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Creado por Eberhard Schwarzschild Dom Dic 13, 2015 11:52 pm
Una noche nevada y fría dentro de Tequilla wolf, la gente sobrevivía como podía, pero en ese momento apartado de las calles, justo en la torre de las celdas, se escuchaba el sonido del látigo. Estaban disciplinando o como quieran llamar, a una persona, se trataba de un joven de cabello castaño y ojos azules, Eberhard era su nombre ¿el motivo de su castigo? Pues muy sencillo, en la mañana estaba cruzando las calles de la ciudad, metiéndose a hurtadillas en las casas para robar algo de comida, como todos lo único que le importaba era sobrevivir. Lo encontraron con las manos en la masa y lo llevaron ante un capataz, cuando este comenzaba a regañarlo el joven no decía nada, mantenía una mirada fría sobre su captor, este le lanzo una bofetada con una vara de metal haciéndolo caer al suelo, pero aun así su mirada no cambio, pese al moretón que soltaba ahora también algo de sangre.
Eso nos lleva a la situación actual, donde lo tenían amarrado de los brazos a unos postes, y recibía azotes en la espalda. No lo oían quejarse, apretaba los dientes con fuerza, simplemente soportando su tortura. No era consciente del tiempo que pasaba en el interior, desligarse así era el método que usaba para soportar el dolor, pero habían pasado unos veinte minutos, unos 200 latigazos, antes de que lo soltaran de los amarres y lo lanzaran a una celda. Su mente era fuerte y no se quejo, pero su cuerpo estaba magullado y apenas tenia fuerzas para arrastrarse. Había un fardo de paja en el interior, se movió poco a poco, llegando hasta el simplemente para tumbarse en lo que le rodeaba, así evitaría tener el pecho en suelo frio de la prisión.
Simplemente estaba ahí tumbado, a duras penas sintiendo la brisa que entraba por la ventana alta de la celda, quien sabe cuanto tiempo lo tendrían ahí esta vez, quizás ahora simplemente dejarían que se pudriera en esa celda. Pero no habían visto lo ultimo de él, había escapado muchas veces de su prisión, y lo haría de nuevo, aprendió con el pasar de los años que la mayor prisión no es la roca que le rodea, sino la que tiene en su mente, si logras romper ese muro psicológico es cuestión de tiempo para que caiga el muro físico – solo…tengo…q-que esperar…una oportunidad… - dijo para si mismo. En un momento de la noche, parece que abrieron la celda contigua a la suya, lanzando ahí otra persona, curioso y ahora sin sentir todo ese ardor en la espalda se aproxima para ver de quien se trataba, aunque arrastrándose por el piso.
Eso nos lleva a la situación actual, donde lo tenían amarrado de los brazos a unos postes, y recibía azotes en la espalda. No lo oían quejarse, apretaba los dientes con fuerza, simplemente soportando su tortura. No era consciente del tiempo que pasaba en el interior, desligarse así era el método que usaba para soportar el dolor, pero habían pasado unos veinte minutos, unos 200 latigazos, antes de que lo soltaran de los amarres y lo lanzaran a una celda. Su mente era fuerte y no se quejo, pero su cuerpo estaba magullado y apenas tenia fuerzas para arrastrarse. Había un fardo de paja en el interior, se movió poco a poco, llegando hasta el simplemente para tumbarse en lo que le rodeaba, así evitaría tener el pecho en suelo frio de la prisión.
Simplemente estaba ahí tumbado, a duras penas sintiendo la brisa que entraba por la ventana alta de la celda, quien sabe cuanto tiempo lo tendrían ahí esta vez, quizás ahora simplemente dejarían que se pudriera en esa celda. Pero no habían visto lo ultimo de él, había escapado muchas veces de su prisión, y lo haría de nuevo, aprendió con el pasar de los años que la mayor prisión no es la roca que le rodea, sino la que tiene en su mente, si logras romper ese muro psicológico es cuestión de tiempo para que caiga el muro físico – solo…tengo…q-que esperar…una oportunidad… - dijo para si mismo. En un momento de la noche, parece que abrieron la celda contigua a la suya, lanzando ahí otra persona, curioso y ahora sin sentir todo ese ardor en la espalda se aproxima para ver de quien se trataba, aunque arrastrándose por el piso.
Eberhard Schwarzschild
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Elizabeth Hitze Dom Dic 13, 2015 11:55 pm
-Mira qué tenemos aquí.- Dijo aquel especie de guardia mientras tomaba con su mano los plateados cabellos de Elizabeth, ella simplemente levantó sus manos tomando la muñeca ajena mientras hacía fuerza tratando de remover aquel agarre. -Parece que tenemos una sucia ladrona, te andaban buscando, era raro que no te encontraran tan rápido, con ese cabello no pasas desapercibida.- Masculló entre carcajadas burlonas mientras la arrastraba por el piso ocasionando heridas en las piernas de la fémina, ella, no decía palabra alguna, simplemente se sujetaba con fuerza para que su cabello no terminara por ser arrancado y sobre todo, para sobrellevar ahora esto… Otra vez capturada, era de esperarse, solamente quería una manzana… Una maldita manzana fue su perdición. La joven cerraba con fuerzas sus párpados escondiendo aquellos orbes violetas que húmedos, amenazaban por delatarla, traicionarla y terminar por manchar sus mejillas con lágrimas.
Fue llevada a un callejón quedando en frente de dos de sus captores, puesta de pie y contra la pared abrió sus ojos, sus pies sentían aquella humedad, sin quererlo su mirada se enterneció observando a ambos hombres, no tenía miedo, mucho menos expresaba su dolor, simplemente les sonrió, quizá ahora sí podría despedirse de todo, quizá era el momento en que sus captores fueran quien la liberaran de su miserable vida, sin embargo no fue así, siendo solo ella y ese par testigos de lo que le hicieron en ese callejón, concluyendo aquello un par de bofetadas y un golpe en el estómago fueron suficientes para que junto con el hambre y falta de azúcar en su cuerpo terminara sofocada desmayándose por completo. Siendo tomada como si fuese un bulto de harina fue llevada a las celdas, como vil animal la aventaron en un montón de paja con sus muñecas apresadas con esposas y en su cuello algo que parecía un collar con un trozo de cuero colgando.
No fue hasta unos minutos después que reaccionó se levantó de golpe dejando salir un sonoro jadeo, abrazó su estómago con sus manos y rodeó su delgado y famélico cuerpo hasta donde las esposas le permitían, todo estaba obscuro, húmedo y dando la impresión de que estaba sola… Sentada en aquel montón de suciedad abrazó sus piernas cubriendo parte de sus desgarradas y sucias ropas, sin más comenzó a llorar en silencio ahogando sus sollozos escondiendo su rostro entre sus piernas descansando su frente en sus rodillas. -¿Por qué no me mataron?..- Cuestionó a la obscuridad mientras enterraba un poco sus uñas en sus piernas, desesperada ya no importaba nada. -No quiero.. No quiero estar aquí..- Murmuraba entre sollozos, lentamente como pudo se puso de pie, y deteniéndose con sus manos caminó a través de la pared hasta llegar a la celda. Se dejó caer de rodillas y pegó su frente a los barrotes - Mátenme por favor..- Suplicó comenzando a llorar a llanto abierto, simplemente ya no podía evitarlo, era demasiado…
Fue llevada a un callejón quedando en frente de dos de sus captores, puesta de pie y contra la pared abrió sus ojos, sus pies sentían aquella humedad, sin quererlo su mirada se enterneció observando a ambos hombres, no tenía miedo, mucho menos expresaba su dolor, simplemente les sonrió, quizá ahora sí podría despedirse de todo, quizá era el momento en que sus captores fueran quien la liberaran de su miserable vida, sin embargo no fue así, siendo solo ella y ese par testigos de lo que le hicieron en ese callejón, concluyendo aquello un par de bofetadas y un golpe en el estómago fueron suficientes para que junto con el hambre y falta de azúcar en su cuerpo terminara sofocada desmayándose por completo. Siendo tomada como si fuese un bulto de harina fue llevada a las celdas, como vil animal la aventaron en un montón de paja con sus muñecas apresadas con esposas y en su cuello algo que parecía un collar con un trozo de cuero colgando.
