir a broma. Pero tras comprobar que aunque sonriente el joven lo decía completamente en serio se llevó una mano a la barbilla y comenzó a pensar con una sonoro y cálido 'Hmmmm'. —Pues sí, creo que hay alguien que podría ayudarte.— y fue la primera vez que aquella mujer supuso una alegría para Kiros.
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Creado por Kiros Blight Mar Nov 08, 2016 5:39 pm
Una sonrisa ladina y un leve asentimiento con la cabeza por parte de Kiros fueron suficiente para que la chica comenzara a hablar, aparentemente feliz de poder ayudar. —Desde pequeña conozco a un chico unos años mayor que yo, cuyos padres eran amigos de mis padres. Jugábamos junto al puerto muchas veces, y al final él se hizo mercader como su padre y yo me quedé en el hostal como mi madre. Aún así tenemos buena relación y quizás podría darte algo de dinero a cambio de trabajo.— diría asintiendo contenta. Kiros se echó hacia atrás apoyándose en el respaldo de su silla mientras entrecerraba ligeramente los ojos.
—La verdad es que había pensado en otra cosa. Se que estos barcos siempre llevan espacio extra en las bodegas y me gustaría alquilar una parte de esta para meter mi propia mercancía. Aún me queda dinero, así que compraré unos buenos productos y le pediré que los venda a los sitios a los que lleve su barco. ¿Crees que accederá?— no había necesidad en preguntarle si era de fiar, pues Kiros no tenía ninguna otra posibilidad. Si al final se la jugaba se encargaría de sacarle filo a su daga antes de volver a visitarle, aunque eso implicara tener que convertirse en un criminal.
—¡Oh! ¡Estoy segura de que sí! ¡Si le pagas por llevar tus mercancías te dará los beneficios sin problemas! ¡Así harás un buen dinero y podrás conseguir tu propio barco en un tiempo!— diría la chica entusiasmada, llegando a dar una palmada en el aire. Kiros se levantó sonriente y se dirigió a su cuarto, siendo interrumpido por la voz de la chica. —¡Y cuando consigas un barco asegúrate de llevarte los productos de nuestra tierra a tu isla natal!— diría la pelinaranja, a lo que el joven se giraría y la miraría con picardía. —No te preocupes, me aseguraré de llevarme lo "mejor" de esta tierra.— y una sonrisa galán que abrió la boca de la hostalera, preguntándose si se había referido a ella o no.
—La verdad es que había pensado en otra cosa. Se que estos barcos siempre llevan espacio extra en las bodegas y me gustaría alquilar una parte de esta para meter mi propia mercancía. Aún me queda dinero, así que compraré unos buenos productos y le pediré que los venda a los sitios a los que lleve su barco. ¿Crees que accederá?— no había necesidad en preguntarle si era de fiar, pues Kiros no tenía ninguna otra posibilidad. Si al final se la jugaba se encargaría de sacarle filo a su daga antes de volver a visitarle, aunque eso implicara tener que convertirse en un criminal.
—¡Oh! ¡Estoy segura de que sí! ¡Si le pagas por llevar tus mercancías te dará los beneficios sin problemas! ¡Así harás un buen dinero y podrás conseguir tu propio barco en un tiempo!— diría la chica entusiasmada, llegando a dar una palmada en el aire. Kiros se levantó sonriente y se dirigió a su cuarto, siendo interrumpido por la voz de la chica. —¡Y cuando consigas un barco asegúrate de llevarte los productos de nuestra tierra a tu isla natal!— diría la pelinaranja, a lo que el joven se giraría y la miraría con picardía. —No te preocupes, me aseguraré de llevarme lo "mejor" de esta tierra.— y una sonrisa galán que abrió la boca de la hostalera, preguntándose si se había referido a ella o no.
