La Sargento se mantuvo en silencio, todavía con la mirada más fija en sus papeles que en otra cosa hasta que dos nuevos individuos hicieron acto de presencia. Siendo sincera, la rubia no había caído en la cuenta de que ambos estaban presentes en la expedición hasta ese momento. Principalmente por la presencia, de nuevo, de un viejo conocido. Casi cómo si se tratara de un macabro juego del destino, los sucesos no hacían sino cruzar su camino con el de aquel joven espadachín cazador de recompensas. La última vez que le había visto había sido en Loguetown, justo antes de que se lanzara la operación para saquear Cardue y tras la cual sus caminos se volverían a separar... hasta ese mismo momento. Su acompañante era un Ningyo que supuso que se trataba de la segunda navegante a bordo, aunque lo cierto era que apenas la había visto ayudar a Kain durante el viaje. Quizás el joven se había encargado del timón y la fémina de la cartografía. Lo cierto era que Deka lo desconocía y no tenía el más mínimo interés en cambiar aquella situación.

Finalmente Arlene volvió a tomar la palabra, dando inicio a la operación al formar las diferentes parejas en las que se separarían. Vista la cantidad de tripulantes, la joven hubiera preferido hacer grupos más grandes para evitar posibles enfrentamientos desfavorables en número. Pero al fin y al cabo, la oficial al mando no era ella y su poder de decisión era, a su pesar, sumamente limitado. - Capisce. - respondió, ordenando los papeles que estaba leyendo y levantándose finalmente. Tal y cómo había previsto, tanto ella cómo Kain seguían sin gozar de la confianza total de los miembros de la tripulación. Tampoco les culpaba, ella por su parte había hecho méritos para ello. De esta manera ella y el soldado de cabellera plateada se encargarían de batir el lado este de la isla. Una tarea que no debería tener mayor complicación siempre que hicieran su trabajo. La Sargento se levantó, se abrochó su chaqueta, se acomodó la gorra e hizo crujir sus nudillos, preparándose para partir. Al mismo tiempo, de un bolsillo de su ropa sacó un Den-Den Mushi para confirmar que podrían mantener el contacto durante toda la misión. - Bueno, soldado Kreuz, ¿nos vamos? - preguntó retóricamente antes de emprender la marcha hacia su lado de la isla. La joven miró a su compañero para ver si este empezaba a seguirla y a medida que iba andando movía levemente las articulaciones y estiraba los músculos. Cuando esos revolucionarios aparecieran, debía estar preparada para darles una tunda y luego hacerles cantar.

Todo parecía comenzar a fluir acorde al plan de la oficial pues se le notaba en el rostro aquella sutil mueca de contento al verlos a todos ahí. Se limitó a quedarse en silencio escuchando todas y cada una de las instrucciones que ella tenía para darles, terminando por asentir ante la orden con una sonrisa. - Descuida, yo me encargo. - Acotó en un suave hilo de voz, mas su sorpresa y contento fue mayor al saber que se quedaría con el guerrero. Riendo por lo bajo se mordió el labio inferior con uno de sus colmillitos . - Espero que puedas llevarme el ritmo. - Bromeó.

Parpadeó un par de veces al escucharlo, haciendo que de sus mejillas un carmesí se pintara sin avisar, desviando su mirada a otro lado que no fuera a chocar con él negó con suavidad ante sus palabras. - Calla, no sabes lo que dices, preferiría traerlo en este instante, es más cómodo. - Susurró en un sutil reclamo seguido de una risilla leve. - Gracias por el alago, tú igual te ves bien con todo o son nada. - Arqueó la ceja con algo de maldad viéndole de soslayo con el único fin de ponerlo en jaque, no le gustaba que la tomaran con la guardia baja y de cierta manera era su sutil venganza, aunque parecía que sus palabras en vez de descolocarlo lo incitaban más a ser algo atrevido.