No fue hasta unos minutos después que reaccionó se levantó de golpe dejando salir un sonoro jadeo, abrazó su estómago con sus manos y rodeó su delgado y famélico cuerpo hasta donde las esposas le permitían, todo estaba obscuro, húmedo y dando la impresión de que estaba sola… Sentada en aquel montón de suciedad abrazó sus piernas cubriendo parte de sus desgarradas y sucias ropas, sin más comenzó a llorar en silencio ahogando sus sollozos escondiendo su rostro entre sus piernas descansando su frente en sus rodillas. -¿Por qué no me mataron?..- Cuestionó a la obscuridad mientras enterraba un poco sus uñas en sus piernas, desesperada ya no importaba nada. -No quiero.. No quiero estar aquí..- Murmuraba entre sollozos, lentamente como pudo se puso de pie, y deteniéndose con sus manos caminó a través de la pared hasta llegar a la celda. Se dejó caer de rodillas y pegó su frente a los barrotes - Mátenme por favor..- Suplicó comenzando a llorar a llanto abierto, simplemente ya no podía evitarlo, era demasiado…
Elizabeth Hitze
Hoja de personaje
Nivel:
(26/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 1 | 1 |
Creado por Eberhard Schwarzschild Lun Dic 14, 2015 12:00 am
Cuando alcanzo el borde de la celda, escucho unos llantos seguidos de una voz femenina ¿Qué hacia una mujer en un foso como ese?¿una esclava?¿una criminal como él? Realmente daba igual el motivo, eso no cambiaba el hecho de que estaba en un sitio bastante desagradable. Entre las cosas que escucho fueron que renegaba de estar ahí, sobre que seria mejor que la mataran. No pudo evitar recordar cuando era mas joven, paso por un momento similar, así que con las pocas fuerzas que tenia se levanto un poco sosteniéndose de los barrotes, terminando por sentarse y apoyar la espalda en los mismos. El frio metal le causo un ardor bastante importante, no pudo evitar quejarse un poco con esa acción – oye… - dice en un tono de voz algo apagado – eres nueva por aquí ¿verdad? Se nota que esa gente no discrimina - la sangre de los azotes que no habían cicatrizado comenzaba a caer de a poco por los barrotes, aunque algo bueno de todo eso es que se le había entumecido algo la piel por el frío, reduciendo el dolor.
Su respiración calmada hacia que se condensara un poco de humedad al exhalar, cosas del frío en ese lugar. Por un momento no escucho a la chica hasta que dijo su ultima frase, haciendo que Eberhard alzara la vista hacia la ventana, cerrando los ojos un poco después - ¿Por qué quieres tomar la salida fácil? – su tono de voz era el mismo que antes, no tenia demasiadas fuerzas para hablar en un tono alto – morir puede que te traiga el descanso pero ¿no quieres ver lo que hay fuera de esta maldita isla? – se abraza metiendo los dedos entre sus brazos y su pecho, para mantener el calor – no se que habrás hecho para que te metan aquí, pero simplemente cerrar los ojos y morir, es darles el gusto de que se libraron de ti – en ese momento bajo su mano hasta la cintura, metiendo la mano en uno de sus bolsillos, sacando un trozo de pan, pero antes de darle una mordida escucho el típico sonido de un estomago vacío.
Eberhard dio un suspiro, no era suficiente pan para dos personas, pero al menos sentía que se encontraba en una buena condición pese al dolor de su espalda, podría aguantar unos días sin comer – Ten… - pasa el pan con su mano derecha hacia la celda de la chica – no es mucho…pero peor es nada… - soltó la comida y volvió a darse un abrazo. Estar ese tiempo despierto le hacia estar mas consciente del frío, su cuerpo comenzaba a temblar un poco – las raciones las traen cada 3 días o cuando se acuerdan que estamos aquí… - se escuchaba un pequeño goteo, los barrotes tenían agua condensada por el frío y con el cuerpo del luchador ahí, el calor la hacia caer – con un poco paciencia puedes conseguir agua – solo se escuchaba el sonido del viento y ocasionalmente caía algo de nieve a través de la ventana – por cierto mi nombre es Ebehard y ¿el tuyo?
Su respiración calmada hacia que se condensara un poco de humedad al exhalar, cosas del frío en ese lugar. Por un momento no escucho a la chica hasta que dijo su ultima frase, haciendo que Eberhard alzara la vista hacia la ventana, cerrando los ojos un poco después - ¿Por qué quieres tomar la salida fácil? – su tono de voz era el mismo que antes, no tenia demasiadas fuerzas para hablar en un tono alto – morir puede que te traiga el descanso pero ¿no quieres ver lo que hay fuera de esta maldita isla? – se abraza metiendo los dedos entre sus brazos y su pecho, para mantener el calor – no se que habrás hecho para que te metan aquí, pero simplemente cerrar los ojos y morir, es darles el gusto de que se libraron de ti – en ese momento bajo su mano hasta la cintura, metiendo la mano en uno de sus bolsillos, sacando un trozo de pan, pero antes de darle una mordida escucho el típico sonido de un estomago vacío.
Eberhard dio un suspiro, no era suficiente pan para dos personas, pero al menos sentía que se encontraba en una buena condición pese al dolor de su espalda, podría aguantar unos días sin comer – Ten… - pasa el pan con su mano derecha hacia la celda de la chica – no es mucho…pero peor es nada… - soltó la comida y volvió a darse un abrazo. Estar ese tiempo despierto le hacia estar mas consciente del frío, su cuerpo comenzaba a temblar un poco – las raciones las traen cada 3 días o cuando se acuerdan que estamos aquí… - se escuchaba un pequeño goteo, los barrotes tenían agua condensada por el frío y con el cuerpo del luchador ahí, el calor la hacia caer – con un poco paciencia puedes conseguir agua – solo se escuchaba el sonido del viento y ocasionalmente caía algo de nieve a través de la ventana – por cierto mi nombre es Ebehard y ¿el tuyo?
Eberhard Schwarzschild
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Elizabeth Hitze Lun Dic 14, 2015 12:01 am
No fue hasta que una voz masculina que demacrada le hablaba, Elizabeth calló de tajo tragándose el sentimiento. Dudó en siquiera responderle, a fin de cuentas estaba en un lugar donde no conocía a nadie y cualquiera haría lo que fuera por sobrevivir, duró un par de segundos en silencio antes de tener la certeza de que en cuanto abriera sus labios un gimoteo de tristeza escaparía sin permiso. - Siempre estuve encerrada, pero nunca aquí..- Susurró titubeante antes de tomar el collar de su cuello tirando de él buscando quitárselo mas era imposible, no tenía fuerza para nada, se sentía tan tonta, tan torpe, tan inútil… Agachó la cabeza pegándola entre dos barrotes, su cuerpo era cubierto por su cabello mientras las últimas hebras que detenían aquella tela dando la impresión de ser un vestido poco a poco parecían desgarrarse, apretó su mandíbula maldiciendo a sus captores, era demasiado humillante el trato que había recibido.
