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Creado por Gatsu Blatt Dom Jul 24, 2016 8:20 pm
Hace 8 años
Un barco de la armada revolucionaria había llegado al puerto de la isla que tanto le resentía a ese mismo ejercito, para su bien o mal ellos habían acabado con mucho de lo que antes conformaba la cultura de ese lugar. El objetivo de los revolucionarios que ese día llegaban no era otro más que repasar lo que allí había sucedido. El variopinto grupo se dispersaría, la variedad de edades y razas se hacía notar pero nuestra atención se centra en uno de los más altos. Una figura negra y de aspecto bastante peligroso circulaba sola, una colosal espada salía de la capa que cubría su espada. Una gruesa punta del lado de la pierna izquierda y un agarre bastante desgastado por el hombro derecho. La mirada de brillo rojo asustaba a todo el que le miraba. La luz del sol le hacía parecer un caballero negro, para cualquiera no era una buena señal, no era la típica armadura plateada en la que una damisela podía confiar algún problema y esperar que este le ayudara, aunque no lo pareciera probablemente si era así y tenía un sentido de la justicia bastante aceptable pese a que la mente que residía en ese habitáculo mecánico que lo componía prefería luchar por objetivos mayores antes que breves arreglos para pequeñas vidas, ayudaría sin duda pero se concentraba en el las grandes luchas que le mejoraría la vida a una mayoría necesitada. Probablemente nadie se le acercaría, tampoco es que le preocupara, su objetivo en esa isla solo era encontrarse con un grupo de personas y ver como sus vidas había cambiado para bien, era para inspirar a los más nuevos. El padre de la que una vez fue la familia Blatt le resultaba bastante igual, estaba muy convencido de que el pensamiento que dicho armada imponía le resultaba sin duda el más justo.
Mientras caminaba sembrando bastante temor en la zona poblada su sistema dejaría de avanzar por un momento, la conciencia enviaba un ínfima señal, aparentemente había una melodía, no le resultaba familiar ni nada por el estilo pero la armadura negra de casco canino se detuvo en seco. Las personas alrededor se espantaron pensando que iba a cometer algún acto pero nada más alejado de la realidad en el fondo de ese oxidado corazón la nostalgia era lo que lo invadía a cada nota que escuchaba. El sonido metálico y pesado de cada paso de la metálica figura negra ahora se escuchaba en una dirección diferente, hacía el origen de la canción, caminaba con cierta prisa, no quería que se le escapara quien lo producía, quería preguntarle sobre esa tonada y sobre el porque. Avanzaba solo pensando en dos personas, de cabellera negra y lacia, ambos demasiado entrañables para el que hace varios años había pasado a ser un autómata pero recordaba perfectamente las imágenes de su única familia.
El ente que producía la melodía le resultó bastante más pequeño de lo que imaginaba a lo que diría una vez le había alcanzado, las dudas eran bastantes y era consciente de la mala impresión que daba a los extraños pero se había dejado llevar por la curiosidad que atravesaba ese resquicio de humanidad que le quedaba -¿Porqué tocas esa melodía?- esa era su linea inicial, la duda primordial de su acercamiento. El sabía porque su esposa e hijo cantaban hermosas canciones todas las noches ¿Porque los demás lo hacían? Ese era un simple detalle para comprender a ellos, o lo que el consideraba entender.
- OFF:
Esta acordado con el otro usuario de que su pj esta tocando música, pongo esto por... no se... modales (?)
Gatsu Blatt
Hoja de personaje
Nivel:
(8/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel |
Creado por 0-Faye Vie Jul 29, 2016 4:28 pm
Toda isla que había sufrido una calamidad semejante lloraba. El llanto se percibía en su gente, edificios, suelos, ambiente, y todo ello se combinaba creando un contexto muy, muy amargo. Para todo artista era una desafortunada fuente de triste y lamentable inspiración. Estando en Centurea, sólo se me ocurrían canciones para el luto y la desesperanza. Se parecía mucho a la sensación que me había producido ver Ohara destruida hace 12 años. No me gustaba en absoluto. No podía resguardarme tras la niña dentro de mí en ese sitio, no con tantos sentimientos revoloteando alrededor, sentimientos que me producían una severa empatía. El dolor de la gente de Centurea era el mío propio.
