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Creado por Jonathan Wayland Mar Dic 15, 2015 7:55 pm
Recuerdo del primer mensaje :
Las misiones a las que había sido asignado en el pasado habían incluido lugares calurosos, o lleno de ebrios, e incluso tuvo que estar en una isla camuflado con animales –algo que el rubio no quería recordar en toda su vida-, pero esta era la primera vez que Jonathan Wayland pisaba nieva, o siquiera la veía con sus propios ojos. Lamentablemente, tampoco era algo que le gustaba. En vista de que su ostentosa armadura llamaría la atención, decidió usar su conjunto casual que, aunque no era tan abrigado, le resultaba más cómodo para prolongados viajes. Y esa sí que fue una decisión que lamentaría durante mucho tiempo.
Recostado junto al tronco de un gran árbol, el cual le protegía del viento y los copos de nieve que caían insistentemente en aquella fría noche otoño. A los lejos podía divisar el rumoreado pueblo fantasma que, con grata sorpresa, se encontraba bastante “animado”. Se podían varias fuentes de luces, de los cuales salía un humo oscuro que se perdía en el cielo. –Si quisieran pasar desapercibidos, no tendrían que usar fogatas ni señales de humo.- Pensó, un tanto enojado y otro tanto incómodo por la situación.
El motivo por el cual el ángel se hacía presente en ese nefasto lugar era por una misión que le fue encomendada a él y a un compañero que se encontraba retrasado, la cual consistía en liberar un grupo de esclavos que eran forzados a trabajar en esas inhumanas condiciones, bajo el control del gobierno y sus perros, los marines. Aceptó sin siquiera dudarlo, creyendo que eso era lo correcto, pero viendo la situación en la que estaban, se estaba replanteando la situación: Estar en ese lugar habrían viejas heridas que creía habían sido cerradas hace mucho tiempo, lo que le hacía temblar.
-Vamos amigo… Quiero terminar con esto de una vez.- Bufó en voz baja, mientras se cruzaba de brazos y los pegaba a su cuerpo, creyendo inocentemente que así podría mantenerse caliente un poco más. -¿Donde estás?-
Isla Minion, ocho meses atrás.
Las misiones a las que había sido asignado en el pasado habían incluido lugares calurosos, o lleno de ebrios, e incluso tuvo que estar en una isla camuflado con animales –algo que el rubio no quería recordar en toda su vida-, pero esta era la primera vez que Jonathan Wayland pisaba nieva, o siquiera la veía con sus propios ojos. Lamentablemente, tampoco era algo que le gustaba. En vista de que su ostentosa armadura llamaría la atención, decidió usar su conjunto casual que, aunque no era tan abrigado, le resultaba más cómodo para prolongados viajes. Y esa sí que fue una decisión que lamentaría durante mucho tiempo.
Recostado junto al tronco de un gran árbol, el cual le protegía del viento y los copos de nieve que caían insistentemente en aquella fría noche otoño. A los lejos podía divisar el rumoreado pueblo fantasma que, con grata sorpresa, se encontraba bastante “animado”. Se podían varias fuentes de luces, de los cuales salía un humo oscuro que se perdía en el cielo. –Si quisieran pasar desapercibidos, no tendrían que usar fogatas ni señales de humo.- Pensó, un tanto enojado y otro tanto incómodo por la situación.
El motivo por el cual el ángel se hacía presente en ese nefasto lugar era por una misión que le fue encomendada a él y a un compañero que se encontraba retrasado, la cual consistía en liberar un grupo de esclavos que eran forzados a trabajar en esas inhumanas condiciones, bajo el control del gobierno y sus perros, los marines. Aceptó sin siquiera dudarlo, creyendo que eso era lo correcto, pero viendo la situación en la que estaban, se estaba replanteando la situación: Estar en ese lugar habrían viejas heridas que creía habían sido cerradas hace mucho tiempo, lo que le hacía temblar.