-¿Salida fácil?..- Cuestionó tras un sollozo, ese imbécil no sabía por todo lo que había pasado hasta ese momento.. ¿Cómo se ponía a siquiera especular o darle un mero consejo? - No eres nadie para decidir eso… No, no quiero ver que hay afuera, simplemente quiero borrar todas estas cicatrices de mi cuerpo, quitar de mi piel el asqueroso aroma de todos esos hombres y limpiarme… Necesito limpiarme…- Estaba temblando pero no por el frío, ella solo juntaba sus rodillas desesperada por quitarse el maldito collar llefando a rozarlo de tal manera en su cuello que este había comenzado a sangrar, dejó salir nuevamente un gimoteo desesperado y tras bufar molesta por las palabras de aquel hombre que comenzaban a hartarla ladeó su mirada viendo un trozo de pan… Pan… Jadeó y sus orbes se iluminaron tras humedecerse, era comida… Sin dudar se arrastró hasta esta gateando tomándola con sus manos comenzando a comer desesperada al grado de atragantarse un poco comenzando a toser. Levantó un poco su cuerpo apoyándose con sus rodillas, arqueó su espalda y elevó su rostro buscando aire, entre jadeos había terminado con todo el pan, era patética…
Ladeó su vista a la ventana y extendió sus manos tomando algunos copos de nieve, estos tras derretirse se volvieron agua limpia para beber, apenas si mojando sus labios y dando un pequeño trago escuchó su presentación. - ¿Nombre?..- Cuestionó en un susurro tras levantar su vista al cielo donde apenas si se veían las estrellas por la nublada escena. - Creo que…- Titubeó, entrecerró su mirada escondiendo un poco sus orbes y con ellos el poco brillo que tenían… Sí.. Ahora que lo recordaba debía tener uno, de menos uno que cuando fuese escuchado supieran que se trataba de la inútil y demacrada mujer que desesperada se había tragado un trozo de pan. -Eliza…Beth… Dodó, titubeó y murmuró. - Elizabeth..- Repitió y volvió a intentar quitarse el collar.
Terminó por rendirse, sabía que no podría, al menos no en ese momento, era un cuero tan duro que costaba siquiera darle vuelta para buscar la pequeña hebilla para quitárselo, gateó nuevamente a los barrotes acercándose a la esquina de donde venía la masculina voz y con dificultad buscó asomarse y poder verle, pero la obscuridad se lo impedía en totalidad. - Eberhard.. Mátame..- Pidió en un sollozo, nadie iba a quitarle esa idea de la cabeza, no pudo evitarlo y comenzó a llorar nuevamente, alejó su vista de él y se volvió a recargar en los barrotes abrazando sus piernas descansando su frente en sus rodillas llevando su mirada de soslayo buscando entre el pequeño espacio entre el muro y los barrotes los ojos de aquel hombre. - Van a venir de nuevo esos hombres, volverán a lastimar mi cuerpo…- Era solo una adolescente de unos 17 años de edad… Estaba tan asustada… Sólo quería que todo terminara en ese momento…
-¿Salida fácil?..- Cuestionó tras un sollozo, ese imbécil no sabía por todo lo que había pasado hasta ese momento.. ¿Cómo se ponía a siquiera especular o darle un mero consejo? - No eres nadie para decidir eso… No, no quiero ver que hay afuera, simplemente quiero borrar todas estas cicatrices de mi cuerpo, quitar de mi piel el asqueroso aroma de todos esos hombres y limpiarme… Necesito limpiarme…- Estaba temblando pero no por el frío, ella solo juntaba sus rodillas desesperada por quitarse el maldito collar llefando a rozarlo de tal manera en su cuello que este había comenzado a sangrar, dejó salir nuevamente un gimoteo desesperado y tras bufar molesta por las palabras de aquel hombre que comenzaban a hartarla ladeó su mirada viendo un trozo de pan… Pan… Jadeó y sus orbes se iluminaron tras humedecerse, era comida… Sin dudar se arrastró hasta esta gateando tomándola con sus manos comenzando a comer desesperada al grado de atragantarse un poco comenzando a toser. Levantó un poco su cuerpo apoyándose con sus rodillas, arqueó su espalda y elevó su rostro buscando aire, entre jadeos había terminado con todo el pan, era patética…
Ladeó su vista a la ventana y extendió sus manos tomando algunos copos de nieve, estos tras derretirse se volvieron agua limpia para beber, apenas si mojando sus labios y dando un pequeño trago escuchó su presentación. - ¿Nombre?..- Cuestionó en un susurro tras levantar su vista al cielo donde apenas si se veían las estrellas por la nublada escena. - Creo que…- Titubeó, entrecerró su mirada escondiendo un poco sus orbes y con ellos el poco brillo que tenían… Sí.. Ahora que lo recordaba debía tener uno, de menos uno que cuando fuese escuchado supieran que se trataba de la inútil y demacrada mujer que desesperada se había tragado un trozo de pan. -Eliza…Beth… Dodó, titubeó y murmuró. - Elizabeth..- Repitió y volvió a intentar quitarse el collar.
Terminó por rendirse, sabía que no podría, al menos no en ese momento, era un cuero tan duro que costaba siquiera darle vuelta para buscar la pequeña hebilla para quitárselo, gateó nuevamente a los barrotes acercándose a la esquina de donde venía la masculina voz y con dificultad buscó asomarse y poder verle, pero la obscuridad se lo impedía en totalidad. - Eberhard.. Mátame..- Pidió en un sollozo, nadie iba a quitarle esa idea de la cabeza, no pudo evitarlo y comenzó a llorar nuevamente, alejó su vista de él y se volvió a recargar en los barrotes abrazando sus piernas descansando su frente en sus rodillas llevando su mirada de soslayo buscando entre el pequeño espacio entre el muro y los barrotes los ojos de aquel hombre. - Van a venir de nuevo esos hombres, volverán a lastimar mi cuerpo…- Era solo una adolescente de unos 17 años de edad… Estaba tan asustada… Sólo quería que todo terminara en ese momento…
Elizabeth Hitze
Hoja de personaje
Nivel:
(26/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 1 | 1 |
Creado por Eberhard Schwarzschild Lun Dic 14, 2015 12:05 am
Otra prisionera, no era algo poco común a decir verdad, su tono de voz era bastante sollozo, estaba llorando o al menos lo estuvo, aunque podría ser evidente con anterioridad al menos ahora confirmaba que no eran fingidos, de verdad le habían hecho daño y no solo físico sino también psicológico – No eres la única perso…na…tortu…rada aquí… - temblaba un poco al decirlo, incluso estornudo, pero aun así no estaba enfermo. En ese momento no pudo como se dijo anteriormente, recordar las veces que lo habían metido en las diferentes celdas, de cómo muchas veces le rompieron huesos a palos, muchas veces por ello pensó en morir también, tantas que ni si quiera podría llevar la cuenta.
El silencio se apodero nuevamente de las celdas, cuando un sonido bastante peculiar rompió ese silencio, resoplidos, jadeos y demás, sinónimos de alguien que estaba devorando comida con desesperación – si que tenias hambre – no pudo evitar reírse un poco, no porque se burlara ni nada por el estilo, sino porque en si toda la situación de estar dos personas en esa maldita torre le parecía hasta graciosa. Escucho las gotas del agua escurrirse por los barrotes, pasando la mano la mano por la parte de debajo de los mismos para recoger algo de humedad con las palmas, tomando unos sorbos de agua, no tenia sed pero si la garganta un poco seca, al menos ahora podía hablar con algo mas de claridad. Miro un poco la luz de la luna que entraba por su ventana, estirando un poco su mano como si quisiera alcanzarla, en su mente se encontraba ya fuera de esa jaula, corriendo libre, mientras no pudieran doblegar su voluntad, nunca lo encarcelarían realmente.
La brisa comenzó a entrar, tan fría como el ambiente que los rodeaba, pero en ese momento escucho el nombre de la chica – Elizabeth…¿uh?... – inclina su cabeza hacia atrás, mirando al techo – es un bonito nombre si me permites decirlo… - al menos ahora ya no eran unos completos desconocidos, aunque solo se conocían por los nombres. Parecía que por momentos no tendrían mas que hablar, pero la chica insistía en acercarse a los barrotes probablemente buscando verle el rostro. Nuevamente se le escuchaba llorar, pero la sonrisa que esbozaba se fue cuando la escucho pedirle que la matara, cerro los ojos dando un suspiro.