Llegué hace dos días, tocando música para los mercaderes como de costumbre. Eran buenos samaritanos que venían a proveer Centurea y a su gente con alimentos y medicinas, a precios bastante asequibles. Con todo, también donarían provisiones a los desamparados. Me parecía una causa bonita y quería ayudar. El capitán era un gran tipo, me salvó en la Isla Karate de un ladronzuelo callejero. Tenía unos brazos larguísimos, nunca había visto algo así, pero entendía que no era un humano común y corriente; era además fuerte y de confianza. Tras partir con ellos hacia Centurea, conquisté sus corazones con mis tonadas y nos hicimos amigos, quizá viajara con ellos otro trecho. Por ahora me contentaba con ayudar.
Tras tocar unas animadas canciones para enaltecer las esperanzas de los pueblerinos, y bailar con varios niños que se habían quedado huérfanos, me senté en uno de los tejados que aún no se habían desmoronado, en una vieja pero resistente casa. Las que estaban junto a ella habían sido convertidas en escombros. Hacía un radiante sol y había buena brisa. Tener un público ansioso por oírme siempre sería una de mis cosas favoritas. Desde allí arriba, estaba en mi podio especial, un escenario improvisado para poder ser vista por cualquiera que se acercase sin reservas. Con mi Obstreperus en mano, inicié con una de mis melodías preferidas, con la cual inspiraba a los demás. Esa era la Tonada del Viajero.
Al menos una docena de niños y un par de adultos se habían reunido a oír. A los adultos les maravillaba mi apariencia, ya que tenía puesto un disfraz de gatito rosado, y les parecía lindo, por lo que me oían conmovidos. Uno de ellos se emocionó con la Tonada, derramando algunas lágrimas y tratando de esconderlo con vergüenza. La mujer que iba con él lo consoló. No dije nada; era normal llorar si tu pueblo había sido arrasado de tal forma, mas si una hermosa canción fungía como catalizador para ello.
Un extraño interrumpió la escena. Dejé de tocar la flauta del Obstreperus, echando un vistazo al suelo para mirar bien al recién llegado. Los adultos se apresuraron a instar a los niños a alejarse de allí, y no los culpaba. Aquel hombre con armadura tenía pinta preocupante. ¿Quién sería? Su pregunta fue tan desconcertante como su repentina llegada.
— La toco porque es una de mis favoritas, y quiero conmover a las personas con ella —contesté; en esos momentos no era la voz de la niña de siete años la que hablaba. Usaba un tono maduro y lúcido, que contrastaba del cielo a la tierra con mi apariencia y disfraz, pero la mirada sin vida que dirigía al guerrero, sentada desde el tejado, era gélida, una máquina— ¿Por qué usas una armadura de cuerpo completo? —pregunté, ladeando ligeramente la cabeza. Los niños y los dos señores continuaban allí, un poco alejados y con cautela, mirando al desconocido.
Llegué hace dos días, tocando música para los mercaderes como de costumbre. Eran buenos samaritanos que venían a proveer Centurea y a su gente con alimentos y medicinas, a precios bastante asequibles. Con todo, también donarían provisiones a los desamparados. Me parecía una causa bonita y quería ayudar. El capitán era un gran tipo, me salvó en la Isla Karate de un ladronzuelo callejero. Tenía unos brazos larguísimos, nunca había visto algo así, pero entendía que no era un humano común y corriente; era además fuerte y de confianza. Tras partir con ellos hacia Centurea, conquisté sus corazones con mis tonadas y nos hicimos amigos, quizá viajara con ellos otro trecho. Por ahora me contentaba con ayudar.
Tras tocar unas animadas canciones para enaltecer las esperanzas de los pueblerinos, y bailar con varios niños que se habían quedado huérfanos, me senté en uno de los tejados que aún no se habían desmoronado, en una vieja pero resistente casa. Las que estaban junto a ella habían sido convertidas en escombros. Hacía un radiante sol y había buena brisa. Tener un público ansioso por oírme siempre sería una de mis cosas favoritas. Desde allí arriba, estaba en mi podio especial, un escenario improvisado para poder ser vista por cualquiera que se acercase sin reservas. Con mi Obstreperus en mano, inicié con una de mis melodías preferidas, con la cual inspiraba a los demás. Esa era la Tonada del Viajero.
Al menos una docena de niños y un par de adultos se habían reunido a oír. A los adultos les maravillaba mi apariencia, ya que tenía puesto un disfraz de gatito rosado, y les parecía lindo, por lo que me oían conmovidos. Uno de ellos se emocionó con la Tonada, derramando algunas lágrimas y tratando de esconderlo con vergüenza. La mujer que iba con él lo consoló. No dije nada; era normal llorar si tu pueblo había sido arrasado de tal forma, mas si una hermosa canción fungía como catalizador para ello.
