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Creado por Aidan Lutz Mar Dic 08, 2015 1:26 pm
Loguetown, el último lugar que todos aquellos navegantes han de pisar antes de emigrar rumbo al Grand Line. Allí se encontraba Aidan Lutz, recluta de la Marina que recientemente había sido trasladado por sus numerosos antecedentes penales en el Reino de Goa. En efecto, había participado en robos, hurtos, malversaciones, palizas e incluso asesinatos. Y todo eso desde muy pequeño. Quizá por ese motivo ya no le temblaba el pulso cuando tenía que apuntar a la sien de alguien con uno de sus revólveres, pero eso no era lo más importante. Desde el asesinato de su hermana y el secuestro de su hermano, había estado buscando en reiteradas ocasiones al líder de la mafia a la que anteriormente pertenecía. Quería venganza y no iba a cobrárselo con plomo atravesando su cerebro. Quería torturarle hasta la muerte, lentamente, pero para eso primero debía encontrarlo.
—¡Dime donde cojones se encuentra Marco Giovanni, bastado! —Sonó en un callejón cercano a una de las calles principales de Loguetown. Aidan tenía amenazado a un tipo contra una pared, le tenía bien agarrado por el cuello con su mano izquierda, levantado ligeramente del suelo. Estaba perdiendo muy lentamente la respiración y su aliento se desvanecía poco a poco. Sin embargo, ese no era su único problema, la espada del marine estaba acariciando la parte inferior de su pescuezo, justo debajo de la nuez. —¡Más te vale decírmelo cuando antes o acabarás ciego! —En ese momento el filo de su espada comenzó a subir dirigiéndose al ojo del hombre que suplicaba clemencia una y otra vez con una voz apagada, como si estuviera afónico. —Te lo repito por última vez, ¿dónde está Marco Giovanni? —Por si había alguna duda, el tipo mencionado era el jefe de la mafia que había acabado con la hermana de Aidan, pero por el momento le había sido imposible localizarlo.
Tras un par de intentos más, no consiguió absolutamente nada. La mirada del tipo se apagó y cayó al suelo exhausto, desmayado. El moreno miró a ambos lados vigilando que nadie hubiera visto la terrorífica escena de la cual había sido protagonista. Él sabía que sus métodos no estaban muy bien vistos por la Marina, pero tampoco le importaba demasiado mientras no le vieran. Salió del callejón y se acercó a una mujer que caminaba por la calle tranquilamente.
—Perdone, ¿tiene un cigarrillo? —Preguntó educadamente. Su siguiente objetivo era encontrar a algún tipo más que perteneciera a esa mafia. Estaba claro que los peces gordos no iban mostrarse con facilidad, pero debía encontrarlos, su orgullo era su arma más preciada. Para su suerte, la mujer le ofreció un cigarrillo y fuego, Aiden lo agarró por el filtro y se lo colocó entre los labios, sin morderlo. —Muchas gracias, señorita. —Después de aquel halago a una mujer de más de cuarenta años, continuó caminando. Su siguiente destino era una de las tabernas más conocidas de la isla: "El trébol de cuatro hojas".
—¡Dime donde cojones se encuentra Marco Giovanni, bastado! —Sonó en un callejón cercano a una de las calles principales de Loguetown. Aidan tenía amenazado a un tipo contra una pared, le tenía bien agarrado por el cuello con su mano izquierda, levantado ligeramente del suelo. Estaba perdiendo muy lentamente la respiración y su aliento se desvanecía poco a poco. Sin embargo, ese no era su único problema, la espada del marine estaba acariciando la parte inferior de su pescuezo, justo debajo de la nuez. —¡Más te vale decírmelo cuando antes o acabarás ciego! —En ese momento el filo de su espada comenzó a subir dirigiéndose al ojo del hombre que suplicaba clemencia una y otra vez con una voz apagada, como si estuviera afónico. —Te lo repito por última vez, ¿dónde está Marco Giovanni? —Por si había alguna duda, el tipo mencionado era el jefe de la mafia que había acabado con la hermana de Aidan, pero por el momento le había sido imposible localizarlo.
Tras un par de intentos más, no consiguió absolutamente nada. La mirada del tipo se apagó y cayó al suelo exhausto, desmayado. El moreno miró a ambos lados vigilando que nadie hubiera visto la terrorífica escena de la cual había sido protagonista. Él sabía que sus métodos no estaban muy bien vistos por la Marina, pero tampoco le importaba demasiado mientras no le vieran. Salió del callejón y se acercó a una mujer que caminaba por la calle tranquilamente.
—Perdone, ¿tiene un cigarrillo? —Preguntó educadamente. Su siguiente objetivo era encontrar a algún tipo más que perteneciera a esa mafia. Estaba claro que los peces gordos no iban mostrarse con facilidad, pero debía encontrarlos, su orgullo era su arma más preciada. Para su suerte, la mujer le ofreció un cigarrillo y fuego, Aiden lo agarró por el filtro y se lo colocó entre los labios, sin morderlo. —Muchas gracias, señorita. —Después de aquel halago a una mujer de más de cuarenta años, continuó caminando. Su siguiente destino era una de las tabernas más conocidas de la isla: "El trébol de cuatro hojas".
Aidan Lutz
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Mei Haiba Mar Dic 08, 2015 3:49 pm
La Ciudad del Alfa y el Omega. Así llamaban muchos marineros a Loguetown, la ciudad que había visto empezar y terminar el reinado de Gol D. Roger, ahora ya convertido en una leyenda a lo largo y ancho del mundo, siendo mucho más conocido cómo el Rey de los Piratas. O el Rey de la Escoria, bajo la opinión de la joven marine que esperaba a las puertas de "El trébol de cuatro hojas" una taberna enorme y bastante conocida situada en las inmediaciones del puerto de la ciudad. Obviamente no se había adentrado en una zona tan delicada con su uniforme de Marine, sino que vestía una de sus indumentarias favoritas, mucho más simple y casual que la mayoría de sus prendas. Una simple camisa blanca en la parte superior del cuerpo, unos pantalones de tela negros ajustados y unas botas altas de piel marrón. Todo ello acompañado, como no, de su distintiva gorra negra que le permitía mantener su rostros parcialmente oculto mientras esperaba a la llegada de su objetivo.