Se giro quedando de frente a la chica, extendiendo su mano por entre los barrotes, tomandola del mentón y alzando su rostro. En ese momento se despejaron las nubes y la luz de la luna entro completamente en la habitación, mostrando los cabellos blancos y ojos morados de una hermosa chica – una chica tan joven como tu no debería estar pidiendo esas cosas – en ese momento se da cuenta de algo bastante peculiar, un brillo proveniente de su cuello, una campanilla, que al fijarse mejor estaba adherida a un collar – no he pasado por una experiencia como la tuya, pero seguro sufriste mucho – pasa su mano por una de sus mejillas secándole las lagrimas. Se estira mas hacia el interior con dificultad, pasando sus dos manos alrededor del costado de su cuello, llegando hasta la nuca de la chica – no te muevas – dijo mientras al tanteo, aun con sus dedos entumecidos por el frío logro encontrar la hebilla de ese collar, desarmándolo y quitándolo de su cuello – las cadenas de verdad no son estos muros…esas las tienes…aquí – da un toque en su frente – y aquí – apunta a su pecho, justo a donde iba el corazón – si derribas esos muros, la piedra que te rodea será un impedimento menor.
El silencio se apodero nuevamente de las celdas, cuando un sonido bastante peculiar rompió ese silencio, resoplidos, jadeos y demás, sinónimos de alguien que estaba devorando comida con desesperación – si que tenias hambre – no pudo evitar reírse un poco, no porque se burlara ni nada por el estilo, sino porque en si toda la situación de estar dos personas en esa maldita torre le parecía hasta graciosa. Escucho las gotas del agua escurrirse por los barrotes, pasando la mano la mano por la parte de debajo de los mismos para recoger algo de humedad con las palmas, tomando unos sorbos de agua, no tenia sed pero si la garganta un poco seca, al menos ahora podía hablar con algo mas de claridad. Miro un poco la luz de la luna que entraba por su ventana, estirando un poco su mano como si quisiera alcanzarla, en su mente se encontraba ya fuera de esa jaula, corriendo libre, mientras no pudieran doblegar su voluntad, nunca lo encarcelarían realmente.
La brisa comenzó a entrar, tan fría como el ambiente que los rodeaba, pero en ese momento escucho el nombre de la chica – Elizabeth…¿uh?... – inclina su cabeza hacia atrás, mirando al techo – es un bonito nombre si me permites decirlo… - al menos ahora ya no eran unos completos desconocidos, aunque solo se conocían por los nombres. Parecía que por momentos no tendrían mas que hablar, pero la chica insistía en acercarse a los barrotes probablemente buscando verle el rostro. Nuevamente se le escuchaba llorar, pero la sonrisa que esbozaba se fue cuando la escucho pedirle que la matara, cerro los ojos dando un suspiro.
Se giro quedando de frente a la chica, extendiendo su mano por entre los barrotes, tomandola del mentón y alzando su rostro. En ese momento se despejaron las nubes y la luz de la luna entro completamente en la habitación, mostrando los cabellos blancos y ojos morados de una hermosa chica – una chica tan joven como tu no debería estar pidiendo esas cosas – en ese momento se da cuenta de algo bastante peculiar, un brillo proveniente de su cuello, una campanilla, que al fijarse mejor estaba adherida a un collar – no he pasado por una experiencia como la tuya, pero seguro sufriste mucho – pasa su mano por una de sus mejillas secándole las lagrimas. Se estira mas hacia el interior con dificultad, pasando sus dos manos alrededor del costado de su cuello, llegando hasta la nuca de la chica – no te muevas – dijo mientras al tanteo, aun con sus dedos entumecidos por el frío logro encontrar la hebilla de ese collar, desarmándolo y quitándolo de su cuello – las cadenas de verdad no son estos muros…esas las tienes…aquí – da un toque en su frente – y aquí – apunta a su pecho, justo a donde iba el corazón – si derribas esos muros, la piedra que te rodea será un impedimento menor.
Eberhard Schwarzschild
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Elizabeth Hitze Lun Dic 14, 2015 12:05 am
Sonrió con cierta ironía y desagrado a sus palabras… Ya había olvidado cuantas veces le habían dicho aquello, sí, ella sabía que su nombre era bonito, de hecho le encantaba pues ella misma se lo había puesto con ayuda de las mujeres que la cuidaban, sin embargo se quedó callada abrazándose más mientras entre sollozos y jadeos aguantaba el llanto mientras seguía buscando entre la obscuridad la cara de aquel hombre, de menos quería tener noción de con quien hablaba o a quien repudiar y culpar de sus desgracias por no librarla de ellas. Ni fuerzas tenía para alejar su mentón del agarre ajeno aunque quiso hacerlo, su mirada perdida y algo gris se posó en la ajena en cuanto aquella obscuridad se fue por unos instantes, nuevamente él caía en aquello. -Cállate..- Ordenó con aquella voz entrecortada, volvía a juzgarla - ¿Tú que sabes?..- Cuestionó viéndole con asco y desprecio… Había sido tantas veces vista de esa manera que parecía haberlo aprendido muy bien volviendo aquello que más despreciaba algo propio.
Desvió su mirada ante la afirmación ajena, era más que obvio que si… -Ninguna mujer merece que le hagan lo que me han hecho...- Murmuró tan bajo que parecía lo decía a sí misma antes de sentir esas caricias… Aquellos sutiles, delicados y débiles roces provenientes de un hombre que por primera vez no eran con la intención de lastimarla, no pudo evitarlo, sus mejillas se tiñeron con un tenue carmesí volviendo a llevar su vista a él, expectante de lo que quería hacerle. Cuando tomó su collar ella gimoteó de dolor, la piel de su cuello estaba tan lastimada que cualquier movimiento lastimaba sus heridas, obedeció quedándose quieta y agachando la cabeza, por fin había sido liberada de ese maldito collar. Su mirada se volvió tosca en cuanto escuchó las palabras del prisionero sintiendo uno a uno los toques en su frente y pecho, apretó su mandíbula y aún con la cabeza agachada levantó suavemente sus orbes dando aquella mirada y expresión de desprecio acentuándola más. - Cállate…- Volvió a ordenar pero esta vez de una manera más tajante, le enervaba que quisiera hacerla “entrar en razón” cuando no había manera de hacerlo. - Tú no eres nadie para venir a darme consejos, sólo mírate.- Sonrió con ironía de manera burlona aguantando el llanto. - Eres un pobre infeliz encerrado en una celda húmeda y sucia, tienes que darle comida a una malagradecida que de encima de sucia y hedionda quiere matarse ¿Se puede car más bajo? - Rió sin ganas y lentamente se puso de pie ayudándose de sus manos tomando con fuerza los barrotes. - Claro que se puede caer más bajo, ser violada por infelices sólo porque creen tener los suficientes huevos para hacerlo, ser tocada sólo por conseguir algo de comida ya que robar no es suficiente porque si te atrapan tus captores también abusarán de ti. - Murmuraba con asco comenzando a alejarse de los barrotes del contrario, encaminándose hacia la cama de paja buscando entre esta, quizá un trozo de vidrio, algún metal o lo que fuera podía estar oculto… Cualquier ítem era más que suficiente para ayudarse a sí misma para dar fin a su propia vida.