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Creado por Kiros Blight Mar Nov 08, 2016 5:41 pm
A la mañana siguiente Kiros recorría las cada vez más frías calles del Reino de Lvneel acompañado de la chica que tan bien había cuidado de él. —¿Está tu amigo en la ciudad, Carol?— porque así se llamaba la joven, aunque Kiros solo se había aprendido su nombre por mera conveniencia. La chica agarró del brazo a Kiros y agitó su propia mano en el aire para saludar a un hombre robusto, rapado y con una túnica de cuero hasta las rodillas. El joven aguantó el agarrón del brazo y la incomodidad de ser tratado con tanta cercanía mientras la chica le contaba a su amigo la historia de Kiros.
Una vez el chico estuvo enterado la situación procedió a presentarse, momento en el que Kiros pudo soltarse de la lapa de la posadera para darle la mano. —Es un gusto conocerte, Kiros. Mi nombre es Lambert y con gusto transportaré las mercancías que me digas y las venderé al precio que indiques. ¿Por qué no discutimos esto en mi oficina? Es más cálido que aquí y seguro que Carol tiene que encargarse del hostal.— diría. Tras la despedida y tal y como había dicho fueron a su despacho, en el que Kiros fue amablemente invitado a sentarse.
—Perdónala, a veces puede ser un poco demasiado afectiva.— diría con una sonrisa refiriéndose a Carol al tiempo que él también se sentaba. La frase pilló algo por sorpresa a Kiros, que se limitó a responder con intención de tantear el terreno. —Oh, no, no te preocupes... Tiene cierto encanto.— afirmaría mientras observaba su expresión. —Ah... ¿Es que vosotros habéis...?— contestaría su interlocutor, pero Kiros rápidamente lo negaría. —No, no. ¿Te molestaría si así fuera?— preguntaría. Un silencio de unos segundos y una mirada fija entre ambos que tan solo fue interrumpida cuando Lambert carraspeó y miró hacia otro lado. —No... eh... Nosotros solo somos amigos... ¡Pero bueno, hemos venido a hablar de negocios! Ja, ja...— Kiros asintió a sus palabras y observó el papel que el hombre le mostraba sin eliminar una afilada expresión de su rostro.
Una vez el chico estuvo enterado la situación procedió a presentarse, momento en el que Kiros pudo soltarse de la lapa de la posadera para darle la mano. —Es un gusto conocerte, Kiros. Mi nombre es Lambert y con gusto transportaré las mercancías que me digas y las venderé al precio que indiques. ¿Por qué no discutimos esto en mi oficina? Es más cálido que aquí y seguro que Carol tiene que encargarse del hostal.— diría. Tras la despedida y tal y como había dicho fueron a su despacho, en el que Kiros fue amablemente invitado a sentarse.
—Perdónala, a veces puede ser un poco demasiado afectiva.— diría con una sonrisa refiriéndose a Carol al tiempo que él también se sentaba. La frase pilló algo por sorpresa a Kiros, que se limitó a responder con intención de tantear el terreno. —Oh, no, no te preocupes... Tiene cierto encanto.— afirmaría mientras observaba su expresión. —Ah... ¿Es que vosotros habéis...?— contestaría su interlocutor, pero Kiros rápidamente lo negaría. —No, no. ¿Te molestaría si así fuera?— preguntaría. Un silencio de unos segundos y una mirada fija entre ambos que tan solo fue interrumpida cuando Lambert carraspeó y miró hacia otro lado. —No... eh... Nosotros solo somos amigos... ¡Pero bueno, hemos venido a hablar de negocios! Ja, ja...— Kiros asintió a sus palabras y observó el papel que el hombre le mostraba sin eliminar una afilada expresión de su rostro.