La verdad era que aquella tarea la tenía, cuanto menos, molesta. Apenas había podido disfrutar de tiempo de descanso desde que se le había obligado a trasladarse del Baterrila, en el South Blue, hasta Loguetown en el lejano East Blue. Al parecer, sus superiores en su mar de origen no estaban satisfechos con la forma de actuar "poco ortodoxa" de la soldado raso de rubios cabellos que había entrado hacía poco tiempo al cuerpo. El motivo final había sido, según sus superiores, no seguir el protocolo acordado en la detención de un delincuente menor. En parte era cierto, le había roto un brazo sin miramiento alguno, ¿pero acaso no se lo merecía? Eran preguntas cómo aquella las que carcomían la mente de la mujer, que apoyada junto a la puerta se esforzaba para repasar mentalmente las órdenes que se le habían entregado en aquella ocasión. Colaborar y, al mismo tiempo, vigilar y controlar al hombre al que esperaba en aquella taberna. Sólo sabía su nombre, Aidan Lutz, su rango de soldado raso y poco más. Pero su informe le había indicado que le reconocería nada más verle. Por otro lado, la soldado Kozlov desconocía cualquier otra característica de aquel individuo, salvo el hecho de que debía tener a los de arriba bastante preocupados y cabreados cómo para asignarle a ella cómo compañera y supervisora a escondidas. Tener que recurrir a un marine de carácter difícil para controlar a otro demostraba que la opinión de algunos superiores respecto al tal Aidan no tenía ni un ápice de buena.
A los pocos minutos de esperar y de jugar con la moneda que siempre llevaba consigo, la soldado atisbó una silueta a lo lejos. Y entonces supo que la notificación de su misión no había errado cuando le habían afirmado que reconocería a aquel hombre a simple vista. Se trataba de una figura enorme, imponente y vestida completamente con ropas oscuras. - Discreto, cuanto menos... - susurró de forma sarcástica, para sí misma y sin que nadie la oyera, cuando le vio a la lejanía. Ahora que tenía a su hombre en el punto de mira, sólo necesitaba esperar hasta que este llegara hasta la taberna y, entonces, presentarse cómo le habían indicado. Y aunque fuera sólo por el momento, tenía intención de seguir las instrucciones que había recibido.
La verdad era que aquella tarea la tenía, cuanto menos, molesta. Apenas había podido disfrutar de tiempo de descanso desde que se le había obligado a trasladarse del Baterrila, en el South Blue, hasta Loguetown en el lejano East Blue. Al parecer, sus superiores en su mar de origen no estaban satisfechos con la forma de actuar "poco ortodoxa" de la soldado raso de rubios cabellos que había entrado hacía poco tiempo al cuerpo. El motivo final había sido, según sus superiores, no seguir el protocolo acordado en la detención de un delincuente menor. En parte era cierto, le había roto un brazo sin miramiento alguno, ¿pero acaso no se lo merecía? Eran preguntas cómo aquella las que carcomían la mente de la mujer, que apoyada junto a la puerta se esforzaba para repasar mentalmente las órdenes que se le habían entregado en aquella ocasión. Colaborar y, al mismo tiempo, vigilar y controlar al hombre al que esperaba en aquella taberna. Sólo sabía su nombre, Aidan Lutz, su rango de soldado raso y poco más. Pero su informe le había indicado que le reconocería nada más verle. Por otro lado, la soldado Kozlov desconocía cualquier otra característica de aquel individuo, salvo el hecho de que debía tener a los de arriba bastante preocupados y cabreados cómo para asignarle a ella cómo compañera y supervisora a escondidas. Tener que recurrir a un marine de carácter difícil para controlar a otro demostraba que la opinión de algunos superiores respecto al tal Aidan no tenía ni un ápice de buena.
A los pocos minutos de esperar y de jugar con la moneda que siempre llevaba consigo, la soldado atisbó una silueta a lo lejos. Y entonces supo que la notificación de su misión no había errado cuando le habían afirmado que reconocería a aquel hombre a simple vista. Se trataba de una figura enorme, imponente y vestida completamente con ropas oscuras. - Discreto, cuanto menos... - susurró de forma sarcástica, para sí misma y sin que nadie la oyera, cuando le vio a la lejanía. Ahora que tenía a su hombre en el punto de mira, sólo necesitaba esperar hasta que este llegara hasta la taberna y, entonces, presentarse cómo le habían indicado. Y aunque fuera sólo por el momento, tenía intención de seguir las instrucciones que había recibido.
Mei Haiba
Hoja de personaje
Nivel:
(41/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Aidan Lutz Mar Dic 08, 2015 4:19 pm
Los pasos de Aidan resonaban sobre el asfaltado suelo de una de las calles principales de Loguetown. Cualquiera que le viera en ese preciso momento podría notar su rostro sumamente enfadado con todo lo acontecido unos minutos atrás. Ya no era una simple misión, sino un asunto personal, ellos había terminado con la vida de su querida hermana pequeña y debían pagar por ello. El tacón de sus botas de cuero negro iba dejando una pequeña muesca en todas las baldosas que este pisaba, lo que denotaba la fuerza que ejercía con su piernas. Cuando llegó a la puerta de la taberna no pudo evitar fijarse en una figura femenina que aguardaba a la puerta de la misma. Tenía una increíble presencia, medía algo más de metro ochenta y era... bastante sexy. Aiden la observó de arriba a abajo, sin reparos, sin pudores. No tenía ningún miedo de las palabras que una mujer como ella pudiera soltar por su boca. Clavó su mirada en los ojos de la rubia y sonrió a la vez que hacía un movimiento de cordialidad agachando su gorra.
—Con su permiso, señorita. —Y tras esa educada expresión decidió abrir las puertas de la taberna. Esas puertas de madera al más puro estilo Far West. Se acercó hasta uno de los taburetes que había en frente de la barra y se sentó en él. Chascó dos de los dedos de su mano derecha para llamar al camarero que se encargaba de cuidar ese antro que, para su fortuna, no tardó demasiado en acercarse.
—¿Qué desea, señor? —Preguntó el camarero con la máxima educación posible.
—Sírvame una buena jarra de sake, la jornada de hoy ha sido especialmente dura. —Respondió.
Aidan comenzaba a ser reconocido entre los vecinos de la tranquila ciudad de Loguetown. Muchos le tachaban de un completo nazi que únicamente quería exterminar a todos aquellos seres que no perteneciesen a la nobleza. Otros lo consideraban un psicópata que únicamente quería ver el color de la sangre fluir por el cuerpo de sus oponentes. Realmente no se alejaban demasiado de la realidad, pero la mentalidad del moreno iba mucho más allá de eso.
Agarró la jarra con su mano derecha y suspiró para después dar un enorme trago. Dejó el sake por la mitad del recipiente y miró a su alrededor. No tardó en darse cuenta que muchos de los clientes allí sentados le estaban mirando con las más extravagantes caras. Algunos estaban temblorosos, otros únicamente distantes, pero la gran mayoría temía por la siguiente palabra que "El Kaiser" pudiera soltar por su boca. Aidan sonrió y levantó la mirada para no observar a nadie en especial mientras soltaba una enorme carcajada.