Un extraño interrumpió la escena. Dejé de tocar la flauta del Obstreperus, echando un vistazo al suelo para mirar bien al recién llegado. Los adultos se apresuraron a instar a los niños a alejarse de allí, y no los culpaba. Aquel hombre con armadura tenía pinta preocupante. ¿Quién sería? Su pregunta fue tan desconcertante como su repentina llegada.
— La toco porque es una de mis favoritas, y quiero conmover a las personas con ella —contesté; en esos momentos no era la voz de la niña de siete años la que hablaba. Usaba un tono maduro y lúcido, que contrastaba del cielo a la tierra con mi apariencia y disfraz, pero la mirada sin vida que dirigía al guerrero, sentada desde el tejado, era gélida, una máquina— ¿Por qué usas una armadura de cuerpo completo? —pregunté, ladeando ligeramente la cabeza. Los niños y los dos señores continuaban allí, un poco alejados y con cautela, mirando al desconocido.
0-Faye
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Creado por Gatsu Blatt Sáb Ago 06, 2016 11:23 pm
Gatsu, sí esta vez era la conciencia humana la que hacía acto de presencia dentro de la negra armadura hacía acto de presencia, la melodía le había hecho recordar de más a su familia, estaba a segundos de dejar ver fotogramas en su mente de su hijo menor cantando, junto a su madre que tenía la voz más hermosa que algún ser vivo podía escuchar, los animales siempre se detenían cuando ella cantaba, el tiempo tambien lo hacía y el corazón le llenaba, mientras las hijas tocaban distintas tonadas, con variedad de instrumentos, Gatsu era el mayor seguidor de esas melodías, él que más y mejor les aplaudía ¿Dónde estaban ahora? ¿Estaban vivos? ¿Eran felices? ¿Podían pensar en los demás? Esa última pregunta era la que más le atarraba, el fue el primero en ser mandado fuera, que tanto podía fiar en la poca información que había recopilado pero de momento el pasado eso era, poca información.
La pequeña e inocente inocente niña no parecía asustarse y su voz parecía entenderlo más de lo que él mismo lo hacía, una expresividad humana pero a la vez artificial, demasiada consciencia para la edad que la una vez humano le calculaba -Conmover, sin duda conmigo lo has hecho niña- decía con su vos mecánica que poco a poco cambiaba por completo a la más humana, una serie de pistones, que nunca hacía varios años no se activaban en esa ocasión lo hacía, su ojo humano se activaba, tenía una percepción desde adentro del casco, no la que tenía siempre, la optima para la guerra, una cremallera de pines se soltaba y dejaba salir algo de humo de la boca, todo esto pasaba dentro de la armadura y no era visto pero el pacifista parecía dispuesto a mostrar su voz real, quizás hasta su rostro pero no de momento, había demasiada gente ahí, lo que había sentido dentro de él pese a que era intenso como todo era pasajero, debía controlarse y lo sabía, ese era el detalle -No la uso porque quiera, soy esta armadura completa, estoy hecho para protegerme del exterior, existe mucho peligro afuera- decía de manera reflexiva y con cierta tristeza - Tu no deberías andar sola, eres muy pequeña- su parte paternal salía a flote, decir esas palabras le recordaba todas las veces que le dijo eso o un consejo similar a cada uno de sus hijos, todos había crecido con carácter fuerte, luchadores, había estado orgulloso de cada uno hasta el último momento que les vio - Mi nombre es Gatsu, un gusto pequeña ¿Como te llamas? -hacía una presentación sincera, desde lo más hondo de su ser buscaba confraternizar con quien podía dar de nuevo "vida" a sus sentimientos - me ayudaría mucho si sigues tocando un rato más esa canción, me recuerda una época feliz de mi vida, si debo hacer algo por ti para escuchar más no lo dudare- le decía cargado de nostalgia, de sentimientos que muchos pensarían una maquina era incapaz de tener pero no lo era en ese momento, la memoria era lo que aún no lo mantenía sobre esa linea.
No sabía si quería seguir ahí solo sabía que quería escuchar un poco más a la pequeña, si sabía más canciones sería aún mejor, si conocía alguna de las más famosas del North Blue tal vez le evocaría aún más sentimientos, aún más ardor en su mecánico pecho y computador. Las demás personas de alrededor le parecían árboles solo la niña fuente de magia en forma sonica le recordaba la cascada del bosque de al lado de su hogar, una experiencia magnifica a la que solo los que apreciaban el lugar eran capaces de disfrutar, un lugar en el que cientos de veces fue escenario de esos conciertos marca Blatt.