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Creado por Kiros Blight Mar Nov 08, 2016 5:59 pm
Varias horas habían pasado en aquella oficina y era culpa de Kiros, sin lugar a dudas. No había problema alguno con el precio que aquel marinero pedía por alquilar su bodega, el joven de Arabasta sabía que merecería la pena. La razón de que aquella reunión fuera tan larga eran las exigencias de Kiros a la hora del transporte y venta de la mercancía. —Y las pieles no las vendáis por menos de dos mil berries el fardo en Micqueot. El frío se acerca y me encargaré de comprar las pieles de la mejor calidad. También llevaréis carne comprada en Flevance y la salaréis con los barriles de sal que habéis comprado aquí, en Lvneel. De esta forma saldrá todo más barato. La carne la venderéis en Micqueot, pero si no conseguís un precio por encima de 1100 berries el fardo traerla de vuelta, aquí la venderé por eso. Te pagaré un tercio más de lo acordado si todos los productos son tratados como acabamos de discutir.— y con aquello parecía que había terminado de hablar. Parecía que, pese al esfuerzo mental y el cansancio, Lambert estaba interesado en ese porcentaje extra. Kiros sabía cuidar sus productos y mantener satisfechos a los transportistas, y al ver que podría controlarlo volvió satisfecho al hostel.
—Así se hará, Kiros. Está claro que te preocupas por tu mercancía, y la trataré como si fuera mía. ¡Pero qué digo, mejor aún! Vuelve tranquilo ahora, come algo y date un paseo por la ciudad. Mañana mis hombres y yo zarparemos así que será mejor que encuentres algo con lo que entretenerte por aquí o las semanas de viaje se te harán muy aburridas.— bromearía, pero Kiros sabía devolver una de esas de una forma muy sutil. —No te preocupes, creo que ya he encontrado algo con lo que entretenerme.— le diría sonriendo y levantándose para darle la mano una vez más. Tras esto se dirigiría a la salida y de nuevo rumbo al hotel, donde de nuevo le recibió el pecoso y sonriente rostro de la posadera.
—¡Buenas tardes! ¡Oh, Kiros! ¡Pensé que ya no llegarías a comer!— dijo emocionada mientras se levantaba y se dirigía a recibirlo rodeando el mostrador. Kiros alzaría la mano porque se esperaba un abrazo por parte de ella de forma que se detuvo mientras se explicaba. —Lo cierto es que comeré algo rápido, voy a ir a los mercaderes de la ciudad. La sal es una cosa, pero quiero elegir las pieles yo mismo...— indicó, aunque el ceño fruncido de la chica le estaba diciendo que no estaba entendiendo a qué se refería. —Como sea, solo quería agradecerte apropiadamente por haberme presentado a Lambert... Es un buen capitán de barco, y gracias a él puede que consiga volver a Arabasta. Te doy las gracias, Carol.— y con estas palabras la chica se lanzó hacia Kiros, el cual no pudo evitarlo.
Un abrazo cubierto de mentira y de falsedad, de manipulación e interés que solo seguía aquel camino para hacerse con lo que quería: Fundar el Imperio de los Blight. Sí, la estaba utilizando y todo aquello era una mentira. Aunque había algo que decir algo de aquel abrazo y es que no todo era una mentira, no todo era falso... Había algo muy real y verdadero, algo que le estaba apretando las costillas y el esternón con fuerza como hacía mucho que no sentía... como dos globos llenos de agua templada. Al menos se podía decir que la chica iba con "la verdad por delante".
—Así se hará, Kiros. Está claro que te preocupas por tu mercancía, y la trataré como si fuera mía. ¡Pero qué digo, mejor aún! Vuelve tranquilo ahora, come algo y date un paseo por la ciudad. Mañana mis hombres y yo zarparemos así que será mejor que encuentres algo con lo que entretenerte por aquí o las semanas de viaje se te harán muy aburridas.— bromearía, pero Kiros sabía devolver una de esas de una forma muy sutil. —No te preocupes, creo que ya he encontrado algo con lo que entretenerme.— le diría sonriendo y levantándose para darle la mano una vez más. Tras esto se dirigiría a la salida y de nuevo rumbo al hotel, donde de nuevo le recibió el pecoso y sonriente rostro de la posadera.