—No debéis temer sino estáis involucrados con el señor Marco Giovanni. —Comentó en alto expectante de lo que ocurriera a su alrededor. Pegó otro trago y vació completamente la jarra, sí, en efecto, era una maldito adicto al alcohol, posiblemente esa fuera una de sus mayores debilidades. —Bueno, realmente espero que no lo estéis, tanto por vuestro bien, como por el de vuestras familias. —Su risa consiguió hacer temblar las paredes del establecimiento. —¡Sírvame otra, camarero!
—Con su permiso, señorita. —Y tras esa educada expresión decidió abrir las puertas de la taberna. Esas puertas de madera al más puro estilo Far West. Se acercó hasta uno de los taburetes que había en frente de la barra y se sentó en él. Chascó dos de los dedos de su mano derecha para llamar al camarero que se encargaba de cuidar ese antro que, para su fortuna, no tardó demasiado en acercarse.
—¿Qué desea, señor? —Preguntó el camarero con la máxima educación posible.
—Sírvame una buena jarra de sake, la jornada de hoy ha sido especialmente dura. —Respondió.
Aidan comenzaba a ser reconocido entre los vecinos de la tranquila ciudad de Loguetown. Muchos le tachaban de un completo nazi que únicamente quería exterminar a todos aquellos seres que no perteneciesen a la nobleza. Otros lo consideraban un psicópata que únicamente quería ver el color de la sangre fluir por el cuerpo de sus oponentes. Realmente no se alejaban demasiado de la realidad, pero la mentalidad del moreno iba mucho más allá de eso.
Agarró la jarra con su mano derecha y suspiró para después dar un enorme trago. Dejó el sake por la mitad del recipiente y miró a su alrededor. No tardó en darse cuenta que muchos de los clientes allí sentados le estaban mirando con las más extravagantes caras. Algunos estaban temblorosos, otros únicamente distantes, pero la gran mayoría temía por la siguiente palabra que "El Kaiser" pudiera soltar por su boca. Aidan sonrió y levantó la mirada para no observar a nadie en especial mientras soltaba una enorme carcajada.
—No debéis temer sino estáis involucrados con el señor Marco Giovanni. —Comentó en alto expectante de lo que ocurriera a su alrededor. Pegó otro trago y vació completamente la jarra, sí, en efecto, era una maldito adicto al alcohol, posiblemente esa fuera una de sus mayores debilidades. —Bueno, realmente espero que no lo estéis, tanto por vuestro bien, como por el de vuestras familias. —Su risa consiguió hacer temblar las paredes del establecimiento. —¡Sírvame otra, camarero!
Aidan Lutz
Hoja de personaje
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(1/100)
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Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Mei Haiba Miér Dic 09, 2015 9:38 am
El hombre no detuvo su paso en ningún momento y con la enorme longitud de sus piernas no tardó apenas unos segundos en recorrer todo el terreno que le separaba de la puerta de la taberna cuando la marine le había echado el ojo a primera vista. Y lo cierto era que su mirada, bien disimulada bajo la visera baja de su gorra, había investigado detenidamente a aquel sujeto. Apenas pudo observar rasgos físicos y de comportamiento, pero ya eran más de lo que tenía antes de verle. Si algo quedaba claro a simple vista es que era alto, muy alto, demasiado para pasar desapercibido aunque fuera algo que parecía no haberse propuesto su indumentaria no era sino un grito que obligaba a mirarle, aunque fuera de reojo, a cualquiera que se le cruzara. Y sus pasos, furiosos, picando el pavimento con la suela de la bota tampoco ayudaban, aunque aquello parecía provocado por la misma aura de furia que le envolvía. Todo él parecía un nervio, una bomba de relojería a punto de explotar. Ahí era dónde la Marina había requerido sus servicios. Para eso, creía, estaba allí.
Finalmente los alargados y fuertes pasos del hombre lo llevaron hasta la puerta del local, se le veía dispuesto a entrar pero antes de hacerlo, se detuvo para mirar de arriba a abajo a la soldado sin el más mínimo reparo ni disimulo, para finalmente soltar una leve cortesía y entrar. Deka sabía que ese era el momento en el que debía presentarse y detenerle, pero no lo hizo. Ni siquiera un ademán cómo estirar el brazo o alzar la voz, nada. Desde el momento en el que pudo verle de cerca, supo que dejar hacer a aquel tal Aidan aunque fuera sólo por unos minutos era un plan mucho más divertido que cortar la diversión de raíz. Así que al pasar unos segundos tras la entrada del hombre, ella hizo lo propio y cruzó el umbral de la puerta, tomando asiento discretamente en una de las mesas más alejadas pero desde dónde tenía una visión clara del hombre que, sentado en la barra, hablaba con el camarero. La joven de cabellos rubios rió cuando, tras beber un poco de lo que le había traído el camarero de la taberna, seguramente licor, el enorme soldado lanzó una amenaza general a todos los presentes en aquel lugar. A más de uno se le erizaron los pelos de la espalda cuando le oyeron. Marco Giovanni era un nombre tabú en ese lugar, era de lo poco que había aprendido durante el leve servicio que llevaba prestado en aquella isla, un dato que su compañero parecía o desconocer o ignorar. Su mente jugueteó con cual de aquellas dos posibilidades sería la cierta, mientras se levantaba de la mesa y se dirigía hacia la barra. Los tacones de sus botas resonaron en el suelo de madera del local por lo que aquel hombre no debió sorprenderse cuando la mujer se sentó a su lado y ordenó una jarra de cerveza para ella. - Bebiendo en tiempo de servicio y, además, lanzando amenazas en público... - murmuró la joven, con tono ciertamente burlón, lo suficientemente fuerte cómo para que únicamente Aidan pudiera oírla. - Seguro que tú y los jefes os lleváis de maravilla. - detuvo sus palabras cuando finalmente le entregaron su jarra, a la que dio un largo trago tras el cuál prosiguió. - No creí que conocería a alguien que les sacara más de quicio de lo que yo lo he hago. - sus palabras estaban cargadas de burla, sí. Pero no iban directas a por aquel hombre. Era simplemente un humor mordaz, ácido, acentuado por el trato distante del que la mujer solía hacer gala. - Soldado Kozlov, Deka Kozlov. - se presentó, finalmente, sin ofrecer la mano ni dirigir la mirada a su interlocutor. Por el contrario, tomó su bebida y volvió a beber, dejando que el alcohol bajara lentamente por su garganta.