-Vamos amigo… Quiero terminar con esto de una vez.- Bufó en voz baja, mientras se cruzaba de brazos y los pegaba a su cuerpo, creyendo inocentemente que así podría mantenerse caliente un poco más. -¿Donde estás?-
Jonathan Wayland
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Ray Kazaragi Miér Mar 02, 2016 12:35 am
La tormenta de nieve aumentaba con cada segundo que pasaban los tres revolucionarios escondidos en aquel lugar, estaban a tan solo unos metros de poder entrar hasta donde se encontraban los civiles para poder liberarlos, intervenir en los planes que se pensaban llevar a cabo entre muchas otras posibilidades. ¿El problema? La nieve hacia que fuera más complicado poder observar bien a sus alrededores, no eran los únicos desfavorecidos con la situación ya que los guardias también sufrían del mismo inconveniente. El ojo parchado que siempre iba caminando adelante cual carne de cañón realizo una seña indicando que el camino estaba libre así que lo siguió sin que lo vieran pasar.
Una vez en su interior pudo observar las diferentes estructuras de la base, los guardias ubicados en sus puestos. No llevaban muchos minutos adentro de la base cuando se encontraron con tres guardias los cuales rápidamente fueron detenidos por William con movimientos de artes marciales sacando un manejo de llaves quien sabe que puerta pudieran abrir, mientras sean de las celdas de los prisioneros serviría para terminar con la misión con la menor cantidad de problemas. El pelirrojo se alejó un poco de sus compañeros para investigar lo que sucedía más adentro de la base, estaba en un pasillo cuando se encontró con otros dos guardias, a diferencia de su compañero William no disponía de armas contundes como las que llevaba o de un amplio conocimiento en artes marciales para poder silenciarlos como lo hizo su compañero, en su caso tuvo que sacar su Katana para dar dos, uno para cada uno dando fin a sus fin a sus vidas antes de que pudieran emitir sonido alguno, movió el cuerpo de ambos guardias hacia un rincón para que no se vieran a simple vista pero antes de irse del lugar los reviso sacando algo de dinero que llevaban encima ahora que se encontraban muertos no lo necesitarían más, lo único malo era la sangre que manchaba el lugar evidenciando que algo ocurrió en aquel lugar.
Siguió avanzando hasta el punto en que llego a un camino en el cual no podía avanzar más así que volvió hacia donde se encontraban sus compañeros — Por ese camino no hay nada importante — hace una seña indicando el camino por el que avanzo. Ahora quedaba liberar a los civiles para terminar con la misión.
Una vez en su interior pudo observar las diferentes estructuras de la base, los guardias ubicados en sus puestos. No llevaban muchos minutos adentro de la base cuando se encontraron con tres guardias los cuales rápidamente fueron detenidos por William con movimientos de artes marciales sacando un manejo de llaves quien sabe que puerta pudieran abrir, mientras sean de las celdas de los prisioneros serviría para terminar con la misión con la menor cantidad de problemas. El pelirrojo se alejó un poco de sus compañeros para investigar lo que sucedía más adentro de la base, estaba en un pasillo cuando se encontró con otros dos guardias, a diferencia de su compañero William no disponía de armas contundes como las que llevaba o de un amplio conocimiento en artes marciales para poder silenciarlos como lo hizo su compañero, en su caso tuvo que sacar su Katana para dar dos, uno para cada uno dando fin a sus fin a sus vidas antes de que pudieran emitir sonido alguno, movió el cuerpo de ambos guardias hacia un rincón para que no se vieran a simple vista pero antes de irse del lugar los reviso sacando algo de dinero que llevaban encima ahora que se encontraban muertos no lo necesitarían más, lo único malo era la sangre que manchaba el lugar evidenciando que algo ocurrió en aquel lugar.
Siguió avanzando hasta el punto en que llego a un camino en el cual no podía avanzar más así que volvió hacia donde se encontraban sus compañeros — Por ese camino no hay nada importante — hace una seña indicando el camino por el que avanzo. Ahora quedaba liberar a los civiles para terminar con la misión.
Ray Kazaragi
Hoja de personaje
Nivel:
(30/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por Jonathan Wayland Jue Mar 03, 2016 8:29 pm
Aún con las manos en sus bolsillos podía sentir como la yema de sus dedos se congelaban por la ridículamente baja temperatura del lugar. Al principio, cuando había escuchado de aquel lugar y del supuesto invierno eterno, lo había tomado como un estúpido rumor inventado por personas egoístas que deseaban que las posibles riquezas de aquel lugar fuesen solo para ellos. No sería la primera vez que había experimentado esos casos, topándose en sus misiones con presencias piratas indeseadas que simplemente entorpecían todos. Pero ahora, con toda esa nieve que ocupaba el alcance de su vista, simplemente sentía pena por los marines que habían sido asignados a aquel lugar, tal como los revolucionarios a los que se les asignó la misión de detener sus planes.