—¡Buenas tardes! ¡Oh, Kiros! ¡Pensé que ya no llegarías a comer!— dijo emocionada mientras se levantaba y se dirigía a recibirlo rodeando el mostrador. Kiros alzaría la mano porque se esperaba un abrazo por parte de ella de forma que se detuvo mientras se explicaba. —Lo cierto es que comeré algo rápido, voy a ir a los mercaderes de la ciudad. La sal es una cosa, pero quiero elegir las pieles yo mismo...— indicó, aunque el ceño fruncido de la chica le estaba diciendo que no estaba entendiendo a qué se refería. —Como sea, solo quería agradecerte apropiadamente por haberme presentado a Lambert... Es un buen capitán de barco, y gracias a él puede que consiga volver a Arabasta. Te doy las gracias, Carol.— y con estas palabras la chica se lanzó hacia Kiros, el cual no pudo evitarlo.
Un abrazo cubierto de mentira y de falsedad, de manipulación e interés que solo seguía aquel camino para hacerse con lo que quería: Fundar el Imperio de los Blight. Sí, la estaba utilizando y todo aquello era una mentira. Aunque había algo que decir algo de aquel abrazo y es que no todo era una mentira, no todo era falso... Había algo muy real y verdadero, algo que le estaba apretando las costillas y el esternón con fuerza como hacía mucho que no sentía... como dos globos llenos de agua templada. Al menos se podía decir que la chica iba con "la verdad por delante".
Kiros Blight
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Creado por Kiros Blight Mar Nov 08, 2016 7:10 pm
Los días siguientes volvieron a ser monótonos, sin nada que hacer salvo que esperar los resultados de la ruta comercial que le había indicado a Lambert. Sabía que las cosas podían salir mal y que no vendiera nada por los precios que le había indicado al capitán, quizás eran demasiado elevados... Pero si lo vendía por menos no ganaría beneficio. Y por eso tenía que tener un lugar donde guardar los excedentes de sus compras. Allí serían almacenadas hasta el próximo viaje donde con suerte se venderían, sino todos, unos cuantos. Con esa idea en mente realizó la rutina diaria: Levantarse, ducharse, vestirse... Aunque lo último se vio interrumpido por unos golpes en la puerta con delicadeza. —Adelante.— invitó a pasar a quien hubiera al otro lado.
Carol, portando una bandeja con dulce y esponjosa bollería encima -y me refiero a la comida de verdad, no a un eufemismo- pasó algo vergonzosa pero con una sonrisa. Se sorprendió al ver a Kiros sin camiseta apartando la vista, pero se dio cuenta que era estúpido escandalizarse cuando él iba casi siempre con ropa que apenas tapaba su torso. Los pantalones los llevaba puestos, así que no había razón alguna. —¡Buenos días, Kiros! Imaginé que estarías cansado de ayer y te he traído el desayuno, ¡espero que te guste!— mencionó con gran ilusión. Kiros se acercó a la puerta y le dedicó una sonrisa mientras tomaba la bandeja. —Gracias, Carol, eres un cielo.— le dijo con una sonrisa mientras se disponía a cerrar la puerta. Pero se detuvo pensándolo mejor y volvió a abrir la puerta. —Oye, pensándolo mejor, ¿por qué no me acompañas aquí en el desayuno?— la invitó, dejándola pasar mientras se le enrojecían las mejillas y se arreglaba el pelo.
Tras una larga charla que terminó mucho más tarde de lo que Kiros tardó en desayunar, Kiros logró obtener algo valioso de aquella pérdida de tiempo. —... porque claro, con los escándalos de los agujeros en los almacenes ahora mucha gente quiere vender el suyo y eso está haciendo que muchos marineros tengan que pasar más tiempo en la ciudad y venir a nuestro hostel y...— su boca se detuvo cuando Kiros puso un dedo índice en sus labios, la tomó por la cabeza y le dio un beso en la frente mientras se levantaba. —A veces me pregunto qué sería de mí sin ti.— le dijo con una sonrisa al tiempo que salía apresurado de la habitación dejando a la confundida posadera roja como un tomate.