Finalmente los alargados y fuertes pasos del hombre lo llevaron hasta la puerta del local, se le veía dispuesto a entrar pero antes de hacerlo, se detuvo para mirar de arriba a abajo a la soldado sin el más mínimo reparo ni disimulo, para finalmente soltar una leve cortesía y entrar. Deka sabía que ese era el momento en el que debía presentarse y detenerle, pero no lo hizo. Ni siquiera un ademán cómo estirar el brazo o alzar la voz, nada. Desde el momento en el que pudo verle de cerca, supo que dejar hacer a aquel tal Aidan aunque fuera sólo por unos minutos era un plan mucho más divertido que cortar la diversión de raíz. Así que al pasar unos segundos tras la entrada del hombre, ella hizo lo propio y cruzó el umbral de la puerta, tomando asiento discretamente en una de las mesas más alejadas pero desde dónde tenía una visión clara del hombre que, sentado en la barra, hablaba con el camarero. La joven de cabellos rubios rió cuando, tras beber un poco de lo que le había traído el camarero de la taberna, seguramente licor, el enorme soldado lanzó una amenaza general a todos los presentes en aquel lugar. A más de uno se le erizaron los pelos de la espalda cuando le oyeron. Marco Giovanni era un nombre tabú en ese lugar, era de lo poco que había aprendido durante el leve servicio que llevaba prestado en aquella isla, un dato que su compañero parecía o desconocer o ignorar. Su mente jugueteó con cual de aquellas dos posibilidades sería la cierta, mientras se levantaba de la mesa y se dirigía hacia la barra. Los tacones de sus botas resonaron en el suelo de madera del local por lo que aquel hombre no debió sorprenderse cuando la mujer se sentó a su lado y ordenó una jarra de cerveza para ella. - Bebiendo en tiempo de servicio y, además, lanzando amenazas en público... - murmuró la joven, con tono ciertamente burlón, lo suficientemente fuerte cómo para que únicamente Aidan pudiera oírla. - Seguro que tú y los jefes os lleváis de maravilla. - detuvo sus palabras cuando finalmente le entregaron su jarra, a la que dio un largo trago tras el cuál prosiguió. - No creí que conocería a alguien que les sacara más de quicio de lo que yo lo he hago. - sus palabras estaban cargadas de burla, sí. Pero no iban directas a por aquel hombre. Era simplemente un humor mordaz, ácido, acentuado por el trato distante del que la mujer solía hacer gala. - Soldado Kozlov, Deka Kozlov. - se presentó, finalmente, sin ofrecer la mano ni dirigir la mirada a su interlocutor. Por el contrario, tomó su bebida y volvió a beber, dejando que el alcohol bajara lentamente por su garganta.
Mei Haiba
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Creado por Aidan Lutz Miér Dic 09, 2015 4:24 pm
La grave voz del moreno se había atenuado lentamente en el antro. Muchos aún seguían con la piel de gallina y los pelos de punta por las acusaciones que el marine había realizado. Afortunadamente había terminado su turno de trabajo hacía unos minutos con la paliza a aquel tipo que parecía ser uno de los secuaces de la mafia. Con su mano derecha pudo agarrar la nueva jarra de sake que el camarero le había servido en un abrir y cerrar de ojos. Suspiró y pegó un trago, esta vez mucho menor, quería disfrutar de cada una de las jugosas gotas de ese licor pasando por su garganta. Giró su cabeza y observó a todo el público que escuchaba sus palabras, sonrió ligeramente y se fijó en una figura que se había posicionado en las mesas del fondo. Se trataba de la misma mujer que había en la puerta de la taberna, había entrado sin hacer el más mínimo ruido, lo que sorprendió a Aidan. Sus tacones comenzaron a avanzar hacia la barra, su figura se contoneaba sensualmente, o al menos así era para los ojos de "El Kaiser". De nuevo la dio un vistazo rápido, de abajo hacia arriba esta vez y volvió a sonreír. Escuchó con calma todas y cada una de las palabras que la rubia soltó y comenzó a reírse a carcajada suelta.
—Para su información, señorita Kozlov, mi turno ha terminado hace algo más de cinco minutos. —Tornó su cabeza para observar los ojos de su acompañante. Eran realmente bonitos y llamativos, no todos los días se veían unos iris violáceos. —Aunque le perdonaré su error por sus hermosos ojos violáceos. —En ese momento retornó la mirada hacia su bebida obsevando como las ondas se expandían a lo largo del interior del recipiente. —Yo soy Aidan Lutz, o como me conocen por aquí, "El Kaiser". —Su presentación fue breve y concisa, por el momento prefería precisar la menor información posible. —Me gustaría saber qué hace una soldado reprochando la actitud a un tipo de su mismo rango. Y, además, saber por qué gozamos de una nueva presencia en este suburbio. —En efecto, quería saber algo más de información sobre la fría rubia que se había entrometido en su camino.
—¡Camarero, ésta la pago yo! —Gritó mientras el camarero servía la cerveza a la marine. Le dio sus respectivos berries por las tres bebidas consumidas hasta el momento y volvió a voltear la cabeza. —Parece mentira que la única que se atreva a interrumpirme sea una mujer, me muero de vergüenza por todos los hombres de este antro. —Soltó con asco. Socialmente era un indeseable y lo mostraba a cada rato, su actitud superior le hacía parecer mucho más de lo que realmente era.
—Para su información, señorita Kozlov, mi turno ha terminado hace algo más de cinco minutos. —Tornó su cabeza para observar los ojos de su acompañante. Eran realmente bonitos y llamativos, no todos los días se veían unos iris violáceos. —Aunque le perdonaré su error por sus hermosos ojos violáceos. —En ese momento retornó la mirada hacia su bebida obsevando como las ondas se expandían a lo largo del interior del recipiente. —Yo soy Aidan Lutz, o como me conocen por aquí, "El Kaiser". —Su presentación fue breve y concisa, por el momento prefería precisar la menor información posible. —Me gustaría saber qué hace una soldado reprochando la actitud a un tipo de su mismo rango. Y, además, saber por qué gozamos de una nueva presencia en este suburbio. —En efecto, quería saber algo más de información sobre la fría rubia que se había entrometido en su camino.
—¡Camarero, ésta la pago yo! —Gritó mientras el camarero servía la cerveza a la marine. Le dio sus respectivos berries por las tres bebidas consumidas hasta el momento y volvió a voltear la cabeza. —Parece mentira que la única que se atreva a interrumpirme sea una mujer, me muero de vergüenza por todos los hombres de este antro. —Soltó con asco. Socialmente era un indeseable y lo mostraba a cada rato, su actitud superior le hacía parecer mucho más de lo que realmente era.