La pequeña e inocente inocente niña no parecía asustarse y su voz parecía entenderlo más de lo que él mismo lo hacía, una expresividad humana pero a la vez artificial, demasiada consciencia para la edad que la una vez humano le calculaba -Conmover, sin duda conmigo lo has hecho niña- decía con su vos mecánica que poco a poco cambiaba por completo a la más humana, una serie de pistones, que nunca hacía varios años no se activaban en esa ocasión lo hacía, su ojo humano se activaba, tenía una percepción desde adentro del casco, no la que tenía siempre, la optima para la guerra, una cremallera de pines se soltaba y dejaba salir algo de humo de la boca, todo esto pasaba dentro de la armadura y no era visto pero el pacifista parecía dispuesto a mostrar su voz real, quizás hasta su rostro pero no de momento, había demasiada gente ahí, lo que había sentido dentro de él pese a que era intenso como todo era pasajero, debía controlarse y lo sabía, ese era el detalle -No la uso porque quiera, soy esta armadura completa, estoy hecho para protegerme del exterior, existe mucho peligro afuera- decía de manera reflexiva y con cierta tristeza - Tu no deberías andar sola, eres muy pequeña- su parte paternal salía a flote, decir esas palabras le recordaba todas las veces que le dijo eso o un consejo similar a cada uno de sus hijos, todos había crecido con carácter fuerte, luchadores, había estado orgulloso de cada uno hasta el último momento que les vio - Mi nombre es Gatsu, un gusto pequeña ¿Como te llamas? -hacía una presentación sincera, desde lo más hondo de su ser buscaba confraternizar con quien podía dar de nuevo "vida" a sus sentimientos - me ayudaría mucho si sigues tocando un rato más esa canción, me recuerda una época feliz de mi vida, si debo hacer algo por ti para escuchar más no lo dudare- le decía cargado de nostalgia, de sentimientos que muchos pensarían una maquina era incapaz de tener pero no lo era en ese momento, la memoria era lo que aún no lo mantenía sobre esa linea.
No sabía si quería seguir ahí solo sabía que quería escuchar un poco más a la pequeña, si sabía más canciones sería aún mejor, si conocía alguna de las más famosas del North Blue tal vez le evocaría aún más sentimientos, aún más ardor en su mecánico pecho y computador. Las demás personas de alrededor le parecían árboles solo la niña fuente de magia en forma sonica le recordaba la cascada del bosque de al lado de su hogar, una experiencia magnifica a la que solo los que apreciaban el lugar eran capaces de disfrutar, un lugar en el que cientos de veces fue escenario de esos conciertos marca Blatt.
Gatsu Blatt
Hoja de personaje
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Creado por 0-Faye Lun Ago 08, 2016 8:02 pm
Esa voz, un aliento mecánico al principio, pero que mutaba conforme aquel extraño hombre la entonaba, me era muy familiar. No porque reconociera al individuo, no. Me era familiar porque me veía a mí misma en esa voz: una máquina con todavía un resquicio de humanidad que salía a flote. Miré detenidamente al de la armadura, quien acababa de manifestar que mi música lo había conmovido. El tono humano me calmó un poco. Creo que incluso a los demás humanos también, sobretodo los niños, quienes miraron curiosos y se inclinaron un tanto más, a la expectativa. Los adultos quizá no cederían tan rápido, pues seguía siendo un hombre de aspecto peligroso, y Centurea acababa de ser arrasada.
Luego contestó mi interrogante acerca de su aspecto más llamativo: la armadura. Negra, atroz, terrible. Con solo verle uno podía imaginar que estaba por ir a una guerra. Debía ser complicado moverse con ella, a menos que fuera muy fuerte. Probablemente lo fuera. Tenía experiencia en el caso, y me atrevía a vaticinar que él era un pacifista como yo. Mis sospechas no tardaron en cumplirse.
— Hay mucho peligro afuera, pero hay belleza por igual. Mira a tu alrededor, hombre misterioso —dije tranquilamente ante su comentario; resultó que él era la armadura, no que iba dentro de la armadura, pero lo lamenté enseguida, aún más cuando creí entender cómo aquel guerrero percibía el mundo, pero también notando la tristeza de su voz. Eché un vistazo hacia los humanos que veían atentamente la conversación, sus caras inocentes, sobretodo las de los infantes. Eso para mí lo era todo. Pareció preocuparse porque estuviera sola, así que volví a mirarlo— He estado sola mucho tiempo —me limité a contestar, cerrando los ojos.