No fue hasta que unos pasos comenzaron a resonar en el pasillo de ambas celdas, Elízabeth se quedó en silencio viendo hacia los barrotes, su expresión volvió a tornarse asustada antes de volver a ponerse de pie y retroceder pegando su espalda a la pared, estaban abriendo su celda, un par de guardias sonrían burlones, uno de ellos la tomó del cabello haciendo que se hincara y otro con un bote de agua helada la mojó por completo. - ¡Mira qué sucia estabas! - Reían burlones, ella, sólo temblaba mientras levantaba el rostro siendo obligada por uno de ellos. Permanecía en silencio mientras su mejillas se llenaban de lágrimas sin quererlo, la obligaron a ponerse de pie y comenzaron a encaminarla sacándola de la celda. Uno de ellos había encontrado el collar del que el moreno la había ayudado a liberarse dando un golpe en las nalgas de la peliplata como castigo. -Con que te lo pudiste quitar, mira que los perros son más listos en este lugar que en las calles.- Abrieron la celda de Eber y la metieron ahí entre empujones aventándola en el vil piso. -Van a limpiar tu celda, mientras lo hacen hazle compañía a tu amigo, anda, seguro se la pasarán bien.- Volvió a hablar aquel hombre antes de encerrarlos e irse nuevamente, la joven se quedó ahí, tendida en el piso, totalmente mojada y helada… Entre suaves temblores comenzó a tratar de ponerse de pie para poder gatear pero le era imposible, su cuerpo comenzaba a llegar al límite…
Desvió su mirada ante la afirmación ajena, era más que obvio que si… -Ninguna mujer merece que le hagan lo que me han hecho...- Murmuró tan bajo que parecía lo decía a sí misma antes de sentir esas caricias… Aquellos sutiles, delicados y débiles roces provenientes de un hombre que por primera vez no eran con la intención de lastimarla, no pudo evitarlo, sus mejillas se tiñeron con un tenue carmesí volviendo a llevar su vista a él, expectante de lo que quería hacerle. Cuando tomó su collar ella gimoteó de dolor, la piel de su cuello estaba tan lastimada que cualquier movimiento lastimaba sus heridas, obedeció quedándose quieta y agachando la cabeza, por fin había sido liberada de ese maldito collar. Su mirada se volvió tosca en cuanto escuchó las palabras del prisionero sintiendo uno a uno los toques en su frente y pecho, apretó su mandíbula y aún con la cabeza agachada levantó suavemente sus orbes dando aquella mirada y expresión de desprecio acentuándola más. - Cállate…- Volvió a ordenar pero esta vez de una manera más tajante, le enervaba que quisiera hacerla “entrar en razón” cuando no había manera de hacerlo. - Tú no eres nadie para venir a darme consejos, sólo mírate.- Sonrió con ironía de manera burlona aguantando el llanto. - Eres un pobre infeliz encerrado en una celda húmeda y sucia, tienes que darle comida a una malagradecida que de encima de sucia y hedionda quiere matarse ¿Se puede car más bajo? - Rió sin ganas y lentamente se puso de pie ayudándose de sus manos tomando con fuerza los barrotes. - Claro que se puede caer más bajo, ser violada por infelices sólo porque creen tener los suficientes huevos para hacerlo, ser tocada sólo por conseguir algo de comida ya que robar no es suficiente porque si te atrapan tus captores también abusarán de ti. - Murmuraba con asco comenzando a alejarse de los barrotes del contrario, encaminándose hacia la cama de paja buscando entre esta, quizá un trozo de vidrio, algún metal o lo que fuera podía estar oculto… Cualquier ítem era más que suficiente para ayudarse a sí misma para dar fin a su propia vida.
No fue hasta que unos pasos comenzaron a resonar en el pasillo de ambas celdas, Elízabeth se quedó en silencio viendo hacia los barrotes, su expresión volvió a tornarse asustada antes de volver a ponerse de pie y retroceder pegando su espalda a la pared, estaban abriendo su celda, un par de guardias sonrían burlones, uno de ellos la tomó del cabello haciendo que se hincara y otro con un bote de agua helada la mojó por completo. - ¡Mira qué sucia estabas! - Reían burlones, ella, sólo temblaba mientras levantaba el rostro siendo obligada por uno de ellos. Permanecía en silencio mientras su mejillas se llenaban de lágrimas sin quererlo, la obligaron a ponerse de pie y comenzaron a encaminarla sacándola de la celda. Uno de ellos había encontrado el collar del que el moreno la había ayudado a liberarse dando un golpe en las nalgas de la peliplata como castigo. -Con que te lo pudiste quitar, mira que los perros son más listos en este lugar que en las calles.- Abrieron la celda de Eber y la metieron ahí entre empujones aventándola en el vil piso. -Van a limpiar tu celda, mientras lo hacen hazle compañía a tu amigo, anda, seguro se la pasarán bien.- Volvió a hablar aquel hombre antes de encerrarlos e irse nuevamente, la joven se quedó ahí, tendida en el piso, totalmente mojada y helada… Entre suaves temblores comenzó a tratar de ponerse de pie para poder gatear pero le era imposible, su cuerpo comenzaba a llegar al límite…
Elizabeth Hitze
Hoja de personaje
Nivel:
(26/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 1 | 1 |
Creado por Eberhard Schwarzschild Lun Dic 14, 2015 12:14 am
Cada palabra que decía parecía provocar molestia o rabia en la chica, pero justamente eso intentaba hacer, pero no en el sentido de que simplemente provocarla, sino para ver que tanta vitalidad tenia, si tenia fuerzas para discutir, seguro las tenia para escapar – Y sin embargo soy el pobre infeliz que gasto su ultima provisión de comida para ayudarte – le dijo en un cierto tono burlón – pero no me arrepiento – encogió de hombros aun con los brazos extendidos por entre los barrotes. Probablemente ella en ese momento no hubiese hecho lo mismo si la situación era invertida, pero no pensaba demasiado en esas cosas. La noche comenzó a notarse de nuevo por las nubes, que taparon el brillo de la luna, las sombras comenzaron a cubrir una vez mas ese calabozo. El silencio quizás un poco incomodo fue interrumpido por pasos a las afueras de la puerta, se trataba de un par de carceleros. Eberhard retrajo sus manos, acomodándose nuevamente de espaldas a los barrotes.
Los carceleros entraron mofándose de la mujer, tratándola como un trapo, como era posible que le lanzaran agua a una persona en ese estado, con el frío tan atroz que hacia. Se contuvo, simplemente apretando los dientes, aparentando un letargo. Se les escuchaba arrogantes, confiados y con aires de superioridad, lo típico en todos los afines al gobierno mundial que estaban en ese lugar. Mantuvo todo el tiempo la cabeza agachada, esperando una oportunidad, cuando escucho la nalgada y sacaban a rastras a la chica, estiro la mano con rapidez y cuidado por entre los barrotes, tomando el collar sin que los hombres se dieran cuenta, manteniéndolo a su lado en el costado opuesto a la entrada para mantenerlo oculto.
Abrieron su celda y lanzaron a la chica como un vil saco de papas, simplemente no dijo nada, no era el momento. Uno de los guardias termino por irse, mientras que el otro se quedo con una escoba limpiando la basura que había, paja y otras cosas. Luego la volvió a cerrar – mejor que se queden ahí, es mas fácil luego limpiar una que varias – se va por la puerta junto a su otro compañero. En ese momento ya cuando ambos estaban nuevamente solos en el calabozo, Eberhard vio que era momento de moverse. Se movió hacia la chica, inclinándose al verla retorcerse en el suelo. La tomo con suavidad de las muñecas, observando la forma de sus esposas, podría aprovecharse de ella, quizas alguna otra persona si lo hubiese hecho, pero el joven no tenia esos hábitos, menos cuando comprendía por lo que alguien estaba pasando.
Extendió su mano izquierda con el collar que había robado de la otra celda, con la hebilla comenzó a forzar la cerradura, se le notaba un poco torpe en las manos a causa del frío, pero en poco tiempo logro abrirlas, liberando las manos de la mujer – tus ultimas cadenas cayeron – dice mientras toma las esposas y las mete dentro del fajo de paja, mas adelante podrían ser útiles para que pudieran escapar. La observo luego tan indefensa y temblorosa por culpa del frío, pensó en una manera de ayudarla, pero seguramente se ganaría una agresión por ello.Se inclino hacia ella, tomándola de los hombros, para atraerla hacia él, luego dándole un abrazo – Ahora soy el pobre infeliz que intenta evitar que mueras de frío – esa acción buscaba darle algo de calor a la chica, no tenia un abrigo ni nada por el estilo, era lo mas que podía hacer. El suelo de la celda estaba húmedo por las bajas temperaturas, pero se podían notar algunos charcos de sangre en el suelo, producto de las heridas del joven que ahora en su mayoría lograron cicatrizar - no te rindas...