Aidan Lutz
Hoja de personaje
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Creado por Mei Haiba Jue Dic 10, 2015 10:10 am
Decir que las carcajadas y la reacción del hombre en general la tomaron por sorpresa sería no ser fieles a la realidad. Deka ya daba más que por supuesto que aquel individuo no era precisamente un santurrón que se dejaría amedrentar por su pequeño reproche y su tono medio sarcástico. Para nada, Aidan Lutz no tardó en demostrar que tenía una lengua tan viperina y un vocabulario tan mordaz cómo el de su interlocutora, que ni tan sólo se digno a dirigirle la mirada ni siquiera durante un sólo segundo de la conversación. Sus ojos violáceos, a los que aquel hombre había hecho referencia, permanecían fijos hacia adelante, más centrados en el movimiento que había en y detrás la barra que en la persona con la que estaba hablando, que además hacía gala de un confuso y contradictorio discurso, al mismo tiempo reprochaba el comentario que la rubia había hecho sobre su actitud para, inmediatamente después, pagarle la bebida y lanzar un cumplido ya fuera por el color de sus ojos o por su valentía.
Cuando las palabras de aquel hombre cesaron finalmente, la mujer colocó los hombros sobre la barra, dejó su bebido sobre esta y volteó ligeramente la cabeza hacia la derecha, hacia el hombre que tenía al lado. No cruzó miradas con él en ningún momento, simplemente clavó sus ojos en él, recorriendo con la mirada el extravagante vestuario del que hacía gala. Sin embargo, se mordió la lengua y se abstuvo de hacer ningún comentario al respecto, al fin y al cabo ella misma se había metido en problemas varias veces por no llevar el uniforme marine reglamentario. - "El Kaiser"... - murmuró, repitiendo el apodo mentalmente varias veces, intentando recordar si lo había oído con anterioridad aunque estaba convencida de no haberlo hecho. - Un apodo muy grandilocuente para un soldado que se pone a la defensiva a las primeras de turno. - su tono no fue mordaz, no estuvo cargado del más mínimo tono ofensivo. Según su conciencia, ella simplemente acababa de exponer un hecho que había quedado más que patente. Su respuesta había sido esclarecedora, pues pese a saber que la Soldado Kozlov estaba en su mismo rango había reaccionado de manera muy defensiva, pidiéndole explicaciones de todo tipo. Cómo si tuviera que darle alguna... - Usted mismo lo ha dicho, Señor Lutz, estamos fuera de servicio. ¿Que más podría traernos a este lugar sino el puro ocio? - preguntó con cierto sarcasmo, señalando las bebidas que ambos tenían. - Y en caso de que no fuera así y alguno de los dos estuviera persiguiendo algún objetivo... ¿no tenemos ambos el mismo rango? Me temo que no podemos pedirnos explicaciones el uno al otro. - sentenció, encogiéndose de hombros mientras estiraba su mano izquierda en busca de su jarra, que agarró y se llevó a los labios de nuevo. - Una lástima ciertamente, parece usted un hombre con secretos, "Kaiser". - finalizó, para acto seguido girar completamente su cuerpo en dirección a su interlocutor entrecruzando las piernas a la altura de la rodilla y sosteniendo su bebida en la mano. Frente a frente, finalmente buscó cruzar miradas con él dejando que una ligera sonrisa se esbozara en su rostro. Era consciente de que se había desviado enormemente de lo que sus jefes querían cuando le habían asignado el trabajo, pero por el momento lo estaba cumpliendo. Estaba junto con el objetivo y le estaba vigilando... a su manera.
Cuando las palabras de aquel hombre cesaron finalmente, la mujer colocó los hombros sobre la barra, dejó su bebido sobre esta y volteó ligeramente la cabeza hacia la derecha, hacia el hombre que tenía al lado. No cruzó miradas con él en ningún momento, simplemente clavó sus ojos en él, recorriendo con la mirada el extravagante vestuario del que hacía gala. Sin embargo, se mordió la lengua y se abstuvo de hacer ningún comentario al respecto, al fin y al cabo ella misma se había metido en problemas varias veces por no llevar el uniforme marine reglamentario. - "El Kaiser"... - murmuró, repitiendo el apodo mentalmente varias veces, intentando recordar si lo había oído con anterioridad aunque estaba convencida de no haberlo hecho. - Un apodo muy grandilocuente para un soldado que se pone a la defensiva a las primeras de turno. - su tono no fue mordaz, no estuvo cargado del más mínimo tono ofensivo. Según su conciencia, ella simplemente acababa de exponer un hecho que había quedado más que patente. Su respuesta había sido esclarecedora, pues pese a saber que la Soldado Kozlov estaba en su mismo rango había reaccionado de manera muy defensiva, pidiéndole explicaciones de todo tipo. Cómo si tuviera que darle alguna... - Usted mismo lo ha dicho, Señor Lutz, estamos fuera de servicio. ¿Que más podría traernos a este lugar sino el puro ocio? - preguntó con cierto sarcasmo, señalando las bebidas que ambos tenían. - Y en caso de que no fuera así y alguno de los dos estuviera persiguiendo algún objetivo... ¿no tenemos ambos el mismo rango? Me temo que no podemos pedirnos explicaciones el uno al otro. - sentenció, encogiéndose de hombros mientras estiraba su mano izquierda en busca de su jarra, que agarró y se llevó a los labios de nuevo. - Una lástima ciertamente, parece usted un hombre con secretos, "Kaiser". - finalizó, para acto seguido girar completamente su cuerpo en dirección a su interlocutor entrecruzando las piernas a la altura de la rodilla y sosteniendo su bebida en la mano. Frente a frente, finalmente buscó cruzar miradas con él dejando que una ligera sonrisa se esbozara en su rostro. Era consciente de que se había desviado enormemente de lo que sus jefes querían cuando le habían asignado el trabajo, pero por el momento lo estaba cumpliendo. Estaba junto con el objetivo y le estaba vigilando... a su manera.
Mei Haiba
Hoja de personaje
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Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Aidan Lutz Jue Dic 10, 2015 4:24 pm
Deka Kozlov sabía de que trataba ese juego y movía perfectamente sus fichas. Ninguno de los dos quería procurar la más mínima información al otro, parecían un par de críos enfadados luchando por una piruleta. Aidan no entendía el porqué su compañera no quería mirarle ni lo más mínimo, él se consideraba un tipo bastante atractivo que no tenía nada que envidiar a los mejores modelos del mundo, pero quizá su ego fuera demasiado exagerado. La soldado susurró el apodo con el que conocían al moreno en Loguetown. "El Kaiser", un sobrenombre un tanto peculiar que venía dado por sus constantes actos semidelictivos y su lengua venenosa. Además, la mayoría de lo habitantes de esa isla ya solo temblaban con ver la figura del espadachín. Sin embargo, sus jefes no podían reprocharle nada, estaba cumpliendo con cada uno de los trabajos que le encomendaban además de dedicarse a sus propios problemas. Tras escuchar las palabras que la rubia soltó con desparpajo por su boca, no pudo evitar esbozar una sonrisa y soltar una enorme carcajada consiguiendo que temblaran los cimientos del establecimiento en el que se encontraban.