Podría ser un pacifista, pero estaba segura de que había un alma humana haciendo eco en esa armadura. Como yo. No estábamos precisamente con vida, mas nuestras personalidades surgían de vez en cuando, recordándonos quiénes habíamos sido y el tributo que debíamos pagar a ello. Se presentó como Gatsu. Fue en realidad bastante amable en contraste a su apariencia. Quería seguir oyendo la música. Fue ahí cuando me decidí. Ninguna persona malvada se había deleitado jamás con la Tonada del Viajero. Gatsu era un buen hombre, lo sabía en lo profundo de mi ser.
Me relajé. Sonreí. Poco a poco, el hombre dentro de Gatsu me hacía sacar la niña dentro de mí. De un momento a otro salté con agilidad del tejado, haciendo justicia al disfraz de gatito rosa que llevaba puesto, con el Obstreperus colgando del cuello. Probablemente quedara clara mi naturaleza ante tal movimiento, cayendo de algunos metros de pie como si nada hubiera sucedido. Di algunos saltitos hacia Gatsu. La sonrisa en mi rostro era genuina e inocente.
Extendí una manita hacia él, esperando que la tomara.
— Soy Faye. Es un placer, Gatsu-san —saludé cordialmente; él podría notar como mi voz también se volvía más infantil, más humana— ¿Sabes? No te ofendas, pero tu apariencia no los tiene muy cómodos —comenté, mirando hacia atrás y apuntando con la otra mano a los humanos— ¡Quiero que todos disfruten de mi concierto, como amigos! Si no puedes llegarles al corazón con tu aspecto, hazlo con tu alma —le dirigí un gesto de ternura, confiando plenamente en que tomaría mi mano. Una vez lo hiciera, lo llevaría de la mano hasta los niños y los presentaría, pidiéndoles que se sentaran juntos para comenzar otra vez a tocar.
Luego contestó mi interrogante acerca de su aspecto más llamativo: la armadura. Negra, atroz, terrible. Con solo verle uno podía imaginar que estaba por ir a una guerra. Debía ser complicado moverse con ella, a menos que fuera muy fuerte. Probablemente lo fuera. Tenía experiencia en el caso, y me atrevía a vaticinar que él era un pacifista como yo. Mis sospechas no tardaron en cumplirse.
— Hay mucho peligro afuera, pero hay belleza por igual. Mira a tu alrededor, hombre misterioso —dije tranquilamente ante su comentario; resultó que él era la armadura, no que iba dentro de la armadura, pero lo lamenté enseguida, aún más cuando creí entender cómo aquel guerrero percibía el mundo, pero también notando la tristeza de su voz. Eché un vistazo hacia los humanos que veían atentamente la conversación, sus caras inocentes, sobretodo las de los infantes. Eso para mí lo era todo. Pareció preocuparse porque estuviera sola, así que volví a mirarlo— He estado sola mucho tiempo —me limité a contestar, cerrando los ojos.
Podría ser un pacifista, pero estaba segura de que había un alma humana haciendo eco en esa armadura. Como yo. No estábamos precisamente con vida, mas nuestras personalidades surgían de vez en cuando, recordándonos quiénes habíamos sido y el tributo que debíamos pagar a ello. Se presentó como Gatsu. Fue en realidad bastante amable en contraste a su apariencia. Quería seguir oyendo la música. Fue ahí cuando me decidí. Ninguna persona malvada se había deleitado jamás con la Tonada del Viajero. Gatsu era un buen hombre, lo sabía en lo profundo de mi ser.
Me relajé. Sonreí. Poco a poco, el hombre dentro de Gatsu me hacía sacar la niña dentro de mí. De un momento a otro salté con agilidad del tejado, haciendo justicia al disfraz de gatito rosa que llevaba puesto, con el Obstreperus colgando del cuello. Probablemente quedara clara mi naturaleza ante tal movimiento, cayendo de algunos metros de pie como si nada hubiera sucedido. Di algunos saltitos hacia Gatsu. La sonrisa en mi rostro era genuina e inocente.
Extendí una manita hacia él, esperando que la tomara.
— Soy Faye. Es un placer, Gatsu-san —saludé cordialmente; él podría notar como mi voz también se volvía más infantil, más humana— ¿Sabes? No te ofendas, pero tu apariencia no los tiene muy cómodos —comenté, mirando hacia atrás y apuntando con la otra mano a los humanos— ¡Quiero que todos disfruten de mi concierto, como amigos! Si no puedes llegarles al corazón con tu aspecto, hazlo con tu alma —le dirigí un gesto de ternura, confiando plenamente en que tomaría mi mano. Una vez lo hiciera, lo llevaría de la mano hasta los niños y los presentaría, pidiéndoles que se sentaran juntos para comenzar otra vez a tocar.
0-Faye
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