Kiros sabía comportarse, sabía seducir y Carol era un objetivo muy fácil. Le convenía tenerla en su bolsillo porque podía ser una influencia genial, pero no tenía intención alguna de mantenerla una vez todo estuviera preparado. No tenía ningún vínculo con ella, no le era de utilidad pero sobretodo no sentía nada. No la destrozaría por completo, claro está, primero porque no le interesaba hacerle daño y porque uno nunca sabe cuándo puede necesitar de un contacto en el Reino de Lvneel. Pero mientras ella viviera en su burbuja él podría aprovecharse y que ella siguiera sintiéndose feliz. Caminaba de prisa camino al puerto, con el Sol ya indicando el mediodía por su posición en lo más alto del cielo. ¿A dónde iba con tanta prisa? Las palabras de Carol habían sido muy significativas, pues parecía ser el momento perfecto para hacerse con un almacén.
Carol, portando una bandeja con dulce y esponjosa bollería encima -y me refiero a la comida de verdad, no a un eufemismo- pasó algo vergonzosa pero con una sonrisa. Se sorprendió al ver a Kiros sin camiseta apartando la vista, pero se dio cuenta que era estúpido escandalizarse cuando él iba casi siempre con ropa que apenas tapaba su torso. Los pantalones los llevaba puestos, así que no había razón alguna. —¡Buenos días, Kiros! Imaginé que estarías cansado de ayer y te he traído el desayuno, ¡espero que te guste!— mencionó con gran ilusión. Kiros se acercó a la puerta y le dedicó una sonrisa mientras tomaba la bandeja. —Gracias, Carol, eres un cielo.— le dijo con una sonrisa mientras se disponía a cerrar la puerta. Pero se detuvo pensándolo mejor y volvió a abrir la puerta. —Oye, pensándolo mejor, ¿por qué no me acompañas aquí en el desayuno?— la invitó, dejándola pasar mientras se le enrojecían las mejillas y se arreglaba el pelo.
Tras una larga charla que terminó mucho más tarde de lo que Kiros tardó en desayunar, Kiros logró obtener algo valioso de aquella pérdida de tiempo. —... porque claro, con los escándalos de los agujeros en los almacenes ahora mucha gente quiere vender el suyo y eso está haciendo que muchos marineros tengan que pasar más tiempo en la ciudad y venir a nuestro hostel y...— su boca se detuvo cuando Kiros puso un dedo índice en sus labios, la tomó por la cabeza y le dio un beso en la frente mientras se levantaba. —A veces me pregunto qué sería de mí sin ti.— le dijo con una sonrisa al tiempo que salía apresurado de la habitación dejando a la confundida posadera roja como un tomate.
Kiros sabía comportarse, sabía seducir y Carol era un objetivo muy fácil. Le convenía tenerla en su bolsillo porque podía ser una influencia genial, pero no tenía intención alguna de mantenerla una vez todo estuviera preparado. No tenía ningún vínculo con ella, no le era de utilidad pero sobretodo no sentía nada. No la destrozaría por completo, claro está, primero porque no le interesaba hacerle daño y porque uno nunca sabe cuándo puede necesitar de un contacto en el Reino de Lvneel. Pero mientras ella viviera en su burbuja él podría aprovecharse y que ella siguiera sintiéndose feliz. Caminaba de prisa camino al puerto, con el Sol ya indicando el mediodía por su posición en lo más alto del cielo. ¿A dónde iba con tanta prisa? Las palabras de Carol habían sido muy significativas, pues parecía ser el momento perfecto para hacerse con un almacén.