—Cualquiera que te escuchara podría pensar que en vez de querer entablar una conversación conmigo quieres acabar en la cama del Kaiser. —Soltó una pequeña carcajada tras sus palabras. —Aunque seas realmente hermosa no deseo nada con una tipa que no conozco de nada, luego queréis amor y caricias y la vida no funciona así, niña. —Sus palabras podrían parecer locas pero tras de ellas había un significado y un porqué. —No hace falta que me des explicaciones, en realidad me importa más bien poco lo que hagas con tu vida sino es acabar en mi cuarto. —Pegó un trago a su bebida y esbozó otra sonrisa cuando vio que su compañera había decidido girarse para admirar sus más que perfectas vestimentas. —Y por cierto, no soy un hombre de secretos, simplemente soy un tipo conservador que no se vende por una chica guapa. —Terminó. Giró su cabeza para admirar a toda la gente que estaba en la taberna mirando admirados a los dos marines que hablaban con todo el desparpajo del mundo, quizá en su vida habían visto a Aidan comportarse de esa manera aunque para él fuera un clásico.
—Ahora en serio... —Retomó la compostura posando su mirada en los ojos de su acompañante. —¿Necesita algún tipo de ayuda, señorita Kozlov? Siendo nueva en esta isla quizá esté algo perdida y deba enseñarle la ciudad. —A la vez que soltaba esas palabras guiñó un ojo a la rubia. Su propósito era marcharse del antro en el que ambos estaban reunidos expuestos a los oídos de un enorme público. Quizá Aidan no respetaba la mayor parte de las reglas de la Marina, aunque más bien no las conocía, pero el secretismo lo llevaba más que pegado a su piel.
—Cualquiera que te escuchara podría pensar que en vez de querer entablar una conversación conmigo quieres acabar en la cama del Kaiser. —Soltó una pequeña carcajada tras sus palabras. —Aunque seas realmente hermosa no deseo nada con una tipa que no conozco de nada, luego queréis amor y caricias y la vida no funciona así, niña. —Sus palabras podrían parecer locas pero tras de ellas había un significado y un porqué. —No hace falta que me des explicaciones, en realidad me importa más bien poco lo que hagas con tu vida sino es acabar en mi cuarto. —Pegó un trago a su bebida y esbozó otra sonrisa cuando vio que su compañera había decidido girarse para admirar sus más que perfectas vestimentas. —Y por cierto, no soy un hombre de secretos, simplemente soy un tipo conservador que no se vende por una chica guapa. —Terminó. Giró su cabeza para admirar a toda la gente que estaba en la taberna mirando admirados a los dos marines que hablaban con todo el desparpajo del mundo, quizá en su vida habían visto a Aidan comportarse de esa manera aunque para él fuera un clásico.
—Ahora en serio... —Retomó la compostura posando su mirada en los ojos de su acompañante. —¿Necesita algún tipo de ayuda, señorita Kozlov? Siendo nueva en esta isla quizá esté algo perdida y deba enseñarle la ciudad. —A la vez que soltaba esas palabras guiñó un ojo a la rubia. Su propósito era marcharse del antro en el que ambos estaban reunidos expuestos a los oídos de un enorme público. Quizá Aidan no respetaba la mayor parte de las reglas de la Marina, aunque más bien no las conocía, pero el secretismo lo llevaba más que pegado a su piel.
Aidan Lutz
Hoja de personaje
Nivel:
(1/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por Mei Haiba Sáb Dic 12, 2015 9:33 am
Le había llamado "un hombre con secretos" pero, aunque fuera probablemente cierto, la realidad era que Aidan Lutz le pareció cómo leer un libro abierto. Cualquiera que prestara atención a los detalles como la Soldado Kozlov se podría haber dado cuenta. Todo su actitud se movía alrededor de la imperante arrogancia con la que se expresaba y, sobretodo, la sensación de superioridad moral en la que se envolvía a sí mismo. Su propio apodo era un resumen perfecto de la conclusión que había sacado... Aidan Lutz un "Kaiser" en su mente, un soldado raso en la vida real... por el momento, pues del mismo modo en que su arrogancia era más que presente, también lo era una ambición sin igual. No le cabía duda de que estaba ante un hombre que no se detendría ante nada y nadie para conseguir cuales fueran los objetivos que se había propuesto. Por eso la Marina le consideraba un peligro, por eso sus jefes no tenían reparo alguno en tenerle vigilado y por eso Deka estaba convencida de que si el destino no le jugaba malas pasadas, aquel hombre tenía planes grandiosos.
Pero todas las palabras, consejos, comentarios que su mente había almacenado se perdieron en el limbo de lo que uno piensa y jamás expresa. La soldado simplemente rió, a carcajada pura, del mismo modo que había hecho su interlocutor segundos atrás. No era una imitación satírica, no había nada de burla en ello. Reía por la gracia que le habían provocado los atrevidos comentarios de su acompañante. Comentarios que, de ser tan sinceros cómo parecían, no hacían sino demostrar su creencia de que tenía el ego muy subido. - Lo siento señor Lutz, se equivoca en eso. - respondió, teniendo todavía problemas para no soltar una risa de nuevo. - Me apeana decepcionarle, pero me temo que no es de mi tipo, aunque no se preocupe, seguro que alguna damisela algún día le encontrará atractivo a usted y a su mentalidad "conservadora". - sentenció, dando por zanjado aquel curioso aparte que había tenido su conversación en el que ambos se habían demostrado el uno al otro tener lengua viperina... y poco más.
La joven dio un largo trago para finiquitar la cerveza mientras Aidan se encargaba de dirigir la conversación hacia un ámbito aparentemente más serio y formal. El hecho de estar bebiendo hizo que no pudiera ver el guiño de ojos que le había hecho su interlocutor, pero tampoco le hacía falta. Ya había notado en sus palabras que aquel hombre la estaba invitando a irse del lugar. Demasiados ojos mirando y oídos escuchando, supuso. - ¿Ayuda? - preguntó retóricamente, dirigiendo su mirada hacia los ojos del hombre que tenía sentado a su lado. - Llevo poco tiempo aquí, sí, pero me las apaño bastante bien. - sus palabras eran sinceras, mientras que su tono más serio y calmado denotaba que sabía que la conversación había cambiado. - Aunque, bueno. Si es tan amable de acompañarme a dar una vuelta por la ciudad, se lo agradecería. Quizás se sorprendería de la cantidad de cosas que uno puede descubrir durante uno de esos paseos. - dijo para, acto seguido, levantarse en dirección a la puerta, dónde se acomodó la gorra y salió al exterior, esperando que Aidan hiciera lo propio.