Los carceleros entraron mofándose de la mujer, tratándola como un trapo, como era posible que le lanzaran agua a una persona en ese estado, con el frío tan atroz que hacia. Se contuvo, simplemente apretando los dientes, aparentando un letargo. Se les escuchaba arrogantes, confiados y con aires de superioridad, lo típico en todos los afines al gobierno mundial que estaban en ese lugar. Mantuvo todo el tiempo la cabeza agachada, esperando una oportunidad, cuando escucho la nalgada y sacaban a rastras a la chica, estiro la mano con rapidez y cuidado por entre los barrotes, tomando el collar sin que los hombres se dieran cuenta, manteniéndolo a su lado en el costado opuesto a la entrada para mantenerlo oculto.
Abrieron su celda y lanzaron a la chica como un vil saco de papas, simplemente no dijo nada, no era el momento. Uno de los guardias termino por irse, mientras que el otro se quedo con una escoba limpiando la basura que había, paja y otras cosas. Luego la volvió a cerrar – mejor que se queden ahí, es mas fácil luego limpiar una que varias – se va por la puerta junto a su otro compañero. En ese momento ya cuando ambos estaban nuevamente solos en el calabozo, Eberhard vio que era momento de moverse. Se movió hacia la chica, inclinándose al verla retorcerse en el suelo. La tomo con suavidad de las muñecas, observando la forma de sus esposas, podría aprovecharse de ella, quizas alguna otra persona si lo hubiese hecho, pero el joven no tenia esos hábitos, menos cuando comprendía por lo que alguien estaba pasando.
Extendió su mano izquierda con el collar que había robado de la otra celda, con la hebilla comenzó a forzar la cerradura, se le notaba un poco torpe en las manos a causa del frío, pero en poco tiempo logro abrirlas, liberando las manos de la mujer – tus ultimas cadenas cayeron – dice mientras toma las esposas y las mete dentro del fajo de paja, mas adelante podrían ser útiles para que pudieran escapar. La observo luego tan indefensa y temblorosa por culpa del frío, pensó en una manera de ayudarla, pero seguramente se ganaría una agresión por ello.Se inclino hacia ella, tomándola de los hombros, para atraerla hacia él, luego dándole un abrazo – Ahora soy el pobre infeliz que intenta evitar que mueras de frío – esa acción buscaba darle algo de calor a la chica, no tenia un abrigo ni nada por el estilo, era lo mas que podía hacer. El suelo de la celda estaba húmedo por las bajas temperaturas, pero se podían notar algunos charcos de sangre en el suelo, producto de las heridas del joven que ahora en su mayoría lograron cicatrizar - no te rindas...
Eberhard Schwarzschild
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Elizabeth Hitze Lun Dic 14, 2015 12:15 am
El simple hecho de ver aquel hombre acercarse a ella la hizo comenzar a temblar más, no por el frío, mucho menos por estar totalmente húmeda, estaba frágil, indefensa, quizá él quería aprovecharse de su situación - Aléjate…- Murmuró en un suave quejido… sus palabras apenas si eran audibles y entre suaves jadeos los cuales al contacto con el frío dejaban una suave estela de vapor, era horrible… Aquellos guardias apenas si se habían ido y ahora tenía que soportar al otro imbécil que se creía sabía todo en el mundo. Desesperadamente trató de ponerse de pie pero le fue imposible, sus brazos, sus piernas y su cuerpo dejó de responderle. Escondió su rostro girando suavemente su cabeza pegando parte de su frente al piso siendo detenida solamente por su nariz, ya no importaba… Que pasara lo que debía pasar… Después de todo ya no importaba…
Cerró totalmente sus párpados en cuanto él comenzó a manipular las esposas que la tenían presa, aquellos movimientos algo torpes despertaron curiosidad en la peliblanca para lo que poco a poco abrió sus párpados observando como él trataba de abrirlas, no tardó mucho para que él terminara por abrirlas liberando las muñecas del agarre. Atrajo sus brazos a su propio pecho escondiendo las heridas que habían quedado por culpa de las esposas y es que sus lastimadas muñecas sangraban a la par de su cuello, simplemente asintió a las palabras del moreno y recogió su cuerpo llevándolo a estar en una posición fetal. Sus fríos hombros sintieron la piel ajena, que aunque también los dedos del masculino se encontraban algo entumecidos lograron tomarla con algo de firmeza y atraerla hacia él… Y no era como si ella pesara demasiado, la desnutrición era notable, tenía varios kilos por debajo de su propio peso.
Cuando menos se dio cuenta se encontraba sentada entre las piernas de él, acomodada en su pecho y rodeada por sus brazos, extendió su mano abriendo por completo esta mostrando su palma dejándola sobre el pecho de él haciendo un suave empujón tratando de quitárselo de encima, pero era imposible, no tenía las suficientes fuerzas para hacerlo y siendo sincera… Por primera vez encontraba calidez en los brazos de un hombre. Aquellas palabras la hicieron quebrarse por completo, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas nuevamente más no comenzó a romper en llanto… Abusó del contacto acomodándose y acurrucándose en su pecho, era cálido, se sentía bien y el palpitar del corazón ajeno logró tranquilizarla un poco. Cerró suavemente sus párpados dejando de temblar por los nervios, se estremecía a ratos pero era por lo helado que estaban sus ropas. Su respiración comenzó a volverse tranquila y comenzaba a dormitar, no podía explicar la sensación de seguridad en ese momento… Simplemente lo sentía y ya. No sabe cuanto tiempo pasó ni en que momento, pero terminó por quedarse dormida, sus ojos estaban demasiado irritados por tanto llorar.
Tras un par de horas comenzó a abrir suavemente sus párpados, por primera vez en años podía dormir con tranquilidad.-Eberhard…- Lo llamó en un suave susurro elevando un poco su rostro, ya sus ropas no estaban mojadas y ella había recobrado su temperatura y al seguir abrazada era de suponer que ambos se calentaron a sí mismos. Acarició suavemente el pecho de él y volviendo a acomodarse cerró suavemente sus párpados, apenas si comenzaba a caer la madrugada en el lugar, sería una noche bastante larga. -Me estuviste cuidando todo este tiempo…- afirmó y algo avergonzada llevó su mano derecha cubriendo sus labios con apenas tres dedos. -Eres… Muy tibio…- Agregó acurrucándose más en él buscando que los brazos ajeno la rodearan por completo. -Gracias…-
Cerró totalmente sus párpados en cuanto él comenzó a manipular las esposas que la tenían presa, aquellos movimientos algo torpes despertaron curiosidad en la peliblanca para lo que poco a poco abrió sus párpados observando como él trataba de abrirlas, no tardó mucho para que él terminara por abrirlas liberando las muñecas del agarre. Atrajo sus brazos a su propio pecho escondiendo las heridas que habían quedado por culpa de las esposas y es que sus lastimadas muñecas sangraban a la par de su cuello, simplemente asintió a las palabras del moreno y recogió su cuerpo llevándolo a estar en una posición fetal. Sus fríos hombros sintieron la piel ajena, que aunque también los dedos del masculino se encontraban algo entumecidos lograron tomarla con algo de firmeza y atraerla hacia él… Y no era como si ella pesara demasiado, la desnutrición era notable, tenía varios kilos por debajo de su propio peso.