Kiros Blight
Hoja de personaje
Nivel:
(6/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Kiros Blight Miér Nov 09, 2016 5:30 am
Con las pilas cargadas el moreno se dirigió a buen paso hasta el puerto, solo que por una vez no miró el horizonte en busca del 'Blackwood' pues había perdido toda esperanza de encontrarlo. Tenía claro que o había sido atacado por piratas o lo habían hecho desaparecer de la misma forma que habían hecho desaparecer a su padre. Pero habían cometido un grave error al no asegurarse que Kiros también desaparecía, pues como un fénix renacería de las cenizas y crearía un Imperio mucho más grande y fuerte del que su padre jamás pudo soñar. Y por esa razón se encontraba delante de aquellos almacenes entendiendo al momento por qué la gente quería venderlos. Estaban muy descuidados y parecía que se fueran a caer en cualquier momento, con agujeros en el techo que producirían goteras y mantendrían el producto húmedo, destrozándolo en caso de que lloviera. Eso era una calidad que Kiros no iba a aceptar, y aunque tuviera que conseguir uno de esos se encargaría de arreglarlo para que fuera un almacén de primera calidad.
—¡Los almacenes están cerrados al público! ¡No se admiten fisgones! ¡Fuera!— dijo una voz desde la oscuridad, una voz quebrada y malhumorada que provocó que Kiros tratara de localizarlo con la mirada. No se llevó las manos a sus armas de filo, pese a que si acababa sin el dinero que llevaba encima sería su fin. —No he venido a fisgonear, sino a interesarme por la condición de los almacenes y comprar uno.— dijo con voz tranquila en contraposición al tono de su interlocutor. Tras unos segundos se escuchó a alguien levantarse y, desde detrás del edificio, una figura anciana pero imponente apareció. —¿Comprar uno? Pues lo siento, el negocio está cerrado hasta nuevo aviso. Los barcos pueden recoger y dejar mercancías, pero no se cuidará las instalaciones ni se venderá o comprará ninguna nueva.— el hombre tenía un enorme mostacho blanco aunque su cabeza estaba calva. Las facciones arrugadas y su ropa de capitán daban la sensación de que era un viejo lobo de mar retirado.
Kiros frunció el ceño mientras pensaba la razón por la que aquello podría haber pasado, y por el malhumor del hombre tenía que ser algo que le afectara personalmente o que él mismo no pudiera solucionar. —¿Qué ha ocurrido para que el negocio se haya detenido? Estoy seguro de que está perjudicando a los ingresos de este país... ¿Hay algo que pueda hacer para que el negocio vuelva a funcionar?— preguntó con inocencia y fingidas buenas intenciones. Parecía estar en lo cierto, pues el hombre comenzó a hablar como si le estuviera pidiendo que lo arreglara. —¡Es todo culpa de ese Bernard! ¡Ha herido mi honor como capitán llamándome pirata, y me ha cerrado el negocio! ¡Bernard es capitán de los soldados y me la tiene jurada desde que dejé embarazada a su hermana! ¡Hace cuarenta años!— se expresó de tal manera que lo hacía sonar mucho más serio de lo que era. —Uh... Iré yo mismo a hablar con Bernard. Me interesa que el negocio vuelva a su funcionamiento lo más rápido posible.— le indicó al hombre pidiéndole indicaciones para continuar.
—¡Los almacenes están cerrados al público! ¡No se admiten fisgones! ¡Fuera!— dijo una voz desde la oscuridad, una voz quebrada y malhumorada que provocó que Kiros tratara de localizarlo con la mirada. No se llevó las manos a sus armas de filo, pese a que si acababa sin el dinero que llevaba encima sería su fin. —No he venido a fisgonear, sino a interesarme por la condición de los almacenes y comprar uno.— dijo con voz tranquila en contraposición al tono de su interlocutor. Tras unos segundos se escuchó a alguien levantarse y, desde detrás del edificio, una figura anciana pero imponente apareció. —¿Comprar uno? Pues lo siento, el negocio está cerrado hasta nuevo aviso. Los barcos pueden recoger y dejar mercancías, pero no se cuidará las instalaciones ni se venderá o comprará ninguna nueva.— el hombre tenía un enorme mostacho blanco aunque su cabeza estaba calva. Las facciones arrugadas y su ropa de capitán daban la sensación de que era un viejo lobo de mar retirado.