Pero todas las palabras, consejos, comentarios que su mente había almacenado se perdieron en el limbo de lo que uno piensa y jamás expresa. La soldado simplemente rió, a carcajada pura, del mismo modo que había hecho su interlocutor segundos atrás. No era una imitación satírica, no había nada de burla en ello. Reía por la gracia que le habían provocado los atrevidos comentarios de su acompañante. Comentarios que, de ser tan sinceros cómo parecían, no hacían sino demostrar su creencia de que tenía el ego muy subido. - Lo siento señor Lutz, se equivoca en eso. - respondió, teniendo todavía problemas para no soltar una risa de nuevo. - Me apeana decepcionarle, pero me temo que no es de mi tipo, aunque no se preocupe, seguro que alguna damisela algún día le encontrará atractivo a usted y a su mentalidad "conservadora". - sentenció, dando por zanjado aquel curioso aparte que había tenido su conversación en el que ambos se habían demostrado el uno al otro tener lengua viperina... y poco más.
La joven dio un largo trago para finiquitar la cerveza mientras Aidan se encargaba de dirigir la conversación hacia un ámbito aparentemente más serio y formal. El hecho de estar bebiendo hizo que no pudiera ver el guiño de ojos que le había hecho su interlocutor, pero tampoco le hacía falta. Ya había notado en sus palabras que aquel hombre la estaba invitando a irse del lugar. Demasiados ojos mirando y oídos escuchando, supuso. - ¿Ayuda? - preguntó retóricamente, dirigiendo su mirada hacia los ojos del hombre que tenía sentado a su lado. - Llevo poco tiempo aquí, sí, pero me las apaño bastante bien. - sus palabras eran sinceras, mientras que su tono más serio y calmado denotaba que sabía que la conversación había cambiado. - Aunque, bueno. Si es tan amable de acompañarme a dar una vuelta por la ciudad, se lo agradecería. Quizás se sorprendería de la cantidad de cosas que uno puede descubrir durante uno de esos paseos. - dijo para, acto seguido, levantarse en dirección a la puerta, dónde se acomodó la gorra y salió al exterior, esperando que Aidan hiciera lo propio.
Mei Haiba
Hoja de personaje
Nivel:
(41/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Aidan Lutz Dom Dic 13, 2015 5:10 am
La taberna se había convertido en un tablero de ajedrez y las fichas iban cayendo poco a poco. El respeto inicial que habían tenido el uno sobre el otro se estaba esfumando mientras iba transcurriendo la conversación. Aidan le había lanzado un par de piropos a la rubia intentando ponerla nerviosa pero no lo había conseguido. Escuchó la respuesta que la soldado había dado a sus preguntas y proposiciones mientras tomaba con velocidad todo el licor que había dentro de su jarra. Tardó apenas unos segundos en acabarse el sake y lo depositó sobre la mesa esbozando una enorme sonrisa. En esa ocasión era sincera, aquella mujer le había agradado, era terca e impetuosa, pero fuerte y tenaz, una mezcla muy parecida a la que formaba al moreno.
—Vaya... que decepción. —Sus ojos se clavaron en la blanquecina piel de su acompañante, como si la estuviera analizando minuciosamente. —Supongo que no eres una chica fácil, y eso me gusta. —Soltó una pequeña carcajada y se levantó del taburete en el que estaba sentado. —Nunca está mal aprender un poco de aquellos que llevan más tiempo en la isla, señorita Kozlov. —Volvió a esbozar una sonrisa, esta vez de superioridad, como si estuviera dándole una lección moral a su acompañante. —Si es tan amable... —Antes de que Deka pudiera salir, se encargó de abrirle la puerta, como un buen caballero. —Señores. —Agarró el pico de su gorra y la agachó ligeramente despidiéndose de todos aquellos que aguardaban en el interior de la taberna. Por fin iba a poder tener una conversación con aquella misteriosa mujer.
Se colocó a su lado y la miró desde su superior altura.
—¿Has podido contemplar la plataforma de ejecución de Gol D. Roger? Es uno de los monumentos más famosos de esta isla. —Aunque estaba claro que lo sabría, prefería ser lo más educado posible con ella. —Si no es así podemos visitarlo tranquilamente. —Soltó comenzando a caminar hacia la plataforma. —Sígueme, por favor. —Con su cabeza hizo un gesto indicándole el camino que ambos debían recorrer.
—Bueno, soldado Deka Kozlov. —Intentó llamar la atención de la rubia. —¿Cuál es su labor en esta isla? Quizá pudiera ayudarle. —No dejaba de clavar su mirada en el rostro de la muchacha. —No es muy normal que nuestros superiores envíen a una soldado como usted a una isla como esta... Normalmente aquí solo envían a la carroña del East Blue de la que quieren deshacerse y solo sirve para luchar. —Para la Marina, Loguetown era la isla más importante del East Blue ya que desde ella todos los piratas accedían al Grand Line. Suponían que colocando un tapón con los marines más tercos y duros podrían frenar la gran oleada que se les venía encima. —Ahora que estamos algo más en confianza. hábleme de usted. —Terminó con una voz seria pero a la vez confiable.
—Vaya... que decepción. —Sus ojos se clavaron en la blanquecina piel de su acompañante, como si la estuviera analizando minuciosamente. —Supongo que no eres una chica fácil, y eso me gusta. —Soltó una pequeña carcajada y se levantó del taburete en el que estaba sentado. —Nunca está mal aprender un poco de aquellos que llevan más tiempo en la isla, señorita Kozlov. —Volvió a esbozar una sonrisa, esta vez de superioridad, como si estuviera dándole una lección moral a su acompañante. —Si es tan amable... —Antes de que Deka pudiera salir, se encargó de abrirle la puerta, como un buen caballero. —Señores. —Agarró el pico de su gorra y la agachó ligeramente despidiéndose de todos aquellos que aguardaban en el interior de la taberna. Por fin iba a poder tener una conversación con aquella misteriosa mujer.
Se colocó a su lado y la miró desde su superior altura.
—¿Has podido contemplar la plataforma de ejecución de Gol D. Roger? Es uno de los monumentos más famosos de esta isla. —Aunque estaba claro que lo sabría, prefería ser lo más educado posible con ella. —Si no es así podemos visitarlo tranquilamente. —Soltó comenzando a caminar hacia la plataforma. —Sígueme, por favor. —Con su cabeza hizo un gesto indicándole el camino que ambos debían recorrer.
