Tres meses pasaron como un ave en las mañanas, nadie se percató de esto pero claro el joven Okita tenía presente ya que se cumplía bastante desde su ida de aquel pintoresco grupo de cazadores, nada normal lo típico. Tampoco es que estuviera demasiado preocupado y ya la marina lo había recibido gustoso en sus filas. Por otra parte estuvo en la masacre de Goa ayudando, tampoco jugó un papel demasiado importante pero sí le dio un poco de estatus para ingresar a la marina sin tener que hacer un papeleo demasiado grande, dentro de sus aventuras en la marina, hasta la fecha había podido conocer a un par de marines y eso le agradaba, no se sentía tan solo, sus alas no eran recortadas e impedían su vuelo apresurado.

Hoy por su parte tenía una misión, de la cual había escuchado por lenguas y que fue recomendado por alguien. El espadachín venía en un barco de la marina para que lo dejase en la isla, ya que estuvo deambulando por los blues. Cuando llegó este solo bajó sus katanas amarradas a su cadera, un pequeño bolso con lo típico para hacer curaciones, un poco de infusiones para los malestares típicos y nada más. Se despidió con los brazos de las reclutas, claro de los hombres también. Al bajar por la escalera sin peldaños bostezó un poco, tenía sueño pero seguro al rato se le iba a pasar. Inició su andar, era lento pero seguro y claro llegó un punto que a lo lejos observó como se reunía un grupo, era el sitio indicado para el comienzo de la aventura.

Tras apurar su paso llegó a las proximidades, notó como ya habían varios marines pero claro igual estaba la chica de cabellos azulados, quien tenía la formula de la vida eterna. Okita se acercó al superior que anotaba a los que iban a ir de misión. Cuando se acercó con el bolígrafo que este anotaba se anoto él mismo. — Okita Souji. Esperando órdenes para cortar cabezas.— Comentó con una sonrisa bastante amplia. Quien registraba le quitó el lápiz con violencia y pasó a decirle que saliera de ahí. El marine Okita lo hizo, siempre con una sonrisa y guiñando un ojo. Luego pasó a acercarse a quien conocía, pero a su lado estaba una mujer con una hacha enorme y un parche, no importó mucho. Se acercó de todas maneras. — ¡Oh! pero sí es la chica de la eterna juventud y una amiga. ¿Vamos a ir juntos a la guerra?— Entonó cómicamente dirigiendo sus orbes primero a la peliazul y luego desviando estas a su compañera. Exhaló una bocanada enorme de aire con sus narices para terminar con las orbes verdosas centrarse en el sol, parecía que hoy podría hacer calor. Era un lindo día para ir a matar perdón, completar una misión.

La mañana había amanecido con calma, perfecta a los ojos de un marine perfecto y no era para menos; el joven Greed se encontraba haciendo buenas acciones, feliz por sus vecinos, hombres de bien que velaban por la seguridad del más joven residente de la posada. - ¿En serio? Si hablas así… algo quieres. ¿Misión? ¿Otra? –preguntaba el elegante y sublime muchacho mientras se despertaba tan bello como se había ido a dormir-. Realmente no era nada como se había descrito, los vecinos lo estaban pasando mal con el marine, era ruin, era cruel, ruidoso y glotón llegando tarde a la madrugada, comiendo a deshoras y creando disturbios todas las noches por razones ilógicas. Era mezquino y robaba la mayoría de comida a sus vecinos, entraba en sus casas sin permiso sustrayendo todo lo que le hiciera falta, electrodomésticos, comida, bebida, ropa, todo. Nada se podía hacer por su situación dejando que el destino fuese cruel al tiempo que los problemas no aparecían. Era hora de trabajar y no era para menos, sobre su escritorio, la mesita de noche se encontraba un papel, una nota de parte del gobierno para el cumplimiento de una misión.

El papel color ámbar se encontraba abierto, posiblemente leído y arrugado dejando así la idea que tenía el marine sobre lo que haría en aquella misión ¿Tan mal le sentía? No, arrugaba todo sin control como si aquello fuese algo habitual en sus actos. Era así, especial, atractivo y especial. Los fin de semana eran aburridos pero aquella misión le había abierto los ojos, tenía que entretenerse y cumplir con lo estipulado, era una orden directa del gobierno ¿Podría negarse? Jamás. Miles de problemas en la noche, hombres borrachos, mujeres borrachas, todo el mundo buscando novios y nadie lo lograban sin alcohol. Pobres almas en desgracia que no tenían la misma suerte que nuestro marine, un hombre así de fuerte, rico como el más y atractivo. – La verdad duele pero cuando es buena… ¡Estoy tope de bueno! –gritó el muchacho caminando a paso lento entre la multitud hasta llegar al lugar de trabajo-. Dentro música. –ordenó mientras el destino le hacía caso proclamando así una canción con marcha, máquina, electrónica más bien mientras simulaba los movimientos con sus pasos, con sus enormes hombros, con sus brazos agitándose al son del ritmo.

Gafas de sol, vestido con un traje ajustado ¿Gafas de sol? – Sí, soy elegante y sublime y las luces de los antros molestan mis ojos. –alegaba respondiendo a las dudas que podían tener los lectores-. Así fue como caminaba despacio apartaba a las personas que se encontraban en medio hasta que sus níveos dientes asombraron por la comisura de sus labios. Esto era el detalle que le hacía verse interesante, perfecto, atractivo y sublime a los ojos de cualquier personas corriente. – Bueno… ¿trabajar? Esto es pasarlo bien. –bailaba al ritmo de la música-. Era como ver una mole de músculo, una bola de carne agitando el cuerpo al paso de la música que salía de aquel antro. Sus pasos le llevaron hasta el barco donde tendría que partir con compañeros desconocidos. Música en su mente, en el ambiente de los lectores, movimientos sensuales de damas por otro creadas en su imaginación ¿Se podría controlar el marine? Tenía que hacerlo, por el bien de la misión, por el bien de la persona que les había hecho llamar. Tenía que trabajar y beber como lo estaba haciendo no sería bueno para el cumplimiento de la misión. ¿Cómo podían fijarse en él? era guapo, fuerte, grande ¿Había algo mejor que un hombre grande guapo, grande y tatuajes? No a los ojos de aquellas pobres chicas. También quedaba el toque personal de Greed, se creía guapo, al creerlo podía hacer pensar que así era.

Su confianza en sí mismo era ciega hasta el punto de parecer estúpido a ojos ajenos. El muchacho disfrutaba de su estancia en aquella cubierta mientras el desfase era lo único que veía. – Greed Goyoku reportándose, listo para la misión. –ejecutó mientras se sentaba en el suelo entrecruzando las piernas-. Tenía que portarse bien, al menos hasta que se hubiese ganado la confianza del resto.

Off-rol: Lo que está escrito en dorado es algo que los pj's no pueden oir, es para los lectores, mi pj rompe la cuarta pared. Lo escrito en naranja ya es diálogo normal. <3