Cuando menos se dio cuenta se encontraba sentada entre las piernas de él, acomodada en su pecho y rodeada por sus brazos, extendió su mano abriendo por completo esta mostrando su palma dejándola sobre el pecho de él haciendo un suave empujón tratando de quitárselo de encima, pero era imposible, no tenía las suficientes fuerzas para hacerlo y siendo sincera… Por primera vez encontraba calidez en los brazos de un hombre. Aquellas palabras la hicieron quebrarse por completo, las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas nuevamente más no comenzó a romper en llanto… Abusó del contacto acomodándose y acurrucándose en su pecho, era cálido, se sentía bien y el palpitar del corazón ajeno logró tranquilizarla un poco. Cerró suavemente sus párpados dejando de temblar por los nervios, se estremecía a ratos pero era por lo helado que estaban sus ropas. Su respiración comenzó a volverse tranquila y comenzaba a dormitar, no podía explicar la sensación de seguridad en ese momento… Simplemente lo sentía y ya. No sabe cuanto tiempo pasó ni en que momento, pero terminó por quedarse dormida, sus ojos estaban demasiado irritados por tanto llorar.
Tras un par de horas comenzó a abrir suavemente sus párpados, por primera vez en años podía dormir con tranquilidad.-Eberhard…- Lo llamó en un suave susurro elevando un poco su rostro, ya sus ropas no estaban mojadas y ella había recobrado su temperatura y al seguir abrazada era de suponer que ambos se calentaron a sí mismos. Acarició suavemente el pecho de él y volviendo a acomodarse cerró suavemente sus párpados, apenas si comenzaba a caer la madrugada en el lugar, sería una noche bastante larga. -Me estuviste cuidando todo este tiempo…- afirmó y algo avergonzada llevó su mano derecha cubriendo sus labios con apenas tres dedos. -Eres… Muy tibio…- Agregó acurrucándose más en él buscando que los brazos ajeno la rodearan por completo. -Gracias…-
Elizabeth Hitze
Hoja de personaje
Nivel:
(26/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 1 | 1 |
Creado por Eberhard Schwarzschild Lun Dic 14, 2015 12:16 am
No buscaba propasarse pero no había otra manera de evitar que la chica muriese de frío, por ello fue que la puso entre sus brazos. Poco a poco no solo los temblores del cuerpo de la chica fueron bajando, sino también los del joven, que ahora apenas sentía las temperaturas en el interior de la celda. Cerrando sus ojos, simplemente manteniendo el abrazo, luego durmiendo mientras se recostaba de los barrotes, de una manera mas bien profunda mientras pasaban las horas. Recordó en sus sueños su vida en las calles, de lo que batallo para no terminar siendo esclavizado como la mayoría de personas en la isla. Comenzó a escuchar una voz lejana, parecía estarlo llamando, se trataba de la voz de Elizabeth que provoco que terminara abriendo los ojos – cinco minutos mas… - la frase típica de alguien que deseaba dormir un rato mas.
Su consciencia se recobro por completo en el punto que sintió la caricia en su pecho, dando un suspiro. Extrañamente no sentía tanto frío como antes, parece que el gesto no solo había ayudado a la chica sino también a sí mismo, compartiendo el calor de ambos – tu también eres tibia – aprieta ligeramente el abrazo cuando ella intenta acomodarse mejor – no hay de que – en ese momento bajo su cabeza apoyándola en la de Elizabeth. Por raro que suene ya no le dolía la espalda, eso era una de dos, o se le termino de dormir la piel o todas sus heridas habían cicatrizado, en ambos casos significaba que se recupero bastante rápido de los azotes. Abrió los parpados mirándola fijamente a los ojos – parece que estas mejor – se quedo en esa misma pose por unas horas mas, hasta que la brisa nocturna ingreso nuevamente por la ventana, calando un poco al joven y provocando ligeros temblores – no es lo mas cómodo estar recostado en los barrotes – soltó un momento el abrazo para terminar pasando su mano derecha por debajo de las rodillas ajenas, mientras apoyaba la zurda en la espalda de la joven para levantarse y llevarla en brazos hasta la otra esquina, donde estaba el fajo de paja desarmado – aquí hace algo mas de calor – recupera la misma pose que tenían ambos pero ahora en un sitio si se quiere algo mas cálido.
Había otra razón para colocarse ahí, y es que tenían visión clara de la hendidura de la gran puerta del calabozo, podían ver claramente en esa dirección y gracias a la oscuridad no podrían verlos hasta que estuviesen mas cerca – hacen sus rondas al amanecer, la idea es que cuando bajen piensen que me aproveche de ti durante la noche, es lo que harían ellos y podremos usar eso a nuestro favor, nada mas te pido que me sigas el juego cuando llegue el momento – el joven sabia bien como trabajaba la mente de esas personas, lo había vivido ya tanto que era fácil encontrar sus hábitos, como si veían algo que estaba dentro de sus planes se confiaban y bajaban la guardia – Elizabeth ¿tienes apellido? El mío es Schwarzschild – pregunta a la joven.
Su consciencia se recobro por completo en el punto que sintió la caricia en su pecho, dando un suspiro. Extrañamente no sentía tanto frío como antes, parece que el gesto no solo había ayudado a la chica sino también a sí mismo, compartiendo el calor de ambos – tu también eres tibia – aprieta ligeramente el abrazo cuando ella intenta acomodarse mejor – no hay de que – en ese momento bajo su cabeza apoyándola en la de Elizabeth. Por raro que suene ya no le dolía la espalda, eso era una de dos, o se le termino de dormir la piel o todas sus heridas habían cicatrizado, en ambos casos significaba que se recupero bastante rápido de los azotes. Abrió los parpados mirándola fijamente a los ojos – parece que estas mejor – se quedo en esa misma pose por unas horas mas, hasta que la brisa nocturna ingreso nuevamente por la ventana, calando un poco al joven y provocando ligeros temblores – no es lo mas cómodo estar recostado en los barrotes – soltó un momento el abrazo para terminar pasando su mano derecha por debajo de las rodillas ajenas, mientras apoyaba la zurda en la espalda de la joven para levantarse y llevarla en brazos hasta la otra esquina, donde estaba el fajo de paja desarmado – aquí hace algo mas de calor – recupera la misma pose que tenían ambos pero ahora en un sitio si se quiere algo mas cálido.
Había otra razón para colocarse ahí, y es que tenían visión clara de la hendidura de la gran puerta del calabozo, podían ver claramente en esa dirección y gracias a la oscuridad no podrían verlos hasta que estuviesen mas cerca – hacen sus rondas al amanecer, la idea es que cuando bajen piensen que me aproveche de ti durante la noche, es lo que harían ellos y podremos usar eso a nuestro favor, nada mas te pido que me sigas el juego cuando llegue el momento – el joven sabia bien como trabajaba la mente de esas personas, lo había vivido ya tanto que era fácil encontrar sus hábitos, como si veían algo que estaba dentro de sus planes se confiaban y bajaban la guardia – Elizabeth ¿tienes apellido? El mío es Schwarzschild – pregunta a la joven.
Eberhard Schwarzschild
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Elizabeth Hitze Lun Dic 14, 2015 12:20 am
En cuanto sintió aquel suave apretón de los brazos del contrario rodeando en totalidad su cuerpo no pudo evitar sentir más fragilidad que antes, sin embargo esta vez era diferente… Por más frágil que se sintiera la sensación de protección que el masculino le daba superaba con creces el miedo y nerviosismo, levantó con timidez su mirada y con dificultar el carmesí de sus mejillas apenas si lograba teñirlas más, entrecerrando su mirada apenas si logró esbozar una tenue sonrisa grata por la compañía y las atenciones del otro. No importaba si sólo la engañaba, si su plan era engatusarla y después lastimarla, por primera vez se sentía tranquila y en paz, disfrutaría del momento por ahora.