Agradeció el instante en el que el revolucionario del parche anunció el momento de avanzar, tanto como maldijo el preciso instante en el que tres marines del que nada sabían aparecieron de sorpresa, aunque ignoraban la existencia del pequeño grupo que se había infiltrado. Cuando estuvo dispuesto a sacar su espada, William ya se había encargado de los tres con precisos movimientos de artes marciales, con gran velocidad en cada uno de los pasos que hacía, efectuándolos sin piedad. No tuvo tiempo de asombrarse de las hazañas de su compañero pues sabía de antemano que estaban a segundos de que un pequeño de uniformados pasaran a escasos metros de donde se encontraban, como parte de su rutina de vigilancia. Ante esto, se alejó de los otros –ignorando el hecho de que Ray se había ido por su cuenta- y se escondió detrás de un gran paredón, listo para atacar.
Aquellos segundos pasaron lentamente, como si el propio universo le estuviera pasando una pésima broma al rubio, esperando que sus nervios le jugaran una mala pasada y sacaran lo peor de él. Mas eso no pasó, sino que reafirmó su convicción de abandonar su principio de no asesinar para salvar la vida de inocentes. En su campo de visión aparecieron dos marines, hablando de quien sabe qué y dándole largas pitadas a un cigarro que compartían. En lo que se detuvieron delante de él, desenfundó su espada y, enfocándose en el que tenía el cigarro entre sus labios, le golpeó con la empuñadura de su gran espada. Luego se abalanzó detrás del último y, colocando su mano por encima de sus labios, le atravesó la espalda con su arma blanca, cuyo filo salió por el abdomen de la víctima, cubierto de sangre que resbalaba por esta. La amenaza había acabado.
Para cuando regresó con el resto del equipo, ambos cuerpos se vieron cubiertos de una capa de nievo lo suficientemente espesa como para cubrir la sangre, mas no la necesaria para tapar completamente sus cuerpos. –Gané unos cuantos minutos, el camino hacía las barracas esta libre.- Trataba de no pensar en el remordimiento que le comenzó a carcomer la carne, la culpa de haber tomado una vida de forma tan violenta cuando quizá podría haber efectuado alguna otra acción. Ese sería otro pecado para el ser angelical.
Agradeció el instante en el que el revolucionario del parche anunció el momento de avanzar, tanto como maldijo el preciso instante en el que tres marines del que nada sabían aparecieron de sorpresa, aunque ignoraban la existencia del pequeño grupo que se había infiltrado. Cuando estuvo dispuesto a sacar su espada, William ya se había encargado de los tres con precisos movimientos de artes marciales, con gran velocidad en cada uno de los pasos que hacía, efectuándolos sin piedad. No tuvo tiempo de asombrarse de las hazañas de su compañero pues sabía de antemano que estaban a segundos de que un pequeño de uniformados pasaran a escasos metros de donde se encontraban, como parte de su rutina de vigilancia. Ante esto, se alejó de los otros –ignorando el hecho de que Ray se había ido por su cuenta- y se escondió detrás de un gran paredón, listo para atacar.
Aquellos segundos pasaron lentamente, como si el propio universo le estuviera pasando una pésima broma al rubio, esperando que sus nervios le jugaran una mala pasada y sacaran lo peor de él. Mas eso no pasó, sino que reafirmó su convicción de abandonar su principio de no asesinar para salvar la vida de inocentes. En su campo de visión aparecieron dos marines, hablando de quien sabe qué y dándole largas pitadas a un cigarro que compartían. En lo que se detuvieron delante de él, desenfundó su espada y, enfocándose en el que tenía el cigarro entre sus labios, le golpeó con la empuñadura de su gran espada. Luego se abalanzó detrás del último y, colocando su mano por encima de sus labios, le atravesó la espalda con su arma blanca, cuyo filo salió por el abdomen de la víctima, cubierto de sangre que resbalaba por esta. La amenaza había acabado.
Para cuando regresó con el resto del equipo, ambos cuerpos se vieron cubiertos de una capa de nievo lo suficientemente espesa como para cubrir la sangre, mas no la necesaria para tapar completamente sus cuerpos. –Gané unos cuantos minutos, el camino hacía las barracas esta libre.- Trataba de no pensar en el remordimiento que le comenzó a carcomer la carne, la culpa de haber tomado una vida de forma tan violenta cuando quizá podría haber efectuado alguna otra acción. Ese sería otro pecado para el ser angelical.