—Bueno, soldado Deka Kozlov. —Intentó llamar la atención de la rubia. —¿Cuál es su labor en esta isla? Quizá pudiera ayudarle. —No dejaba de clavar su mirada en el rostro de la muchacha. —No es muy normal que nuestros superiores envíen a una soldado como usted a una isla como esta... Normalmente aquí solo envían a la carroña del East Blue de la que quieren deshacerse y solo sirve para luchar. —Para la Marina, Loguetown era la isla más importante del East Blue ya que desde ella todos los piratas accedían al Grand Line. Suponían que colocando un tapón con los marines más tercos y duros podrían frenar la gran oleada que se les venía encima. —Ahora que estamos algo más en confianza. hábleme de usted. —Terminó con una voz seria pero a la vez confiable.
Aidan Lutz
Hoja de personaje
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Creado por Mei Haiba Dom Dic 13, 2015 4:35 pm
Ni siquiera tuvo que abrir la puerta con sus propias manos, pues fue Aidan quien se encargó, cómo un buen caballero, me facilitarle la salida a la joven. Aunque hubieran tenido algún pequeño choque ya a aquellas alturas, la verdad era que a Deka la forma de ser de aquel hombre le parecía cuanto menos, entretenida. Aquella extraña mezcla entre caballerosidad e irreverencia, siendo capaz de pasar de un extremo a otro en instantes, le convertían en alguien que le parecía digno de ser observado en su día a día, que seguramente estaría lleno de problemas causados por ese mismo motivo. En cierto modo, tenían un cierto parecido. A la soldado Kozlov le faltaba el toque irreverente, más grosero de Aidan, pero la verdad es que ambos parecían ser especialistas en sacar de quicio a aquellos que entablaran conversaciones con ellos, ya fuera por un motivo o por el otro.
Una vez fuera, esperó a que fuera él quien tomara las riendas de la situación. La idea de salir de "El Trébol de Cuatro Hojas" había sido suya, así que había supuesto que tenía algo un mente, un plan que no tardó en conocer. Un pequeño paseo no le parecía mala idea y aunque ya se hubiera pateado Loguetown entera varias veces, Aidan parecía insistir en ello, por lo que aceptó. - Me parece bien, fue de lo primero que vi al llegar, pero no voy a decirte que no me apetezca pasar por allí de nuevo. - le respondió, empezando a seguir los pasos del joven que con un gesto le señalaba el camino. Realmente ella sabía perfectamente cómo llegar hasta la plaza principal, se había tomado la molestia de dominar el entramado urbano de la ciudad por si se daba el hipotético caso de una persecución, pero tampoco le pareció necesario molestar al moreno con una estupidez cómo aquella por lo que simplemente se dedicó a seguir el paso ligero y de largas zancadas del hombre al que supuestamente "había venido a vigilar".
La pregunta de Aidan la tomó algo por sorpresa. El qué hacía en aquella isla era un tema peliagudo, no hasta el punto de ser tabú, pero si preferiblemente evitable. Había llegado a Loguetown porque su superior en Baterilla se la había querido quitar de encima, ni más ni menos. - Discrepancias con mis superiores en el South Blue me temo. - respondió, suavizando las palabras que le hubiera gustado decir, especialmente aquellas referentes a sus jefes. - También se consideró que "mi carácter fuerte, tendencia a la desobediencia e impulsividad a la hora de capturar objetivos" serían de más utilidad aquí que en Baterilla. - culminó, esbozando una media sonrisa. Seguramente lo que para muchos hubiera sido considerado un castigo, para la soldado Kozlov era una oportunidad. Tal y cómo había dicho Aidan, a Loguetown se enviaba a aquellos marines dispuestos a batir el cobre con tal de capturar a criminales. Pero eso implicaba que en la isla, incluso los soldados rasos tenían mucha más libertad de acción. Una libertad que Deka ansiaba desde hacía tiempo. - Respecto a mí, hay poco que contar, la verdad. Nacida y criada en Baterilla, sin poco más que añadir. - mintió, por supuesto que lo hizo. Pese a que debía admitir que había sido bastante sincera con Aidan hasta el momento, se permitió omitir ciertos sucesos de su pasado de los que prefería no hablar.
Una vez fuera, esperó a que fuera él quien tomara las riendas de la situación. La idea de salir de "El Trébol de Cuatro Hojas" había sido suya, así que había supuesto que tenía algo un mente, un plan que no tardó en conocer. Un pequeño paseo no le parecía mala idea y aunque ya se hubiera pateado Loguetown entera varias veces, Aidan parecía insistir en ello, por lo que aceptó. - Me parece bien, fue de lo primero que vi al llegar, pero no voy a decirte que no me apetezca pasar por allí de nuevo. - le respondió, empezando a seguir los pasos del joven que con un gesto le señalaba el camino. Realmente ella sabía perfectamente cómo llegar hasta la plaza principal, se había tomado la molestia de dominar el entramado urbano de la ciudad por si se daba el hipotético caso de una persecución, pero tampoco le pareció necesario molestar al moreno con una estupidez cómo aquella por lo que simplemente se dedicó a seguir el paso ligero y de largas zancadas del hombre al que supuestamente "había venido a vigilar".
La pregunta de Aidan la tomó algo por sorpresa. El qué hacía en aquella isla era un tema peliagudo, no hasta el punto de ser tabú, pero si preferiblemente evitable. Había llegado a Loguetown porque su superior en Baterilla se la había querido quitar de encima, ni más ni menos. - Discrepancias con mis superiores en el South Blue me temo. - respondió, suavizando las palabras que le hubiera gustado decir, especialmente aquellas referentes a sus jefes. - También se consideró que "mi carácter fuerte, tendencia a la desobediencia e impulsividad a la hora de capturar objetivos" serían de más utilidad aquí que en Baterilla. - culminó, esbozando una media sonrisa. Seguramente lo que para muchos hubiera sido considerado un castigo, para la soldado Kozlov era una oportunidad. Tal y cómo había dicho Aidan, a Loguetown se enviaba a aquellos marines dispuestos a batir el cobre con tal de capturar a criminales. Pero eso implicaba que en la isla, incluso los soldados rasos tenían mucha más libertad de acción. Una libertad que Deka ansiaba desde hacía tiempo. - Respecto a mí, hay poco que contar, la verdad. Nacida y criada en Baterilla, sin poco más que añadir. - mintió, por supuesto que lo hizo. Pese a que debía admitir que había sido bastante sincera con Aidan hasta el momento, se permitió omitir ciertos sucesos de su pasado de los que prefería no hablar.
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