Kiros frunció el ceño mientras pensaba la razón por la que aquello podría haber pasado, y por el malhumor del hombre tenía que ser algo que le afectara personalmente o que él mismo no pudiera solucionar. —¿Qué ha ocurrido para que el negocio se haya detenido? Estoy seguro de que está perjudicando a los ingresos de este país... ¿Hay algo que pueda hacer para que el negocio vuelva a funcionar?— preguntó con inocencia y fingidas buenas intenciones. Parecía estar en lo cierto, pues el hombre comenzó a hablar como si le estuviera pidiendo que lo arreglara. —¡Es todo culpa de ese Bernard! ¡Ha herido mi honor como capitán llamándome pirata, y me ha cerrado el negocio! ¡Bernard es capitán de los soldados y me la tiene jurada desde que dejé embarazada a su hermana! ¡Hace cuarenta años!— se expresó de tal manera que lo hacía sonar mucho más serio de lo que era. —Uh... Iré yo mismo a hablar con Bernard. Me interesa que el negocio vuelva a su funcionamiento lo más rápido posible.— le indicó al hombre pidiéndole indicaciones para continuar.
Kiros Blight
Hoja de personaje
Nivel:
(6/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Kiros Blight Miér Nov 09, 2016 5:31 am
Había tenido que caminar hasta lo más profundo del Reino de Lvneel, en los barrios cercanos al castillo, para encontrar al afamado capitán de la guardia Bernard. Era un hombre adulto y con pinta de no dejar pasar ni una y se encontraba patrullando las calles con dos soldados mucho más jóvenes, de la edad de Kiros. No pudo evitar pensar que el super poderoso capitán no era sino en realidad una niñera en el ejército, pero si le presionaba demasiado con eso podría enfadarse y cerrarse. Se acercó hasta él mientras se fijaba en sus facciones: Rostro afeitado, pelo rubio-grisáceo peinado hacia un lado y una cicatriz en un ojo que sospechosamente parecía ser de una zarpa y no de un arma. De una zarpa pequeña como la de un gato.
—Saludos, mi nombre es Kiros Blight, y soy un mercader. ¿Es usted el famoso capitán Bernard?— se presentó con educación. El hombre lo miró con cierto desprecio y sin interés, sin lugar a dudas se tenía creído su posición. Parecía indicarle a Kiros con su gesto que continuara hablando y así lo hizo. —Me he enterado del terrible conflicto que os atañe con el gestor de los almacenes, y venía a pedirle que reconsiderara su prohibición.— no dio motivos ni amenazas, porque esperaba que se las preguntara. —Mira muchacho, porque Olaf te haya pedido que vengas no voy a levantarle el bloqueo. El patán necesita aprender una lección por sus... eh... Malos hábitos al hacer su trabajo. Ejem, ven, hablemos a solas.— le dijo a Kiros mientras lo apartaba de los dos reclutas.