Jonathan Wayland
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
Creado por William J. Blazkowicz Dom Mar 06, 2016 10:05 pm
Ahora que los guardias interinos estaban básicamente fuera de combate, William fue hasta el área de las celdas, y probó todas las llaves una por una en cada cerradura. Afortunadamente si tenían llaves para abrir las celdas. Mientras lo hacia le pedía a los cautivos que se mantuvieran en silencio, no querían llamar la atención antes de tiempo y los guiaba hasta un portón bastante grande. Ahí se encontraba el almacén de la instalación – mantengan la cabeza baja y podremos salir todos de aquí – empezaron a amontonarse cerca de la puerta, y William nuevamente comenzó a probar las llaves hasta que dio con la correcta. Había perdido de vista a sus compañeros por un momento, pero no se preocupaba mucho, ellos sabían por donde regresar y que en el momento que se abriera la puerta tendrían que ingresar.
En el almacén William repartió a cada prisionero un arma, sabia que muchos no tenían entrenamiento para el manejo de las mismas, pero confiaba en compensar la falta de calidad con cantidad. En el interior para fortuna del revolucionario había una cantidad considerable de suministros varios, cosa que podrían llevarse pues al abrir otra puerta al extremo final del almacén daba hacia una parte del bosque bastante densa. La ventisca había comenzado a intensificarse, y dado que la puerta solo se podía abrir hacia adentro, teniendo su debido seguro, el luchador pensaba que se confiaron pensando en que nadie podría entrar o salir por ahí. Uno por uno los prisioneros fueron saliendo, todos por petición de William tenían algo de los suministros que había en el almacén. Cuando llegaron los otros dos revolucionarios, les aviso de lo mismo, que recogieran de los suministros y se fueran con los otros civiles. Si seguían derecho llegarían a la costa, donde en poco mas de 3 horas debería estar un barco de la revolución listo para recogerlos.
A la mañana siguiente había cundido el caos entre los soldados que aun quedaban en la instalación, pues todos los esclavos habían sido liberados y aparte se habían llevado una cantidad considerable del contenido del almacén. Nadie sabia que había pasado, hasta que uno vigilante novato, probablemente un recluta dijo que había pasado. Aparentemente cuando vio a los 3 intrusos se había escondido, pues vio como 2 de ellos habían acabado rápidamente con sus compañeros. Estuvieron apunto de castigarlo por abandonar su puesto, pero al entregar información de los culpables se lo perdonaron.
En el almacén William repartió a cada prisionero un arma, sabia que muchos no tenían entrenamiento para el manejo de las mismas, pero confiaba en compensar la falta de calidad con cantidad. En el interior para fortuna del revolucionario había una cantidad considerable de suministros varios, cosa que podrían llevarse pues al abrir otra puerta al extremo final del almacén daba hacia una parte del bosque bastante densa. La ventisca había comenzado a intensificarse, y dado que la puerta solo se podía abrir hacia adentro, teniendo su debido seguro, el luchador pensaba que se confiaron pensando en que nadie podría entrar o salir por ahí. Uno por uno los prisioneros fueron saliendo, todos por petición de William tenían algo de los suministros que había en el almacén. Cuando llegaron los otros dos revolucionarios, les aviso de lo mismo, que recogieran de los suministros y se fueran con los otros civiles. Si seguían derecho llegarían a la costa, donde en poco mas de 3 horas debería estar un barco de la revolución listo para recogerlos.
A la mañana siguiente había cundido el caos entre los soldados que aun quedaban en la instalación, pues todos los esclavos habían sido liberados y aparte se habían llevado una cantidad considerable del contenido del almacén. Nadie sabia que había pasado, hasta que uno vigilante novato, probablemente un recluta dijo que había pasado. Aparentemente cuando vio a los 3 intrusos se había escondido, pues vio como 2 de ellos habían acabado rápidamente con sus compañeros. Estuvieron apunto de castigarlo por abandonar su puesto, pero al entregar información de los culpables se lo perdonaron.
William J. Blazkowicz
Hoja de personaje
Nivel:
(25/100)
Haki:
Haki | Kenbun | Busou | Haou | Nivel | 2 |
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