El aliento por un instante se le fue llevando sus manos hacia los bolsillos, buscando el den den mushi que tenía pero torpemente lo había olvidado en el barco. -Ay no…- Suspiró pero por un toque de suerte el cazador tenía uno con él. De no ser por la presencia de su superior ella ya se le había abalanzado sobre él para agradecerle, literalmente se había vuelto su salvador. - Bien, nos quedaremos aquí, al menos podré descansar en tierra, insisto que no me gusta viajar en barco. - Clavó su guadaña en el puso y se sentó en el mango cruzándose de piernas, acomodando sus manos sobre el mango para detenerse levantando su mirada a su compañero. - Espero que no tengamos mala suerte ~-

Kain saludó a los dos recién llegados con un simple gesto con la mano. No conocía a ninguna con anterioridad, pero sí que le habían comentado algunas cosas respecto a ambos. El joven era un cazarecompensas de relativa fama en los Mares Cardinales. Por lo que había leído, había capturado a varios piratas en aquellos mares y también había sido partícipe en varias operaciones militares de la Marina. Su acompañante, en cambio, si forma parte del cuerpo. Su aspecto físico ya la delataba directamente cómo un ser no humano, pero lo cierto era que uno debía fijarse lo suyo para encontrar los rasgos que la diferenciaban de una persona normal y corriente cómo el joven soldado. Tenía un cierto toque atractivo, de eso no cabía duda, algo que quizás terminaría con la Oficial Rossweisse haciendo un comentario subido de tono al respecto. Él, obviamente, no diría nada parecido por lo que se limitaría a, simplemente, mantener su semblante habitual y asentir ante las diferentes indicaciones del resto de Marines.

Cuando finalmente se hicieron los grupos, terminó siendo emparejado con la Sargento Mayor Kozlov. Podía comprender perfectamente el razonamiento tras esa decisión. Ellos dos eran los individuos más "ajenos" al grupo. Ni siquiera formaban parte de aquel escuadrón, simplemente estaban allí de paso. Lo cierto era que no le molestaba en absoluto el tener que ir con Deka. Él era un notable espadachín, pero la rubia seguía un paso por delante suyo en lo que a combate se refería. La había visto entrenar y pelear en la base de Shellstown y tenía bien claro que jamás debía enfadarla lo suficiente cómo para que esta decidiera pegarle. Por su parte, Arlene se marcharía con Alexandra, el peliazul charlatán con la antipática y los dos nuevos también trabajarían juntos. - A sus órdenes, Sargento. -respondió a la pregunta de la rubia, emprendiendo la marcha tras sus pasos, aunque dándose la vuelta antes de desaparecer de la vista de los demás. - ¡Mucha suerte chicos, id con cuidado! - exclamó, a la lejanía, esperando que sus compañeros cumplieran con su petición. Ocho marines habían llegado y ocho marines tenían que volver.

El grupo revolucionario había sufrido percances al momento de desplazarse y tuvo encuentros indeseables durante el recorrido. Se habían visto obligados a quedarse en la isla de Ohara un rato mientras llegaban los refuerzos. Había un total de cuatro figuras en la isla, todas vistiendo la capa de color verdoso que ocultaba sus siluetas. No se encontraban juntos, sino que estaban cada uno instalando algunas cosas en sus respectivos lados de la isla, preparativos – recuerden lanzar la véngala si ven problemas, una vez lanzada actívenlos, de esa manera ganaremos tiempo y podremos desorientarlos – una voz femenina suena a través de los den den mushi que poseían los revolucionarios - ¿Qué deberemos hacer en caso de que nos encuentren? – un silencio bastante prolongado ocurrió por los comunicadores – lo que sea necesario, nadie de nosotros debe ser capturado con vida, si ellos no están dispuestos a hablar tendremos que aplastarlos – una afirmación casi al unisonó apareció por todas las diferentes frecuencias de los revolucionarios.

El grupo esperaba no tener ningún tipo de percance, pero su suerte no los acompañaba últimamente. Uno de ellos había roto la formación, era un poco impetuoso y había tomado la iniciativa para explorar. Su figura llegaba a los tres metros de altura, casi no parecía humano. Desde la parte superior de una colina se encuentra con el barco de la marina, a lo lejos logra divisar hacia donde se movían dos grupos. Por algún motivo un solitario marine se encontraba cerca del barco, otros tres marines se movian hacia el centro de la isla, aunque uno de ellos no tenia el uniforme – enemigos detectados – su extraña voz notifica por el den den mushi – oye grandulón, espero que no planees dejarme fuera – una voz nuevamente femenina le habla desde la espalda – iniciando alerta, activando inhibidores – la chica junto a él coloco un par de cilindros en el suelo. Eran similares a morteros. El primero en disparar era una intensa luz roja, visible desde un área muy grande en la isla. En ese instante salió otra véngala pero esta era de color plateado, explotando en el aire como fuegos artificiales. Lo mismo ocurrió en las locaciones de los demás revolucionarios, esa véngala había liberado un agente metálico a gran altitud, junto con una corriente estática producto de la explosión, se bloquearon todas las comunicaciones por den den mushi u otros sistemas.