Cerró sus párpados deteniendo con su cabeza la ajena, era justo que lo permitiera, él también estaba cansado y sobre todo con justa razón el cuerpo del moreno seguramente había llegado al límite, ambos lastimados, sin comer bien y en un ambiente helado y húmedo sin poder dormir cómodos era obvio que sus cuerpos se deteriorarían. Al sentir la brisa atravesar la ventana la peliblanca se estremeció arqueando un poco su cuerpo mientras esta jadeaba y se aferraba un poco más al pecho ajeno, mas sin poder evitarlo terminó siendo levantada por él, en sus brazos ella simplemente se acomodó juntando sus rodillas y asintiendo dejando que la llevara sin siquiera reclamar o tomarlo a mal.
Sentados ya en la paja que era más tibia ella terminó por abrazarlo para poder estar más cerca y poder seguir con aquella cálida sensación, sin embargo al rodearle con sus brazos las yemas de sus dedos sintieron un suave líquido que corría por su espalda o bien manchaba esta, retiró un poco sus dedos llevándolos frente a ella, era sangre. Con tristeza bajó su mirada y le abrazó de una manera más suave para no lastimarle mientras le escuchaba atentamente asintiendo mostrando que le estaba poniendo atención. -¿Aprovecharte de mi?- Sin quererlo encajó un poco sus uñas seguramente lastimando al contrario, rápidamente alejó sus manos llevándolas a su pecho apenada. -P..Perdona.. No era mi intención lastimarte…- Titubeó tras murmuran en un tenue tono de voz, ladeó su cabeza llevando ambas manos al pecho del contrario. -¿Y cómo pretendes que creerán que has abusado de mi si no hemos hecho ruido alguno..?- cuestionó entrecerrando su mirada. - No creo que esté del todo solo el lugar, de menos tendrías que amordazarme para que parezca no me quejé..- Dijo tras dejar salir un par de risillas sin ganas, ella conocía bien eso y sabía cómo es que funcionaba.
Ladeó su mirada en cuanto escuchó la segunda pregunta y tras no responder durante unos segundos terminó por negar con su cabeza. - Soy una bastarda, no sé quien sea mi padre y mi madre.. Bueno, apenas si tengo nombre por las mujeres que me cuidaron y criaron pero yo lo elegí, yo misma me puse mi nombre a los… Seis o siete años de edad, no lo recuerdo.- Contó y sonrió con disgusto y amargura. - Es difícil pensar en un nombre cuando después de llamarte “Niña” pasen los sobrenombres como “Perra, zorra, prostituta, puta” y todo lo que se asemeje.- Clavó aquellos orbes violeta en los ajenos celeste. - No tengo identidad, no soy nadie en este mundo, no tengo papeles, no tengo apellido, perdí todo lo que me hace mujer, por eso quiero morirme, quizá si existe aquello que llaman reencarnación pueda nacer en una buena familia, tener un nombre y apellido, tener identidad, poder enamorarme, guardar mi virginidad y perderla con quien de verdad ame, tener una familia y morir de anciana rodeada de flores…- Contó mientras sus ojos se humedecían e intentaba sonreírle, aguantó un suave sollozo y volvió a abrazarle, jamás había contado aquello, ella juraba y aceptaba que esa sería su última noche con vida, de menos desahogarse para poder irse en paz sería bueno… Comenzó a llorar abrazándole con más fuerza sin tratar de lastimarlo, entre suaves gimoteos buscaba articular alguna palabra mas le era imposible, negaba y restregaba su frente en el pecho de él llenándolo de amargas lágrimas mientras su cuerpo volvía a temblar. - Yo estoy muerta desde que nací, quiero… Necesito vivir…- Confesó ahogando el llanto en aquel nudo de su garganta. - No me lastimes por favor, no tú y si lo haces al menos prométeme que me mataras al terminar de hacerlo, promete que si sigo sufriendo terminaras con mi vida…- Rogó levantando su mirada viéndole mientras su rostro volvía a mancharse de aquellos mares de dolor - Júralo…-
Cerró sus párpados deteniendo con su cabeza la ajena, era justo que lo permitiera, él también estaba cansado y sobre todo con justa razón el cuerpo del moreno seguramente había llegado al límite, ambos lastimados, sin comer bien y en un ambiente helado y húmedo sin poder dormir cómodos era obvio que sus cuerpos se deteriorarían. Al sentir la brisa atravesar la ventana la peliblanca se estremeció arqueando un poco su cuerpo mientras esta jadeaba y se aferraba un poco más al pecho ajeno, mas sin poder evitarlo terminó siendo levantada por él, en sus brazos ella simplemente se acomodó juntando sus rodillas y asintiendo dejando que la llevara sin siquiera reclamar o tomarlo a mal.
Sentados ya en la paja que era más tibia ella terminó por abrazarlo para poder estar más cerca y poder seguir con aquella cálida sensación, sin embargo al rodearle con sus brazos las yemas de sus dedos sintieron un suave líquido que corría por su espalda o bien manchaba esta, retiró un poco sus dedos llevándolos frente a ella, era sangre. Con tristeza bajó su mirada y le abrazó de una manera más suave para no lastimarle mientras le escuchaba atentamente asintiendo mostrando que le estaba poniendo atención. -¿Aprovecharte de mi?- Sin quererlo encajó un poco sus uñas seguramente lastimando al contrario, rápidamente alejó sus manos llevándolas a su pecho apenada. -P..Perdona.. No era mi intención lastimarte…- Titubeó tras murmuran en un tenue tono de voz, ladeó su cabeza llevando ambas manos al pecho del contrario. -¿Y cómo pretendes que creerán que has abusado de mi si no hemos hecho ruido alguno..?- cuestionó entrecerrando su mirada. - No creo que esté del todo solo el lugar, de menos tendrías que amordazarme para que parezca no me quejé..- Dijo tras dejar salir un par de risillas sin ganas, ella conocía bien eso y sabía cómo es que funcionaba.
Ladeó su mirada en cuanto escuchó la segunda pregunta y tras no responder durante unos segundos terminó por negar con su cabeza. - Soy una bastarda, no sé quien sea mi padre y mi madre.. Bueno, apenas si tengo nombre por las mujeres que me cuidaron y criaron pero yo lo elegí, yo misma me puse mi nombre a los… Seis o siete años de edad, no lo recuerdo.- Contó y sonrió con disgusto y amargura. - Es difícil pensar en un nombre cuando después de llamarte “Niña” pasen los sobrenombres como “Perra, zorra, prostituta, puta” y todo lo que se asemeje.- Clavó aquellos orbes violeta en los ajenos celeste. - No tengo identidad, no soy nadie en este mundo, no tengo papeles, no tengo apellido, perdí todo lo que me hace mujer, por eso quiero morirme, quizá si existe aquello que llaman reencarnación pueda nacer en una buena familia, tener un nombre y apellido, tener identidad, poder enamorarme, guardar mi virginidad y perderla con quien de verdad ame, tener una familia y morir de anciana rodeada de flores…- Contó mientras sus ojos se humedecían e intentaba sonreírle, aguantó un suave sollozo y volvió a abrazarle, jamás había contado aquello, ella juraba y aceptaba que esa sería su última noche con vida, de menos desahogarse para poder irse en paz sería bueno… Comenzó a llorar abrazándole con más fuerza sin tratar de lastimarlo, entre suaves gimoteos buscaba articular alguna palabra mas le era imposible, negaba y restregaba su frente en el pecho de él llenándolo de amargas lágrimas mientras su cuerpo volvía a temblar. - Yo estoy muerta desde que nací, quiero… Necesito vivir…- Confesó ahogando el llanto en aquel nudo de su garganta. - No me lastimes por favor, no tú y si lo haces al menos prométeme que me mataras al terminar de hacerlo, promete que si sigo sufriendo terminaras con mi vida…- Rogó levantando su mirada viéndole mientras su rostro volvía a mancharse de aquellos mares de dolor - Júralo…-
Elizabeth Hitze
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(26/100)
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