—Mira, por tu mirada y tu sonrisita se perfectamente que sabes mis motivos y no pienso mover un solo dedo por el bastardo. El muy cabrón se metió en la cama con mi hermana y eso es algo que no le voy a perdonar jamás.— dijo alzando el dedo como si estuviera amenazando a alguien. Kiros no se inmutó en absoluto ni movió un músculo en su rostro hasta que volvió a hablar con una voz tranquila. —¿Nunca has pensado que si se acostó con tu hermana es porque ella mismo quiso hacerlo?— dijo para provocarlo, iba a por todas y le interesaba que su mente estuviera poco centrada en lo verdaderamente importante. —Considero que lo que estás haciendo no solo es ilegal, sino que además está haciendo perder mucho dinero al Reino. Claro, podríamos llevar el asunto al Palacio Real y su Majestad podría darle la razón pero... ¿de verdad crees que va a hacerlo cuando hay decenas de miles de berries en juego?— explicó mostrando un rostro pensativo, como si estuviera contando cada uno de los berries que habían perdido por cerrar los almacenes.
—Incluso si te apoyara, ¿qué sería de esta ciudad sin los productos de otras ciudades? El vino de Micqueot, por ejemplo... La gente no estaría contenta si vuestros suministros de este recurso de lujo se disminuyeran o eliminaran. Ya pareces ser un hombre mayor y no se cuánto tiempo te quedará en el ejército de su Majestad, pero se que cuando salgas muchos van a querer explicaciones de lo que has hecho... ¿Mi consejo? Guarda tus problemas con Olaf en lo personal y que no afecte a la ciudad. Porque si la ciudad pierde dinero ten por seguro que no van a estar contentos.— y sonrió de medio lado, sabiendo que sus palabras habían hecho efecto.
—Saludos, mi nombre es Kiros Blight, y soy un mercader. ¿Es usted el famoso capitán Bernard?— se presentó con educación. El hombre lo miró con cierto desprecio y sin interés, sin lugar a dudas se tenía creído su posición. Parecía indicarle a Kiros con su gesto que continuara hablando y así lo hizo. —Me he enterado del terrible conflicto que os atañe con el gestor de los almacenes, y venía a pedirle que reconsiderara su prohibición.— no dio motivos ni amenazas, porque esperaba que se las preguntara. —Mira muchacho, porque Olaf te haya pedido que vengas no voy a levantarle el bloqueo. El patán necesita aprender una lección por sus... eh... Malos hábitos al hacer su trabajo. Ejem, ven, hablemos a solas.— le dijo a Kiros mientras lo apartaba de los dos reclutas.
—Mira, por tu mirada y tu sonrisita se perfectamente que sabes mis motivos y no pienso mover un solo dedo por el bastardo. El muy cabrón se metió en la cama con mi hermana y eso es algo que no le voy a perdonar jamás.— dijo alzando el dedo como si estuviera amenazando a alguien. Kiros no se inmutó en absoluto ni movió un músculo en su rostro hasta que volvió a hablar con una voz tranquila. —¿Nunca has pensado que si se acostó con tu hermana es porque ella mismo quiso hacerlo?— dijo para provocarlo, iba a por todas y le interesaba que su mente estuviera poco centrada en lo verdaderamente importante. —Considero que lo que estás haciendo no solo es ilegal, sino que además está haciendo perder mucho dinero al Reino. Claro, podríamos llevar el asunto al Palacio Real y su Majestad podría darle la razón pero... ¿de verdad crees que va a hacerlo cuando hay decenas de miles de berries en juego?— explicó mostrando un rostro pensativo, como si estuviera contando cada uno de los berries que habían perdido por cerrar los almacenes.
—Incluso si te apoyara, ¿qué sería de esta ciudad sin los productos de otras ciudades? El vino de Micqueot, por ejemplo... La gente no estaría contenta si vuestros suministros de este recurso de lujo se disminuyeran o eliminaran. Ya pareces ser un hombre mayor y no se cuánto tiempo te quedará en el ejército de su Majestad, pero se que cuando salgas muchos van a querer explicaciones de lo que has hecho... ¿Mi consejo? Guarda tus problemas con Olaf en lo personal y que no afecte a la ciudad. Porque si la ciudad pierde dinero ten por seguro que no van a estar contentos.— y sonrió de medio lado, sabiendo que sus palabras habían hecho efecto.
Kiros Blight
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